La Fundación Mítica de Talavera

Fundación Mítica de Talavera

Las viejas historias manuscritas de Talavera que se pueden consultar en el Archivo Municipal nos ofrecen pintorescas versiones sobre la fundación de nuestra ciudad.

Estela romana descrita por el padre Fita en la que aparece el nombre de Caesaróbriga por primera vez

La mayor parte de ellas se basan en los viejos cronicones o en autores religiosos que, con un gran esfuerzo de imaginación pero sin ninguna base científica, aseguran conocer hasta el año exacto en el que los primeros pobladores llegaron a estas riberas del Tajo.

Según la mayoría de esos historiadores fantásticos, después del diluvio universal, los hombres decidieron en su soberbia hacer una altísima torre, de la que dicen conocer con precisión hasta su altura de 5131 pasos. Se trata de la Torre de Babel, donde Dios, castigando su osadía, hizo que se confundieran las lenguas. Concretamente, aseguran que aparecieron setenta y dos nuevos idiomas hablados cada uno por un grupo de hombres

Escultura de Hércules hallada en Talavera

Desde Babel y al mando de un capitán, marcharon los hombres por el mundo a poblarlo. Uno de los hijos de Noé fue Jafet, que a su vez tuvo también un hijo llamado Túbal, el cual decidió ir a poblar la costa fenicia, para desde allí venir después a España. Era hombre de gran afición a fundar pueblos y comenzó a repartirlos por toda la península. Después, de Túbal nació Íbero, que dio nombre a la península, así como a su hijo Brigo le dio por fortificar ciudades junto a los ríos. Una de ellas fue la que luego los romanos llamarían Caesarobriga en honor a César, aunque todavía conservaría en el nombre la huella céltica del nombre de su fundador Brigo. Esta ciudad no es otra que nuestra Talavera. Según estos iluminados escritores Túbal fundó también otras ciudades como Segorbe, Logroño, Montemayor y Oviedo, que por tanto serían nuestras hermanas de padre.

El talaverano Juan de Mariana, aunque lleva la fama de ser el primer historiador científico español, también se dejaba llevar de estas elucubraciones fantásticas, como era habitual en la época, y así, deja caer que en realidad quienes fundaron Talavera fueron los griegos de Cádiz, que aunque como grupo humano tienen nombre de chirigota, vinieron según él desde la Tacita de Plata hasta las orillas de la Portiña para dar nacimiento a nuestro pueblo.

El párroco de la iglesia de Santa Justa de Toledo, que escribe en la Edad Media una también poco científica  historia de las ermitas de España entre las que se cuenta la nuestra de la Virgen del Prado, asegura en latín que “fuit gaetanorum”, es decir que fueron los gaditanos, nuestros auténtico abuelos, y tal vez nos venga de allí nuestra socarronería y carácter un tanto sureño.

Vasija de formas orientalizantes hallada en la tumba principesca de finales de la Edad del Bronce de El Carpio en Belvís de la Jara
Vasija de formas orientalizantes hallada en la tumba principesca de finales de la Edad del Bronce de El Carpio en Belvís de la Jara

En esos latines se basaron luego aquellos viejos historiadores para decir que el apellido de la noble familia talaverana de los “gaytanes” procedía de aquellos primigenios gaditanos que vinieron a sentar sus reales por aquí. Incluso, algunos son tan temerarios que se atreven a asegurar que Jasón, Hércules y otros griegos mitológicos, antes de ir a la batalla de Troya se pasearon por España, y, al llegar desde Cádiz a nuestro solar, decidieron que era buen sitio para hacer una ciudad, siguiendo después con sus aventuras épicas por esos mundos de Zeus. Instalados ya en su delirio, llegan estos alucinados historiadores a decir que Talavera se fundó exactamente en el año 1918 antes de Cristo, y no dan la hora y el minuto por no pecar de vanidosos.

Pero como en toda fantasía hay algo de verdad, les diré que los pueblos llamados orientalizantes, que fundan las primeras ciudades fortificadas, allá por la Edad del Bronce, subieron hasta aquí desde lo que luego sería el mítico reino de Tartessos, situado entre Cádiz y Huelva, dejando varias muestras de su estancia entre nosotros, como la estela de un guerrero hallada en Las Herencias y que aparece en la imagen, además de otras tres encontradas hasta la fecha.  También se ha documentado el hallazgo de algunos objetos de bronce encontrados en el arroyo Manzanas y que hoy se guardan en el Museo Metropolitano de Nueva York, o algunos objetos y vasijas depositados en una tumba principesca en las riberas del Jébalo. O sea, que en definitiva algo de fenicios y gaditanos sí que tenemos y no iban tan descaminados los viejos e imaginativos historiadores.

Estela de guerrero de las culturas orientalizantes de la Edad del Bronce hallada en Las Heencias

A esto debemos añadir las leyendas que sobre el rey mitológico Gerión, que apacentaba sus rebaños de bueyes en las marismas de Tartessos, ha persistido en las leyendas populares de nuestra comarca como el que orinando originó  el Alberche. O secó el Tajo bebiéndose todo su agua, aunque la vomitó después.

Por otra parte, algunos de esos cronicones han especulado con que el escudo de Talavera con sus dos  toros simboliza la fundación de la ciudad al igual que en Roma, donde sus fundadores Rómulo y Remo marcaron con un arado tirado por dos bueyes los límites de la Ciudad Eterna.

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4 comentarios sobre “La Fundación Mítica de Talavera”

  1. Querido Miguel, pues parece que de todo lo que escribes en esta entrada el único párrafo que se adapta a la realidad ‘caesarobrigense’ es el último. Ahí cuando dices que el escudo se puede asociar a los hermanos romanos. Vamos, que me remito a las últimas noticias arqueológicas aparecidas en nuestra ciudad. Hasta el momento, época romana. Para agarrarse a fundaciones prerromanas hay que irse a Arroyo Manzanas. Pero esa es otra película.
    Salu2

  2. Y tanto: lo de las leyendas y su al menos pizca de íntima verdad (a menudo, mucho más que eso, como han puesto de relieve estudiosos tan estimables como Eliade, Propp, Huizinga o el propio Jung…). Y algo de fundamento, siquiera psico-sensorial, debe de haber en lo de los “griegos de Cádiz” porque de lo contrario sería difícil entender la notable afición a la cuchufleta y el chascarrillo tan extendida entre una proporción no desdeñable de talabricenses. Lástima que, en medio de esos influjos, no nos llegará también el arte literario que exhiben los famosos Carnavales, una de las más singulares creaciones que el ingenio patrio perpetra cada año tan pronto como el invierno empieza a dar señales de debilidad.

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