VIDA PASTORIL DE LOS CABREROS DE GREDOS
Refugio o ventera en la garganta Blanca
Ayer describíamos la vivienda y otras dependencias de los cabreros del alto Gredos, además de diversas construcciones complementarias. Nos queda por conocer el recinto en el que se cerraba el ganado. Generalmente se construía con palos y ramajes dispuestos en forma de “berenga”, cuando se colocaban inclinados hacia el interior impidiendo así que los animales saltaran y escaparan y al mismo tiempo sirviendo de cobijo en caso de temporal. Cuando se colocaba otra fila de palos inclinados sobre los anteriores dejando en su interior un espacio habitable para el ganado, al que se accedía mediante aberturas llamadas portillas, entonces se denominaba “berengón”. La cumbrera del berengón remataba con un canalón de roble cóncavo vuelto hacia abajo. Los deshechos y el agua salían por un agujero de drenaje llamado “camilleja”
Estos lugares para encerrar a las cabras servían también como protección ante el ataque de los lobos que nuestro amigo Alejandro Garro ha conocido en las soledades de las alturas serranas rondando en torno a su ganado. Más peligroso era dormir con el ganado al sereno sin ningún tipo de protección, como sucedía en los traslados. Entonces había que dormir a “jogueril”, es decir con la hoguera encendida y la escopeta cargada, y más de una vez se veían obligados “ a liarse a tizonazos” con los troncos de la lumbre encendidos para defenderse del ataque del lobo. Hubo ocasiones en que fueron tan abundantes que se hizo necesario organizar batidas para eliminar a los depredadores por la mortandad que producían en el ganado. Unos pastores iban armados y otros actuaban de “echaores” para espantar y conducir a los lobos hasta la encerrona.
Berengas, chozos y casillas de la majada de Braguillas
No eran estos los únicos peligros que habían de afrontar los pastores serranos. No eran infrecuentes los accidentes provocados por caídas, algunos de ellos al intentar recuperar algún animal en situación comprometida sobre alguna risquera o, como sucedió en el paraje de los Hospitalones, con un macho montés herido que hizo precipitarse al vacío a un pastor. La climatología era sin embargo el peor enemigo y la humedad permanente con los pies mojados durante largos inviernos es un recuerdo poco agradable para algunos de estos pastores. Cuando le preguntamos a Alejandro por su protección contra el frío cuando dormía al sereno responde: “Pues mire usted con media manta arriba y media manta abajo”. También recuerda cómo antes se podían adquirir sombreros de paño que realmente eran impermeables y que ya es imposible encontrar o cómo se fabricaban botas y sandalias de cuero de una resistencia que hoy no superan los nuevos materiales, y de hecho, para los pastores, en su estricta economía de subsistencia el desembolso en metálico que les resultaba más gravoso era el que invertían en ropa y zapatos, porque el resto de sus necesidades eran cubiertas prácticamente con lo que ellos mismos producían.
Troncos de roble vaciado para dar de comer a las cabras
Las cabras que más se aprovechan en Gredos son las de la especie llamada serrana, la cabra verata y algunos híbridos de ambas, además de otras especies recientemente introducidas como la cabra “granaína”. En la conversación aparecen los sugerentes nombres de las especies vegetales que servían de pasto a los rebaños: alambrillo, calvitero, berceo, cerrillo o vainilla, el fruto de los piornos que a veces ocasionaba ciertas disputas entre los pastores de una vertiente y otra de Gredos. También se podía completar la alimentación del ganado con el ramaje de los robles, y algunos cubos de castañas o de bellotas. Los pastos del monte público solían ser subastados y en el monte privado los pastores eran “acogíos”, una forma de arrendamiento que ocasionaba a veces abusos por parte sobre todo de los administradores de las fincas que introducían cláusulas abusivas que no figuraban en los contratos como la entrega de cargas de leña o el apropiamiento indebido del estiércol, preciada mercancía principalmente para los hortelanos de la cara sur de la sierra.
A veces llegaban los administradores a cobrar a los pastores el propio estiércol que producían sus cabras y que les era necesario para sus huertos familiares, o a cobrarles el ramón de los robles que se aprovechaba en las épocas de sequía y más escasez de pastos. Era tan ajustada su economía que a veces “no alcanzaban” siquiera a pagar el arrendamiento de los pastos y si además tenían la mala suerte de que la gota, la mamitis, la gripe u otras enfermedades del ganado afectaran a su majada, no era infrecuente que familias enteras quedaran en la ruina más absoluta sin ni siquiera un pedazo de pan que llevarse a la boca.
Su vida cotidiana era dura pasando largos ratos en la sierra labrando algún objeto de arte pastoril como huesos para adornar sus mochilas, morteros de madera, zajones o petacas de cuero etc. Aunque algunos pastores siguen ocupando sus ratos libres con esta artesanía, el transistor casi ha acabado con ella pero a supuesto una magnífica compañía y aún muchos de ellos guardan un recuerdo entrañable de un programa de Radio Andorra de canciones dedicadas con el que desde sus alturas comenzaron a conectarse con el resto del mundo.
De los dos centenares aproximados de majadas que poblaban las más recónditas gargantas de Gredos, hoy apenas quedan algunas que se cuentan con los dedos de una mano. Cuando el que esto escribe iba a mostrar el primero de estos artículos a Alejandro Garro, nuestro guía en este viaje pastoril, este pastor de las alturas falleció, sirvan mis palabras como pequeño homenaje a él y a los que como él son los últimos testigos de una forma de vida que se acaba.
Acabaremos con un nuevo capítulo sobre la gastronomía de los pastores de Gredos