CUEVAS, TESOROS Y LEYENDAS DEL BANDIDO MORALEDA
Aunque Moraleda se mueve más bien en el territorio de los Montes de Toledo, por toda la comarca de La Jara han quedado también las huellas de este último bandolero.
Se ha sabido de su presencia en Navalucillos, pueblo muy cercano también a las localidades del actual Parque de Cabañeros que fueron el principal escenario del bandido. Se dice que tuvo una novia en este pueblo de profesión alfarera y en el año 1981 todavía me comentaron en Torrecilla de la Jara que una de las familias allí residentes descendían en línea directa de Moraleda. En todos los pueblos de la Jara Alta queda el halo legendario de Bernardo.
Muestra de esa leyenda consolidada son varias cuevas distribuidas por territorio jareño en las que los vecinos sitúan al bandido. Una de ellas se sitúa cerca de Santa Ana de Pusa, en el lugar donde finaliza el cañón del río que se abre paso en un desfiladero de granito. Otra de ellas se sitúa en las cercanías del paso de Guadarranques, en las buitreras de Peña Amarilla cerca de Puerto de San Vicente y otra más frente al cerro de “Las Tres Provincias” en el embalse de Cijara, Hay también referencias a otras dos más en el valle de Valtravieso o en Malamoneda, cerca de Hontanar pueblo en el que se le achaca la muerte de un hombre.
Uno de sus compinches fue el jareño “Parrachatas” del pueblo jareño de Valdelacasa y durante mucho tiempo se escondió por la zona del Rocigalgo y Las Becerras a caballo de los nacientes del Pusa, el Estena y el Cedena
Su figura se hizo muy popular adoptando un tinte de “bandido generoso”, al que también contribuye su relación con una bella hija de un cabrero como cantaba una copla sobre Moraleda.:
“Cuando yo era criminal
en los Montes de Toledo
lo primero que robé
fueron unos ojos negros
que tenía una mujer…
Ignacio Fernández Ollero ha recogido en Sevilleja de la Jara otra anécdota legendaria que relata cuando el bandido sorprendió a otra mujer llamada Valentina por la zona de Horcajo de los Montes y le dio un pañuelo con sus iniciales y la silueta del mapa de España bordados como salvoconducto, sin hacerle mal alguno y dejándola marchar.
-Mire usted señor bandolero, estos son los únicos cuartos que llevo a Ciudad Real. Allí voy a estudiar con las ganancias de mi padre, que no dan para mucho. Si me los roba tendré que volver a Sevilleja para quedarme allí el resto de mis días.
-Está bien, tome este pañuelo y enséñeselo a todos los que se crucen en su camino. Dígales que va de parte de Bernardo Moraleda.
También nos cuenta este mismo autor que en la cueva de Moraleda de Cijara soñó un vecino de Madrid que allí se encontraba el tesoro del bandolero bajo un poyo sobre el que dormía una cabra negra. También soñó con el tesoro una mujer de La Mina de Santa Quiteria y el alcalde pedáneo promovió una excavación exhaustiva del lugar con varios hombres para hallarlo.
El mismo autor de Sevilleja de la Jara nos relata en una interesante entrevista el testimonio de una vecina, Jesusa:
Mi abuelo José vino de Zamora a trabajar a Los Navalucillos. Entonces se empleó allí con un comerciante que se llamaba Ramos, Narciso Ramos. Mi abuelo estuvo allí trabajando y el jefe le mandaba todas las semanas a llevar una carga de víveres al campo a cierto señor.
Entonces el señor éste salía; y yo le entregaba cecina, queso, lo que llevara, latas de conserva, sardinas, que sería lo que había entonces, vino… en fin, una carga de género. El señor éste se lo pagaba, mi abuelo volvía a los Navalucillos y así una semana tras otra.
Y llegó un buen día que mi abuelo se iba a casar. Había venido a Sevilleja con una mula vendiendo por los pueblos; vino por aquí, se enamoró de mi abuela y ya se iba a casar.
Y le dijo a aquel hombre: “Mire usted, señor, es el último día que vengo a traerle esto porque me voy a casar”.
— ¡Ah! y ¿dónde te casas?
—En Sevilleja de la Jara, con una chica, que me he enamorao y tal…
—Ah bueno, que seas muy feliz. Mira, hoy en vez de pagártelo enseguida, si quieres, de las cosas que traes lo vamos a celebrar, lo de tu boda, y vamos a comer juntos.
—Bueno, pues estoy de acuerdo.
Se sentaron, estuvieron comiendo, y cuando terminó le dio la mano y dijo:
-Bueno pues, enhorabuena, que sepas que este señor a quien has venido a traer los víveres, se llama Moraleda.
Moraleda tenía fama de bandido; mi abuelo se alteró. Y entonces le dijo:
-No te preocupes; tú has visto que yo soy un hombre honrado. Es sólo cuestión de ideas. Me persiguen por cuestiones políticas, y entonces por esto no me puedo insertar en la sociedad, pero la verdad es que, que esto es así.”
Otra anécdota relatada por la misma Jesusa nos ilustra sobre los aspectos humorísticos con los que a veces la gente adorna las leyendas de bandoleros como personajes con atractivo popular.
-Entonces la Guardia Civil le perseguía mucho y con un afán muy grande de apuntarse un tanto, de que le habían logrado coger. Porque, claro, a otros cogían, pero a él no. Era un hombre muy hábil, muy sagaz, muy diplomático. En una ocasión había un señor (debía ser en Campillo o La Estrella, que es donde había puestos de la Guardia Civil), que se llamaba el cabo López, y este señor tenía muchas ganas de cazar a Moraleda, y andaban por allí, cerca de los Guadarranques.
Y entonces él, sabiendo que estaban los guardias en cierta majada, pidió la ropa a un pastor y se disfrazó con lo de él y le pidió un llaro que es como un cencerro sin agujero por abajo. Y entonces le llenó de leche y se fue a saludar a los guardias.
-“¡Hola!” –dijo haciéndose el campesino- ¿Qué tal? ¿Qué tal están ustedes?”
—Pues bien, bien, y ¿usted qué dice?
—Nada, que estaba ahí con las cabras y he dicho: les voy a llevar un llaro de leche.
—Aquí andamos, buscando a Moraleda.
—Pues falta hace. Falta hace que le den un buen castigo porque nos está siempre atemorizando, pidiéndonos y haciéndonos la vida imposible. Yo nunca le doy nada, pero ustedes a ver si le cazan de una vez y nos dejan libres que eso es una pena, aquí por la comarca, que es un terror…
Bueno, total que se fue. Y con otro pastor le mandó una nota que decía: “Señor cabo López, procure usted tener cuidado a quién saluda, porque el señor que les llevó el llaro de leche es Moraleda. Y se cosa usted el tercer botón de la polaina izquierda, que le falta.”
Más curioso aún es que Jesusa la anécdota probablemente falsa sobre Moraleda y el hijo del general Prim la sitúa en una cacería que da en Herrera del Duque el propio duque y es su hijo el que se pierde para ser encontrado por Moraleda. Un caso éste muy ilustrativo junto a las numerosas cuevas y tesoros de Moraleda que nos dan una idea de cómo funciona la mentalidad y la fantasía popular en estos casos.