LOS MERENDEROS DEL RÍO, PATRIMONIO CULTURAL PERDIDO
a Plataforma del Tajo premió hace dos años al Kiosco Puente Romano por haberse mantenido a través de los años como único exponente de lo que fueron estos establecimientos, verdaderos chiringuitos playeros que servían para el esparcimiento de los talaveranos y como alivio de las duras canículas de esta tierra.
Había kioscos en la Presilla, en el Paredón, en Los Arenales, donde llegaron a instalarse hasta tres, el del Puente Romano y el de Miralrío, situado en la huerta que se situaba donde hoy está el colegio madre de La Esperanza. También se disfrutaba del Alberche en el embalse de Cazalegas y
La ensalada, el pollo, el conejo, los filetes empanados, y el vino con gaseosa eran los más habituales componentes de las comidas y meriendas a la orilla del río donde se disfrutaba del baño y a veces por la noche la guitarra y la jarana alegraban los veranos fluviales de los talaveranos. Los limpios arenales eran lugar de encuntro de jóvenes y parejas de enamorados que sesteaban a la sombra de los álamos blancos. Bancos y mesas de madera . cámaras refrigeradas con barras de hielo y servicios bastante precarios eran suficientes para el solaz y esparcimiento de nuestros paisanos.
Tan atractivas eran nuestras playas que durante los años 50 y 60 se acercaba cientos de personas desde Madrid en el llamado «tren botijo» llamado así porque después de pasar un día playero los madrileños regresaban a la capital con el típico botijo de cerámica de recuerdo.
Me he bañado en Talavera, pero mis vivencias son de Toledo, tambien había estos establecimientos que pudimos disfrutar en aquellos años. Ahora son historia perdida, esperemos que algun dia se recuperen para disfrute de habitantes de estas ciudades
Lo llevamos crudo, entre la contaminación y el poco agua que lleva,…..creo que sólo nos quedan las imágenes, para el recuerdo,
Todo es posible si de verdad los talaveranos apoyáramos la lucha por el río
Pues no soy uno de los de la foto, de casualidad. Por ahí andaba yo. Nuestra ilusión eran cruzar el río de orilla a orilla y «explorar» la isla del chamelo. Muchos novillos en primavera y baños a escondidas. Casi se me cae la lagrima. ¡Qué pena de río!