En la excursión de hoy seguiremos el curso del Alberche desde la venta de Rasca, justo en el punto en que el río cambia su dirección norte-sur para descender en sentido oeste-este.
Tomaremos la orilla sur para descender río abajo, por donde sigue un camino que deberemos abandonar cuando asciende, para continuar andando por la misma ribera. La vegetación es escasa hasta que llegamos al arroyo de los Avellanos, donde son muy abundantes los árboles de esta especie.
Comienzan los prados y pronto encontramos en la orilla opuesta un pequeño bosquecillo de pinos y robles en la zona conocida como La Atalaya. Poco después, comienza a embalsarse el agua debido a la presa que daba caudal a una antigua central eléctrica. El bosque de ribera comienza a hacerse más espeso con más fresnos, sauces y chopos que crecen junto al canal que lleva el agua a este complejo. Aunque está en ruinas, deja ver las viejas turbinas de la central, los restos de un molino y los de varias viviendas de los dueños y operarios de estas instalaciones, que además, cuentan con un edificio arruinado con gruesos muros y restos de los ventanales de unas dependencias que parecen más antiguas y tal vez dedicadas a alguna actividad minera.
Seguimos por esa misma orilla y llegamos a un viejo puente de granito en un paraje muy agradable junto al cerro del Calamocho. Frente a él confluye un arroyo con un bosque de robles y hermosos prados. El Alberche discurre sobre el batolito granítico que deja algunas pozas y una presa que abastece a un molino restaurado del siglo XVIII.
Desde aquí, podemos acercarnos a Hoyocasero y a su magnífico pinar, protegido por su interés como paraje botánico único con numerosas especies autóctonas de las que hemos ahablado en el post anterior
Otra alternativa es acercarnos en coche hasta el pinar y hacer solamente el recorrido indicado en su entorno, sin recorrer las riberas del Alberche.
Recorrido aproximado 14 kilómetros ida y vuelta, 3 horas y media
Antes de llegar a esta localidad del valle del Alberche pasamos por un bosque de pino autóctono que es una de las mejores muestras de la flora que antes de la degradación de los bosques de Gredos abundaba por estos parajes. Son enormes ejemplares de Pinus Sylvestris bajo los que crecen peonías, las amarillas flores del viento (Pulsatilla Alpina) y otras que tapizan los suelos a fines de mayo. Es un lugar magnífico para los amantes de la botánica, que pueden encontrar también curiosas y peculiares especies junto a los arroyos de la zona y en los robledales que se alternan con los pinares.
El paraje está protegido en la actualidad y forma parte de la Red de Espacios Naturales de Castilla y León. Tiene 150 hectáreas y en él se han localizado más de quinientas especies como la Aquilegia Vularis con sus colgantes campanitas azules, el lirio de los valles (Covallaria Majalis) que perfuma el ambiente con sus flores blancas, la azucena silvestre, la falangera, el sello de Salomón, la flor de Lys, la hierba centella, la flor del cuclillo, e incluso hay plantas tan específicas que llevan el nombre del lugar como el Rubus Hoyoqueseranus. En un paseo por el lugar puede que nos encontremos con diferentes aves rapaces y con las simpáticas ardillas.
Hoyocasero aparece por primera vez en la crónica de un Hecho de armas que se produjo en 1090, pocos años después de que fuera tomada Ávila por los cristianos, cuando hubieron de tomar las armas los caballeros abulenses para ir en busca de las tropas árabes que habían cruzado el Tajo, tal vez con la connivencia del gobernador cristiano de Talavera, y habían causado en su razzia destrozos en las cosechas, robo de grano y ganado y otras fechorías. “Oyo-Quesero” aparece como uno de los lugares que aportan a los caballeros las vituallas para la expedición, que resulta un éxito, ya que son cogidos por sorpresa los moros, se da muerte a su jefe Galafrón y se toma todo su botín que es restituido a sus dueños. Mueren 320 musulmanes y catorce cristianos. El gobernador de Talavera es ejecutado por su traición.
Este pueblo era una de aldeas que formaban parte del “Concejo del Burgo” formado en torno de la abadía y luego colegiata de Burgohondo. En un litigio sobre diezmos del año 1389, aparece también la población de “Royo quesero” y puede que hubiera una población hermana en el lugar que actualmente ocupa la ermita de los Santos, pues en el paraje cercano de Navamuñoz se perciben restos de haber habido población y referencias documentales en papeles del siglo XIV.
Es de interés la arquitectura popular del pueblo con sus rústicas viviendas de granito, sus pajares y sus fuentes, además de la iglesia, típica construcción berroqueña de la zona, probablemente del siglo XV o comienzos del XVI, como el curioso púlpito del interior. También cuenta con algunas imágenes de tipo popular de cierto interés.
Hoy vamos a visitar la Cueva del Maragato siguiendo una ruta que parte del cruce de la carretera de Navalsauz con la de Ávila. Seguimos hacia Navalsauz por la cañada leonesa, que en este tramo coincide con la carretera, hasta que a unos trescientos metros nos desviamos por la propia cañada que va paralela al Alberche por su orilla occidental.
Aquí el río es coto truchero y lo recorremos hasta pasar frente al molino Parranca. Poco después llegaremos a un antiguo puente conocido como la puente Mocha, nombre que tienen muchos de los antiguos puentes medievales y romanos que no cuentan con los pretiles protectores.
Más adelante llegaremos a unas viejas majadas desde donde subiremos por la calzada hasta la cueva del Maragato que podemos visitar desviándonos un poco hacia el risco en el que se encuentra.
Bajaremos nuevamente hasta las majadas y ascenderemos por las riberas del Alberche hasta otro molino que se encuentra junto a unas chorreras, para desde allí subir hasta Navalsauz, visitando el patrimonio referido en el texto anterior y volviendo después por la carretera al punto inicial.
Recorrido aproximado 13 kilómetros, tres horas
Aquellos que quieran conocer algo más sobre el bandido Maragato pueden ver esta otra entrada de este mismo blog:
POR DONDE MORABA “EL MARAGATO” Y BUSCÓ NOVIA RUBEN DARÍO
Salimos del valle del naciente del Alberche en dirección a Navalsauz por una zona donde el río va más encajonado, girando su cauce hacia el sur. Navalsauz es otro pueblecito en el que debemos destacar también su arquitectura popular, el bonito enclave en el que se encuentra, elevado su caserío sobre un rincón en el valle del Alberche. La pequeña iglesia se sitúa en el cementerio y tiene una curiosa torre exenta
Este camposanto llamó la atención del gran escritor nicaragüense Rubén Darío, cuando vino a este pueblecito a conocer a la familia de su tercera mujer y observó que era un cementerio sin cruces. Y es que el poeta conoció a Francisca Sánchez en un paseo por la Casa de Campo en Madrid con su amigo Valle Inclán. Era una muchachita de apenas dieciséis años y analfabeta, pero de una gran belleza, por lo que el nicaragüense que ya había contraído matrimonio con su primera mujer, ya fallecida, y se había separado de la segunda, convivió durante años con la joven abulense. Con ella tuvo un hijo y una hija, pero ambos murieron prematuramente. Un hijo de Francisca que llevaba el apellido de Rubén Darío vivió en Villarejo del Valle, donde editó algunas de las obras del gran hispanista. La casa de Francisca todavía se conserva y una placa la recuerda sobre la puerta.
La carretera de Ávila cruza sobre el Alberche y sigue descendiendo en dirección sur, paralela a la carretera en dirección a la Venta del Obispo, fundada en 1803 por el obispo Gómez de Salazar, no es la única que encontramos en el camino, pues el trasiego de gentes y mercancías por el Puerto del Pico ha sido por su situación estratégica muy intensa desde la prehistoria, y para muestra basta observar la calzada romana magníficamente conservada que sirve para unir las dos mesetas y de la que hablaremos en otro capítulo.
Desde el Puerto del Pico desciende el río Piquillo hasta confluir con el Alberche, y en su trayecto encontramos la venta de San Miguel, la venta Rasca, la venta Rasquilla, frente a la que se encuentra otro hostal en un edificio con aspecto de haber sido construido en el siglo XIX, además de la venta del Obispo.
Pero no son las únicas, ya que si seguimos ascendiendo camino de Ávila, antes de subir hacia la cueva del Maragato, vemos que la calzada discurría antiguamente por el lado opuesto al que hoy día va la carretera. Se intentó arreglar para mejorar el tránsito en época de Carlos III, aunque no se finalizaron las obras. En él se encontraba el venturro del Quinto y más adelante, junto al cruce de Navalacruz, estaba la venta de Marchamalo, de la que sí permanece en pie el edificio con su horno. Junto al cruce de Cepeda la Mora están las ruinas de la Posada de Santa Teresa, cuyo edificio se intentó modificar de forma poco afortunada, aunque quedan alguna puerta y sillares del viejo edificio que nos demuestran su construcción en el siglo XVI. Había algunas ventas más hasta llegar a Ávila pero se salen del ámbito del valle del Alberche que vamos recorriendo.
Son varios los paseos y senderos que podemos recorrer por parajes de gran
interés. El puerto de Chía es en sí un atractivo por sus hermosas vistas sobre la vertiente norte de la sierra.
Desde allí parte un camino hacia poniente que nos puede acercar hasta la ermita de la Piedad que se asienta sobre lo que con toda probabilidad fue una atalaya de observación medieval. La vista panorámica desde allí es impresionante y junto a la cumbre se encuentra también un pintoresco paraje con una cascada.
Desde el mismo puerto podemos también acercarnos en sentido contrario al llamado Chozo Blanco, curiosísima construcción rematada en cúpula de piedra y situado en un paraje de altos pastos y praderas.
Recorrido aproximado de los dos trayectos 17 kilómetros, 5 horas
El nacimiento del río Alberche se encuentra a casi 1800 metros de altura, en la conocida como Fuente del Alberche, en término de San Martín de la Vega (Ávila). Desde el naciente discurre el río por una zona de praderas y monte bajo, con algunos tramos entre bosques de ribera, hasta las inmediaciones del pueblo, donde pasa bajo tres puentes graníticos, el puente Nuevo, el Viejo y el puente Herrón.
Nos detendremos en San Martín, población que como otras de este valle se asienta sobre una zona llana y elevada con ricos pastos, que siempre condicionaron su actividad pecuaria y vinculada a las cañadas de la mesta. Aunque desde antiguo se asentaron pastores en majadas que construyeron en estas alturas, no es hasta el siglo XIV cuando aparece el pueblo nombrado como tal.
Daremos una vuelta por el caserío, que sobre todo en su parte baja, la más cercana al río, cuenta con numerosos rincones de una pintoresca arquitectura popular muy condicionada en su distribución por la dedicación a la ganadería de sus habitantes. Las casas de mampostería berroqueña suelen tener un corral delantero y pajares. También en el aspecto etnográfico es de reseñar la existencia de un tejar, potro de herrar, una vieja fragua y algunos molinos, de los que el más accesible se encuentra junto al puente Viejo, al lado del casco urbano. La iglesia parroquial preside el caserío y es de gran envergadura con un pórtico en su lado sur y algunas imágenes de cierto interés, como la de San Martín Obispo, bajo cuya advocación se encuentra.
El pueblo cuenta con casa rural y un complejo turístico con restaurante y apartamentos. Una de las fiestas locales se celebra a finales de julio o principios de agosto con romería, música y juegos populares, aunque lo más peculiar de ella son los encierros de burros, mientras que la fiesta tradicional de Nuestra Señora de la Piedad cae en el tercer fin de semana de Septiembre.
Partimos de San Martín recorriendo esta norme nava de pastos generosos por la que el Alberche discurre haciendo numerosos bucles y meandros bajo la mirada de las vacas avileñas. Llegamos así al pueblo de Garganta del Villar, una pequeña localidad de algo más de 50 habitantes que cuenta con una bonita iglesia, a cuyo campanario podemos ascender para extender la vista sobre todo el valle. Es curioso el púlpito de granito y muy ameno su pórtico.
Frente a Garganta y cerca de la carretera a Navadijos, el Alberche pasa bajo un puente de factura probablemente medieval recientemente restaurado y que se encuentra cerca del antiguo despoblado de Altopaso, cuyas escasas ruinas se encuentran al suroeste del puente. Tres paseos de fácil recorrido se pueden realizar desde el pueblo, uno de ellos ascendiendo por otra ruta hasta el chozo referido en la excursión que sugerimos mañana, y un tercero que lleva al Venero y el último a la piedra Horca, denominada así por tener forma de árbol, un curioso y mágico lugar en el que los pastores han dejado inscripciones. El 2 y 3 de Mayo se celebra la fiesta de la Vera Cruz, de índole religiosa, y el 14 y 15 de Agosto las fiestas típicas de verano.
Navadijos es otro pequeño pueblo que también cuenta con una berroqueña iglesia de graciosa espadaña a la que se puede ascender, con una fuente curiosa y con una pintoresca arquitectura popular. Tiene un par de bares donde tomar algo y podemos hacer algunos paseos como el que nos acerca a su molino en el arroyo cercano y otro al risco de Piedragúa.
Cepeda la Mora es el último pueblo de este valle del Alto Alberche que también cuenta con la típica arquitectura granítica, su iglesia de parecida factura a la de los otros pueblos del valle, un potro y un rollo jurisdiccional. Podemos visitar también un molino de agua, como a un kilómetro al norte del pueblo, unas chorreras en el río Serradillas, y más lejos, en el camino de ascenso a la Serrota, las ruinas de la ermita de San Martín.
Foto de los años 30 donde aparece el Canoe Club de Talavera y la Real Fábrica de SedasEn esta fotografía de los años 30 del pasado siglo se pueden observar las instalaciones del Canoe Club de Talavera de la Reina situado en la orilla sur del Tajo, entre El Paredón y el Puente de Hierro, que quedaría a la derecha de la imagen.
En la otra orilla del río puede observarse el edificio hoy desaparecido de las reales Fábricas de Seda construido a mediados del siglo XVIII y que albergaba a cientos de hilanderas.
En 1930 se fundó en Madrid la asociación deportiva Canoe Club, como resultado de las inquietudes de un grupo de montañeros, conscientes de la importancia de la vida al aire libre en cualquiera de sus manifestaciones. Como sucedió con otros establecimientos y asociaciones, este club tuvo una réplica con el mismo nombre en Talavera. Uno de sus miembros escribe unas líneas en el folleto que editó la asociación talaverana y se congratula de su fundación y gran pujanza, además de animarles a hacer una piscina para que las competiciones sean homologables por la Federación Castellana de Natación.
En este club se organizaban bailes de sociedad junto a la ribera, campeonatos de natación, competiciones de piragüismo, excursiones y actos de sociedad. Todavía funcionaba poco antes de la guerra Civil pero parece que después de la conflagración ya no volvió a recuperarse su actividad. También tenía merendero para disfrutar los socios de las riberas del río.
En esta entrada mostramos otras fotografías de las actividades desarrolladas en este club donde disfrutaban los talaveranos y gentes que venían de la comarca e incluso de Madrid antes de que nos robaran el Tajo con el trasvase, que lo convirtió en una cloaca.
Su presidente honorario fue Antonio Hesse, a la sazón alcalde de Talavera y se fundó el 21 de junio de 193 con 56 socios.
Solamente tardaron un mes desde la constitución de la Junta Directiva en conseguir por suscripción las tres mil pesetas con las que levantarían las instalaciones. Llegaron a los trescientos socios y su primer presidente fue Pedro Fernández con otros talaveranos conocidos en su junta directiva como los hermanos Fernando y Ramón de Sanguino, Vicente Forero, Domingo Ortega, José Ortega, José Bengoechea y otros.
En la sierra de La Estrella en plena comarca de La Jara hay zonas, especialmente en las umbrías del noreste del pico de La Buha, donde son numerosos las orquídeas de varias especies.
Aunque es un clima bastante árido el de la comarca con algo más de 400 litros por metro cuadrado de precipitación anual es sorprende la presencia de estas hermosas flores que simulan las formas y colores de los insectos para lograr la polinización más efectiva .
Aquí ponemos tres de las especies, a ver si los botánicos en los comentarios me decís cual es cada una de ellas.
También adjuntamos algunas fotografías de otras zonas de nuestra comarca como Pueblanueva o Talavera
Orquídea fotografiada en el embalse de La Portiña
Orquídea fotografiada en el embalse de La Portiña en Talavera
Recorrido corto hasta las Cascadas del Arroyo de Las Lanchas 4 kilómetros, 2 horas
Recorrido largo hasta el Atalayón y vuelta 12 kilómetros, 5 horas.
Antes de llegar al pueblecito de Las Humfrías, cruza la carretera el arroyo de las Lanchas que ascenderemos mejor tomando el camino indicado junto al cementerio de esta localidad, mejor que por las propias riberas. Seguimos el recorrido indicado en la ruta que se ha marcado con paneles durante unos tres kilómetros, y llegamos a una zona muy agradable de pozas, pequeñas cascadas y chorreras, rodeada de rebollares y algunos ejemplares de tejos y de loros que, no nos confundamos con las aves tropicales, se trata del llamado “árbol de las nieblas”, que se encuentra en lugares húmedos y sombríos de estas sierra. Tiene un sistema muy curioso de condensación del vapor de agua de la atmosfera, que se acumula en pequeñas gotitas en sus hojas, que a su vez dirigen ese agua cayendo junto al tronco para que lo aprovechen las raíces.
Después de refrescarnos y disfrutar del paraje podemos regresar por donde hemos venido o por el mismo cauce del arroyo entre huertecillos abandonados y castaños, pasando junto a tres molinillos, uno de ellos con un cubo de más de once metros de altura. Ya en la carretera nos dirigiremos hacia el este, de nuevo al cementerio de donde salimos.
Esta pequeña ruta es muy fácil y asequible, pero si queremos realizar la versión larga y serrana de la misma, podremos subir entre rebollares junto al ameno arroyo de las Lanchas hasta llegar a su nacimiento. Un poco más arriba, se halla un collado desde el que tomaremos la senda, según indica el mapa, que nos lleva hasta El Atalayón. Se trata de una formación cuarcítica con paredes verticales y rodeada de prados y rebollares desde donde, como su nombre sugiere, disfrutaremos de vistas inmejorables sobre la Jara Alta. En el camino vamos disfrutando entre pinares con manchas de madroñeras y brezales, con bosquecillos de roble y algunos quejigos. No es extraño que nos crucemos con venados o corzos en el descenso que va siguiendo el camino indicado hasta un cortafuegos. Siguiéndolo nos acabará de bajar hasta la aldea de Las Humfrías. Si tenemos tiempo y ha sido buena la otoñada, podemos llevar a casa una bolsita de níscalos que abundan en el suelo de los pinares.
En el siglo XVI hay un hecho que debemos reseñar en primer lugar en la historia de nuestro río,
Y es el primer plan de navegación del mismo. Se debe al ingeniero Juan Bautista Antonelli, italiano para unos y rumano para otros, la propuesta y elaboración del primer proyecto de navegación del Tajo. Había trabajado anteriormente para Felipe II en diversas obras de fortificación y pensando tanto en el provecho que podría suponer para la corona la comunicación fluvial entre Madrid y Lisboa -las dos principales capitales de su imperio por la unión de los dos reinos por herencia- como en el interés estratégico de la navegación para el transporte de tropas ante los previsibles levantamientos de los portugueses, el rey Prudente apoyó con entusiasmo este primer intento de hacer navegable el río con mayor longitud de la península ibérica.
La empresa se desarrolló durante los años 1581 a 1588 y no ha quedado documentación alguna de los planos y proyectos propiamente dichos, aunque sí sabemos que su financiación siempre se vio aquejada de cierta precariedad económica. En el repartimiento destinado a obtener fondos entre las ciudades ribereñas correspondió a Talavera la cantidad de 170.000 maravedíes mientras que Toledo debía pagar 1.300.000. Los gastos para hacer navegable el tramo comprendido entre Talavera la Vieja y Toledo supusieron un total de 433.000 reales y se llevaron a cabo entre los años 1586 y 1588.
Entre las obras acometidas se sabe que se pagaron por rotura y acondicionamiento de las presas de Cabañuelas y El Tejar, cerca de Talavera, 1.156 y 13.305 reales respectivamente. Conocemos también que en Talavera se realizaron embarques por lo que es posible deducir la existencia de algún muelle aunque fuera sencillo en su construcción. Una estructura de obra hoy cubierta por el terraplén de la orilla, aguas abajo del puente viejo, pudo haber correspondido a ese embarcadero pero también pudo haber sido parte de los edificios de los molinos que se situaban aprovechando el primer ojo del puente.
En carta a Felipe II describía así Antonelli su paso por nuestra comarca:
Seguí mi camino y, pasado dos leguas encima de la dicha Puente ( del Arzobispo), hallé mejor tabla de río, y mejores orillas y mejor navegación hasta Talavera y Toledo; tanto que si no fuera los sotos que embarazaban la girga con estas crecientes que cubrían las presas, era tan buena la navegación como la del Po; y por la benignidad del cielo y fertilidad de la tierra, paréceme que se puede hacer otra Lombardía, aderezándose la navegación para de invierno y verano, como se puede con cuya comodidad y despacho, convidará a plantar viñas, olivares y frutales, y se llevarán aquí, a Madrid, y a una parte y a otra, harto barato, y será de mucho provecho y comodidad, Talavera y todos los pueblos comarcanos a Tajo…
Condiciones y Obstáculos para la navegabilidad
Para que una corriente sea navegable en primer lugar es preciso que tenga una anchura suficiente de cauce, cuestión que en el Tajo no suele ser problemática.
La segunda condición es que la dirección de la corriente no sufra cambios bruscos de velocidad como los producidos por los remolinos que aparecen en los planes de navegación como “regolfos” y “ollas”, aunque esta última palabra tiene más bien un sentido de poza o zona de aguas profundas. Estos obstáculos podían salvarse mediante canales realizados de piedra o de empalizadas y señalados en algunos mapas como “carreras” Uno de ellos es señalado en las inmediaciones de los molinos de Ciscarros frente a Aldeanueva de Barbarroya como “Carrera del Rey” en un proyecto posterior.
Los islotes deben también tenerse en cuenta por las maniobras bruscas que pueden obligar a realizar a las embarcaciones. Además deben reflejarse los afluentes que en sus desembocaduras llegan causar dificultades para los navíos debido a los remolinos, los cambios repentinos de dirección de la corriente y los bancos de arena que suelen originar.
En tercer lugar debía haber una profundidad o calado suficiente que variaba con el plan de navegación por el tipo de embarcación a utilizar en su época pero, en general, se consideraba necesario que no fuera menor de medio metro. Los obstáculos aparecen en los planos como bajos de arena, cascajares o riberas bajas e islas de cantos rodados o grava. También se detallan los fondos rocosos y los peñascos que emerjan de las aguas o se encuentren a baja profundidad.
Las presas son obstáculos que deben salvarse mediante la rotura de las mismas o con la construcción de esclusas y compuertas. Este segundo sistema mantendría el nivel de las aguas para así reducir los perjuicios de molineros y otros usuarios ribereños mientras que, al mismo tiempo, elevaría los niveles de la corriente aguas arriba facilitando la navegación.
Otra condición necesaria para la navegación es que la velocidad no exceda de determinados límites. Es lo que se señala en los planos como “rápidos”, que si se acompañan de fondos pedregosos y superficiales aparecen como “chorreras” o cuando la velocidad es muy elevada como “chorreras furiosas”. Entre la desembocadura del Jébalo y el Puente del Conde, bajo el embalse de Valdecañas, aparecen numerosas zonas de rápidos y chorreras furiosas que se intentaron eludir por Carducci como luego veremos con la excavación de un canal.
Para el estudio de todas estas condiciones de navegabilidad era necesario que en los planos se vieran reflejados las distancias, la anchura del cauce, los fondos verificados mediante sondeos, los márgenes, las chorreras, las pendientes y los afluentes.
La navegación contra corriente plantea el problema de la tracción necesaria, sobre todo en tramos de corriente rápida y en el paso de presas y esclusas. Los primeros caminos de sirga se abrieron en época de Antonelli y en las obras realizadas con motivo de los planes de navegación del siglo XIX para que por ellos, mediante tracción humana o animal, se “halara” a los barcos río arriba. Estos caminos eran muy costosos debido a lo escarpado de las orillas de nuestro río y a causa de esto se añadían a veces a su pavimento pequeñas lanchas de piedra o pizarra clavadas transversalmente para que sirvieran de punto de apoyo a los hombre o animales que tiraban de la embarcación. En otras ocasiones se colocaban anillas que facilitaran el efecto de polea del sistema de tracción utilizado.
El Tajo está en todo su segundo tramo muy despoblado en sus orillas. No tiene pueblos ribereños, ni posadas ni refugios que sirvan para realizar paradas de reparación o avituallamiento y por ello en algunos proyectos se contemplaba la edificación de ventas y mesones. También debían construirse embarcaderos que dieran servicio a las comarcas ribereñas además de acondicionarse los caminos de acceso a las orillas que casi siempre se encontraban en mal estado para la circulación de carretas debido, sobre todo, a las grandes pendientes de las riberas del Tajo.
A todos estos obstáculos se unía la resistencia de los dueños de presas y artificios a las expropiaciones y roturas, más teniendo en cuenta que en muchas ocasiones la propiedad de molinos o batanes estaba en mano de poderosas e influyentes instituciones religiosas o de señoríos laicos.
En la época de Felipe II descendieron desde Toledo y sobre todo desde Alcántara algunas barcazas con tropas, pertrechos de guerra y productos necesarios para el mantenimiento de esas fuerzas como eran principalmente las cargas de trigo. También bajaron algunas embarcaciones con hasta ciento diez forzados a galeras.
Múltiples fueron los problemas y deficiencias estructurales y presupuestarias que impidieron el que, al menos en el tramo bajo de su recorrido, se mantuviera como una realidad rentable la navegación del Tajo. Entre otros habría que citar la falta de marineros con experiencia en una navegación fluvial, no exenta por otra parte de obstáculos. Sabemos que cuatro de los marineros de una de las expediciones eran originarios del ribereño pueblo de Serradilla y conocemos un naufragio en Garrovillas, un choque contra el puente de Talavera y algunos embarrancamientos como ejemplos de los frecuentes accidentes acaecidos. A esto se añadía la ausencia de pueblos y caseríos en las escarpadas y muchas veces mal comunicadas orillas del río, dificultándose así la reparación y el servicio de las embarcaciones y de sus viajeros y tripulantes. Otras vías alternativas de comunicación ofrecían más rapidez y seguridad, sobre todo durante el pasado siglo. El contrabando era un fenómeno crónico en la zona que competía en desigual superioridad con tan dificultosa navegación. Los intereses de propietarios y molineros que restauraban las presas en cuanto disminuía el tráfico se unía a la precariedad financiera crónica de todos los proyectos y a hechos bélicos contemporáneos con las iniciativas de navegación fluvial como fue, por ejemplo, la financiación de la Armada Invencible en tiempos del proyecto de Antonelli.
En otros capítulos me referiré a otros planes de navegación posteriores.
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