Archivo de la categoría: Rutas y Senderos

DE MOHEDAS A PUERTO POR LA CAÑADA

CAÑADA LEONESA ORIENTAL XIV

Mohedas bajo la tormenta y detrás la sierra de Altamira

DE MOHEDAS A PUERTO

Recorrido aproximado 11 kilómetros, 3 horas

Antes de iniciar nuestro tramo de hoy, que acabará en la población de Puerto de San Vicente, en el límite con Extremadura, vamos a visitar el pueblo de Mohedas, que es otra población en cuyo término existe una considerable riqueza arqueológica. El historiador local Fermín Fernández Craus ha localizado decenas de yacimientos donde aparecen piedras trabajadas datadas en el paleolítico o molinos barquiformes, puntas de flecha y hachas pulimentadas de épocas posteriores como el Calcolítico o la Edad del Bronce, incluso se ha encontrado un bonito brazalete de este metal. Son también numerosos los hallazgos de cerámicas de época romana y molinos de mano dispersos por su demarcación. También se han documentado tres aras romanas, dos de las cuales se utilizan como poyos para sentarse a la entrada de la ermita de la Virgen del Prado. De época visigoda son varios enterramientos localizados en los alrededores, un hermoso capitel y algunos fustes de columna.

Capitel visigodo en Mohedas

Como todos los pueblos jareños, Mohedas  fue aldea de Talavera que la repobló después de la conquista cristiana del territorio. El propio nombre del pueblo es de origen árabe pues parece que “mohedas” quiere decir lugar de monte alto o jaral. Es como si dijéramos que nuestro pueblo se llama “Jaral de la Jara”. De aquellas épocas de razzias e inseguridad queda en las cumbres de su sierra un lugar llamado Las Moradas, donde se habrían ocultado los habitantes mozárabes del territorio durante las épocas de enfrentamiento entre los dos bandos y, posteriormente, las partidas de maquis durante la posguerra última. También en la cueva de Los Doblones, con leyenda de tesoro incluida, se escondieron los guerrilleros antifranquistas.

LA IGLESIA. La iglesia de Mohedas perteneció también a la parroquia de Santiago de Zarzuela, hasta que se independizó pasando a ser cabeza eclesiástica de los pueblos de su entorno. A su templo quedaron subordinados los de Aldeanovita, Campillo y Puerto de San Vicente. Tal vez por ello su iglesia del siglo XVI sea la menos modesta de la zona y no deje de ser una buena expresión de la arquitectura religiosa rural. Se trata de una construcción en mampostería de tres naves con una puerta en la fachada sur formada por un arco de medio punto protegido por un recuadro o guardapolvo con ménsulas. La otra portada se sitúa en el lado de poniente y se abre bajo una bóveda de cañón en los mismos pies de la torre. Es un arco conopial sobre el que se ven a ambos lados dos medallones con el sol y la luna labrados en piedra.

En el interior del templo es de destacar el arco triunfal apuntado que indicaría una construcción más antigua, tal vez del siglo XV. Las naves están separadas por dos filas de columnas renacentistas que sostienen arcos rebajados. El retablo mayor, probablemente fabricado en el siglo XVII, es de cierta calidad y el presbiterio se encuentra adornado con varios paneles de hermosa cerámica de Talavera del siglo XVI formando un zócalo. Entre los motivos que decoran los azulejos vemos un escudo de armas y las imágenes de la Virgen y San Sebastián enmarcadas por los típicos motivos geométricos y vegetales de la azulejería renacentista talaverana.

Estela romana que sirve de asiento a la puerta de la ermita de la Virgen del Prado en Mohedas

ERMITA: La Virgen del Prado es patrona de Mohedas y su ermita se sitúa en la entrada oriental del casco urbano. Se trata de un bello edificio de buenas proporciones con planta basilical de tres naves que está levantado en ladrillo y sillería. En su entrada se sitúan haciendo de poyos dos bloques de granito de los que uno al menos fue un ara romano.

Puerta de la que fue casa natal del obispo asesinado por los franceses Juan Álvarez de Castro

CONJUNTO URBANO: Mohedas conserva bastantes construcciones de factura tradicional jareña en bonito aparejo de pizarra combinada con granito, como sucede en casi todos los pueblos de la jara occidental. Aquí se mantienen algunos edificios cuya arquitectura popular presenta algo más de empaque que las modestas edificaciones habituales en la comarca. Entre ellos debemos señalar la vivienda en la que nació uno de los más ilustres personajes “mohinos”, como denominan a los habitantes de Mohedas sus vecinos de Aldeanovita. Se trata de don Juan Álvarez de Castro obispo de Coria y héroe de la Guerra de la Independencia. La inscripción de 1790 sobre el portón con tejadillo así lo atestigua.

Fuente en Mohedas de la Jara

LUGARES DE INTERÉS: Mohedas Se encuentra muy cerca de la Sierra de Altamira por lo que podemos organizar desde el pueblo alguna que otra excursión a sus laderas. Los caminos suben por entre los arroyos que descienden de sus cumbres y que fueron cultivados desde antiguo con pequeños huertecillos y con frutales que suponían un complemento económico para las economías familiares locales, ya que eran comercializados en caballerías por todos los pueblos vecinos. Entre las más pintorescas de estas pequeñas gargantas donde se salpican las casillas y chozos de huertos y olivares podemos destacar las del Zauceral, Las Tablas o La Huesa.

Chozo en Mohedas con decoración de piedras de cuarzo

Si ascendemos por las laderas comienzan a aparecer los bosques de chaparros, madroños, quejigos y rebollares con manchas dispersas de castaño que hacen de estos parajes un lugar sumamente agreste y agradable. Podemos subir hasta los Riscos Altos o hasta las Moras, las dos elevaciones más destacadas de la sierra donde se refugiaban partidas de maquis y desde las que podemos disfrutar de un magnífico paisaje con la Jara hacia el este y el valle del Gualija y las Villuercas al oeste; el ascenso es duro pero realmente vale la pena. Otra elevación cercana, situada más al norte del término, es el Cerro del Castillo llamado así probablemente por los restos de amurallamientos que lo circundan.

FIESTAS: Entre las fiestas populares de Mohedas debemos resaltar la que se celebra el quince de Agosto en honor de la Virgen del Prado, patrona del pueblo a quien se dedica la ermita ya reseñada. En invierno se celebra San Sebastián. Esta última es sobre todo una fiesta religiosa sin las connotaciones arcaicas y a veces paganas que suelen tener los festejos celebrados bajo esta advocación en otros lugares, aunque por supuesto no faltan la música, la pólvora y la procesión con subasta de las andas del santo. El día de Todos los Santos se sigue manteniendo la costumbre de hacer el Calvote saliendo al campo los vecinos pertrechados de toda clase de frutos secos a disfrutar de un día en contacto con la naturaleza.

GASTRONOMÍA: El producto autóctono por naturaleza es el aceite de oliva del que, ya en el siglo XVIII, se decía que su color y transparencia eran similar a los del ámbar.

No debemos marcharnos sin probar las migas, el gazpacho o la cachuela, acompañados por ejemplo de unas dulces floretas.

El recorrido va al principio por terreno montuoso con algunos elementos de arquitectura popular en los que detenerse y luego por zona de siembra, siempre con la sierra de Altamira a nuestra derecha.

DE LA ESTRELLA A ALDEANOVITA POR LA CAÑADA

CAÑADA LEONESA ORIENTAL XIII

DE LA ESTRELLA A ALDEANOVITA POR LA CAÑADA

Arquitectura popular al paso de la cañada por término de Aldeanovita

Recorrido aproximado 7 kilómetros, más tres de la desviación a Aldeanovita, 3 horas

El recorrido de hoy tiene como lugar dominante en el trayecto al pueblo de Aldeanueva de San Bartolomé, al que podremos acercarnos desde la cañada con una pequeña desviación de tres kilómetros entre la ida y la vuelta,.

Muy cerca de la división de términos en la que hoy comenzamos nuestro periplo se encuentra uno de los monumentos megalíticos con los que cuenta La Jara. Es el llamado dolmen de La Estrella. Se encuentra en la finca conocida como La Aldehuela. Los ortostatos se erigieron hace más de cuatro mil años por los hombres del Calcolítico o Edad del Cobre.

Mina de cobre de La Borracha

Hay que señalar que a la distancia de algo más de un kilómetro en dirección oeste se pueden observar todavía las curiosas trincheras de unas antiguas explotaciones de cobre conocidas como las minas de “La Borracha”. No es extraño que estos afloramientos de metal, así como los del cercano pueblo de Campillo de la Jara, hubieran sido ya explotados por las gentes que construyeron el dolmen y que, probablemente, fueron también de los primeros pueblos que pusieron en práctica la agricultura y la ganadería en estas tierras.

Aunque actualmente se encuentra algo modificada su estructura por las labores agrícolas, podemos distinguir que el monumento estaba formado por una serie de doce ortostatos de piedra con una altura de 1,80 metros, de los cuales una parte se clavaba en el suelo. Son unos grandes lanchones de granito que se disponen en círculo formando una cámara. A ella se accede por un corredor limitado por dos filas de seis ortostatos de menor altura entre los que se puede distinguir uno de pizarra que tiene grabada una cazoleta. Otro ortostato caído entre la cámara y el corredor presenta también grabadas cazoletas y unas figuras antropomorfas muy esquemáticas que simulan figuras humanas. Las cazoletas son huecos semiesféricos de los que se desconoce el significado aunque se ha especulado con su carácter simbólico o de utilidad en determinados rituales. Todo el conjunto estaba rodeado y cubierto por un túmulo formado por acumulación de tierra y  pequeñas piedras

Dolmen de La Estrella

Parece que estos dólmenes se construían con una finalidad funeraria pero también tenían un significado relacionado con la distribución del territorio entre las tribus. En su interior se ha encontrado industria en piedra tallada, desde pequeños dientes de sílex que se embutían en un mango formando una hoz, hasta puntas de flecha y magníficos cuchillos del mismo material, acompañados con fragmentos de la cerámica hecha a mano utilizada en la época, sin torno.

Otra forma de acceder al dolmen que ahora nos ocupa es tomar la carretera desde Aldeanueva en dirección a La Estrella y antes del punto kilométrico 66,2 tomar un camino a la izquierda que nos conduce hasta el camino de Puente del Arzobispo, a menos de un kilómetro. Lo tomaremos en dirección norte y lo seguiremos dos kilómetros y medio hasta llegar al dolmen que se encuentra situado a unos doscientos metros a la izquierda.

Chozo en falsa cúpula cercano a la Cañada Real

Y ya que estamos con temas arqueológicos, debemos reseñar que el caserío se sitúa a los pies de una pequeña elevación que se denomina el Castrejón. Como su nombre indica, este lugar fue un antiguo castro amurallado cuya fortificación es conocida en el pueblo como “La Cerca de los Moros”, de cuyas defensas todavía podemos observar restos arruinados que habrían sido construidos en la Edad del Cobre, como el dolmen antes referido. También se observan restos de los muros de las viviendas del poblado que estuvo habitado nuevamente en la Edad Media. Vale la pena encaramarnos a esta pequeña altura y disfrutar de la vista jareña que desde allí se contempla.

Al igual que sucede con Las Herencias, cuenta este pueblo con dos estelas de la Edad del Bronce en pizarra. En una de ellas se observan una serie de motivos grabados entre los que destaca una figura humana de guerrero tocado con un casco del que salen dos enormes cuernos. El guerrero está acompañado de su espada, la lanza, el escudo, el carro y un animal muy esquemático que podría querer representar el animal de tiro. También aparecen las habituales cazoletas que vamos viendo talladas en los monumentos prehistóricos de la comarca.

Arquitectura popular Aldeanueva de San Bartolomé

Al este del caserío se sitúa una fuente en la que uno de los pilones para abrevar el ganado no es otra cosa que un sepulcro antropomorfo de granito en el que se marca claramente la zona destinada a la cabeza del difunto. La presencia romana también está documentada por el hallazgo de tres aras romanas, una de las cuales sirvió para que un tal Valerio Vracio cumpliera un voto a Júpiter, como se deduce de la inscripción.

Como todos los lugares de La Jara, estuvo habitada por los árabes y más tarde fue repoblada por los cristianos desde Talavera a partir de su conquista por Alfonso VI en 1083. Toda la zona occidental de La Jara estaba comprendida en la dehesa  del Pedroso, dividida más tarde en diecisiete heredades y cuyo territorio fue otorgado por Fernando III el Santo en 1220 al concejo talaverano para su repoblación. En la zona que visitamos ahora, el núcleo urbano más antiguo es Mohedas de la Jara y, según Jiménez de Gregorio, unos pastores que procedían de esta cercana localidad fueron los que en 1425 refundaron una nueva aldea o “aldea nuevita”, la conocida por el nombre de Aldeanueva de Mohedas, como todavía aparece en las Relaciones de Felipe II, estableciéndose posiblemente su primer caserío alrededor de un núcleo inicial en torno al actual barrio de “Toledillo”.

«Trenza» o artesanía de paja de centeno de Aldeanovita

En el siglo XVI, cuando se construye el templo parroquial y se pone bajo la advocación de San Bartolomé, el pueblo toma el apellido del santo y en 1833, al abolirse todos los señoríos, Aldeanueva adquiere la independencia respecto a Talavera como todos los lugares de La Jara. Es Aldeanovita un lugar de gente emprendedora que tradicionalmente se dedicó al campo y al trato de ganados. Cuenta con uno de los mayores índices de universitarios por número de habitantes de España y como curiosidad diré que aquí fue agraciado el “primer millonario” de las quinielas, lo que mereció un reportaje del No-Do sobre nuestra localidad.

IGLESIA: La iglesia merece una visita pues se trata de una construcción en sillería granítica del siglo XVI muy similar en su curiosa estructura al templo de Mohedas, con el que coincide en la peculiar entrada situada bajo la torre en su cara oeste.

Otra curiosidad del templo es la decoración que el pintor ruso Wladimir Straschko ha realizado en la capilla mayor de la iglesia que, aunque chocante por su estética en este pueblo jareño, no deja por ello de tener calidad artística.

Fuente de los antiguos baños de la Ferrumbrosa

CONJUNTO URBANO: Un paseo por el caserío no dejará de sorprendernos con algunos rincones de pintoresca arquitectura popular en pizarra, aunque son cada vez más escasos los edificios que conservan el aparejo tradicional.

Antiguamente dieron su servicio terapéutico a la comarca los baños de la Ferrumbrosa donde venían los lugareños a intentar aliviar sus dolores reumáticos, hoy solamente queda la fuente medicinal de la que se abastecían ya que el edificio destinado a las bañeras y  hospedaje ha desaparecido.

Arquitectura popular Aldeanueva de San Bartolomé

GASTRONOMÍA: No hay restaurantes en la población aunque podemos comer algo en sus bares y no debemos marcharnos sin adquirir uno de los magníficos quesos de oveja que se comercializan en las dos queserías locales. Entre los platos de la gastronomía local debemos destacar el pisto y su cordero excepcional. Para postre los dulces llamados candelillas o el rosco de la Virgen.

FIESTAS: Entre las fiestas populares debemos destacar las patronales de verano en honor a San Bartolomé, celebradas el 24 de Agosto. Todavía se festeja la “Candelaria” en invierno aunque ya queda solamente el rito religioso con la procesión y los dulces típicos, sin los aspectos carnavalescos que se mezclaba con esta celebración hace años.

POR LA CAÑADA A LA ESTRELLA

Chozo cerca de la cañada a su paso por término de Navalmoralejo
OLYMPUS DIGITAL CAMERA

CAÑADA LEONESA ORIENTAL 12

LA ESTRELLA

 Recorrido aproximado 7 kilómetros, 2 horas

Con desviación a La Estrella 17 km, 4 horas y media

En esta etapa salimos de Navalmoralejo y por un recorrido típicamente jareño entre sembrados, prados cercados, encinares y jarales solitarios vamos a recorrer el entorno occidental de La Estrella, pueblo al que podemos desviarnos para conocerlo tomando a la izquierda el camino que lo une con Carrascalejo.La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es escanear0066-2.jpg

Las gentes del Calcolítico hace más de cuatro mil años construyeron el dolmen de La Aldehuela, en la linde de Aldeanovita con el término de La Estrella. Hay quien quiere hacer derivar el nombre del pueblo, Estrella, de “stella” por haberse encontrado enterramientos con estelas que llevan grabadas inscripciones sepulcrales romanas en las que aparecen nombres latinos como Sereno, Apiano o Ifito. Jiménez de Gregorio sugiere que el nombre de “El Estrella” quiere decir en realidad “El castillo”, y pudiera que dicha fortaleza fuera el castro céltico situado en la cumbre de Sierra Ancha. Después de la ocupación de Talavera por Alfonso VI en 1085, se fue repoblando el territorio que se encontraba al sur del Tajo, con el consiguiente abandono por las huestes bereberes de la cercana ciudad hispanomusulmana de Vascos. A toda la Jara comienzan a acudir pioneros, sobre todo colmeneros y ganaderos, que desde Talavera, cabeza del alfoz, van habitando las aldeas dependientes de la villa.En el siglo XIV Alfonso XI  la describe en su Libro de la Montería como “Real Monte”.La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es escanear0001-8.jpg

LA IGLESIA: La parroquia madre de esta zona de La Jara se situaba en el despoblado de Santiago de Zarzuela pero, arruinada la iglesia y despoblado el lugar, pasó esta preeminencia a la iglesia de La Estrella de la que llegaron a depender hasta doce templos jareños bajo la advocación de Santa María de los Villares. Hoy se encuentra bajo la advocación de Nuestra Señora de la Asunción, se construyó en el siglo XVI y se compone de tres naves divididas por tres pares de columnas con capiteles sencillos en cinco tramos iguales y un sexto más corto. Su capilla mayor está cubierta por un alfanje octogonal con lacería mudéjar tardía en forma de estrella mientras que las naves están cubiertas por un sencillo artesonado. El coro se sustenta por tres arcos carpanel rebajados. Las dos portadas son platerescas y de cierta calidad. La del norte está precedida por un atrio moderno a tres aguas sobre columnas y realzado con medias columnas jónicas sobre un basamento decorado con rosas y hornacina de concha en la parte superior. La puerta del sur o “del Sol” es de medio punto con frontón, un escudo en su interior y decoración almohadillada en las dovelas. Las ventanas y las cornisas delatan su estilo gótico aunque de transición al renacimiento. La torre es de dos cuerpos y adosada al piecero con decoración de perlas. La imagen de Nuestra Señora de la Asunción fue realizada por Nicolás Soria Tirado, alumno de Benlliure.

ARQUITECTURA POPULAR DE LA ESTRELLA: Vale la pena dar un paseo por el pueblo observando la bonita arquitectura popular de pizarra frecuentemente blanqueada, aparte de algunas casonas de interés, como la casa curato con inscripción del siglo XVIII, la casa de la orden de Calatrava con patio de columnas y escudo sobre la portada y una torre que al parecer perteneció a un convento. Son curiosas algunas ventanas con un cubreaguas de pizarra sobre el dintel siguiendo la tradición de los alfices mudéjares, así como los esquinazos de algunos edificios rematados en paredes curvas. En el entorno del pueblo se reparten graciosas fuentes cubiertas, pozos y chozos.La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es escanear0150-674x1024.jpg

LUGARES DE INTERÉS: Río abajo de la cañada que viene desde la Vía Verde podemos visitar un puente de sillería y mampostería granítica construido por el concejo de Talavera en el siglo XVI para facilitar el paso de los muchos ganados que bajaban a los pastos extremeños. A unos tres kilómetros del casco urbano en dirección oeste, por la pista que va a Carrascalejo, se sitúa el paraje de “La Puente” llamado así porque sobre el arroyo Andilucha cruza un puente de aspecto medieval, de buena factura y con el piso bien empedrado. Aguas arriba y aguas abajo del puente se sitúan sendos pozos con sus pilas de lavar en un conjunto ameno para visitar. Por este camino de Carrascalejo, podemos acceder al pueblo de La Estrella y visitarlo, aunque se requiere un paseo de cinco kilómetros de ida y cinco de vuelta.

En la cima de la Sierra Ancha, la mayor de las dos elevaciones que forman la Sierra de La Estrella, podemos visitar los restos del amurallamiento de un castro de la Edad del Hierro en el que es curioso observar los huecos disimulados en el grueso del muro  que servían como refugio. Probablemente, estas cuevas camufladas también fueron utilizadas como escondite por los cristianos que, tras la reconquista, se atrevían a repoblar estas tierras inhóspitas batidas por las razzias de almohades y almorávides que les obligaban a refugiarse en estas alturas que eran denominadas “las moradas” por los esos asustados repobladores que dejaron en otras elevaciones de La Jara topónimos y murallas similares. En la Buha, el cerro más puntiagudo, se sitúa una explotación minera antigua. La forma del monte y la cueva minera han hecho que la fantasía popular haya querido ver un antiguo volcán en la cumbre de esta montaña.

Otro paraje curioso es la Cabeza del Conde, una elevación granítica formada en su cumbre por grandes bloques de piedra entre los que se refugiaron los hombres de la Edad del Cobre, más tarde gentes que se escondían durante los inseguros tiempos del medievo,  bandoleros y, más recientemente, los maquis. Unos quinientos metros río abajo de Cabeza del Conde podemos visitar las ruinas de un antiguo molino.

FIESTAS Y ARTESANÍA: No hay restaurantes ni hostales pero siempre habrá algo de comer en los bares de la localidad. En cuanto a la artesanía existe una asociación en la que se pueden adquirir bordados elaborados en el pueblo con diseños tradicionales de Lagartera. La fiesta principal se celebra el 15 de Agosto y está dedicada a Nuestra Señora de la Asunción.
GASTRONOMÍA: Para los esparragueros, la zona de la hoz del Uso, junto con la inmediata sierra de La Estrella, es un magnífico lugar para hacernos en su época con un buen manojo de espárragos “de cambronera”, que se diferencian de los trigueros por su mayor grosor, su sabor algo más amargo. La caza es también abundante y forma parte de su gastronomía tradicional junto con la matanza.

Llegamos así por la cañada a las inmediaciones de la finca de la Aldehuela, donde se halla un dolmen que por hallarse en término de Aldeanovita, describiremos en el capítulo siguiente. Muy cerca también podemos ver las minas de cobre de La Borracha, yacimiento mineral cuya explotación puede estar relacionada con los muchos vestigios de pueblos antiguos de la zona, como por ejemplo el también cercano yacimiento de La Argamasa.

DESDE PUENTE A NAVALMORALEJO POR LA CAÑADA

CAÑADA LEONESA ORIENTAL 11

Chozo en falsa cúpula en navalmoralejo

PUENTE- NAVALMORALEJO

Recorrido aproximado 9 kilómetros, con desviación al puente del Andilucha y atalaya del Castillejo, 13 km, 3 horas y media.

Salimos de Puente y la cañada va paralela a la carretera de Villar del Pedroso, de la que saldremos siguiendo la vía pecuaria en la curva indicada en el plano. Recorremos un tramo de encinar y chaparreras para, después de unos cuatro kilómetros, llegar a  Navalmoralejo, pequeña aldea jareña entre hondones y piedras caballeras, al que cariñosamente llaman los pueblos vecinos “El Cuco”. En él no debemos dejar de visitar el pequeño museo de interpretación de la Ciudad de Vascos, que nos dará una idea general sobre el yacimiento, pues se encuentra en su jurisdicción, ya que fue absorbido por su ayuntamiento el término del desaparecido pueblo de Fuentelapio, del que solamente queda la finca que lleva su nombre y por la que pasamos camino de la ciudad hispanomusulmana.

Torre de la iglesia de Navalmoralejo

Navalmoralejo cuenta, además de con tan interesante yacimiento que describimos en la ruta correspondiente, con una bonita arquitectura popular en mampostería de pizarra con muchos de sus muros blanqueados y su templo modesto pero encantador. Podemos observar en él, formando parte del muro de la espadaña, un ara romana, en la que se perciben los gastados rostros esculpidos de dos personajes. El templo es de planta rectangular y cubierto por un sencillo artesonado de estilo mudéjar.

Silla de la iglesia de Navalmoralejo que es un ara romana de una pareja de romanos con el rostro erosionado

Además, es interesante visitar con un breve paseo desde el pueblo un paraje muy pintoresco con el viejo puente sobre el Andilucha, y cerca de allí, río abajo, acercarnos a una elevación en la que, además de disfrutar de las vistas, veremos los restos de una atalaya musulmana en el paraje del Castillejo.

Puente sobre el Andilucha en Navamoralejo

Si pasamos por aquí el día de San Antón tendremos oportunidad de observar un curioso ritual en el que los habitantes de Navalmoralejo se deslizan por la llamada Piedra Fariza para que el año entrante sea venturoso.

Cruz a las afueras de Navalmoralejo

Salimos de Navalmoralejo para continuar por un terreno más deforestado hasta llegar al ámbito del pueblo de La Estrella.

Torre de observación musulmana en Navalmoralejo

 

EXCURSIÓN A LA FORTALEZA DE CASTROS Y LA OLIVA

UNA EXCURSIÓN DESDE PUENTE

A LA OLIVA POR LA FORTALEZA DE CASTROS

Recorrido aproximado 12 kilómetros, 3 horas y media

También desde Puente del Arzobispo nos acercaremos en un agradable paseo ribereño hasta la fortaleza musulmana de Castros que, aunque se encuentra en término de Villar del Pedroso, es más accesible desde aquí. Los lugareños conocen el paraje como “La Muralla” y para ir hasta allí tomaremos un camino público que coincide con un cordel y que sale inmediatamente a la izquierda del puente, discurriendo por la ribera del río. Justo al comenzar nuestra ruta vemos enfrente los molinos de Santa Catalina que también podremos curiosear de vuelta en el pueblo

Puerta norte de la fortaleza de Castros junto al Tajo

Desde esta orilla tenemos una pintoresca vista de la villa con el puente, los molinos y el caserío. Después de andar unos dos kilómetros, tropezamos con la desembocadura del río Pedroso, que se despeña en cascada sobre el Tajo en un hermoso paraje. Una curiosa leyenda dice que una mora que vivía en el castillo que vamos a visitar, despechada por mal de amores, se arrojó desde estas alturas al río y todavía se la puede ver saltando y se escuchan sus lamentos en las noches de luna del día de San Juan.

Justo en el codo que hace el río Pedroso antes de su desembocadura, se observan sobre el cauce los restos de un batán, con cuyos beneficios dejó también estipulado el arzobispo Tenorio que se financiaran los hospitales de Puente. Siguiendo el cauce del riachuelo nos encontramos con el bonito conjunto que forman un puente y un molinillo de ribera. En la elevación situada entre los dos ríos se sitúa la fortaleza que formaba, junto a las de Vascos, Espejel, Alija, Azután, Canturias o Talavera, una fuerte línea defensiva destinada a impedir que los cristianos atravesaran la frontera natural del Tajo en su avance hacia el sur. En este caso nos encontramos ante una alcazaba con un poblado alrededor, sin contar en este caso con el amurallamiento que rodea al caserío en la Ciudad de Vascos pero que, como se deduce por sus características constructivas, también se levantó entre los siglos IX y XI por las aguerridas gentes bereberes con las que los árabes repoblaron estas orillas.

Fortaleza de Castros vista desde el otro lado del río

La vista desde sus murallas es impresionante y vemos al río Tajo que discurre por terreno quebrado con su cauce cortado por las azudas o presas que llevaban agua a los molinos, como las aceñas del Conde de Oropesa, un gran edificio que se contempla algo más abajo de esta fortaleza Castros, en la otra orilla. Parece que este castillo tenía también como misión la defensa de un puente que se encuentra a sus pies y del que se mantienen todavía los tajamares. Reconquistada esta tierra por Alfonso VI fue encomendada la defensa de este castillo a los caballeros de Calatrava y de ahí que a unos molinos cercanos, situados río arriba, se les conociera como molinos “de Calatravilla”.

Tajamares del puente de Castros

Desde la fortaleza seguiremos por el camino indicado hasta el paraje de La Oliva, un antiguo despoblado rico en restos arqueológicos. Es una de las diecisiete heredades del Pedroso que Fernando III otorgó a Talavera para que las repoblara. Se trata de La Oliva, situada en una hermosa dehesa con buenos ejemplares de encina y alcornoque y que, al igual que El Villar, muestra signos de las diferentes culturas que se asentaron allí a través de los siglos. Se han hallado al menos tres verracos en su entorno, de los cuales quedan dos, uno apenas reconocible en un prado cercano a la arruinada iglesia y el otro, situado junto a la vivienda de los propietarios actuales de la finca, que es conocido como el “Toro Mocho” por haber perdido parte del morro.

El Toro Mocho, hoy en El Villar de El Pedroso

Para algunos eruditos, los cimientos de la iglesia tienen en sus aparejos la apariencia de haber sido romanos, civilización que confirma su presencia por la inscripción de un ara que se sitúa frente a la puerta norte, entre otros restos arqueológicos. La construcción de la iglesia medieval pudo hacerse en su mayor parte durante el siglo XV, como indican los arcos conopiales de sus portadas. La cúpula ochavada que cubre el ábside tiene aspecto de haber sido construida en el siglo XVIII y en ella todavía se percibe el camarín donde se alojaba la Virgen de las Misericordias, según la tradición aparecida sobre una oliva y con fama de milagrosa en la comarca.

Iglesia de La Oliva

Volveremos a Puente por el camino indicado o desandando el que hemos traído.

Dehesa de la Oliva desde la otra orilla del Tajo.Al fondo La jara y la sierra de Altamira

NOS DESPEDIMOS DE PUENTE CON SU ARTESANÍA Y FESTEJOS

POR LA CAÑADA LEONESA ORIENTAL X
PUENTE: ARTESANÍA Y FESTEJOS

 

Alfarero de Puente del Arzobispo en el torno

La construcción del puente  con el trasiego de gentes, ganados y mercancías que supuso, unido a las exenciones de impuestos de una villa franca como ésta de Puente del Arzobispo, atrajo desde su fundación a una abundante población de artesanos y comerciantes entre los que se encontraban numerosos judíos.
CERÁMICA: La artesanía es por tanto una actividad que nace con el propio pueblo, conocido hasta hoy día por su cerámica principalmente. La historia de la cerámica de Talavera y Puente discurre por caminos paralelos y, como se deduce de las excavaciones realizadas en su testar —lugar donde se han ido arrojando durante siglos los cascotes y piezas defectuosas cocidas en los hornos—  todas las variaciones que en el transcurso del tiempo sufrieron las decoraciones y técnicas de su cerámica han sido bastante similares. Aún así, hay ciertas características que tradicionalmente se han asociado con el arte del barro de Puente. Una de ellas es el tono verde esmeralda de muchas de sus producciones, la segunda es el fondo más cremoso de su vidriado que lo diferencia del más blanco de la cerámica talaverana debido a la mayor cantidad de estaño en su composición. En tercer lugar, algunos de los motivos más repetidos por sus pintores, como “elpino”, que en realidad tiene forma de ciprés y aparece sólo o en número de tres decorando muchos de sus platos.

Piezas de cerámica en un escaparate de Puente del Arzobispo

Otro motivo típico en la cerámica de Puente es la “cola de gallo” acompañada de diversos motivos florales y la encantadora “pajarita”, un ave estilizada también abundante entre los motivos de esta alfarería. La cerámica de Puente del Arzobispo siempre ha tenido fama, sobre todo en sus producciones antiguas, por los motivos populares en los que se ve la mano del humilde artesano que decora su obra con sencillez artística llena encanto y de sabor popular. De todas formas, otras series famosas similares a las de Talavera, como la de las “mariposas”, la “tricolor”, las alcoreñas, los cántaros del siglo XIX con motivos de héroes de la Guerra de la Independencia a caballo o con la efigie del rey Fernando VII y otros, no han tenido nada que envidiar a los de la hermana ciudad alfarera, aunque sus precios también fueran más populares.

Herramientas de espartero de un artesano local de Puente

Actualmente producen cerámica alrededor de sesenta talleres que en muchos casos comercializan su propia producción. No debe el trashumante marcharse sin llevar una de esas piezas de cerámica de Puente. En cuanto a la cacharrería, siempre fue bueno el barro de Puente para “agua”, no para “fuego” siendo sus botijos y cántaros  muy apreciados, aunque hoy día los podemos ver sobre todo en su versión vidriada y decorada de cerámica.

Representación del rito de mojar la vara en el río Tajo por los gitanos de Puente

LAS FIESTAS: Como ya hemos dicho, el Arzobispo Tenorio era muy devoto de Santa Catalina y por ello puso bajo su advocación muchas de sus fundaciones. Esta es la patrona del pueblo cuya fiesta se celebra el 25 de noviembre con la “Quema del Chozo” por la noche entre otros actos.

Como no podía ser menos, en Puente se tiene también devoción a las santas alfareras Justa y Rufina, patronas de los ceramistas, cuya festividad es el 19 de julio. Pero el acontecimiento festivo que fue desde siempre más conocido y concurrido en Puente del Arzobispo es la Feria de San Juan. Ese día se celebraba antiguamente un mercado de ganados al que acudían los serranos y veratos a comerciar con sus cerezas y gentes de diversos lugares que traían sus ajos para vender. Venían a esta feria agricultores, ganaderos y tratantes, entre ellos los de raza gitana que bajaban al Tajo a mojar sus varas para tener más suerte en sus negocios, un ritual de los muchos que tienen que ver con el agua en el día de San Juan y que se pueden encontrar repartidos por toda nuestra geografía. Por último, la romería a la ermita de la Virgen de Bienvenida se celebra los lunes de Pascua y es muy concurrida por los puenteños, aunque antiguamente venían gentes de toda la comarca.

El día de Santa Catalina se hace la tradicional quema de los chozos.  Hogueras repartidas por todo el pueblo en cuyas brasa se asan las viandas que comparten sus vecinos.

Quema de los chozos en Puente del Arzobispo

Salimos de Puente y cruzamos el río para tomar la cañada que va paralela a la carretera de Villar del Pedroso, y que en este tramo coincide además con el antiguo camino real a Guadalupe que tantos peregrinos llevó al monasterio de las Villuercas. Incluso quedan las ruinas de algunas ventas situadas en la orilla de la cañada, pero antes de seguir nuestro camino haremos una excursión hasta la fortaleza de Castros que conoceremos la semana próxima.

Escena en azulejería popular de la ermita de Bienvenida en Puente del Arzobispo

EL PATRIMONIO DE PUENTE DEL ARZOBISPO

POR LA CAÑADA LEONESA ORIENTAL XIII

EL PATRIMONIO DE PUENTE DEL ARZOBISPO

ROLLO JURISDICCIONAL DE pUENTE DEL ARZOBISPO

 

El símbolo del privilegio de villazgo de Puente del Arzobispo se conserva todavía y es un magnífico rollo jurisdiccional. Se sitúa a la entrada del pueblo por la Cañada Real y se ha datado a finales del siglo XV. Se asienta sobre una gradería labrada en granito como el resto del monumento. La columna es claramente de estilo gótico tardío y su fuste se compone de nueve tambores. Dos de sus caras están decoradas por sendas piletas labradas pero sin imágenes y las dos opuestas con las cabezas de dos animales fantásticos. En el capitel destacamos los escudos y los cuatro canes que recuerdan a las gárgolas góticas.

DETALLE DECORATIVO DEL ROLLO DE PUENTE DEL ARZOBISPO

La afluencia de romeros a Guadalupe era tal que se hizo necesaria la institución de dos hospitales que acogieran por un lado a las mujeres y niños expósitos y por otro a los hombres. Sus dependencias se situaban en torno a dos patios y su estructura general se conserva, pues formaban parte del edificio que ocupa todo el lado oeste de la plaza mayor puenteña. El concepto medieval de hospital es muy diferente del actual y en su mayor parte eran simplemente edificios donde se cobijaban de las inclemencias del tiempo los viajeros pobres sin que su fundación conllevara, en la mayor parte de los casos, la manutención ni los servicios de médico o barbero-cirujano propios de la época. En el caso de los hospitales de esta villa, el arzobispo Tenorio dejó ordenada la entrega de pan a los peregrinos y para hacer frente a los gastos les dotó de una serie de rentas que durante mucho tiempo permitieron su mantenimiento, como las de la Dehesa del Carrizal, el huerto, el batán, los molinos harineros, los diezmos y el pontazgo que se cobraba a los ganados mazariegos, pues el impuesto que se cobraba a los ganados mesteños o trashumantes correspondía a las monjas de San Clemente como compensación por los perjuicios que ocasionó el nuevo puente a las rentas del suyo de Pinos en Azután. Todas estas rentas fueron aumentando a lo largo de los años por las donaciones realizadas por particulares en sus testamentos, de manera que ya en el siglo XVIII los enfermos tenían asistencia médica y también se abastecían sus dependencias de leña y alimentos.

ANTIGUO HOSPITAL DE PUENTE DEL ARZOBISPO, HOY RESIDENCIA DE ANCIANOS

El edificio actual, en el que se alberga una residencia de ancianos, está construido en aparejo mudéjar con los huecos protegidos por rejas, de las que es especialmente llamativa la central con una reja-mirador de grandes proporciones. En el interior se conserva un patio cuadrado con doble galería y en el exterior podemos distinguir una espadaña de construcción más moderna y un pasadizo que comunicaba directamente con la iglesia. Por otra parte, en la hospedería se refugiaban los viajeros que no estaban aquejados de ninguna enfermedad.

IGLESIA PARROQUIAL DE PUENTE DEL ARZOBISPO

La iglesia parroquial de Puente del Arzobispo conserva poco de la primitiva edificación del siglo XV pero en detalles como la torre con los escudos del arzobispo Tenorio, la escalera de caracol de piedra, una portada mudéjar y la lacería gótica de la capilla bautismal persisten muestras de su antigüedad, a pesar de haber sido reedificada en su mayor parte en el siglo pasado debido a los destrozos ocasionados por los enfrentamientos con los franceses durante la Guerra de la Independencia. Es curioso el remate de la torre en un campanil de planta octogonal y decorado con cerámica del siglo XVII.

SOPORTALES DE PUENTE DEL ARZOBISPO, DONDE DESCANSARON MUCHOS PEREGRINOS A GUADALUPE

La plaza donde se sitúan el hospital y la iglesia cuenta con mobiliario urbano decorado con cerámica puenteña al igual que alguno de los edificios del entorno. Delante de la fachada del hospital se ha erigido un monumento al fundador y benefactor de Puente, el arzobispo Tenorio. La arquitectura popular puenteña es en el caso de las viviendas humildes una arquitectura, como la de Alcolea, edificada en adobe y tapial, aunque todavía sobreviven algunas construcciones antiguas porticadas con columnas graníticas de curiosos capiteles. Podemos imaginar a los muchos peregrinos que por aquí deambulaban descansando o guardándose de la lluvia bajo estos pórticos.

CONVENTO FRANCISCANO DE PUENTE DEL ARZOBISPO

El convento franciscano de Puente, del que persiste la iglesia todavía en pie, fue construido con las limosnas de toda la villa y en especial con las de Juan de Villaroel, personaje local que deseaba que se trasladaran sus restos y los de su familia a este monasterio. Su hermano fue Diego de Villaroel, capitán en la conquista de América y fundador de San Miguel de Tucumán.

Ya nada queda de los dos claustros, las celdas y la huerta. En el templo se veneraba la Virgen del Majano, llamada así por haberse aparecido sobre un majano o montón de piedras a un sacristán de Alía. Construida en 1620 es de sillería en las esquinas con mampostería en el resto y ladrillo moldurado en sus cornisas. A los pies tiene una espadaña herreriana y el interior es de una sola nave de buenas proporciones con cúpula sobre pechinas.

MOLINOS DE PUENTE DEL ARZOBISPO EN EL TAJO

LOS MOLINOS DE PUENTE: Varados en el río se hallan los olvidados molinos de Puente que por su importancia etnográfica e histórica bien merecerían la atención de las diferentes administraciones para su conservación. En el siglo XVIII se dice de ellos que “no hay en el Tajo otros mejores ni más resistentes”, pues tenían nada menos que mil fanegas anuales de trigo de utilidad, es decir de ganancia a efectos fiscales. Estos molinos presentan en la actualidad un aspecto impresionante con su gran edificio de al menos siete cuerpos con cuatro tajamares y hasta once piedras, cada una con su propio nombre: Rayo, Vapor, Espolique, San Juan, Santa Catalina etc. Tres de ellas se sitúan en un edificio construido en un nivel más elevado, se trata del molino de invierno que se utilizaba cuando las otras piedras estaban inundadas por las crecidas. Contaban también estas aceñas o molinos con otras dependencias para cernedero, almacén de los costales e incluso una pecera para mantener frescos los barbos y las anguilas que se pescaban en el “cañal” del mismo molino. El conjunto se complementa con otro edificio también rematado en tajamar donde se situaban la carretería y la herrería, las cuadras y los alojamientos.

Estos molinos eran la más jugosa fuente de ingresos para los hospitales de Puente y gracias a sus beneficios se atendió a miles de peregrinos y enfermos. Es posible que existieran ya en época musulmana aunque más tarde el arzobispo Tenorio los heredó de su madre, legándolos luego para sus obras pías y poniéndoles por nombre Santa Catalina. Era muy devoto de esta santa ya que puso también bajo su advocación a los hospitales y a la iglesia de Puente, así como a otras fundaciones suyas como el monasterio de jerónimos de Talavera o el puente de esta misma ciudad. El edificio molinero, que a su entrada tiene labrada en la piedra la rueda dentada con que se martirizó a esta santa, es digno de que curioseemos en su interior y tiene su mejor perspectiva desde la orilla opuesta del río.

LLEGAMOS A PUENTE DEL ARZOBISPO

LLEGAMOS A PUENTE DEL ARZOBISPO
 EL PUENTE

Recorrido aproximado 9 kilómetros, 3 horas y media

Desde Alcolea la cañada nos une con Puente del Arzobispo tras recorrer escasos dos kilómetros y pasar por un puente sobre el arroyo de Las Praderas

Puente de la cañada leonesa oriental sobre el arroyo de las Praderas en Alcolea

Aguas abajo de Talavera de la Reina eran muchas las leguas que recorría el Tajo sin que hubiera ni un solo puente estable desde el tiempo de los romanos. Talavera mantenía a ultranza sus derechos sobre el paso del río por los grandes beneficios económicos y estratégicos que ello le reportaba, y ponía por ello toda clase de dificultades a la construcción de algún otro puente que hiciera competencia al suyo, aunque a duras penas se mantuviera en pie y hubiera de sufrir continuas reparaciones causadas por las crecidas. Por este motivo, incluso llegó a haber encuentros violentos con las monjas del monasterio de San Clemente de Toledo, señoras de Azután que defendían el paso a través del Puente Pinos, muy precario en su construcción y situado bajo el embalse actual, cerca del muro. Las gentes que querían cruzar el Tajo y aventurarse en La Jara, bien para repoblarla o para dirigir hacia los pastos de invierno a sus ganados trashumantes, debían vadearlo en las zonas más favorables durante el estiaje o atravesarlo en las barcas y cajones que cruzaban el río y que estaban frecuentemente situados aguas arriba de las presas molineras.

Representación dl puente en azulejos puenteños representandolo con las torres hoy desaparecida

A finales del siglo XIV detentaba la mitra toledana el arzobispo Tenorio que tenía propiedades en la zona de Alcolea heredadas de su madre Juana Duque, perteneciente a una noble familia talaverana. El prelado frecuentaba la zona por esta razón y conocía de los peligros a los que debían hacer frente los miles de peregrinos que se dirigían al monasterio de Guadalupe. Conmovido por los riesgos que afrontaban, el arzobispo inició la construcción de un magnífico puente medieval.

Se trata de una construcción en sillería de gran solidez que en un principio tenía ocho ojos pero que en la actualidad cuenta con once, siendo de mayor amplitud los dos centrales bajo los que pasa la mayor parte del caudal. En dos de sus estribos hay practicadas dos puertas que permitían en tiempos de inseguridad acceder directamente al agua del río, pues sobre ellos se erigían antiguamente sendas torres fuertes para defensa del paso. En uno de estos estribos se encuentra todavía una inscripción en piedra con letras góticas que dice:

ESTA PUENTE CON LAS TORRES DELLA MANDÓ FAZER EL MUCHO HONRADO EN CHRISTO PADRE E SEÑOR DON PEDRO TENORIO POR LA GRACIA DE DIOS ARÇOBISPO DE TOLEDO, ACABOSE DE FAZER EN EL MES DE OCTUBRE EL AÑO DEL SEÑOR DE MIL CCCLXXXVIII AÑOS.

Placa fundacional en letra gótica del puente del Arzobispo

Por supuesto, las monjas dueñas del puente de Pinos que habían tenido que luchar contra el concejo talaverano para mantener sus derechos, ahora protestaban porque el nuevo puente construido por el arzobispo perjudicaba a sus intereses, hasta el punto de que el prelado hubo de firmar con ellas una concordia para mantener sus derechos y evitar enfrentamientos, permitiendo que cobraran sustanciosos beneficios por el ganado trashumante que cruzaba por él.

Para valorar bien las verdaderas dimensiones y la belleza arquitectónica de este puente, debemos descender a la orilla del río, aguas abajo, y desde allí observaremos su prestancia y lo seguro de su construcción.

Centenares de nidos de vencejos en un ojo del puente.

Los viajeros de todas las épocas quedaban sorprendidos por su belleza y en grabados antiguos todavía pueden verse las torres. El noble bohemio León de Rosmithal se admira en 1466 por las dos “lindas torres” que tiene el puente. En el siglo XVI refiere Navagero que Puente “es buen lugar, situado a orillas del Tajo, y tiene sobre él un hermoso puente de piedra con una torre”. Ponz dice en el siglo XVIII que es obra “digna, grandiosa y benéfica”.

Es sin lugar a dudas este puente uno de los mejores construidos en España durante la Baja Edad Media, y tanto es así que al cruzarlo el rey Juan I dijo que “fue un gran servicio de Dios e una de las más notables cosas que en mi reinado se hizo y especialmente por se hacer en el río Tajo, en lugar muy necesario” pues antes de su construcción “los que acostumbraban a ir al romeraje de Santa María de Guadalupe… peligraban muchos cristianos en las barcas que entonces eran en el río”.

Vista del Puente del Arzobispo

Parece que antes de éste existió otro de madera junto a una pequeña población llamada Alcherina. Después de la construcción del puente, unas chozas y pequeñas viviendas comienzan a asentarse en su entorno y al pasar el rey Juan I en 1390, nos cuenta el alcalde en el siglo XVI, que decide fundar una villa en torno del puente. Esta villa será declarada franca de los impuestos de la época por lo que se denominará en un principio La Villa Franca de La Puente del Arzobispo. Como hemos visto, la construcción del puente tuvo su origen en razones devotas y en otros motivos económicos no tan altruistas, pues las monjas de San Clemente percibían “el pontazgo que pagaba el ganado trashumante y todo ganado forastero de pezuña hendida, yeguada y muletadas”. El Alcaide de las torres se llevaba también en tiempos de Felipe II diez mil maravedíes,  un leño por cada carga de leña que pasara y mil maravedíes por cada esclavo fugitivo que se apresara en la villa, o bien se quedaba con él si no aparecía el dueño.

Grabado del siglo XIX que representa el puente del Arzobispo idealizado

LA LEYENDA DEL PUENTE

A pesar de todas estas circunstancias de índole económica, el pueblo tejió sobre la magnífica edificación una bonita leyenda: “En cierta ocasión bajaban las aguas bravas. Tanto que se habían llevado con la crecida algunos ojos del puente de Talavera y los tablones del puente Pinos. El arzobispo tenía que cruzar sin falta el río para acudir a las granjerías que su madre le dejó en herencia por estas tierras. Esperó varios días pero las aguas seguían bajando altas. Al cruzar, un remolino hizo casi zozobrar la barca y, al sujetarse el prelado en la pértiga del  barquero para no caer al río, su anillo se hundió en las aguas. Era una joya magnífica con un rubí del tamaño de un huevo de gorrión que le habían regalado los judíos de Toledo. Tan disgustado quedó su eminencia por la pérdida, que ofreció una bolsa de monedas al mozo que consiguiera sacarlo del fondo del Tajo. Muchos lo intentaron en los días siguientes pero no consiguieron encontrarlo aunque ya sabéis que el agua de este río si no hay riada es como un cristal.

Cuando volvió el Arzobispo al cabo de unos meses y preguntó por su anillo. Unos pastores le dijeron que había sido imposible encontrarlo por más que hasta los zagales se sumergían en las pozas gritando  ¡A por el anillo del obispo!

Pues escuchad pastores -dijo el arzobispo Tenorio- Sed testigos de mi promesa: Si el anillo volviera a mí, he de construir un puente por el que ganados, peregrinos y viajeros crucen el río sin los trabajos con que ahora lo hacen.

Pasaron dos años y cuando el Arzobispo se disponía cierto día de primavera a comer en sus casas de Alcolea, ordenó le sirvieran uno de los grandes barbos del Tajo que tanto le gustaban y que se pescaban en el canal del molino de las monjas de Azután. Al abrir el pez las cocineras comenzaron a gritar y a reír pues entre las tripas brillaba el rubí. Conmovido por el hallazgo y considerándolo milagro de la Virgen de Guadalupe, esa misma noche ordenó que se comenzaran los trabajos para hacer un puente en el paraje donde había perdido su anillo”.

ALCOLEA Y DOS YACIMIENTOS ARQUEOLÓGICOS

CAÑADA LEONESA ORIENTAL X

DOS YACIMIENTOS ARQUEOLÓGICOS Y ALCOLEA

En el entorno del muro del embalse de Azután hay dos yacimientos arqueológicos que visitaremos así como el aula de interpretación de los mismos que se halla en el poblado de El Bercial, uno de esos «pueblos nuevos» de colonización para a continuación visitar el pueblo de Alcolea  siguiendo con la cañada.

Yacimiento paleolítico de Puente Pino

Cerca del muro del embalse, se sitúan dos importantes yacimientos arqueológicos que están siendo excavados actualmente, uno de ellos es el llamado de Puente Pino, pertenece al paleolítico y está junto al aparcamiento de la presa, dentro de un pinar. Se han encontrado en su estudio numerosos útiles tallados de piedra.

Recreación de taller paleolítico de Puente Pino en el aula de interpretación del yacimiento en El Bercial

También se está excavando un castro de la segunda edad de hierro, Seguir leyendo ALCOLEA Y DOS YACIMIENTOS ARQUEOLÓGICOS

JARA EXTREMEÑA, TIERRA TALAVERANA UN PASEO EN COCHE

JARA EXTREMEÑA, TIERRA TALAVERANA

UN PASEO EN COCHE

Uno de los verracos hallados en el término de El Villar

La absurda división provincial del siglo XIX despojó a nuestra tierra de la parte más occidental de sus territorios históricos. Me refiero a la zona de La Jara incluida hoy en las provincias de Cáceres y Badajoz que, por arte de birlibirloque, quedó convertida en tierra extremeña sin serlo, ya que desde Talavera se repoblaron sus pueblos y con Talavera tuvieron siempre una vinculación geográfica, humana y económica imborrable, por más que la también absurda división autonómica intente alejar a sus gentes de nuestra ciudad.

Ahora que explota la naturaleza jareña les invito a conocer esta tierra talaverana llena de historia y paisaje. Comenzamos nuestro periplo cruzando ese puente del Arzobispo Tenorio que desde el siglo XIV mejoró las comunicaciones de esta zona, facilitando el paso de los ganados trashumantes y de los peregrinos que acudían a Guadalupe.

Ese camino de peregrinación es la espina dorsal de esta Jara Occidental y en torno a él crecieron pueblos como Villar del Pedroso, primer lugar en el que nos detendremos y donde todavía permanecen las huellas de ese deambular de gentes humildes pero también de reyes y personajes como Cervantes que acudían al santuario de las Villuercas cuando allá por el siglo XVI y XVII tenía, como destino de peregrinación tanta importancia como Santiago de Compostela. Villar del Pedroso deja ver estas huellas peregrinas en el antiguo Hospital que todavía en pie es ahora casa particular pero que conserva su portada gótica y la lápida que habla de su fundación por el canónigo talaverano Hernando de Alonso. En él se alojaban los peregrinos que enfermaban en el camino y los que ya enfermos acudían a Guadalupe en busca de remedio. Enfrente se encuentra la antigua hospedería, hoy «casa del cura», donde se alojaban los peregrinos sanos con más posibles. Es esta una calle ancha que deja ver como el pueblo fue acercándose al camino real al calor de la peregrinación, bordeándolo con sus mejores casas, alguna de ellas blasonada.

s
Castillo árabe de Epejel en término de Valdelacasa y a la orilla del Tajo

Pero Villar tiene también historia más antigua que salpica sus muros en forma de lápidas y aras de antiguos romanos que lo poblaron después de los vettones, pueblo que dejó cuatro o cinco verracos en el mismo casco urbano y en los alrededores como muestra del paso de esta cultura ganadera, de los primeros trashumantes de esta tierra nuestra de cañadas y cordeles. La iglesia granítica es hermosa y hermosos son su retablo y su espadaña que como en otras iglesias de esta parte de La Jara dejan ver dibujadas en el muro otras espadañas primitivas del tiempo de los primeros pobladores medievales que luego, tal vez en las épocas de esplendor del camino de Guadalupe, se levantaron más orgullosas. Esta iglesia es prota-gonista en invierno de unas magníficas fiestas decarnaval llenas de colorido y ritos antiguos. Salimos de Villar por alguno de esos caminos que están todos ellos marcados con cruces antiguas que delimitan el caserío y marcan el territorio urbano cuando sus gentes dicen «de cruces adentro» o de «cruces afuera».

Nos dirigimos hasta Carrascalejo que nos deja ver un caserío donde todavía se conservan rincones con el sabor de la arquitectura rural jareña, especialmente hermosa en esta zona con sus muros que combinan las lanchas de oscura pizarra con los bloques de un pálido granito que dan un vistoso aspecto a los muros. Son miles los chozos, los “mochanos” y las cochineras que con labranzas, casillas y palomares se reparten por sus campos, ribeteando el paseo del curioso con estas pintorescas construcciones.

Navatrasierra y el valle del Gualija formaron parte de las Tierras de talavera

Dejaremos Navatrasierra, agreste pueblecito serrano anejo de Villar, para otro día que sigamos el viejo camino de peregrinos y volveremos sobre nuestros pasos para, desde El Villar, tomar otra carretera que nos lleva a Valdelacasa, pero a mitad de camino deberemos detenernos para ver la capilla de la Virgen de Burguilla que se encuentra a la derecha en una casona que fue de los jerónimos, tan poderosos en todas estas tierras de Talavera.

Valdelacasa tiene apellido, de Tajo. Los riberos del río, festoneados de olivares sobre los que vuelan águilas, buitres y cigüeñas negras, fueron frontera entre moros y cristianos y todavía quedan restos de antiguas fortalezas como la de Castros en término de El Villar, la de Espejel, con sus molinos que también pertenecieron a los jerónimos, o la de Alija, que nos ofrece una vista panorámica impresionante sobre el embalse de Valdecañas. Y es que la Jara Occidental, que no extremeña, se divide entre el río que la limita al norte y la sierra que la bordea al sur. «Los dela sierra» era la forma precavida de denominar en estos pueblos a los guerrilleros antifranquistas, a los maquis que hicieron de sus fragosidades refugio y resistencia. Precisamente a quien la falda de los montes de Valdelacasa se tendió una emboscada a «Quincoces» el tratante guerrillero de Aldeanovita, y aquí murió con sus compañeros quedando como mudo testigo de su lucha un montón de piedras, “un majano”, como modesto monumento jareño a las luchas imposibles del que también fue conocido en la tierra como “Lamío».

Foto de Quincocesl Guerrillero antifranquista de Aldeanovita cuando hacía el servicio militar

Valdelacasa tiene, como casi todos estos pueblos, una soberbia iglesia con un pie en el gótico y otro en el renacimiento, y la arquitectura popular bien merece dar una vuelta por el caserío. Para los que estén bien calzados y no les asuste dar un paseíto por las ásperas sierras jareñas, podemos recomendarles que, siguiendo el antiguo camino que desde Valdelacasa iba, como no, a Guadalupe, suban hasta los restos de la fortaleza de Marcos que más que bastión medieval le parece al que escribe fortificación prehistórica, probablemente de la Edad del Hierro.

Escudo de Valdecaballeros con el de Talavera, dr cuyo alfoz formó parte

Seguimos hasta Garvín que ahora es modesto lugarcillo pero que fue pequeña capital de esta Jara Occidental, por supuesto tiene buena iglesia con retablo de 1620 despojado en la guerra, buena cubierta de arista gótica y hasta una lápida del siglo XIV que a lo mejor habla de los Duque de Estrada, nobles talaveranos relacionados con estos parajes y probablemente dueño de su torre fortificada. La coqueta espadaña con la decoración de «bolas» del siglo XV nos despide cuando nos encaminamos a Peraleda de San Román, pueblo apellidado así llamado así por tener despoblado y luego ermita de la que sólo queda modesto paredón a las orillas del Gualija, donde el río salta de molino en molino y pasa debajo de «la puente» que no es el puente, del Buho, donde los hermanos Cuesta se enfrentaron a los gabachos. Desde la ermita de San Román se ven edificios arruinados, casas de minas que perforaron estas tierras minerales de La Jara, de donde brotan aguas rojas que curaban «las reumas».

Dejaremos para otro día los pueblos talaveranos de Castrejón de Ibor, Navalvillar de Ibor y el despoblado de la Avellaneda, la misma Guadalupe y los pueblos hoy en la provincia de Badajoz de Castilblanco y Valdecaballeros sindo por cierto este último el único que en su heráldica muestra el escudo de Talavera como recuerdo de esa pertenencia a las tierras jareñas.