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CRITERIOS ARTÍSTICOS DEL TRAJE TÍPICO DE LAS TIERRAS DE TALAVERA

EL MÉTODO ARTÍSTICO

Traje de Navalcán

A pesar de su subjetividad y difícil abordaje desde un punto de vista científico este ha sido el método más empleado para estudiar los trajes típicos, aunque muchas veces se ha reducido a una mera descripción de diferentes elementos ornamentales de los vestidos o de sus accesorios. Las formas, las proporciones, o el color han ido sufriendo las modificaciones que el pueblo ha creído convenientes, eliminando lo que era accesorio desde un punto de vista estético pero también simbólico.

Debemos buscar las diferentes formas, estableciendo sus tipos y género, su edad y su difusión, detalles que nos podrá llevar incluso a deducir el origen genealógico del elemento estudiado. La forma es expresión de la esencia de un objeto, pero también de su destino e incluso de su utilidad. En estos aspectos influye también el material del que está hecho ese objeto y la técnica de su elaboración. Estas formas pueden tener un origen anónimo en la ejecución individual ancestral pero también en influencias culturales externas por intrusión o préstamo, o simplemente por cruzamiento de culturas, lo que hoy se denomina mestizaje. Estas formas pueden variar pero siempre conservan la finalidad para la que habían sido ideadas, aunque a veces pueden evolucionar tanto que casi no percibamos esa utilidad y así, un alfiler para el pelo podrá haber sido modificado en su forma a lo largo de la historia, pero siempre conservará por muy debilitada que la percibamos su utilidad original, aunque los aspectos estéticos la hallan enmascarado.

Traje de Hinojosa de San Vicente

El color y el dominio de las tonalidades del claroscuro es otro de los aspectos artísticos fundamentales y en él deberemos apreciar los matices de intensidad y la pureza del mismo. El color del fondo y el color de los motivos que sobre él se van a dibujar y sus diversas combinaciones serán otros de los datos que habremos de tener en cuenta, especialmente en nuestro país donde el pueblo es (era) un verdadero maestro. Baste ver las combinaciones de color de la azulejería talaverana o de un traje de lagarteranos para darnos cuenta de ello. Como norma general, en nuestros trajes predomina el rojo de fondo en los refajos con los dibujos en negro, mientras que el busto se viste de corpiños, mantos o pañuelos negros u oscuros con los bordados polícromos.

El tercero de los elementos de estudio en los criterios artísticos de una obra popular es el de los motivos decorativos, en los que además del motivo en sí y de sus posibles estilizaciones a lo largo de su evolución, deberemos estudiar la simetría, por ejemplo, de sus ondas o espigas, si los motivos tiene una distribución en torno a un eje, o a un círculo, y en este caso si es su distribución radial o concéntrica, y qué lugar ocupa ese motivo principal etc.

Faltriqueras de una artesana de Segurilla

Los símbolos pueden ser simplemente una abstracción, una simplificación. Del mismo modo que las pinturas del arte esquemático representan a un ser humano simplemente por una línea con dos brazos, estos elementos pueden llegar a ser representaciones ideales de conceptos míticos e incluso místicos o religiosos, e incluso nacionales, baste recordar la capa como símbolo español y como se defiende ese símbolo en momentos históricos como el motín de Esquilache, o cómo prendas como las boinas rojas de los carlistas simbolizaban toda una ideología.

De la síntesis de los motivos y los símbolos que se emplean en los objetos del arte popular resulta el estilo, dos de los cuales siempre han predominado en la ornamentación popular ya desde el neolítico, el geométrico y el que busca su inspiración en la naturaleza, aunque ambos no son excluyentes. La conjunción de todos esos elementos pueden llegar a crear estilos artificiales como el llamado estilo español que ha influenciado en la cultura de principio de siglo de muchos países americanosn con la utilización de cerámicas talaveranas o sevillanas de la época de Ruiz de Luna o las rejas toledanas en construcciones que hoy día siguen de moda en grandes mansiones del oeste americano. Fue precisamente la generación del 98, con cuyo ideario estético tuvo Ruiz de Luna bastante relación, la que comenzó a promocionar y poner en valor todos estos aspectos históricos de la estética tradicional española, y de ahí el éxito que en su época tuvo la cerámica talaverana, cuyos motivos él mismo utilizó en el traje de alfarera de gala que luego describiremos.

Ina boda en Lagartera con sus trajes tradicionales

En las prendas de vestir de mayor tamaño se suelen decorar las partes más visibles de ellas, y así, en Castilla, se utilizan los frisos y cintas que adornan los vuelos de las mismas. Esas bandas son de diferente ancho y realizadas en materiales variados, aunque en general el motivo principal se encuentra en el centro y en los laterales se suelen trazar motivos más estilizados y geométricos, que por otra parte también pueden verse modificados en su diseño original por las dificultades técnicas que el bordado puede imponer, ya que tiene que ajustarse al número de hilos de las cuadrículas del tejido.

Tres son los tipos de motivos que en general se dan en el territorio peninsular, y aunque los tres pueden verse combinados en cualquiera de las regiones, hay predominio de unos u otros según las zonas, y de esta forma los motivos puramente geométricos adornan más los vestidos de Cantabria o Andalucía, aunque por diferentes causas. Los motivos estilizados se dan en las dos mesetas de forma muy dominante, mientras que los motivos naturalistas se dan con mayor frecuencia en La Mancha y el Mediterráneo como si todavía quedaran restos del arte rupestre levantino. Esta ley de alguna forma no se cumple en nuestra zona, pues prácticamente todos los refajos, mantos, faltriqueras o mandiles llevan decoración de motivos naturales con predominio de los florales y algunos pájaros, los motivos geométricos son prácticamente inexistentes.

A principios del siglo pasado ya determinó Luis de Hoyos Sáinz un mapa de distribución de motivos ornamentales y, como en otras ocasiones, nuestra comarca se quedaba como área fronteriza entre dos zonas concretas. La que Hoyos denomina Zona II es la zona occidental, desde León hasta Huelva, en la que además de la variedad de soportes en telas muy diversas, desde las lanas locales a sedas o terciopelos importados, añade la de formas, colores y motivos geométricos, arabescos e incluso de representación humana, todos ellos presentes en las labores y el traje lagarterano y todos sus compañeros de la Campana de Oropesa, comarca plenamente integrada en esta zona. Para algunos esa uniformidad se remonta hasta los tiempos de las tribus vettonas y lusitanas que se extendían por toda esa tierra en la protohistoria, para otros es la ganadería como dedicación fundamental de sus habitantes y la trashumancia practicada desde tiempos lejanos la que unificó todos esos territorios desde un punto de vista etnográfico, pero hay quien basándose en ciertos motivos orientales que aparecen en las labores lagarteranas han querido ver influencias mozárabes e incluso coptas en el origen de algunos motivos.

Las formas de herencia, la tradición guerrera, las convicciones religiosas cristianas, y otros aspectos paganos hoy cristianizados que se reflejan en los motivos y en la decoración heráldica más o menos degenerada, además de los modelos naturales, han cristalizado en algunas de las formas que podemos encontrar en el complejo ornamental de una comarca determinada.

La segunda zona de influencia de nuestra comarca y en la que podemos incluir casi todo el territorio del presente trabajo es la denominada Zona III o Central, en la que disminuye ese exceso ornamental, las vestiduras se hacen más sobrias, más castellanas aunque podemos percibir la influencia de la zona extremeña en algunos pueblos de La Jara occidental, aunque más degradada y empobrecida en motivos y colorido. Los bordados se simplifican y abundan los frisos y cadenetas. Los motivos son naturalistas, sobre todo florales, pero de diseño sencillo. Los soportes suelen ser paños más burdos y de colores neutros sin la abundancia de pedrerías, lentejuelas y metales típicos de la zona oeste, aunque la facilidad de acceso y el abaratamiento de su coste ha hecho que se adornen más con estos ornamentos algunos mandiles y jubones de los que veremos luego.