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LA RUTA DE LA CAL

LA RUTA DE LA CAL

Ruta de la Cal de mi libro Rutas y Senderos de talavera y Comarcas Ruta de la Cal de mi libro Rutas y Senderos de Talavera y Comarcas

Diecisiete kilómetros separan Talavera de Montesclaros, y desde este encantador pueblecito comenzaremos la travesía de hoy, aunque parece que hace unos meses propietarios de fincas colindantes han cortado el acceso a los hornos de cal.

Preguntaremos por el camino de los caleros y a menos de un kilómetro topamos con la restaurada ermita de San Sebastián que, por la arcada ciega occidental, da la sensación de ser obra inacabada, junto a ella se encuentra el crucero,gótico tardío con el escudo de los señores de Montesclaros que también lo fueron de Castillo de Bayuela y los pueblos de su entorno. Seguir leyendo LA RUTA DE LA CAL

DESDE EL RISCO ÑAÑA, SINTIENDO LA JARA

DESDE EL RISCO ÑAÑA

Invierno en La Jara. El sol rojo se refleja al atardecer sobre las espesas columnas de humo y vapor de las almazaras que se levantan por encima de los caseríos de tejas rojas, rojos ladrillos y adobes colorados.

Las rañas jareñas vistas desde el risco Ñañas

Hileras interminables de olivos platean sobre las rañas movidos por el viento que se levanta al salir el sol después del chaparrón. Las duras cuarcitas que desde hacía siglos se comían las rejas de los arados romanos brillan mojadas sobre la arcilla. Verdean las jaras, este año jugosas porque el invierno húmedo y sin frío no las ha dejado consumidas y blanquecinas como en los años de secas pelonas y escarchas.

Vestidas con mil capas de chaquetas de chándal, rebecas y mandiles las mujeres salen por las mañanas en los remolques a varear las olivas, el único tesoro que les va quedando con las cuatro cabras y lo que deja el señorito por matar a los venados o el italiano por disparar hasta a los saltamontes.

Corrales y labranzas arruinadas desde el risco Ñañas

Y los chozos de pizarra se van derrumbando y las casillas de los olivares muestran sus muros de tapial lamido por el agua, con los cuartones y los cañizos de sus tejados pudriéndose bajo la lluvia y los cascotes. Y al fondo, las sierras antiguas se elevan con sus inmensos canchales de piedras quebradas y picudas que formaron antes enormes montañas. Grandes cordilleras que se formaron al elevarse hace millones de años los limos de un mar ancestral que dejó sus pequeños monstruos marinos impresos en la roca de Las Moradas o del Rocigalgo.

Cumbres de La Jara Alta desde el rico Ñañas Cumbres de La Jara Alta desde el rico Ñañas

Olor a alpechín y al barro pisoteado de los trampales de los caminos que se mezcla con las heces del ganado, de los rebaños que cada vez pasan menos por las coladas y cañadas, permitiendo que el monte se vaya comiendo las barreras. Y observo que siguen poniendo puertas al campo con las ilegales y elevadas alambradas de los amos, amos tan antiguos como los trilobites de las cumbres. Amos que adiestran a los guardas como a mastines porque no quieren que les roben sus ciervos alimentados como borregos que les sirven para darse tono con las amistades en nuestra Escopeta Nacional de nunca acabar.

Mirador del risco Ñañas Mirador del risco Ñañas

Voy subiendo hacia el Risco Ñaña, que me atrae con su vieja toponimia de magia y misterio, y me acompañan robles, pinos y castaños sobre los que planean los abantos. Desde allí un haz de luz que sale de repente entre las nubes negras ilumina como un foco gigantesco las rañas, las planicies perfectas surcadas por los valles del Pusa o del Jébalo. Muestran allí abajo su damero de olivares verdes, barbechos grises y labrados rojos. Y disfruto de esa atalaya lejos de los lenguajes binarios y simplones de los aparatejos que nos sorben el seso, y apartado también de la putrefacción urbana amasada por los nuevos bandoleros del voto y la mentira con sus corbatas verdes que tanta roña tapan, y a cuyo lado son criaturas inofensivas los golfines a los que perseguía por estos lares la Santa Hermandad, ejecutándolos sumariamente con sus ballestas atados a una encina . Hoy no hubieran tenido bastantes saetas.

Y con el viento frío que trae olor a jara, a hojas que se van pudriendo y a revolcadero de jabalíes, acompañado de una petaca de orujo de la tierra que templa el fresco, recuerdo las palabras del fraile leonés: “¡Oh campo, oh monte, oh río! Seguro secreto deleitoso”.

Quizá el último secreto deleitoso que nos va quedando.

Valle del río Sangrera en su naciente desde el rico Ñañas

FRANCISCO NICULOSO PISANO, EL ITALIANO INTRODUCTOR DE LA CERÁMICA RENACENTISTA EN ESPAÑA. HISTORIA DE LA CERÁMICA DE TALAVERA (14)

Detalle de los azulejos planos y de arista en la iglesia parroquial de Flores (Ávila)

Mucho se ha especulado sobre si el italiano Niculoso Francisco “el Pisano” había estado en Talavera de la Reina y había introducido la cerámica renacentista en la villa, siendo por ello el precursor del gran impulso del arte del barro que hizo de Talavera sinónimo de cerámica en España y América.

Los que así lo defienden se basan en la cercanía geográfica de la última obra documentada del famoso ceramista italiano que se halla en la iglesia del pueblecito abulense de Flores, especulando por ello sobre la presencia de Niculoso en Talavera por la mera cercanía geográfica de esta obra que, por otra parte, adorna el sepulcro de un personaje sevillano originario de Flores. Porque es precisamente en Sevilla donde trabajó el Pisano y donde se alberga la mayor parte de sus obras de gran calidad.

Otro panel de la iglesia de Flores (Ávila) con el nombre del autor italiano

Se sabe poco de su vida antes de llegar a Sevilla. Nació en Pisa, o en alguno de los pueblos de su entorno, a finales del siglo XV, aunque hay referencias a documentos de la época en los que aparece como “el florentino”. Probablemente vino desde la Toscana a la ciudad del Guadalquivir atraído por el gran movimiento económico que suponía el hecho de que Sevilla se estaba convirtiendo en el mayor puerto de intercambio comercial entre España y sus colonias, con lo que esta circunstancia suponía en cuanto a concentración de fortunas y personajes enriquecidos que podían financiar la obra innovadora del “Pisano”.

La primera obra conocida de Pisano. Hecha en 1503 lauda sepulcral de Iñigo López de Santa An

Para su biógrafo Alfredo J. Morales, el artista italiano debió formarse y trabajar en alguno de los talleres de Faenza, Cafaggiolo o Casteldurante, para desplazarse después a Sevilla, donde se instala en Triana, barrio con larga tradición alfarera desde el tiempo de los romanos que contaba con el mayor número de hornos de alfar en la ciudad. Otros autores, sin embargo, han querido ver en su obra cierto influjo de las cerámicas de los Países Bajos.

En el año 1498 aparece viviendo en una casa propiedad del Cabildo un tal Niculoso, casado con la sevillana Leonor Ruiz. Su producción comienza a ser abundante y le reporta considerables beneficios. Tiene relaciones personales tanto con el alto clero, como con la nobleza sevillana, que le hacen sus encargos por la gran novedad y calidad de su obra artística, pues no solo tiene los conocimientos técnicos, sino que sus cualidades como pintor hacen de la suya una obra magnífica de gran calidad.

En 1508 con su segunda esposa, Elena Villar, paga “mil maravedíes y dos pares de buenas gallinas” al hospital de ciegos por unas casas para albergar su alfar, lo que indica que su taller progresaba y generaba importantes beneficios. Nace también ese año su hijo Juan Bautista y los padrinos de su bautizo son nobles y canónigos, lo que nos habla del ascenso social del gran ceramista. En 1511 nace su segundo hijo, Francisco. Fallece Niculoso en Sevilla en 1529 tras varias décadas desarrollando su trabajo en España.

Oratorio de la reina de los Reales Alcázares de Sevilla

Sorprenden en la ciudad sus nuevas técnicas y motivos decorativos, donde predomina la policromía y los grutescos “a lo romano” como motivos decorativos. Hasta entonces la producción cerámica andaluza se basaba en las tradiciones árabes y mudéjares, con sencillos motivos decorativos geométricos y vegetales y los azulejos de arista que, aunque parece que ya se producían en Sevilla con anterioridad a la llegada de Niculoso, su taller también los produce y los integra en sus obras, así como algunas piezas en relieve al estilo De la Robbia.

En 1503 ya se documenta alguna de sus primeras obras, como la lauda sepulcral de Iñigo López de Santa Ana. Al año siguiente se hacen en su alfar los azulejos del monasterio de Santa Paula y los de los Reales Alcázares, de los que se ha conservado el oratorio de la reina, un conjunto extraordinario cuya escena principal representa la Visitación, motivo también de otro panel de Niculoso que se encuentra en el Rijksmuseum de Amsterdam.

Retablo de la Visitación de los Reales Alcázares de Sevilla

Una de sus obras más importantes del italiano se encuentra en el pueblo pacense de Calera de León, en el Monasterio de Nuestra Señora de Tentudia que tiene, aunque no esté relacionada con su cerámica, una curiosa relación con la ciudad de Talavera, , pues en ella se encuentra un hospital de la orden de Santiago donde se hallaban los restos del maestre de la Orden de Santiago D. Pelayo Pérez Correa, famoso por sus victorias sobre los moros y por su intervención en la conquista de Jaén y Sevilla que murió encontrándose en Talavera y fue enterrado en el claustro del Hospital de Santiago, llamado hoy Santiaguito. Era este monje guerrero famoso por la leyenda que le hacía protagonista de un milagro en el que, por intercesión de la Virgen, se paró el sol para que hubiera tiempo de finalizar una batalla victoriosa para los cristianos contra los moros. Esa fama hizo que Felipe II, a su paso por Talavera camino de Lisboa, se acercara a visitar la tumba, en la que ya no estaba el cuerpo del maestre porque se había trasladado por orden de Fernando el Católico a Santa María de Tentudia. En la Talavera de 1494 este traslado fue todo un acontecimiento organizado por Pedro de Cervantes, caballero santiaguista y a la sazón regidor de la ciudad. Para la solemne ceremonia acudió el cabildo colegial y el concejo, que despidieron al cadáver acompañándolo hasta las afueras de la villa.

Panel de azulejos de representando la Anunciación en el monasterio de Santa María de Tentudia

Se inspira sus diseños en dibujos de Pinturiccio, Nicoletto Rosex de Módena y Zoán Andrea, o en grabados que ya se difundían en la época pertenecientes a libros de horas franceses o alemanes. Aunque treinta años antes de su llegada parece que se realizaban ya algunos trabajos “a la romana”, es Niculoso quien impulsa la utilización de azulejos planos, llamados así por no tener el relieve necesario en la superficie que precisaban los azulejos de arista, llamados así por estar separados los diferentes colores por relieves aplantillados.

No solo trabaja para las clases más pudientes de Sevilla, sino que su fama hace que reciba pedidos de toda España, de manera que llega a tener cierta fortuna, como nos indica el hecho de que se llegue a hacer un retrato, lujo reservado en la época sólo a personas con cierto nivel económico. Sabemos de la existencia de algunos documentos en los que se alude a pleitos del artista motivados por el alquiler de unas casas para su taller.

Detalle de la portada del monasterio de Santa Paula en Sevilla

En el año 1526 hace el retablo que adorna la iglesia del pueblo de Flores en la provincia de Ávila. La relativa cercanía de esa localidad a Talavera ha hecho que algunos aventuren la hipótesis y otros la certeza de que los azulejos fueron cocidos en la ciudad del Tajo, aunque ningún documento lo confirme.

Esta obra es descrita por Manuel Gómez Moreno en su Catálogo Artístico de la Provincia de Ávila, donde aventura por primera vez la posibilidad de la influencia de Niculoso en la cerámica talaverana:

“En la capilla de la Virgen del Rosario se han puesto como solería los azulejos arrancados del zócalo de la capilla de los Reyes (hoy están nuevamente instalados en ella). Desde luego recuerdan los de Francisco Niculoso en Sevilla y los de manufactura talaverana más antiguos; están coloridos a pincel, con blanco, amarillo de antimonio, azul y verde, y son de purísimo gusto italiano. A cada lado de la peana del altar hay cuadros compuestos de doce azulejos cada uno, con orla de moldura y follaje, coronas de frutas y hojas atadas con revueltas cintas y en medio estas alegorías: Un niño dormido con la mano apoyada en la mejilla, calavera delante y cinta en torno que dice “Memento mortis et no pecavis”. Otro niño volviéndose con espanto al ver la calavera, y esta sentencia: “Memorare in novísima tua et non pecavis in eternum”.

Les rodean otros muchos azulejos de la misma clase, que componían grutescos, un escudo de armas, que ignoramos a quien pertenezca, jarros, niños tocando el violín y terminados en macolla, y certelitos con estos letreros: “Memento mortis et non pecavis”. “Laus deo” S.P.Q.R. P. NICULOSO PISANO NICULOSUS ME FECIT 1526 ano de…”

El famoso ceramista firmaba “Niculoso Pisano Me Fecit”.

Lo que sí es seguro es que hubo influencia tanto de la cerámica sevillana sobre la talaverana como viceversa, sin que sea necesario que el propio Niculoso Pisano estuviera personalmente en Talavera de la Reina y, aunque pudiera haber comenzado en Sevilla la moda de la utilización de las técnicas y estilo italiano en la cerámica, se debe sin duda a los talleres talaveranos la gran difusión que alcanzó la azulejería renacentista en toda España, ya que en Sevilla ni siquiera Juan Bautista, el hijo del Pisano siguió ejerciendo felizmente el oficio de su padre, pues nunca llegó a alcanzar su calidad artística. Por otra parte, ya se conocían y se intentaban imitar en los talleres talaveranos las obras de mayólica italiana, sobre todo al estilo de Faenza y de la ciudad de Urbino, y especialmente las del taller de Orazzio Fontana.

Panel de azulejos del Monasterio de Santa María de Tentudia en Calera de León (Badajoz). Representa el nacimiento de la Virgen

Personalmente no creo que, como se ha especulado, Niculoso Francisco Pisano tuviera una influencia directa en el inicio de la producción de azulejos planos renacentistas en Talavera. Ni los motivos y grutescos, ni el estilo pictórico, ni las técnicas y colores, tienen similitud alguna con los azulejos talaveranos, aunque sin duda la moda de la azulejería “a la romana” fue Niculoso quien la introdujo en España e indirectamente influyó en la producción famosa de Talavera de la Reina, hoy declarada Patrimonio de la Humanidad.

Escena de la Visitación en el Rijksmuseum de Amsterdam. Firmado como Niculoso Italiano

 

GALERÍA DE “INSULTÓNIMOS” RURALES

GALERÍA DE “INSULTÓNIMOS” RURALES

Detalle de la azulejería de la Ermita del Prado

Permítanme ustedes que me tome la libertad de acuñar un nuevo término, el “insultónimo”. Definiría esta palabra a todos los motes colectivos que con cariño, pero no sin cierta mala uva, se aplican entre sí los pueblos que tienen relaciones de vecindad.

Muchos de estos términos van acompañados de una más o menos disparatada anécdota que justificaría su aplicación a los vecinos de un lugar determinado y, curiosamente, muchas de esas historietas tienen relación directa o indirecta con prácticas o edificios religiosos. Así, por ejemplo, a los vecinos de Gamonal se les ha denominado tradicionalmente ahorcaburros. Se explica este apelativo diciendo que, en cierta ocasión, había crecido hierba en el tejado de la torre de la iglesia. Decidieron algunos vecinos que podía servir de comida a un asno. Ni cortos ni perezosos, izaron al pobre animal hasta el campanario atado a una cuerda, consiguiendo ahorcarlo.

A los vecinos de Mejorada se les conoce por zorreros. La explicación es igualmente pintoresca pues dice que, en cierta procesión, los lugareños no tuvieron mejor proyectil para arrojar a un zorro que se cruzó en su camino que el Cristo que llevaban en las andas.

Con otra procesión tiene que ver también la interpretación del mote de lavijeros que se aplica a los habitantes de Navamorcuende. Una talla custodiada en la ermita de Guadyerbas servía de disputa a Navamorcuende y Sotillo Se habían perdido las lavijas, que son las piezas que unen la imagen a las andas en las procesiones. Los vecinos de Sotillo fueron rápidamente a fabricar otra lavija en la fragua de su pueblo pero, más astutos, los de Navamorcuende hicieron sobre el terreno las lavijas de palo consiguiendo llevarse a la Virgen.

Abubilleros llaman a los de Velada porque dicen que se comían a las abubillas, ave que desprende muy mal olor. Aunque otra versión habla de un rayo de sol que entraba en la iglesia y los “velaínos” querían espantarlo como si fuera una abubilla.

A las gentes de Los Navalmorales se les conoce como chocolateros porque cambiaron el Cristo por chocolate, pero, en el siglo pasado y comienzos de este, había varias fábricas de chocolate en el pueblo, lo que podía explicar el mote.

Generalmente son “insultónimos” que intentan resaltar la rusticidad de los habitantes  de un pueblo de manera humorística, con episodios que demuestren las pocas luces del vecino. Muchos de ellos se repiten en pueblos alejados entre sí como es el caso de llamar a los de Calera, “los de la viga” porque, aseguran en los pueblos cercanos, intentaron entrar una viga atravesada por la puerta de la iglesia. También se aplica, por ejemplo, a los vecinos de Bargas.

Hay muchos apodos que se explican por determinadas características físicas que se supone a los originarios de un pueblo y así los de Sartajada son tripulines  por su supuesta baja estatura acompañada de prominente barriguilla. Los navalqueños serían patas de cigüeño

Otros no tienen una explicación concreta o es demasiado patente, por ejemplo a los de Valdeverdeja se les llamaba chalucos y borrijones, a los de Hinojosa jorgos, a los de Torrecilla de la Jara tramposos, a los de El Torrico migueletes y a los de Mohedas patateros . Navalmoralejo es conocido en su entorno como el Cuco y sus habitantes son cuqueños.

Son muchos los motes que se aplican a los vecinos en forma de coplas o estribillos que suelen cambiar los protagonistas según el pueblo donde se apliquen, como por ejemplo:

Para borrachos Torralba  / para ladrón el ventero (de Ventas de San Julián)

para vagos la Calzada      / que hay un regimiento entero.

Entre los pueblos de La Jara occidental se dice, también con los nombres de los pueblos intercambiables según quien lo diga, otra famosa coplilla:

Las del puerto son portanchas  / las del Campillo panderas

las de La Nava cigarras             / para guarras las de Mohedas.

Aunque, según el pueblo donde se cante las guarras son las de Sevilleja o La Nava.

Otro ejemplo similar en el ámbito de la Sierra de San Vicente es:

En Pelahustán son cuclillos / que cantan en primavera

en Navamorcuende hay brujas / y en el Real hechiceras

en Almendral fanfarrones  / si tienen cuatro cerezas

y en Iglesuela, porqueros   /que al recoger los ganados

aúllan en montanera.

Pero como uno es talaverano y no quiero que el lector diga que no me he referido a los motes de mis paisanos, reproduciremos una coplilla que habla de los buenos atributos de las talaveranas:

Las chicas de Talavera / tienen que llevar dos fajas /

porque con una no pueden / sostener las calabazas.

LA ENTRADA DE TALAVERA HACE 50 AÑOS

LA ENTRADA DE TALAVERA HACE 50 AÑOS

Postal con una vista de la entrada de Talavera Postal con una vista de la entrada de Talavera

Observamos en esta vieja postal una vista de Talavera en su entrada oriental. A la izquierda, en primer plano la estación de servicio de González y Morales con su estructura primitiva, aunque todavía conserva las grandes columnas de piedra que sostienen la techumbre.

Detrás se encuentra el hotel Arellano sobre el solar que luego ocuparon los almacenes «Mary». A continuación vemos la estación de autobuses en lo que ahora es la entrada de «El Corte Inglés». El edificio de Tresku ya estaba edificado aunque solamente se llegó a ocupar la planta inferior con la cafetería que le daba nombre.

A la derecha el paseo de los Arqueros, que no es nombre medieval, sino que se refiere a los muchachos de la antigua OJE, la Organización Juvenil Española utilizada por el régimen franquista para adoctrinar y captar futuros falangistas. Los niños más pequeños eran los «flechas», los adolescentes los «arqueros», y ya con camisa azul los jóvenes «cadetes».

Se ven todavía varios kioscos que se asentaban a ambos lados del paseo y la bonita caseta de estilo mudejarista similar al hotel Arellano y a los servicios de los Jardines del Prado, la llamada «mezquita». Creo recordar que en esa caseta se vendían entre otras las entradas de los toros.

Al fondo por delante de los Arcos del Prado se percibe la conocida como «Bombonera» que se ve mejor en la siguiente postal.

El bar "Noche y día" más conocido como la "Bombonera" El bar «Noche y día» más conocido como la «Bombonera»

El trasiego de gentes de toda la comarca que deambulaban por la zona por ser la entrada de Talavera desde Madrid y encontrarse allí la estación de autobuses, hizo que durante algunos años fuera éste uno de los establecimientos con más movimiento de la ciudad. Tenía servicio 24 horas por lo que de noche era prácticamente el único bar abierto, por lo que la fauna que allí se mezclaba era de lo más variopinta y abigarrada. Tratantes, comerciales, camioneros, expertos en timos y tocomochos a paletos de paso, labradores de paso, alguna buscona, noctámbulos borrachines  etc…etc…

El nombre, como sucede con otros negocios hosteleros de Talavera emulaban otros de igual apelativo situados en Madrid y que parece que derivan de la forma de bombonera o caja de bombones por su estructura acristalada.

fragmento de fotografía aérea de los años sesenta. Fragmento de fotografía aérea de los años sesenta.

Vemos aquí también los Arcos del Prado en primer término a la izquierda. A la derecha: Tresku, la estación de autobuses con motos y viejos taxis a la entrada, el hotel Arellano, la gasolinera de González y Morales y unas casas bajas que ocupaban lo que luego serían los almacenes Moro.

La Bombonera y el paseo de los Arqueros a finales de los sesenta La Bombonera y el paseo de los Arqueros a finales de los sesenta

Esta vista nos muestra la Bombonera con su gran terraza, el paseo de los Arqueros y en color blanco, verde y crema, el cine del Prado, el más moderno de los viejos cines talaveranos hasta la construcción de los multicines. Es de resaltar también el adoquinado primitivo de la carretera. Al fondo el hotel Talavera.

UNA YEGUA DEMASIADO BARATA. otra causa criminal de la santa hermandad

UNA YEGUA DEMASIADO BARATA (1733)

Una nueva causa Criminal de la Santa Hermandad de Talavera que relata uno de los muchos delitos «famélicos», delitos ocasionados por la pura miseria de los campesinos en el siglo XVIII

Rollo de La Puebla de Naciados, donde se desarrollan parte de los hechos Rollo de La Puebla de Naciados, donde se desarrollan parte de los hechos

Diego Pérez estaba cansado de rodar. Desde los ocho años andaba de lugar en lugar trabajando en lo que buenamente podía para subsistir. Salió de Carmena, el pueblo donde nació, y estuvo guardando viñas por tierra de Vallecas cuando comenzaba a tener uso de razón. Cuando su bigote era apenas una pelusa negruzca entró a servir al Rey en el Regimiento de Navarra  de donde, harto de ser soldado, se fugó.

Dando tumbos vino a servir a un hortelano de Pueblanueva que apenas sacaba para comer él y su familia, pero le dejaban dormir en el pajar y tenía un poco de pan y cebolla para ir tirando. Su siguiente destino fue La Puebla de Naciados, cerca de Caleruela. Era una villa que sólo tenía de villa el rollo que presidía la plazuela formada por las cuatro casas que quedaron cuando una plaga de termitas arruinó todos los tejados. Allí sirvió siete años al sacristán de un pueblo sin feligreses y a un jerónimo del monasterio de Yuste que vivía allí cuidando de sus propiedades. Luego se fue a Calzada de Oropesa y encontró una mujer que le quiso por lo poco que era y fueron sobreviviendo los dos trabajando en lo que salía. Al final resultaba que lo que mejor sabía hacer a sus cuarenta y cuatro años de vida era trocar caballerías y dedicarse al trato de cualquier clase de animal. Cuanto había rodado para acabar viviendo de un oficio que los gitanos dominaban como nadie.

Llanuras de campo Arañuelo con Gredos al fonde

Llanuras de campo Arañuelo con Gredos al fondo

Aquel día, volvía de Madrid de uno de esos trapicheos y se desvió un poco del camino a la altura de Cazalegas asomándose al valle del Alberche. Era diciembre y se resguardó de la brisa fría del atardecer sentándose detrás de un chaparro. Abajo, entre los álamos, pastaban las ovejas de la cabaña de los jesuitas de Segovia que todos los años bajaban para aprovechar las hierbas de invierno en la Dehesa de Cazalegas. El mayoral y dos rabadanes se esforzaban en sacar a dos ovejas que habían caído al río impidiéndolas volver a subir a la orilla unos zarzales. Diego pensó que era el momento, ya lo había hecho otras veces y no le había sucedido nada. ¿Porqué resignarse a tanta miseria?, a los jesuitas seguro que no les hacía falta esa yegua blanca apartada del resto de las caballerías y que además estaba preñada. Bajó entre los chaparros y los enebros de la barrera, ató al animal una cuerda por el pescuezo, montó a pelo y, cuando el sol se ponía detrás de Talavera, ya estaba lejos de los segovianos.

Pero una yegua blanca preñada y tan hermosa, aunque no tenía hierros ni cortes en las orejas, sería identificada con facilidad si se emprendía su persecución. Después de dejarla unos días en la dehesa de La Calzada, entre los alcornocales más apartados, pensó que sería más fácil deshacerse de ella alejándose de un lugar tan transitado por los serranos que iban y venían por la cañada. Tenía que venderla rápidamente, se alejaría hasta las sierras de Guadalupe

Esa tarde llegó a Castañar de Ibor, y pronto se dio cuenta de que una yegua era una mercancía demasiado valiosa para las humildes economías de aquellos cabreros y colmeneros. Había llegado a ofrecerla por un precio casi ridículo, por un burro, una lechona y cuarenta reales. No le gustaba cómo le había mirado aquel hombre que intentaba adivinar su rostro bajo el ala de la montera negra. Por eso no le extrañó cuando esa misma noche le hicieron preso en nombre de la Santa Hermandad, le pusieron una cadena y le encerraron en la cárcel del lugar.

Chozo de pastor en Castañar de Ibor

Su historia no había convencido, aunque añadió detalles que adobaban el cuento, como que la yegua era hermana de otra de un sacerdote de Herreruela que había perdido el juicio. Respondió al cuadrillero que la había cambiado por un caballo y veinticinco reales para, después, trocarla por dos burros que le venían aparentes para su trabajo de arriero. Los tiritones de frío le mantenían despierto en el cuartucho que hacía de cárcel en El Castañar de Ibor. Durante la noche pasada en vela pensó que había metido la pata, que preguntarían a los vecinos de Herreruela y sus embustes quedarían al descubierto. Así que, a grandes voces, llamó nervioso al carcelero para hacer una nueva declaración al cuadrillero de la Hermandad pero se trataba de otra de sus inconsistentes versiones. Dijo que la yegua había sido abandonada por unos trashumantes en la dehesa de La Calzada y, como había transcurrido mucho tiempo sin aparecer el dueño, el guarda se la regaló. Puesto que, según él, esta era la verdad, pedía que se le dejara libre y que la yegua se entregara al mostrenco, pues le correspondía al no haberse hallado el dueño. Visto que tampoco creyeron el nuevo relato de los hechos, esa noche, forzando el pedal de la cadena, se fugó.

El ladrón de ganado fue a refugiarse a una cabaña de pastores junto a Puebla de Naciados. La sola presencia de los cuadrilleros hizo quebrar de inmediato en los vecinos los más leves conatos de encubrimiento y su escondite fue descubierto al día siguiente de su fuga. Lo primero que hicieron fue embargar todas sus propiedades, una nueva confiscación de la miseria que en la enumeración de los modestos bienes iba pintado una vida sin alegrías:

El ladrón se ocultó en la dehesa de La Calzada

Cuatro morcillas, un poco de longaniza y su bondejo, una hoja de tocino, una sartén, una almohada con su lana, una manta vieja, una sábana más que demediada, unos fajones, una faja de paño y una camisa de lienzo. No le quedaría nada y debería dar gracias si no le condenaban a presidio, robar una yegua era un acto muy grave entonces. Un delito de gitanos, pensó él, pero un gitano jamás se hubiera dejado coger por el precipitado error de pedir un precio demasiado barato por una yegua blanca.

Causas Criminales de la Santa Hermandad. Archivo Municipal de Talavera

Miguel Méndez-Cabeza

LAS FUENTES DE LA SIERRA DE SAN VICENTE (y 2)

LAS FUENTES DE LA SIERRA DE SAN VICENTE (y 2)

Fuente en Almendral de la Cañada Fuente en Almendral de la Cañada[/caption]

La fuente es el siguiente escalón después del pozo y el manantial. Es frecuente que se excave una tarjea de captación. Se rellena de cantos rodados de manera que sirva para recoger los caudales subterráneos y hacerlos desembocar en la fuente propiamente dicha. En la sierra encontramos varios tipos de fuentes y uno de los más peculiares es el que se localiza principalmente en los términos de La Iglesuela y Almendral de la Cañada, aunque también se reparten otros ejemplares por toda la geografía serrana. Se trata de una construcción formada por una bóveda de sillares de granito que sirve para cubrir a un pozo-fuente con el brocal elaborado con grandes sillares planos y rectangulares. Son fuentes estéticamente acabadas y que deberían conservarse como patrimonio peculiar de estos pueblos.

En Almendral una de ellas se ha reinstalado junto al monumento a la Beata Ana de San Bartolomé y en La Iglesuela son realmente numerosas acercándose a la decena el número de las mismas. Pero, ya que nos encontramos en estas dos localidades de la sierra norte, debemos reseñar la importancia de las dos magníficas fuentes con las que cuentan ambos pueblos. En el ejido de La Iglesuela un magnífico ejemplar en granito con un largo abrevadero para el ganado, pilones y un lavadero. En Pelahustán existe también otra fuente con esa misma triple finalidad. En la misma cañada de Almendral se sitúa otro ejemplar con pilón labrado en granito y rematado con pináculos ornamentales. Dentro de las fuentes urbanas más acabadas, contamos en Navamorcuende con la situada delante del atrio de la iglesia y que está datada en el siglo XVII. Como no podía ser menos, también está labrada en granito con un cuerpo esférico tallado con una inscripción. En San Román de los Montes se restauró hace unos años la fuente que se encuentra a la entrada del pueblo con sus pilas de lavar. Curiosamente una de ellas parece haberse labrado en un bloque granítico que puede haber formado parte de algún monumento megalítico, como un dolmen o un menhir, ya que está repleta de cazoletas, pequeñas oquedades semiesféricas donde los hombres de la edad del cobre podrían, según algunos autores, haber realizado rituales relacionados con el agua. También junto al cordel cuenta Marrupe con dos magníficas fuentes rematadas en un tímpano tallado en granito.

Fuente con abrevadero y lavadero en Pelahustán Fuente con abrevadero y lavadero en Pelahustán

Repartidas por toda la geografía serrana se localizan numerosas fuentes adosadas directamente a muros de contención o a los mismos terraplenes del terreno. Suelen servir sobre todo de abrevadero y fuente de abastecimiento público con varias pilas unidas en línea o un gran pilón corrido. Ejemplo característico es la fuente que se halla a la salida de El Real de San Vicente hacia Sotillo de la Adrada.

El valor simbólico de las fuentes se observa en detalles como el de Buenaventura, donde se halla representado sobre la fuente el santo que da nombre al pueblo. Son así mismo muchos los aspectos mágicos que se dejan entrever en las descripciones que el pueblo hace de las fuentes; por ejemplo, cuando en el diccionario de Madoz se dice de la fuente de la Julara que es muy abundante y sale de entre unos peñascos, o en Almendral, donde se cuenta que en una fuente vive una serpiente que si se toca se convierte en un hilo de oro. A otras fuentes, sin embargo, se les atribuyen efectos curativos o benéficos sobre los que beben de ellas y por eso en ocasiones se cristianizan, como en el caso de la fuente adosada a la misma ermita de la Virgen de la Fuensanta en La Iglesuela.

Las  propiedades físicas del agua sirven para clasificarlas en dos grandes grupos según el saber popular: las de aguas “finas” o “delgadas”, concepto que podíamos asimilar al de aguas con pocas sales y minerales en disolución y las de aguas gruesas o zarcas, que tienen más concentración de solutos y por tanto suelen tener un color más turbio y blanquecino. No son, sin embargo, los de la sierra terrenos que den aguas sulfurosas o ferruginosas como es el caso de las fuentes de la cercana comarca de La Jara. En Pelahustán dice el párroco en el siglo XVIII que la fuente del Terrero es medicinal y “ que manda el cirujano que traigan de ella para que se refresquen los enfermos…y abre además las ganas de comer”. En este aspecto debemos resaltar la fuente de los Baños de la Pólvora que alivian las dolencias reumáticas de aquellos que acuden a ellos.

Fuente de la ermita de la virgen de la Fuente Santa en La Iglesuela Fuente de la ermita de la virgen de la Fuente Santa en La Iglesuela.

Los topónimos de las fuentes serranas están relacionados en muchos casos con los de árboles u otras especies vegetales que crecen en sus inmediaciones. Es el caso de las fuentes del Espino, el Castaño, el Rubisco, el Majuelo o la Perijona, por ejemplo. Otras llevan el nombre de alguna persona vinculada a la fuente o al paraje como las fuentes de Pero Muñoz o de Mari Muñoz. Los accidentes geográficos o las vías de comunicación cercanas marcan otros topónimos como es el caso de las fuentes del Carrilejo del Barranco o del Prado de la Encina. Pero todas las fuentes tienen algo en común, que han formado parte de la vida de las gentes que desde hace miles de años han trabajado sus campos, que han servido para aliviar su sed, para deleitarse junto a ellas con un gazpacho elaborado con sus aguas frescas en el cuerno o en el cucharro, o simplemente para descansar de las duras tareas agrícolas regalando a sus habitantes algún momento de placidez en sus vidas afanosas. Merecen por tanto el respeto como elemento cultural y que se tomen las medidas necesarias para conservar estos elementos del patrimonio etnográfico fundamentales para el desarrollo del senderismo y el turismo rural.

Fuente abrevadero en el Ejido de La Iglesuela

 

LOS PRIMEROS AZULES, LA CERÁMICA DE TALAVERA ANTES DE FELIPE II

Horno representado en la azulejería de la Basílica del Prado

LOS PRIMEROS AZULES

LA CERÁMICA DE TALAVERA ANTES DE FELIPE II

Hay algunos documentos y relatos de viajes de la época que nos orientan en el sentido de que la cerámica renacentista de Talavera nació sobre la base de una tradición alfarera que bebe de la cultura árabe y mudéjar, aunque en 1491 solamente había constancia de la existencia de dos alfareros en la ciudad.

Moraleda y Santamaría son los autores que más han estudiado esta época inicial de la cerámica talaverana de transición entre el mudéjar y el renacimiento con su concienzudo estudio de los fragmentos cerámicos hallados en yacimientos arqueológicos y escombreras talaveranas. Son los primeros autores que nos describen una serie en ese periodo de cambio estético que, además, nos muestra los primeros tonos azules en su decoración que tanto caracterizarán a los barros talaveranos.

Fradmento de cerámica de la serie de «la palma». Principios del siglo XVI, del libro «Talaveras» de César González Zamora

Jarros, ataifores y escudillas son las formas más frecuentes de estas piezas que en muchos casos no tienen esmaltado el exterior de las vasijas. Tanto el azul como el blanco de estas primeras piezas presentan esmaltes más desvaídos, menos brillantes y luminosos que los de épocas posteriores. Se denomina esta primera serie la de “la palma” porque sus motivos más frecuentes son trazos curvos y anchos unidos por la base que recuerdan a una hoja de palma esquemática. Se trata de trazos azules sobre fondo blanco estannífero.

Ánforas representadas en la azulejería de la Basílica del Prado

El reinado de los Reyes Católicos va del 1474 al 1517. Durante esos años no hay muchas referencias a la actividad alfarera en Talavera, solamente en un padrón de repartimiento de 1491 aparecen en la parroquia de Santiago un cantarero y un hornero, aunque es evidente que la artesanía del barro estaba presente en mayor medida, dada la tradición mudéjar antes descrita. También a principios del siglo XVI se habla en inventarios documentados de la ciudad portuguesa de Coimbra de la importación a esa ciudad portuguesa de “potes de Castilla blancos… y jarros vidriados de Castilla”.

Ataifor de la misma serie de las «.palmas» del libro Talaveras, de César González Zamora

En otro padrón de Talavera de 1513 aparecen ya varios olleros, alfareros y horneros avecindados en varias parroquias de Talavera, pero desde 1518, bajo el posterior reinado de Carlos I, fue aumentando el número de artesanos dedicados al oficio. M. Carmen González Muñoz en su magnífico trabajo sobre la evolución de la población talaverana a lo largo de la historia nos informa de que en 1513 solo había cuatro alfareros, en 1518 eran seis. En 1548 suben a veinte, en 1554 son ya treinta los artesanos, que descienden a veintidós en 1561, y es a partir de esa fecha cuando aumenta considerablemente el número de ceramistas hasta cuarenta y dos.

También comenzó a especificarse en los padrones la presencia de pintores y de alfareros “contiosos”, que podríamos considerar como pequeños empresarios de la cerámica, entre los hidalgos y pecheros. Ya contaba Talavera en esos padrones con más de cincuenta vecinos dedicados a esa actividad.

Fragmentos de cerámica de la serie de «las palmas» en el libro de Alberto Moraleda y Antonio Santamaría » Cerámicas medievales decoradas de Talavera de la Reina». Trazos azules sobre blanco estannífero.

En 1521 ya tenemos una referencia indirecta a una intensa actividad alfarera cuando en un acuerdo del ayuntamiento se regula por ordenanzas el encendido de los hornos de barro de la villa, para obligar a que se haga por la noche evitando así las molestias a los vecinos bajo sanción de 600 maravedíes. Coincide la fecha de estas ordenanzas con el tiempo en que Fernando de Rojas era alcalde de nuestra entonces villa. Ya se habla en ese documento de “unas ordenanzas antiguas” que nos indican la presencia de actividad alfarera importante a finales del siglo XV y comienzos del XVI. La normativa afectaba a toda la Tierra de Talavera y así, por ejemplo, en 1523, se da por parte del concejo un permiso para la actividad de un horno tejar en el pueblo jareño de Valdelacasa.

Comienzan también a aparecer en los protocolos los contratos entre los alfareros y sus aprendices y se especifican un poco más las diferentes actividades de los artesanos del barro, apareciendo por ejemplo un “alfarero de rueda de abierto”.

Otros fragmentos decorados de la misma época que aparecen en el libro de Alberto Moraleda y Antonio Santamaría sobre Cerámicas Medievales decoradas de Talavera de la Reina. Trazos azules sobre blanco estannífero.

Es en 1536 cuando se hace en una de las viejas historias de Talavera la primera referencia a una gran actividad alfarera en el manuscrito de García Fernández:

“Hácese en Talavera barro vidriado en blanco, verde, azul, jaspeado y de otras colores interpoladas es lo mejor que en Castilla se labra….y de ello se provee castilla, andaluzía y portugal y se pasa a yndias”.

Como vemos, no solo se deduce de esas palabras una producción importante, sino que es considerada de gran calidad. Vemos por primera vez que se hace el vidriado blanco que tanta fama daría a los barros talaveranos, así como una variada paleta de colores. La cerámica se hace polícroma y es de calidad con una producción cuantiosa y que incluso se exporta. A pesar del carácter popular que todavía tenía la cerámica talaverana en esa época, comienzan ya a considerarse un lujo las piezas de loza de la villa, pues incluso se regalan como reconocimiento a los arzobispos de Toledo, señores de la villa. Hacia mediados de siglo siguen apareciendo numerosos vecinos hidalgos y pecheros dedicados a la actividad alfarera.

Otros fragmentos decorados de la misma época que aparecen en el libro de Alberto Moraleda y Antonio Santamaría sobre Cerámicas Medievales decoradas de Talavera de la Reina. Motivos vegetales en trazos azules sobre blanco estannífero.

Lucio Marineo Sículo en su “Cosas memorables de España” dice que en 1539 “en Talavera se labra muy excelente vidriado blanco y verde” lo que nos orienta en el sentido de que en la villa la producción era todavía mayoritariamente mudéjar, aunque ya se empezaran a producir las piezas azules características. Moraleda y Santamaría también han hallado fragmentos de azules y dorados de probable origen levantino, que no debemos confundir con la inicial producción talaverana de tonos azules.

 

LAS FUENTES DE LA SIERRA DE SAN VICENTE (1)

 

Manatial en en Cervera de los Montes conocida como Fuentesanta

 Manantial en en Cervera de los Montes

Desde el paleolítico, el hombre ha asociado el agua con el renacer de la vida y la fertilidad de la tierra. El conjunto luna-agua-mujer ha sido asumido por diferentes culturas como el círculo antropocósmico de la fecundidad. Nuestra civilización greco-romana es una de las muchas en las que su cosmogonía, sus religiones, afirman que al principio sólo existía el agua y que de ella surgió la vida.

Los pueblos vettones, que habitaban nuestra sierra hace dos mil años, también veneraban a dioses acuáticos o que moraban en las aguas. En nuestro ámbito, en un yacimiento arqueológico cercano como es el del castro de El Raso se encontró un exvoto de bronce arrojado a la corriente de la garganta de Alardos. En el poblado vettón de Ulaca, en Ávila, se ha descrito un complejo labrado en el granito con depósitos y escalinatas que podría estar relacionado con ritos de agua y sangre de este pueblo que, además, como pueblo céltico que era, consideraba entre sus lugares sagrados a las fuentes y los ríos. Los romanos, tal vez como herencia de divinidades locales anteriores, han dejado en la epigrafía de la villa de Saucedo en Talavera, entre otras, la referencia a las ninfas en un ara votiva. Entre todas las ninfas, las náyades eran las que habitaban en las fuentes de agua.

 Fuente en término de La Iglesuela

El rito iniciático de la religión cristiana, el bautismo, está directamente relacionado con el agua y es lógico que fuentes a las que probablemente se asociaron cultos antiguos hayan acabado convirtiéndose en “fuentes santas” como la de La Iglesuela. Las fuentes siempre estuvieron vinculadas a esos lugares frescos, amenos y en plena naturaleza donde en la Edad Media se localizaban siempre las apariciones marianas, el locus amoenus que frecuentemente aparece en los relatos de Gonzalo de Berceo.

Esta amenidad convierte a las fuentes en uno de esos hitos naturales, siempre agradables, en el recorrido del viajero por los parajes más atractivos de nuestra Sierra de San Vicente. Es lo que sorprendió, por ejemplo, al padre Juan de Mariana, precursor de las ciencias históricas en España, cuando vino aquí para escribir el libro que pretendía ser el manual de instrucción de Felipe III y que por las avanzadas ideas que propugnaba para su época llegó a costarle la cárcel. En el prólogo de su tratado “Del Rey y la Institución Real” nuestro ilustre paisano dice acerca de El Piélago: Brotan de todas partes las más frescas aguas, corren acá y acullá fuentes cristalinas, cosas todas por las que no sin razón fue aquel lugar llamado Piélago.

Cuerno de pastor para beber con la representación muy frecuente de una sirena o ninfa.

 Cuerno de pastor para beber con la representación muy frecuente de una sirena o ninfa.

Piélago se define como el lugar del mar que dista mucho de la tierra pero, por extensión, podríamos asimilarlo a un lugar de aguas abundantes. Tan abundantes que un cronista del siglo dieciocho llegaba a decir que en la sierra había contado más de mil fuentes. Fuentes de muy diversa categoría. Desde el manantial que ha sido algo excavado y delimitado mediante algunas lanchas de granito en la tierra de su naciente hasta las, casi monumentales, fuentes que servían de abrevadero o lavadero en las cañadas o en los ejidos de los pueblos serranos.

Las fuentes siempre han representado la imagen cíclica de la vida, el agua cae del cielo en forma de don de los dioses, penetra en la tierra y vuelve a aflorar en las fuentes, es el enlace entre el mundo alto y el bajo, entre las divinidades celestes y los poderes ctónicos.

 Fuente en San Román de los Montes

Cuando el agua no mana directamente del terreno el hombre ha sabido desde antiguo que es necesario cavar para conseguir el preciado líquido y por ello ha excavado los pozos. En la sierra de San Vicente podemos encontrar numerosos muchos de ellos que intentan utilizar los acuíferos superficiales que apenas permiten aprovechar los duros e impermeables suelos graníticos de la zona. Son numerosísimos estos pocillos y tienen un especial encanto por su rústica arquitectura. Encontramos, en primer lugar, pozos con el brocal formado simplemente por lanchas de granito hincadas en el suelo sin ni siquiera argamasa que las una. Este tipo es muy numeroso, por ejemplo, en el arroyo de los Pozos de Marrupe.

Pozo con pequeñas pilas labradas en Castillo de Bayuela

 Pozo con pequeñas pilas labradas en Castillo de Bayuela

El  hueco subterráneo del pozo suele, en general, estar fabricado de mampostería granítica con un par de lanchas horizontales que tapan parcialmente la boca del mismo. El brocal puede estar construido de grandes sillares rectangulares bien trabajados y engarzados entre sí con grapas de hierro. Un tercer tipo se construye utilizando mampostería y argamasa con la típica forma cilíndrica de los pozos y no con planta cuadrada o poligonal, que es más frecuente en los anteriores. Por último, aunque no son abundantes, también podemos encontrar algunos ejemplares en los cuales el brocal ha sido fabricado de una sola pieza, labrando y perforando un gran bloque de granito.

La palabra manantial se define como “ el nacimiento del agua” y generalmente se entiende por tal el lugar donde la humedad del suelo es suficiente como para aflorar a la superficie y así, con una pequeña excavación se consigue el acúmulo de agua suficiente como para que puedan beber el ganado o las personas. Estos manantiales eran conocidos sobre todo por los pastores que realizaban una labor de mantenimiento sobre las vetas acuíferas superficiales. En la actualidad, la disminución del pastoreo ha causado la pérdida de no pocos de estos manantiales. Alrededor de la afloración del agua se colocaban unas sencillas lanchas de piedra y, a veces, una teja, una caña o un pedazo de corcho que dirigía el pequeño chorro y hacía más fácil beber o recoger el agua en un recipiente. Por ello es frecuente encontrar en la toponimia fuentes con nombres como fuente de la Teja o fuente del Corchito, por ejemplo.

 Fuente en Marrupe

El  recipiente tradicionalmente más utilizado por los pastores era un cuerno con asa de cuero o sin ella y decorado muchas veces con motivos de arte pastoril como la efigie del dueño y sus iniciales, motivos vegetales o animales y un curioso motivo de un ser mitad pez y mitad mujer que para algunos etnólogos no es sino la representación tradicional de las ninfas de las fuentes, y no de las sirenas marinas, poco conocidas como motivo mitológico por nuestras rústicas gentes castellanas.

LA GUERRA DE LOS TRES PUENTES

LA GUERRA DE LOS TRES PUENTES

Puente del Arzobispo Puente del Arzobispo

Rodrigo acompañaba a sus carretas que traían desde la sierra largos troncos de madera. Servirían para montar las cimbras del puente que el arzobispo Tenorio había ordenado construir sobre el Tajo. El camino había sido largo desde El Arenal y la cañada que habían seguido se había convertido en un auténtico barrizal más difícil de transitar según se aproximaban  a Alcolea. Los bueyes ya no podían más pero esta vez no tendrían que vadear el río con la crecida ni pasar en las frágiles barcazas. Todavía recordaba a su amigo Sancho, ahogado en el río cuando se espantaron los caballos y volcaron la barca en la corriente fría de febrero hacía siete años. Ahora el puente que se construía serviría para evitar tantos trabajos e infortunios y además ayudaría a los miles de peregrinos que acudían a visitar el lugar donde se había aparecido la Virgen, en la dehesa de los Guadalupes.

El puente de Pinos, un poco más arriba de Azután era de madera y las ,últimas riadas lo habían destrozado. El puente de Talavera estaba muy alejado y obligaba a los viajeros a transitar por los inseguros montes de La Jara, arriesgándose siempre a ser asaltados por los golfines y gentes de mal vivir que frecuentaban los desiertos del otro lado del río.

Plano del proyecto de navegación del Tajo de Carducci del siglo XVII . Aguas arriba se situaba el Puente de Pinos, próximo al muro del embalse del mismo nombre Plano del proyecto de navegación del Tajo de Carducci del siglo XVII . Aguas arriba se situaba el Puente de Pinos, próximo al muro del embalse del mismo nombre

Picapedreros, albañiles y caballerías se afanaban mientras, desde la otra orilla, los criados de las monjas de San Clemente de Toledo que vivían junto a la torre de Azután miraban la obra con cara de pocos amigos provocando a los obreros con gestos y risotadas. El monasterio estaba presionando en la corte para evitar que don Pedro Tenorio levantara el magnífico puente que ya tenía labrados de buena sillería todos los ojos menos el central. El ganado y los peregrinos ya no cruzarían por el frágil puente de Pinos y el convento dejaría de percibir los jugosos beneficios que le reportaba.

Rodrigo ordenó descargar los troncos y llevar a los bueyes a beber. Entre los álamos de la orilla comenzaron a encenderse las hogueras junto a las tiendas de los obreros. Al cabo de un rato empezó a sonar la música y a correr el vino. Mañana era domingo y podrían descansar después de una semana de trabajo duro. Un calderero se acercó al grupo en el que cantaban Rodrigo y sus hombres.

-¿Pueden vuesas mercedes darme un trago? Al pasar he oído las voces y he creído que era fiesta en alguna aldea pero, por el barro de sus vestidos, más creo que andan de faena.

-Siéntese, y celebre con nosotros que en unas jornadas acabaremos el arco mayor del puente del Arzobispo.

-Pero ¿Qué puente es ese? Muchas veces he cruzado en barca el río por este lugar para vender mis calderos en las aldeas de La Jara y nunca escuché hablar de puente alguno.

Un hombre desdentado y con nariz de borrachín se levantó con el vaso de madera de sauce en la mano y dijo:

-Pues yo he de contaros su historia pero habréis de alañarme una tinajilla donde guardo el vino y que no ha mucho se rajó.

-¡Sea! Contestó el forastero.

-Pues dicen que en cierta ocasión bajaban las aguas bravas. Tanto que se habían llevado con la crecida algunos ojos del puente de Talavera y los tablones del puente Pinos. El arzobispo tenía que cruzar sin falta el río para acudir a las granjerías que su madre le dejó en herencia por estas tierras. Esperó varios días pero las aguas seguían bajando altas. Al cruzar, un remolino hizo casi zozobrar la barca y, al sujetarse el prelado en la pértiga del  barquero para no caer al río, su anillo se hundió en las aguas. Era una joya magnífica con un rubí del tamaño de un huevo de gorrión que le habían regalado los judíos de Toledo. Tan disgustado quedó su eminencia por la pérdida, que ofreció una bolsa de monedas al mozo que consiguiera sacarlo del fondo del Tajo. Muchos lo intentaron en los días siguientes pero no consiguieron encontrarlo aunque ya sabéis que el agua de este río si no hay riada es como un cristal.

Cuando volvió el Arzobispo al cabo de unos meses y preguntó por su anillo. Unos pastores le dijeron que había sido imposible encontrarlo por más que hasta los zagales se sumergían en las pozas gritando  ¡A por el anillo del obispo!

Pues escuchad pastores -dijo el arzobispo Tenorio- Sed testigos de mi promesa: Si el anillo volviera a mí, he de construir un puente por el que ganados, peregrinos y viajeros crucen el río sin los trabajos con que ahora lo hacen.

Pasaron dos años y cuando el Arzobispo se disponía cierto día de primavera a comer en sus casas de Alcolea, ordenó le sirvieran uno de los grandes barbos del Tajo que tanto le gustaban y que se pescaban en el canal del molino de las monjas de Azután. Al abrir el pez las cocineras comenzaron a gritar y a reír pues entre las tripas brillaba el rubí. Conmovido por el hallazgo y considerándolo milagro de la Virgen de Guadalupe, esa misma noche ordenó que se comenzaran los trabajos para hacer un puente en el paraje donde había perdido su anillo.

¡Vive Dios!, que es hermosa la historia -dijo el calderero- pero mis viajes por toda España me han enseñado que ni nobles ni prelados levantan una paja del suelo si con ello no han de sacar para llenar de rubíes mil de mis calderos.

Puente de Talavera en el dibujo de Van der Wingaerde del siglo XVI Puente de Talavera en el dibujo de Van der Wingaerde del siglo XVI

Rodrigo soltó una sonora carcajada diciendo:

-Razón tenéis amigo que muchos maravedíes cruzan por encima de los puentes y ya mi abuelo me contó que desde Talavera vinieron en sus tiempos gentes del concejo para tirar a las monjas el suyo y hasta hubo sangre, pues muchos dineros perdía la villa. Ahora toman las reverendas madres la misma medicina con el puente del Arzobispo.