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VIRIATO EN EL MONTE DE VENUS

VIRIATO EN EL MONTE DE VENUS

Dibujo del siglo XIX que representa a Viriato

El Cerro de San Vicente,  en el nacimiento  se ha conocido también como “El Cerro de Viriato” ya que aseguró el gran historiador alemán Schulten que ese era el llamado Monte de Venus y desde allí el famoso guerrero lusitano Viriato (150 -139 a. C. ) fustigó al ejercito romano.

El historiador y arqueólogo Schulten

Y es curioso constatar que la sierra de San Vicente vista desde la llanura del Tajo tiene el aspecto de una mujer tumbada cuyo pecho sería el propio vértice del cerro. De hecho es curioso que en pueblos como Cazalegas lo llamaran la «mujer muerta».

La sierra de San Vicente desde el valle del Tajo

Viriato nació en la Sierra de la Estrella en Portugal y según dice Floro, era un hombre de astucia agudísima que, de pastor y cazador, pasó a bandolero para más tarde convertirse en general y jefe de los lusitanos y otros pueblos como los vettones de nuestra tierra que se revelaron ante la crueldad del romano Galba. Este Galba engañó a los lugareños y tras hacer que entregaran las armas, perpetró una verdadera carnicería.

Viriato al ver semejante atrocidad se echó al monte; allí organizó y desarrolló una forma de combate que sería precursora de la guerra de guerrillas; es decir, hostigar al enemigo en incursiones rápidas y fulminantes con retiradas igualmente instantáneas, sin presentar nunca batalla en campo abierto, y causando siempre gran mortandad en las filas del enemigo. Los llamados forrajeadores romanos, es decir las tropas encargadas de buscar pastos por estas sierras, fueron el principal punto de mira de las vertiginosas acciones de los hombres de Viriato y muchos pagaron con la vida.

El Monte de Venus desde La Hinojosa de San Vicente

Después de un tiempo, los romanos empezaron a ver a Viriato como un enemigo de cuidado y pusieron en marcha todas las opciones que estaban en sus manos para librarse de tan molesto contrincante. Como es sabido, cuando los romanos no podían vencer a alguien en el campo de batalla, no tenían el menor escrúpulo en elimnarlo de otra forma; así que contactaron con tres hombres de confianza de Viriato, Audas, Ditalkon y Minuro, para que eliminaran al caudillo. Lo hicieron esperando grandes recompensas, pero lo que encontraron al ir a cobrar el producto de su felonía alevosa y nocturna fue una de esas frases quo han pasado a la historia, “Roma no paga traidores”.

Cuadro del siglo XIX que representa la muerte de Viriato

Era tal la admiración y devoción de los generales lusitanos hacia Viriato que los honores que se le rindieron en el funeral se hicieron legendarios. El cuerpo de Viriato fue incinerado en una pira funeraria, se realizaron sacrificios en su honor, los guerreros hicieron juegos fúnebres y se cantaron himnos en honor del hombre que para las generaciones posteriores, simbolizó la resistencia de Hispania a la dominación romana.

Según los historiadores antiguos Viriato era

  • Como jefe militar.
    • Diodoro: Belicoso y conocedor del arte bélico.
    • Apiano: Amante de la Guerra.
  • Criado entre piedras.
    • Dion Casio: La mayor parte de su vida la pasó al raso y esta satisfecho con lo que la naturaleza le daba.
  • Generoso con sus seguidores.
    • Diodoro: Basaba sus recompensas en el mérito y hacía regalos especiales a aquellos hombres que se distinguían por su valor, además no cogía para su uso particular lo que pertenecía a la reserva común.
    • Apiano: Un ejército constituido por elementos tan heterogéneos nunca se revelo [contra su jefe] y siempre fue sumiso y el más resuelto a la hora del peligro.

      Plano en el que aparece la Lusitania con Talavera y la comarca incluidas en la provincia romana
  • Su boda con la hija de Astolpas, un rico propietario lusitano.
    • Diodoro: Habiéndose expuesto gran cantidad de copas de plata y oro y vestidos de muchas clases y colores, viriato, apoyándose en la lanza, miró con desdén todas aquellas riquezas sin asombrarse o maravillarse de ellas, antes bien manifestando desprecio. Ni siquiera se sentó en la mesa del banquete. Únicamente tomo panes y carne y los distribuyó entre quienes le acompañaban, mandó que buscasen a su novia, la montó en su caballo y partió hacia su escondida morada.

      Espadas halladas en el castro vettón de El Raso

ARMAMENTO LUSITANO

Para sus rápidas incursiones los Iusitanos precisaban un armamento ligero, lo menos pesado posible. Estrabón cuenta que: “…su escudo es pequeño, de unos dos pies de diámetro, cóncavo por su lado anterior; lo llevan suspendido por delante con correas, y no tiene, al parecer, agarraderas ni asas. Van armados de un puñal, la mayor parte llevan corazas de lino, y pocos cotas de malla y cascos con tres cimeras. Otros se cubren con cascos tejidos de nervios y los infantes usan «quemides” o perneras y llevan varias jabalinas; algunos sírvense de lanzas con la punta de bronce…” en otro párrafo sigue con la descripción de los guerreros lusitanos y su armamento: “…los caballos están habituados a escalar montañas y a flexionar rápidamente las manos a una orden dada en un momento oportuno”.

En estas excavaciones del castro de El Raso se halló un tesorillo bajo las cenizas de las viviendas que fueron quemadas por los romanos.

Todo esto lo cuento para hacer especial referencia a que cuando se sienten ustedes sobre cualquier piedra de la cima del Cerro de San Vicente, puedan dejar volar la imaginación, ya que Io que piensen, seguramente superará cualquier guión cinematográfico.

TALAVERA Y LA NOCHE TOLEDANA,

TALAVERA Y LA NOCHE TOLEDANA,

Moros en un panel de cerámica de Ruiz de Luna

Aunque el desarrollo de esta leyenda se sitúa en la ciudad de Toledo, su principal protagonista fue el gobernador militar de Talavera y por ese motivo la traemos aquí.

Siendo califa de Al-Hakam I, dieron nuevamente en sublevarse los toledanos contra Córdoba. Encabezaba la sublevación un tal Humayd y era ayudado por el poeta Girbib. El califa envió a sofocarla a Amrús el Muladí, palabra que quiere decir “renegado”, por lo que deducimos que probablemente se trataba de un cristiano convertido al Islam. Amrús desempeñaba las funciones de gobernador militar de Talavera y vivía por tanto en su alcázaba, en el actual huerto de San Agustín.

Con el fin de acabar con la sublevación, Amrús pagó grandes riquezas a los jefes toledanos, para que así le entregaran al cabecilla. Además, se apoyó en el clan bereber de los Banu Majsi, que acabaron matando al rebelde y llevando su cabeza a Talavera, acogiéndoles Amrús en nuestra villa. Pero los bereberes talaveranos tenían cuentas pendientes con los de Toledo y tomaron venganza al anochecer asesinando a los refugiados del clan Banu Majsi. Normalizada la situación en Toledo,

Amrús marchó a Zaragoza y Huesca y dejó a su hijo Yusuf al mando de Toledo. Pero el joven fue depuesto y encarcelado por unos francos ayudados por soldados árabes. Al enterarse, el antiguo gobernador talaverano envió nuevamente tropas a Toledo y volvió a sofocar esta nueva rebelión, aunque no los deseos de los toledanos de volver a sublevarse contra el califa.

Amrús, harto ya, volvió a Toledo en el año 806 y ordenó construir un palacio en una fortaleza. Convocó allí a todos los hombres importantes de la ciudad para una fiesta con la excusa del paso por Toledo de Abderramán II.

Esa misma noche es la que dio origen al dicho de “una noche toledana” para definir cualquier noche de perros, una noche de angustia e insomnio. Este episodio se conoce también como “jornada del foso”, porque los cadáveres fueron arrojados al foso que recorría el perímetro de la fortaleza, excavado para sacar la tierra destinada a construir los muros de tapial de sus murallas.

1.-Antigua postal con las murallas de la alcazaba árabe de Talavera, donde residía Amrús

Según iban entrando todos los invitados eran decapitados en presencia de Abderramán que sólo contaba entonces con catorce años de edad. Y se cuenta que, impresionado por tanta sangre, mantuvo durante toda su vida un tic nervioso ocasionado por el impacto emocional.

No dejaron por ello de sublevarse los toledanos contra el poder del califa y fue Talavera durante muchos años la plaza fuerte fiel al poder de Córdoba que vigiló a los entonces levantiscos toledanos.

Cincuenta años más tarde, en el año 857, se produjo otra de esas peleas entre clanes bereberes y los toledanos acudieron contra Talavera, pero, alertado su gobernador militar, sufrieron una emboscada a manos de los talaveranos causándoles una gran masacre.

Amrús, aunque despiadado, tuvo un gran prestigio como militar, sofocando otras revueltas en Aragón y fundando la ciudad de Tudela, donde dejó como gobernador a su hijo Yusuf. En Huesca dejó las tropas al mando de su sobrino Shabrit.

EL BANDIDO MORALEDA, UN PERSONAJE LEGENDARIO

EL BANDIDO MORALEDA, UN PERSONAJE LEGENDARIO

Primera parte

Como vamos recorriendo el río Pusa a su paso por Santa Ana hasta la cueva de Moraleda, taeremos hoy otra vez a este personaje legendario de La Jara y los Montes de Toledo.

El Bandido Moraleda
Bernardo Moraleda en foto de la revista Estampa de 1936

El siglo XIX fue el del bandolerismo más típico y tópico que dejó personajes que todavía se mueven entre la historia y la leyenda y que el pueblo ha ido magnificando, idealizando y fantaseando sobre los hechos reales o imaginarios de sus vidas. Hoy conoceremos a uno de ellos y mañana veremos diferentes aspectos de la vinculación del Bandido Moraleda con nuestra comarca y sus aspectos legendarios.

Bernardo Moraleda Ruiz parece que nació en Navas de Estena a mitad de la centuria, aunque se trasladó a Fuente del Fresno, localidad también ciudadrealeña que contaba con varios de sus vecinos dedicados al bandolerismo formando partidas tan famosas como las de dos parejas de hermanos, los “Purgaciones” y los “Juanillones”.

Muchos de estos bandoleros están a caballo entre las partidas carlistas con cierta ideología y el estricto bandidaje. Algunas fuentes los sitúan en las partidas carlistas del apodado “Merendón” y otras aseguran que Moraleda cabalgó junto al párroco de Alcabón, Lucio Dueñas, uno de aquellos curas trabucaires ultraconservadores que asolaron con sus partidas el territorio de La Mancha, los Montes de Toledo, La Jara y Extremadura, justo el mismo ámbito que antes había sido el refugio de los golfines provocando la formación de la Santa Hermandad de Toledo, la de Talavera y la de Ciudad Real, y también la misma zona que tras la Guerra Civil sería refugio de los maquis o guerrilleros antifranquistas.

Frecuentemente el oficio primero que tuvieron fue el de cabrero como es el caso de los “Juanillones” y del propio Moraleda, aunque parece que de niño fue recadero. Con ellos se echa al monte tras la segunda guerra carlista y a partir de 1873 son famosas sus correrías por los Montes de Toledo y la zona de La Jara más próxima a Navalucillos y Robledo del Mazo.

No se sabe a ciencia cierta cuál fue la causa por la que Moraleda comenzó su carrera delictiva. Para algunos fue una discusión con derramamiento de sangre con el patrón y dueño de las cabras que pastoreaba, aunque otros hablan de que mató a su mujer a los cuatro días de casarse o que fue desertor del ejército justo antes de partir con las tropas españolas hacia Filipinas. También se le acusa de haber asesinado a un pastor que lo había denunciado y a un capitán de voluntarios que lo perseguía con inquina.

El hecho de ser cabrero hace que se adapte perfectamente al terreno y que les sea a guardias civiles y otras fuerzas de la época muy difícil capturarle. En una ocasión en que se encuentra rodeado desarma a un guarda y disfrazado con su traje de escopetero consigue burlar el cerco lo que incrementa su leyenda.

También sabe comprar silencios y voluntades con sus monedas de cinco duros, de las que dicen tiene guardado un tesoro en un lugar de los montes de Retuerta del Bullaque, junto con un catalejo y sus armas, aunque cuando años más tarde, al salir de presidio, quiso recuperarlo  no lo encontró, o alguien lo había hallado antes.

Los delitos que las crónicas de la época nos relatan son el despojo de recuas de arrieros, atracos de recaudadores o secuestros y robos a propietarios o al alcalde de Fuente del Fresno, pueblo que llegan a asaltar cometiendo varios atracos. Se les acusó también de algunos asesinatos de civiles como el de un carretero, o de guardias y escopeteros, aunque forman también parte de la leyenda algunos comportamientos algo más cercanos al concepto romántico de bandido generoso. El más conocido de estos episodios tiene relación con uno de los personajes más importantes de la época, el general Prim.

Castillo de Prim, finca en Retuerta del Bullaque
Castillo de Prim, finca en Retuerta del Bullaque

Parece que en una de esas cacerías que daba el héroe de la batalla de Castillejos en su finca de los montes de Toledo con políticos y autoridades de la época, el hijo del general se perdió entre los jarales y dio la casualidad que cuando pedía auxilio se encontró con Moraleda que, llevándolo incluso a hombros por estar desfallecido, lo dejó junto al castillo de Prim, una casona almenada de su propiedad. Cuando el muchacho lo invitó a entrar para que su padre le recompensara, su salvador le dijo que era Moraleda, que estaba huido de la justicia y que por tanto no podía acompañarle al castillo.

Después de numerosos delitos las autoridades les siguen de cerca y les tienden una emboscada cuando se disponen a asaltar el tren en Villacañas, que pretendían previamente hacer descarrilar. Antes habían tenido éxito soltando el último vagón para desvalijarlo en Venta de Cárdenas secuestrando antes al jefe de estación y a otros ferroviarios.

Castillo del General Prim en los Montes de Toledo

De resultas de estas detenciones en Villacañas los dos “purgaciones” y un “juanillón” son detenidos, juzgados y ejecutados en Toledo en 1882 pero Moraleda huye saltando por una ventana en compañía del otro “juanillón” hasta Portugal. Parece que escapan por la Senda de los Contrabandistas que discurre a lo largo de las cumbres de las sierras oretanas sin tocar pueblo alguno entre Lisboa y Valencia.

Con el fruto de los robos se establecen cerca de la frontera poniendo un comercio de ultramarinos, pero son tantas las cartas que el compañero de Moraleda envía imprudentemente a su mujer que son descubiertos y detenidos. Son extraditados por el país vecino con la condición de que no sean ejecutados aunque se les achacan veintidós asesinatos, treinta tantos robos y tres secuestros.

Son condenados sin embargo a largas penas de presidio, casi ciento quince años, y enviados a Ceuta, donde el Juanillón muere por un proceso respiratorio. Bernardo Moraleda pasa muchos años todavía allí pasando penalidades y con los grilletes puestos lo que le ocasiona úlceras infectadas.  Su encarcelamiento sucede en 1882 y permanece allí hasta 1911, año en que es trasladado a Santoña para ser liberado en 1923 con 71 años.

Los hermanos Juanillones, compañeros de fechorías de Moraleda
Los hermanos Juanillones, compañeros de fechorías de Moraleda, El de la izquierda fue ejecutado y el de la derecha murió cuando estaba con Moraleda en el penal de Ceuta.

Como un mendigo camina hasta Retuerta de Bullaque donde intenta encontrar su botín escondido de cinco mil duros sin conseguirlo. Aunque al pueblo le atemorizaba su presencia, hasta el punto de que un antiguo delator abandonó el lugar, ya solo era un anciano artrítico y sin fuerzas.

Fue a pedir auxilio a la finca de Prim donde el administrador le puso al cargo de la bodega, pues no se olvidaba en la casa cómo había salvado al marqués de Castillejos, hijo del general. Muere en 1936 en el asilo de Ciudad Real, poco antes de que otra guerra civil eche al monte a otros españoles.

El río Pusa en las inmediaciones de la Cueva de Moraleda

UN ASALTO PINTADO POR GOYA EN EL VERDUGAL (OROPESA)

EL FRAILE QUE DESARMÓ AL BANDIDO PINTADO POR GOYA

Un asalto en la venta de el Verdugal junto a la cañada leonesa occidental

El Maragato entra en la Venta de El Verdugal a asaltar a los huéspedes y el fraile llega a la venta

Una obra poco conocida de Goya  representa en seis pequeños cuadros un episodio sucedido en término de Oropesa, en las dehesas que cruza la Cañada Leonesa Occidental entre Ventas de San Julián y La Calzada, concretamente en la dehesa de El Verdugal, aunque está en término de Oropesa.

El Maragato le pide los zapatos al fraile de Rosarito

Los cuadros se encuentran en el Instituto de Arte de Chicago y representan varios momentos del asalto sufrido por un fraile, fray Pedro de Zaldivia, para unos lego del Convento de Rosarito y para otros del de Arenas de San Pedro. El bandido Pedro Piñero alias “El Maragato” fue hijo de un arriero de esta procedencia que vivió como carbonero cerca de Navalmoral de la Mata. Se echó al monte y sembró el pánico en las comarcas de Gredos, Talavera y Plasencia, llegando a cometer dos asesinatos y causando indirectamente la muerte de otros dos hombres, además de más de cuarenta robos.

El fraile arrebata el arma al Maragato

El Maragato se presentó en cierta ocasión en las mismas puertas de palacio para pedir clemencia al rey que mandó juzgarlo, escapándose después de ser condenado. Se refugiaba en la cueva que lleva su nombre y que está situada junto a la carretera que sube hacia el puerto de Menga desde el puerto del Pico.

El fraile golpea y derriba al Maragato

En una de las imágenes de Goya, “El Maragato” sale al encuentro del fraile, en el segundo el lego alarga con la mano izquierda unos zapatos al bandido, mientras en la tercera estampa toma el asaltado el arma del Maragato mientras forcejean. En el cuarto la víctima se ha hecho con la escopeta y golpea al bandolero. En el quinto dispara contra su asaltante en la pierna y el caballo huye asustado. En el sexto cuadro yace el herido en el suelo mientras el franciscano le ata y le protege de las otras víctimas que quieren tomar la justicia por su mano.

El fraile hiere al Maragato en una pierna

Después de ser detenido por el fraile, murió el Maragato ajusticiado en la Plaza de la Cebada de Madrid sin que los ruegos de su captor sirvieran de nada para salvarlo de la ejecución.

El fraile ata y detiene al Maragato

Otro asalto se produjo en la postguerra en esta misma venta y de él hablaremos en un capítulo de nuestro recorrido por la cañada leonesa occidental.

La cueva del maragato no es el covacho que se ve en la foto sino que se encuentra al otro lado, en la cara oeste del risco. Carretera que va a Ávila pasado el Puerto del Pico. En ella se refugiaba cometiendo alguna de sus fechorías

OTROS DIBUJOS DE JOAQUIM RENART EN LA COMARCA EN 1919

Las carpetas de este artista que custodia la Biblioteca  de Cataluña pertenecen a las realizadas por el autor en un viaje por Madrid Toledo, Talavera y Extremadura. Podemos encontrar, además de las que hemos mostrado con motivos talaveranos en entradas anteriores de este blog, otros dibujos relativos al camino del viaje desde Toledo, como una muy curiosa que nos muestra la carretera desde la Ciudad Imperial a Talavera a su paso  por Rielves, con un rótulo en un sombrajo que dice Parada Automóvil y las casas bajas de adobe y ladrillo típicas de la zona.

Dibujo de la carretera de Toledo a Talavera a su paso por Rielves

En Torrijos le llama al pintor la atención un labrador junto a la taquilla del ferrocarril y un carro repleto de mercancías.

Ya en Santa Olalla realiza un esbozo de un labriego con su montera circular y también le llaman la atención sus pantalones.

Un labriego de Santa Olalla

En otro de los dibujos aparece la hija del alcalde de Oropesa vestida con el traje tradicional, y también hace Ricart un detalle de las arracadas de la moza

La hija del alcalde de Oropesa vestida con el traje tradicional y un detalle de sus arracadas

Le siguen llamando la atención los ricos trajes tradicionales de la zona y realiza otro dibujo de un oropesano y una lagarterana. Esa misma lagarterana es representada luego en otro dibujo junto a una chica morala, de Navalmoral de la Mata.

Oropesano y lagarterana con sus vestimentas tradicionales

Nuestro pintor viajero sigue camino hacia Plasencia donde entre otros dibujos realiza uno de las inmediaciones de la Puerta de Talavera. Todavía hoy, aunque ya no quedan restos de esa puerta de la muralla de la ciudad hermanada, queda el paraje y la calle de Talavera que pasaba por ella, al igual que aquí teníamos puerta de Zamora, de Mérida y de Sevilla.

Puerta de Talavera en Plasencia

 

 

FOTOS DE LAGARTERA EN LA COLECCIÓN DEL MUSEO SOROLLA

Joaquín Sorolla entre algunos de los lagarteranos que posaron para sus obras.

Además de la cerámica, la correspondencia y las fotos de Ruiz de Luna, en el Museo Sorolla también se guardan en su casa museo de Madrid algunas fotografías que recopiló el genial pintor probablemente para documentarse sobre el vestuario de los tipos que habían de aparecer en su gran obra de la Hispanic Society de Nueva York.

La arquitectura popular se manifiesta en otra de las fotos en la que también aparecen tipos lagarteranos y la torre de la iglesia.

Su interés etnográfico es indudable por reflejar la indumentaria maravillosa de este pueblo arañuelo hace más de un siglo, aunque dos de las instantáneas son del siglo XIX con nada menos que siglo y medio de antigüedad en el caso de la de Charle Clifford. La fotografía de Sorolla con algunos de sus modelos, aunque deteriorada, es todo un documento histórico poco conocido.

La ficha de la fotografía superior en los fondos del museo dice:

Positivo antiguo:23/01/1878[ca]-1893[ca] [Fecha a partir de la cual se tomó la fotografía, posando para el fotógrafo, con motivo de la celebración de la boda del rey Alfonso XII con su prima María de las Mercedes, entre los días 23 y 27 de enero de 1878 (Fecha aproximada del fin de la actividad de J. Laurent y Cía, pasando a partir de ese momento a ser Sucesor de Laurent)

Charles Clifford, 1858, Traje de Boda en Lagartera.

Anónimo, 1912, Caserío y torre de la iglesia de Lagartera

Mujeres lagarteranas, anónimo, 1912

Otra fotografía anónima fechada en torno a 1912 de mujeres lagarteranas.

Fotografía de Ruiz de Luna de los lagarteranos que posaron para su obra de la Hispanic Society. Se percibe una de las columnas y el suelo enlosado del pórtico de la iglesia de Lagartera.

Cuatro de las cinco (falta la mujer de la derecha) personas de la foto anterior pintadas por Sorolla

CERÁMICA DE RUIZ DE LUNA EN EL MUSEO SOROLLA

El zócalo de esta habitación es cerámica de Ruiz de Luna, aunque con motivos trianeros.

Como vimos en otra entrada, la correspondencia entre Ruiz de Luna y Sorolla demuestra que el genial pintor era admirador de la cerámica talaverana del famoso artesano.

No solo era amante de la cerámica de Talavera sino que en su casa- museo podemos ver piezas de otros orígenes; Manises, como valenciano que era, Teruel, o alfarería andaluza como la de Úbeda o Granada, además de cacharrería de muy variados lugares.

Dibujo de Sorolla con el esquema de la habitación que está decorada con azulejería de Ruiz de Luna en su zócalo

El encargo de mayor entidad que realiza al taller talaverano es el zócalo de una de las dependencias que diseñó junto a sus patios, pero que tiene, por deseo del pintor, motivos trianeros que nada tienen que ver con los habituales en la azulejería de nuestra ciudad.

Los azulejos fueron colocados por un mozo del taller de Ruiz de Luna y la percepción de su salario originó algún problema con Sorolla, como se deduce de la correspondencia.

Detalle del zócalo o arrimadero del jardín de Sorolla obra de Ruiz de Luna

También hay repartidos otros elementos de Ruiz de Luna por las diferentes dependencias, como por ejemplo los azulejos que enmarcan un relieve de la Virgen y el Niño.

También se puede ver un paragüero blasonado blanco con el escudo en azul que lleva el rótulo de su taller.

Relieve enmarcado en azulejería talaverana
Paragüero de la casa museo de Sorolla.

El arrimadero dela habitación del patio es de escasa altura, no como el de una de una de las habitaciones cuyo motivo es el típico florón que decora tantos arrimaderos de El Escorial. También están decoradas con piezas de cerámica talaverana las esquinas de esa dependencia en la que se encuentra el relieve antes aludido con una cenefa similar.

Arrimaderos con el motivo del florón típico de los que decoran El Escorial.

También hemos visto en la correspondencia cómo Ruiz de Luna le consigue a Sorolla algunas piezas antiguas de cerámica de Talavera o Puente, como la que aparece en la fotografía de abajo y que podría ser el frutero de cerámica de Puente al que se refiere una de sus cartas. También hay otras piezas de cerámica clásica de Talavera como algunos albarelos en los que depositaba sus pinceles. Otros elementos cerámicos del jardín también fueron elaborados en el taller de Ruiz de Luna.

Frutero de Puente del arzobispo que probablemente es el que consiguió Ruiz de Luna a Sorolla

También se deduce de la correspondencia que Ruiz de Luna consiguió algunos elementos arquitectónicos antiguos para el jardín de la casa Sorolla como unas columnas que pudieran ser las de la fotografía.

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SOROLLA Y RUIZ DE LUNA (y 2) su correspondencia

En el museo Sorolla también se custodia alguna correspondencia entre el pintor y el ceramista que vamos a comentar:

En 1909 se data esta carta de la que se desprende que Sorolla conoció a Ruiz de Luna antes de su visita a Talavera, Oropesa y Lagartera en 1912 para buscar tipos para su obra de la Hispanic Society

Carta de Juan Ruiz de Luna y Enrique Guijo a Sorolla, expresando la grata impresión que conservan de su cariñoso recibimiento y de la entusiasta apreciación de sus trabajos, que hoy les permite proseguir con su empresa con gran aliento y entusiasmo. Agradecen su apoyo y el de Mariano Benlliure, y esperan poder recibirles en la fábrica a los dos pronto. Si efectúan dicha visita, les piden que avisen con antelación, para tenerles preparados algunos objetos antiguos de fabricación talaverana en sedas y cerámicas, para que puedan contemplarlos. Adjuntan el talón de una caja que contiene tres platos, una media fuente de Talavera y un frutero de Puente del Arzobispo, que aunque no son de lo mejor que tienen, si poseen «algún carácter», con la esperanza de que los acepten y formen parte de su colección.

Otra de las cartas datada en abril de 1912, justo después de la visita de Sorolla a Talavera, Oropesa y Lagartera. En esta correspondencia aparecen detalles sobre los encargos realizados por el pintor al ceramista para su casa de Madrid. Esta carta es resumida así en la ficha del museo:

Carta de Juan Ruiz de Luna a Sorolla, lamentando el fracaso en el asunto de las tejas, como ya le comunicó su compañero Guijo Navarro, y expresa su disgusto por no poder complacerle.
Le explica que no le ha escrito antes sobre el tema de las columnas por encontrarse su dueño fuera. Éste llegará ya en un par de días y podrá ultimar este asunto.
Ha sabido por Guijo que ha tomado medidas de su encargo, que se ejecutará tan pronto las remita.
En posdata añade que le adjunta un talón por tres cajas que contenían los cacharros que escogió en la fábrica y los que encargó. Las macetas se las mandará en cuanto estén.

Foto del arrimadero y piezas cerámicas de la habitación en la que trabajó Ruiz de Luna en la casa museo de Sorolla en Madrid

La tercera carta está fechada en octubre de 1912 e igualmente hace referencia a los encargos de Sorolla a Ruiz de Luna:

Carta de Juan Ruiz de Luna y Enrique Guijo Navarro a Sorolla, en Talavera, en la que le comunican que le adjuntan un talón de las 88 cajas que le envían, que contienen los azulejos del patio y de la habitación que les había encargado, y que esperan sean de su agrado.
Le informan de que esa tarde se han facturado las columnas, basas y capiteles que encargó al sr. Luna. Incluirán la factura en el talón si la han acabado, en caso contrario se la mandarán al día siguiente.
Le ofrecen los servicios de un chico que tienen en la fábrica para la colocación de azulejos, especificando que su jornal es de 6 pesetas diarias cuando sale fuera, más el viaje de ida y vuelta
.

La cuarta carta es de de Juan Ruiz de Luna y Enrique Guijo Navarro a Sorolla, adjuntándole un talón por cuatro cajas de 80 azulejos, que como han sabido por el albañil, necesita para los ángulos de la puerta.

Boceto de Sorolla de la habitación de su casa museo que encargó a Ruiz de Luna
Otra carta de noviembre de 1912 trata de la instalación de los azulejos encargados por Sorolla:

Carta de Juan Ruiz de Luna a Sorolla comentándole que en, cuanto llegó a la fábrica, comenzó a pintar los azulejos para aprovechar así un horno que estaban cargando, y que por eso no le ha dado tiempo a consultarle primero si la cenefa era la misma que tienen sus azulejos del patio, convencido de que era igual a las que hay en la catedral de Lérida.
Por este motivo no le ha podido mandar al chico para colocar los azulejos, como habían convenido cuando se vieron. Le advierte que al mandarle al operario de la casa, éste no podrá llevar consigo más que las herramientas manuales, tales como peleta, nivel, etc., siendo necesario que Sorolla tenga dispuestos los artefactos necesarios para mezclar la cal y la arena para la colocación de los azulejos. Le aconseja que se emplee una mezcla de cal común envuelta con algo de cemento, pues es la mejor argamasa especialmente para los azulejos de la planta baja, puesto que al yeso le ataca mucho la humedad. Si esto le produce algún inconveniente o molestia, puede recurrir al operario de Madrid que ya le colocado otros azulejos.
Boceto de un fragmento de un friso de azulejos. Boceto para un friso, probablemente un arrimadero, de azulejos. Es de estilo Renacimiento, dentro de los historicismos de comienzos de siglo XIX. Está firmado por E. Guijo y fechado en 1912. Corresponde por tanto a los talleres talaveranos. Enrique Guijo Navarro formó sociedad con Juan Ruiz de Luna en 1908, llamándose «Ruiz de Luna e Guijo y Cía», durando hasta 1915 en que Ruiz de Luna se convierte en el único propietario.

Parece que hubo algún problema con la retribución del operario que puso los azulejos porque una carta de Enero de 1913 de Sixto de la Cruz, tal vez contable de la empresa de Ruiz de Luna, pues la carta lleva su membrete y habla de los 80 azulejos encargados a los que se refiere la carta anterior:


Carta de Sixto de la Cruz a un tal Luis (?), diciéndole que ese mismo día ha escrito el maestro al Sr. Joaquín Sorolla, diciéndole que le entregue (a Luis), cincuenta pesetas, o lo que él necesite. Si Sorolla no se las da o no le dice nada, tendrá que preguntarle si no le ha escrito el Sr. Luna para decirle que le entregue ese dinero que le es necesario, y que el Sr. Luna le ha dicho que se lo pida en carta de 1 de enero.

En otra entrada hablaremos de la cerámica de Talavera en la casa-museo Sorolla

LA REINA QUE DIO APELLIDO A TALAVERA

LA REINA QUE DIO APELLIDO A TALAVERA

Escultura de doña María de dudoso gusto a la entrada de Talavera desde Extremadura

La reina doña María de Portugal

El rey Alfonso XI se casó con doña María, la hija de Alfonso IV rey de Portugal. Talavera fue uno de los regalos que la reina recibió en su boda. Desde entonces permaneció bastante unida a la villa, conservándose algunos documentos de la época que hablan de las normas y privilegios que promulgó para el mejor gobierno de la misma, como por ejemplo, la regulación del nombramiento de los escribanos, una especie de notarios de la época, o la confirmación de algunos privilegios de la Santa Hermandad talaverana.

Doña María era prima hermana del rey Alfonso “el onceno” por doble vínculo y debido a esta circunstancia tuvieron los contrayentes que obtener dispensa papal para su matrimonio.

Sustituyó así la portuguesa a la primitiva prometida del monarca que era doña Constanza. hija del noble y escritor don Juan Manuel, que siempre guardaría rencor a don Alfonso por haber roto el compromiso con su hija, doña Constanza. Ella se comprometió después con el heredero portugués, pero Alfonso XI la retuvo en España.

Estos hechos y la infidelidad del Rey con doña Leonor de Guzmán enturbiaron las relaciones entre España y Portugal, llegándose a producir varios conflictos bélicos durante el reinado de Alfonso entre los dos países, aunque en situaciones de peligro para el reino por el ataque de los musulmanes, supo doña María pedir auxilio a su padre el rey de Portugal por el interés de España.

Alfonso XI en una recreación de su retrato

La Reina tuvo un primer hijo llamado Fernando que murió siendo un niño de apenas un año y, según la tradición, fue enterrado en la iglesia talaverana de San Clemente, en un sepulcro que estaba situado en el lado del edificio que daba al río en la antigua parroquia. La reina pasaba largas temporadas en el alcázar de Talavera, cuya propiedad le correspondía por ser la señora de la villa. Pero mientras tanto, su marido viajaba incesantemente de un lugar a otro de Castilla, o de campaña en campaña militar contra los moros, siempre acompañado por su amante doña Leonor, mientras doña María vivía humillada en su soledad.

El segundo hijo de la Reina fue don Pedro, conocido más tarde como “el Cruel”, muy unido a su madre al principio de su vida. La guerra por el trono entre Pedro y su hermanastro Enrique, hijo de doña Leonor, hizo que los partidarios del bastardo difundieran leyendas que hacían dudar hasta de que don Alfonso fuera el verdadero padre de Pedro. Se decía que en realidad doña María había tenido una niña y que Pedro era hijo de una judía que había parido la misma noche que la reina. La hija del rey se le habría dado a un judío converso para que lo criara.

María de Portugal en un retrato de la Biblioteca Británica

Muerto Alfonso XI por la peste negra durante las guerras contra los moros en Algeciras, doña María manda asesinar inmediatamente a la favorita del Rey en el alcázar de Talavera y asume la tutoría del nuevo rey Pedro I que sólo tiene 15 años en ese momento.

El nuevo monarca también se enamoró como su padre de una mujer, María de Padilla, que no era su esposa legítima. La joven Blanca de Borbón era su verdadera esposa, pero fue abandonada y mandada asesinar a mazazos por Pedro el Cruel. Doña María de Portugal siempre intentó que su hijo volviera con doña Blanca que, al igual que ella, sufría la infidelidad de su marido, pero no lo consiguió. Antes de morir, la reina doña Blanca fue llevada a Toledo y allí se acogió a sagrado en una iglesia protegida por doña María, que intentó así salvarla de la muerte que presentía.

Alcázar de Talavera,donde pasó doña María algunas temporadas y donde ordenó degollar a doña Leonor favorita de su marido Alfonso XI. Vista parcial de un dibujo de Van der Wingaerde del sigloXVI

Talavera se puso también de parte de doña Blanca y acogió a los bastardos Enrique y Fadrique, hijos de doña Leonor de Guzmán, que ya por entonces hacían campaña contra don Pedro, que marchó sobre Toledo y desterró a su madre la reina doña María a Sigüenza.

El rey acabó distanciándose de ella hasta la ruptura total, cuando en Toro, donde ella se había retirado con algunos nobles fieles, los ejecutó él mismo en su presencia.

Marchó doña María a su patria y en la Ébora portuguesa murió, dicen algunos que envenenada por su propio hermano el rey de Portugal. La mujer desgraciada y vengativa por la que nuestra ciudad llevaría para siempre el apellido “de la Reina” falleció tan indignamente como ella había acabado con la vida de la amante de su marido. Fue enterrada en Sevilla.

Sepulcro de doña María de Portugal en el monasterio de San Clemente de Sevilla

TALAVERA EN LA LITERATURA Y LIBROS DE VIAJES DEL SIGLO DE ORO

TALAVERA EN LA LITERATURA Y LIBROS DE VIAJES DEL SIGLO DE ORO

Vista parcial del dibujo de Van der Wingaerde de Talavera en el siglo XVI
Vista parcial del dibujo de Van der Wingaerde de Talavera en el siglo XVI

Los viajeros que vienen a Talavera en el siglo XVI y comienzos del XVII llegan a la ciudad en su segunda época de mayor pujanza, cuando cuenta con una clase nobiliaria importante numérica y cualitativamente

 “Gente apacible agradable y cortesana, y en particular la noble, que es mucha, lucidísima y de las más calificadas casas de España”.

Como dice Gonzalo Céspedes y Meneses en sus novelas “El Español Gerardo” y “Varia fortuna del soldado Píndaro”, obra esta última en la que habla de Talavera como “una de las más amenas, alegres, abundantes y deleitosas poblaciones” donde la nobleza se entretiene en “caballos, toros, máscaras, sortijas, torneos y otros pasatiempos”. Es éste un buen novelista talaverano de la época.

Retrato de Francisco de Quevedo, buen conocedor de las gentes de mal vivir de Talavera
Retrato de Francisco de Quevedo, buen conocedor de las gentes de mal vivir de Talavera

Don Francisco de Quevedo hace algunas alusiones a Talavera en sus jácaras, como sucede en la “Carta de la Perala a Lampuga su bravo”, donde describe las relaciones entre una prostituta y su chulo y da la sensación de conocer de primera mano los prostíbulos talaveranos:

“Dejásteme en Talavera / a la sombra de un gitano / hombre gafo de los potros / y aturdido de los asnos / No son dotores los matasanos / sino los procesos y el escribano / A lo menos que se puede / pasan aquí los pecados / tierra barata de culpas / mucho amor y pocos cuartos / A una mujer forastera / los hijos del vidriado / no la dan Lampuga un gozque / si pueden darle un alano…”

Dibujo de Enrique Reaño de los corrales situados al sur de la colegial
Dibujo de Enrique Reaño de los corrales situados al sur de la colegial

El chulo de Talavera es un “gitano gafo de los potros”, o sea que tiene deformada la columna vertebral porque ha sido sometido a tormento para confesar sus delitos. También está “aturdido de los asnos”, es decir que ha sido sacado en vergüenza pública a lomos de un borrico.

En los versos siguientes viene a decir que Talavera es ciudad permisiva “barata de culpas” “mucho amor”, o sea prostitución y “pocos cuartos”, ya que afirma que los talaveranos a los que llama “hijos del vidriado”, es decir ceramistas, no te dan un duro si te pueden dar una perra gorda que viene a significar lo del gozque, que es un perro pequeño y el alano que es una especie canina de envergadura considerable.

Un talaverano más que aparece en la obra de Quevedo es otro miembro del hampa llamado “Añasco de Talavera, aquel “hidalgo postizo / hallador de lo guardado / santiguador de bolsillos…” es decir, un falso hidalgo que tiene por oficio el de ladrón. En la obra de Lope de Vega, aparte de las referencias a la cerámica que veremos en otro lugar, aparece Talavera como la ciudad de origen de uno de los personajes principales de la obra “La Serrana de la Vera”, en la que un joven caballero dice haber nacido en nuestra ciudad. Al referirse a que es sobrino de un obispo y desarrollarse la obra en la época de Carlos V, cuando el obispo García de Loaysa era su confesor, podemos deducir que se está refiriendo a un caballero miembro de la vieja familia de los Loaysa en Talavera.

Sepulcro de García de Loaysa, confesor de Carlos V en el convento de Santo Domingo, su fundación
Sepulcro de García de Loaysa, confesor de Carlos V en el convento de Santo Domingo, su fundación

En 1659 un noble francés llamado Francisco Bertaut comenta a su paso por Talavera el dato curioso de que “En el año de 1518, el papa León X quiso dividir el arzobispado de Toledo, que hallaba demasiado grande, y hacer un obispado en Madrid y otro en Talavera, y hasta nombró para comisario al cardenal Adriano” pero no se pudo ejecutar por negarse los de Toledo y su arzobispo.

En 1672 el joven francés A. Jouvin pasa por aquí y hace una guía de su viaje. Al llegar a Cebolla y contemplar la fértil vega del Tajo dice que es “un terreno semejante al paraíso terrenal, donde está la venta de Montearagón, la venta y el puente del Alberche, que se pasa sobre un puente de madera un río grueso que viene de las montañas de la sierra de Toledo, que se ven a mano derecha, que desagua allí cerca en el Tajo, que sigue por un llano el más fértil de España, donde está Talavera de la Reina”. Aunque confunde a la Sierra de Gredos con los Montes de Toledo, aparece nuevamente aquí el lugar común de todos los viajeros, la percibida fertilidad del terreno. De la ciudad dice el viajero que “está dividida en ciudad vieja y nueva. La vieja está cerrada de gruesas y fuertes murallas, y la nueva, que es más grande, no tiene murallas pero sí varias calles grandes, donde viven ricos mercaderes, pero principalmente cerca de la plaza mayor, donde está el Ayuntamiento, adornado por un hermoso reloj. Se estima por toda España la vajilla de loza de Talavera, desde donde se entra en un llano cubierto de olivares para ir a Calera”. Luego continúa su viaje hasta Guadalupe.

En capítulo aparte veremos las ocasiones en que Cervantes hace alusiones a nuestra ciudad en su obra.