HERRERUELA DE OROPESA

HERRERUELA DE OROPESA

Herrajes y llavera de una puerta en Herreruela

Nuestra próxima ruta parte desde el pueblo de Herreruela en cuya demarcación no se han hallado restos arqueológicos significativos, aunque ya existía el topónimo Ferreruela en el siglo XII, siendo un lugar habitado en el siglo XIV, cuando pasa a formar parte del señorío de Oropesa. En el año de 1751 se exime de su jurisdicción delimitándose el término.

Arquitectura popular en Herreruela

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CONVENTO DE LA ENCARNACIÓN DE LAS MADRES BERNARDAS

CONVENTO DE LA ENCARNACIÓN

DE LAS MADRES BERNARDAS

Fachada de la iglesia del convento de la Encarnación de las Madres Bernardas

Doña María de Albornoz era la heredera de un rico mayorazgo de tres mil ducados creado por sus padres. Al enviudar, recayó también sobre ella el patrimonio de su marido el marqués de Aravaca, cuyo palacio se levantaba en la plaza del mismo nombre.

San Bernardo representado en azulejería del siglo XVIII sobre una de las puertas del convento de las bernardas

Una noche del verano de 1608, la marquesa salió con su servidumbre para bañarse en el Tajo, bajo el primer ojo del Puente Viejo. La señora y una criada fueron arrastradas por el agua, la sirvienta pudo salvarse por la intervención de un hombre que se arrojó al agua, pero doña María se ahogó perdiéndose en la oscuridad.Su cuerpo se encontró al día siguiente después de peinar el río con redes y barcas pues se habían recorrido las orillas la noche anterior con hachas encendidas sin hallar el cadáver. Fue enterrada en el panteón familiar de la capilla del Cristo de los Espejos de “La Colegial”.

Arbotantes sobre la fachada oeste del convento de las bernardas

Volvió el mayorazgo a su madre doña Teresa Saavedra que en 1610, con su otra hija llamada Catalina y monja profesa de San Benito, fundó un monasterio con el título de la Encarnación en sus propias casas, pues una de las cláusulas del mayorazgo establecía que, si quedara éste sin herederos, se emplearía su patrimonio en la fundación de un convento de monjas descalzas.

Una de las rejas del convento de las Bernardas

El templo se construyó bajo traza de Fray Lorenzo de San Nicolás. Es edificio de ladrillo, como es habitual en la obra de este arquitecto. La iglesia es de planta de salón y está coronada por una bóveda semiesférica. La decoración es la habitual de cornisas y molduras de yeso. Destacaremos los dos paneles de azulejos sobre las puertas de acceso del convento y de la iglesia con el motivo de San Bernardo y el misterio de La Encarnación respectivamente. Son pintorescos los arcos de los arbotantes que sirven de apoyo al edificio en su cara oeste.

La Encarnación representada en azulejería de Talavera del siglo XVII sobre la puerta principal de las bernardas

En la planta del siglo XIX que reproducimos se observa al este de la iglesia el coro y un dormitorio alargado que da a una pequeña huerta. Junto al muro que separa el convento de la plaza de San Agustín se puede ver un pequeño cementerio y la huerta principal con un corral y un basurero en el extremo sur de la misma que además contaba con un emparrado sobre machones. En torno al patio del Pozo discurre el claustro alrededordel que se distribuyen las dependencias habituales de los conventos: la cocina, dos refectorios, el capítulo, la entrada con el torno y los locutorios. Un patinillo más al sur daba acceso al ropero, almacenenes y un portal. También aparecen señalados los aljibes, carboneras, despensas, gallinero, horno y excusado.

Puerta tapiada del convento de las bernardas.

CURIOSIDADES Y PERSONAJES

El historiador talaverano Cosme Gómez de Tejada fue capellán de este convento, pero el personaje histórico más relevante relacionado con la institución fue el cardenal Gil de Albornoz, sobrino de los fundadores y protector del nuevo monasterio al que obsequió con un magnífico ajuar que hizo traer desde Roma. Allí murió manifestando su intención de ser enterrado en este convento de La Encarnación de Talavera donde, todavía hoy, se puede observar su sepulcro de jaspe suspendido en el muro oriental de la iglesia.

Sepulcro del Cardenal Gil de Albornoz en el convento de la Encarnación

Don Gil era vallisoletano y se decía en Talavera que durante su juventud estuvo enamorado de su infortunada prima Dª María, pero el padre de ella no permitió la relación, por lo que marchó a Salamanca donde comenzó una brillante carrera eclesiástica y política que le llevaría a ser embajador en Roma y capitán general del ejército en Milán.

VISITAMOS EL TORRICO

EL TORRICO

Rollo de El Torrico

En el término de El Torrico se han hallado cerca del río Tajo numerosos útiles de piedra tallada del paleolítico inferior, como hachas, bifaces, núcleos y raederas. Damos un salto en el tiempo y nos encontramos en la segunda Edad del Hierro, cuando hace más de dos mil años los vettones deambulaban por aquí con sus ganados y dejaron un verraco en la finca de Valdepalacios.

El nombre de El Torrico deriva según algunos de la existencia en un cerro cercano de una torre fortificada medieval, una de las muchas atalayas de observación que tanto musulmanes como cristianos dejaron por estas tierras. Para algunos, esta torre se situaría precisamente en la base de la torre de la iglesia parroquial. Estas tierras se comenzaron a repoblar a partir del siglo XIII, situándose el pueblo en el ámbito de las tierras colonizadas por los aguerridos caballeros abulenses.

Ermita de El Torrico

Doña María de Toledo Quiñones, viuda de Diego Fernández Quiñones, era señora de El Torrico en el siglo XV, hasta que en 1447 vendió la población al señor de Oropesa don Fernando Álvarez de Toledo. En aquella época todavía existía un castillo-palacio perteneciente al feudal del que tomó posesión el nuevo señor y del que actualmente no quedan restos. Sí permanece en pie sin embargo el rollo jurisdiccional que, aunque muy gastado por el tiempo, nos recuerda el privilegio de villazgo de El Torrico en 1642. Se apoya en gradería de tres peldaños y en él podemos observar todavía dos argollas de hierro y el cuchillo esculpido en relieve, símbolo de la utilidad penal de la picota. Los brazos esculpidos apenas dejan ver su terminación en forma de cabezas de animales y se corona el monumento en remate cónico con escamas. Sobre el quinto tambor de piedra de los seis que forman el fuste se puede ver el escudo de la villa.

Iglesia parroquial de El Torrico

LA IGLESIA: En el siglo XVI y XVII se construye en sillería y ladrillo la iglesia parroquial de San Gil. El templo es de planta rectangular con una sola nave dividida en cuatro tramos separados entre sí por arcos de medio punto sobre pilastras. El ábside es poligonal y la cabecera se cubre con bóveda de arista, aunque en 1993 se descubrió que estaba cubierta anteriormente por una techumbre de madera ochavada y pintada primitivamente en rojo y azul. Junto a esta techumbre se conservaban pinturas murales del siglo XVIII representando ángeles, cortinajes y símbolos de la Pasión de Cristo. El acceso al templo se hace por la portada norte rematada en arco carpanel y otra protegida por un tejadillo en la fachada sur. Recientemente se ha reconstruido al sur del pueblo, junto a la carretera de Valdeverdeja, la ermita de Santa Ana que se encontraba arruinada.

Arquitectura popular de El Torrico

ARQUITECTURA POPULAR: En El Torrico quedan viviendas tradicionales en mampostería y adobe. Son típicos algunos balconcillos de madera que aún se conservan. Entre estas casas la más pintoresca se sitúa en la esquina noroccidental de la plaza. Muchas otras dejan ver todavía las solanas que, acristaladas hoy día, sirven para que las mujeres cosan en invierno. En el patrimonio inmueble también debemos señalar el antiguo pósito y varias fuentes con pilón como las de El Pilar, El Caño o el de Las Ranas, situado este último en un agradable paraje al norte del casco urbano con gran un pilón de granito redondo y otro rectangular.

Un lugar pintoresco es el de la presa molinera de Tarrara junto a la carretera que nos lleva a Oropesa. Se ha adecentado el entorno pero de los ingenios hidráulicos queda bien poco, aunque sí permanece sin embargo el recuerdo de un accidente luctuoso allí sucedido en el dicho popular “Los molinos de Tarrara no muelen trigo, que muelen las tripas de Hermenegildo”. En la ruta conoceremos los molinos del Tajo y del arroyo del Pilón

Soldadesca de El Torrico

FIESTAS: Entre las celebraciones festivas de El Torrico debemos destacar las fiestas de San Gil, con su concurrida procesión el 1 y 2 de Septiembre. El veintiséis de Julio se celebra la fiesta de Santa Ana que ya tiene su nueva ermita como escenario. Pero tal vez las tradiciones más interesantes y arcaicas se celebren en invierno con la quema del chozo el 31 de Diciembre por parte de los quintos. La soldadesca del carnaval con su abanderado, la capitana y sus sargentos y sargentas que desde la Candelaria recorren las calles pidiendo para las ánimas del purgatorio. El Martes de Carnaval salen en desfile vestidos con los tradicionales trajes torriqueños que, aunque no sean tan abigarrados como los lagarteranos, no tienen que envidiarles en belleza, como sucede también con las labores tradicionales que, aunque parecidas, tienen sus propias peculiaridades. El Domingo de Gallos o de Carnaval se comen los tradicionales dulces como floretas, roscas y suspiros y se recogen por las casas huevos y embutidos.

Uno de los pilones y fuentes de El Torrico

El Sábado Santo los jóvenes salen al campo para coger centeno y confeccionan  con él largas trenzas que decoran la plaza y las calles que serán al día siguiente escenario de la Procesión del Encuentro. Otra peculiar costumbre de paganos orígenes es la de vestir dos peleles llamados Los Mayos, uno de hombre y otro de mujer.

Antes de abandonar El Torrico debemos visitar el museo etnográfico que exhibe objetos de la cultura material del pueblo donados por sus vecinos

CAMINO DE LOS BANDOLEROS A GUADALUPE ( y 17) LLEGAMOS AL MONASTERIO CON UNA LEYENDA DE MOROS

Claustro del monasterio con su hermoso templete mudéjar

Abandonamos Alía por el viejo camino de Guadalupe que parte desde el sur del casco urbano en dirección oeste. Seguimos su trazado paralelo a la carretera con la que volvemos a encontrarnos después de recorrer unos dos kilómetros y medio. Junto a la carretera se encuentra la capilla de la Virgen de la Concepción a la que nos hemos referido ya cuando hablamos de la ermita de la misma advocación. Después de una curva muy cerrada salimos de la carretera y tomamos nuevamente el camino que asciende hacia el collado del Madroño dejando una zona recreativa con una fuente a la izquierda. Vale la pena detenerse y contemplar el panorama desde el collado, para después descender por la Hoya de las Infantas hasta encontrarnos con el Río Valmorisco.

Vista panorámica de Alía

Puede que vayamos a parar otra vez a la carretera, junto al puente viejo de este río, pero debemos ascender por la ribera doscientos metros para luego tomar de nuevo la ruta a Guadalupe que sale a la izquierda ascendiendo por un camino que pasa junto a una fuente. Más arriba no debemos tomar el camino de la izquierda pues volveríamos a la carretera. Tomaremos el de la derecha que sigue un recorrido muy agradable entre alcornoques y olivares hasta dar vista a Guadalupe de la que ya solamente nos separa el arroyo de Valhondo. Después de atravesar el abandonado ferrocarril Talavera-Villanueva cerca de su estación y viaducto habremos llegado a Guadalupe.

Vista panorámica de Guadalupe. A la derecha el viaducto de la línea Talavera-Villanueva de la Serena, de la que es parte la vía Verde de la Jara
Guerreros musulmanes se dirigen a la batalla

UNA LEYENDA DE MOROS

En término de Alía existe un lugar conocido como el cerro del Moro y cuenta una leyenda recogida en la revista “Guadalupe” en 1913 que el castillo de Alía pertenecía a un moro llamado Abderramán Ben Muza, señor de los contornos.

“Tenía el moro una hija llamada Zulima, esbelta como las palmeras del desierto y bonita como la sonrisa de una madre” y para custodiarla levantó y fortificó su castillo. En una de sus correrías guerreras el moro capturó a veinte prisioneros cristianos y los encerró en sus mazmorras. Marchó más tarde a otra de sus razzias y dejó a Zulima en el castillo. Conmovida por los gritos y gemidos de los cautivos, visitó la morilla los calabozos y allí se fijó en Gonzalo Vargas, uno de los caballeros cristianos allí encerrados.

Por compasión de los prisioneros ordenó que les quitaran grillos y cadenas y que permitieran los centinelas que bajo su vigilancia pasearan por el patio de armas del castillo. Gonzalo y Zulima se enamoraron mientras Abderramán tardaba en volver de sus correrías. Por intercesión de los cautivos llegó Zulima a un acuerdo con los vecinos cristianos de Talavera por el que conservaría sus tierras y castillos si pagaba las parias. Los prisioneros fueron liberados y desde entonces defendieron a la mora y su señorío. Ella se convirtió al cristianismo y se casó con el caballero.

Pero un día llegó Ben Muza tras la derrota de Las Navas de Tolosa enfurecido por las noticias sobre su hija que le habían llegado al campo de batalla. Abrieron los puentes levadizos y el moro entró en el castillo, subió a la estancia de su hija y la encontró con su marido cristiano amamantando a su hijo. Tomó Abderramán al niño y lo arrojó con furia por una ventana. Todos se abalanzaron para asomarse y observaron que una hermosa mujer morena como Zulima sostenía al niño.

El moro se hizo cristiano y con el correr de los años se identificó a esa señora con la Virgen de Guadalupe.

Detalle de las puertas de bronce de la iglesia de Guadalupe

CAMINO DE LOS BANDOLEROS A GUADALUPE (15) CONOCEMOS ALÍA Y SU ENTORNO

Detalle de la decoración mudéjar de la iglesia de Alía

La guerra causó grandes destrozos en el patrimonio de Alía. Uno de los monumentos dañados, aunque después parcialmente restaurados, fue la ermita de la Virgen de la Concepción que se halla en la dehesa Boyal y que era llamada antes de Aguas Santas por acudir a ella los vecinos en épocas de sequía. A la salida del pueblo, camino de Guadalupe, se ha levantado recientemente una hornacina con una imagen en cerámica de esta misma advocación, a la que el quince de Agosto se venera desde las doce de la noche a las dos de la mañana en los llamados “Buenos días a la Virgen”. Otra ermita también afectada por la contienda se encuentra en el casco urbano y es conocida como la de La Pasión. Según el historiador local Valentín Alcojol fue un antiguo hospital de peregrinos.

Una de las ermitas de Alía

También conserva el pueblo una arquitectura tradicional típicamente jareña que describimos en una entrada hace unos días

Bóveda de crucería en la iglesia de Alía

LA IGLESIA

Durante nuestro periplo por los caminos guadalupanos iremos visitando algunas obras de arte mudéjar de gran interés y con ciertas características comunes y similitudes derivadas de la influencia que el monasterio y los alarifes que trabajaron en él llevaron a  las construcciones del entorno.

La iglesia parroquial de Alía se encuentra bajo la advocación de Santa Catalina, patrona de la localidad. Se trata de un templo de tres naves y crucero con una mayor altura en la central. Remata con una cabecera poligonal. Las naves están separadas por hermosos arcos apuntados construidos en ladrillo, como los pilares en los que se apoyan que son achaflanados y rematados en imposta. Esta característica así como la combinación de mampostería y ladrillo en el aparejo de sus muros o el portal del acceso de sur son algunos de los aspectos comunes  con la  iglesia de Valdecaballeros, que junto a la de La Calera y la de Castilblanco dependieron de ésta parroquia de Alía. Por supuesto se perciben también algunas semejanzas con motivos del claustro del monasterio de Guadalupe.

Torre y pórtico de la iglesia de Alía

El presbiterio se eleva en el exterior sobre el cuerpo de la iglesia con arcos ciegos apuntados fabricados en ladrillo. La torre es curiosa, rematada en espadaña, de planta rectangular y de pequeñas dimensiones, desproporcionada con la amplitud del cuerpo de la iglesia. Es también muy similar en su tipología a una de las torres del monasterio de Guadalupe.

Arquitectura popular de La Calera con grandes chimeneas

En el entorno de Alía es posible disfrutar también de algunos parajes de interés, además de los ya conocidos de los Guadarranques y Peña Amarilla. Podemos acercarnos al encantador pueblecito de La Calera incluido también en este ayuntamiento. Se trata de una aldea sumergida en las Villuercas, al pie de la Sierra de La Palomera. Tiene un par de bares y una arquitectura popular con algunos edificios que conservan el sabor serrano y si tomamos un camino que va directamente a Guadalupe desde La Calera pasaremos junto a una presa que resulta curiosa y pintoresca entre estas barreras y barrancos.

Presa cercana a La Calera

También al nordeste del término de Alía, solo que más cercano a Navatrasierra, en las riberas de uno de los afluentes del Guadarranque se encuentra el bonito paraje del charco de  La Trucha que cuenta con uno de los mejores bosques de loros del entorno y una quesería donde se puede adquirir queso de cabra con marchamo ecológico. Las magníficas pozas pueden servirnos para refrescarnos en el verano y seguro que nos sorprende la fauna de estos lugares solitarios donde no es extraño que nos crucemos con algún venado. También tiene algo de mágico el lugar pues uno de los charcos que se forman entre las cascadas aseguran los lugareños por su profundidad y oscuridad que es un “resolgaero del mar y si una cabra cae a él salen sólo sus tripas porque se la han comido los tiburones”

Charco de la Trucha

Al sur del casco urbano de Alía, como a cuatro kilómetros, discurre el Guadalupejo en cuyas orillas se asientan antiguos molinos de agua que serán, junto al paisaje y la soledad, otro atractivo para pasear por sus riberas. Podemos llegar al río siguiendo un cordel que va a parar junto a las ruinas del primero de los molinos, el de Los Cerezos. Subiendo después aguas arriba encontramos el molino de La Puente, llamado así por encontrarse junto a un encantador puentecillo de mampostería. Si ascendemos más encontramos los restos de los molinos de Los Vallejos, de Las Covachas y el de Las Corchas en un recorrido ribereño de unos tres kilómetros.

Los valles del entorno de Alía son de una gran belleza y soledad

Pasado el kilómetro 156 de la carretera que nos traía desde Puerto de San Vicente sale un camino en dirección sureste que nos puede acercar hasta unos antiguos baños hoy arruinados donde acudían gentes del entorno para aliviar sus dolores. El último tramo del camino debe realizarse necesariamente a pie.

En cuanto a la artesanía, en Alía hay visitar viejos telares de tradición árabe en los que todavía se elaboran hermosos tejidos de lana y lino. También son de gran interés los bordados locales.

Semana Santa en Alía

Las fiestas populares se celebran el 25 de Noviembre en honor de Santa Catalina y del 13 al 15 de Agosto las fiestas estivales de la Virgen. El 1 de Mayo se va en romería a la ermita de la Concepción.

En cuanto a la gastronomía, en dos de los restaurantes de la localidad nos repondremos de las caminatas degustando la cocina local de la que forman parte sustancial los platos de caza además de los típicos gazpacho, migas, caldereta de cabrito, cuchifrito y “rebolao”. De postre los “encanutaos”, roscas, perrunillas o candelillas y el magnífico queso de cabra de la zona.

Flora de los Guadarranques

CAMINO DE LOS BANDOLEROS A GUADALUPE (15) OBSERVAMOS LOS BUITRES Y LLEGAMOS A ALÍA

Buitreras de peña Amarilla

Ascendemos ahora cuatro kilómetros y encontramos un miradero desde el que se puede observar un paraje de gran belleza junto al desfiladero de la Peña Amarilla. Enfrente  observamos unas cuevas en torno de las que sobrevuelan numerosas aves entre las que podemos distinguir numerosos buitres. Abajo, apenas pueden vislumbrase las aguas del río que percibimos más bien por el ruido que hacen al discurrir bajo las umbrías de las alisedas.

Muy cerca, siguiendo camino hacia Alía, se ha abierto recientemente una casa rural donde podemos alojarnos,  comer o adquirir productos locales. A partir de aquí está señalizado el antiguo camino que nos conduce hasta Alía, aunque si lo deseamos podemos continuar por la carretera.

Buitre Leonado

 EL REY DE LAS CRESTAS

En las cumbres de las descarnadas crestas cuarcíticas de las sierras de La Jara y Las Villuercas podemos observar manchas blanquecinas sobre las paredes verticales de los riscos. Están producidas por los excrementos de las colonias de buitres que anidan en estas atalayas rocosas.

El buitre leonado ( Gyps Fulvus ) es el más abundante en la zona con más de ciento treinta parejas anidando en estos cantiles. Se distingue por su color pardo y por su cuello carnoso y desnudo al que adorna una corona de plumas también pardas. Tiene una longitud de hasta ciento veinte centímetros y una envergadura de dos metros y medio.

Aprovechan las corrientes térmicas para lanzarse desde las cumbres y desarrollar su vuelo majestuoso de observación del territorio. Cuando perciben la presencia en los valles o en las dehesas de algún animal muerto comienzan a volar en círculos descendentes que delatan la presencia de carroña a sus compañeros en varios kilómetros a la redonda.

En las zonas más elevadas e inaccesibles forman sus colonias de nidificación donde cada pareja cuida de su único polluelo, alternándose para su protección y utilizando el mismo nido durante varios años. También podemos encontrar en la zona al buitre negro (Aegypius Monachus ) que anidan más frecuentemente en los bosques, sobre las copas de grandes encinas o alcornoques, pero que a veces comparte la comida con el buitre leonado, el cual aprovecha en mayor medida las vísceras y el interior del cadáver, mientras que el buitre negro come con preferencia las partes más duras y correosas.

Empedrado en la entrada de la iglesia de Alía

ALÍA

El mismo nombre de Alía lleva marcada la presencia musulmana en su territorio pues, según algunos autores, querría decir “la alta” en árabe. Otros quieren ver en la palabra la huella histórica de un moro llamado Alí y los más aventurados van más lejos con su imaginación y se atreven a decir que Alía es la “Helice” que atacó el caudillo cartaginés Amílcar Barca. Existen referencias a la existencia de tres antiguas fortificaciones en el pueblo, una en el cerro de Santa Catalina, otra en las inmediaciones del actual casco urbano y la última, con leyenda de moros incluida, en el llamado Cerro del Moro.

Alía es junto a Valdecaballeros uno de los primeros pueblos de La Jara que se hicieron villa durante el reinado de Felipe II, dejando así de pertenecer a las Antiguas Tierras de Talavera, aunque en muchos aspectos como los económicos, históricos o geográficos persistieron los antiguos vínculos. Así lo demuestra por ejemplo que todavía en el siglo XVII tuviera Alía que pleitear para no tener que acudir hasta Talavera con su ofrenda durante las fiestas de Las Mondas, o que la Santa Hermandad Real y Vieja de Talavera vigilara sus caminos hasta bien entrado el siglo XIX.

Puente camino de Alía

Sancho IV el Bravo había donado a Talavera para su repoblación tres grandes dehesas al sur del Tajo, una de ellas era la del Puerto de Ivan Román dentro de la cual estaban incluidas Alía y la actual Puebla de Guadalupe, ya que en la antigua demarcación del pueblo que hoy visitamos, en la conocida entonces como Dehesa de los Guadalupes, es donde, según la tradición, tuvo lugar la aparición de la Virgen fundándose después el monasterio. En el año 1337 Alfonso XI, por privilegio concedido en Sevilla, segregaría  las tierras del monasterio del término de Alía y por tanto del alfoz talaverano.

En 1455 el arzobispo Carrillo gana una sentencia contra el maestre de la orden de Alcántara, don Alfonso de Sotomayor y contra su villa de la Puebla de Alcocer. El proceso se inició porque, favorecido el maestre por su amistad con el condestable don Álvaro de Luna, había usurpado en tiempos de Juan II gran parte de las tierras talaveranas del sur y el arzobispo y su villa reclamaban sus derechos. En 1460, hallándose el noble don Juan Gaitán en Alía, comisionado por el concejo talaverano, se hizo el deslinde y amojonamiento entre Guadalupe y Talavera, aunque son numerosos los pleitos entablados entre la villa del Tajo y el monasterio por  cuestiones de utilización de pastos por los ganados guadalupanos, tránsito de vino, trigo y otras mercancías por los términos de Alía camino de Guadalupe o por haber labrado los habitantes de La Puebla de Santa María en tierras de Alía, que más tarde se encontró también vinculada al señorío del marqués de Cortes de Graena.

Durante 1835 el pueblo sufrió las correrías de las partidas carlistas y en la Guerra Civil fue abundante la sangre derramada por los excesos de ambos bandos. En la posguerra también soportaron muchos de sus habitantes la represión derivada de la presencia de maquis en el territorio y los violentos métodos del teniente coronel Gómez Cantos encargado de su persecución.

CAMINO DE LOS BANDOLEROS A GUADALUPE (14), ASALTOS EN GUADARRANQUE

Puente de los Guadarranques, lugar de frecuentes asaltos de bandoleros

Una vez traspuesto el puerto de San Vicente comenzamos el descenso hacia el valle de Los Guadarranques. La carretera coincide con la antigua cañada de merinas en muchos tramos de su recorrido, aunque al principio discurre a la derecha paralela a ella. Pasado el kilómetro 144 atravesamos sobre la vía abandonada de la línea Talavera -Villanueva de la Serena, sobre la que se ha trazado la denominada Vía Verde de La Jara que no llega hasta aquí por interrumpirse en la estación de Minas-Puerto la posibilidad de acceso debido a la inundación de los túneles que atraviesan la sierra de Altamira y al derrumbe de taludes. Esta zona de la vía que encontramos ahora, cercana al conocido como túnel de La Loba, es a la que nos referíamos anteriormente por su riqueza en fósiles.

Dibujo que recrea una comitiva de la Santa Hermandad junto a su cárcel de la puerta de Zamora en Talavera

Recorridos algo más de nueve kilómetros desde Puerto nos cruzamos primero sobre el arroyo de Guadarranquejo y enseguida llegamos al río Guadarranque. Sobre este último se pueden observar en un bonito paraje los restos de un puente arruinado que durante siglos fue lugar obligado de paso para los peregrinos, viajeros y ganados trashumantes para los que la mesta a finales del siglo XV ordenó que se hiciera “una puente de cal e canto firme e recya”. Su situación estratégica y lo agreste y aislado del entorno hicieron que fuera un lugar ideal para que los salteadores de caminos desvalijaran a sus víctimas.

Ejecución de un reo representada en un sello de la Santa Hermandad Real y Vieja de Talavera

 Golfines y Bandoleros: Ya hemos comentado cómo estas tierras fueron grandes despoblados, tierra de nadie entre los bandos musulmán y cristiano.

 Los golfines eran desertores de los ejércitos cristianos medievales, soldados de fortuna e incluso componentes de la pequeña nobleza que agrupados en bandas recorrían estos montes desde Guadalupe hasta La Mancha asaltando viajeros, ganaderos o colmeneros que se atrevieran a pasar por aquí o intentaran asentarse en la zona.

Para proteger a esos primeros pobladores, colmeneros fundamentalmente, se fundó la Santa Hermandad Real y Vieja de Talavera que unida a las de Toledo y Ciudad Real se constituyeron como una de las primeras policías rurales de Europa y antecedente directo de la Guardia Civil.

Cuadrillero de la Santa Hermandad de Talavera dibujado en un documento

La institución permanece en funcionamiento hasta el siglo XIX y son numerosos las causas criminales de esta Hermandad que se guardan en el Archivo Municipal de Talavera. Nos cuentan las fechorías de cuatreros, bandoleros, rateros, incendiarios, contrabandistas y toda clase de delincuentes que se refugiaban en estas soledades.

El lugar de Los Guadarranques aparece con gran frecuencia en estas causas como escenario de numerosos salteamientos. Durante el siglo XVIII hay también frecuentes referencias al paso de bandas de contrabandistas que atemorizaban a los escasos habitantes de estos despoblados. A mediados del siglo XIX desaparece la Santa Hermandad pero el bandolerismo en la zona persiste con bandoleros famosos que todavía figuran en la memoria de la población con nombres como Alonso Joroba y Fernando Pina, Samaniego, Moraleda, Pericaina, Run Run  y otros. 

En tierra de Deleitosa

mataron a Samaniego

a Pericaina en Guarranque

y a Luengos en Cañamero  

Palacio de los Golfines de Abajo en Cáceres, Antes de ser nobles, los golfines fueron bandoleros que rindieron servicios de mercenarios a los reyes

 Más tarde hicieron correrías por la comarca partidas de carlistas y grupos de maquis como los de Quincoces o Chaquetalarga también se refugiaron en estos montes en su actividad guerrillera. Incluso hace unos pocos años fue asaltado un camionero en estas soledades en las que podemos detenernos a la sombra de los riscos y de los cerrados bosques de ribera para soñar con las aventuras que sucedieron en este lugar que nada tiene que envidiar en el aspecto novelesco a Despeñaperros o al desfiladero de Pancorbo.

EL OBISPO JAREÑO PATRIOTA ASESINADO POR LOS FRANCESES

Inscipción en la casa del obispo Álvarez de Castro en Mohedas

EL OBISPO PATRIOTA

Don Juan Álvarez de Castro nació en Mohedas en 1724 en la casa que todavía hoy conserva una inscripción en su recuerdo en Mohedas de la Jara. Fue párroco de la iglesia de Piedraescrita y Navaltorial en la Jara Alta, y después de Azután. En 1780 oposita a la parroquia de los Santos Justo y Pastor de Madrid y en 1789 es nombrado obispo de Coria por Carlos IV a instancias del gobierno de Godoy.

Iglesia de Piedraescrita, donde fué párroco el obispo Álvarez de Castro

Una de sus obras sociales más importantes fue la fundación del asilo de niños expósitos de la Casa de La Misericordia y es conocido que su palacio y catedral siempre estuvieron abiertos a los más necesitados, enfrentándose a veces con la nobleza para que la distribución de los bienes de las fundaciones religiosas cumpliera con las condiciones estipuladas de asistencia a los pobres. También le gustó potenciar «el ornato de los templos» y dotó de órgano a la catedral de Coria.

Retrato de don Juan Álvarez de Castro, obispo de Coria

En Mohedas construyó a su costa la fuente pública de Huertos Redondos y un calvario hoy desaparecido haciendo además otras donaciones a la iglesia del pueblo.

El 14 de Junio de 1808 emite una circular en la que exhorta a la defensa de España contra los franceses y para que sus fieles “olviden resentimientos particulares y derramen la última gota de su sangre en el caso de que sea necesario”, incluso distribuye un decreto por el que ordena que sus sacerdotes y fieles juren que defenderán a la religión y al soberano Fernando VII, sellándolo con su propia sangre. En otra de sus circulares se alegra por la derrota de los franceses en Bailén proclamando que “El Señor en su indignación ha humillado hasta el polvo a los soberbios y ha ensalzado a la cumbre de la gracia a los humildes”. Llega a comparar a Napoleón con Lucifer y antes había acogido a sacerdotes que huían de Francia.

Iglesia de Azután, otro de los destinos de don Juan antes de ser obispo

Hace entrega a la Corona de casi un millón de reales para ayudar a la financiación de los maltrechos ejércitos españoles. Por todo lo referido se hace blanco del odio del invasor y en agosto de 1809 se ve obligado a esconderse en el pequeño pueblo de Hoyos viéndose obligado a deambular por la sierra de Gata siendo ya un anciano enfermo. Ya tenía en el pueblo residencia para convalecer de sus achaques que además le dejaron prácticamente ciego.

El 29 de Agosto conoce,  postrado por la fiebre, la llegada a Hoyos de las fuerzas del mariscal Soult pero esta vez se niega a esconderse. Los franceses entran en su busca y saquean la casa sacando al obispo enfermo de la cama con sus ochenta y cinco años. Los franceses perseguían al Obispo. Y cuando entraron en su casa procedieron a destrozar todo el mobiliario, mataron al que hacía las veces de portero, golpearon hirieron y mortificaron a cuantas personas encontraron a su paso y cuando dieron con él, sin ninguna piedad, le sacaron a golpes del lecho, le despojaron de su ropaje, le tiraron al suelo, la soldadesca hizo burla y escarnio del pectoralmientras el comandante al frente de seis soldados que le acompañaban le gritaba: “¡Viejo loco! O juras hoy obediencia a José Bonaparte o te fusilo sin compasión”. Posteriormente al grito de: “¡Fuego! ¡Fuego!”, le dispararon dos tiros, en la garganta y en los genitales, matándole en el acto. Fue enterrado en la iglesia de Hoyos, aunque no se sabe el lugar exacto y cuentan los vecinos que la mancha de su sangre permaneció mucho tiempo indeleble en el suela de la habitación donde fue asesinado. 

Hoy recuerdan su memoria una calle de Hoyos, otra de Mohedas además de una de las principales vías del casco antiguo de Cáceres. Una placa en la Basílica del Pilar recuerda al “Obispo Santo”, como todavía se le llama en Hoyos .

CAMINO DE LOS BANDOLEROS (13) CONOCEMOS PUERTO DE SAN VICENTE

Labranzas ycorrales como este encontraos en nuestro recorrido hacia Puerto

Su iglesia dependió de la ya nombrada parroquia de Santiago de Zarzuela que agrupó a gran parte de la Jara occidental, pasando más tarde su cabecera a la iglesia de La Estrella. El actual templo de Puerto probablemente se asentó sobre una primitiva ermita de San Vicente. A su vez, de la parroquia local dependió un hospital que durante siglos sirvió de refugio a pobres, enfermos y peregrinos. También Santiago Zamora, saca a la luz un documento de 1624 en el que se describe el templo como “de una nave, capilla mayor con tres altares. El mayor con retablo dorado y finas pinturas y los dos laterales en nichos pobres aunque decentes. La sacristía está al lado del evangelio con pocos ornamentos y poca plata. El coro y la pila bautismal en capilla a los pies de la iglesia con alacena para los óleos. Su edificio es de piedra y cal. La techumbre es de madera, todo nuevo, reparado con torre de espadaña y en ella dos campanas y un cymbalillo, todo está aseado y con gusto”. Seguir leyendo CAMINO DE LOS BANDOLEROS (13) CONOCEMOS PUERTO DE SAN VICENTE

CAMINO DE LOS BANDOLEROS A GUADALUPE (12) DESDE MOHEDAS A PUERTO

Sierra de Altamira con los arroyos que descienden desde ella y que eran aprovechados por las gentes de Moheda

Mohedas se encuentra muy cerca de la Sierra de Altamira por lo que podemos organizar desde el pueblo alguna que otra excursión a sus laderas. Los caminos suben por entre los arroyos que descienden de sus cumbres y que fueron cultivados desde antiguo con pequeños huertecillos y frutales que suponían un complemento económico para las economías familiares locales, ya que sus productos eran comercializados en caballerías por todos los pueblos vecinos. Entre las más pintorescas de estas pequeñas gargantas podemos destacar las del Zauceral, Las Tablas o La Huesa.

Peculiar torre de Mohedas con la portada occidental bajo ella

Si ascendemos por las laderas comienzan a aparecer los bosques de chaparros, madroños, quejigos y rebollares con manchas dispersas de castaño que hacen de estos parajes un lugar sumamente agreste y agradable. Podemos subir hasta los Riscos Altos o hasta las Moras, las dos elevaciones más destacadas de la sierra donde se refugiaban partidas de maquis y desde las que podemos disfrutar de un magnífico paisaje con la Jara hacia el este y el valle del Gualija y las Villuercas al oeste; el ascenso es duro pero realmente vale la pena. Otra elevación cercana, situada más al norte del término, es el Cerro del Castillo llamado así seguramente por los restos de amurallamientos que lo circundan. En el llano, el paraje de La Dehesa conserva como su nombre indica un buen espacio de bosque mediterráneo adehesado.

Fuente en Mohedas junto a los molinos

Entre las fiestas populares de Mohedas debemos resaltar la que se celebra el quince de Agosto en honor de la Virgen del Prado, patrona del pueblo a quien está dedicada la ermita ya reseñada. En invierno se celebra San Sebastián. Esta es sobre todo una fiesta religiosa sin las connotaciones arcaicas y a veces paganas que suelen tener los festejos celebrados bajo esta advocación en otros pueblos, aunque por supuesto no faltan la música, pólvora y la procesión con subasta de las andas del santo. El día de Todos los Santos se sigue manteniendo la costumbre de hacer el Calvote saliendo los vecinos al campo pertrechados de toda clase de frutos secos a disfrutar de un día en contacto con la naturaleza.

Olivo en Mohedas, donde decían en el siglo XVIII que el aceite es como ámbar

Abandonamos Mohedas por el camino de Puerto de San Vicente que coincide con la actual carretera desde el límite del término de Mohedas, aunque los primeros cinco kilómetros discurre paralelo a la carretera. Ya sabemos que también podemos acceder directamente por la cañada que desde “Aldeanovita” nos lleva a Puerto sin pasar por Mohedas.

Tanto el camino como la carretera son agradables pues sus nueve kilómetros de trayecto pasan muy cerca de las faldas de la sierra, entre pinares de repoblación con buenas vistas sobre La Jara profunda.

Chozo junto a los huertos en Mohedas

LLEGAMOS A PUERTO DE SAN VICENTE Y CONOCEMOS ALGO DE SU HISTORIA

Debido al estratégico lugar en que se sitúa este encantador pueblecito jareño, no es extraño que haya sido habitado desde antiguo en torno a las fuentes que brotan en el casco urbano o en sus alrededores. Es probable que también en este paraje se localizara una antigua ermita además de las ventas referidas. Pero incluso antes de los primeros núcleos habitados por la repoblación cristiana, los visigodos dejaron aquí muestras de su paso, como lo demuestra el tenante de altar labrado típico de esta época que se puede ver en la iglesia parroquial.

Puerto de San Vicente desde la cueva de la Fuente Santa

Varias monedas locales de los siglos XI y XII se han encontrado en el propio caserío según nos cuenta la historia local escrita por su párroco Santiago Zamora. En el siglo XIV ya andaba Alfonso XI cazando por estos montes entregado a su pasión venatoria y todavía en el siglo XVI, Puerto de San Vicente es, como todos los pueblos de La Jara, “del arzobispo de Toledo y sujeto a Talavera”.

Cerca del lugar había entonces dos ermitas, la de San Bartolomé de la Raña, que probablemente coincide con el actual lugar de Puerto Rey, “que está dos leguas de este lugar y por donde sus majestades han pasado y pasan a Nuestra Señora de  Guadalupe”; y por otra parte también hay constancia de la existencia de la ermita de Nuestra Señora de la Concepción, que se encontraba en el mismo collado del puerto, en el hermoso lugar desde el que, al trasponer la sierra, se contemplan los desiertos valles serranos de los Guadarranques, y el curso del río Gualija, entre las sierras del Obispo y la de Altamira. Lugares todos ellos muy agrestes, como decían en 1578 sus vecinos: “…no es tierra abundosa y que tiene leña abundosa y que es muy montosa de montes bajos de jara y berezo y madroñas y aulagares y que hay muchos osos y lobos y zorras y texones y guarduñas y gatos monteses y algunos venados y ciervos y jabalínes y conejos y liebres y otras cazas que por la prolixidad no se ponen y salvaxinas con que comen los panes y no dexan medrar los labradores comiéndose los ganados y las colmenas en que les hacen mucho daño”.