HISTORIA, GRABADOS Y FOTOS ANTIGUAS DE LA ERMITA DE LA VIRGEN DEL PRADO

LA ERMITA DE LA VIRGEN DEL PRADO ( hoy Basílica)

HISTORIA

El Prado con la ermita de la Virgen y la ermita de San Joaquín y Santa Ana.jpg

Aunque la jerarquía eclesiástica ha decidido conceder la categoría de basílica a nuestra ermita, en el alma popular talaverana el antiquísimo y emblemático templo sigue identificándose con el más entrañable nombre de “la Ermita” o “la Virgen”.

Primero debemos situarla: a las afueras de la ciudad, rodeada de prados y alamedas hasta que el crecimiento urbanístisco la envolvió. Se localiza muy cerca del río Tajo y del arroyo Papacochinos, próxima a una vía de comunicación principal como es la calzada romana que unía Toletum con Emérita Augusta, en un entorno natural fresco, por donde discurría una antigua cañada ganadera y cerca del lugar donde se realizaban las transacciones de ganado en el tradicional mercado talaverano. El sitio reúne todos los ingredientes del “locus amoenus”, ese tipo de parajes con cierto aura de magia y placidez natural, fértiles y agradables, donde se solían situar las apariciones de la Virgen a los pastores durante la Edad Media.

Vista parcial con la ermita en la HISTORIA DE TALAVERA 1768, Manuscrito 82 BIBLIOTECA CLM

La vinculación de la ermita con las fiestas de toros añade un nuevo aspecto arcaico a su atmósfera, pues no olvidemos que hasta 1963 se hallaba unido su edificio al coso taurino. La fiesta de Las Mondas completa todo este conjunto de circunstancias que nos sugieren, datos históricos aparte, que la ermita ha sido desde antiguo lugar de culto, incluso mucho antes de la cristianización. Algunas de las referencias documentales hunden sus raíces en la historia fabulosa, aunque no dejan de aportar detalles sugestivos que debemos considerar. La primera alusión a nuestra ermita procede del comentario de Julián Pérez, párroco de Santa Justa de Toledo, sobre un viejo texto del siglo XI, «De Heremitoris Hispanis, vrevio descriptio», donde, entre treinta y tres ermitas, aparece la nuestra en décimo lugar. De este documento se deduciría que fue el rey godo Liuva, que reinó desde el año 601, quien la habría fundado «mostrándose agradecido a los servicios que Talavera había hecho a su santo tío el rey Hermenegildo, deseando premiar tanta fidelidad y celo católico con que le ayudaron contra los arrianos; … determinó premiar a esta villa enviándola la Sª y milagrosa imagen de Nª Sª que el príncipe de los apóstoles, San Pedro había traído a España, y al presente se veneraba en Toledo… y para que don tan precioso estuviese con la decencia que pedía su grandeza…. mandó que se derribase un templo que antiguamente había servido a dioses falsos y que sobre sus ruinas se fabricase otro de nuevo, el cual era tan magnífico y fuerte que, durando hasta los tiempos de Felipe II, dijo entrando en esta ermita que era la Reina de las Ermitas.»

Pintura que representa a la ermita de la Virgen del Prado todavía unida al hospital y la plaza de Toros con una espadaña hoy desaparecida

Las características artísticas de la imagen no hacen pensar en una antigüedad tal que podamos remontarnos tan atrás. Parece que el siglo XI, puede que el X, se ajuste mejor a la verdadera fecha en que podemos datar la pequeña talla de madera de cedro venerada por los creyentes talaveranos.

Es también el párroco de San Justo de Toledo quien nos da la primera referencia escrita sobre cómo la ermita se levantó sobre un antiguo templo romano, o tal vez anterior, en el que se daba culto a deidades como Pales y Ceres, dos diosas protectoras de la agricultura y la ganadería respectivamente. No olvidemos la importante vinculación histórica de Talavera y su alfoz con las formas de vida agropecuarias. El padre Portocarrero se refería así, en su biografía de San Ildefonso, al culto a la diosa Pales en Talavera:

La ermita de la Virgen del Prado en 1905

«Por respeto de la diosa Pales que estaba en aquel templo, los pastores que apacentaban su ganado en su comarca, que es muy a propósito para la cría de reses maiores y menores, por los fértiles y gruesos pastos que alcanzan, se juntaban en la primavera a honrar a esta diosa, haciendo fiestas todos los ganaderos con fuegos, luchas y apuestas; componían eglogas, cantaban, corrían y saltaban; traían dones cantando en su honor versos pastoriles.»

Ceres es la diosa romana que enseñó a los humanos a cultivar la tierra y sembrar el trigo. Sus representaciones la muestran con un haz de espigas o bien con un cesto o un tocado de frutos del campo. Su hija Proserpina fue raptada por Plutón, dios de los infiernos. Recorrió Ceres toda la tierra buscando a su bella hija y debido a su irritación y tristeza se perdieron las cosechas de los hombres. Intercede Júpiter, padre de Proserpina y a su vez hermano de Ceres, consiguiendo que, salvo durante los cuatro meses de invierno en que la naturaleza permanece dormida, su hija volviera como Ceres Eleusina, llamada así porque durante su búsqueda paró en Eleusis, ciudad donde sus habitantes instituyeron las fiestas iniciáticas de la Cerealia. Dice Francisco de Soto que en estas fiestas: «…las vírgenes y matronas se adornaban de vestiduras blancas y limpias, coronábanse de pámpanos y hojas de encina, llevando en la cabeza cestas y dentro de ellas llevaban todos los misterios simbólicos y secretos que sus sacerdotes enseñaban, llevaban también teas, velas, lámparas y hachas encendidas en memoria de las que encendió Ceres para buscar a su hija… y en alta voz iban llamando a Proserpina y diciéndole motes y donaires y dichos picantes; llevaban también dos grandes cestas cubiertas de flores la una que significaba la primavera , y la otra de espigas que significaba el estío.»

Ermita del Prado en fotografía de Ruiz de Luna de los años 20

De estas dos fiestas paganas parece que descienden directamente Las Mondas que, cristianizadas más tarde, se celebraron en honor de los Desposorios de la Virgen en nuestra ermita del Prado.

Durante la dominación musulmana Lutprando nos relata que «Elborenses seu Talavricenses, tempore maurorum colebant veatam Virginem», de aquí podemos deducir que desde la cristianización del templo en tiempos de Liuva hasta la reconquista, incluso durante la época de la Talabira árabe, se mantuvo el culto en la ermita.

En los tiempos posteriores a la toma de la ciudad por los cristianos, el primer documento que confirma su existencia se remonta a 1210, cuando el arzobispo Ximénez de Rada visita la ciudad reclutando tropas para enviarlas a las cruzadas. En el escrito se hace referencia a una reconstrucción del templo. También conocemos otra alusión a la ermita en 1272, en tiempos del Infante de D. Sancho, hijo de Alfonso X.

Postal de la ermita del prado de los años 20

En el año de1399, el arzobispo Tenorio dona tres aceñas o molinos situados en el Tajo al monasterio de los jerónimos fundado por él, con la condición de que entregaran cada año diez cahíces de trigo a la ermita.

En 1480 el arzobispo Alonso Carrillo anexiona sus ermitas a la colegial de Alcalá, entre ellas la del Prado, pero un documento que todavía se conserva nos relata cómo el prelado debe dar marcha atrás ya que «por parte de la nuestra villa nos fue suplicado y quexado diciendo que la dicha villa e vecinos e moradores della eran muy agraviados en los querer tomar la dicha ermita y hospital, la qual desde inmemorial tiempo atrás e desde la fundación della el concejo, iusticia, rregidores, procurador, cavalleros, escuderos, oficiales e onbres buenos avían e eran patrones e administradores de sus bienes o rentas».

Ermita en los años 60 con el luminoso de AVE MARíA

En torno a 1500 pasan los Reyes Católicos por Talavera y donan un manto para la Virgen del Prado adornado con ricas labores verde y oro del siglo XV. Todavía se conserva un fragmento donde se puede leer: “Tanto monta, monta tanto”. Durante siglos se había consolidado la tradición de que no debía quitarse a la imagen ese manto en ningún caso, hasta que hubo que hacerlo en la restauración de la talla de 1929.

En 1532, Carlos V confirma los privilegios de la ermita cuando anula las penas impuestas por el vicario a algunos feligreses que quisieron mantener la independencia y patronazgo civil de la misma que, significativamente, nunca había sido visitada por vicario o arcediano, lo que es tanto como decir que no había sido manifestada expresamente la autoridad absoluta de la iglesia sobre la ermita del Prado, como el vicario de la época pretendía.

Ermita y crucero con la carretera todavía adoquinada en los años 50

Ya me he referido a que los antiguos historiadores talaveranos recogían la tradición de que Felipe II consideraba a la nuestra “la Reina de las Ermitas”. Durante su reinado bendice el templo, cementerio y campana el obispo de Dragonera, D. Luis Suárez, después de haberse acometido algunas reformas del edificio. Asimismo, las Relaciones de los pueblos del reino, ordenadas recopilar por el monarca, nos cuentan en la correspondiente a Talavera que «Las ermitas que esta villa tiene son la de Nuestra Señora del Prado, que es la más principal de ella, e aun de todos estos reinos en su edificio que es muy sumptuoso, tiénese mucha devoción a la imagen de Nuestra Señora que está en ella, ansí por los vecinos della como de los pueblos y lugares comarcanos por muchos milagros que ha hecho y ansí en tiempos de nescesidad de aguas.» Ese edificio, que en 1570 bendice el obispo de Dragonera, era una construcción de dimensiones mucho más reducidas que el actual y, según el historiador de la ermita Ángel Ballesteros, llegaría solamente hasta el lugar en que actualmente se encuentran las rejas. El altar mayor estaría situado aproximadamente sobre el antiguo cementerio que, al igual que el hospital y la plaza de toros, se encontraba adosado al edificio. Una antigua torre mudéjar del siglo XIII se habría situado en el lado del evangelio de la actual capilla mayor. Durante las obras de esta reforma se produjeron varios incidentes que fueron considerados milagrosos por los talaveranos de la época.

La ermita con el quiosco Villa Rosa a finales de los 60

En 1649 se hacen nuevas reformas, principalmente la de la capilla mayor que se modifica según traza de Fray Lorenzo de San Nicolás, como consta en el libro de acuerdos correspondiente a ese año que se guarda en el Archivo Municipal. El historiador Cosme Gómez de Tejada nos relata los fastos de aquella remodelación: «En el año pasado de 1649, a 29 de Junio día de San Pedro, un año antes que esto se escribiese, estando abiertas las zanjas de una magnífica y sumtuosa capilla proporcionada a la grandeza y cuerpo de la Iglesia, se ordenó una procesión general. Saliendo de la Colegial con grande devoción y llegando al sitio destinado, el deán bendijo las zanjas y piedra fundamental…conforme al ritual y no teniendo un real para la fábrica, sólo la devoción y limosnas. Intenta esta villa un edificio de más costa de veintemil ducados y no ha de tardar mucho en verse perfesto y acabado.»

La ermita también sufrió los atropellos de los franceses. Quemaron el órgano y numerosas imágenes; derribaron los púlpitos, la reja del presbiterio y la tribuna, destinando el templo a herrería y carretería.

Debido a un incendio de la cúpula de la ermita, se había depositado la imagen de la Virgen en las buhardillas de la Colegial y pudo salvarse por esta circunstancia, sin embargo, cuenta Ildefonso Fernández que «no se pudo evitar que los invasores le robaran más de cincuenta arrobas de plata labrada, con otras alhajas de mucho valor, que estaban ocultas en el convento de San Bernardo, ni otras que se encontraban emparedadas en casas particulares, ni varias lámparas del mismo metal custodiadas, como la Virgen, en la Colegial talaverana, asegurándose por tradición y aún por desposiciones de los escritores de la época, que una mujer reveló a los enemigos el sitio en que se almacenaban estas riquezas. Púdose rescatar los vestidos y algunas joyas de la misma que escondió en su casa el mayordomo de la ermita, D. José Acedera; pero los franceses echaron al suelo las viviendas de los tres capellanes, la ermita de San José, que estaba en el recinto de la plaza de toros y casi toda esta misma plaza que se acababa de reedificar en aquel tiempo».

Promovidas por Pedro Delgado Acedera y su esposa Joaquina Santander -impulsora de la fundación que lleva su nombre y que financió la creación del colegio talaverano de La Salle- se acometieron nuevas reformas y obras en la decoración de la ermita durante el año de 1855

Vista aérea de la ermita y plaza de toros en los años 60
Ermita del Prado a principios de siglo. Se observa el muro del antiguo hospital de la Virgen del Prado
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4 comentarios sobre “HISTORIA, GRABADOS Y FOTOS ANTIGUAS DE LA ERMITA DE LA VIRGEN DEL PRADO”

  1. Como en algunas otras ermitas marianas, tiene adosada una plaza de toros.
    Quizá se asociaba la Virgen a toros o bueyes.
    Ejemplo conocido: la ermita de la Virgen de las Nieves, de la ciudad de Almagro (Ciudad Real). No obstante existen otras.

  2. ¡Enhorabuena por el estudio con tan documentadísima recopilación histórica!.
    En 1927 la revista «Blanco y Negro» le dedicó un artículo ilustrado de 6 páginas, por Santiago Camarasa: «La reina de las Ermitas», con fotos de Ruiz de Luna.

  3. Estupendo artículo del santuario mariano talaverano, la devoción a las vírgenes, principalmente en las mujeres, conllevan el poner el nombre de la misma a las niñas, podríamos decir que por su nombre sabemos la procedencia; Sagrario-Toledo, Henar-Cuéllar, Valle-Piedrahita, Sonsoles-Ávilaz, Fuencisla-Segovia, Almudena-Madrid o Prado-Talavera, luego hay vírgenes más generalistas; Guadalupe, Rocío o Montserrat, y luego tenemos el curioso caso de la virgen del Pilar, cuyo nombre se ha utilizado en mujeres y hombres.
    Las vírgenes como signos de identidad.

  4. Tengo una curiosa fotografía de la ermita en la que no está el pórtico de entrada. No se a que fecha corresponde ni el motivo por el que esta desmontado. Me gustaría enviártela para que la valores. Puedo enviártela escaneada.

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