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DIBUJOS Y REPRESENTACIONES DEL TAJO EN EL SIGLO XVIII

DIBUJOS Y REPRESENTACIONES DEL TAJO EN EL SIGLO XVIII

Historia de Talavera de 1768. Manuscrito 82-biblioteca-clm
Historia de Talavera de 1768. Manuscrito 82-biblioteca-clm

Hay en el siglo XVIII algunas representaciones idealizadas de la ciudad y en algunas de ellas aparece el río Tajo, aunque de forma muy esquemática.

Es el caso de la vista de Talavera que se reproduce en una de las historias manuscritas de la ciudad la de fray Andrés de Torrejón que se encuentra en la Biblioteca de Castilla-La Mancha y que se hizo en 1768.

Detalle del grabado anterior con la parte occidental de la villa
Detalle del grabado anterior con la parte occidental de la villa

De izquierda a derecha podemos ver en la parte ribereña del dibujo en primer lugar lo que denominan “paseo de chopos” (10) donde se representan los árboles que ordenó plantar su director Juan Ruliére en el Paseo de los Leones para dotar al barrio de San Andrés de un paseo y jardín, ya que los otros parques de la ciudad, la Alameda y el Prado, se encontraban en el otro extremo de la villa.

También se señala al fondo la Puerta de Cuartos (9) y por primera vez podemos ver representados algunos edificios de la Real Fábrica de Sedas, y en concreto el edificio hoy desaparecido de la Afinaduría (11), donde se hacían los hilos de oro y plata para adornos y entorchados. Entre éste y la puerta de Cuartos estaría el único edificio que queda en pie de la factoría, el llamado de los Molinos Nuevos, que en el otro dibujo del mismo autor aparece como Casa de las Estofas de Oro y Plata.

Con el número 12 se señala el que en realidad era el mayor de todos los edificios de de la seda, el de la Hilanza el que hemos dicho que sería cárcel de presos políticos tras la Guerra Civil para ser derruido después. Con el número 13 se señala la desembocadura de la Portiña y detrás la muralla de Entretorres con una de las albarranas ya arruinada y un portillo abierto en el lienzo.

Detalle del grabado anterior
Detalle del grabado anterior

Más a la derecha se representa la Torre de Nazar que ya hemos comentado se adentraba en el río y sostenía una noria para elevar el agua. A continuación está la Puerta del Río que se dibuja con un arco de sillería y rematada con una especie de espadaña o un balconcillo. En el puente no se representan los molinos del primer ojo del mismo, sí aparecen los que había donde hoy se sitúa la central eléctrica y en el ángulo de l quiebro de su recorrido se puede ver lo que parece un mojón o un monolito junto al número 15 que probablemente tuviera algún escudo o inscripción de una de sus reconstrucciones.

A la derecha del puente se ve la desembocadura del arroyo de Papacochinos y dos pontezuelas que lo salvaban. Y a la derecha del puente aparece la isla de Los Molinos y la del Palodulce o Paloduz. Donde hasta no hace mucho se recogían las raíces del regaliz y se vendía como golosina.

Si seguimos por la ribera encontramos la puerta de Sevilla que todavía hoy día se mantiene en pie. En el lienzo de muralla se perciben dos portillos, probablemente en la zona de la alcazaba, y más al este la torre del Polvorín (20). A continuación se ve el “prado de la villa” con algunas casillas de las que la más cercana a la ermita del Prado y rematada con pequeña espadaña puede ser la ermita de San Joaquín y Santa Ana hoy desaparecida.

Detalle con las torres de iglesias y conventos de Talavera
Detalle con las torres de iglesias y conventos de Talavera

En el casco urbano se levantan las torres de iglesias y conventos de la que algunas han desaparecido como la cúpula de los carmelitas descalzos (8) la torrecilla de la iglesia de san Clemente (7) junto a la puerta de Mérida (6). Luego de izquierda a derecha vemos la torre de El Salvador (4), la desaparecida cúpula de los jesuitas (3), hoy teatro Palenque. También ha desaparecido la de San Pedro (30) hoy Almacenes Moro. Ya existía la torre del Reloj aunque diferente de la actual y a continuación el campanario de los jerónimos que hoy es una espadaña de ladrillo (5) y al final Santa Leocadia. La torre a su derecha podría ser la del hospital de San Lázaro en la calle Cristo de la Guía.

Otro esquema dieciochesco que veremos en la próxima entrada de «Ríos de Historia» solamente aporta una imagen esquemática de la Casa de la Hilanza y la Alameda junto a la ermita del Prado.

EL ANILLO DEL ARZOBISPO, RELATO

EL ANILLO DEL ARZOBISPO

1378

El puente del arzobispo Tenorio en azulejo puenteño
El puente del arzobispo Tenorio en azulejo puenteño, mostrando todavía las dos torres hoy derribadas

Rodrigo acompañaba a sus carretas que traían desde la sierra largos troncos de madera. Servirían para montar las cimbras del puente que el arzobispo Tenorio había ordenado construir sobre el Tajo.

El camino había sido largo desde los pinares de El Arenal y la cañada leonesa que habían seguido en su viaje se había convertido en un auténtico barrizal más difícil de transitar según se aproximaban a Alcolea. Los bueyes ya no podían más pero esta vez no tendrían que vadear el río con la crecida ni pasar en las frágiles barcazas.

Todavía recordaba a su amigo Sancho, ahogado en el río cuando se espantaron los caballos y volcaron la barca en la corriente fría de febrero, hacía ya siete años. Ahora el puente que se construía serviría para evitar tantos trabajos e infortunios, y además ayudaría a los miles de peregrinos que acudían a visitar el lugar donde se había aparecido la Virgen, en la dehesa de los Guadalupes. El puente de Pinos, un poco más arriba de Azután era de madera y las últimas riadas lo habían destrozado. El puente de Talavera estaba muy alejado y obligaba a los viajeros a transitar por los inseguros montes de La Jara arriesgándose siempre a ser asaltados por los golfines y gentes de mal vivir que frecuentaban los desiertos del otro lado del río.

Grabado que representa el puente del arzobispo todavía con las torres defensivas
Grabado que representa el puente del arzobispo todavía con las torres defensivas

Picapedreros, albañiles y caballerías se afanaban mientras, desde la otra orilla, los criados de las monjas de San Clemente de Toledo que vivían junto a la torre de Azután miraban la obra con cara de pocos amigos provocando a los obreros con gestos y risotadas. El monasterio estaba presionando en la corte para evitar que don Pedro Tenorio levantara el magnífico puente que ya tenía labrados de buena sillería todos los ojos menos el central. El ganado y los peregrinos ya no cruzarían por el frágil puente de Pinos y el convento dejaría de percibir los jugosos beneficios que le reportaba.

Rodrigo ordenó descargar los troncos y llevar a los bueyes a beber. Entre los álamos de la orilla comenzaron a encenderse las hogueras junto a las tiendas de los obreros. Al cabo de un rato empezó a sonar la música y a correr el vino. Mañana era domingo y podrían descansar después de una semana de trabajo duro.

Un calderero se acercó al grupo en el que cantaban Rodrigo y sus hombres.

-¿Pueden vuesas mercedes darme un trago? Al pasar he oído las voces y he creído que era fiesta en alguna aldea pero, por el barro de sus vestidos, más creo que andan de faena.

-Siéntese, y celebre con nosotros que en unas jornadas acabaremos el arco mayor del puente de mi señor el Arzobispo.

-Pero ¿Que puente es ese? Muchas veces he cruzado en barca el río por este lugar para vender mis calderos en las aldeas de La Jara y nunca escuché hablar de puente alguno.

Un hombre desdentado y con nariz de borrachín se levantó con el vaso de madera de sauce en la mano y díjo:

-Pues yo he de contaros su historia pero habréis de alañarme una tinajilla donde guardo el vino y que no ha mucho se rajó.

-¡Sea! Contestó el forastero.

-Pues dicen que en cierta ocasión bajaban las aguas bravas. Tanto que se habían llevado con la crecida algunos ojos del puente de Talavera y los tablones del puente Pinos. El arzobispo tenía que cruzar sin falta el río para acudir a las granjerías que su madre le dejó en herencia por estas tierras.

Placa fundacional del puente del arzobispo Tenorio
Placa fundacional del puente del arzobispo Tenorio

Esperó varios días pero las aguas seguían bajando altas. Al cruzar, un remolino hizo casi zozobrar la barca y, al sujetarse en la pértiga del barquero para no caer, su anillo se hundió en las aguas. Era una joya magnífica con un rubí del tamaño de un huevo de gorrión que le habían regalado los judíos de Toledo. Su eminencia quedó tan disgustado por la pérdida que ofreció una bolsa de monedas al mozo que consiguiera sacarlo del fondo del Tajo. Muchos lo intenta-ron en los días siguientes pero no consiguieron encontrarlo, aunque ya sabéis que el agua de este río si no hay riada es como un cristal.

Cuando volvió el Arzobispo al cabo de unos meses y preguntó por su anillo. Unos pastores le dijeron que había sido imposible encontrarlo por más que hasta los zagales se sumergían en las pozas gritando ¡A por el anillo del obispo!

-Pues escuchad pastores –dijo el prelado- Sed testigos de mi promesa: Si el anillo volviera a mí, he de construir un puente por el que ganados, peregrinos y viajeros crucen el río sin los trabajos con que ahora lo hacen.

Pasaron dos años y cuando el Arzobispo se disponía  cierto día de primavera a comer en sus casas de Alcolea, ordenó le sirvieran uno de los grandes barbos del Tajo que tanto le gustaban y que se pescaban en el canal del molino de las monjas de Azután. Al abrir el pez, las cocineras comenzaron a gritar y a reír pues entre las tripas brillaba el rubí.

Conmovido por el hallazgo y considerándolo milagro de la Virgen de Guadalupe, esa misma noche ordenó que se comenzaran los trabajos para hacer un puente en el mismo lugar donde perdió su anillo.

-¡Vive Dios! que es hermosa la historia -dijo el calderero-pero mis viajes por toda España me han enseñado que ni nobles ni prelados levantan una paja del suelo si con ello no han de sacar para llenar de rubíes mil de mis calderos.

Rodrigo soltó una sonora carcajada diciendo:

-Razón tenéis amigo que muchos maravedíes cruzan por encima de los puentes y ya mi abuelo me contó que desde Talavera vinieron en sus tiempos gentes del concejo para tirar a las monjas el suyo y hasta hubo sangre, pues muchos dineros perdía la villa. Ahora toman ellas la misma medicina con el puente del Arzobispo.

TAJO ABAJO, UN RELATO

TAJO ABAJO

Relato sobre uno de los planes de navegación del Tajo y los incidentes que tuvieron que pasar los ingenieros en su periplo para anotar los obstáculos a superar

Talavera en un esquema-de un proyecto de navegacion
Talavera en un esquema de el proyecto de navegación en cuyo estudio se basa el relato

Desde la barcaza se escuchaban los aleteos de los pájaros que salían espantados a su paso. Los meandros iban y venían por entre las buenas tierras de Malpica y Cebolla.

Desde que pasaron junto al castillo del señor de Valdepusa no habían tenido problemas con los rápidos, solamente necesitaron extremar la precaución al llegar a algunas presas arruinadas como la de los antiguos molinos de Mirillos o las azudas que dirigían el agua a los cañales de las pesqueras. El navío avanzaba silencioso espantando con su presencia a las nutrias, las ratas de agua y las gallinetas que chapoteaban asustadas ante la presencia del extraño monstruo de madera que había sido bautizado con el nombre de “Antonelli”, en memoria del ingeniero rumano que hizo el primer proyecto de navegación para el rey Felipe II. Las gentes detenían a sus bueyes sorprendidos por la curiosa aparición en medio del campo castellano de un barco descendiendo por el río.

Sobre la embarcación se afanaban varios hombres. El que parecía el jefe era Marco Artú, arquitecto a quien el brigadier Cabanes  había encargado el reconocimiento del Tajo. Otros dos hombres parecían tomar apuntes sobre la anchura del río o las presas que tenían que salvar y comprobaban con una plomada la profundidad de las aguas en las zonas arenosas. Uno de ellos dibujaba sobre una mesa clavada al tablado un plano en el que se referían todos los incidentes. Los pastores, los chiquillos y las mozas que lavaban en el río saludaban a los aventureros y acompañaban al “Antonelli” durante leguas. Sebastián y Agapito Alonso, Diego Cobo y Diego Antón eran los cuatro expertos marineros de agua dulce nacidos en la villa de Serradilla que manejaban con destreza la barcaza con los remos y las pértigas.

Pasada la desembocadura del Alberche se hizo difícil la navegación pues el rio se ensanchaba con islas abundantes y peligrosos bajíos de arena que podían hacer encallar al barco de exploración, cuanto más al que el brigadier Cabanes tenía proyectado utilizar para navegar, un navío movido por vapor del que había pedido informes y presupuestos a la casa Walis Mason de Birmingan. Habían llegado a la presa que dirigía el agua a los molinos del puente de Talavera, según dijo un hombre que además les regaló un manojo de paloduz de gran calidad que se daba abundantemente en uno de los islotes.

Ya podían ver las torres de las iglesias y conventos de la villa. A la derecha, una playa donde algunas carretas estaban siendo cargadas de arena para la construcción y a la izquierda una de las islas de mayor tamaño que habían visto en su recorrido, la Isla Grande.

Postal de los años 70 que muestra los primeros ojos del puente Viejo donde chocaron los navegantes
Postal de los años 70 que muestra los primeros ojos del puente Viejo donde chocaron los navegantes

Habían salido de Malpica a las seis y media de la mañana y eran las ya once cuando la expedición llegaba a Talavera. Junto al puente Viejo esperaba una muchedumbre presidida por el corregidor de la villa. Era el veinte de abril y en recorrer el río desde el Puente Verde de Aranjuez hasta aquí habían tardado trece días. Las lluvias de primavera habían ocasionado una considerable crecida que hizo muy difíciles las maniobras de los pilotos serradillanos para pasar bajo los arcos del puente. Debido a su estrechura, a la corriente y al nivel elevado de las aguas, el “Antonelli” impactó con una de las esquinas del camarote contra los muros del viejo puente ante la concurrencia de numerosos talaveranos. Después del susto, los curiosos acompañaron a la embarcación basta los molinos de Abajo donde presenciaron el descenso del navío por el muro de la presa. Los tripulantes fueron agasajados por la ciudad y prometieron que a la Vuelta pasearían a los vecinos en el navío.

Presa de los molinos de Abajo que hubieron de bajar con su barcaza los ingenieros del plan de navegación
Presa de los molinos de Abajo que hubieron de bajar con su barcaza los ingenieros del plan de navegación

A la mañana siguiente, prosiguieron su viaje para llegar hasta Puente del Arzobispo pero la jornada estuvo llena de incidentes ya que, desde Talavera hasta allí, se vieron obligados a salvar las presas de los molinos de Silos, Ciscarros y Azután, además de los rápidos que, en el tramo cercano a Aldeanueva de Barbarroya, producía la corriente al saltar sobre los riscos graníticos. Las barreras del Tajo se podían disfrutar en todo su esplendor primaveral, los acebuches, los almendros, los chaparros y las alamedas de los arroyuelos presentaban ese verdor vivaz que no volverían a mostrar en todo el año.

Los marinos de agua dulce comentaban con el ingeniero lo dificultoso que sería realizar el canal que, desde los molinos de Silos, debería llevar a los navíos hasta el arenoso arroyo de Alcañizo y más tarde hasta el Tiétar. Era difícil imaginarse a las barcazas navegando por las llanuras del Campo Arañuelo pero sería la solución si se querían salvar los muchos rápidos y presas de molino que obstaculizaban la corriente desde Silos hasta bien entrada Extremadura.

Se detuvieron en los magníficos molinos de Puente del Arzobispo y conversaron con todos aquellos campesinos que desde Oropesa, Lagartera, Valdeverdeja o El Torrico bajaban al río a moler con sus vistosas vestiduras. Pasaron al día siguiente junto a los pilares del puente de Castros mientras la fortaleza árabe les contemplaba desde lo alto. Fue un día duro pues  hubieron de bajar su barco por las muchas presas de molino que cortaban el río en el re-corrido entre las aceñas del Conde y el Puente del Conde dinamitado en la guerra con los franceses. Desde sus arcos arruinados se divisaba la otra Talavera, la Vieja. Sobre su caserío se elevaban los arcos y columnas de un templo romano que llamó la atención de los viajeros. Al pasar delante de la desembocadura del rio lbor, el Tajo salía de las antiguas tierras de Talavera.

El Tajo a su paso por Talavera la Vieja antes de ser inundada. Al fondo se ven los arcos del templo de Diana, hoy junto al puente de la carretera de Guadalupe
El Tajo a su paso por Talavera la Vieja antes de ser inundada. Al fondo se ven los arcos del templo de Diana, hoy junto al puente de la carretera de Guadalupe

LA MINERÍA DE LA JARA II: MAZOS, MARTINETES Y FERRERÍAS

Edificio de El Mazo en Los Navalucillos

LA MINERÍA DE LA JARAII:

MAZOS, MARTINETES Y FERRERÍAS

En este segundo capítulo de La Minería en La Jara comentamos los artificios hidráulicos que procesaban el mineral y el metal de las minas y ferrerías jareñas

Edificio del mazo de las ferrerías de Safont en Los Navalucillos
Edificio del mazo de las ferrerías de Safont en Los Navalucillos

La actividad minera ha dejado en el paisaje diferentes topónimos como impronta de aquellos afanes y así, encontramos términos como “Casa de la Mina”, “Camino de la Mina” o “Camino de los Plateros”, este último es el caso de una senda que daba servicio a una mina de plata en San Martín de Pusa, Los Navalucillos y Los Navalmorales  disputaron desde antiguo  su jurisdicción sobre Herrera, lugar con nombre minero ya documentado en el siglo XII, y con explotaciones de sus pozos hasta mediados del siglo pasado. Tuvo fama en toda la comarca la ermita de Nuestra Señora de la Herrera; a ella concurrían en su fiesta gran cantidad de comerciantes entre los que destacaban por su número los plateros y fabricantes de utillaje de labor, tal vez residuo esta feria de la antigua actividad metalúrgica del lugar. Las herraduras fabricadas en Los Navalmorales fueron también famosas, y llegaron a exportarse incluso fuera de nuestras fronteras, dando sustento a muchas familias de este pueblo.

Ruinas de los edificios de La Herrera convertidos en granja
Ruinas de los edificios de La Herrera convertidos en granja

Estos caminos mineros a los que nos hemos referido sirvieron para el trasiego incesante de material hacia los puntos de transformación como es el caso de la ferrería de San José, en el paraje de El Mazo, junto al río Pusa en los Navalucillos, donde para el transporte desde la Herrera y otros puntos de extracción en las sierras colindantes, se llegaron a emplear basta trescientas mulas.

El Mazo es otro topónimo de interés que indica la existencia de un gran martillo movido por energía hidráulica para la trituración del material, y sobre todo, para el forjado del hierro ya extraído. Además del ya aludido Mazo del Pusa, existe otros topónimos como “mazuelo”, en las cercanías del cruce del Jébalo con la carretera de Espinoso a Buenasbodas.

El Martinete que da nombre al paraje del río Jébalo. A la derecha el edificio del martinete y a la izquierda el muro sobre el que se apoyaba el eje de la rueda vertical
El Martinete que da nombre al paraje del río Jébalo. A la derecha el edificio del martinete y a la izquierda el muro sobre el que se apoyaba el eje de la rueda vertical

También, rio abajo, se encuentra el lugar que se conoce con el nombre de “El Martinete”, seudónimo de mazo, y que consiste en un artilugio que, como muestra el dibujo tomado de un martinete aún en buen estado en Navafría), acciona mediante el caudal derivado por el canal (C), al abrir la trampilla (T), una rueda vertical (R), que hace girar su eje. Dentro ya del edificio, el eje o árbol A tiene encajados cinco dientes o levas (L) que con el giro del mismo van golpeando sobre el mango del mazo propiamente dicho (M).

Edificio de ElMartinete sobre el Jébalo, antes de su destrucción

El mazo metálico podía pesar entre doscientos y mil kilos, y golpear con una frecuencia de 120 a 180 martillazos por minuto, con lo que podemos hacemos una idea de lo que estos artificios hidráulicos suponían en ahorro de trabajo físico a los procesos metalúrgicos. El martinete del Jébalo conserva todavía el canal y los muros del edificio, junto a otra dependencia en forma de torre, que correspondería al horno, también adosado al canal, lo cual nos hace pensar en que el agua accionaría un barquín, que no es otra cosa que un artilugio soplante, el cual, mediante otro eje, en este caso con solamente dos levas, movilizaría mediante un sistema de palanca dos grandes fuelles que avivarían el fuego de la fragua.

Esquema que representa el funcionamiento de un martinete
Esquema que representa el funcionamiento de un martinete

Otro topónimo que nos trae reminiscencias mineras es el de Robledo del Mazo. En las Relaciones de Felipe ll, los encuestados del agreste pueblo serrano dan como explicación al nombre del lugar que este dicho lugar antiguamente era posada de colmenas y siendo posada como dicho tienen, andaban en ellas ciertos osos que son muy perjudiciales para las colmenas, los cuales se las comían, y para evitar el dicho daño, hicieron en el arroyo que llaman de los Regatos del Mazo, un argumento de la misma agua del arroyo a un mazo que le pusieron hechizo, daba grandes golpes de noche y de día para con ellos espantara los tales osos que hacían daño, y por esta razón se vino a llamar Robledo del Mazo.

En el siglo XVI vemos como estos sencillos jareños llamaban a esta incipiente tecnología “hechizo”; por sus palabras parece que no llegaron a conocer el artilugio y es más probable a mi parecer que se tratara de un mazo minero reutilizado quizás para espantar a los golosos plantígrados, ya que no es poco el esfuerzo que requiere hacer la presa, el canal y el propio artificio para Iuego darle solamente esa utilidad. En las inmediaciones del cruce de la carretera de Anchuras con el río Fresnedoso podemos, todavía hoy, contemplarlas ruinas de una ferrería del siglo pasado, un gran cubo se mantiene en pie; con el agua en el contenida se movilizó una rueda probablemente horizontal, que a su vez accionaría la maquinaria, martinetes y barquines necesarios para la actividad metalúrgica.

Un mazo en el siglo XVIII. La rueda movida por el agua hace girar el eje que con sus dientes acciona el mazo y los fuelles de la fragua
Un mazo en el siglo XVIII. La rueda movida por el agua hace girar el eje que con sus dientes acciona el mazo y los fuelles de la fragua

Pero las instalaciones de mayor entidad fueron las ya referidas de las ferrerías de San José del Mazo. En 1844, don José Safont, rico hacendado catalán, especulador que había hecho su fortuna adquiriendo bienes desamortizados, compró un molino en las orillas del Pusa y construyó todo un complejo metalúrgico movido por energía hidráulica que se abastecía de una presa sobre el río, y para el que fue necesario construir un canal de gran longitud con acueductos para salvar arroyos y perforaciones costosas en el terreno pizarroso de las orillas. Lo construyó el ingeniero francés Elías Michelin (hay quien dice que era hermano del descubridor del neumático), que se encuentra enterrado en Los Navalucillos. Esta industria llegó a emplear a trescientos hombres, y supuso un gran impulso demográfico para la población de Los Navalucillos, ya que mantuvo su actividad fabril hasta principios de siglo.

Hoy en día estas ferrerías y martinetes no son más que ruinas, que antes de su completa destrucción deberían ser catalogadas, estudiadas y, en la medida de lo posible, restauradas por la administración pues son de un gran interés por su interés para la arqueología industrial y el patrimonio cultural de La Jara.

EL TAJO DE CERVANTES, GARCILASO O GÓNGORA

EL RÍO DE LAS ARENAS DE ORO

Nuevo capítulo de la serie «Ríos de Historia» sobre las referencias literarias del Tajo en el Siglo de Oro

Especies ribereñas en azulejo talaverano
Especies ribereñas en azulejo talaverano

En el siglo de Oro se estableció un tópico literario sobre las doradas arenas del Tajo hasta el punto que en el prólogo de El Quijote, Cervantes llama a uno de sus amigos para que le explique cómo redactarlo bien. Y este le responde: “Para mostraros hombre erudito en letras humanas y cosmógrafo, haced de modo que en vuestra historia se nombre al río Tajo […]: El Río Tajo fue así dicho por un Rey de las Españas; tiene su nacimiento en tal lugar y muere en el mar océano, besando los muros de la famosa ciudad de Lisboa, y es opinión que tiene las arenas de oro, etc.”.

Especies ribereñas en azulejo talaverano
Especies ribereñas en azulejo talaverano

Para Garcilaso de la Vega, en su égloga III, el Tajo es el río de donde salen las ninfas que la protagonizan: “De cuatro ninfas que del Tajo amado salieron juntas, a cantar me ofrezco…”.  Las églogas de Garcilaso cuentan la historia de dos pastores, Salicio y Nemoroso, que a orillas del Tajo cuentan sus problemas y el río se convierte en un lugar donde nacen las leyendas y se desarrollan los amores pastoriles. La “Égloga III” nos ofrece una belleza idealizada del Tajo, que corresponde a una naturaleza idílica relacionada con el tópico medieval del “locus amoenus” con las características habituales de estos parajes: frescura, aboleda, flores y hierba, aves, agua.

Especies ribereñas en azulejo talaverano
Especies ribereñas en azulejo talaverano

Cerca del Tajo, en soledad amena, / de verdes sauces hay una espesura / toda de hiedra revestida y llena, / que por el tronco va hasta el altura / y así la teje arriba y encadena / que el sol no halla paso a la verdura; / el agua baña el prado con sonido, / alegrando la vista y el oído.

Con tanta mansedumbre el cristalino / Tajo en aquella parte caminaba / que pudieran los ojos el camino / determinar apenas que llevaba. / Peinando sus cabellos de oro fino, / una ninfa del agua do moraba, / la cabeza sacó, y el prado ameno / vido de flores y de sombras lleno.

Moviola el sitio umbroso, el manso viento, / el suave olor de aquel florido suelo; / las aves en el fresco apartamiento / vio descansar del trabajoso vuelo; / secaba entonces el terreno aliento / el sol, subido en la mitad del cielo; / en el silencio solo se escuchaba / un susurro de abejas que sonaba.

Especies ribereñas en azulejo talaverano
Especies ribereñas en azulejo talaverano

Otras hermosas descripciones del Tajo y sus amenas riberas podemos encontrar del mismo autor:

Las telas eran hechas y texidas / de’l oro quel felice Tajo embía, / apurado después de bien cernidas / las menudas arenas do se cría, / y de las verdes ovas… (Egl. III, vv, 105-112)

Corrientes aguas, puras, cristalinas / árboles que os estáis mirando en ellas / verde prado de fresca sombra lleno / aves que allí sembráis vuestras querellas / yedra que por los árboles caminas / torciendo el paso por su verde senda / yo me vi tan ajeno del grave mal que siento / que de puro contento / con vuestra soledad me recreaba / o con el pensamiento discurría / por donde no hallaba / sino memorias llenas de alegría.

Especies ribereñas en azulejo talaverano
Especies ribereñas en azulejo talaverano

También Luis de Góngora, poeta cordobés del siglo de Oro, en el tercer acto de su obra de teatro “Las Firmezas de Isabela” pone en boca de su personaje Emilio la descripción del Tajo y Toledo: “Ese turbante de labor africana, a quien el Tajo su blanca toca es, listada de oro, ciñó las sienes de uno y de otro moro”.

UN CUADRO DE 1610 QUE REPRESENTA EL RÍO Y EL PUENTE VIEJO DE TALAVERA

UN CUADRO DE 1610 QUE REPRESENTA EL RÍO Y

EL PUENTE VIEJO DE TALAVERA

Cuadro del Louvre-de-Brueghel el Viejo que representa el puente Viejo de Talavera
Cuadro del Louvre-de-Brueghel el Viejo que representa el puente Viejo de Talavera

Debemos a Alberto Loarte Prieto un interesante artículo en el que desvela el descubrimiento de un cuadro del pintor Jan Brueghel el Viejo que representa de forma muy idealizada el puente Viejo de Talavera que vamos a comentar. Tanto éste cuadro como otra versión alegórica del mismo se encuentran en el museo del Louvre de París.

Se trata de un óleo sobre cobre de pequeñas dimensiones (28cm x20,5cm) que representa el puente visto desde lo que hoy sería la calle Puerta del Río con numerosos personajes y un gran trasiego de gentes y ganados en torno a la entrada del mismo. La escena ha sido idealizada ya sea porque el pintor, si es que estuvo en Talavera, lo pintó de memoria o porque se basara en algún grabado anterior.

A la izquierda aparece un edificio de considerable altura que aunque está rematado con una pequeña espadaña, podría representar los molinos que antiguamente aprovechaban la corriente bajo el primer ojo del puente. También podría tratarse de alguna edificación pública que controlaba el paso y del puente y el cobro del pontazgo como más tarde estuvo la casilla de peones camineros.

No es extraño ver a los caballeros bajar hasta el río con sus caballerías pues antiguamente había rampas a los dos lados del puente para hacer más accesible el paso de ganados a la orilla, incluso aparecen en las fotografías del siglo XIX de Cliford. En las épocas de estiaje y sobre todo si estaban abiertas las compuertas de la azuda de los molinos de Abajo el agua bajaba de nivel y debido a la gran anchura del río en este tramo y la escasa profundidad podían los animales pastar en las islas.

Se representan comerciantes y arrieros con sus mercancías, frailes y viandantes. El puente se encuentra muy idealizado, con sus arcos más altos y estilizados, aunque sí que se percibe algún arco arruinado como era habitual en nuestro puente siempre en precaria situación por su asiento arenoso y las crecidas. No se dibuja sin embargo el quiebro que hace el puente con sus tres primeros arcos siguiendo el primitivo trazado romano. El Cerro Negro se representa como una pequeña cordillera montuosa con vegetación abundante y no como la línea de terrazas y barrancas que es en realidad.

El pintor nació en Bruselas, fue hijo de Peter Brueghel el Viejo y amigo de Rubens con quien colaboró en la realización de algunas obras por su dominio de la pintura de bodegones y vegetales. Estudió en Amberes y viajó a Italia donde obtuvo reconocimiento por su obra mientras estuvo al servicio del cardenal Federico Borromeo. Vuelve a Amberes y en 1609 es nombrado pintor del Archiduque Alberto de Austria y la Infanta Isabel Clara Eugenia a quienes Felipe II concede el gobierno de los Paises Bajos por ser ella hija del Rey prudente e Isabel de Valois. El cuadro se pintó en 1610, cuando el pintor flamenco llevaba residiendo 12 años en Amberes. Es fácil por tanto que Brueghel no estuviera jamás en Talavera pero sí estuvo sin duda su señor el archiduque cuando entre los años 1585 y 1598 era arzobispo de Toledo y por tanto señor de Talavera cuya residencia era el alcázar talaverano desde donde precisamente se contemplaba el escenario que aparece en el cuadro. Puede que entre el patrimonio o los recuerdos del archiduque hubiera algún cuadro o grabado que sirviera de modelo a esta pintura de Brueghel.

El templo de la Sibila deTivoli en una composicion de Brueghel junto al puente de Talavera
El templo de la Sibila deTivoli en una composicion de Brueghel junto al puente de Talavera

Existe también en el Louvre otro cuadro de tema alegórico muy curioso pintado al óleo sobre cobre en una plancha circular. Representa el mismo puente de Talavera pero a la izquierda de él se ha pintado sobre una elevación el templo de la Sibila de Tívoli. La sibila es una profetisa mitológica que tenía uno de los templos principales en esta ciudad cercana a Roma que aparece esquemáticamente pintado. En este cuadro se reflejan junto a personajes que deambulan por el puente con mercancías, frailes y jinetes que bajan al río a dar de beber a sus caballerías, algunas figuras femeninas y lo que parece un monje que bendice a los transeúntes rociándoles con agua mediante lo que parece una rama.

También se percibe una empalizada a la derecha del puente y una especie de cobertizo de un mesón a la izquierda con un personaje sentado bebiendo. Se diferencia también del otro cuadro en que en el río se ve una barca y que en el otro extremo del puente se ha dibujado una edificación.

CUANDO EL TAJO ERA FUENTE DE FELICIDAD ( 1)

CUANDO EL TAJO ERA FUENTE DE FELICIDAD

Bañistas sobre la presa de Palomarejos
Bañistas sobre la presa de Palomarejos

Hoy que es noticia un Tajo lleno de espumarajos en Toledo y putrefacción en Talavera, hay que mostrar cómo el río fue patrimonio de todos sus ribereños, que disfrutaban de una verdadera cultura fluvial que daba alegría a sus vidas. Es lo que  el catedrático aragonés Javier Gil creador de la Fundación Nueva Cultura del Agua llamaba FLUVIOFELICIDAD, en las primeras jornadas del Tajo organizadas por la Plataforma de Talavera.

Vemos aquí algunas instantáneas de esa fluviofelicidad de los talaveranos bañándose en en la playa de Los Arenales, en el Paredón, los Sifones, la Presilla o Palomarejos. He ido recogiendo imágenes de diferentes fuentes. Unas pertenecen a diferentes ciudadanos que las prestaron para una exposición de la Universidad de Mayores, otras a la familia de Pedro Pablo González y otros donantes anónimos.

Se añaden a otras entradas de esta web que podéis buscar en la pestaña de Naturaleza y Ríos o en la de fotos antiguas.

La familia González yendo a disfrutar un día en la playa de los Arenales
La familia González yendo a disfrutar un día en la playa de los Arenales
Familia disfrutando del Tajo
Familia disfrutando del Tajo
Bañistan en el Paredón, al fondo se ve la Real Fábrica de Sedas a la izquierda
Bañistan en el Paredón, al fondo se ve la Real Fábrica de Sedas a la izquierda
Cuando los niños talaveranos disfrutaban de su río
Cuando los niños talaveranos disfrutaban de su río
Otra escena de bañistas en Palomarejos, esta vez por debajo de la presa
Otra escena de bañistas en Palomarejos, esta vez por debajo de la presa
Familia disfrutando en la playa de Los Arenales
Familia disfrutando en la playa de Los Arenales
Bañistas jugando al balón en Los Arenales
Bañistas jugando al balón en Los Arenales
La playa de Los Arenales con sus merenderos
La playa de Los Arenales con sus merenderos
Familia disfrutando en la playa de Los Arenales
Familia disfrutando en la playa de Los Arenales
Chicas talaveranas disfrutando del río en los años 60
Chicas talaveranas disfrutando del río en los años 60

EL TAJO DEL SIGLO DE ORO

EL TAJO DEL SIGLO DE ORO

Nuevo capítulo de «Ríos de Historia en el que conoceremos el Tajo en el siglo XVII a través del Plan de navegación de Carduchi y los planos dol archivo municipal de Toledo. Describimos así el Tajo que cantaron Cervantes o Garcilaso.

En esta centuria se acomete un nuevo plan de navegación del Tajo que nos ofrece numerosos datos sobre el río en su recorrido por nuestra comarca. Se trata del Proyecto de Carducci y Martelli y es, después del de Antonelli, el siguiente intento de hacer navegable nuestro río. Se acomete durante el reinado de Felipe IV que, a propuesta de don Luis Bravo de Acuña, solicita a su tía doña Isabel

Talavera representada en el plan de navegación del Tajo de Carduchi
Talavera representada en el plan de navegación del Tajo de Carduchi

que envíe desde Flandes dos ingenieros para que estudien la viabilidad del proyecto. Los ingenieros Luis Carducci y Julio Martelli inician el reconocimiento del curso fluvial en compañía del licenciado Eugenio Salcedo el 24 de Febrero de 1641.  Durante el recorrido se levantan los primeros planos de uno de los proyectos de navegación del Tajo que conocemos. En el Archivo Municipal de Toledo se conserva uno de esos planos dibujado a color y en perspectiva caballera. La planta de estos mismos planos ha llegado hasta nosotros en copia datada en 1859 y trasladada del original que se había hallado en el archivo del  Conde de Cifuentes y que se acompaña de los planos de otros dos proyectos.

La separación definitiva de Portugal de la corona española restó interés al proyecto que perdía así su aspecto estratégico. Por otra parte, la iniciativa coincidió con varios conflictos bélicos interiores y fuera de la península que, unidos a la crisis económica y a la crónica falta de fondos, consiguieron que en este caso ni siquiera llegaran a comenzarse las obras.

Azután con su torre representada en el plan de carduchi
Azután con su torre representada en el plan de carduchi

En el reconocimiento desde Toledo hasta Alcántara se  tardaron dieciocho días de los que cuatro se emplearon en desencallar un barco y en varias paradas de mantenimiento. Hallaron ochenta y seis presas de las que cuarenta y ocho servían a molinos, aceñas y canales mientras que otras treinta y ocho estaban perdidas. Cuarenta y dos canales y chorreras dificultaban también el paso.

En los mapas de este plan de navegación se expresan  las distancias aproximadas entre los obstáculos en leguas con tres decimales. Si la presa sirve figura como Corriente y si se halla en desuso o derruida se señala con la frase “ No corre”. Se reseña además si el azud corresponde a molino, batán (Máquina que consta de unos mazos de madera muy gruesos que mueve una rueda con la violencia y corriente del agua, los cuales suben y bajan alternadamente y con los golpes que dan al tiempo de caer aprietan los paños y muelen las pieles y hacen el efecto que se necesita para tales obrajes, según el Diccionario de Autoridades), aceña (molino hidráulico de rueda vertical ), lavadero (Se refiere generalmente a a los lavaderos ribereños de lana), cañal (cañal es el “cerco de cañas que se hace en las presas de los ríos o en otros parajes angostos de ellos para pescar truchas y otros peces” según el Diccionario de Autoridades) o tejar (pues los grandes tejares necesitaban de agua abundante para amasar el barro de tejas y ladrillos ). En ocasiones, aparece el nombre del propietario de los artificios y también figuran las barcas y otros obstáculos como bajos de arena, chorreras, raudales y ollas o remolinos. Se reflejan de un modo esquemático los puentes, las poblaciones, ventas, casas de los molineros e incluso algunas granjas y ermitas.

Azuda de riego con sus ruedas y canales en el plan de Carcduchi
Azuda de riego con sus ruedas y canales en el plan de Carcduchi

Según Ildefonso Fernández se hicieron nuevas tentativas durante el reinado de Carlos II e incluso se proyectó llevar la navegación con canales desde Aranjuez hasta Madrid y Alcalá de Henares.

Consideraremos como inicio del recorrido por la comarca de Talavera el pueblo de Malpica cabeza del señorío de Valdepusa que hasta el siglo XIV formó parte de las Tierras de Talavera.

En el proyecto de Carduchi aparecen los molinos de Corralejo pero “no sirven” en ese tiempo, la crisis del XVII también se dejó notar en la molinería y son varias las paradas del Tajo que dejaron de funcionar durante ese siglo. Los molinos de Corralejo tienen la peculiaridad de servirse de un brazo del río para mover sus ruedas (fig. 4).

Sí están corrientes y molientes, sin embargo, los molinos del Conde de Oropesa en Cebolla, hoy casi irreconocibles por la construcción de una central eléctrica, y que también sirvieron como batanes. Aparece el edificio molinero con una pasadera de madera para acceder a él desde la orilla, muy frecuente disposición en las aceñas de rueda vertical que debían introducirse en el cauce para afrontar mejor las subidas y bajadas de caudal que dificultaban su funcionamiento por defecto o exceso de hundimiento de las palas en la corriente.

Puente del Arzobispo en el plan de navegación de Carduchi
Puente del Arzobispo en el plan de navegación de Carduchi

Aparecen luego unos “bajos” que se intentan salvar con una “empalizada que se ha de hacer” para aumentar el caudal en uno de los brazos del río (fig. 5). La presa de Montearagón podría corresponderse con la de los antiguos molinos de Merillos de los que actualmente no quedan restos. La desembocadura del Alberche da paso a una zona todavía hoy llena de bajos en la balsa que deja río arriba de su muro la presa de Palomarejos.

En Talavera se dibuja esquemáticamente la ciudad amurallada y los molinos de Arriba en el puente Viejo. No se representan los molinos del primer ojo del puente, tal vez porque no sirvieran en esa época. Los molinos de Abajo se señalan como pertenecientes al monasterio jerónimo de Santa Catalina con la misma presa quebrada que en la actualidad lleva el agua a la central eléctrica. También se dibuja la pasarela típica de las aceñas y otra parada molinera en la orilla opuesta de la que hoy quedan algunos restos de sus dos edificios con dos cubas de molino de regolfo en uno de ellos (fig. 6 ).

Las aceñas del Conde de Oropesa en témino de Torrico
Las aceñas del Conde de Oropesa en témino de Torrico

Nuevos “bajos” y llegando a Las Herencias aparece la granja jerónima de Pompajuela. El pueblo aparece esquematizado y se señala más abajo una “angostura” en el cauce que hoy está oculta por el reculaje del embalse de Azután. Los molinos de Silos presentan una parada en cada orilla. Un canal de Silos y un “cañar de Abana desvaratado” nos sugieren la actividad pesquera en esa zona todavía hoy rica en ictiofauna. También aparece otra “presa inservible de Socalata” y antes de ella dos chorreras desde donde parte la obra más quimérica de este proyecto, un canal que partiendo de aquí evitaría los rápidos furiosos del Tajo situados entre este paraje y la desembocadura del Tiétar. Se trataba de unir el río mediante una “cortadura que será de legua y media” con el arroyo de Alcañizo para a continuación volver al Tajo bajando el Tiétar. Imaginarnos a las barcazas atravesando las llanuras del Campo Arañuelo después de la realización de unas obras comparables con las de un canal transoceánico, no deja de ser un sueño para los medios con que contaba la ingeniería en el siglo XVII (fig. 7).

Aguas abajo de Silos encontramos los molinos de Ciscarros frente a Aldeanueva de Barbarroya y a continuación una “carrera del Rey”. Como hemos visto estas carreras eran obras de semicanalización realizadas para hacer navegable el río y podemos deducir que ésta sería una de las construidas por Antonelli bajo los auspicios del rey Felipe II. Hoy también se oculta bajo las aguas del embalse de Azután como los molinos de Ciscarros y la central eléctrica que se construyó aprovechando su azud[1].

Chorreras y presas arruinadas dan paso a los corrientes molinos de Azután propiedad de las monjas de San Clemente de Toledo señoras del pueblo. En el proyecto del Archivo Municipal de Toledo se dibuja todavía en pie la torre musulmana “del Sultán” que dio origen al nombre de Azután (fig. 2).

El puente construido por el arzobispo Tenorio se puede ver aún con sus dos torres y a continuación los molinos fundados también por él para la financiación del Hospital que daba en la Villafranca servicio a los peregrinos que se dirigían a Guadalupe.

La presa de Calatravilla se encuentra frente a la ciudad de Castros y por delante de los tajamares de su puente que no dibuja Carducci. Sirvió este azud a los molinos que llevan su mismo nombre y que pertenecieron a esa orden. Hoy pueden verse los restos de su edificio típico de aceña de rueda vertical con una pasarela de acceso de mampostería.

Las siguientes aceñas son las del Conde de Oropesa, cuyo edificio permanece hoy en pie con el blasón de la casa de los Álvarez de Toledo junto a las compuertas. Otros molinos también propiedad del Conde de Oropesa, o molinos del Barbo se corresponden con los actuales molinos de Los Rebollos. El molino de Meneses se identifica como la construcción que actualmente se denomina molino de los Capitanes y que se encuentra en término de Valdeverdeja.

El siguiente artificio es el de los Sacristanes que figura en el plano como “de Ramos” y que tiene parada en ambas orillas. Sobre la de la derecha se sitúan hoy los restos de la pequeña central eléctrica  que daba energía a Valdeverdeja y Valdelacasa y que permanece gran parte del año anegada por las aguas del embalse de Valdecañas.

Cerca de la chorrera de Pizarroso desemboca el río del mismo nombre que no se dibuja en el plano y a continuación, junto al castillo,  están los molinos de Espejel que pertenecieron al monasterio de Guadalupe. Cerca de la finca de Bercenuño molía el molino del Barquillo, último artificio antes de llegar a los pilares del Puente del Conde, situado bajo el castillo de Alija que tampoco dibuja (fig. 8 ).

[1] Presa generalmente oblicua a la corriente que desvía el agua para utilizarla en el riego o para mover molinos y otros artificios.

EL PUENTE DEL ALBERCHE

EL PUENTE DEL ALBERCHE

Los dos únicos arcos del Puente del Alberche aún en pie
Los dos únicos arcos del Puente del Alberche aún en pie

 La red viaria romana unía Toletum con Emérita Augusta a través de Talavera (Caesaróbriga). Desde hace dos mil años nuestra ciudad era y es paso obligado de las comunicaciones del centro peninsualr con el occidente ibérico. Era por tanto obligado cruzar también, casi siempre, el puente del Alberche que, según los expertos, tiene parte de su sillería más antigua labrada en esa misma época romana.

Los restos que quedan del puente nos permiten todavía observar dos de los arcos, precisamente aquellos por los que discurre hoy el poco caudal del Alberche. El resto de pilares se cimentan sobre los restos de sillería del primitivo puente romano, que en algunos de ellos muestra todavía el arranque de los arcos.  Esos pilares son de ladrillo aunque se rematabn en la parte superior por sillares planos de granito. En algún tramo, especialmente en el extremo oriental del puente se percibe parte de la barandilla, también de ladrillo.

Pilar moderno del puente del Alberche sobre las antiguas estructuras romanas
Pilar moderno del puente del Alberche sobre las antiguas estructuras romanas

El río Alberche, aunque menos caudaloso que el Tajo, sufre en determinadas épocas grandes avenidas por los deshielos de Gredos o por las escorrentías serranas de épocas lluviosas. Como en el caso del puente sobre el Tajo, eran continuos los desperfectos y los arreglos consiguientes, que debía asumir el concejo talaverano para mantener transitable una de sus principales fuentes de ingresos, «por el mucho peligro que ay en el paso de la dicha puente» como se decía ya en 1501. Es popular el dicho de la comarca que avisa de estos peligros: «Si el Alberche y el Tajo se amistan, Talavera Dios te asista». Cuando el puente, en el que confluía también el transitado Camino de los Veratos, estaba inutilizado se cruzaba el río por el vado de La Cabra, situado a algo más de dos kilómetros río arriba.

La mayor parte de los ganados trashumantes que pasaban por Talavera, salvo los que discurrían por  la cañada leonesa a través de Navamorcuende y Velada directamente hacia Puente del Arzobispo, se veían obligados a pasar por el puente del Alberche. La Mesta llega a firmar diferentes concordias con la villa para regular el paso de ganados por el puente y surgen algunos conflictos, uno de ellos en el siglo XVI, porque los arrendadores de la renta del puente del Alberche obligaban ilegalmente «a beuer o pagar un açunbre de vino» a los hermanos mesteños que sólo debían pagar realmente dos ovejas por cada mil cabezas y un dinero por cabeza de rebujal.

Entrada oriental al puente del Alberche
Entrada oriental al puente del Alberche

En los puentes no sólo se cobraban derechos de pontazgo por el paso de mercancías o ganado, también la Santa Hermandad Real y Vieja de Talavera aprovechaba estos lugares estratégicos para recaudar la “asadura”, impuesto destinado a financiarla, que sobre el ganado cobraba tan significativa institución que hacía funciones de “policía rural”  en las tierras de Talavera.

Vinculada a este puente estaba otra fuente de ingresos paralela del concejo talaverano, la Venta del Alberche, un lugar lleno de historia y trasiego de gentes que todavía conserva algunos edificios junto a la orilla occidental  aunque se encuentra en estado de abandono total. También, eran controlados en este punto los viajeros y mercancías durante los periodos epidémicos poniendo guardias que vigilaran el paso.

Dibujo de jesús Morales que representa a la Venta del Alberche poco antes de su demolición
Dibujo de jesús Morales que representa a la Venta del Alberche poco antes de su demolición

Por su valor estratégico sufrió este puente diversas vicisitudes bélicas entre las que destacaríamos la Batalla de Talavera, durante la Guerra de la Independencia. En ella jugó un papel estratégico esencial, siendo asignada su defensa a las tropas españolas. Como huella de esa importancia estratégica durante la Guerra Civil todavía pueden observarse los restos de los bunkers que lo defendían.

Uno de los búnkers de la Guerra Civil a la entrada del puente del Alberche
Uno de los búnkers de la Guerra Civil a la entrada del puente del Alberche

Cuando visitaban los reyes Talavera o cruzaban por la ciudad de paso hacia Extremadura o Portugal, las autoridades, clero y nobleza locales acudían a esperarles al puente de Alberche, aunque también se aguardaba a estas visitas regias o a otras de menor importancia en el puente Cordero, un poco más próximo a Talavera, sobre el arroyo de las Parras, justo en el mismo lugar donde se exhibían para público escarmiento los cuartos de los ajusticiados que habían sido despedazados.

TALAVERA DESDE LA OTRA ORILLA EN EL SIGLO XVI (y4)

TALAVERA DESDE LA OTRA ORILLA EN EL SIGLO XVI (y4)

Puerta del Río y Molinos del primer ojo del puente
Puerta del Río y Molinos del primer ojo del puente

9.-PUERTA DEL RÍO  Y MOLINOS

Podemos observar claramente la Puerta del Río, una de las puertas principales del primer recinto amurallado, pues daba paso al puente que comunicaba a la villa con sus tierras de La Jara. Está flanqueada por una torre que la protege, aunque no es tan monumental como lo eran las puertas de Mérida y San Pedro. Tal vez lo que parece un blasón de grandes proporciones a la derecha de la puerta podría intentar ennoblecer esa importante entrada de Talavera junto a la residencia de los señores de la villa, los arzobispos de Toledo que residían en el alcázar, aunque también podría ser una puerta de entrada a las dependencias palaciegas.

Destacan también dos edificios simétricos junto al inicio del puente. Se trata de los molinos que aprovechaban el primer ojo del puente viejo. Pertenecieron al ayuntamiento pero hubo intentos de aprovecharlos por parte de la nobleza talaverana, aunque  hubo  regidores que lo impidieron defendiendo los intereses de la villa.

Cada uno de los molinos cuenta con dos edificaciones paralelas y entre las dos se perciben dos salidas del agua. Esa estructura nos hace pensar en que se trata de molinos de rueda vertical, es decir aceñas, aunque ya en esa época había molinos de los llamados «de regolfo», una especie de turbina primitiva que aprovechaba la fuerza centrífuga del agua y no el movimiento de las paletas impulsadas por el agua que movía a las ruedas verticales. Las casas son de considerable altura para salvar las crecidas y para alojar en el piso de abajo el engranaje de los ejes que cambiaba el movimiento vertical de la rueda en el giro horizontal de las piedras molederas. También se puede ver una rampa que da acceso al segundo molino dejando pasar por debajo el agua que sale de los cárcavos del primero. También es de señalar que, aunque se trata de molinos junto a un gran río con subidas considerables de nivel, no estén abovedados como suele suceder en otros, sino que se encuentre cubierto simplemente con teja árabe.

Por detrás de la puerta del Río y casi alineada con ella se ve otra puerta de grandes dimensiones que probablemente es la de San Pedro, con la plaza del Comercio (del Reloj hoy) por detrás. A la derecha y marcada con una «F» se ve la entonces modesta espadaña de la iglesia de San Francisco, por aquella época convento franciscano. Más a la derecha también se representa el convento de la Trinidad.

Puente Viejo y Molinos de Arriba.
Puente Viejo y Molinos de Arriba.

EL PUENTE VIEJO

Aunque nos referiremos más extensamente a los molinos y el Puente Viejo en próximos capítulos, vemos en el dibujo de Wingaerde que ya entonces presentaba la construcción un aspecto lamentable con reparaciones de de vigas y tablones en todo su recorrido. En primer lugar se observa un derrumbe justo en el arco en el que cambia de dirección y que actualmente también se encuentra caído en el lado aguas arriba.

Se han pintado numerosos viandantes que portan lo que podrían ser cañas de pescar o lanzas. En el río se percibe la corriente sobre el azud o presa que derivaba el agua hacia los molinos del primer ojo del puente.

También contemplamos en su recorrido el edificio de los llamados Molinos de Arriba, que pertenecieron a los jerónimos y sobre los que hoy se asienta la vieja central eléctrica. Como sucede hoy día, uno de los ojos del puente sirve para que salga el agua del cárcavo del artificio. El edificio se presenta como de considerable envergadura y también cubierto con teja. En la fachada se ve lo que parece una gran puerta que daría paso a un zaguán.

Frente al molino se observa en el caserío de la villa una serie de torres y lienzos de muralla que en su mayoría se hayan hoy derribados y que parecen representar las torres y puertas en torno al alcázar en el entorno de las calles Carnicerías y Pescaderías.

Más al norte se puede ver la iglesia de San Lázaro, aunque yo más bien pienso que es la de Santa Leocadia con dos torres y una puerta de entrada de buenas dimensiones. Ya fuera de las murallas se ve la ermita de San Juan hoy desaparecida pero que sigue dando nombre al barrio situado entre las calles Trinidad y Matadero. Acabamos el recorrido del puente sobre nuevos arcos arruinados y una presa levantada en la actual zona de La Presilla para proteger el puente de una mayor destrucción

Alcázaba de Talavera en el dibujo de Van der Wingaerde
Alcázaba de Talavera en el dibujo de Van der Wingaerde

EL ALCÁZAR

La representación de la alcazaba en este dibujo es, junto a un plano levantado de sus ruinas por las tropas francesas en la Guerra de la Independencia, la que más datos puede aportar sobre este importante monumento talaverano lleno de historia.

Por delante del noble edificio se puede ver un puentecillo sobre el arroyo Papacochinos que desembocaba en sus inmediaciones. Detrás se percibe la pequeña la muralla de altura más baja que formaba la barbacana. Hoy día podemos ver excavado ese espacio junto al muro sur del alcázar, conocido hoy como huerto de San Agustín porque sobre sus ruinas se fue acumulando tierra y se hizo la huerta del convento al que se accedía por el arco restaurado hace unos años.

En la fachada principal se ven tres grandes ventanales por donde se habrían asomado los arzobispos y reyes que se alojaron con frecuencia en sus dependencias palaciegas. A la derecha de estos huecos vemos una torrecilla y tras la muralla un aguilón de un edifico de buenas proporciones.

Al oeste del alcázar se dibuja la que por confusión el pintor llama de Toledo y en realidad es la Puerta del Sol que también daba nombre a la calle actual por encontrarse orientada a saliente o también la puerta de Pescaderías, pero en ningún caso estaría la puerta de Toledo tan al sur del recinto, aunque el dibujante confunde a veces el primer y segundo recinto amurallado.

Al fondo ha representado la Puerta de Zamora marcada con una “R” flanqueada por sus dos antiguos torreones pero su situación se ha desplazado demasiado al este.

El-prado-con-la-ermita-de-la-virgen-y-la-ermita-de-San-Joaquin-y-Santa-Ana
El-prado-con-la-ermita-de-la-virgen-y-la-ermita-de-San-Joaquin-y-Santa-Ana

ARRABALES Y EL PRADO

Fuera del recinto amurallado se extienden los arrabales de la villa que en el lado oriental se continúan con el Prado. El dibujo deja ver el camino que venía de Madrid los arroyos que circulaban entonces por sus inmediaciones y que daban la frescura a los prados, así como a la orilla del Papacochinos la ermita de San Joaquín y Santa Ana situada sobre lo que hoy es el aparcamiento subterráneo junto a los jardines. Más tarde, el arroyo pasa bajo un puente junto a la muralla. En la esquina superior izquierda se ve un edificio que podía corresponder al antiguo humilladero.

Al fondo se ve la ermita de la Virgen del Prado con una construcción más modesta que se ampliaría con las reformas de los siglos XVII y XVIII. Se ven restos de las alamedas pero da la sensación de ser menos ricas en arbolado que las que posteriormente conocimos salvo en las islas.