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LA REINA QUE DIO APELLIDO A TALAVERA

LA REINA QUE DIO APELLIDO A TALAVERA

Escultura de doña María de dudoso gusto a la entrada de Talavera desde Extremadura

La reina doña María de Portugal

El rey Alfonso XI se casó con doña María, la hija de Alfonso IV rey de Portugal. Talavera fue uno de los regalos que la reina recibió en su boda. Desde entonces permaneció bastante unida a la villa, conservándose algunos documentos de la época que hablan de las normas y privilegios que promulgó para el mejor gobierno de la misma, como por ejemplo, la regulación del nombramiento de los escribanos, una especie de notarios de la época, o la confirmación de algunos privilegios de la Santa Hermandad talaverana.

Doña María era prima hermana del rey Alfonso “el onceno” por doble vínculo y debido a esta circunstancia tuvieron los contrayentes que obtener dispensa papal para su matrimonio.

Sustituyó así la portuguesa a la primitiva prometida del monarca que era doña Constanza. hija del noble y escritor don Juan Manuel, que siempre guardaría rencor a don Alfonso por haber roto el compromiso con su hija, doña Constanza. Ella se comprometió después con el heredero portugués, pero Alfonso XI la retuvo en España.

Estos hechos y la infidelidad del Rey con doña Leonor de Guzmán enturbiaron las relaciones entre España y Portugal, llegándose a producir varios conflictos bélicos durante el reinado de Alfonso entre los dos países, aunque en situaciones de peligro para el reino por el ataque de los musulmanes, supo doña María pedir auxilio a su padre el rey de Portugal por el interés de España.

Alfonso XI en una recreación de su retrato

La Reina tuvo un primer hijo llamado Fernando que murió siendo un niño de apenas un año y, según la tradición, fue enterrado en la iglesia talaverana de San Clemente, en un sepulcro que estaba situado en el lado del edificio que daba al río en la antigua parroquia. La reina pasaba largas temporadas en el alcázar de Talavera, cuya propiedad le correspondía por ser la señora de la villa. Pero mientras tanto, su marido viajaba incesantemente de un lugar a otro de Castilla, o de campaña en campaña militar contra los moros, siempre acompañado por su amante doña Leonor, mientras doña María vivía humillada en su soledad.

El segundo hijo de la Reina fue don Pedro, conocido más tarde como “el Cruel”, muy unido a su madre al principio de su vida. La guerra por el trono entre Pedro y su hermanastro Enrique, hijo de doña Leonor, hizo que los partidarios del bastardo difundieran leyendas que hacían dudar hasta de que don Alfonso fuera el verdadero padre de Pedro. Se decía que en realidad doña María había tenido una niña y que Pedro era hijo de una judía que había parido la misma noche que la reina. La hija del rey se le habría dado a un judío converso para que lo criara.

María de Portugal en un retrato de la Biblioteca Británica

Muerto Alfonso XI por la peste negra durante las guerras contra los moros en Algeciras, doña María manda asesinar inmediatamente a la favorita del Rey en el alcázar de Talavera y asume la tutoría del nuevo rey Pedro I que sólo tiene 15 años en ese momento.

El nuevo monarca también se enamoró como su padre de una mujer, María de Padilla, que no era su esposa legítima. La joven Blanca de Borbón era su verdadera esposa, pero fue abandonada y mandada asesinar a mazazos por Pedro el Cruel. Doña María de Portugal siempre intentó que su hijo volviera con doña Blanca que, al igual que ella, sufría la infidelidad de su marido, pero no lo consiguió. Antes de morir, la reina doña Blanca fue llevada a Toledo y allí se acogió a sagrado en una iglesia protegida por doña María, que intentó así salvarla de la muerte que presentía.

Alcázar de Talavera,donde pasó doña María algunas temporadas y donde ordenó degollar a doña Leonor favorita de su marido Alfonso XI. Vista parcial de un dibujo de Van der Wingaerde del sigloXVI

Talavera se puso también de parte de doña Blanca y acogió a los bastardos Enrique y Fadrique, hijos de doña Leonor de Guzmán, que ya por entonces hacían campaña contra don Pedro, que marchó sobre Toledo y desterró a su madre la reina doña María a Sigüenza.

El rey acabó distanciándose de ella hasta la ruptura total, cuando en Toro, donde ella se había retirado con algunos nobles fieles, los ejecutó él mismo en su presencia.

Marchó doña María a su patria y en la Ébora portuguesa murió, dicen algunos que envenenada por su propio hermano el rey de Portugal. La mujer desgraciada y vengativa por la que nuestra ciudad llevaría para siempre el apellido “de la Reina” falleció tan indignamente como ella había acabado con la vida de la amante de su marido. Fue enterrada en Sevilla.

Sepulcro de doña María de Portugal en el monasterio de San Clemente de Sevilla

APARECE UNA IMAGEN EN TIERRA DE TALAVERA

APARECE UNA IMAGEN EN TIERRA DE TALAVERA
Cuadro que representa la aparición de la Virgen de Guadalupe a Gil Cordero
Cuadro que representa la aparición de la Virgen de Guadalupe a Gil Cordero

 

El rey Sancho IV había tomado su venganza contra la hidalguía talaverana por el apoyo que había prestado a su padre Alfonso X durante el conflicto bélico que los enfrentó. Entre la historia y la leyenda podemos considerar la muerte de cuatrocientos caballeros de la villa que fueron ajusticiados por Sancho el Bravo. Descuartizados, fueron sus pedazos colgados de la puerta que desde entonces se llamó Puerta de Cuartos.

Algunos historiadores consideran que el deseo de reconciliarse con Talavera llevó al rey a concederla tres grandes dehesas para su repoblación al sur de su extenso alfoz. Una de ellas era la dehesa de los Xebalillos, zona de la actual cabecera del río Gébalo. Otra era la dehesa del Castrejón de Ibor, lo que, aproximadamente, hoy se conoce como comarca de Los Ibores. La tercera era la dehesa del puerto de Juan Román, Ivan Román en grafía medieval, que abarcaba los actuales términos de Valdecaballeros y Castilblanco, hoy en la provincia de Badajoz, Alía y los bosques y montes cercanos al río Guadalupe, más tarde conocidos como dehesa de Los Guadalupes.

Imagen de la Virgen de Guadalupe en cerámica talaverana, obra de Ruiz de Luna
Imagen de la Virgen de Guadalupe en cerámica

“ Sepan quantos esta carta vieren cómo nos don Sancho…por hacer bien y merçed al conçejo de Talavera, porque han pocos pueblos e no an común ninguno e porque el Rey nuestro padre les tomó el montadgo que solían aver, por la merçed que hizo a los pastores, dámosles tres dehesas en su término que las ayan e se aprovechen dellas para su común y las puedan arrendar y puedan hacer en ellas todas las cosas que en su pro sean…E mandamos que aya estas dehesas para siempre jamás con las aguas e los pastos e con los montes e con las mudas de los açores e de los falcones que en ella son o fueren de aquí en adelante e defendemos firmemente que ninguno sea osado de las entrar en ellas”.

La leyenda de la aparición de la imagen de la Virgen de Guadalupe no data concretamente el momento en que se produce el hallazgo pero, por el contenido del relato, sabemos que la talla es escondida por clérigos sevillanos que huían de la persecución musulmana y es hallada más tarde, cuando el territorio ha sido ya reconquistado por los cristianos. Por ello, el comienzo de la devoción guadalupana se situaría probablemente en el siglo XIII, como parece indicar el estilo de la escultura y el hecho de que hasta la batalla de Las Navas de Tolosa en 1212 no se puede considerar este territorio poblado por cristianos debido a la inseguridad producida sobre estos despoblados de La Jara por las frecuentes razzias árabes.

Los documentos históricos más antiguos en los que aparece mencionada una iglesia y hospital de Guadalupe se remontan a 1327 y 1329 pero en 1339 ya tiene el templo suficientes medios económicos como para adquirir un batán.

Talla de la Virgen de Guadalupe
Talla de la Virgen de Guadalupe

En 1340 el rey Alfonso XI, que ya debería conocer estos parajes por sus correrías cinegéticas, acude a Guadalupe para dar gracias a la Virgen por su victoria en la batalla del Salado, importante estratégicamente porque impedía una nueva invasión musulmana por la secta de los benimerimes aliados con los reyes de Granada, como nos cuenta la “Crónica de Alfonso el Onceno”:

“ E el rey partió luego de Llerena e fue a Santa María de Guadalupe a dar gracias a nuestra Señora, en quien este noble rey Alonso auie gran deboçión e a quien el se auie recomendado cuando yua a pelear con los moros, e por la marauillosa vitoria que Dios por ruego de su madre, le había dado contra los rreyes Alboacén de Marruecos e de Benamarín et de Granada e offresçió muchas cosas; e mandó que se escribiese en Crónica como nuestra Señora auie aparescido en aquel lugar al vaquero e auía hallado allí soterrada su santa ymagen e se auía fecho allí aquella sancta yglesia de Guadalupe donde nuestra Señora hazía tantos milagros y de cómo él auía dado a aquella yglesia el término que tiene de las tierras de Talavera e Trugiello”.

Por un privilegio dado en Sevilla en 1340, Alfonso XI pone bajo su amparo a la iglesia y hospital de Guadalupe con todas sus pertenencias y ganados, a los que autoriza a pasar por todo el reino libremente. En 1341 promueve un patronato real mediante una carta emitida en Cadalso para mejorar la primitiva ermita pues la había encontrado “ asaz  muy pequeña y estaba derribada, e las gentes que i venían a la dicha ermita venían por devoción, non avyan i do estar, nos, por esto tobimos por bién e mandamos fazer esta hermita mucho mayor, de manera que la eglesia es grande, en que puedan caber las gentes que i vienen en romería, e por faser esta eglesia dimos nos el suelo nuestro en que se ficiese, e mandamos labrar las labores de dicha hermita”.

Para mantener al prior y a los clérigos que servirían al santuario y para la financiación del hospital que recibiría a los peregrinos, el rey Alfonso dispuso que se entregaría la martiniega de los nuevos pobladores a la iglesia de Guadalupe. Además dota a la nueva institución del suelo necesario para su manutención y la de sus sirvientes.

TALAVERA NO SE RESIGNÓ

La villa cabeza del alfoz no vio con buenos ojos esta segregación e intenta, tanto a través del concejo y sus agentes como protegiendo a los vecinos que no respetan los privilegios reales de la iglesia de Guadalupe, que prevalezcan sus antiguos derechos sobre el territorio. Los enfrentamientos son constantes y durante todo el siglo XIV los reyes Alfonso XI, doña María, Pedro I, Enrique II y Juan I deben enviar reiteradamente cartas amenazantes a Talavera ordenando que se respete la normativa que protege, por ejemplo, a los ganados de la fundación real y así, recuerda Alfonso XI que deben los talaveranos permitir pastar en sus prados y dehesas a 800 vacas, 50 yeguas, 2000 ovejas y cabras y 500 puercos del futuro monasterio. Tampoco se permite al ganado que transite libremente por las Tierras de Talavera y se aprenden cabezas con frecuencia por los alcaldes y agentes del concejo talaverano, sin ni siquiera permitir que los pastores “tomen corteza de los árboles para hacerse calzado”, lo que nos revela una curiosa utilidad del corcho en la época. También se intenta cobrar por el tránsito y comercio de abastecimientos para Guadalupe, se impide que los bueyes puedan pastar, o que los pobladores de La Puebla instalen colmenas en los términos de Talavera. Los recaudadores del portazgo consideran a los peregrinos como “descaminados” y los toman el vino y las viandas que traen para el camino. La Santa Hermandad de Talavera no se resigna a dejar de cobrar el impuesto de la asadura que servía para mantener a esta institución de policía rural. Los conflictos son permanentes, sobre todo en las zonas fronterizas de Alía y el paraje de la Posada del Rey, cerca del Hospital del Obispo, llegando  incluso a levantarse los mojones de deslinde.