Si damos un paseo por el caserío de Alcolea podemos observar que su arquitectura popular se caracteriza por el empleo del adobe y el tapial como material de construcción. Es tal vez, junto a Alcañizo, la localidad de la comarca en la que este tipo de edificaciones en barro son más abundantes.
De unas charcas cercanas se extraía el barro adecuado que se amasaba con paja para darle más consistencia y resistencia. Un molde llamado “gradilla” daba forma a cada uno de los adobes que más tarde se dejaban secar al sol.
Entre los adobes suelen verse fragmentos de teja como ripio entre ellos. Las techumbres suelen ser de cañizo sobre alfangías de álamo o pino y teja.. Los muros de adobe o tapial se levantan sobre zócalos de canto rodado.
Muchas de las casas están revocadas con cal y arena con los huecos pintados recercados al estilo jareño, incluso con arcos de medio punto en algunas de sus ventanas.
Aqí tenía su fragua Bernardo igual y se pueden ver en este pueblo y sus alrededores sus llaveras y cerraduras , sencillas pero de diseño muy particular. Hay variedad en las rejas, modestas como suelen ser las de la comarca pero también características.
Hay puertas carreteras con o sin tejaroz en huecos con arco rebajado de ladrillo en ocasiones.
El ladrillo nos habla también de las tradiciones mudéjares de la comarca y su expresión más hermosa es la original torre de la iglesia parroquial adornada con tres niveles de arquerías.
A continuación mostramos tres ventanas de Alcolea e incluso una pintada como arquitectura fingida. Otra de ellas muestra decoración de esgrafiados..
ALCAÑIZO es pueblo del señorío de Oropesa que en su origen perteneció a la villa de Talavera hasta que la reina doña María de Portugal se lo otorga a su alguacil de Talavera Juan Palomeque para pasar después a los Álvarez de Toledo.
Está situado en un llano, entre dehesas sin apenas afloramientos de piedra para la construcción de las viviendas, por lo que el material habitual es el adobe y el tapial, aunque hay edificios de ladrillo y alguno en el que al modo de Torralba se han utilizado la mampostería de piedra gris y pizarrosa.
Hay bastantes puertas carreteras y alguna de ellas de buenas dimensiones y cuidada clavazón. Se ha perdido el empedrado original y casi todas las calles están encementadas. El adobe y el tapial suele estar enjalbegado y la iglesia se encuentra junto a un puente pintoresco sobre el arroyo al que da nombre el pueblo.
En las relaciones de Felipe II se dice que «que las tapias de las casas son de tierra, y cimientos de piedra, y que las cubiertas de ellas son de paja y tierra, y madera».
Y ya en el año 60, justo antes de iniciarse el despoblamiento rural y la pérdida paulatina del patrimonio de arquitectura vernácula, en Alcañizo la » casa típica está edificada de adobes, es enjalbegada, tanto en el exterior como en el interior, consta de unas cinco piezas, con corral, cuadra, zahurda y un cobertizo en el corral llamado enramada, donde se guardan los aperos de labranza. Sobre la casa hay un doblado o cámara denominado troje. El tejado a dos vertientes es de teja árabe y de mediana inclinación, el piso suele ser de baldosas y sus puertas y ventanas pequeñas.
Dos son los tipos de casa, uno tiene un patio a la entrada, de este se pasa generalmente a la cocina, de buenas dimensiones y con fuego bajo en el que se quema leña de encina, y a continuación de esta están las demás dependencias.
El otro tipo se diferencia en que a la entrada ha un portal y en él la entrada a las demás habitaciones, y que la cocina, igual a la anterior, tiene también un fogón alto para carbón vegetal».
Comenzamos hoy una serie en la que vamos a conocer la arquitectura popular de cada uno de nuestros pueblos por orden alfabético, para ir así viendo la gran cantidad de tipologías y materiales en la arquitectura urbana de la comarca. Dejaremos las construcciones rústicas y elementos etnográficos inmuebles para otras entradas de este blog.
Alcaudete de la Jara se encuentra en un valle de aluvión del río Jébalo por lo que los materiales más utilizados son el barro en forma de adobe o tapial, con zócalos de canto rodado y algunas verdugadas y machones de ladrillo.
En las relaciones de Felipe II del siglo XVI:
«Dixeron que las casas de este lugar muchas de ellas son tejadas, de tierra el edificio sin rafas de ladrillo, y otras tejadas que llevan rafas, y que la teja y ladrillo se hace en este lugar, y la madera se trae de once leguas de este lugar, y que muchas casas hay en este lugar de tierra las tapias y techadas de retama y la madera cortada de fresnos y otros árboles del término»
Curiosa la referencia a que muchas de las casas son de techo vegetal (retamizas) y que la madera la traen de once leguas, referencia a la madera de Gredos, en los pinares de Arenas de San Pedro, de donde se traían sobre todo las grandes vigas.
Tanto en el siglo XVIII como en el XIX se alude en las crónicas a que hasta un tercio de las casas del pueblo están arruinadas.
Moreno Nieto describe así sus viviendas en los años 50 del pasado siglo: «la casa típica está ordinariamente construida de adobes y ladrillos, con la fachada enjalbegada y los techos de regular inclinación. Consta generalmente de una o dos plantas con las cuadras y corrales en la parte trasera. La cocina es de lumbre baja y chimenea de campana, donde se quema leña de encina».
Se reparten por el casco también bastantes casas con la tipología más jareña de uno o dos pisos con huecos de arco rebajado y recercados pintado en los vanos.
Hay además media docena de edificios o casonas de mayor empaque con sillería y los huecos formados con dinteles y jambas de granito y rejas algo más macizas y elaboradas.
La parte del casco urbano cercana a la iglesia y el ayuntamiento fue reconstruida por Regiones Devastadas en los años 50 tras unas inundaciones del Jébalo. Lo más característico de la restauración es la plaza y sus soportales con el ayuntamiento y un bonito empedrado
Hay algunos edificios como lagares o una fábrica de orujo, buenos ejemplares de arquitectura industrial, o una posada. Merecen capítulo aparte las huertas del entorno del pueblo y dos molinos en el río Jébalo, en la vega inmediata al pueblo.
Las rejas y herrajes son modestos salvo muy contadas excepciones.
Aunque más adelante estudiaremos los chozos de cada una de las subcomarcas talaveranas,hoy amos a dar una visión general de los mismos.
Son las construcciones más sencillas de la arquitectura popular de la comarca los pintorescos chozos que se levantan en mampostería de la piedra local, en estos dos casos granito y pizarra, o ambos combinados, a veces unidas las piedras con barro y otras a piedra seca.
Sus muros suelen tener un hueco de entrada con puerta de madera, si se conserva, y muchas veces sin ningún otro hueco, salvo algún ventanuco.
Los techos están rematados en falsa cúpula construida por aproximación de lanchas de piedra y con una capa de compresión impermeabilizadora de tierra sobre ellas. En Gredos los chozos mantienen sus cubiertas vegetales de piorno o escoba según la altura. También en la sierra hay un espacio delante de los chozos con bancos de piedra en torno a un vallado protector enlosado que se llama «estanza»
Se solían utilizar para alojamiento temporal de pastores y en ocasiones como refugio para estancias temporales de aprovechamiento agrícola de viñas, olivares, huertos etc
Suelen ser de planta redonda, aunque en algunas ocasiones son más cercanas a la planta cuadrada o incluso rectangular, que las hace parecidas a las navetas prehistóricas de Menorca.
En su interior encontramos pocos elementos constructivos. Vemos alguna alacena hecha en el propio muro para salvaguardar de insectos y roedores los víveres. En escasas ocasiones cuentan con una chimenea muy sencilla o simplemente una lancha de piedra que se desplaza para que salga el humo; En los chozos de Gredos hay una lancha que sobresale del muro llamada tiznera y que desvía las chispas para que no se prendan las techumbres vegetales que abundan más en la sierra. y también encontramos algún banco de piedra.
Los suelos pueden estar enlanchados, empedrados o simplemente con una capa de barro comprimido. Antiguamente esos suelos se enlucían con boñigas de vaca disueltas en agua que luego se endurece y hasta se puede fregar.
En ocasiones las paredes interiores están enfoscadas con barro e incluso enjalbegadas
Baños de la Retortilla. Sus edificios se encuentran casi arruinados pero, deambulando con precaución entre sus restos, todavía podemos observar las dependencias que servían como cocina de campana con su rústico fregadero y el hueco para las tinajas de agua y aceite, las habitaciones en las que se alojaban desde el siglo pasado las personas que aquí acudían en mulas para buscar alivio a sus dolencias reumáticas; la cantina, los almacenes con sus alacenas, el palomar, que es una curiosa construcción circular en pizarra donde se criaban los pichones, considerados por creencia popular como alimento beneficioso para enfermos y embarazadas. Incluso dos naves más modernas en las que vivían los trabajadores de la vía que luego sería la Vía Verde de La Jara Seguir leyendo EL BALNEARIO POPULAR DE LA RETORTILLA EN LA JARA→
El pueblo es uno de esos lugares que vale la pena recorrer con detenimiento para observar los muchos rincones que guarda de sobria pero pintoresca arquitectura popular. La vivienda verdeja es una de las que más conserva su estructura tradicional, manteniendo todavía el encanto de lo rústico.
La mayor parte de los edificios son de mampostería de granito aunque algunos cuentan con ripio de pizarra y algunos fragmentos de cuarcita que dan gran vistosidad a sus muros. Las puertas, ventanas, esquinazos y marcos de las puertas carreteras son de sillería, que en este último caso presenta una variada y curiosa tipología en el diseño. El granito también se utiliza para enlosar los patios y zaguanes y para labrar los brocales de los pozos que habitualmente se abren en sus patios. Para chimeneas, pilares, columnas y otros elementos decorativos también se trabaja la piedra cuidadosamente. En el piso superior de las trojes se emplea el adobe en muchas ocasiones. Las cubiertas son, como en toda la zona, de teja árabe y a veces se adornan con algún remate de cerámica en los aguilones.
A la casa verdeja se entra por una zona cubierta pero abierta llamada portalejo, de ahí se pasa un patio casi siempre enlosado o engorronado desde el que se accede al portal, primera habitación de recibimiento donde suelen localizarse una alacena para conservar los alimentos y las cantareras de obra. Desde el portal se pasa a la sala, dependencia de respeto para recibir a las visitas que sirve además de distribuidor para el resto de habitaciones, generalmente dormitorios. La cocina es el lugar donde se “hace la vida” diaria en torno a la chimenea, amueblada con algún escaño y los vasares donde se coloca la vajilla.
En el segundo piso de la casa se sitúan las trojes divididas por semitabiques llamados cencíos en departamentos donde se almacenan los diferentes tipos de grano. También en este piso encontramos unas galerías abiertas sobre pies de madera llamadas “solaneros”. A ambas dependencias se accede mediante el escalerón. Otras piezas accesorias complementan la vivienda verdeja. Las zahurdas y gallineros, las enramadas o “ramás” que son cobertizos abiertos destinados al ganado vacuno, así como las cuadras lo están a las caballerías. Muchos de los elementos mobiliarios para alimentar o dar de beber a los animales como pesebreras o dornajos eran de madera, aunque en Valdeverdeja también es el granito la materia prima de muchas pilas y pesebres.
Sería largo hablar de otras peculiaridades de la casa verdeja, como los esgrafiados que decoran algunas fachadas revocadas, la rejería castellana de sus ventanas o los herrajes y cerraduras de sus puertas y para ello remitimos al interesante trabajo de Esperanza Martín Montes sobre la arquitectura popular de este pueblo lleno de atractivos.
LA ARQUITECTURA POPULAR URBANA DE MADRIGAL DE LA VERA
Artículo editado en la Revista de las fiestas de Madrigal de la Vera 2023
Madrigal y otros pueblos de la Vera Alta, como Villanueva o Valverde, son las localidades de la comarca que conservan en su casco urbano un mayor número de edificios de arquitectura vernácula. En el caso de Madrigal, es en las calles más altas del casco urbano donde se mantiene en pie un mayor número de estas construcciones tradicionales. Dejaremos para otra ocasión los elementos de arquitectura rústica del entorno como chozos, secaderos, zahurdas, pajares etc.
La arquitectura popular se caracteriza por la utilización de los materiales más inmediatos. Por ello suele ser de gran belleza al mimetizarse con el medio y no desentonar con el mismo. Pero tal vez su característica más especifica es su utilitarismo. Los espacios están destinados no solo a la vivienda de sus habitantes, sino que deben alojar las actividades agropecuarias a las que se dedican. Otro condicionante muy importante es la climatología que en La Vera se caracteriza por una mayor pluviosidad y la suavidad de sus temperaturas. Vemos además en la comarca que los volúmenes se unen unos a otros con cierto caos determinado por su adaptación a los desniveles y a lo tortuoso de sus calles, en las que desde los pisos superiores casi pueden darse la mano los vecinos fronteros. Esos voladizos también protegen al viandante de la lluvia o del sol. Aunque hay que señalar que en Madrigal, salvo el más abigarrado centro histórico, las calles son algo más anchas y paralelas, menos sinuosas, debido al crecimiento del casco hacia arriba sobre la loma en la que se asienta el pueblo.
En La Vera es especialmente abundante la arquitectura de granito por su geología berroqueña, aunque, según la situación del pueblo y la importancia de la construcción, se emplean también el adobe, el ladrillo y en muy poca medida el tapial, que sin embargo sí abunda en las zonas fronterizas de las Tierras de Talavera y el Campo Arañuelo. En las viviendas de Madrigal el granito se emplea más frecuentemente en el piso bajo donde los muros son de piedra ajustada con barro y ripio de lascas graníticas. En las esquinas, jambas y dinteles se emplea la sillería más elaborada por los canteros. La mampostería es la piedra sin retocar, el sillarejo, más frecuente en los muros veratos, es un bloque de piedra levemente trabajado para que así se coloque más fácilmente y dé mejor la cara, pero sin necesitar el mayor trabajo que supone labrar los sillares.
“El adobe es un ladrillo de tierra cruda o cocida solamente al sol, y mezclado con algo de paja para que se una y consolide», según definición del Diccionario de Autoridades. Los adobes se elaboraban con barro mezclado con paja, frecuentemente de centeno, al que se daba forma con unas gradillas de madera y se dejaban secar al sol. La elaboración del adobe era más frecuente en primavera para evitar el excesivo calor que los resquebrajaba. Ocasionalmente también se fabricaban a finales del verano o comienzos de la otoñada, época en que el clima era lo suficientemente suave. El barro se extraía de lugares apropiados de composición arcillosa y preferentemente de tipo gredoso. aunque debía tener en su composición arena como “desgrasante”, para no ser excesivamente pastoso y no quebrarse con facilidad ante los cambios bruscos de temperatura.
Después de amasarse se mezclaba con paja, generalmente de centeno, y se extendía sobre una era donde previamente también se había esparcido paja que impedía que el barro se pegara al suelo. Era conveniente que el barro así elaborado se oreara a la intemperie al menos un mes, volteándolo en repetidas ocasiones. El paso siguiente era introducir el barro en unos moldes adecuados llamados “gradillas” o adoberos, pasando una tablilla o rasero que eliminara las rebabas. Después de secarse durante dos días se colocaban sobre un lado para que se airearan ambas caras y a continuación se apilaban dejando espacios intermedios para su secado definitivo. Una forma de conservación de los adobes hasta su utilización era cubrirlos de paja para evitar las inclemencias del tiempo. El adobero era un artesano que solía tener otros medios de subsistencia, cobrando los adobes generalmente por unidad.
También el barro, mezclado o no, se utilizaba como mortero para unir los adobes o los ladrillos, como masa aglutinante de los mismos, o se empleaba apisonado como suelo de las viviendas más pobres y primitivas, como los chozos, o en las cuadras y dependencias secundarias. Además, se utilizaba mezclado con paja en el enlucido de paredes de tapial, adobe o mampostería. En ocasiones se enjalbegaba.
Aunque podemos encontrar construcciones de adobe en la zona que nos ocupa, es en los valles fluviales y tierras bajas donde la escasez de piedra hace más frecuente su utilización, encontrándonos no solo los doblados y las edificaciones secundarias y de almacén hechas de este material, sino también algunas viviendas completas. En muchos pueblos como Madrigal lo más frecuente es encontrar fabricada en piedra la primera planta y que el doblado sea de adobe, en forma de entramado o no. Los muros sin carga y medianerías están en muchas ocasiones construidas con este material.
En las relaciones de Felipe II los interrogados nos dan en 1578 los siguientes datos…dixeron que en este lugar y su distrito habrá como treinta casas que ninguna de ellas está tejada, sino todas retamijas, y habrá como veinticuatro vecinos, dos o tres vecinos más o menos y que no habrá habido después que se fundó el dicho lugar más vecindad de la que al presente tiene, dos o tres vecinos más o menos por ser este lugar de pocos aprovechamientos e que antes saben que el dicho lugar viene cada día en disminución que en crecimiento por ser la tierra miserable ….
En otra de las preguntas de estas relaciones …dixeron que las casas que en este lugar hay, todas ellas son de tapias de tierra con algunos cimientos de piedras hechos con barro y la cobertura de ellas son de retama y zarzas y que la madera de que se arman las dichas casas y edificios son de roble y de otros árboles pequeños que se cortan para hacer las dichas casas…
Todavía en el siglo XVIII las casas mantienen la techumbre vegetal e incluso se utilizan las zarzas. Todavía a finales del siglo XIX, un tal Telesforo nos relata en unos apuntes que “las casas están techadas de monte”. Esas techumbres vegetales hicieron que un incendio desatado en Robledo en el siglo XVI acabara con todo el caserío hasta el punto de provocar el abandono de la población y que el alcalde entregara su vara en Talavera, aunque más tarde se recuperó volviendo los vecinos con sus ganados y sus colmenas.
Vemos que en esas primeras construcciones se utilizaba más el barro, probablemente en forma de tapial con cimientos y un zócalo de piedra que intentaba aminorar las humedades y proteger ese barro. Más tarde el material utilizado es la piedra, especialmente la cuarcita, roca muy dura y difícil de trabajar, aunque con caras planas que permiten su utilización en los muros con mortero de barro. Muchos de esos muros estaban enjalbegados con cal, totalmente o al menos alrededor de puertas y ventanas. Ya en el siglo XIX se observa en los planos la presencia de hornos tejares para hacer ladrillos y tejas que mejorarían las cubiertas de los edificios.
En los núcleos urbanos, tanto en Robledo como en las aldeas del valle vemos también alguna de sus viviendas de la tipología más frecuente en la Jara Baja, con los huecos rematados en arcos de medio punto rebajado y revocadas con cal y arena y los recercados de puertas y ventanas pintados de otro color que el resto de los muros.
Al ser una tierra poco dada a la producción de cereales, no se tenían grandes puertas carreteras para el acceso a viviendas y corrales de los carros de mies. Son puertas de dos hojas, pero de tamaño mediano para permitir el paso de caballerías y se protegen con pequeños tejadillos sobre las vigas que hacen de dintel de la portada.
En 1960 Moreno Nieto nos dice que “Las casas están construidas en su mayoría de piedra y barro; hay alguna también de tapial. Los pisos de la planta baja de ladrillo y algunos terrizos. La planta alta, que en la mayoría está dedicada a granero y pajar, y los pisos de tabla. La cocina en la planta baja y de una a cinco habitaciones. Los tabiques de medianería casi todos de barro estando enlucidos con barro. Las puertas son estrechas y bajas en su mayoría y las ventanas de medio metro cuadrado o menos el 90% de ellas.”
En la cuenca del Alberche, sobre los pequeños arroyos de pendiente media que descienden de la Sierra de San Vicente hubo molinos que, al menos en épocas lluviosas, molieron para las gentes serranas pero también dieron servicio a los pueblos del valle del Alberche y la comarca de El Horcajo ya que, como hemos visto, el Alberche era río poco molinero.
Recorriendo río arriba los afluentes de la orilla norte del Alberche, nos detendremos primero en el arroyo de Las Tenebreras o de la Virgen, junto a la carretera que va de San Román de los Montes a Hinojosa. Se trata de un molino de cubo en sillería con el depósito característico de agua que delata su adaptación a de motor de gasoil (Te1). Su accesibilidad facilita su visita y el recorrido del canal de corto trayecto que hará comprender fácilmente al curioso el mecanismo básico de los molinos de agua (Foto 31).
En el mismo casco urbano de El Real de San Vicente existen restos de cuatro molinos de cubo, junto a un quinto un poco aguas abajo del pueblo, cerca del cruce con la carretera de Castillo de Bayuela. Este último conserva su rampa y un canal elevado que deja por debajo un portillo que permite el paso al otro lado del molino donde se encuentra el huerto. Todos estos ejemplares se sitúan sobre las orillas del arroyo de las Cañadillas (C1), (C2),(C3), (C4) y (C5) (Foto 32 y 33).
Hinojosa de San Vicente cuenta en su término con dos magníficos ejemplares molineros interesantes por su bonita arquitectura popular, (Gu1) y (Gu2) (Foto 34). Están situados sobre el arroyo de Guadmora que aguas abajo, ya en término de Castillo de Bayuela, movilizaba otros dos artificios de gran antigüedad y que, como los anteriores, cuentan con un receptor de cubo. Uno de ellos sirvió también como batán (Gu3) y (Gu4) (Foto 35).
Además, Castillo de Bayuela tiene en su demarcación otros seis molinos sobre el arroyo de Saucedoso, en la zona conocida como “del Puente Romano”. Los tres más bajos (S4), (S5) y (S6) son de tipología muy similar, con un cubo que tiene la base del mismo sumamente inclinada hasta el punto que podemos definir a estos receptores como de cubo-rampa.
El segundo ejemplar (S2) tiene la peculiaridad de haber asegurado la estanqueidad del cubo mediante unos cilindros de cerámica de un metro de altura que cubren superpuestos la pared interior del receptor evitando así escapes de agua. Esto es lo que fabricado en piedra se conoce en otros lugares de España como “atanores”. El tercer artificio (S3) (Foto 36) toma sus aguas del afluente arroyo del Batán, aunque se sitúa a las orillas del Saucedoso, pero el cuarto (S 4) es de doble captación ya que toma el caudal de ambas corrientes. La presa del quinto molino es de las pocas existentes en la provincia que hemos definido como de “presa paralela a la corriente”, mientras que la presa del sexto tiene su anclaje en los mismos pilares del “Puente Romano”. Aguas abajo hubo un séptimo molino del que hoy ya no quedan restos.
Todos estos artificios estaban también en relación con la cercana localidad de Garciotún donde se pueden observar los pobres restos de un molino de aceite que, por la piedra que todavía permanece junto a sus ruinas, bien pudo haber sido primitivamente un pequeño molino harinero (Ga 1).
El siguiente afluente del Alberche es el arroyo de San Benito sobre el que se encuentra un hermoso ejemplar dotado de una larga y estrecha rampa. En sus muros se ven todavía los rótulos que indicaban su confiscación durante la guerra civil (S B1) y en su interior se ha dibujado sobre un muro un esquema del repicado de las piedras para recordarlo el molinero (Foto 37). En el arroyo de la Dehesa, tributario del anterior, podemos ver los restos de un pequeño cubo de tan solo un metro de diámetro (De 1). Estos dos ejemplares se encuentran en el término de la pequeña localidad de Nuño Gómez.
Otro arroyo de esta cuenca es el de La Nava que al pasar por Pelahustán daba movimiento a tres ejemplares entre cuyas ruinas pueden distinguirse los cubos de dos de ellos (Na 1) y (Na 2). Nos encontramos ya en el antiguo señorío de Escalona, aunque geográficamente estemos todavía en la Sierra de San Vicente, de la que siguen bajando pequeños afluentes hacia el Alberche.
La zona más occidental de nuestra comarca comprende las subcomarcas del Horcajo; que son las tierras comprendidas entre el Tajo y el Alberche; y el señorío de Valdepusa con los pueblos que se sitúan en las orillas del río que le da nombre.
En el Horcajo es escasa la piedra, salvo los cantos rodados que afloran en las terrazas de los ríos, por ello y por una mayor influencia toledana se emplean con mayor profusión los aparejos mudejaristas de ladrillo que enmarcan entre verdugadas y machones, lienzos de muro fabricado en tapial o con mampostería. El adobe es también utilizado con enfoscado y enjalbegado protector. Seguir leyendo ARQUITECTURA POPULAR (y 15) VALDEPUSA Y EL HORCAJO→
Página Talavera y su Tierra de Miguel Méndez-Cabeza Fuentes
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