Talavera es una ciudad situada en un importante nudo de comunicaciones y además muy cercana a la Villa y Corte de Madrid. Estas circunstancias han condicionado desde antiguo el paso de indigentes transeúntes, soldados de paso o licenciados en sus regimientos, peregrinos a Guadalupe o gallegos que, tras dedicarse a la siega en la comarca, se quedaban por estas tierras en situación de precariedad económica. Todas estas gentes, además de los pobres locales y los de comarcas cercanas históricamente deprimidas, hacían necesaria una infraestructura hospitalaria que atendiera a todos estos desvalidos.
SANTO HOSPITAL DE LA MISERICORDIA
El más importante de los antiguos hospitales de Talavera es el Santo Hospital de La Misericordia. El edificio está situado en la plaza del Pan, frente a la Colegial, que los talaveranos han conocido hasta hace pocos años como la Casa de Socorro.
Fue fundado en 1475 por un visitador del arzobispo Carrillo llamado Hernando de Alonso que, al mismo tiempo, funda el Hospital de la Piedad en el pueblo jareño de Villar del Pedroso, en el camino de Guadalupe, pues además de canónigo de la Colegial había sido cura de esa localidad donde todavía se mantiene en pie el edificio con su portada gótica y la placa conmemorativa de su fundación.
Queda financiada la institución talaverana con una cuantiosa dote de su fundador. En 1591, el caballero talaverano Juan Castrillo y su hermana Juliana de Guzmán dejan también sus bienes al hospital y su escudo aparece en la portada flanqueando al de Hernando de Alonso junto al de otro benefactor, Sancho de Villageda, que financió una sala de convalecientes. Al llegar la Desamortización eran numerosas las propiedades donadas para su mantenimiento y ello había determinado una desahogada administración de la benéfica institución..
Sobre este hospital ha publicado un trabajo Manuel Hernández Lanchas, en él podemos ir conociendo la evolución de los reglamentos y ordenanzas del mismo. Su administración se hallaba tutelada por el Deán y el cabildo de la Colegial aunque recaía la organización más directa y el servicio espiritual del centro sobre un capellán que tenía la obligación de residir en él y dar cuenta de los ingresos y gastos al Cabildo. El hospital acogía a todos los pobres que lo solicitaran, los sanos por una sola noche «e otro día que se vayan donde Dios les ayudare» sin embargo, los enfermos podrían permanecer hasta que «sanen o fallescan».
El Cabildo nombraba de entre los canónigos un Visitador al que correspondería la supervisión del hospital, el capellán o los capellanes, pues llegaron a ser tres, tenían, además de la obligación de asistir espiritualmente a los ingresados, la de realizar una serie de oficios religiosos en memoria del fundador y otros benefactores. El médico solía ser alguno de los titulares de la localidad que recibía una pequeña cantidad por su trabajo. El cirujano daba la tercera parte de sus cortos emolumentos al sangrador. Primero un hospitalero y más tarde un matrimonio que hacía de enfermero y enfermera, según el sexo de los hospedados, desempeñaban las labores asistenciales más directas.
El hospital fue uno de los primeros edificios destruidos y saqueados por los franceses. A principios del siglo XIX fue preciso habilitar sus dependencias para, además de sus doce camas habituales, recibir en su troje las camas y enfermos del Hospital de San Juan de Dios. Las enfermedades contagiosas y venéreas así como los tísicos no se admitían en el centro, tampoco las parturientas y niños expósitos que eran enviados a otras instituciones.
Las dolencias con las que más frecuentemente se ingresaba eran el paludismo, endémico en Talavera y todo el Campo Arañuelo, las gastroenteritis, cuyos enfermos tenían asignados la ropa y los colchones viejos ya que la diarrea los “pudría”, y todas aquellas enfermedades compañeras de la miseria y la inanición como úlceras en las extremidades, patología respiratoria, parasitosis y alcoholismo.
Entre sus dependencias en el siglo XIX figuraban, en la planta baja, los dormitorios comedor y patio para tener separados a los niños, depósito de cadáveres, depósito de “inmundicias”, de ropas y de camillas. Lavadero y tendedero para la ropa de los enfermos, fregadero de los utensilios de los enfermos, despensa, cuarto para la bomba de incendios, tornos y “cuarto de locos”, además de algunos cuartos del portero, situados en el sótano.
En la planta superior estaba la sala de cirugía o de San Miguel, la enfermería de hombres llamada sala de los Santos Mártires, la de mujeres o de Nuestra Señora del Prado, alacenas, cocina, refectorio, cuarto de cofres, alacena para documentación y la capilla con un altar de San José, además de las dependencias de las hermanas.
En 1837 la Junta Municipal de Beneficencia se hace cargo de éste y de los demás hospitales talaveranos, desapareciendo como institución religiosa y pasando a ser Hospital Municipal casi hasta nuestros días.
En 1926 fue reformado por el alcalde Justiniano López Brea.
CURIOSIDADES
En un corral del hospital existió posiblemente una mezquita durante la dominación musulmana ya que, durante unas obras de remodelación, se halló una inscripción en caracteres cúficos que decía: «En este lugar no es lícito pensar cosa mala, cuanto más hacerla». También se encontró en los cimientos del mismo hospital cuando se iba a labrar una capilla otra piedra con una inscripción que decía: «Santifica señor esta casa, la cual yo indigno sacerdote Hernando Alonso edifiqué en reverencia de tu santo baptismo; e plégate señor de oIr en las alturas de tu sancta gloria las plegarias de los que aquí entraren, porque de nuestras obras merezcamos ser perdonados. Amén»