EL NACIMIENTO DE LA CERÁMICA DE TALAVERA.
FELIPE II HACE AZULEJERO Y CRIADO SUYO A FLORIS Y ORDENA QUE SE TRASLADE A LA VILLA DEL TAJO
En 1562 Felipe II nombra a Floris su Criado y “maestro de azulejos” y le encarga el diseño y la fabricación de cerámica para algunos de sus palacios como el alcázar de Madrid, donde hizo suelos y zócalos en los aposentos del Rey, las caballerizas y la armería, hoy desaparecidos por el incendio que destruyó el edificio en el siglo en 1734. También trabaja en El Pardo, Valsaín y el monasterio de El Escorial donde realiza además botes de farmacia decorados con su motivo más característico, las ferroneries, llamadas así por simular decoraciones de herrería que veces pueden también semejar el cuero recortado, por lo que otros autores han querido denominarlas “de recortes”.
Estos dibujos fueron introducidos por Floris en España y según Trinidad Sánchez Pacheco fueron diseñados por los dibujantes flamencos Cornelius Floris, hermano del ceramista, y Cornelis Bos. De la mano de Arias Montano se distribuyeron las láminas por nuestra geografía.
Combinados con estos “recortes” se dibujaban grutescos de estilo italiano llevados a Amberes por el ceramista Guido Durantino, el maestro ceramista de Floris, y también estructuras arquitectónicas renacentistas a veces inspiradas en libros de arquitectura de autores como Vitrubio o Serlio. Esto dos tipos de motivos separan en ciertas obras talaveranas las imágenes de los santos o las escenas bíblicas, por ejemplo, en la ermita del Prado y en otras obras, como los paneles de los evangelistas y san Antonio Abad que se encontraban en la finca de La Alcoba y que ahora se hallan en el Museo de la Cerámica de Barcelona. Otras obras atribuidas a Floris o a su círculo son tres paneles que se encuentran en el museo arqueológico de Madrid y que proceden del monasterio de Santo Domingo el Real de Toledo, otro del museo Ruiz de luna y un tercero que decoraba el palacio de la Generalidad y que está depositado también en el museo de Cerámica de Barcelona.
Jan Floris fue obligado por el rey a residir desde junio de 1562 en Talavera donde era parroquiano de la desaparecida iglesia de San Pedro. Los pagos reales entre el 24 de junio de 1562 y el 27 de diciembre de 1567 prueban su presencia allí. Recibía un sueldo diario de 120 maravedíes equivalentes a doce placas (moneda de los Países Bajos).
Martín González prueba documentalmente en su trabajo sobre el alcázar de Madrid la presencia de Floris en el año 1566 en Talavera, cuando en una carta sobre las obras se dice «Y para la torre que se va acabando del Pardo, será menester que luego, después de Pascua, se prevenga a Flores, el azulejero de Talavera, que venga…pues estará para ello pronto acabada«. También en el Alcázar de Madrid hay otros datos que nos confirman los trabajos de Flores en los aposentos del Rey entre 1562 y 1567, aunque hubo problemas en 1564 por el retraso en la entrega de los azulejos que finalmente son instalados en 1565 conservándose documentos que confirman un pago al ceramista por 220 azulejos.
Pero tal vez fueron los azulejos destinados al Pardo los primeros en fabricarse en Talavera por Floris, según Pleguezuelo, ya que antes incluso, en 1563 hay noticias sobre su trabajo para el pavimento, muros y ventanas de este mismo palacio.
La mayor superficie de azulejería la realizaría el flamenco para la armería del alcázar pues en el año 1566 recibe el pago por 4700 azulejos en Julio y 9160 en diciembre, más otros 698 en al año siguiente. La dependencia era de grandes dimensiones, se encontraba sobre las caballerizas y en ella se expondrían las armas reales, pero como ya hemos visto, con todo ello acabó el incendio del viejo alcázar en 1734.
Sabemos que parte de estos azulejos serían de “cuerda”, que en realidad son los denominados de arista, con una mayor producción tradicional en Toledo pero que también se hacían en Talavera. Así mismo sabemos que se pagaban más caros los azulejos de “figuras e ystorias”, donde aparecerían escenas y personajes y que cobró a 34 maravedíes, mientras que los azulejos de “lazo y follaje” que hoy llamaríamos de repetición valían la mitad. Este estilo “istoriato” era muy apreciado por Felipe II que tenía algunas piezas y vajillas regaladas o adquiridas en Italia, especialmente una del duque de Urbino con escenas del Amadís de Gaula. Flores era un buen pintor y Karl van Mander dice de él que “dibujaba y pintaba sobre cerámica…todo tipo de historias y figuras graciosas”. Puede que hiciera también los azulejos que decoraban el monasterio de los jerónimos de Madrid y el de las Descalzas Reales.
No sabemos a ciencia cierta si Floris estuvo presente en los ensayos de los que más adelante hablaremos y que a instancias de Felipe II se hicieron en el taller del alfarero talaverano Juan de Figueroa, donde Jerónimo Montero, un químico de Sevilla, acudió por orden del rey Prudente para hacer ensayos de vidriado junto a Antonio Díaz.
Floris falleció en 1567 dejando viuda a Ana del Almendral y un hijo.