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CAMINO DE LOS BANDOLEROS A GUADALUPE (12) DESDE MOHEDAS A PUERTO

Sierra de Altamira con los arroyos que descienden desde ella y que eran aprovechados por las gentes de Moheda

Mohedas se encuentra muy cerca de la Sierra de Altamira por lo que podemos organizar desde el pueblo alguna que otra excursión a sus laderas. Los caminos suben por entre los arroyos que descienden de sus cumbres y que fueron cultivados desde antiguo con pequeños huertecillos y frutales que suponían un complemento económico para las economías familiares locales, ya que sus productos eran comercializados en caballerías por todos los pueblos vecinos. Entre las más pintorescas de estas pequeñas gargantas podemos destacar las del Zauceral, Las Tablas o La Huesa.

Peculiar torre de Mohedas con la portada occidental bajo ella

Si ascendemos por las laderas comienzan a aparecer los bosques de chaparros, madroños, quejigos y rebollares con manchas dispersas de castaño que hacen de estos parajes un lugar sumamente agreste y agradable. Podemos subir hasta los Riscos Altos o hasta las Moras, las dos elevaciones más destacadas de la sierra donde se refugiaban partidas de maquis y desde las que podemos disfrutar de un magnífico paisaje con la Jara hacia el este y el valle del Gualija y las Villuercas al oeste; el ascenso es duro pero realmente vale la pena. Otra elevación cercana, situada más al norte del término, es el Cerro del Castillo llamado así seguramente por los restos de amurallamientos que lo circundan. En el llano, el paraje de La Dehesa conserva como su nombre indica un buen espacio de bosque mediterráneo adehesado.

Fuente en Mohedas junto a los molinos

Entre las fiestas populares de Mohedas debemos resaltar la que se celebra el quince de Agosto en honor de la Virgen del Prado, patrona del pueblo a quien está dedicada la ermita ya reseñada. En invierno se celebra San Sebastián. Esta es sobre todo una fiesta religiosa sin las connotaciones arcaicas y a veces paganas que suelen tener los festejos celebrados bajo esta advocación en otros pueblos, aunque por supuesto no faltan la música, pólvora y la procesión con subasta de las andas del santo. El día de Todos los Santos se sigue manteniendo la costumbre de hacer el Calvote saliendo los vecinos al campo pertrechados de toda clase de frutos secos a disfrutar de un día en contacto con la naturaleza.

Olivo en Mohedas, donde decían en el siglo XVIII que el aceite es como ámbar

Abandonamos Mohedas por el camino de Puerto de San Vicente que coincide con la actual carretera desde el límite del término de Mohedas, aunque los primeros cinco kilómetros discurre paralelo a la carretera. Ya sabemos que también podemos acceder directamente por la cañada que desde “Aldeanovita” nos lleva a Puerto sin pasar por Mohedas.

Tanto el camino como la carretera son agradables pues sus nueve kilómetros de trayecto pasan muy cerca de las faldas de la sierra, entre pinares de repoblación con buenas vistas sobre La Jara profunda.

Chozo junto a los huertos en Mohedas

LLEGAMOS A PUERTO DE SAN VICENTE Y CONOCEMOS ALGO DE SU HISTORIA

Debido al estratégico lugar en que se sitúa este encantador pueblecito jareño, no es extraño que haya sido habitado desde antiguo en torno a las fuentes que brotan en el casco urbano o en sus alrededores. Es probable que también en este paraje se localizara una antigua ermita además de las ventas referidas. Pero incluso antes de los primeros núcleos habitados por la repoblación cristiana, los visigodos dejaron aquí muestras de su paso, como lo demuestra el tenante de altar labrado típico de esta época que se puede ver en la iglesia parroquial.

Puerto de San Vicente desde la cueva de la Fuente Santa

Varias monedas locales de los siglos XI y XII se han encontrado en el propio caserío según nos cuenta la historia local escrita por su párroco Santiago Zamora. En el siglo XIV ya andaba Alfonso XI cazando por estos montes entregado a su pasión venatoria y todavía en el siglo XVI, Puerto de San Vicente es, como todos los pueblos de La Jara, “del arzobispo de Toledo y sujeto a Talavera”.

Cerca del lugar había entonces dos ermitas, la de San Bartolomé de la Raña, que probablemente coincide con el actual lugar de Puerto Rey, “que está dos leguas de este lugar y por donde sus majestades han pasado y pasan a Nuestra Señora de  Guadalupe”; y por otra parte también hay constancia de la existencia de la ermita de Nuestra Señora de la Concepción, que se encontraba en el mismo collado del puerto, en el hermoso lugar desde el que, al trasponer la sierra, se contemplan los desiertos valles serranos de los Guadarranques, y el curso del río Gualija, entre las sierras del Obispo y la de Altamira. Lugares todos ellos muy agrestes, como decían en 1578 sus vecinos: “…no es tierra abundosa y que tiene leña abundosa y que es muy montosa de montes bajos de jara y berezo y madroñas y aulagares y que hay muchos osos y lobos y zorras y texones y guarduñas y gatos monteses y algunos venados y ciervos y jabalínes y conejos y liebres y otras cazas que por la prolixidad no se ponen y salvaxinas con que comen los panes y no dexan medrar los labradores comiéndose los ganados y las colmenas en que les hacen mucho daño”.

LLEGAMOS A MOHEDAS, CAMINO DE LOS BANDOLEROS A GUADALUPE (11)

MOHEDAS DE LA JARA

Piedras de molino de mano de diferentes yacimientos arqueológicos

Recorridos cinco kilómetros desde Aldeanovita en dirección sur nos encontraremos con  el pueblo de Mohedas, si es que vamos siguiendo el camino que discurre por los núcleos urbanos y no seguimos el cordel que como hemos señalado conducía de una manera más directa a los peregrinos hasta el Puerto de San Vicente.

Mohedas es otra población que tiene un término con una considerable riqueza arqueológica. El historiador local Fermín Fernández Craus ha localizado decenas de yacimientos donde aparecen piedras trabajadas datadas en el paleolítico o molinos barquiformes, puntas de flecha y hachas pulimentadas de épocas posteriores como el calcolítico o la Edad del Bronce, habiéndose hallado incluso un bonito brazalete de este metal. Son también numerosos los hallazgos de cerámicas de época romana y molinos de mano dispersos por su demarcación. Incluso se han documentado tres aras romanas, dos de las cuales se utilizan como poyos para sentarse a la entrada de la ermita de la Virgen del Prado. De época visigoda son varios enterramientos localizados en los alrededores y un hermoso capitel y algunos fustes de columna.

Detalle de la portada occidental de la iglesia de Mohedas

Como todos los pueblos jareños, Mohedas  fue aldea de Talavera que la repobló después de la conquista cristiana del territorio. El propio nombre del pueblo es de origen árabe pues parece que “mohedas” significaría lugar de monte alto o jaral. Es como si dijéramos que nuestro pueblo se llama “Jaral de la Jara”. De aquellas épocas de razzias e inseguridad queda en las cumbres de su sierra un lugar llamado Las Moradas donde se ocultarían los habitantes mozárabes durante las épocas de enfrentamiento entre los dos bandos, como ya hemos descrito en la sierra de La Estrella.

Azuejería de Talavera del siglo XVI en la iglesia de Mohedas

Mohedas perteneció también a la parroquia de Santiago de Zarzuela hasta que se independizó pasando a ser cabeza eclesiástica de los pueblos de su entorno pues a su iglesia quedaron subordinadas las de Aldeanovita, Campillo y Puerto de San Vicente. Tal vez por ello su templo del siglo XVI sea el menos modesto de la zona y no deja de ser una buena expresión de la arquitectura religiosa rural. Se trata de una construcción en mampostería de tres naves con una puerta en la fachada sur, formada por un arco de medio punto protegido por un recuadro o guardapolvo con ménsulas, y otra portada en el lado de poniente que se abre sobre una bóveda de cañón en los mismos pies de la torre. Es un arco conopial sobre el que se ven a ambos lados dos medallas de estilo con el sol y la luna labrados en piedra.

Ermita de la Virgen del Prado en Mohedas

En el interior del templo es de destacar el arco triunfal apuntado que indicaría una construcción más antigua, tal vez edificado en el siglo XV. Las naves están separadas por dos filas de columnas renacentistas que sostienen arcos rebajados. El retablo mayor probablemente labrado en el siglo XVII es de cierta calidad y el presbiterio se encuentra adornado con varios paneles de hermosa cerámica de Talavera del siglo XVI formando un zócalo. Entre los motivos que decoran los azulejos vemos un escudo de armas y las imágenes de la Virgen y San Sebastián enmarcadas por los típicos motivos geométricos y vegetales de la azulejería renacentista talaverana.

Arquitectura popular en Mohedas de la Jara

La Virgen del Prado es patrona de Mohedas y su ermita se sitúa en la entrada oriental del casco urbano. Se trata de un bello edificio de buenas proporciones con planta basilical de tres naves que está levantado en ladrillo y sillería. En su entrada se sitúan haciendo de poyos dos bloques de granito de los que al menos uno fue un ara romano.

Mohedas conserva bastantes construcciones de factura tradicional jareña en bonito aparejo de pizarra combinada con granito, como sucede en casi todos los pueblos de la jara occidental. Aquí se conservan algunos edificios cuya arquitectura tiene algo más de empaque que en el resto de la comarca. Entre ellos debemos señalar la vivienda en la que nació uno de los más ilustres personajes mohinos, como denominan a los habitantes de Mohedas sus vecinos de Aldeanovita. Se trata de don Juan Álvarez de Castro obispo de Coria y héroe de la Guerra de la Independencia.

Puente del sigloXVII sobre el arroyo Cubilar en Mohedas

DE MOHEDAS A PUERTO POR LA CAÑADA

CAÑADA LEONESA ORIENTAL XIV

Mohedas bajo la tormenta y detrás la sierra de Altamira

DE MOHEDAS A PUERTO

Recorrido aproximado 11 kilómetros, 3 horas

Antes de iniciar nuestro tramo de hoy, que acabará en la población de Puerto de San Vicente, en el límite con Extremadura, vamos a visitar el pueblo de Mohedas, que es otra población en cuyo término existe una considerable riqueza arqueológica. El historiador local Fermín Fernández Craus ha localizado decenas de yacimientos donde aparecen piedras trabajadas datadas en el paleolítico o molinos barquiformes, puntas de flecha y hachas pulimentadas de épocas posteriores como el Calcolítico o la Edad del Bronce, incluso se ha encontrado un bonito brazalete de este metal. Son también numerosos los hallazgos de cerámicas de época romana y molinos de mano dispersos por su demarcación. También se han documentado tres aras romanas, dos de las cuales se utilizan como poyos para sentarse a la entrada de la ermita de la Virgen del Prado. De época visigoda son varios enterramientos localizados en los alrededores, un hermoso capitel y algunos fustes de columna.

Capitel visigodo en Mohedas

Como todos los pueblos jareños, Mohedas  fue aldea de Talavera que la repobló después de la conquista cristiana del territorio. El propio nombre del pueblo es de origen árabe pues parece que “mohedas” quiere decir lugar de monte alto o jaral. Es como si dijéramos que nuestro pueblo se llama “Jaral de la Jara”. De aquellas épocas de razzias e inseguridad queda en las cumbres de su sierra un lugar llamado Las Moradas, donde se habrían ocultado los habitantes mozárabes del territorio durante las épocas de enfrentamiento entre los dos bandos y, posteriormente, las partidas de maquis durante la posguerra última. También en la cueva de Los Doblones, con leyenda de tesoro incluida, se escondieron los guerrilleros antifranquistas.

LA IGLESIA. La iglesia de Mohedas perteneció también a la parroquia de Santiago de Zarzuela, hasta que se independizó pasando a ser cabeza eclesiástica de los pueblos de su entorno. A su templo quedaron subordinados los de Aldeanovita, Campillo y Puerto de San Vicente. Tal vez por ello su iglesia del siglo XVI sea la menos modesta de la zona y no deje de ser una buena expresión de la arquitectura religiosa rural. Se trata de una construcción en mampostería de tres naves con una puerta en la fachada sur formada por un arco de medio punto protegido por un recuadro o guardapolvo con ménsulas. La otra portada se sitúa en el lado de poniente y se abre bajo una bóveda de cañón en los mismos pies de la torre. Es un arco conopial sobre el que se ven a ambos lados dos medallones con el sol y la luna labrados en piedra.

En el interior del templo es de destacar el arco triunfal apuntado que indicaría una construcción más antigua, tal vez del siglo XV. Las naves están separadas por dos filas de columnas renacentistas que sostienen arcos rebajados. El retablo mayor, probablemente fabricado en el siglo XVII, es de cierta calidad y el presbiterio se encuentra adornado con varios paneles de hermosa cerámica de Talavera del siglo XVI formando un zócalo. Entre los motivos que decoran los azulejos vemos un escudo de armas y las imágenes de la Virgen y San Sebastián enmarcadas por los típicos motivos geométricos y vegetales de la azulejería renacentista talaverana.

Estela romana que sirve de asiento a la puerta de la ermita de la Virgen del Prado en Mohedas

ERMITA: La Virgen del Prado es patrona de Mohedas y su ermita se sitúa en la entrada oriental del casco urbano. Se trata de un bello edificio de buenas proporciones con planta basilical de tres naves que está levantado en ladrillo y sillería. En su entrada se sitúan haciendo de poyos dos bloques de granito de los que uno al menos fue un ara romano.

Puerta de la que fue casa natal del obispo asesinado por los franceses Juan Álvarez de Castro

CONJUNTO URBANO: Mohedas conserva bastantes construcciones de factura tradicional jareña en bonito aparejo de pizarra combinada con granito, como sucede en casi todos los pueblos de la jara occidental. Aquí se mantienen algunos edificios cuya arquitectura popular presenta algo más de empaque que las modestas edificaciones habituales en la comarca. Entre ellos debemos señalar la vivienda en la que nació uno de los más ilustres personajes “mohinos”, como denominan a los habitantes de Mohedas sus vecinos de Aldeanovita. Se trata de don Juan Álvarez de Castro obispo de Coria y héroe de la Guerra de la Independencia. La inscripción de 1790 sobre el portón con tejadillo así lo atestigua.

Fuente en Mohedas de la Jara

LUGARES DE INTERÉS: Mohedas Se encuentra muy cerca de la Sierra de Altamira por lo que podemos organizar desde el pueblo alguna que otra excursión a sus laderas. Los caminos suben por entre los arroyos que descienden de sus cumbres y que fueron cultivados desde antiguo con pequeños huertecillos y con frutales que suponían un complemento económico para las economías familiares locales, ya que eran comercializados en caballerías por todos los pueblos vecinos. Entre las más pintorescas de estas pequeñas gargantas donde se salpican las casillas y chozos de huertos y olivares podemos destacar las del Zauceral, Las Tablas o La Huesa.

Chozo en Mohedas con decoración de piedras de cuarzo

Si ascendemos por las laderas comienzan a aparecer los bosques de chaparros, madroños, quejigos y rebollares con manchas dispersas de castaño que hacen de estos parajes un lugar sumamente agreste y agradable. Podemos subir hasta los Riscos Altos o hasta las Moras, las dos elevaciones más destacadas de la sierra donde se refugiaban partidas de maquis y desde las que podemos disfrutar de un magnífico paisaje con la Jara hacia el este y el valle del Gualija y las Villuercas al oeste; el ascenso es duro pero realmente vale la pena. Otra elevación cercana, situada más al norte del término, es el Cerro del Castillo llamado así probablemente por los restos de amurallamientos que lo circundan.

FIESTAS: Entre las fiestas populares de Mohedas debemos resaltar la que se celebra el quince de Agosto en honor de la Virgen del Prado, patrona del pueblo a quien se dedica la ermita ya reseñada. En invierno se celebra San Sebastián. Esta última es sobre todo una fiesta religiosa sin las connotaciones arcaicas y a veces paganas que suelen tener los festejos celebrados bajo esta advocación en otros lugares, aunque por supuesto no faltan la música, la pólvora y la procesión con subasta de las andas del santo. El día de Todos los Santos se sigue manteniendo la costumbre de hacer el Calvote saliendo al campo los vecinos pertrechados de toda clase de frutos secos a disfrutar de un día en contacto con la naturaleza.

GASTRONOMÍA: El producto autóctono por naturaleza es el aceite de oliva del que, ya en el siglo XVIII, se decía que su color y transparencia eran similar a los del ámbar.

No debemos marcharnos sin probar las migas, el gazpacho o la cachuela, acompañados por ejemplo de unas dulces floretas.

El recorrido va al principio por terreno montuoso con algunos elementos de arquitectura popular en los que detenerse y luego por zona de siembra, siempre con la sierra de Altamira a nuestra derecha.

RUTA DE LOS FÓSILES

Ruta de los FósilesRUTAFOSILES

Crucianas de la colección depositada en el ayuntamiento de Puerto de San Vicente
Crucianas de la colección depositada en el ayuntamiento de Puerto de San Vicente

Vamos a conocer hoy otra zona de La Jara “profunda”, el triángulo formado por las localidades de Puerto, Mohedas y Campillo de la Jara. De la ruta principal se pueden hacer varias derivaciones interesantes que señalaremos.

Partimos de Campillo, pero antes nos vamos a acercar hasta la estación de la vía muerta que cruza la Jara y de la que ya hemos hablado en otra ruta, avanzamos en dirección sur unos cientos de metros hasta que la vía cruza a la otra orilla del Huso, subimos ahora a pie un kilómetro hasta la desembocadura del Riofrío y si tenemos tiempo ascendemos por él contemplando los magníficos ejemplares de arquitectura popular que son los numerosos molinos de agua de sus riberas, hoy abandonados. Junto a la vía se ha restaurado otro molino que se encuentra en el río Huso,

Embalse del arroyo de San Vicente junto a la Vía Verde, a la derecha.
Embalse del arroyo de San Vicente junto a la Vía Verde, a la derecha.

Es obligado pasear por las calles de Campillo de la Jara ya que conservan también edificios y rincones de arquitectura tradicional jareña en pizarra y visitar su iglesia, donde se encuentra uno de los antiguos retablos de la iglesia de El Salvador de Talavera.

Arquitectura popular en pizarra de Campillo de la Jara
Arquitectura popular en pizarra de Campillo de la Jara

Preguntamos por el camino de Mohedas y recorremos los seis kilómetros de olivares y jarales que nos separan de este pueblo que cuenta con una iglesia digna de visitar con una curiosa estructura en que la entrada principal se sitúa en la base de la torre, en el interior se conservan algunos paneles de cerámica de Talavera y debemos detenernos en la portada sur no exenta de belleza. Entre sus construcciones de arquitectura tradicional destaca la casa de D. Juan Alvarez de Castro  que fue obispo de Coria y fue asesinado por los franceses. En el patio hay un capitel visigodo y también son de interés arqueológico las estelas romanas de la puerta de la ermita, que tiene la misma advocación que la de Talavera, la Virgen del Prado.

Estela romana como poyete en la ermita de Mohedas
Estela romana como poyete en la ermita de Mohedas

Para ir a Puerto de San Vicente podemos volver por el camino de Campillo hasta la Cañada Leonesa Oriental, y por ella descender en dirección sur hasta este agradable pueblecito formado alrededor de antiguas ventas en el camino de Guadalupe.

Siguiendo la carretera en dirección sur, llegamos a cruzarnos nuevamente con la Vía Verde de La jara entre eucaliptales y madroños y podemos pasear por ella.

Los aficionados a la paleontología tienen aquí magníficos parajes para intentar encontrar fósiles de hace millones de años; se hallan incrustados en las pizarras de la zona, ya que las que ahora vemos como montañas están formadas por antiguos fondos marinos elevados por plegamientos de épocas posteriores. En el llamado tunel de la Loba de la misma vía en el lado extremeño era tal la densidad que ha habido que prohibir su extracción, pues se estaba expoliando el yacimiento.Casa del obispo y héroe de la Guerra de la Independencia don Juan Antonio Castro

Desde Puerto, donde hay una pequeña colección de fósiles en el ayuntamiento, tomamos de nuevo la carretera que, paralela a la sierra, nos conducirá otra vez hasta Mohedas. El que lo desee puede detenerse a recoger níscalos o madroños entre los pinares de repoblación que bajan por las laderas, y los más valientes pueden ascender siguiendo cualquiera de los arroyetes que bajan de la sierra para, paseando entre huertos abandonados donde antes se cultivaban frutales, castaños, encinas, alcornoques y rebollos en los más alto, llegar hasta las agrestes cumbres con risqueras de cuarcita desde donde la vista panorámica sobre La Jara y los valles de los Guadarranques y Gualija es impresionante. Un lugar interesante es la llamada Cueva de los Doblones de sugerente nombre de tesoros perdidos.

Vista desde el cerro Castrejón de las dehesas jareñas y al fondo Mohedas y las sierras de Altamira
Vista desde el cerro Castrejón de las dehesas jareñas y al fondo Mohedas y las sierras de Altamira

Cuando contempléis el cerrado bosque mediterráneo que se extiende hacia el oeste, no os extrañará que toda esta zona fuera escenario de las andanzas de bandidos, golfines, contrabandistas y, más recientemente, refugio de guerrilleros maquis tras la Guerra Civil.

La zona es una de las más desconocidas y salvajes de nuestra comarca y en ella se dan numerosas monterías. La fauna, jabalíes, corzos, venados y rapaces son fáciles de observar si nuestro paseo por estos desiertos es lo suficientemente silencioso.

En los tres pueblos nombrados, podemos pedir en alguno de los bares que nos sirvan alguna comida sencilla pero económica.

En otra entrada hablaremos de Navatrasierra y su museo de fósiles en el Geoparque de Ibores -Jara-Villuercas.

El mar de La Jara

Hace unos quinientos millones de años, La Jara estaba cubierta por el mar. En su fondo habitaban curiosos bichejos que al morir caían al fondo y eran sepultados por los limos antes de descomponerse. Más tarde, altas temperaturas y elevadas presiones endurecieron y petrificaron esos sedimentos dejando la huella de las partes duras de esos animales, que quedaron así impresas en las pizarras y cuarcitas como las de Puerto de San Vicente, Los Navalucillos o Robledo del Mazo. Trilobites, arqueciotus, crucianas, braquiópodos y gasterópodos son algunos de los fósiles que podemos encontrar en estas sierras.

Aunque esta es una ruto por zonas ricas en fósiles, especialmente en Puerto de San Vicente, es en un pueblecito jareño  cercano,  Navatrasierra, donde se ha instalado un museo de fósiles vinculado al Geoparque de Villuercas y que recomendamos visitar, pero de ello hablaremos en otro capítulo.

 

ÚLTIMA CAUSA DE LA SANTA HERMANDAD REAL Y VIEJA DE TALAVERA

ÚLTIMA CAUSA DE LA SANTA HERMANDAD REAL Y VIEJA DE TALAVERA

Puerta de Zamora y a la izquierda las columnas de la portada de la Santa Hermandad
Puerta de Zamora y a la izquierda las columnas de la portada de la Santa Hermandad

Nos encontramos a primeros de junio de 1833 en Mohedas de la Jara. Hasta aquí se ha desplazado el hermano y comandante de la fuerza de la Santa Hermandad Real y Vieja de Talavera para investigar el asalto sufrido por Juan Oliva, vecino de este lugar, que se dirigía hacia Puente del Arzobispo en compañía de un criado.

Según  declara la víctima, había sido asaltado por un hombre que por las señas que tenía y le havían referido, hera uno de Carrascalejo[i] que se havía dado al robo, quitando al testigo ochenta y un reales en metálico,  en veinte pesetas, y lo demás calderilla, dos panes y un poco de cecina de fiambre… que ni al que declara ni al criado molestó el malhechor, pero sí amenazó con un arma de fuego que tenía puesta en el brazo.Tanto Juan Oliva como su criado reconocen al asaltante cuando se lo muestran a través de la ventana de la cárcel de Mohedas.

Vista de Mohedas de la Jara desde El Castrejón
Vista de Mohedas de la Jara desde El Castrejón

Con el celo sistemático que ha caracterizado a la Santa Hermandad durante toda su existencia se continúan las pesquisas y para ello se traslada la comitiva con el preso a Campillo de la Jara. Allí se toma declaración a un vecino del lugar afectado también por las fechorías de Juan Gómez El Boyero.

Se trata de Andrés López que se dirigía de La Estrella a Villar del Pedroso[ii] montado en su jaca y buscando su trabajo de cedacero[iii], y al pasar por el Cordel de las Merinas[iv] , como un tiro de vala, le sorprendió un hombre que salió de entre unas peñas, y le dijo que se apease y se echase boca abajo apuntándole con una escopeta corta. El ladrón tomó su dinero y quiso también robarle la capa pero la víctima le rogó que se la dejase pues que todos heran amigos y combecinos,a lo que respondió el bandido:

No digas nunca que conoces a nadie, que me dan intenciones de abrasarte!.

También es reconocido El Boyero por su víctima de El Campillo.

Prosigue el periplo indagatorio hermandino y llegan ahora a La Nava de Ricomalillo en busca de pruebas contra el preso. Como en otras ocasiones, se requiere al alcalde de la localidad para que ponga a disposición de la Santa Hermandad a los testigos que puedan aportar algún dato. Comparece Manuel Muñoz que relata como pasando el declarante a la villa de Castilblanco a marquear[v] tierras, y al caer del lado allá del cerro que llaman Atrabesado, en el sitio de los Guarranques, salió de entre una madroña un hombre con una escopeta corta y una especie de lanza o chuzo atado a la boca de ella, y apuntándole al testigo, le dijo en voz alta:

– ¡ Paisano abajo ! ¡ El dinero!, ¡Pronto!

Manuel se ve obligado a entregar la peseta que llevaba para el viaje, además de una bota de vino y la merienda para el camino. El ladrón le permite el paso pero cuando se halla ya a cierta distancia le vuelve a llamar a voces, y le dice:

¡ Poco a poco! , que todavía llevas más dinero…

Asustado se registra la faldriquera y le entrega unas monedas balbuceando :

– Aquí tengo otros cinco cuartos que me han quedado… haga vuestra merced lo que quiera.

– ¡Tráigalos vuestra merced! Que vuestra merced no los necesita para llegar al pueblo. Y cuidado con decir algo, porque si lo vuelvo a coger lo pagará todo –responde el salteador-.

Chozo en mohedas de la jara con hombre esquemático hecho con mampostería de cuarzo en sus muros
Chozo en mohedas de la jara con hombre esquemático hecho con mampostería de cuarzo en sus muros

Este mismo testigo añade que un hortelano, al que comentó su desgracia al llegar a las huertas de Alía, le dijo que un religioso jerónimo de Talavera, también había sido asaltado en los Guadarranques.

La siguiente jornada de las investigaciones se desarrolla en Belvís de la Jara. Aprovechando la estancia en este pueblo,  es interrogado el propio acusado sobre los hechos que se le imputan.

Conocemos así que nuestro protagonista tiene treinta y tres años, es casado y trabajador del campo. Acosado de la persecución que se le hacía y deseoso de mudar de vida, se presentó voluntariamente al comandante de la fuerza de la Santa Hermandad cuando éste requirió su presencia en Carrascalejo.

El primer delito en el que se ve implicado es la ejecución de un robo de bastantes intereses en la casa de un hacendado  de Alcaudete de la Jara. Pero al salir de la vivienda con sus cómplices, Ajofrín  y Montanera, son perseguidos por los vecinos del pueblo capturándole solamente a él y escapando sus compinches.

Prisionero en la cárcel de esa localidad, declara donde esconde el botín bajo promesa de perdón y libertad. Aunque descubre el escondite la justicia no cumple la promesa y El Boyero decide fugarse por una gatera del calabozo, después de haberse quitado los grillos, aprovechando el bullicio de la noche  de las vísperas de La Candelaria. Huye a la sierra de Carrascalejo siendo desde entonces su ocupación la de hurtar lo que ha podido, viéndose perdido y sin tener otro recurso para vivir.

Arquitectura popular de La Jara
Arquitectura popular de La Jara

Se conocen de esta manera nuevos detalles sobre sus robos, así como otras fechorías. Al jerónimo de Talavera le había  asaltado en Navatrasierra[vi] y  robado trescientos cuarenta reales, aunque no le hizo mal alguno, ni siquiera desmontarle de la mula, aún cuando conoció que llevaba más dinero.Y dándole una peseta que le pidió.

También robó en el sitio de la Oliva cuarenta reales a un jabonero y en el mismo lugar asaltó al herrador de Valdelacasa quitándole una peseta y dejándole con otra, pues no llevaba más que dos.

La Hermandad intenta obtener datos sobre otros delicuentes y delitos y le preguntan sobre un famoso Antolín Martin, y sobre el robo que se hizo a unos vecinos de la Mina y de Helechosa en el que se derramaron los santos óleos que se llevaban a este último pueblo. El Boyero niega toda relación con tan horroroso atentado.Igualmente aclara que la escopeta y el polvorín que utilizaba en sus atracos, se los robó a un cabrero de El Castañar de Ibor[vii].

Al llegar a Talavera se encierra al reo en la cárcel de la Santa Hermandad y se depositan sus armas en su tribunal. Sin embargo, no se inicia el proceso judicial porque se intenta pasar la causa a la jurisdicción ordinaria. Para ello se remite un oficio al Corregidor que no acepta en principio este caso porque se han desarrollado los hechos en despoblado. Después de varias idas y venidas el corregidor asume el proceso porque el primer delito había sido cometido en  una casa de Alcaudete y no en despoblado.

Los valles de Gualija y Guadarranques, cerca de Navatrasierra son agrestes parajes con muchos asaltos en su historia
Los valles de Gualija y Guadarranques, cerca de Navatrasierra son agrestes parajes con muchos asaltos en su historia

Lejos están ya los tiempos en que la Santa Hermandad intentaba abarcar una mayor jurisdicción y no  como en estos años finales de la institución que intenta sacudirse su responsabilidad. Dos años más tarde, en 1835, es abolida la Santa Hermandad Real y Vieja de Talavera.

[i] Pueblo de la Jara actualmente incluido en la provincia de Cáceres.

[ii] Pueblo de la Jara actualmente incluido en la provincia de Cáceres

[iii] Se trata del oficio artesanal por el que se fabrican  y venden  los cedazos.  Son intrumentos de criba formados por una armadura de madera sobre la que se ajusta otra del mismo material que sujeta la tela o la piel con los orificios más o menos gruesos según el material que se quiera cribar. En nuestra comarca solían utilizarse las pieles  de perro. Los cedaceros ambulantes se llevaban los animales vivos que les facilitaban los clientes y en el siguiente viaje traían el cedazo ya fabricado

[iv] Vía pecuaria de ganados trashumantes.

[v] Marcar, delimitar, deslindar y medir tierras. Oficio equivalente al de los antiguos agrimensores o los actuales topógrafos.

[vi] Pueblo de la Jara actualmente incluido en la provincia de Cáceres.

[vii] Lugar que hoy se incluye en  la comarca extremeña de Los Ibores pero que perteneció a la Tierra de Talavera.

LA BANDA DEL TENDERO, CAUSA CRIMINAL DE LA SANTA HERMANDAD

LA BANDA DEL TENDERO (1787)

Los Guadarranques, escenario de numerosos asaltos en el camino de Guadalupe
Los Guadarranques, escenario de numerosos asaltos en el camino de Guadalupe

El criado acababa de levantarse y se dirigía hacia las cuadras para ordeñar el ganado. Observó con las primeras luces del día cómo los castaños y los robles de la sierra habían comenzado a perder sus hojas. Su señor no estaba en Carrascalejo y el ama, acompañada de sus dos hijas, se disponía a desayunar pan ensopado en el café que contenían grandes tazones de Puente.

Se oyeron dos golpes en la puerta del corral y al abrir vio el sirviente a cinco hombres con sus caballerías. No le gustó su aspecto, llevaban tiznada la cara y un pañuelo atado cubría sus cabezas debajo de las monteras. De las cabalgaduras colgaban  escopetas y ellos mismos sostenían otras armas terciadas debajo del brazo. Observó como uno de los extraños, el que llevaba del ramal un caballo cojo, se quedaba fuera al cuidado de los animales, otro  permanecía junto al portalón de entrada, mientras que los dos últimos le decían en tono poco amable:

Cuadrilleros y tienda de la Santa Hermandad en dibujo del siglo XVII

Cuadrilleros y tienda de la Santa Hermandad en dibujo del siglo XVII-Queremos que nos vendas un poco de cebada para los caballos.

-Sólo tenemos para darles como fanega y media. El amo ha ido fuera precisamente a comprarla.

Cuando dijo estas palabras, el criado comprendió que había metido la pata. Los hombres armados ya sabían que el amo no estaba en casa y que en el interior de la vivienda se encontrarían las mujeres solas. Miraba de reojo a los extraños mientras llenaba los costales. Cuando terminó, se confirmaron sus sospechas. Levantando la escopeta, el pelirrojo de la cicatriz en la cara le ordenó que entrara en el cuerpo de la casa. Los otros dos preguntaron al ama disimulando que si había visto a don Matías. Mientras ella respondía, penetraron en la sala de un empujón y, apuntando a las tres, gritaron:

-¡Las llaves de las arcas!

La Jara Occidental desde el puerto de Arrebatacapas en pleno camino de Guadalupe

Se las entregaron temblorosas y los ladrones comenzaron a revolverlo todo. Sonrieron al sacar una bolsa que contenía seis doblones de a ocho y ciento cincuenta pesos duros. Tomaron también tres rollos de lienzo y, envueltos en un paño, encontraron seis tenedores y seis cucharas de plata. La mujer estaba a punto de derrumbarse presa de la angustia y el miedo, pero al ver que cogían también la vieja cuchara de plata que le había dejado su madre, prorrumpió en tan grandes alaridos que los asaltantes, tomando su botín cogieron los caballos y salieron al galope por el camino de Mohedas, pues aunque la casa estaba a las afueras del pueblo, las gentes ya empezaban a salir al campo y podían escuchar los gritos del ama y sus hijas.

El criado no dejaba de observar al hombre que le vigilaba. Su cara le era familiar y, aunque tenía la cara ennegrecida por un corcho quemado e intentaba ocultar su rostro bajando el ala de su montera granadina, sus piernas torcidas eran inconfundibles. Se trataba de Melgarejo, el tendero de Castañar de Ibor, al que había comprado unos quesos el año pasado.

Hospital del Obispo en el Camino de Guadalupe, refugio contra bandoleros, osos y lobos
Hospital del Obispo en el Camino de Guadalupe, refugio contra bandoleros, osos y lobos

Mientras dos de los cinco bandoleros cubrían la retirada de sus compañeros quedándose a las afueras de Mohedas, los otros tres fueron al banco del herrador para herrar sus caballerías. Siguieron su camino hacia Puerto de San Vicente y en la posada robaron tres mulas a un serrano que bajaba hacia los pastos de invierno de Extremadura. Entre chirigotas dejaron al ganadero el caballo cojo que traían. Aunque, desde Mohedas, enviaron un propio al alcalde de Puerto dándole cuenta de la catadura de los desconocidos, cinco hombres armados y a caballo eran una fuerza imposible de reducir con los escasos medios de la aldea. Los bandoleros tomaron camino hacia los aislados y agrestes parajes de Los Guadarranques donde se sentían más seguros.

Tardó dos días en llegar la noticia a la Santa Hermandad de Talavera que, inmediatamente, envió a su Cuadrillero Mayor acompañado de cinco soldados y otros cuadrilleros de la Hermandad. En Puente del Arzobispo interrogaron a un pobre hombre que había sido asaltado también en el camino. En el sitio de la Ventilla un joven le había salido al camino y le había preguntado que “qué avío llevaba”. Después de responderle que había ido con su borrico a conducir a un peregrino a Guadalupe, el hombre le echó mano a la faltriquera y le sacó los ocho reales que llevaba envueltos en el pañuelo. Después revolvió y zarandeó los aparejos y la albarda buscando algo más de botín pero tuvo que conformarse con el escaso jornal del arriero.

Paisaje en el entorno de carrascalejo, donde se desarrollan parte de los hechos.

La descripción no coincidía con la de los asaltantes de las casas de Carrascalejo pero, como casi siempre, los caminos de Guadalupe eran inseguros. Debido a que otro testigo aseguraba haber visto gentes de mal vivir en la dehesa de El Villar, el Cuadrillero Mayor envió a un hermano para indagar en el Hospital del Obispo sobre la presencia de sospechosos. Los servidores del hospital confirmaron la presencia de los hombres armados, pero parecía que andaban ahora haciendo fechorías por las inmediaciones de Berrocalejo y Talavera la Vieja. Hacia allí se dirigió la Santa Hermandad. Tal vez no pudieran atraparlos pero sabían de la identidad de uno de ellos y tarde o temprano caería en sus manos.

Causas Criminales de la Santa Hermandad de Talavera. Sig. 43/9. Archivo Municipal.

DE LAS POSADAS DE COLMENAS A LAS DEHESAS

LA NATURALEZA Y LA HISTORIA 3

Tercer artículo de cuatro que obtuvieron el Premio Cabañeros de periodismo medioambiental de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha

DE LAS POSADAS DE COLMENAS A LAS DEHESAS

Monumento al primer repoblador medieval de Alcaudete de La Jara
Monumento al primer repoblador medieval de Alcaudete de La Jara

Tras la reconquista de Talavera en el siglo XI, vuelven los cristianos y comienzan los titubeantes intentos de repoblación del inhóspito y desierto territorio de La Jara durante varias centurias. Primero se aprovechan unas cuantas colmenas y después se van rozando los encinares y jarales para conseguir tierras «de pan llevar».

Estos pioneros se enfrentan a tierras casi vírgenes habitadas todavía por osos, como en Robledo del Mazo donde, en el siglo XVI, justifican sus habitantes el nombre del pueblo porque sus abuelos al llegar a ese hermoso valle tienen que luchar con la glotonería de los plantígrados que destrozan sus posadas de colmenas, consiguen ingeniárselas mediante un mazo movido por una rueda hidráulica que machaca incesantemente espantando a los osos.

Los cultivos se fueron asentando tras rozar el monte bajo y los bosques de La jara

Los cultivos se fueron asentando tras rozar el monte bajo y los bosques de La jaraLos venados, los corzos y los jabalíes campan a sus anchas por una comarca salvaje donde se esconden golfines y bandidos aumentando la inseguridad de sus pobres habitantes. Se funda por ello una de las primeras  policías rurales de Europa, la Santa Hermandad Vieja de Toledo, Talavera y Villa Real, que vigilará los caminos y despoblados de los Montes de Toledo y entre cuyos símbolos figuran un jabalí y una colmena por su vinculación a meleros y ballesteros, primeros hombres que se aventuran en esas tierras.

En algunos aspectos, al igual que las actuales patrullas de medio ambiente de la Guardia Civil, tenía esta Hermandad Vieja competencias que pudiéramos considerar como «ecológicas», ya que cuidaban sus cuadrilleros de impedir rozas, talas y carboneos ilegales que las férreas ordenanzas talaveranas intentaban impedir.

En épocas de hambruna era, a veces, la tala de un poco de leña, el único recurso de subsistencia y tanto era así que el concejo talaverano se vio obligado a dar un bando llamando a los vecinos a evitar las cortas abusivas de leña porque si no vendría la ruina para ellos e «incluso los ricos hombres» serían pasto del hambre y la miseria. Egoísta e interesado concepto éste de la conciencia ecológica pero que, aplicado hoy, puede hacernos ver también cómo el deterioro de algún paraje natural o de la capa de ozono son un problema de todos los estratos de la sociedad.

Ciervos en una dehesa de Oropesa

Pero en esas ordenanzas municipales había además, como hoy, normativas menos afortunadas que por ejemplo premiaban el exterminio de «alimañas» pagando por cada ejemplar de «oso, lobo, o raposa» que se demostrara fehacientemente haber dado muerte mediante la entrega de su cabeza y garras. La caza, como siempre, ejemplo de la esquizoide relación amor -desamor entre el hombre y la naturaleza.

Todavía en el medievo la caza era al menos una actividad más noble, el hombre se enfrentaba al animal con las flechas de su ballesta y su astucia, cualidad desarrollada en las Tierras de Talavera cuando se descubre aquí la caza de paloma con cimbel, como se refiere en actas municipales del siglo XV.

Un siglo antes esa actitud dual entre el cazador que depreda y al mismo tiempo admira el medio natural la encontramos en las sabrosas descripciones de parajes y cazaderos que nos hace el Libro de la Montería de Alfonso XI , rey que recorrió la Sierra de San Vicente por ser «buen monte de oso en invierno». Pero antes que él, ya se habían fijado en el encanto de esta sierrecilla los mismísimos romanos, que la bautizaron con el nombre de su diosa de la naturaleza, Monte de Venus la llamaron.

Una fuente en El Piélago en la Sierra San Vicente
Una fuente en El Piélago en la Sierra San Vicente

Ya hemos hablado del talaverano Padre Juan de Mariana, preceptor de Felipe III que vino aquí a inspirarse para escribir el libro «Del Rey y la institución real» en el que por primera vez se justifica el tiranicidio.

Soplan templadísimos vientos libres de todo miasma, brotan de todas partes las más frescas aguas, corren acá y acullá fuentes cristalinas, cosas todas por las que no sin razón fue aquel lugar llamado Piélago. Alegre es allí el sol, alegre el cielo, alegre por demás la tierra cubierta de tomillo, borraja, acedera , peonía y mucho más de yezgos y de helechos…        

Todavía hoy la Sierra de San Vicente no desmerece de esa descripción de finales del siglo XVII.

Pero no es este el único documento histórico que describe o ensalza alguno de los parajes de nuestra comarca, las Relaciones de Felipe II cuentan con jugosas descripciones de la flora y la fauna que nos ayudan a comprender los cambios en el medio natural y, curiosamente, sorprende que la degradación, sobre todo del manto vegetal, no ha sido tan intensa como podríamos pensar. Vayamos por ejemplo al otro extremo de la comarca, a Mohedas de la Jara donde en 1572  «El monte es abundoso de leña de enzina, alcornoques y robles, quexigos e jaras, madroño e brezo. Descripción exacta de la actual vegetación de monte mediterráneo de la sierra de Altamira en Mohedas.

Dejamos pasar doscientos años y en 1784, el cura del pueblo responde a su obispo que en ese pueblo jareño » se cría con abundanzia benado, zierbas, corzos, benaetes, jabalíes, muchos lobos, zorros, gatos monteses, guarduños, lobos zerbales, conejos, liebres, perdizes, abertruzes, quebrantahuesos, águilas, vilanos, víboras ponzoñosas muchas y otros animalejos que se ignoran sus nombres.

No sabemos si el párroco quiso sorprender al obispo con lo de las avestruces o si aplicaba ese nombre a alguna otra especie de ave.