ENTRAMOS A CASAVIEJA

Casavieja es el último pueblo del señorío que venimos recorriendo, el señorío de La Adrada que ocupó la que ya en la Edad Media y todavía hoy conocemos como dehesa de La Avellaneda, un extenso territorio que asciende por las laderas de Gredos.

Casavieja no hace hoy día honor a su nombre, por haberse construido numerosas viviendas de recreo al norte del casco urbano. Ya no es, como decía Cela, “un pueblo tímido, con el nombre bien puesto”, aunque sí suponemos que seguirá siendo un “pueblo honesto y patriarcal”, como también lo define nuestro premio Nobel. Ese nombre nos indica la existencia de algún elemento constructivo antiguo, anterior a la época de repoblación, durante la que desde Ávila vinieron sus caballeros a conquistar y poblar la zona.

En el caserío deberemos conocer la iglesia parroquial, construida entre los siglos XV y XVIII, a la que se accede por una hermosa portada herreriana rematada en bolas. Su única nave está techada con sencillo artesonado mientras que la capilla mayor y una de las laterales se encuentran cubiertas con bóvedas góticas. El retablo principal es del siglo XVIII y cuenta con algunas imágenes populares pero antiguas. También podemos ver un cuadro del siglo XVII representando a San Bartolomé y otras tablas del XVIII con la Dolorosa y el Nazareno, obra de Luis Martín Salamanca. La torre tiene tres cuerpos, los dos primeros de piedra y levantados en el siglo XVII, y el tercero de ladrillo y más moderno. También es interesante el sagrario con la representación de un pelícano como símbolo de Cristo.

Podemos recorrer su casco urbano, donde todavía quedan bastantes edificios representativos de la arquitectura vernácula con sus típicos balconcillos o “solanillas”.
