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ASCENDIENDO A LA MIRA POR LOS GALAYOS

ASCENDIENDO A LA MIRA POR LOS GALAYOS

 Partimos desde Guisando por la carretera que sube por el valle del río Pelayos, que en su naciente se conoce como vertiente de Los Galayos. Llegaremos junto a un puente que se halla cerca de un campamento juvenil. Por él podremos acceder, si vamos con tiempo o en alguna otra ocasión, al llamado “Pino Bartolo”, un árbol singular de grandes dimensiones que vale la pena visitar por ser un pino albar de 500 años de antigüedad que se encuentra rodeado de los “bartolitos”, otros pinos que forman un ameno conjunto. El camino es empinado pero vale la pena subir por lo solitario del lugar y por haber sido acondicionada e indicada la senda recientemente.

Pino Bartolo

 

Pero volvamos a la ruta principal. A Los Galayos se accede por una senda que parte de El Nogal de El Barranco, lugar en el que se acaba la carretera y en el que se sitúa un monumento a la cabra montesa autóctona, la Capra Hispánica.

Poco después de pasar el refugio, un poco más arriba, unos indicadores nos llevarán a una majada de cabreros restaurada en la que podemos ver los edificios que tradicionalmente constituían estos conjuntos ganaderos. En primer lugar cuenta con el chozo en el que habitaba la familia, en el que observamos una piedra que sobresale del muro en el lugar donde se hacía el fuego, para evitar así que las chispas prendieran en el techo de piornos. Solamente alguna alacena completa la sencilla estructura de estas construcciones.

«La cabra» del Nogal del Barranco

También podremos ver la quesera, otra especie de chozo circular situado siempre en zonas umbrosas y por cuyo suelo de piedras discurría una corriente de agua que mantenía fresco el queso producido en estos puestos de cabreros. Se trata en realidad de una ingeniosa nevera que permitía a estos ganaderos conservar el queso para no tener que hacer continuos viajes para vender su producto a las zonas habitadas. También podemos ver un pintoresco horno de pan, cochineras y chivitiles para guardar los cerdos o los cabritos respectivamente, o el berengón, otra construcción cubierta de techo vegetal pero con planta rectangular donde se guardaban las cabras.

Horno del puesto rehabilitado en el puesto de

La subida hacia los Galayos es al principio relativamente suave, aunque tanto el piso de la senda, como la pendiente, nos lo van haciendo cada vez más difícil. Pero al llegar junto a Los Galayos no nos arrepentiremos del esfuerzo, pues el paraje granítico con sus elevadas agujas pétreas es sobrecogedor. Los aficionados a la escalada tienen grandes alicientes para la práctica de este deporte en aquellas verticales paredes de piedra y, tanto los montañeros como los excursionistas pueden alojarse en el refugio Víctory, donde podemos curiosear el el mundillo y el ambiente de los escaladores.

Macizo de los Galayos

Seguimos subiendo por una senda donde nos tropezaremos con las monteses, para llegar al refugio en ruinas de Los Pelaos, y un poco más allá, por las praderas y piornales de las cumbres, accederemos a La Mira, gran elevación de 2343 metros de altura, el segundo pico más alto de Gredos después del Almanzor y de los picachos que forman el circo de la Laguna Grande. En su cumbre se levanta todavía una pequeña atalaya construida a piedra seca desde la que disfrutaremos magníficas vistas panorámicas sobre ambas vertientes de Gredos. La torreta se levantó para hacer señales telegráficas luminosas con espejos cuando no había otros medios de comunicación. Las praderas y arroyuelos de estas alturas con sus impresionantes vistas panorámicas harán que nuestro esfuerzo sea rentable.

Recorrido aproximado 15 kilómetros ida y vuelta, 7 horas y media.

Berengón para guardar el ganado en el puesto de cabreros

Hay también en la zona este del término de Guisando un pino resinero de unos doscientos años llamado el pino de La Víbora, y cerca del pueblo, una antigua casa forestal se ha habilitado como Casa del Parque, un aula de interpretación de la Sierra de Gredos que se puede visitar todos los días menos los martes. Si seguimos descendiendo por el río Pelayos por debajo del caserío encontraremos una senda por su orilla oeste que nos llevará hasta la carretera de Arenas a Poyales, donde hay un merendero. Antes habremos pasado por la Charca Verde, un lugar de baño con encanto natural.

GUISANDO Y EL RÍO PELAYOS

GUISANDO Y EL RÍO PELAYOS.

ASCENDIENDO A LA MIRA Y LOS GALAYOS

Ruta de subida a los Galayos y la Mira desde Guisando
Ruta de subida a los Galayos y la Mira desde Guisando

Parece que fue en torno a unas majadas de cabras que se fue articulando el caserío que daría lugar a este pintoresco pueblo de Guisando. Fue siempre aldea de la Villa de Arenas hasta que adquirió su privilegio de villazgo por concesión de Carlos III en 1760, año que figura en la base del rollo jurisdiccional erigido en la nueva villa.

El pueblo es muy pintoresco tanto por sus paisajes como por su arquitectura popular que conserva muchos rincones para fotografiar, aunque como sucede en tantos lugares de la zona han ido disminuyendo ante el empuje urbanístico del turismo. Camilo José Cela habla también de Guisando en su precioso libro de viajes por Gredos “Judíos, Moros y CRistianos” en el que además de referir que por su tez y altura las mujeres de Guisando parecen godas y las de Candeleda moras, cuenta la anécdota de cómo le refirieron que en el pueblo había “protestones”, curiosa forma de denominar a un grupo de protestantes que históricamente hubo en la población y que llamaba la atención en tiempos pasados por lo difícil que resultaba mantenerse una comunidad así en la España del nacional catolicismo. Pío Baroja también pasa por aquí y en su novela “La Dama Errante” comenta “Llegaron a la vista de Guisando. Desde lejos, el pueblo era bonito, con sus tejados rojos y su aspecto de aldea suiza; pero dentro no tenía nada que celebrar: Las calles están llenas de barro y los cerdos andaban entre la gente”.

Rincón de Guisando
Rincón de Guisando

Como vemos, siempre aparece Guisando como pueblo pintoresco. Todavía quedan hermosos rincones con los elementos típicos de la arquitectura serrana de balcones y solanas con algún entramado y tal vez una mayor superficie de paredes blanqueadas que en otros pueblos de la comarca, lo que hacía decir a Cela que “Guisando es caserío blanco como paloma y sosegado igual que el agua de la fuente clara”, aunque anteriormente era mayor el número de fachadas de mampostería desnuda o revocada y pintada de añil.

La iglesia parroquial está bajo la advocación de la Purísima Concepción y es de construcción reciente, aunque no desentona con el entorno y guarda todavía algunas pinturas de mérito en su retablo del siglo XVIII. En la ermita que se halla a la entrada del pueblo podemos ver azulejería talaverana del siglo XVI.

Sus fiestas patronales son el 29 de septiembre en honor de San Miguel, aunque en invierno los carnavales son muy celebrados y nos permiten ver a las mujeres ataviadas con el traje típico. Además, el domingo de Resurrección se celebra el día del huevo en que se pintan huevos cocidos con tintes naturales para dárselos a los niños.

Las impresionantes risqueras de Los Galayos
Las impresionantes risqueras de Los Galayos

 LA EXCURSIÓN

Ascendiendo a La Mira por Los Galayos

 Partimos desde Guisando por la carretera que sube por el valle del río Pelayos, que en su naciente se conoce como vertiente de Los Galayos. Llegaremos junto a un puente que se halla cerca de un campamento juvenil. Por él podremos acceder, si vamos con tiempo o en alguna otra ocasión, al llamado “Pino Bartolo”, un árbol singular de grandes dimensiones que vale la pena visitar por ser un pino albar de 500 años de antigüedad que se encuentra rodeado de los “bartolitos”, otros pinos que forman un ameno conjunto. El camino es empinado pero vale la pena subir por lo solitario del lugar y por haber sido acondicionada e indicada la senda recientemente.

Pero volvamos a la ruta principal. A Los Galayos se accede por una senda que parte de El Nogal de El Barranco, lugar en el que se acaba la carretera y en el que se sitúa un monumento a la cabra montesa autóctona, la Capra Hispánica.

Horno de pan de la majada restaurada junto al Nogal del Barranco
Horno de pan de la majada restaurada junto al Nogal del Barranco

Poco después de pasar el refugio, un poco más arriba, unos indicadores nos llevarán a una majada de cabreros restaurada en la que podemos ver los edificios que tradicionalmente constituían estos conjuntos ganaderos. En primer lugar cuenta con el chozo en el que habitaba la familia, en el que observamos una piedra que sobresale del muro en el lugar donde se hacía el fuego, para evitar así que las chispas prendieran en el techo de piornos. Solamente alguna alacena completa la sencilla estructura de estas construcciones. También podremos ver la quesera, otra especie de chozo circular situado siempre en zonas umbrosas y por cuyo suelo de piedras discurría una corriente de agua que mantenía fresco el queso producido en estos puestos de cabreros. Se trata en realidad de una ingeniosa nevera que permitía a estos ganaderos conservar el queso para no tener que hacer continuos viajes para vender su producto a las zonas habitadas. También podemos ver un pintoresco horno de pan, cochineras y chivitiles para guardar los cerdos o los cabritos respectivamente, o el berengón, otra construcción cubierta de techo vegetal pero con planta rectangular donde se guardaban las cabras.

La subida hacia los Galayos es al principio relativamente suave, aunque tanto el piso de la senda, como la pendiente, nos lo van haciendo cada vez más difícil. Pero al llegar junto a Los Galayos no nos arrepentiremos del esfuerzo, pues el paraje granítico con sus elevadas agujas pétreas es sobrecogedor. Los aficionados a la escalada tienen grandes alicientes para la práctica de este deporte en aquellas verticales paredes de piedra y, tanto los montañeros como los excursionistas pueden alojarse en el refugio Víctory, donde podemos curiosear el el mundillo y el ambiente de los escaladores.

Seguimos subiendo por una senda donde nos tropezaremos con las monteses, para llegar al refugio en ruinas de Los Pelaos, y un poco más allá, por las praderas y piornales de las cumbres, accederemos a La Mira, gran elevación de 2343 metros de altura, el segundo pico más alto de Gredos después del Almanzor y de los picachos que forman el circo de la Laguna Grande. En su cumbre se levanta todavía una pequeña atalaya construida a piedra seca desde la que disfrutaremos magníficas vistas panorámicas sobre ambas vertientes de Gredos. La torreta se levantó para hacer señales telegráficas luminosas con espejos cuando no había otros medios de comunicación.Las praderas y arroyuelos de estas alturas con sus impresionantes vistas panorámicas harán que nuestro esfuerzo sea rentable.

Recorrido aproximado 15 kilómetros ida y vuelta, 7 horas y media.

Hay también en la zona este del término de Guisando un pino resinero de unos doscientos años llamado el pino de La Víbora, y cerca del pueblo, una antigua casa forestal se ha habilitado como Casa del Parque, un aula de interpretación de la Sierra de Gredos que se puede visitar todos los días menos los martes. Si seguimos descendiendo por el río Pelayos por debajo del caserío encontraremos una senda por su orilla oeste que nos llevará hasta la carretera de Arenas a Poyales, donde hay un merendero. Antes habremos pasado por la Charca Verde, un lugar de baño con encanto natural.

Otro paraje dentro del ámbito de Guisando es el paraje de La Lancha, en el naciente de Riocuevas, un paraje del que ya hemos hablado en otra ruta, que es curioso por las chorreras que en época de lluvias se precipitan por una gran lancha de granito. Muy cerca se halla también el puesto de cabreros de La Lancha, con un horno y dos típicos chozos de pastor. Se accede por una pista que sale del extremo norte del casco urbano de Guisando, junto al hostal.