Puede que, según nos refiere Pleguezuelo, con anterioridad a sus trabajos de Garrovillas, Cañaveral y Garganta la Olla, Floris hiciera otros trabajos, como el pavimento de la capilla de un mercader de oro y diamantes de la familia de los Benavente en la iglesia Santa María de Medina de Rioseco. En los azulejos de escalones y solado aparecen unas cabezas masculinas y femeninas cuyos motivos ornamentales recuerdan al estilo del ceramista flamenco. También hay azulejos de repetición con veneras y hojas de acanto dispuestas en “remolino” y grutescos de dragones enfrentados. El dibujo está realizado en azul y manganeso y el relleno es de ocres y amarillos. Aunque no hay documentación que acredite su autoría se ha pensado en la autoría de Floris, debido a la fecha de su fabricación en torno a 1560, al mayor tamaño de los azulejos, de 17 centímetros de lado, así como por ciertas formas que recuerdan a las ferroneries.
Una obra de parecidas características se encuentra en el palacio del licenciado Butrón, un famoso abogado de Valladolid. También es un solado en el que se han instalado algunos azulejos planos con decoración renacentista vegetal.
Yo sinceramente no veo la semejanza de los azulejos de Medina de Rioseco, los de Valladolid y ni siquiera los de Garganta antes referidos con la obra de Floris en Garrovillas o Cañaveral, tanto en los motivos como en el color.
Tampoco comparto con Martínez Caviró la autoría de Flores con respecto a los paneles del monasterio dominico de Plasencia, luego iglesia de San Vicente Ferrer, que representan a unos santos dominicos enmarcados porque, aunque cuentan en su ornamentación con decoración de ferroneries, ni su dibujo ni sus colores se parecen en modo alguno a las obras de Floris. Sí tiene esta obra de azulejería de Plasencia todo el aspecto de haber sido elaborada ya en Talavera, aunque puede que bajo la influencia del maestro de Amberes. Esta obra se puede hoy contemplar en el museo de la catedral vieja de esa misma ciudad junto a otros paneles cerámicos talaveranos.
.Además, en el refectorio de Santo Domingo en Plasencia, encontramos en los arrimaderos decoración de ferroneries que para algunos serían obra también de Floris, pero la blancura estannífera de sus esmaltes hace pensar en que, si fue obra de este autor, se habría realizado en talleres ya talaveranos o al menos con técnicas y materiales habituales en la ciudad del Tajo.
Tras el basamento del retablo mayor se oculta en la catedral de Palencia otra obra que según Pleguezuelo también podría ser del artista flamenco y que representa las alegorías de la Fe, la Esperanza, la Justicia y la Fortaleza.
A partir de una serie de objetos metálicos singulares, se propuso hace unos años la existencia de una ruta natural en dirección sur-norte que discurría por el occidente de la península ibérica, ruta que sería el precedente de lo que más tarde, ya en época romana, sería la Vía de la Plata.
Desde Huelva y Cádiz, ascendía un trayecto jalonado de hallazgos de braseros y jarros, con ramificaciones por los valles de los grandes ríos hacia el interior. Varios hallazgos en la comarca de Talavera nos indican que al menos hasta aquí llegaba una de esas vías secundarias que nos relacionaban con el mundo de Tartessos.
El llamado «puñal de Ronda» o de El Carpio de Tajo, aunque en realidad se encontró en término de Mesegar, es de una tipología ya enmarcada en la llamada metalurgia del «grupo Ría de Huelva» y se datan en torno al siglo IV a. d. C.
La estela hallada en las Herencias, que pudiera estar relacionada con la necrópolis indígena de un asentamiento cercano del Arroyo Manzanas donde se han encontrado algunas cerámicas contemporáneas, es una estela de las llamadas del tipo II C de Pingel. Este tipo se caracteriza por la presencia de figura humana a la que suelen acompañar una serie de atributos como la espada, lanza, escudo, carro o espejo. En nuestro caso, el personaje aparece tocado con un casco de cimera, una lanza con la hoja hacia abajo, un escudo con escotadura en V, una posible fíbula y tal vez unas tenazas bajo la mano derecha. También se ha datado en el siglo IX a.d. C.
El ajuar funerario de» Las Fraguas» fue dado a conocer por el historiador talaverano Jiménez de la Llave en 1860 y consiste en tres elementos, un jarro y un timiaterio en dos piezas además de la referencia a «trozos muy delgados de cobre que indican haber pertenecido a una caldera u otro cuerpo esférico». El jarro es de los llamados tartéssicos y es un jarro piriforme de boca plana con asa de triple sección que termina junto a la boca en tres cabezas de serpiente y que arranca de una palmeta con dos canalículos rematados en un capullo esquemático.
Entre los paralelos de este jarro había uno que era muy similar y que se encontraba depositado en el Metropolitan Museum de Nueva York; el estudio de M. Fernández Miranda y J. Pereira ha permitido conocer que se trata del mismo, dada la coincidencia con el dibujo de Jiménez de la Llave y su procedencia del comercio de antigüedades.
El jarro, el timiaterio y el posible brasero permiten identificar el conjunto con un ajuar funerario con el que se realizarían rituales-libaciones e incineración de sustancias olorosas; estos rituales serían privativos de los individuos más relevantes del área tartéssica y su zona de influencia. Estas fórmulas funerarias estarían datadas en torno al siglo VII a. de C.
El enterramiento de la casa de El Carpio se sitúa en el actual reculaje del embalse de Azután en la desembocadura del río Jébalo, el embate de las aguas puso al descubierto esta interesante inhumación del momento en que se produce en nuestra comarca la transición de la Edad del Bronce a la de Hierro.
Se trata de una fosa de sección escalonada en la que se practicó la inhumación de, al menos, dos individuos, un adulto femenino y un recién nacido con un ajuar abundante en el que se combinan piezas locales y foráneas. Diversos cuencos a mano con decoración pintada con motivos geométricos que podrían formar parte de un depósito de ofrendas, seis grandes urnas, anillos y brazaletes de bronce, son algunos de de los objetos hallados que podríamos considerar como autóctonos.
Los materiales de inspiración externa serían: una vasija globular cuya forma y decoración tiene paralelos en el horizonte cultural andaluz, dos recipientes de pequeño tamaño y clara adscripción al mundo cultural fenicio, se trata de una ampolla y un alabastrón de cerámica que tenían la función de conservar aceites perfumados.
En cuanto al ajuar metálico, los restos de un caldero de bronce, una vasijita de plata usada para libaciones, y lo más significativo quizás de este hallazgo, dos pequeños fragmentos de hierro, ya que ese metal en un contexto cronológico de transición del bronce al hierro, se consideraría un objeto exótico y muy valorado.Todo este hallazgo se debe considerar formando parte de un ritual autóctono de inhumación y las ofrendas de tipo alimenticio, la distribución de los ajuares y el mismo ajuar son componentes de origen más bien foráneo.
Un último hallazgo, unas fíbulas encontradas en Azután, confirmaría la presencia de tradiciones indígenas asociadas a influencias procedentes del suroeste peninsular, del área de influencia tartéssica y fenicia occidental.
Puede que estos indígenas, enriquecidos por el comercio con esos lugares, se enterraran con los ricos ajuares que hemos visto y que identifican más bien a las clases más poderosas de esas culturas, que habrían conseguido su enriquecimiento a través del comercio de metales, sal etc…
BRONCE FINAL.
Las cerámicas del horizonte Cogotas I aparecen sobre los sustratos del bronce pleno, en algunos de los casos antes referidos, llenándose el vacío que hasta ahora había en la dispersión de estos yacimientos en la meseta sur y así en nuestro ámbito localizamos los dos tipos de asentamiento de este periodo, yacimientos en llano como El Carpio I y el Golín, y el arroyo Manzanas o el cerro Torrejón de Malpica de Tajo, más en la línea de los poblados de altura.
Los primeros suelen tener el patrón de los llamados «fondos de cabaña» como el del Golín a las orillas del Guadyerbas en el pantano de Navalcán hallado por mí, en la retirada de las aguas del mismo, con una vasija de aprovisionamiento, hecha a mano, semiesférica y carenada de gran tamaño y decorada con incisiones en zig-zag, cremallera y dientes de lobo, con tipología encuadrable en el horizonte de Cogotas I .Podían observarse en los alrededores los restos arrasados de algunos silos más, de forma circular.
Parece que la ganadería y la caza estarían relacionadas con este tipo de hábitat y la economía de intercambio y agricultura con los segundos.
Parte nuestra excursión de hoy desde el pequeño pueblo de Berrocalejo, nombre que quiere decir tanto como lugar de berrocales, de paisaje granítico. Se encuentra justo en el lugar donde el Tajo desemboca en el embalse de Valdecañas y para acercarnos a él iremos por la auto vía A-5 para, ya en territorio extremeño, tomar la carretera que va hacia El Gordo y seguir hasta Berrocalejo, que fue lugar del señorío de Miranda, aunque antes llegaron hasta aquí las tierras de Avila, cuyos caballeros repoblaron la zona en la Edad Media. Perteneció a la Puebla de Enaciados, hoy despoblada y de la que hablaremos en otra excursión. Se han encontrado también piedras talladas del paleolítico y un verraco vettón.
Aunque el casco urbano es pequeño, podemos dar un paseo para ver su ermita, su calvario, el lavadero de pilas de piedra de Granadilla y la arquitectura popular de mampostería de granito. También son pintorescas la iglesia y la graciosa ermita porticada de Nuestra Señora de los Remedios
La excursión parte por el cordel que en dirección sur se dirige hacia las riberas del Tajo, cordel que deberemos abandonar como indica el plano para descender por la cuerda que se halla entre el arroyo de Peñaflor y el arroyo del Conde hacia el risco de Peñaflor. No tiene pérdida pues la roca enhiesta de Peñaflor nos orientará. En el descenso hacia ella iremos viendo a un lado y a otro los restos de dos recintos amurallados, sepulcros y sepulturas además de restos de construcciones romanas y medievales que salpican todo el terreno. Antes había incluso algunas aras con inscripciones epigráficas y algún miliario romano que han sido retirados por el expolio al que era sometido el yacimiento. También había una mina al otro lado del arroyo de Peñaflor y la cueva Humá al norte del paraje.
El risco de Peñaflor es uno de esos lugares con restos arqueológicos que han dado lugar a toda clase de leyendas, como la que dice que fue escondido en una cueva de la peña un toro de oro tapándose el hueco con una gran piedra. En un pequeño molino del paraje de la Canaleja también se aparece una moza encantada que sale a peinarse el día de San Juan desprendiendo un agradable olor a tomillo.
Abajo vemos el río modificado por el reculaje del embalse que también oculta el Puente del Conde, justo donde iba el cordel antes mencionado y que fue volado durante la Guerra de la Independencia. Puede que tenga cimientos romanos, pero su obra actual se hizo en el siglo XV por el Conde de Plasencia, don Pedro de Zúñiga, y de ahí su nombre. En la otra orilla se encontraba otra de esas ciudades-fortaleza hispano musulmanas que jalonaban el Tajo y se perciben las arruinadas murallas y el castillo de Alija, que es como se denominaba. En el patio del castillo se ha construido un desafortunado chalet.
Las vistas son magníficas pues el gran embalse de Valdecañas, uno de los mayores de España, se extiende hacia el oeste como un mar interior.
De vuelta a Talavera pararemos en El Gordo para ver la numerosa colonia de cigüeñas de la iglesia de este pueblo de tan curioso nombre, así como la cercana casa de postas que está cerca del puente de la autovía, una de las mejor conservadas y que también cuenta con algunos nidos.
Nuevo capítulo de la serie «Ríos de História» en el que se trata de los yacimientos de la Edad del Bronce en los ríos Cedena, Jébalo, Uso etc
Uno de los yacimientos de la Edad del Bronce se sitúa en la cumbre del Cerro del Oso en la Sierra de San Vicente
Cuando el hombre descubre que mezclando el cobre con el estaño se obtenía el bronce, metal mucho más resistente para la construcción de armas y herramientas nacen nuevas culturas que dejan también en nuestra tierra huellas de su paso.
El mítico reino de Tartessos, con su todavía no localizada capital situada entre Cádiz y Huelva creció y llegó a tener un gran desarrollo económico y cultural cantado entre otros por Homero o Platón. La riqueza de este reino que algunos identifican con la Atlántida era precisamente el comercio con el estaño que traían desde las islas Casitérides, especialmente la costa de Cornualles en Gran Bretaña. Esta vía comercial marítima más tarde se completó con otra terrestre que ascendía por el occidente peninsular, lo que más tarde sería la Vía de la Plata y por donde también ascenderían las influencias culturales hasta nuestro valle del Tajo y sus afluentes.
Materiales cerámicos y una azuela hallados en un yacimiento de la Edad del bronce junto al río Jébalo
Antes de llegar esas influencias, encontramos en los periodos iniciales del bronce yacimientos como el Riscal de Velasco, a las orillas del río Cedena, cuyos restos de muralla no sabemos si pertenecen al calcolítico o ya a la edad del bronce. Otro de estos poblados se situó en el Toril (Alcolea de Tajo) sobre un cerrete que domina la orilla derecha del río. Estos primeros hombres del bronce estaban relacionados culturalmente con otros yacimientos similares de Extremadura, aguas abajo en el valle del Tajo.
Yacimiento castreño de Alcaudete
En cuanto a los enterramientos de estas gentes contamos con los hallados en el Cerro del Obispo en Castillo de Bayuela, necrópolis de inhumación en «pithoi» que se localizan de costado, contorneados por bloques de granito formando una caja exterior y con una torta de cerámica que cubre la totalidad de la estructura. En el ajuar de estas sepulturas encontramos acompañamiento funerario propiamente dicho consistente en objetos del difunto inutilizados (cuchillos de sílex, hachas de piedra pulimentadas, molinos barquiformes, brazales de arquero, ídolos de cuernos, pesas de telar, crisoles, vasos, cazuelas, leznas…). También encontramos ajuar funerario de carácter ritual (cazuelas, vasos y cuencos rituales más pequeños y sin utilizar) además de ofrendas para el sustento de «la otra vida» como son cuartos de cáprido, bóvidos o de ganado lanar que se depositan entre el «pithoi» y las lajas de granito
Yacimientos de la Edad del Bronce en los afluentes al sur del Tajo
En el próximo Cerro del Castillo puede que habitara la población que utilizaba estos ritos de inhumación que tienen cierta correspondencia con prototipos argáricos.
Restos de la muralla del yacimiento del Cerro del Oso en El Real de San Vicente
La cultura material de este tipo de yacimientos es bastante homogénea, cerámicas sin decoración como vasos carenados, cuencos hemiesféricos, botellas, grandes orzas de provisiones etc…La industria lítica de láminas de sílex, dientes de hoz, molinos barquiformes y algún punzón de hueso .
Materiales hallados en el yacimiento de Riscal de Velasco, junto al río Cedena
También en el ámbito de la Sierra de San Vicente otro yacimiento fortificado de la Edad del Bronce se localiza en la cumbre conocida como Cabeza del Oso cerca de El Real de San Vicente, los escasos materiales recogidos nos hacen sospechar de una cronología similar a la del yacimiento anterior. En la cumbre más elevada de esta misma sierra, en el mismo cerro de San Vicente, se hallan fragmentos de cerámicas a mano encuadrables en la edad del Bronce,
Hachas pulimentadas de los yacimientos del río Cedena
Aunque como veremos son varias las obras que se han atribuido a Floris, precursor de la cerámica renacentista talaverana, en mi opinión no está muy justificada esa supuesta autoría en la mayor parte de los casos, aunque puede que se elaboraran ya en Talavera bajo la influencia del artista flamenco. Considero que sokamente la autoría de dos de ellas está plenamente justificada, aunque no haya documentos que lo prueben a ciencia cierta.
Es el caso de alguno de los paneles de la iglesia parroquial de Cañaveral, localidad también situada en el ámbito de Plasencia, que sí presentan características que nos hacen considerar que son obra del flamenco. En primer lugar, la calidad figurativa de la pintura de las santas representadas; también nos orientan en ese sentido sus colores, similares a los del frontal de Garrovillas, y por último la decoración de los azulejos de repetición que enmarcan las figuras de Santa Marina en el centro con Santa Bárbara y Santa Catalina a los lados, muy parecidos en sus motivos vegetales y geométricos a los de ese pueblo cercano a Cañaveral y también en el ámbito de la ciudad del Jerte.
Una característica muy peculiar de estos paneles de Cañaveral es que las figuras de los santos no se sitúan en un marco alrededor del cual se instalan los azulejos de repetición, sino que en este caso los motivos vegetales y geométricos invaden ese marco formando parte del fondo del cuadro, por lo que hay azulejos que presentan dibujo mixto de pintura figurativa junto a motivos decorativos de repetición en la misma pieza.
Otra obra de azulejería cuya muy probable autoría es atribuida a Juan Floris es un panel que representa a la Virgen y el Niño y que se hallaba en el pórtico de la ermita de la Virgen de Peñitas en Oropesa. El gran especialista en cerámica de Talavera Ángel Sánchez Cabezudo atribuye esta obra al ceramista flamenco, creo que con gran acierto.
No sabemos de donde procede el panel, si fue desmontado de algún templo o monasterio de Oropesa o si tal vez es fruto de una donación del coleccionista oropesano Platón Páramo, pero el caso es que fue reinstalado en la ermita sin colocar todos los azulejos que lo enmarcaban, aunque se ha restaurado completamente recuperándolos y mostrando la obra completa, tal como se pudo contemplar en todo su esplendor en la exposición “A témpora”.
La gran calidad del trazo, los colores azul oscuro, verde y morado característicos de obras de Floris como la de Garrovillas, los motivos vegetales y «metálicos», que forman la decoración de los azulejos de repetición del panel, aunque no se ven las típicas ferroneries que siempre se han atribuido al autor. Todo esto, junto el hecho de que este ceramista realizó otros trabajos para un noble oropesano, como el que se localiza hoy día en la ermita del Cristo de Garganta la Olla, nos dan también alguna pista. Sánchez Cabezudo ha demostrado también cómo esta obra pudo ser modelo para otras distribuidas por la geografía extremeña y castellana.
En la ermita referida de Garganta de la Olla, en la comarca de la Vera de Plasencia, se hallan los pobres restos de un panel de azulejos procedentes al parecer del santuario cercano de San Martín, y recolocados en la Ermita del Cristo del Humilladero. La parte datada y atribuida a Floris es el escudo heráldico central que según reza el rótulo pertenece a Gaspar Enríquez de Montalvo, vecino de Oropesa. Se encuentra rodeado de azulejos de arista y otros planos de probable origen talaverano, aunque parecen de fecha posterior.
En el fondo del embalse de Navalcán se encuentra este dolmen al que faltan los dos ortostatos de la entrada, que tienen grabada una serpiente en su superficie y están hoy en el Museo de Santa Cruz de Toledo
Hacia la segunda mitad del IV milenio a. de C. aparecen en nuestro entorno geográfico nuevos grupos de gentes, neolíticas todavía, cuya característica más sobresaliente es la de la construcción de grandes enterramientos colectivos llamados monumentos megalíticos. En la actualidad, y gracias a las nuevas dataciones de carbono 14, está cada vez más aceptado el hecho de que el megalitismo es un fenómeno occidental, gestado en la fachada atlántica, con una cronología que se remonta hasta el VI milenio a. de C. (Portugal y la Bretaña Francesa).
Para el caso de la península ibérica existen dos focos del fenómeno megalítico con características diferenciadas por un lado el foco del sureste y por otro el foco atlántico, con el que están relacionados los hallazgos en la tierra de Talavera. Como mantiene el arqueólogo Germán Delibes, «la implantación del megalitismo no debió ser únicamente resultado de la adopción del nuevo ritual funerario por parte de la población neolítica indígena; hubo también un aporte demográfico externo, muy probablemente gentes llegadas del oeste». No debemos olvidar que la construcción de este tipo de estructuras de enterramiento implica un gran aporte energético basado en una relativa ocupación del territorio con una sociedad ya perfectamente organizada, por primera vez considerablemente jerarquizada y con una clara división del trabajo.
El fenómeno del megalitismo en la Tierra de Talavera, en palabras de Jiménez de Gregorio, supuso «la más profunda penetración hacia el este de la cultura megalítica portuguesa en la submeseta meridional». La expansión se produjo desde el oeste hacia el cuarto milenio antes de Cristo, y su utilización funeraria llegaría hasta el primero.
De nuevo son los ríos los caminos naturales de penetración hacia el interior, llegando hasta nuestra área a través del valle del Tajo, y desparramándose después por sus afluentes (Ibor, Huso, Guadyerbas y Tiétar). Tenemos muy próximos al Tajo dólmenes como el de Azután, o Guadalperal en Valdecañas y sumergido en el embalse de Guadyerbas el de Navalcán.
Los dólmenes de nuestra comarca corresponden al tipo denominado «sepulcros de corredor», caracterizados por una cámara, que en nuestro caso tiene unos 5 metros en el dolmen de Azután o el de Navalcán. A la cámara se accede mediante un corredor cuya medidas reconocibles oscilan aproximadamente entre los 7 y 10 metros. Rodea todo el conjunto el túmulo, con circunferencias que oscilan entre los 18 y 16 metros.
Dólmen de Azután, en el valle del Tajo
Otro tipo de construcción megalítica son los llamados menhires, de los que al menos conocemos dos, uno cerca de Velada y a la orilla del Guadyerbas cerca de Parrillas. Ignoramos su funcionalidad y el significado de sus grabados y cazoletas, huecos labrados semiesféricos que también aparecen en los dólmenes. Son monumentos de una sola pieza de roca berroqueña, hincados verticalmente, de los que al menos tres cuartas partes sobresalen a modo de lindero, con una altura de entre 1m y 1,70 y una circunferencia de 1,5 metros. Tanto el menhir como el dolmen situados junto all Guadyerbas presentan figuras de serpiente labradas.
Algo que nos ha llamado la atención referente a los menhires y dólmenes, es su ubicación próxima a las cañadas ganaderas. En cuanto a las formas de habitación cabe decir que escasean, aunque es un fenómeno general a todo el ámbito megalítico. Esto viene de nuevo a evidenciar un tipo de hábitat disperso, semisedentario y relacionado con la explotación ganadera, aunque entre la cultura material de los dólmenes aparecen piedras de molino e industria lítica con pátina de cereal, lo que nos indica que practicaban algún tipo de agricultura. Quedan estas grandes construcciones como único testimonio de su pasado, y que según algunos autores muestran la condición itinerante de estos grupos y es el motivo de ella, como símbolo de permanencia y delimitación del territorio del grupo.
Nuevo capítulo de mi libro ya «Los Molinos de Agua de la Provincia de Toledo» que iremos publicando en sucesivas entregas.
EL CANAL (fig. 10)
Las presas desaguan en su canal a través de una compuerta lateral, situada generalmente sobre la ladera del cauce del río (fig. 5). Los canales pueden estar excavados en el talud natural de la ribera o hacerse de fábrica más o menos elaborada en mampostería, ladrillo e incluso sillería. Otras veces el molinero se ha visto obligado a tallar canales en la roca, casi siempre en pequeños tramos.
Lo más frecuente era que se combinaran diversos aparejos de construcción adaptándose a la modestia del molino o a las dificultades del terreno y así, por ejemplo, en terrenos impermeables como los arcillosos suelos de La Jara se hallan canales simplemente excavados en la tierra, algo que sería absolutamente ineficaz en las arenosas tierras del valle del río Guadyerbas o del Alberche pues se perdería la mayor parte del caudal.
En un molino de Malamoneda, sobre el río Cedena, en una zona de grandes bloques graníticos, o en algunos molinos del Pusa, sobre terrenos de cuarcita o pizarra, se ha llegado incluso a perforar la roca con un túnel de 2,5 metros de largo por 1 de ancho para conseguir así la continuidad del canal sin perder altura. A veces se ha llegado a tallar el canal en la roca viva durante algunos metros. En La Jara se llegan a extraer enormes lajas de pizarra para conseguir esa continuidad.
Es frecuente que el canal salve regatos y arroyos afluentes del río mediante pequeños acueductos y puentecillos de obra, troncos vaciados e incluso bidones cortados. Estos afluentes perpendiculares al canal deben ser evitados porque más que aportar caudal, pueden encenagar e incluso destruir con su arrastre de materiales la obra de canalización.
Cuando el terreno es muy permeable o el canal se ha construido con deficientes materiales, se suele revocar el suelo o el interior del canal en su totalidad para evitar fugas de agua. En La Jara se utilizan con frecuencia las lanchas de pizarra para enlosar los canales y proteger las paredes de la erosión de la corriente en los tramos curvos de su recorrido. En los Montes de Toledo o en la Sierra de San Vicente se emplea el granito en forma de empedrado o de lanchas que por su gran tamaño dan aspecto casi megalítico a algunos de estos canales. Este es el caso de un molino en el arroyo Navajata, en término de los Navalmorales (Foto 2).
Por razones topográficas, algunos canales no se han construido sobre el talud del cauce pero han conseguido mantener el desnivel necesario mediante elevación, bien sobre una obra maciza de mampostería, como el molino de Villapalos 2, o bien sobre acueductos de uno o varios arcos de piedra o ladrillo. Sobre Riofrío, en La Nava de Ricomalillo, se conservan algunos ejemplos de estos pequeños acueductos.
La estructura del canal suele reforzarse mediante cajeros arriostrados con losas de piedra, tirantes metálicos e incluso con troncos de madera que unen entre sí las dos paredes laterales del canal.
En las zonas de la Campana de Oropesa y Velada se encuentran varios ejemplares que carecen de canal por lo que les denominaremos como molinos de Apresa de acceso directo@ (fig. 9B). Se caracterizan porque el edificio se levantaba adosado al mismo muro de la presa y en medio del cauce, a modo de contrafuerte de la misma presa (fig. 11). El saetillo recibía el agua directamente de la presa a través de un orificio situado en la parte media inferior de la misma. Estos molinos se localizan en arroyos de escaso caudal, donde la ausencia de avenidas importantes permite la conservación de las presas que, por otra parte, tienen bastante cubicaje para compensar la escasez de agua. Son ejemplos de molinos de presa de acceso directo los de arroyo de la Pradera 3 y arroyo de Malezo 1 en Valdeverdeja, el molino de Tarrara en el Torrico y el de arroyo del Molinillo en Velada. Este tipo de molino ya es descrito en el siglo XVIII por Villareal y Berriz y curiosamente coincide con esta cronología la fecha de construcción inscrita en los muros de dos de estos ejemplos (Foto 3).
Otro tipo de molino que también carece de canal propiamente dicho es el de las aceñas y grandes molinos de regolfo del Tajo. Puede crearse cierta confusión con lo que en estos artificios se conoce como A la canal A en femenino y que consiste en la estructura de obra en forma de túnel cuadrado que, formando parte del edificio molinero, discurre bajo el suelo del mismo conduciendo el agua hasta el cárcavo donde se aloja el rodete del regolfo como más tarde describiremos. En los tratados clásicos como el de Turriano, a estas canales se las denomina Abombas@[1].
La sección adecuada para los canales viene dada por el caudal que deberán acoger y por la velocidad del mismo. Ésta no deberá ser demasiado lenta porque ocasionaría la obstrucción por sedimentación, ni excesivamente rápida porque provocaría la erosión y rotura de los canales que ya sabemos suelen ser de precaria construcción. En general interesan valores mínimos de velocidad puesto que así se ocasionará menos pérdida de pendiente al precisar el canal de una menor inclinación[2].
Las aguas arenosas deberán llevar algo más de velocidad para evitar su depósito y consiguiente obstrucción. En concreto la velocidad media necesaria para el funcionamiento adecuado de los artificios molineros se ha calculado entre 0,25 y 0,50 metros por segundo y las pendientes habrán de ser del 0,0004 al 0,0005.
El perfil de la sección del canal habrá también que ser tenido en cuenta y, si es rectangular, deberá medir al menos el doble de anchura que de altura. En las secciones trapezoidales los taludes tendrán una inclinación correspondiente al doble de la base respecto a la altura si están excavados y hasta 0,5-0,20 por 1 si se trata de obras de albañilería.
La longitud de los canales depende fundamentalmente de la pendiente del terreno y de la altura de caída del agua que se quiera conseguir en el molino, aunque para el diseño del canal siempre se tendrá en cuenta que el remanso de la presa no debe anegar los molinos que se encuentran río arriba, como antes se dijo.
Se da el caso en algunas corrientes fluviales, como el arroyo de Los Molinos o de Saucedoso en Castillo de Bayuela y Riofrío en La Jara, de que en ellos es aprovechada casi toda la pendiente porque cada canal parte del socaz del molino anterior, captando las aguas inmediatamente después de haber movido el rodezno, muchas veces directamente sin ser necesaria ni siquiera la presa pues el canal parte del mismo cárcavo del molino anterior.
Es fácil encontrar canales con una longitud de pocos metros y otros que llegan a medir más de un kilómetro. Son ejemplos del primer caso algunos molinos situados en tramos de cascadas con pérdida brusca de nivel, como el arroyo de Malezo o Piejachica 2 que capta con un pequeño canal el agua del anterior molino situado sólo unos metros por encima de él, pero con un considerable desnivel ya que se halla junto a un despeñadero ( ver su planta ).
Los molinos de La Mancha por el contrario, dada la escasa pendiente del terreno, suelen tener largos canales si se trata de molinos de rodezno. Los molinos de regolfo precisan más bien de un mayor caudal pues se adaptan a una escasa pendiente y aprovechan la energía centrífuga del agua más que la gravitatoria, como más tarde veremos.
Canales muy cortos, e incluso inexistentes, se pueden también encontrar en casos como el de los molinos de Garganta Tejeda en el Real de San Vicente, donde el agua tras salir del cárcavo de un molino se encuentra con la balsa del siguiente. Estos ingenios se disponen en un corto trayecto de corrientes con bastante pendiente en cuyas riberas se excavan las balsas de almacenamiento del agua.
Los canales suelen estar dotados de aliviaderos (fig. 9) que sirven para regular el caudal, impedir el rebosamiento del cubo o dar agua a los huertos y prados del molinero. Estas explotaciones complementarias se sitúan en los aterrazamientos ribereños paralelos al canal, entre él y el río, en la zona que se conoce como la Aisla@ del molino. Otra utilidad de los aliviaderos es la de desviar el caudal necesario para que abreven los muchos animales que rondan el molino ( mulas de acarreo, cerdos, gallinas, etc.) y que forman una parte importante del aprovechamiento global del molino.
El canal cuenta para su servicio con escaleras o simples lajas embutidas en el muro que facilitan el acceso para solucionar obstrucciones, para accionar las compuertas o para facilitar las reparaciones necesarias de grietas y fugas de agua.
La inaccesibilidad del terreno ribereño obligaba al molinero en ocasiones a ingeniárselas con pequeñas obras hidráulicas. Así ocurre en el quinto molino del arroyo del Pilón en término de El Torrico donde, para facilitar el paso subterráneo del agua y permitir el acceso de las caballerías, se construyó un rústico sifón (fig. 12) similar al utilizado en los canales actuales de regadío para salvar los caminos.
Hay canales que se ensanchan antes de la entrada al cubo del molino permitiendo así el represamiento del agua. Estas pequeñas represas, que no debemos confundir con las construidas para desviar el caudal del río, son denominadas en nuestro ámbito Abalsas@y se asocian a muchos molinos de escaso caudal, sobre todo en Los Montes de Toledo.
En el arroyo de la Pradera y en el arroyo del Pilón, ambos en las cercanías del molinero pueblo de Valdeverdeja, encontramos dos artificios de los denominados como Ade escorrentía@ (fig. 13). En ellos el canal solamente cuenta con uno de los muros que va circundando la ladera y va recogiendo el agua de regatos, vaguadas y fuentes, intentando así aprovechar todos los recursos hídricos que puedan caer sobre las lomas que recorre. No son éstos dos molinos de escorrentía puros, ya que se ayudan de una presa en los arroyuelos mencionados para conseguir algo más de caudal. Tienen por tanto un sistema mixto de captación, de presa y de escorrentía.
Un caso similar se da en los molinos de la cabecera del río Guadyerbas en Navamorcuende, donde además de una importante fuente que ha sido canalizada hasta ellos, se toma agua de la escorrentía a través de canales que cortan la ladera y que desembocan en una balsa de almacenamiento desde donde parte el canal que alimenta a los molinos.
En la desembocadura del arroyo Cubilar sobre el río Uso se sitúa el molino del Álamo (fig. 14) dotado de un doble sistema de canal que recoge el caudal de las dos respectivas presas situadas en cada una de las corrientes confluentes. Este sería un molino de Adoble canal@.
Ya hemos llegado al final del canal donde una rejilla impide la caída de cuerpos extraños al receptor, evitando así la obstrucción del saetín
Los primeros agricultores del valle del Tajo, el neolítico en nuestra comarca. Dentro de la serie Ríos de Historia
La vega de Talavera fue poblada desde la prehistoria por su fertilidad
El Padre Juan de Mariana, nuestro paisano y “padre de la Historia”, como le llamaba Pérez Galdós, escribe que Talavera “Está sentada en un valle de cuatro mil pasos de anchura… que cortan muchos ríos de amenísimas riberas, entre ellos el Tajo, célebre por sus arenas de oro, por su extenso cauce y por los muchísimos arroyos que le dan tributo. Besan hacia el norte las aguas de este río las firmes murallas de aquel antiguo municipio…”.
El Padre Tajo ha sido siempre el principal referente geográfico de Talavera. Primero el vado y más tarde el puente, además de la estratégica confluencia de cañadas y caminos, condicionaron sin duda el nacimiento y crecimiento de nuestra ciudad. Vamos a ver en esta serie de artículos hasta qué punto los ríos forman parte de nuestra historia y nuestra cultura.
Hace siete u ocho mil años, con un clima más suave tras el deshielo de los glaciares y el descenso de los ríos como nuestro Tajo, desaparecen algunas especies de grandes animales y de plantas, y nacen nuevas formas de explotación y de ocupación del territorio y de sus recursos.
Pequeña hacha pulimentada votiva
A nuestra comarca llegó tarde el neolítico, un periodo definido básicamente por el cambio producido en el sistema económico. Los clanes paleolíticos ambulantes cazaban o simplemente recolectaban, sin aportar nada a cambio ni modificar el medio. La domesticación de las plantas y de los animales supuso la posibilidad de obtener alimento con más facilidad, su almacenamiento para los períodos de carencia y la posibilidad de generar un excedente, que «revolucionó» a todos los niveles la sociedad pues dejó más tiempo para el ocio o la artesanía. El desarrollo de la cerámica proporcionó una mejora en la alimentación y la cocción, además de ser un testigo inestimable para la investigación además de utilizarse nuevas técnicas aplicadas a la piedra, el hueso y el asta. La cultura material del neolítico también nos dejó las hachas de piedra pulimentadas y aunque muchas de las halladas pertenecen a culturas posteriores de la edad del cobre o del bronce, son las mismas que en nuestros pueblos denominan “piedras de rayo”, por la creencia popular de que son rayos petrificados que quedan bajo tierra al caer.
Menhir del Guadyerbas, en término de Oropesa hoy desaparecido por sustracción tras caer al suelo cuando fue excavada su base. Tiene una serpiente grabada y se perciben en la foto las «cazoletas»
Así pues decíamos que el proceso de neolitización hasta llegar a nuestra tierra es lento y consecuencia de una irradiación desde los focos meridionales y atlánticos de la península ibérica hacia el interior aprovechando como vías de penetración los cursos de los ríos como el padre Tajo y sus afluentes,
Curiosamente en nuestra zona, las áreas de ocupación donde se han encontrado restos no son las mejores desde el punto de vista agrícola, sino que se instalan en zonas a veces intrincadas y no muy aptas para el cultivo, lo que nos inclina a pensar una preferencia por la actividad ganadera sobre la agricultura, una constante que seguiremos viendo en nuestra historia. Así sería la situación de las cuevas o abrigos en la confluencia del Ibor-Tajo y en zonas ribereñas de Calera en el reculaje de Azután o en las orillas del Tajo, donde el embate de las aguas del embalse de Valdecañas ha descubierto, en el interior de abrigos graníticos, algunas muestras escasas pero bastante significativas de cerámicas, industria lítica y pesas para las redes de pesca que se enmarcan dentro de las tipologías neolíticas tardías que conectarían a esta zona con el mundo del neolítico del occidente peninsular.
Restos de alimentos han aparecido en varios de estos yacimientos mencionados, tales como cebada, trigo, centeno, avena, leguminosas y frutos como castañas, bellotas y aceitunas silvestres. En cuanto a animales están representados el cerdo, oveja, cabra y vaca así como restos de productos de la caza y pesca.
Menhir llamado de Parrillas hoy desaparecido por sustracción. Dibujo del libro de Primitiva Bueno sobre el megalitismo extremeño
Grabado por piqueteado de un ciervo en la estación rupestre del Martinete junto al río Jébalo[
Caricatura que muestra a Isabel II practicando su deporte favorito
De la tierra de l´amour, Emmanuelle, El Último Tango y el Marqués de Sade pasando por Perpignán nos vino la dinastía reinante hoy en España. Y llegaron el primer año del siglo de las luces, que llevaría a finales de la centuria a la explosión de la liberté, del placer y del rodar cabezas.
Y Felipe V, primer Borbón, parece que mezcló una parte de la psicalipsis de su patria de origen con la pasión exacerbada de los súbditos que le tocaba gobernar, y así llegó a permanecer días y noches en el real catre retozando con la reina y cayendo alternativamente en el más profundo arrepentimiento y la lascivia más patológica, que le hacía pasar de la oración al ardor pudendo sin cesar, del flagelo al zurriago sin parar.
Algunos de los borbones a los que alude el texto
Abdicó Felipe en su hijo Luis I, aunque la corte seguía en La Granja en manos de su madrastra la reina Isabel de Farnesio. Luisito sólo tiene quince años cuando le casan y su mujer Luisa Isabel de Orleáns es caprichosa, sucia y extravagante, hasta el punto de jugar desnuda por los jardines de palacio, por lo que el joven rey, que también padece de “melancolía” como su padre, se dedica a sus fiestas y correrías nocturnas por Madrid, aunque poco puede divertirse, pues muere de viruelas a los ocho meses de reinado.
Fernando VI también tiene una obsesión enfermiza con su mujer Bárbara de Braganza, portuguesa poco agraciada y bien entrada en carnes pero que al rey le ponía cantidad. Y quiere yacer con ella sin cesar, hasta el punto de que cuando ella está ya agonizante, no se resiste a entrar con ella en la cama por el mucho apetito sexual que le despierta su real persona. Cuando muere la reina y no puede “hacer uso del matrimonio”, Fernando VI se vuelve loco y acaba encerrado en el caserón de Villaviciosa de Odón lanzando sus propios excrementos a ministros, cortesanos y prelados que acuden a visitarle.
Carlos III es rey más cazador que fornicador, las dos pasiones dinásticas, prefiriendo cobrar conejos en el monte y no en la corte, aunque llega a ser rey por los apaños de Isabel de Farnesio, que tiene una buena excusa para relegar al que habría tenido en realidad mayor derecho a reinar, el infante Luis de Borbón. La excusa es que don Luis no piensa en otra cosa que en el sexo y tanto es así que para evitar escándalos le casan con una mujer casi plebeya, para que calme así su fogosidad. Con esa excusa se le destierra de la corte y viene a Velada, al palacio del marqués, con su corte, acompañado de Goya y Bocherini entre otros artistas, mientras le construyen el palacio de Arenas.
El tontaina de Carlos IV ve como la reina más fea que vieron los siglos bebe los vientos por Godoy. Fernando VII, aparte de su conocida bajeza moral, padecía macrosomía genital y hasta tal punto eran grandes sus atributos sexuales que le tuvieron que fabricar una almohadilla en forma de donut para yacer con su señora sin dañarla al hacer uso del matrimonio. Su viuda Maria Cristina, que decía que su marido el Rey yacía con ella con “lujuria de animal”, tuvo al enviudar varios hijos con un guardia de corps de nombre Muñoz.
Del amor de Isabel II por los militares de todo el escalafón, desde sargentos hasta el “general bonito”, mucho se ha escrito, mientras que de su marido Francisco de Asís de Borbón, que paseó sus cuernos con gran dignidad, dijo ella que qué se podía esperar de un hombre que en la noche de bodas llevaba más puntillas y encajes que ella misma.
Alfonso XII gustaba de las actrices y Alfonso XIII también, aunque a este último le valía cualquier cosa, sin ser nada selectivo en sus fornicios. Y para qué seguir con monarcas más actuales si los medios nos informan a diario.
Canto trabajado del paleolítico en las terrazas del Tajo del Cerro Negro
LOS HOMBRES DEL PALEOLÍTICO INFERIOR EN LAS ORILLAS DEL TAJO
Canto trabajado hallado en el Guadyerbas
La mayor parte de los útiles tallados en piedra que se han hallado en nuestra comarca, se han recogido en sedimentos fluviales de las terrazas del Tajo de ambas orillas. En las prospecciones realizadas en el valle del río con motivo de las excavaciones del yacimiento de Pinedo en Toledo, encontraron M. Santonja y Mª Angeles Querol en el kilómetro 33,300 de la carretera de Talavera a los Navalmorales, en el Cerro Negro, en superficie y sobre la terraza de + 140 metros del Tajo, un canto trabajado que se dató en principio con unos 200.000 años de antigüedad. Es la primera huella documentada del hombre en nuestra comarca.
Recreación de un taller del paleolítico en el museíllo de los yacimientos de El Bercial
Desde entonces (1979), se han ido encontrando por diferentes investigadores locales nuevos yacimientos del Pleistoceno en la comarca. La mayoría se han localizado en graveras y fuera del contexto estratigráfico por lo que todavía está por hacer una prospección sistemática de cuenca que parece prometedora por lo numeroso de los posibles asentamientos.
En los casos que vamos a enumerar se han documentado materiales elaborados sobre todo en cuarcita, principalmente cantos trabajados, bifaces y objetos realizados sobre lascas de piedra, todos ellos con paralelos en los periodos denominados Achelense Inferior y Medio.
En la margen derecha, los yacimientos se sitúan en la terraza por donde hoy discurre la autovía de circunvalación, de hecho en su construcción se halló por el servicio de Arqueología de la Diputación Provincial, un yacimiento en el que destaca un bifaz de buena factura en término de Pepino y en la zona del Chaparral. Otros útiles líticos fueron hallados en el arroyo Malojo, cerca de El Casar de Talavera, en el arroyo del Canal y ya dentro del casco urbano de Talavera en las excavaciones realizadas junto a la muralla, el ayuntamiento, y en Cabeza del Moro. En varias graveras de las proximidades del casco urbano también se han localizado estratos con diferentes objetos de piedra retocados por la mano humana.
Excavación del yacimiento de Puente Pinos junto al muro del embalse de Azután
Río abajo también se descubren materiales en las proximidades del embalse de Azután y también en el término de Alcolea de Tajo en el paraje de Vaciatrojes se ha documentado el hallazgo de industria paleolítica entre 1979 y 1980, durante la explotación de una gravera situada al Sur de dicha localidad y abierta en una terraza alta de la margen derecha del Tajo, donde aparecieron cuatro colmillos de elefante antiguo (tres de ejemplar adulto y uno de joven), así como trozos de mandíbulas, dientes y cornamentas de, al menos, un cérvido (Jiménez de Gregorio, 1989). También menciona don Fernando hallazgos de industria y de restos de cérvidos en el arroyo Manzanas (Las Herencias),. Refiere expresamente un fragmento de diente de Cervus elaphus y tres herramientas líticas de cuarcita, entre ellas dos bifaces, que adscribe al Paleolítico Inferior.
Podemos por tanto imaginar un Tajo enorme, desde el Cerro Negro hasta los berrocales de Pepino, Mejorada y Segurilla. Un río que inundaría la práctica totalidad del actual casco talaverano habitado con pequeñas bandas de seres humanos cazando elefantes o los grandes ciervos y bóvidos que pastaban entre las corrientes del deshielo de los glaciares. Aquellos primeros “talaveranos” fabricaron las primeras herramientas toscas de piedra.
Industria lítica hallada en el arroyo Zarzoleja junto a Gamonal
INDUSTRIA LÍTICA DEL PALEOLÍTICO SUPERIOR
Mención aparte merece la industria del paleolítico que descubrí en otro de nuestros ríos, el Guadyerbas, ya que es en sus orillas donde se encuentra la mayor riqueza y densidad de unos yacimientos que con numerosa industria de sílex es la representación más significativa, hasta el momento, del paleolítico superior de las tierras de Talavera. Llama la atención la gran variedad de materiales, tanto por su forma como por el colorido y diferentes tamaños de los mismos. Las pátinas y el grado de rodamiento también son muy variables, incluso se encuentran algunos objetos en cuarcita que, por su aspecto, bien pudieran pertenecer al paleolítico inferior o al menos a dataciones más antiguas que la generalidad del material. Los núcleos de sílex utilizados para hacer esas herramientas vienen arrastrados por el río desde las zonas calizas de Montesclaros.
Todos estos hallazgos se distribuyen por una gran zona que comprende las riberas de los arroyos del Molinillo, el de Los Huertos, el de Alcañizo y los ríos Guadyerbas y Riolobos. En la desembocadura del Guadyerbas en el Tiétar aparece también industria, aunque no se halla en este último río geológicamente más condicionado por los plegamientos de la Sierra de Gredos. Concretamente en este punto, con motivo de los estudios sobre el impacto del Embalse de Monteagudo, realizaron Fco. Javier Díaz y Ramón Gómez un estudio geológico que nos permite datar la antigüedad de este yacimiento entre los 8000 y los 10000 años. El material está tallado sobre lascas de tamaño medio en general (2-8 cm) y con morfologías muy diversas. Según la especialista en paleolítico Josefa Enamorado «La importancia de estas colecciones radica en que es la primera vez que en el valle medio del Tajo se registran objetos con estas características y cronología”. Es raro además que estos yacimientos se localicen al aire libre ya que lo habitual es que se encuentren en cuevas y abrigos. Estas colecciones ribereñas del Guadyerbas aportarán más luz sobre la vida y comportamientos humanos de los habitantes del interior peninsular ya que, por ahora, solamente existen paralelos a estas culturas en la cornisa cantábrica.
Industria paleolítica del Guadyerbas
Además de los yacimientos del Guadyerbas, también he localizado tres nuevos asentamientos con características diferentes a los anteriores, uno en el arroyo de Malojo pero en zona más alta del arroyo que el otro yacimiento ya enumerado y perteneciente al paleolítico inferior, otro en las orillas del arroyo Zarzueleja cercano a la población de Gamonal y un tercero en el arroyo de la Sal. Todos presentan una industria realizada en sílex de tonalidades mayoritariamente blanquecinas, con retoque menos elaborado que el del Guadyerbas pero que por su situación estratigráfica pertenecen también al paleolítico más reciente o incluso al epipaleolítico. Como vemos son las corrientes de agua las que muestran las huellas de los primeros habitantes de nuestra tierra.
Página Talavera y su Tierra de Miguel Méndez-Cabeza Fuentes
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