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LAS MOLINERAS, SUS TÓPICOS, Y OTRAS COSILLAS DEL AMBIENTE DE LOS MOLINOS

 

Escenario para la representación de El Sombrero de tres Picos diseñado por Picasso

Otro de los más antiguos tópicos que se refieren al mundo del molino, es el de la ligereza del comportamiento sexual de la molinera. Ya en La Celestina, las mujeres acuden a moler al río junto a las tenerías, zona envuelta en un halo de sospecha. Fernando de Rojas conoció los molinos de La Puebla de Montalbán y cerca de ellos jugaría en su infancia, más tarde en Talavera, siendo su alcalde, conoció los problemas y discusiones que generó en el consistorio el aprovechamiento por uno de los regidores del primer ojo del puente para instalar un molino.

Un interesante trabajo sobre la cultura molinera en el siglo XVI publicado por Agustín Redondo en la revista Folklore nos da algunas notas sobre las referencias literarias a molineras casquivanas[1]. El mismo Don Quijote, personaje también muy vinculado a estas tierras, ruega a una prostituta que se haga llamar doña Molinera.

Interor del molino Nuevo en Valdeverdeja

Molino es un término marcado eróticamente y así, el molinillo (cunnus) puede que con su vaivén recuerde el movimiento del coito. Algunos dichos del refranero de Correas nos introducen también en la erótica molinera: “Las dos hermanas que al molino van como son bonitas luego las molerán”, “El abad y su vecino, el cura y el sacristán todos muelen en un molino”.

Abundando en el mismo tema “Mujer, noria y molino requieren uso contino”, “Fue la vieja al molino, tal vengáis cual ella vino” y “A la ahijada molérselo y maquilalla y a la madrina sin maquila” que es como decir “a la joven pagando y a la madura sin pagar”. Un dicho talaverano empleado para “despertar una pierna que se ha dormido” dice así “ Puta vieja al molino que este pie tengo dormido, puta vieja al mercado que este pie se ha despertado”.

En muchas obras literarias  se ve reflejado ese mundo erótico del molino pero entre ellas hay que destacar “El Sombrero de Tres Picos” de Pedro Antonio de Alarcón y  “La Comedia del Molino” de Lope de Vega.

Molino en el Pedroso, en término de Mohedas de la Jara

Puede que el origen de la cuestión sea sencillo, ya que una mujer que permanece en soledad dentro de su molino, en lugares amenos y generalmente apartados, tratando y bromeando con arrieros y moledores siempre sugiere a la mentalidad masculina fantasías de posibles contactos eróticos que luego se plasman en los dichos y refranes de la cultura popular. Generalmente será más real el deseo de esa aventura que el verdadero comportamiento sexual de la molinera que , por otra parte, despierta la desconfianza y las habladurías de las mujeres de los pueblos del entorno.

El molino es también lugar de auxilio, de refugio y de encuentro en mitad de la naturaleza, lugar donde desde varios pueblos comarcanos van a moler las gentes intercambiando noticias de sus lugares respectivos. Por allí pasan también pastores, guardas, viajeros, y trajinantes que , junto a otras personas que frecuentan las orillas como pescadores, hortelanos, barqueros, lavanderas, cazadores y todos los que trabajan y muelen en el molino formaban una circunstancial comunidad humana que debe hacernos perder la imagen del molino como lugar solitario y exclusivamente de trabajo, para cambiarla por la de un rústico centro de encuentro y comunicación, de ahí su presencia en muchas manifestaciones de la cultura.

Molino de agua en el arroyo Cubilar

Las cocinas de los molinos, en los que se pernoctaba o se daba una cabezada en muchas ocasiones, eran lugares llenos de vida donde se compartía la comida y el vino contando noticias, relatos e historias de los pueblos vecinos. A veces también se reía se cantaba y hasta se jugaba a las cartas, como un párroco de Valdelacasa que en 1547, atraído por el ambiente que reinaba en los molinos de Espejel, descuidó sus obligaciones para con un moribundo por irse a jugar a la bola y los naipes, siendo procesado por la Inquisición.[2]

A veces la espera era tan larga que, como sucede en una lancha de pizarra cercana a los molinos de Riofrío o en el molino de los Rebollos en Valdeverdeja, los moledores que aguardaban su turno se entretenían realizando grabados sobre el granito del banco de la entrada en el que todavía podemos observar iniciales, herraduras, animales y otros motivos. Y no digamos de la espera en los pequeños molinos de arroyo donde a veces, debido a la sequía, tenían que esperar los clientes a que se llenara el cubo para poder moler siquiera durante unos minutos. Esta misma circunstancia hace decir al párroco de Pelahustán en sus respuestas al Cardenal Lorenzana que en su arroyo “se hallan tres molinos de poco aguante que en los meses de invierno lluvioso hacen muy buena harina, moliendo en lo demás del tiempo sólo la paciencia de sus dueños”.

Edición de El Sombrero de tres Picos

No es ajena a todas estas circunstancias el atractivo que para los artistas de diferentes han tenido los molinos. Casi siempre se sitúan además en lugares de gran belleza rodeados de la vegetación de las riberas y del arbolado que sigue a los bordes del canal, el huerto y el agua corriendo, con el encanto un tanto mágico del movimiento de la rueda, son circunstancias estéticas que dieron motivo con frecuencia a escuelas de paisajistas como la inglesa o la holandesa.

[1] REDONDO, A. : De molinos, molineros y molineras: Tradiciones folklóricas y Literatura en la España del siglo de Oro.Revista de Folklore Nº 102, 1989.

[2] BLAZQUEZ MIGUEL J. Herejía y heterodoxia en Talavera y su Antigua Tierra. Ed. Hierba, Talavera 1989, p. 155.