TALAVERA, COMARCA VERDE QUE NO SE VENDE
Si el AVE o el tren de altas prestaciones se hiciera realidad en Talavera, la ciudad que tendríamos que vender para aprovechar el tirón no sería la ciudad del sky line y el “cortinglés”, sino la ciudad tranquila y acogedora con un patrimonio importante que ofrece calidad de vida, servicios y que está rodeada de una naturaleza envidiable a muy pocos minutos de ella.
La variedad de ecosistemas y paisaje que tiene nuestra tierra se encuentra difícilmente en otros lugares de la península, paisajes que aunque, como me decía Wioming, “no son de postal”, están llenos de encanto por su riqueza natural y por su soledad.
La Sierra de San Vicente es un cogollito de naturaleza, pequeño pero que está a nuestra disposición en quince minutos de coche. Castañares, robledales y espesos enebrales se reparten por esta sierrecilla llena de senderos que a su vez cuenta con un patrimonio considerable etnográfico e histórico. Molinos, pozos de nieve, iglesias berroqueñas, verracos, castros, fiestas, baños etc. pueden sin lugar a dudas complementar a su naturaleza privilegiada. La Ruta de Viriato, bien estructurada y señalizada es uno de los ejes para su conocimiento y disfrute.
Una prolongación de la Sierra de San Vicente es El Berrocal, comarca inmediata a Talavera formada por los pueblos situados al norte de la misma. Mejorada, Segurilla, Pepino, Montesclaros, Cervera con su arquitectura, que debe ser protegida por los ayuntamientos, sus atalayas, sus caleros etc.
Cuenta con una preciosa red de estrechos caminos y callejas que nos conducen entre sus dehesas graníticas por parajes pintorescos y amenos. Estos caminos deben conservar su empedrado y vallados de piedra aunque sean restaurados, pues son unas magníficas vías para practicar el cicloturismo o la hípica. Estamos hablando de lugares que conectan con la zona de La Portiña que, a su vez, sería un atractivo más a añadir a esta comarca del Berrocal donde no sería disparatado preparar un aula de interpretación de la Batalla de Talavera.
Desde El Berrocal hasta el embalse de Rosarito hay una enorme extensión de terreno adehesado atravesado por cañadas y caminos donde es fácil perderse entre encinas y alcornoques bajo los que corren los venados e invernan las grullas, con árboles de gran porte en las dehesas de Oropesa y Velada. Esta zona cuenta además con el recientemente declarado Parque Fluvial del Guadyerbas y Los Baldíos de Velada- deben haberse conjuntado todos los astros para que la Junta repare en el interés de algo situado en nuestra comarca- que cuenta con parajes llenos de encanto en los bosques de ribera que acompañan al río y en la peculiar geología de los arenales de los llanos “velaínos”. Estas grandes dehesas de la zona occidental de la comarca se alternan con las llanuras deforestadas del Campo Arañuelo que sobrevuelan las rapaces con Gredos al fondo.
El propio valle del Tajo cuenta en su curso con una gran variedad de paisajes y aunque los embalses de Azután y Valdecañas nos dejaron sin la belleza del Tajo corriente y moliente, han generado enormes extensiones de agua con zonas encharcadas como las Tablillas de Azután que cuentan con una gran riqueza en avifauna. A esas grandes tablas se unen los parajes en los que el Tajo sigue encajonado en riberas solitarias de gran atractivo paisajístico jalonadas por viejas aceñas y molinos, como los riberos de Aldeanueva-Calera y Alcolea o los de Puente-Valdeverdeja, sobre los que dominan las fostalezas musulmanas de Vascos, Castros, Espejel o Alija. Tramos estos del río llenos de sorpresas y absolutamente desconocidos y desaprovechados para el turismo en piragua.
De La Jara ya hemos tratado en un artículo anterior pero tenemos que recordar la Jara Alta con sus ásperas sierras repletas de fauna y monte impenetrable con algunos castañares y buenos rebollares entre canchales y bosque mediterráneo virginal. Las rañas de la Jara Baja son atravesadas por la Vía Verde y los ríos que descienden desde los Montes de Talavera, que así se llamaban desde la Edad Media y así deberíamos acostumbrarnos a llamarlos ahora. Ríos que discurren entre olivares, áridos pizarrales y cañones graníticos de belleza espectacular como el del Uso, el Pusa, el Jébalo o el Sangrera. Cerca ya de Talavera las rañas se deshacen en barrancas de una gran peculiaridad ecológica, donde los enebrales y coscojares salpicados de cornicabras e higueras locas hacen equilibrios para sobrevivir. Barrancas de la Media Luna, del Águila, de Aguaplata o Maricantarillo que todavía esperan un verdadero plan que las proteja.
Todo ello es necesario cuidarlo, señalizarlo y vigilar con mano de hierro que ese patrimonio público que son los caminos vecinales, los cordeles y las cañadas no sean usurpados por la prepotencia de unos pocos para impedir el disfrute de la mayoría.
Lo que hemos descrito someramente se refiere al primer círculo de influencia talaverana, pero nuestra ciudad es un nudo estratégico desde donde se puede disfrutar del valle del Tiétar, de la sierra de Gredos y la Vera Alta, o de las sierras de Altamira y las Villuercas, todo ello a poco más de media hora de aquí. La promoción de esa comarca verde es la promoción de la Talavera donde muchos urbanitas cansados de la gran ciudad pueden acudir desde Madrid para instalarse o visitarnos cuando el AVE o lo que sea se convierta en una realidad, si es que sucede en el próximo milenio, pero para eso es necesario trabajar y creer en una verdadera comarca verde.