Sillería y mampostería de granito, algo de pizarra y adobe son los materiales habituales de la arquitectura verdeja
El pueblo es uno de esos lugares que vale la pena recorrer con detenimiento para observar los muchos rincones que guarda de sobria pero pintoresca arquitectura popular. La vivienda verdeja es una de las que más conserva su estructura tradicional, manteniendo todavía el encanto de lo rústico.
Casa verdeja más señorial con portalón de sillería
La mayor parte de los edificios son de mampostería de granito aunque algunos cuentan con ripio de pizarra y algunos fragmentos de cuarcita que dan gran vistosidad a sus muros. Las puertas, ventanas, esquinazos y marcos de las puertas carreteras son de sillería, que en este último caso presenta una variada y curiosa tipología en el diseño. El granito también se utiliza para enlosar los patios y zaguanes y para labrar los brocales de los pozos que habitualmente se abren en sus patios. Para chimeneas, pilares, columnas y otros elementos decorativos también se trabaja la piedra cuidadosamente. En el piso superior de las trojes se emplea el adobe en muchas ocasiones. Las cubiertas son, como en toda la zona, de teja árabe y a veces se adornan con algún remate de cerámica en los aguilones.
Los esgrafiados geométricos son también típicos de la casa verdeja
A la casa verdeja se entra por una zona cubierta pero abierta llamada portalejo, de ahí se pasa un patio casi siempre enlosado o engorronado desde el que se accede al portal, primera habitación de recibimiento donde suelen localizarse una alacena para conservar los alimentos y las cantareras de obra. Desde el portal se pasa a la sala, dependencia de respeto para recibir a las visitas que sirve además de distribuidor para el resto de habitaciones, generalmente dormitorios. La cocina es el lugar donde se “hace la vida” diaria en torno a la chimenea, amueblada con algún escaño y los vasares donde se coloca la vajilla.
Uno de los rincones más pintorescos del casco urbano verdejo
En el segundo piso de la casa se sitúan las trojes divididas por semitabiques llamados cencíos en departamentos donde se almacenan los diferentes tipos de grano. También en este piso encontramos unas galerías abiertas sobre pies de madera llamadas “solaneros”. A ambas dependencias se accede mediante el escalerón. Otras piezas accesorias complementan la vivienda verdeja. Las zahurdas y gallineros, las enramadas o “ramás” que son cobertizos abiertos destinados al ganado vacuno, así como las cuadras lo están a las caballerías. Muchos de los elementos mobiliarios para alimentar o dar de beber a los animales como pesebreras o dornajos eran de madera, aunque en Valdeverdeja también es el granito la materia prima de muchas pilas y pesebres.
Reja típica verdeja
Sería largo hablar de otras peculiaridades de la casa verdeja, como los esgrafiados que decoran algunas fachadas revocadas, la rejería castellana de sus ventanas o los herrajes y cerraduras de sus puertas y para ello remitimos al interesante trabajo de Esperanza Martín Montes sobre la arquitectura popular de este pueblo lleno de atractivos.
Aunque el entorno de Valdeverdeja es de gran belleza y está lleno de sugerencias paisajísticas y etnográficas, el caserío no se queda atrás, pues conserva uno de los patrimonios de arquitectura popular más ricos de la comarca.
Los restos de poblamiento humano en la zona comienzan en el paleolítico con el hallazgo de útiles tallados en cantos rodados que se distribuyen sobre todo por la zona de los riberos. Son conocidos los hallazgos de pequeñas hachas votivas de piedra pulimentadas, las conocidas en la zona como “piedras de rayo”. La mayoría procede de poblaciones del calcolítico o de la Edad del Bronce, épocas de las que también han quedado restos cerámicos en algunas elevaciones graníticas del entorno verdejo.
Castrejón, yacimiento de la Edad de Hierro con un algibe en Valdeverdeja
De la Edad del Hierro y de época romana también quedan restos como el yacimiento de Los Castrejones, al que nos acercaremos en la excursión.
Otro de los recuerdos de aquella época es un verraco, escultura de piedra que en este caso presentaba aspecto de jabalí, según las apreciaciones del Conde de Cedillo. Otro de estos verracos se puede ver en la finca de Bercenuño.
Verraco de Bercenuño en Valdeverdeja
También los romanos dejaron varias pruebas de su paso por aquí. Se describieron ya en el siglo XIX varias inscripciones epigráficas entre las que destacamos un cipo o columna funeraria con inscripciones por la que un tal Aurelio Coscosianus lo hace tallar en memoria de su hermana Julia Vital. Otras dos inscripciones proceden de la finca de Bercenuño y todavía se pueden ver junto al caserío. Una de ellas es una estela que se encontró arando junto a una villa romana cercana conocida como El Bañuelo, donde también aparecieron canalizaciones romanas con tubos de cerámica. Muestra restos de haber tenido labrada una cara y está dedicada a Cassia y a Durio por Ceresiano y Flacco. En parecidas circunstancias apareció otra inscripción que en este caso es una dedicatoria entre esclavos. Ambas fueron labradas en torno al siglo II después de Cristo.
Estela romana de Valdeverdeja
Para algunos autores existía una calzada romana que iría desde Talavera al Puente del Conde a través de Valdeverdeja y el cercano yacimiento arqueológico de Peñaflor, donde se han encontrado también numerosos restos del paso de los romanos.
Los visigodos dejaron algunas sepulturas y en el paraje de La Camorza se descubrió una sepultura medieval hecha de lajas de piedra con cuatro individuos en su interior. El poblamiento musulmán está confirmado por la presencia del castillo de Espejel al otro lado del río.
Ya hemos visto además como unos renegados mahometanos fundaron La Puebla de Naciados de la que dependerían más tarde varias aldeas entre las que figuraba Valdeverdeja. La zona había sido entregada por Alfonso VIII a la Orden de Santiago para su defensa, allá por los inseguros años de finales del siglo XII, ya que era lugar estratégico y, de hecho, también se llamó por ello Puebla de Santiago del Campo Arañuelo. Toda la comarca cayó en el ámbito repoblador de la ciudad de Ávila, a cuyo obispado perteneció hasta 1955. Una tradición legendaria achaca a una plaga hormigas la despoblación de La Puebla de Enaciados y la consiguiente fundación por sus habitantes de otras aldeas como Valdeverdeja. Ya hemos sugerido en otro capítulo una excursión hasta este paraje.
Chozo de arquitectura popular en Valdeverdeja
En 1423 el rey Juan II concede a Pedro López de Estúñiga, Justicia Mayor del Reino, el señorío sobre lugares hoy desaparecidos como Talavera la Vieja, el castillo y poblado de Alija y la Puebla de Naciados, junto a otros como Candeleda, Berrocalejo, Bohonal, el Gordo y la propia Valdeverdeja. Más tarde se une por matrimonio este señorío con el Condado de Miranda del Castañar, de donde deriva el nombre del Puente del Conde que se encontraba bajo su jurisdicción y que tenía gran importancia para el paso de ganados trashumantes. Parte de la población de la zona fue judía o morisca y también algunos verdejos partieron a la colonización de América. En 1678 obtiene Valdeverdeja el privilegio de Carlos II por el que se emancipa de La Puebla de Naciados adquiriendo poder jurisdiccional independiente.
Riberos de Valdeverdeja en el Tajo
Aunque Valdeverdeja sufrió la depredación francesa y el acoso de las partidas carlistas y, a pesar de que sus mejores tierras eran propiedad del Conde de Miranda o de monasterios como los de Guadalupe y Yuste, llegó la villa a contar a mediados del siglo XX con casi seis mil habitantes, la mayor parte de ellos agricultores, pero también con una presencia importante de artesanos y molineros. Aun así, la emigración hizo que este pueblo de los berroqueños riberos del Tajo disminuyera en población hasta llegar a reducirse en más de un ochenta por ciento debido a la emigración.
Inscripción conmemorativa de la construcción de una capilla en Valdeverdeja
Panel de azulejos de Ruiz de Luna en la portada de San Prudencio
Aunque ya hemos hablado del monasterio de Santa Catalina de los jerónimos, hoy trataremos de esta institución que se aloja en parte de sus dependencias.
A finales del siglo pasado, los hermanos Luis y Jacinto Aguirre Ibarzábal se asientan como otros muchos hacendados vascos, en nuestra ciudad. Adquieren numerosas propiedades que, junto a las herencias de la familia de sus esposas, completan un considerable patrimonio en bienes rústicos.
Jacinto Aguirre fundador del Asilo de San Prudencio y su hijo «Prudencito». Fotografía de Ruiz de Luna.
Jacinto contrae matrimonio con doña Teresa Jiménez de la Llave, hija de familia acomodada talaverana y hermana del historiador Luis Jiménez de la Llave. De ese matrimonio nació un hijo, Prudencio, llamado así por ser el santo de su nombre el patrono de la ciudad de Vitoria, patria chica de Jacinto Aguirre. El niño murió cuando contaba sólo siete años y el matrimonio, al morir sin descendencia, decidió dejar su fortuna para crear una fundación que asilara a niños pobres y huérfanos.
La esposa de Aguirre, Teresa Jiménez de la LLave, talaverana y cofundadora de San Prudencio, fotografía de Ruiz de Luna
Tienen preferencia los nacidos en Talavera, Vitoria y Velada. La vinculación de esta última localidad con la fundación nace de que la mayor parte de las fincas que son legadas y que financian la institución se encuentran situadas en su término. Es el caso de Villabuena, Trujillanos, La Aliseda y Carniceros que, junto a El Golín de la Senda, cercana a las anteriores pero en las proximidades de Parrillas, Cervines, y algunas otras propiedades de menor extensión, conforman el patrimonio de San Prudencio.
Son fincas adehesadas de considerable extensión donde se explota la ganadería extensiva, la leña, la caza y, uno de cada nueve años, se realiza la saca del corcho que alegra un poco más las arcas del benéfico instituto.
Portada del Asilo de San Prudencio
El patronato se rige por un patronato constituido por el alcalde de Talavera, el párroco de Santiago, y el párroco de Santa María, es decir la Colegial pero hoy, al no tener culto, recae la responsabilidad sobre el Vicario de Talavera. El más antiguo en el cargo de los tres es el Patrono Administrador al que auxilia un secretario.
En principio eran dos casas en la calle de Los Úbedas las destinadas a alojar el asilo, pero inconvenientes económicos y de espacio hicieron que se solicitara el antiguo convento de los jerónimos para su instalación, los agustinos, que entonces lo ocupaban tras la marcha de Talavera de los jesuítas, dejaron el edificio, permitiendo así que en 1913 se ubicara en el antiguo y poderoso Monasterio de Santa Catalina una institución tan talaverana como es San Prudencio.
Ha acogido y formado la institución a lo largo de su historia a más de 1300 niños que la recuerdan con nostalgia y agradecimiento para las monjas de San Vicente Paúl, a cargo de las cuales se dejó su atención. Alumnos que mantienen fuertes vínculos de amistad unidos en una viva asociación. Señalaremos en fin el protagonismo de San Prudencio como institución pionera en el deporte talaverano con la fundación de uno de los primeros clubs deportivos, el entrañable «SAMPRU».
Las dehesas de Velada de La Aliseda,Villabuena, La Grajera o Trujillanos son las propiedades del patronato de San Prudencio que financia la fundación
Portada sur de la iglesia de Cardiel de los Montes
Muy cerca del reculaje del embalse de Cazalegas se encuentra la pequeña localidad de Cardiel de los Montes, cuyo nombre han relacionado unos eruditos con los cardos y otros con los jilgueros (“carduelis” en latín). Es uno de los pueblos más antiguos de la zona y se dice que el paraje llamado de «Sacanovias» tiene su origen en el hecho de que pasaban por allí los novios de otras aldeas cercanas para casarse en la iglesia de Cardiel, pues era la más antigua de la zona.
Perteneció el lugar al marqués de Navamorcuende hasta que se independizó judicialmente con el privilegio de villazgo que es simbolizado por el magnífico rollo erigido en la plaza del mismo nombre, aunque antes se situaba en la de la iglesia. Construido en granito se sitúa sobre tres gradas con un fuste muy estilizado rematado con pieza circular de la que parten tres canes zoomorfos. Pináculo decorado con escamas y escudo de la casa Dávila con seis roeles .
Es un territorio donde se encuentran restos arqueológicos, paleolíticos, de la Edad del Bronce, romanos y medievales.
Artesonado de la iglesia de Cardiel
Es lugar que se sitúa junto a un antiguo vado del Alberche al que protegía la atalaya que da nombre a una urbanización cercana. En esta zona el río se remansa y es agradable navegar en piragua entre sus saucedas y carrizos.
Detalle del rollo jurisdiccional de Cardiel de los Montes con el escudo de los Dávila, marqueses de Navamorcuende
En las relaciones de Felipe II se dice que los vecinos consideraba a Cardiel el pueblo más antiguo de la zona y que había un despoblado con ruinas de una iglesia en el lugar llamado Casas del Bispo. En ese mismo documento se describe así nuestro río: “Que cerca de dicha villa pasa un río que tiene por nombre Alberche, el cual de invierno es muy caudaloso y de verano tiene poco agua, el cual no tiene frutales en las riberas, ni árboles algunos, ni otro aprovechamiento que el abrevadero de ganados, porque la dicha ribera son grandes barrancos. El río por la parte de la villa no tiene puente ninguno sino una barca que es del señor don Enrique, en el que llaman puerto de Atacón. En dicho río se crían bogas, y barbos y peces más pequeños que se pescan con mangas y cestos y, en tiempos de desovadero, con atarrayas para la rexaca”.
Llanura entre Cardiel y la Sierra de San Vicente
En el lugar ribereño de El Rincón hay un paraje en el que las praderas llegan hasta el río y las gentes acuden a disfrutar de un buen día en el campo. También hay en el pueblo dos viejas fuentes, la del Arco y la Fuentona.
Una de las fuentes de Cardiel: La Fuentona
La iglesia se construye en varias fases que comienzan en el siglo XIV y conserva tallas de antiguas como las de Santa Brígida, San Gregorio o San Benito. Es de interés su artesonado, la pila bautismal, su portada meridional y su graciosa espadaña.
Quedan pocas muestras de arquitectura popular aunque quedan un par de casonas de cierta entidad.
Estos días hemos venido conociendo los pueblos de la sierra de San Vicente y El Berrocal mediante algunas rutas y visitas a las localidades.
Acabamos esta serie, antes de pasar a otra de nuestras comarcas, visitando el bonito pueblo de Pelahustán, que perteneció al señorío ducal de Escalona aunque eclesiásticamente dependía de Talavera y siempre estuvo más vinculado geográfica y económicamente con nuestra ciudad.
Rollo jurisdiccional de Pelahustán
Parece que su nombre derivaría como el de Garciotúm (García Fortúm) o el de Nuño Gómez del nombre de un repoblador medieval, que en este caso se llamaría «Pelayo Fustán», uno de aquellos caballeros abulenses a los que se les encomendaban estos territorios para poblarlos después de haber intervenido en su conquista.
Ermita de Pelahustán
Otros tienen la teoría más pintoresca de que el nombre derivaría de que al ser el monte tan cerrado «se pelaban los fustanes» una prenda de caza que perdía el pelo entre los jarales.
Azulejería talaverana del siglo XVI en la ermita de Pelahustán. El medallón central representa a la Virgen del Rosario
De visita obligada es la plaza y el fálico rollo situado en su centro sobre garada de cuatro escalones, que simboliza su independencia jurisdiccional como villa en 1635.
Su arquitectura popular se ha fabricado con sillería y mampostería mucho más elaborada que en el resto de pueblos de la sierra. Hay algunas viviendas de más empaque con balcones y rejería y otras datadas en el siglo XVIII y XIX.
Arquitectura popular en Pelahustán
Al oeste del pueblo entre algunas construcciones rústicas podemos ver un pilón abrevadero y lavadero y también podemos ver en su casco un .potro de herrar. En las cercanías del pueblo podemos todavía observar tres molinos de agua sobre el arroyo y también cuenta el pueblo con varios antiguos lagares.
Molino de agua en Pelahustán
La iglesia, bajo la advocación de San Andrés, merece detenernos en su portada y en el retablo barroco de su interior, que resulta curioso además de bello por estar crudo, es decir con la madera al natural sin pintar ni dorar. Es gótico renacentista construida entre los siglos XVI y XVII con la torre de buena sillería y rematada en estructura octogonal rematada en cúpula de ladrillo.
Iglesia parroquial de Pelahustán
El ayuntamiento, la ermita completan la visita a este pueblecito, famoso antiguamente por celebrarse en él una muy concurrida feria de ganado y de lino ,donde se comerciaba con esta fibra vegetal cultivada tradicionalmente en la Sierra de San Vicente.
Portada gótico renacentista en la fachada sur sur de la iglesia de Pelahustán
Vamos a describir aquí los puntos de interés de Hinojosa de San Vicente dejando para otras entradas los incluidos en otras entradas por situarse en el Piélago o en la cumbre del Cerro de San Vicente, el que ya conocemos como Monte de Venus, como la Ermita de los Santos Mártires, el castillo, la ermita de la Virgen de los Ángeles, el monasterio o uno de los pozos de nieve, por ejemplo.
Calvario de Hinojosa junto a la ermita de San Sebastián
Hinojosa, fundada en 1506, era una aldea de Castillo de Bayuela hasta que se hizo villa en 1632.
Paseamos por el casco urbano de Hinojosa, uno de los pueblos con más elementos conservados de arquitectura popular de la Sierra, sobre todo en el extrarradio del lugar, donde cuadras y cochineras conservan el ambiente de lo que eran estos pueblos hace cuarenta años.
Arquitectura popular de Hinojosa
No debemos dejar de visitar las tres ermitas: la de Santiago, a poniente del caserío. la de San Sebastián, con un calvario junto a ella, y la de San Roque, con una curiosa decoración popular en la hornacina del santo a base de trazos que parecen simular cerámica.
Una de las fuentes de Hinojosa
La plaza conserva todavía las agujas de piedra que en casi todos los pueblos de la sierra servían para cerrar los festejos taurinos y una casa balconada dieciochesca. Descendemos de Hinojosa en dirección sudeste, hacia el arroyo Guadmora que baja desde el cerro de San Vicente, rodeado de prados ,encinas cornicabras moreras y enebros en un paseo agradable que hizo exclamar a un viajero del siglo XVIII que la hermosura de los campos de Hinojosa era similar a la de los de la ciudad italiana de Mantua.
Iglesia parroquial de Hinojosa.
La iglesia parroquial es un templo del siglo XVI en sillería y mampostería granítica con portadas al sur, rodeada de un atrio, y otra en el norte con un panel de azulejos talaveranos. Tiene el aspecto habitual de los templos de la sierra de clara influencia abulense.
Aunque solamente queden algunas pitarrillas como muestra, el vino de Hinojosa tuvo una fama que sobrepasó en tiempos el ámbito comarcal. Fue pueblo que en sus trojes cultivó el gusano de seda hasta los años 60. Sus fiestas de interés en invierno como el Carnaval o la Cencerrá y de primavera como la Enramá.
Panel de azulejos del siglo XVI en el pórtico norte de la iglesia de Hinojosa
La iglesia es un templo de mampostería y sillería granítica similar a otros de la sierra y de la diócesis de Ávila a la que pertenecieron estos pueblos de la sierra.
Ermita de San Roque
Terminamos nuestro recorrido descendiendo el Guadmora hasta que junto a dos antiguos molinos ya documentados en el siglo XV.
Una estampa repetida desde hace siglos, las ovejas por la Cañada Leonesa Oriental a su paso por Almendra
A
Hornacina en la antigua iglesia de Almendral, hoy cementerio
ALMENDRAL DE LA CAÑADA
Recorrido aproximado 10 kilómetros, dos horas y media
Salimos de Fresnedilla y, tal como indica el plano, en una curva de la carretera que une esta localidad con El Real de San Vicente sale la cañada en dirección oeste hacia Almendral, entrando así en la provincia de Toledo.
Discurre la vía pecuaria amplia y respetada en toda su anchura, como en los orígenes de estos caminos ganaderos que algunos remontan hasta tiempos prehistóricos, cuando los vettones y pueblos ganaderos aún más antiguos se movían con sus ganados para aprovechar los pastos de las zonas cálidas en invierno y las frescas y serranas en verano. Vamos entre encinares y cercados, con la Sierra de San Vicente al sur y el farallón de Gredos al norte, hasta que, recorridos aproximadamente seis kilómetros, parte un camino hacia la izquierda que va hasta los Baños de la Pólvora, un balneario popular donde se podían tomar baños fríos y calientes de aguas medicinales con propiedades que, según sus usuarios, son beneficiosas para las enfermedades reumáticas. Disponía de alojamiento y servicio de comidas en un ambiente aislado y rústico.
Poco antes del caserío se levantan en medio del cordel las ruinas de la ermita del Cristo de la Sangre.
Ermita del Cristo en Plena cañada leonesa oriental
El pueblo se llamó Almendral de Arriba hasta 1916, en que su apellido pasó a ser “de la Cañada”, precisamente la que vamos conociendo. El cordel de ganados ha marcado incluso la toponimia de los pueblos de su recorrido.
Fuente en plena cañada a su paso por Almendral
Aunque existen los restos de los que pudiera haber sido un dolmen en el lugar conocido como “Los Majanos” junto al arroyo de las Fuentes, la primera referencia al lugar es de 1337, año en el que parece haber restos de una torre musulmana en su entorno, lo que explicaría el nombre de “Almenar”(atalaya o torre de observación) fuera con más probabilidad el nombre original, que habría derivado en Almendral. Cosas de la toponimia que podemos creer o no. No conocemos su primitiva localización aunque sí se encuentran restos de población medieval por todo el término, como en el paraje de “Las Artesas”, llamado así por la existencia de sepulcros medievales labrados en la piedra y que en la imaginación popular simulan las artesas, esos recipientes rectangulares en los que se hace la matanza o se guarda el pan.
Fue lugar del señorío de Navamorcuende, por lo que debía pagar al feudal una gallina por el solar donde asentaban sus viviendas.
Torre de la vieja iglesia del Salvador. hoy cementerio, tras la cruz blanca la cripta en la que se retiraba Ana de Almendral
No debemos dejar de visitar el cementerio, que en realidad es de la primitiva iglesia de El Salvador, arruinada ya. Sus antiguos muros guardan el pintoresco camposanto, con una de las viejas capillas convertida en un panteón familiar. En el muro oriental se puede ver una a modo de alacena de decoración gótica que serviría probablemente de sagrario. Al oeste se sitúa los restos de la torre y de la cripta donde, según sus escritos, tuvo sus primeras experiencias místicas la beatificada Ana de San Bartolomé, la que fuera secretaria de confianza de Santa Teresa, y la que con ella compartió proceso inquisitorial. Nació en 1549 y en sus memorias han quedado algunas anécdotas de su infancia en Almendral, como cuando la vaca “Cereza” la salvó de morir por la mordedura de un perro rabioso llevándola al pueblo sobre su lomo, o cómo los bueyes se amansaban para trillar con facilidad y no alterar las oraciones de Ana. Acabó sus días en una de las fundaciones carmelitas de Bélgica. Ha sido recientemente beatificad y se le ha erigido un monumento en Almendral junto a una fuente abovedada.
Monumento a la secretaria de Santa teresa, Beata Ana de San Bartolomé
Otros lugares con halo de magia se encuentran en el término, como La Mora Encantada, un lugar cerca de los molinos de Tejea, donde dicen que a los pastores que pasaban por allí se les metían serpientes por la boca.
Arquitectura Popular de Almendral de la Cañada
En el pueblo encontraremos también algunos rincones pintorescos con arquitectura tradicional en mampostería granítica, y veremos también la actual iglesia y las agujas de piedra del antiguo cerramiento de la plaza para las corridas de toros.
Ermita de San Sebastián junto a la Cañada con otra de sus fuentes.
En el término, lo que más llama la atención en es el gran robledal que puebla toda la cara norte del cerro de Cruces, aunque también valen la pena los paseos por el entorno de la garganta Torinas, donde quedan restos de algún molino de agua. En una relación de 1951 se habla de la riqueza natural de nuestro pueblo y se dice que había raposos, tejones erizos, hurones, gatos monteses y alguna nutria.
Ya hemos conocido en anteriores entradas la naturaleza del Piélago, bonito paraje donde nace el río Guadyerbas. Hoy vamos a dar una vuelta por su entorno mediante una ruta, aunque luego iremos conociendo cada uno de los elementos patrimoniales que aquí señalamos.
Recorrido aproximado 10 kilómetros, 2 horas y media, aunque si lo deseamos podemos seguir el Guadyerbas en su descenso hasta el embalse y volver en otra hora larga.
Bosques del Piélago
Podemos acceder al Piélago desde el Real de San Vicente o desde Navamorcuende, con una distancia desde Talavera de algo más de treinta kilómetros. En el primer caso subiremos entre castañares y en el segundo atravesaremos un hermoso rebollar.
El punto de partida del sendero se sitúa junto a un pinar, justo en el lugar donde la carretera deja de ascender e inicia el descenso en uno u otro sentido. Desde allí recorreremos unos trescientos metros en dirección Navamorcuende hasta un camino que parte desde una curva hacia el repetidor que se sitúa en la cumbre del Cerro Cruces.
Pozo de nieve en el Piélago
Cuando hemos avanzado unos cien metros observamos unos muros derruidos a la izquierda, nos acercaremos a ellos y observaremos que se trata de uno de los pozos de nieve donde los frailes del convento cercano acumulaban apisonada la nieve en capas que alternaban con paja. Luego la trasportaban en caballerías hasta Talavera en recipientes de corcho y durante la noche, para tener así menos pérdidas, constituyendo una de las mayores fuentes de ingresos para los frailes. Fue la única forma de refrigeración hasta finales del siglo pasado y de ahí su interés económico. Con ella se hacían también medicamentos pues se creía en su poder curativo, además de los primeros helados ya documentados desde el siglo XVII.
Cueva de los Santos Mártires
Seguimos por la ladera del Cerro Pelados y atravesamos un pinar contemplando a la izquierda la cuenca formada entre las elevaciones de Cruces, Pelados y San Vicente, que conocemos como El Piélago, lugar llamado así por tener hasta las cien fuentes que se contaban en el siglo XVIII. Llegamos junto a la base del cerro de Las Cruces y tomamos el camino que por su loma nos lleva entre robles y rebollos hasta los repetidores de televisión, desde donde podemos disfrutar de una vista incomparable sobre la Sierra de Gredos y sus pueblos, además de las localidades de la cara norte de la Sierra de San Vicente, como Almendral o La Iglesuela.
Ruinas del eremitorio y cueva de los Santos Mártires
Una vez disfrutemos del paisaje, descendemos por el camino que bajaba paralelo a una antigua línea eléctrica hasta llegar a la carretera, que pasa entre un conjunto de tres molinos de agua de los que uno de ellos es casi monumental pues tiene todo el edificio y el cubo fabricados en buena sillería.
Seguimos la carretera y cruzamos el río Guadyerbas en su nacimiento, y si es época lluviosa podemos dar un breve paseo por sus orillas viendo cómo desciende con bonitas chorreras y pequeñas cascadas. Volvemos a la carretera y seguimos hasta llegar a la zona de esparcimiento y un campamento.
Allí podremos descansar, para a continuación seguir de nuevo por la carretera hasta el convento, construcción en ruinas del siglo XVII y XVIII que tiene su encanto típicamente romántico, con su hiedra y su aspecto sombrío. Poco antes del convento, parte de la carretera un camino hacia la derecha, hasta él retrocederemos, y tras recorrer unos trescientos metros veremos a la izquierda, entre los pinos, las ruinas del edificio de otro pozo de nieve.
Torreón oriental del castillo del cerro de San Vicente
Desde aquí mismo, o mejor desde el punto inicial de partida, ascenderemos por la linde de los pinos, hasta la cumbre del cerro de San Vicente y allí, junto al vértice geodésico, se encuentra la cueva de los Santos Mártires Vicente, Sabina y Cristeta, y sobre ella los restos de la ermita que erigió Francisco de Raudona, un hombre casado con una viuda del pueblo de San Román que andando por estos parajes creyó durante una experiencia mística ver en la cueva las marcas sobre la roca de las espaldas de los mártires patrones de Talavera, escondidos aquí cuando huían de las persecuciones del emperador Diocleciano. Sobre la pared de la izquierda se observa una pililla y una cruz labradas en la piedra.
Convento de El Piélago
A quinientos metros al sur de la cueva está el castillo. Parece que fue musulmán en su origen, y así lo confirman dos enormes cimitarras grabadas sobre la cara sur de la roca que lo sostiene, aunque una de ellas está parcialmente destruida por haberse fragmentado el batolito de granito. La parte más antigua es una torre que se encuentra a saliente y que es de estilo y época califal. La vista panorámica es desde aquí impresionante: los valles del Alberche y el Tajo, Talavera al fondo a la derecha, al sur los Montes de Toledo y La Jara, más al oeste el Campo Arañuelo y las Sierras de Guadalupe, y debajo Hinojosa, El Real o Garciotún, casi como si fuéramos a caernos sobre ellos.
Molino de Guadyerbas en el piélago
HISTORIA Y MAGIA: Pocos lugares tienen como éste una carga histórica y mágica tan acusada. Dice la tradición y la hipótesis histórica del historiador y arqueólogo alemán Schulten, que desde esta sierra atacaba el caudillo lusitano Viriato a las huestes romanas, y que sería el cerro de San Vicente el que los romanos conocieron como Monte de Venus, que tuvo para ellos unas connotaciones mágicas y religiosas. En él se encontraron sepulturas romanas y una dedicatoria a un dios celta prerromano llamado Togote. También los mártires Vicente sabina y Cristeta, los templarios, que algunos defienden que estuvieron por estos pagos, además de los ermitaños, hacen del Cerro de San Vicente un lugar ideal para los amantes de lo esotérico.
Se puede comer en Navamorcuende y en el Real en varios restaurantes donde son de destacar las carnes a buenos precios.
El Real de San Vicente debe su nombre a que en el siglo XIII, el rey Alfonso VII asentó sus “reales” con su campamento de tropas en el solar que luego ocuparía este pueblo. El apellido de San Vicente se debe obviamente a la tradición de la estancia de los santos mártires Vicente, Sabina y Cristeta en la cumbre del cerro del mismo nombre que en la excursión visitaremos.
Restos de la muralla del castro vettón de cerro del Oso
El Real mantiene todavía en pie algunos rincones de arquitectura popular con sabor serrano , especialmente en la parte alta del pueblo.
Arquitectura popular de El Real de San Vicente
Es de interés su iglesia parroquial que tiene la estructura habitual de las iglesias de esta sierra vinculadas al obispado de Ávila hasta los años cincuenta, levantadas todas ellas en mampostería y sillería graníticas.
Carnaval en el Real de San Vicente
Son de destacar sus carnavales y las fiestas de verano que como tantos pueblos del entorno celebran corridas de toros en sus plazas.
En sus alrededores debemos destacar los hermosos castañares dignos de visitar en otoño por su colorido impresionante. Por otra parte, cualquiera de las sendas caminos y callejas del entorno del pueblo que pueden hacernos disfrutar de paisajes amenos entre encinares, prados y enebrales.
Castañares en El Real de San Vicente
El cerro del Oso, sobre el que se encuentra un antiguo castro vettón con restos de murallas y viviendas y con algunos grabados rupestres aislados de la Edad del Bronce. Se accede por un camino que sale frente a la gasolinera y después podemos subir por la loma norte de este cerro que domina sobre el caserío y desde donde podemos disfrutar de unas vistas magníficas.
Fuente en el entorno de El Real de San Vicente
En la Garganta Tejea, a la que se llega también por un camino que sale junto a la gasolinera, se encuentra la garganta Tejea, donde se encuentran varios molinos de agua con un peculiar receptor de tubo. Otros molinos están en el propio casco urbano. También se ha restaurado un lavadero y hay algunas fuentes pintorescas, además de los Baños de la Pólvora, un balneario popular donde los vecinos iban a quitarse sus dolores y reumas.
Fachada occidental de la iglesia de El Real de San Vicente
El patrimonio de El Piélago lo describiremos en otra ruta.
A continuación nos dirigiremos hacia Mejorada por la carretera, con unos dos kilómetros de recorrido. Preguntamos por el camino del castillo y nos dirigimos a él, haciendo un alto en esta pequeña fortaleza que fue residencia de los Señores de Mejorada y que probablemente estuvo previamente habitada por los árabes. Siguiendo el mismo camino hacia el sur, sobre un cerrete que se encuentra al otro lado del castillo, se erige la atalaya de Mejorada, la menos conocida de las que hoy veremos, por ser una pequeña torrecilla de observación de algo más de dos metros de altura.
Atalayuela de Mejorada
En el entorno de ese mismo cerro se encuentran un puentecito medieval y la llamada fuente de la Mora. A la salida de Mejorada, encontraremos en nuestro recorrido una ermita. La iglesia también es porticada y conserva buena azulejería talaverana del siglo XVI. Los dos pueblos vecinos, Segurilla y Mejorada, mantienen algunos edificios de arquitectura vernácula en mampostería con muros blanqueados total o parcialmente.
Zaguán de en la arquitectura popular de Mejorada
Desde Mejorada tomamos el camino de Gamonal, y por él continuaremos hasta dar vista a la atalaya que se yergue sobre el cerro Malojo, que es quizá la mejor conservada. En ella pueden observarse los huecos donde se sostenían las vigas de la escalera y los pisos de madera del edificio. Como en la otra atalaya, la puerta se encuentra elevada. En los alrededores de la torre todavía se pueden ver derrumbes y muros de los edificios donde probablemente habitaba la guarnición.
Atalaya de El Casar de Talavera
Bajamos de la atalaya otra vez hacia el camino de Gamonal, continuamos por él y como a un kilómetro, a la derecha, se encuentra la ermita de la Encarnación, una de las iglesias más antiguas de la comarca (s.XIV), ya que fue la parroquia de la antigua población de Gamonal que al venir tiempos más seguros y ante la escasez de agua del lugar, se despobló porque descendieron sus habitantes al actual emplazamiento. Acabamos bajando a Gamonal para dirigirnos desde allí por la carretera hasta Talavera. Si vamos andando, podemos volver también en los autobuses urbanos que van hasta este pueblo y así nos ahorraremos diez kilómetros de marcha.
Puente de Mejorada junto a la vereda de los Madroños
En el camino, sobre todo en el último tramo, hemos venido entre encinas y enebros, y también podemos encontrar algún zorro (no en vano se les llama zorreros cariñosamente a los habitantes de Mejorada). Desde las atalayas no es raro contemplar rapaces sobrevolando los vallecillos en busca de sus presas.
Fuente de la Mora en Mejorada
Página Talavera y su Tierra de Miguel Méndez-Cabeza Fuentes
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