BRUJAS TALAVERANAS

BRUJAS TALAVERANAS

La Celestina, la más famosa de las brujas talaveranas
La Celestina, la más famosa de las brujas talaveranas

En la patria de La Celestina, la más famosa hechicera de todos los tiempos, encontramos en los procesos inquisitoriales investigados por Juan Blázquez de Miguel varios casos de talaveranas encausadas por sus supuestas prácticas brujeriles.

Una de ellas es Rosa, una criada de la noble familia de los Gaitán que es acusada ante el Santo Oficio por intentar hacer determinados rituales para atraer a los hombres con los que pretendía relacionarse. Estos conjuros se unían a veces a la ligazón o provocación de impotencia del amado para que no pudiera mantener con otras mujeres relaciones sexuales. Y de ahí precisamente viene la palabra ligar, empleada para definir las relaciones entre jóvenes, o flirteo que dicen los anglosajones. Estos rituales eran muy variados pero en el caso que nos ocupa se hacían mediante algunas jaculatorias que recitaba a Santa Margarita, y otra más curiosa en la que Rosa mezclaba a personajes mitológicos con sus deseos sexuales: “Conjúrote agua mistura dañada por el gran Plutón y por Proserpina y por la laguna Estigia y su confusión por el cancerbero y las furias infernales y por todos sus secuaces y por aquellos que conjurar te puedo”. Aunque la Inquisición intervino en este caso no dieron demasiada importancia a las invocaciones de la chacha enamorada.

Hubo en el siglo XVI varias brujas en Talavera conocidas por toda la población. Una de ellas era Francisca Virueña, que había enseñado algunos conjuros a Montenegro, el alcalde brujo de nuestra ciudad al que nos referiremos en posteriores capítulos. Otra bruja que tenía atemorizada a la villa por su agresividad era una tal Isabel Hernández. Ambas eran amigas, pero enemigas acérrimas de una beata llamada Catalina González, quien por otra parte había denunciado a Montenegro ante el Santo Oficio. En cierta ocasión en la que la encontraron en la ermita de los Santos Mártires, hoy desaparecida pero que se situaba en las cercanías de la actual iglesia del mismo nombre, intentaron ahorcarla entre las dos brujas, cortarla la lengua y aplastarla la cabeza con una piedra si no renegaba de su fe. Para convencerla intentaron también hacerla ver lo rica que sería si se entregaba a las fuerzas infernales, y para ello lanzó Francisca dinero al aire invocando a Barrabás, a Satanás y al Diablo Cojuelo, asegurando los testigos que las monedas estuvieron un rato revoloteando por el templo.

La más famosa bruja que aparece en los expedientes de la Inquisición referentes a Talavera fue Catalina Sánchez. De ella se decía que a medianoche hacía toda una serie de ritos satánicos en torno a la iglesia de San Andrés, junto al panteón de los Carvajales, unos nobles talaveranos protectores de esa iglesia cuyos restos se encontraron en el siglo XIX revueltos y maltratados al abrir la cripta. Llevaba Catalina nueve monedas, número cabalístico, que colocaba en las esquinas del templo, y como hemos podido ver en tantas películas, trazaba un círculo, considerado como puerta del infierno por oposición a la cruz. Se metía en él e invocaba después a los Carvajales en la iglesia de San Andrés

Placa de los Carvajales en la iglesia de San Andrés, bajo la que Catalina hacía sus brujerías

Los elementos más pintorescos eran utilizados por las brujas en sus pócimas demonios que aparecían en forma de cochinos que intentaban acometerla, aunque ella se defendía lanzándoles agua bendita y amenazándoles con reliquias de santos.

En 1649 es procesada otra mujer llamada Mariana Álvarez por sus prácticas curanderiles para quitar el “fuego en el rostro”. Otro curandero de Castañar de Ibor al que acudían las mujeres que habían dejado de producir leche en la lactancia, daba unas sopas de pan a una perra que estuviese criando y cuando el chucho las tenía bien babeadas se las daba a la mujer para que produjera leche.

Otras prácticas por las que fueron procesadas brujas de la tierra talaverana estaban relacionadas con los juegos de azar y otros procedimientos con los que intentaban hacerse ricas. Como el que usaba una mujer apodada “la Carroña” que ya en el siglo XVIII llevaba una sota de espadas a misa y cuando consagraban la hostia decía “Adórote sota de espadas”. Con esta simpleza pretendía ganar a los naipes la riqueza que le había negado la fortuna.

Las Hechiceras

...y el galán perdió su virilidad...
…y el galán perdió su virilidad…

Juan Blázquez nos cuenta en su estudio sobre los procesos de la Inquisición en Talavera varias causas en las que las mujeres hacían prácticas hechiceriles, algo diferentes en el concepto a las de las brujas, pues en general solamente pretendían con ellas atraer a los varones. Una de estas hechiceras era Francisca, una prostituta con marido consentidor que había sido desterrada a Talavera. Se la conocieron varios hechos entre los que abundaban los rituales para conseguir que determinados varones se enamoraran de sus clientas y durante los que invocaba en su patio al Diablo Cojuelo, mientras con un sarmiento azotaba a una banqueta. Era éste un demonio muy popular y conocido por su rapidez, sus travesuras y haber traído a los humanos los pecaminosos bailes de la chacona y la zarabanda.

Juana de Mora hacía también conjuros para atraer a los caballeros hacia sus enamoradas, que para conseguirlo debían quitarles alguna prenda, como botones o trozos de tela de sus trajes. Algo en definitiva que antes hubieran tocado sus víctimas, como hace La Celestina cuando le pide a Melibea un papel con una oración que tiene a Santa Apolonia contra el dolor de muelas, lo que se conoce como prácticas de philocaptio por los estudiosos de los temas brujeriles.

Teresa García era otra hechicera que utilizaba un conjuro mientras quemaba romero en su cocina. Si los restos y cenizas quedaban blancos era buena señal, pero si quedaban negros había poca esperanza de que volviera el hombre amado. Más chocante aún era coger un tiesto de tierra pisada con el pie izquierdo y decir el conjuro más utilizado en estos menesteres: “ Con dos te miro, con tres te mato, la sangre le bebo, el corazón le parto, que vengas tan sujeto a mí como la suela de mi zapato”.

Otro remedio utilizado por una bruja llamada Francisca era hacer un bollo con sangre menstrual de la enamorada y dárselo a comer al hombre deseado, asegurándose la eficacia del remedio colocando bajo la cama un tiesto con un cagajón de burro y semillas de centeno, que luego, ya crecido, se cortaba y se mezclaba con lechuga dándoselo al infeliz de turno. Las habas se utilizaban para, según se dispusieran al tirarlas, saber si habría o no relaciones sexuales con el amado.

También eran elementos muy frecuentes en estos ritos el cilantro, la sal, y la soga o el unto de ahorcado.La muy conocida bruja talaverana Catalina Sánchez decía conocer unos polvos secretos que rociados sobre la cabeza del amado le hacían caer en los brazos de su clienta, despertándosele por la noche un gran deseo de tener relaciones sexuales con ella. Como otras hechiceras, también ligaban a los hombres, es decir, les dejaban impotentes para que no tuvieran relaciones con otras mujeres o simplemente

“Se quejaba por toda la villa de que se había acostado con tres piernas y se había levantado con dos” por motivos de venganza. Como le sucedió con María Peña a un tal Miguel de Lagartera, que tuvo con ella una disputa por el trigo en un molino y por la noche le hizo desaparecer el pene, según él mismo clamaba por toda la villa, diciendo que se había acostado con tres pies y había amanecido con dos. Él mismo después de intentar otros remedios, acudió a la hechicera que, metiendo sus manos bajo un guardapies que le colocó y manipulándole la zona hechizada consiguió que le apareciera el preciado órgano por el que tanto suspiraba la víctima. Otra forma de ligar a los hombres era hacer cinco nudos en un pañuelo manchado de semen de la víctima, elemento muy frecuente también en estos conjuros junto a los pelos del pubis. Uno de estos hombres aseguraba a sus vecinos y al Santo Oficio que «se sintió muy malo, con grandes dolores en sus partes…y el miembro viril se le encoxió de tal manera que le parece ha quedado casi sin nada»

Ya en el siglo XVIII, otra bruja llamada Bernarda González utilizaba para desligar o curar la impotencia otros métodos más pintorescos. El primero era dar al afectado tres cintas verdes con tres nudos que debería ir arrojando en la calle en diferentes lugares. El otro sistema consistía en conseguir en tres iglesias diferentes tres pucheros de agua bendita y cocer en ella una gallina negra para después lavarse los genitales rezando cinco Credos a San Antonio. Esto de la ligazón era creído hasta por la propia Iglesia que lo condenaba y daba algunos remedios para ello, como rezar en demasía, la repetición exhaustiva de la señal de la cruz, e incluso el exorcismo.