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UN POCO DE HISTORIA OROPESANA

Vista general del conjunto monumental de Oropesa

Los restos arqueológicos que se hallan diseminados al norte de Oropesa, aunque se encuentren a menudo en jurisdicción de la villa, están más cercanos a otros municipios, pues la complicada división de términos y dehesas que resultó de las exenciones de las villas respectivas hace que, por ejemplo, muchos de los restos paleolíticos del Guadyerbas se encuentren en término de Oropesa, así como el menhir llamado de Parrillas y otros muchos hallazgos.

Menhir hoy desaparecido situado junto al embalse de Guadyerbas. Se observan numerosas cazoletas.

Son numerosos los útiles de piedra tallada y pulimentada hallados que representan la huella del hombre del paleolítico o de la Edad del Cobre respectivamente, así como los monumentos megalíticos que confirman la presencia humana en esta época, entre dos mil y dos mil quinientos años antes de Cristo. Algunos fondos de cabaña hallados por el autor en la orilla del embalse y un yacimiento en el Golín de la Senda con lascas de sílex y cerámica son muestra de los poblados que en esta época y a lo largo de la Edad del Bronce poblaron el valle del Guadyerbas en término de Oropesa. De la Edad del Hierro contamos con abundantes muestras de que el pueblo vettón habitó la zona dejando sus esculturas zoomorfas como legado. Concretamente en la finca Valdepalacios se conserva un verraco al que le falta la cabeza.

Industria paleolítica de sílex de los yacimientos del río Guadyerbas

Los romanos dejaron una epigrafía abundante, como nos describe Jiménez de Gregorio con una lápida dedicada a Júpiter y otras dos invocando a los dioses manes de las que una de ellas hace referencia a un “castillo Comediano”. Es tradición que esta última desapareció en una restauración de la ermita encontrándose actualmente embutida en el muro. También son numerosos los restos de enterramientos y yacimientos tardorromanos repartidos por sus campos entre los que fue excavado el conocido como de El Rondal, cerca de Guadyerbas las Bajas y que, por los restos hallados de un horno de fundición y algunas herramientas y clavos de hierro y bronce, podemos deducir tuvo utilidad como lugar de producción metalúrgica. Otra villa romana fue localizada junto a una necrópolis en el entorno de la laguna de las Limas.

Guerrero en azulejería de Ruiz de Luna en el Hogar Rural de 1946, situado en la plaza mayor

En el casco urbano se encontró una estatuilla femenina en terracota con datación probablemente romana. Hay autores que aceptan la hipótesis de una primitiva fortificación romana de Oropesa que defendería el estratégico paso de la cañada y calzada que desde Talavera  (Caesaróbriga) se dirigía a Mérida (Emérita Augusta). Algunos fragmentos de cerámica y lo estratégico de su situación, además de algunos topónimos de la zona nos hacen pensar en la pervivencia de población musulmana en Oropesa y su entorno.

Este gran torreón es probablemente el más antiguo de la fortaleza de Oropesa, para algunos podía remontarse a época musulmana

La reconquista de la zona estuvo a cargo de los caballeros abulenses que batieron toda la comarca quedando como huella de aquellas conquistas medievales la pertenencia eclesiástica de La Campana de Oropesa a la diócesis de Ávila hasta hace unas décadas. La repoblación propiamente dicha comenzaría en el siglo XII y ya con Alfonso X se concedieron en 1274 ciertas franquicias a los pobladores del castillo. Nace así la población actual de Oropesa como tal.

Muralla medieval de Oropesa

En 1281 la dona este mismo rey a la Orden Militar de Santa María de España que después se incorporaría a la Orden de Santiago. A comienzos del siglo XIV el castillo es propiedad de uno de sus hijos, el infante don Juan, que otorga a sus defensores los privilegios propios de los Caballeros de Extremadura. Permanece Oropesa vinculada a miembros de la familia real como don Juan el Tuerto y sus descendientes, doña Leonor de Guzmán, favorita del rey Alfonso XI y asesinada en Talavera por su esposa la reina doña María de Portugal, y el infante don Juan de Aragón, hasta que en 1369 se une a la noble casa de los Álvarez de Toledo por donación de Enrique II a don García Álvarez de Toledo.

Uno de los dibujos murales en el Hospital de San Juan Bautista. Algunos de ellos son de época medieval

Continuará

RUTA: UNA VUELTA POR EL ENTORNO DE LAGARTERA

RUTA: UNA VUELTA POR EL ENTORNO DE LAGARTERA

 Recorrido aproximado 8 kilómetros, 2 horas y media

Hornacina del Calvario de Lagartera

 Podemos dar un agradable paseo por el extrarradio de Lagartera conociendo algunos elementos de interés de su paisaje y su patrimonio. Para ello preguntaremos por el camino que va hacia el calvario. En dirección sureste, tomaremos a la izquierda la senda que entre olivares va siguiendo las cruces graníticas de las estaciones del viacrucis. Las tres cruces de la estación del calvario se levantan sobre un plinto también de piedra cerca del que podemos ver un pequeño altarcillo en forma de hornacina coronada por una cruz, y junto a él una roca completamente enjalbegada donde suelen dejar pequeñas cruces hechas de palitos de olivo o de hinojo los lagarteranos que suben hasta aquí haciendo el viacrucis. Vale la pena detenernos en estas alturas desde donde se contempla el núcleo histórico oropesano que destaca al este, el murallón de Gredos al Norte y el caserío de Lagartera delante de nosotros, dominando sobre él la esbelta torre de la iglesia. Al sur se adivinan las sierras jareñas. Seguir leyendo RUTA: UNA VUELTA POR EL ENTORNO DE LAGARTERA

OTROS TESOROS LAGARTERANOS

OTROS TESOROS LAGARTERANOS

Uno de los altares colocados en los portales de Lagartera el día del Corpus

La riqueza etnográfica de Lagartera se manifiesta principalmente en tres de sus aspectos culturales: el emblemático traje típico, las labores de Lagartera y la fiesta del Corpus Christi, donde se muestran muchas de sus mejores y más antiguas telas labradas.

El traje de lagarterana es mundialmente conocido, aunque en otros pueblos arañuelos las indumentarias tradicionales son también sumamente llamativas. La fama de la que goza actualmente comienza con las pinturas que hace Sorolla de tipos lagarteranos, guiado por Platón Páramo allá por los primeros años del siglo XX, aunque otros pintores y fotógrafos famosos contribuyeron también a su divulgación, llegando a ser tal vez uno de los símbolos españoles del mundo rural más castizos. Una boda en lagartera es un espectáculo que vale la pena realmente por el colorido desplegado en traje y rituales.

Lagarteranos en uno de los cuadros de Sorolla de la Hispanic Society

EL MUSEO:

Algunas muestras de los diferentes tipos de labores pueden ser admiradas en el Museo Marcial Moreno Pascual, muestra pequeña pero abigarrada, como todo lo lagarterano, donde podemos ver en el entorno de una casa típica las diferentes dependencias de la vivienda con su decoración tradicional y específica para cada pieza y con los elementos etnográficos habituales de cada una de ellas. Especialmente esos zaguanes tan típicos, repletos de cerámica de talavera y Manises y objetos de cobre. En el piso superior se puede visitar una magnífica muestra de las pinturas y dibujos del artista que da nombre al museo con una variada muestra de sus retratos y algunos de sus cuadros más significativos referidos a escenas costumbristas de Lagartera.

Lagarteranas en el Corpus

EL CORPUS LAGARTERANO:

Esta fiesta no se ha valorado suficientemente pues se trata de una explosión de estética popular durante la que por un espacio muy breve de tiempo, apenas tres horas, se exponen algunas de las mejores y más antiguas labores de Lagartera que se sacan de los arcones para, inmediatamente después del paso de la custodia, volver a la intimidad de los ajuares familiares.

Desde las nueve de la mañana aproximadamente comienzan en un buen número de casas lagarteranas las labores de decoración de sus portales para alojar al paso de la procesión pequeños altarcillos que son un prodigio de abigarrada pero al mismo tiempo delicada estética popular llena de colorido. Se hace del portal una preciosa hornacina cubriendo uno o dos metros del zaguán de entrada con bellas labores.

Niño Jesús en un altar del Corpus, vestido de lagarterano

La procesión, en la que últimamente desfilan vecinos con el vistoso traje local, parte de la puerta de la iglesia y recorre un trayecto fijado desde hace siglos solamente modificado por las ampliaciones del casco urbano. Los caballeros de la Veracruz con sus capas acompañan a la custodia. El sacerdote se va deteniendo en cada altar para bendecirle y mientras lo hace, niñas vestidas de comunión lanzan pétalos de rosa. La comitiva sigue el recorrido cantando y un momento después de pasar la procesión se deshace cada altar para que las telas labradas no se deterioren con el sol y la intemperie.

Oso con colmena en deshilado lagarterano

ARTESANÍA Y GASTRONOMÍA:

Las primeras referencias a las mujeres lagarteranas que realizaban bordados son del siglo XVI, cuando aparecen en un documento del Archivo Histórico Nacional tres muchachas lagarteranas llamadas Isabel, Catalina y María, nietas de Juan García Herráez, uno de los compañeros de Pizarro en la conquista del Perú, que cosen en su casa del barrio de Toledillo para doña Juana de Toledo, condesa de Orgaz, que les hace encargos para la decoración del castillo de Oropesa.

Desde pequeñas se ejercitan las niñas en Lagartera en la ejecución de labores, trabajando en esas muestras de variadas puntadas y motivos que son los dechados, conservándose así la tradición bajo la mirada atenta de las madres y abuelas.  Hoy se mantiene la producción y no debemos marcharnos sin llevarnos un recuerdo de tan preciada artesanía.

Quesos y otros productos lagarteranos

Un plato típico de Lagartera es el hornazo que, como su nombre indica, es una masa de pan con relleno de embutido cocida en el horno. Todos los pueblos arañuelos tienen en el cerdo una de sus bases gastronómicas y también es de destacar el queso de las ovejas que pastan en sus dehesas. La caza menor se complementa con las perdices y codornices de los criaderos locales. Los dulces tradicionales son mangas, roscas o floretas.

LA ARQUITECTURA, LAS ERMITAS Y LA IGLESIA DE LAGARTERA

LA IGLESIA:

Iglesia parroquial de Lagartera en azulejos

Aunque Lagartera guarda sus más preciados tesoros en los arcones y portales de sus casas, también son dignos de conocer algunos aspectos de su patrimonio. En primer lugar debemos visitar la iglesia parroquial de El Salvador. En el antiguo barrio de Toledillo parece que existió un primitivo templo que hacia mediados del siglo XV es sustituido por el actual. Aunque se comenzó a construir en aquella época, tuvo diferentes fases de ampliación en siglos posteriores. Del siglo XV y comienzos del XVI quedan el coro y algunas de las zonas del edificio como las portadas decoradas con las típicas perlas del gótico tardío. Los muros son de mampostería con sillería en algunas zonas. La planta del templo es de cruz latina enmarcando sus tres naves que están separadas por pilares ochavados y se construyen en el siglo XVI con el impulso del conde de Oropesa don Francisco Álvarez de Toledo. Ya mediado el siglo XVIII se hizo el crucero y a principios del XIX se levantó la esbelta torre que domina todo el caserío, pues la iglesia se construyó en lugar elevado que incluso hizo necesaria la adecuación del terreno de acceso con calzadillas y escaleras.

Portico norte de la iglesia de Lagartera, donde Sorolla pintó algunos tipos lagarteranos

Cuenta la parroquia con dos pórticos, uno al sur y otro más pintoresco al norte llamado pórtico de Gredos, con un patio anterior y sostenido por seis arcos rebajados con las armas del conde de Oropesa y de su esposa en la enjuta central. Precisamente en este pórtico aparece Sorolla en una antigua foto pintando a tipos lagarteranos. La Guerra Civil se llevó gran parte de la imaginería antigua aunque quedan dos tallas de Santa Teresa y Santa Catalina de cierta calidad, así como tres retablos barrocos que sobrevivieron a la contienda.

Ermita de Lagartera dedicada a los Santos Mártires

ERMITAS:

En Lagartera se mantienen en pie dos ermitas, una de ellas es la de los Santos Mártires y se sitúa en el camino que más tarde tomaremos para seguir hasta Herreruela. Es un edificio del siglo XVII construido en aparejo toledano con sillería en algunas zonas de los zócalos y contrafuertes. El edificio está coronado por una espadaña de ladrillo y la entrada se sitúa en la portada del muro sur. Es de destacar el artesonado mudéjar octogonal que cubre su capilla mayor. Fue también cementerio donde se enterraban los cofrades de los santos mártires Fabián y Sebastián, de ahí su nombre.

Erimta de Santa Ana de Lagartera con los restos de su ábside y retablo

De la ermita de Santa Ana solamente queda el ábside original de sillería y mampuesto. Fue también cementerio y se sitúa al norte del caserío, cerca de la antigua carretera Nacional-V.

Arquitectura popular de Lagartera

ARQUITECTURA POPULAR:

En nuestro deambular por Lagartera podemos disfrutar también de una arquitectura popular granítica de mampostería con portadas de cierto empaque en algunos casos, aunque solamente dos de ellas aparecen blasonadas. Ya han desaparecido casi todos los pavimentos empedrados con grandes losas de piedra que se pueden ver en algunas fotografías antiguas, pero todavía se conservan en el casco y su entorno algunas cruces de granito de las que varias eran utilizadas en el rito religioso de las llamadas “Rogativas”.

Chozo de cúpula en Lagartera

También se mantienen en uso los dos puentecillos que salvaban el arroyo en el barrio de Toledillo. En la plaza que se encuentra junto a la cabecera de la iglesia se levantó un monumento a las labranderas lagarteranas que también podemos visitar.

EL GRAN ESCRITOR PEDRO ANTONIO DE ALARCÓN PASA POR TALAVERA

Dibujo de Enrique Reaño sobre foto de Clifford del siglo XIX

Pedro Antonio de Alarcón tiene un librito delicioso de viajes en el que uno de ellos tiene como destino el monasterio de Yuste. El escritor pasa por Talavera y reproducimos aquí el texto desde que sale de Madrid hasta que llega  Navalmoral de la Mata.

Si sois algo jinete (condición sine qua non); si contáis además con cuatro días y treinta duros de sobra, y tenéis, por último, en Navalmoral de la Mata algún conocido que os proporcione caballo y guía, podéis hacer facilísimamente un viaje de primer orden—que os ofrecerá reunidos los múltiples goces de una exploración geográfico-pintoresca, el grave interés de una excursión historial y artística, y la religiosa complacencia de aquellas romerías verdaderamente patrióticas que, como todo deber cumplido, ufanan y alegran el alma de los que todavía respetan algo sobre la tierra —Podéis, en suma, visitar el Monasterio de Yuste.

Puerta de Mérida vista por su cara oriental poco antes de su total destrucción

Para ello (suponemos que estáis en Madrid) empezaréis por tomar un billete, de berlina o de interior, hasta Navalmoral de la Mata, en la «Diligencia de Cáceres» — que sale diariamente de la calle del Correo de ésta que fue corte[1], a las siete y media de la tarde. La carretera es buena por lo general, y en ningún paraje peligrosa. Pasaréis sucesivamente por la Dehesa de los Carabancheles, donde los Artilleros tenían establecida su muy notable Escuela práctica; — por las Ventas de Alcorcón y por Alcorcón mismo, que es como si dijéramos por el Sévres[2] de los actuales madrileños ;—por Móstoles, donde os acordaréis de su órgano y de su célebre Alcalde del año de 1808;—por Navalcarnero, uno de los principales lagares que surten de peleón a Madrid;—por Valmojado, que nada tiene de mojado ni de valle, pues ocupa un terreno muy alto y arcilloso;—por Santa Cruz del Retamar, abundante en fiebres intermitentes y en carbones;—por Maqueda, todavía monumental hoy, cuanto poderosa en la antigüedad romana y en tiempos de nuestra doña Berenguela,—y, en fin, por Santa Olalla, patria del historiador Alvar Gómez de Castro y del predicador Cristóbal Fonseca, ambos insignes varones y literatos;—con lo cual, al amanecer (dado que viajéis, como os lo aconsejamos, en primavera o en otoño), os encontraréis en Talavera de la Reina, confirmada (supongo) recientemente con el nombre de Talavera de la República federal[3].

Muchachas pintando cerámica de Talavera en un dibujo de un viajero a principios del siglo XX

Dicho se está que en todo este trayecto no habéis visto casi nada, a causa de la obscuridad de la noche y de haber ido proveyéndoos de sueño, o bien de dormición o dormimiento (como se decía antaño, para evitar confusiones entre la gana y el acto de dormir); y en ello habréis hecho perfectamente, pues no os esperan grandes hoteles, que digamos, en toda vuestra romería;—pero al llegar a Talavera, donde se detiene el coche una hora y se toma chocolate, despertaréis sin duda alguna, y podréis ver al paso muchas y muy buenas cosas Por ahorraros gastos, no presuponemos que caéis en la tentación de pasar todo un día en aquella ilustre villa , cuna del ínclito Padre Mariana; rica de monumentos arquitectónicos; emporio de los opimos frutos y frutas de todo el país que vais a recorrer; renombrada por sus barros cocidos, que os indemnizan del bochorno cerámico que pasasteis en Alcorcón[4], y vecina del memorable campo de batalla en que españoles e ingleses dimos tan buena cuenta de José Napoleón, de Sebastiani, de Víctor y de otros generales del Imperio, con más de 50.000 soldados vencedores de Europa — En otro caso vierais allí, además de las murallas, y la catedral[5], y los conventos, y los palacios, los celebérrimos jardines y alamedas que forman un paseo público a la orilla del noble Tajo —Pero ¡nada! vosotros vais a Yuste exclusivamente, y no podéis deteneros en parte alguna.

Dibujo de Sorolla del castillo de Oropesa

Montaréis, pues, de nuevo en la Diligencia, y , dejando a la izquierda el gran río y viendo siempre a la derecha la cadena del Guadarrama[6] (que, con el nombre de Sierra de Gredos y otros, se extiende hasta Portugal), continuaréis vuestro camino y cruzaréis por delante de la imponente villa de Oropesa, de aspecto feudal, coronada por su viejo castillo y presidida por el magnífico palacio de los antiguos Condes de Oropesa, hoy Duques de Frías — Como sabéis a dónde vais, no dejaréis seguramente de saludar agradecidos aquella villa, ni de pensar con reverencia en los mencionados Condes, cuyos recuerdos habéis de encontrar íntimamente ligados con los del Monasterio de Yuste; y , cumplida esta obligación , pasaréis por la Calzada de Oropesa, último pueblo de la provincia de Toledo; entraréis poco después en Extremadura, y, en fin,  eso de las doce del día os hallaréis en Navalmoral de la Mata[7].

[1] Estamos en 1873, en tiempos de la primera República y por eso dice Alarcón que ya Madrid ya no es corte real

[2] Se burla Alarcón de la cacharrería de Alcorcón comparándola con la fina porcelana de Sévres

[3] Situación similar a la de Talavera en la segunda República, cuando tras el alzamiento del 18 de Julio se cambia el nombre de Talavera de la Reina por Talavera del Tajo.

[4] Vuelve a burlarse de los pucheros de Alcorcón.

[5] Confunde la Colegiata con una catedral.

[6] Confunde el Sistema Central con la Sierra de Guadarrama, en la que incluye a Gredos.

[7] Este viaje se hizo y fue escrito en 1873. Pocos años después se podría hacer este viaje en ferrocarril a Navalmoral de la Mata.

 

RUTA DE LOS POZOS NUEVOS Y LAS ACEÑAS DEL TAJO

RUTA DE LOS POZOS Y LAS ACEÑASpozos-y-acenas

LA EXCURSIÓN

Recorrido aproximado 13 kilómetros,  4 horas

Pozo, pila de lavar, parapeto de mampostería en el arroyo de los Pozos nuevos en Valdeverdeja
Pozo, pila de lavar, parapeto de mampostería en el arroyo de los Pozos nuevos en Valdeverdeja

Vamos hoy a comenzar otro recorrido en el que conoceremos parajes de gran belleza en las riberas del Tajo, donde se encuentran numerosas y antiguas instalaciones molineras así como otros elementos etnográficos y paisajísticos de interés. Esta ruta discurre por los términos de El Torrico y Valdeverdeja, pueblo este último donde comenzaremos nuestro trayecto, a la entrada del caserío, donde se marca el inicio de la Ruta de los Pozos.

Otro tipo de pozo en el arroyo de los pozos Nuevos de Guadalajara

Seguimos el camino señalado hasta llegar a una explanada donde acaba el camino carretero. Continuamos por la senda bajando hacia el valle y comenzamos a transitar por un curioso paraje donde a un lado y otro del arroyo vamos observando la existencia de numerosos pozos con el brocal de granito. Algunos de ellos tienen en la tapa de hierro o en sus pilas las iniciales grabadas de sus dueños. Junto a las pilas algunas presentan unas pequeñas mesitas de piedra donde se tendía y golpeaba la ropa. Varios de estos pozos tienen incluso una pequeña casa de mampostería. Hay también un huerto con una fuente cubierta y, más arriba, un pozo de mayores dimensiones obra del ayuntamiento y de uso común. Este paraje del arroyo de los “Pozos Nuevos” tiene un gran interés etnográfico.

Iniciales del dueño y cerraduras sobre la tapa metálica de un pozo de Valdeverdeja
Iniciales del dueño y cerraduras sobre la tapa metálica de un pozo de Valdeverdeja

Pasamos también en el recorrido por la confluencia con el arroyo del Cubo, llamado así por tener el cubo de uno de los dos molinos que hay en sus orillas. Seguimos por el camino molinero que gira con el arroyo de La Pradera hacia el sur pasando junto a pequeños molinillos, hermanos pequeños de los grandes molinos del Tajo. Uno de ellos conserva su vieja presa atravesada sobre el cauce con una inscripción en las piedras del muro que lo data en el siglo XVIII. Desemboca finalmente junto al molino de los Rebollos. que no tienen nada que envidiar en lo pintoresco del paraje y del edificio a las aceñas del Conde que veremos después, con su molino de invierno y de verano, su sala abovedada con todas las piedras en su sitio y la chimenea que calentaba a molineros y clientes. También es un buen lugar para echar las cañas de pescar y sacar alguna carpa o algún barbo.

Aceñas del Conde

Cruzamos a la otra orilla del arroyo de la Pradera en su desembocadura  y, subiendo a media ladera, avanzamos por una senda que discurre río Tajo arriba hasta las Aceñas del Conde. El camino baja luego en dirección a esta histórica instalación molinera que recibe su nombre por haber pertenecido a los condes de Oropesa, cuyo escudo se ve labrado sobre uno de los sillares del pasadizo de las compuertas. Una aceña es un molino cuyas piedras giraban mediante el impulso de una rueda vertical. En este caso eran dos las ruedas y se situaban en la parte del edificio situada más en el interior del cauce. La segunda parte de la construcción albergaba piedras movidas con una especie de turbina primitiva de rueda horizontal llamada regolfo, y la tercera, situada ya en la orilla y a un nivel superior, es el molino de invierno, con el que se molía cuando las aguas venían muy crecidas. Curioseemos bajo sus compactas bóvedas que tantas avenidas resistieron e imaginemos el ambiente con el ruido de todas las piedras “corrientes y molientes” en medio del trasiego de gentes llegadas desde toda la comarca con sus caballerías.

Molinos de las Rebollos

La casa del molinero se distingue un poco más elevada en la ribera con las zahúrdas, cuadras y otras dependencias anejas. Subamos ahora por el camino y gocemos al llegar arriba de la hermosa vista panorámica del valle del Tajo. Se perciben hacia el este los pilares de un viejo puente medieval custodiado por la fortaleza hispanomusulmana de Castros, que se divisa en lo más alto de la escarpada orilla sur, abajo, a la derecha, el gran edificio de las aceñas del Conde varado en el río con su presa o azud rota por la corriente, y al fondo Puente del Arzobispo.

Una de las casetas abovedadas en el arroyo de los Pozos

Si seguimos el arroyo del Pilón arriba daremos un bonito paseo y encontraremos las ruinas de cinco vetustos molinillos de agua que por lo pintoresco de su arquitectura popular merecen alguna fotografía. Los dos primeros se sitúan haciendo verdaderos equilibrios junto a unas cascadas. Justo allí tenemos dos opciones, o continuar el cauce del arroyo hasta la carretera, encontrando antes un pequeño puente de aspecto medieval, o seguir por el camino hasta la carretera en la zona de la casa de la Dehesa Boyal.

Ruinas de un molinejo de cubo en el arroyo de La Pradera
Ruinas de un molinejo de cubo en el arroyo de La Pradera

Subimos ahora por la carretera en dirección a El Torrico y, junto al cruce, observamos a la derecha una pequeña elevación donde podemos subir para disfrutar de la vista panorámica y ver un horno de cal que servía para explotar las afloraciones calizas de ese mismo cerro. Seguimos hacia el pueblo y encontramos una ermita de nueva construcción en un paraje con buena panorámica. Poco después llegamos al pueblo de El Torrico. Volveremos a Valdeverdeja por la pista indicada después de visitarlo.

UN DIBUJO DE RUIZ DE LUNA DE LA ERMITA DE SAN BLAS EN GUADALUPE

UN DIBUJO DE RUIZ DE LUNA DE LA ERMITA DE SAN BLAS EN GUADALUPE

En otra entrada de este blog traje dos postales del gran maestro en la que se ven dos paisajes de Guadalupe.  Hoy mi amigo Antonio Dávila, entusiasta promotor del Camino Real de Guadalupe me facilita este bonito dibujo coloreado en el que se representa la curiosa ermita de San Blas en Guadalupe. Al fondo se percibe el monasterio y el caserío de la propia Puebla de Guadalupe.

Según me dice Antonio: «Este año de 1947 coincidió con el arreglo de esta ermita de San Blas, por parte del cura Claudio López , un franciscano muy querido por el pueblo de Guadalupe en estos años de escasez y penurias.

Este párroco adecentó esta popular ermita y muchos de los mayores aun le recuerdan por este hecho y sus muchas obras de caridad .
 Y como colofón a esta obra de rescate del patrimonio, el afamado ceramista y pintor Ruiz de Luna de Talavera de la Reina, buen amigo del Padre Claudio hizo un dibujo de la ermita de san Blas , con el pueblo al fondo , para la posteridad.
Este dibujo lleva la firma del autor y un poema (con la rúbrica también ) , de don Ángel Marina en agradecimiento por la buena labor de este párroco que tiene una calle en el pueblo y este poeta también, pues el pueblo así lo decidió y merecido lo tienen».
En este otro fragmento aparece el poema aludido:

RUTA PARA CONOCER EL PIÉLAGO, NACIMIENTO DEL GUADYERBAS

CONOCER EL PIÉLAGO

Ya hemos conocido en anteriores entradas la naturaleza del Piélago, bonito paraje donde nace el río Guadyerbas. Hoy vamos a dar una vuelta por su entorno mediante una ruta, aunque luego iremos conociendo cada uno de los elementos patrimoniales que aquí señalamos.

 Recorrido aproximado 10 kilómetros,  2 horas y media, aunque si lo deseamos podemos seguir el Guadyerbas en su descenso hasta el embalse y volver en otra hora larga.

Bosques del Piélago

Podemos acceder al Piélago desde el Real de San Vicente o desde Navamorcuende, con una distancia desde Talavera de algo más de treinta kilómetros. En el primer caso subiremos entre castañares y en el segundo atravesaremos un hermoso rebollar.

El punto de partida del sendero se sitúa junto a un pinar, justo en el lugar donde la carretera deja de ascender e inicia el descenso en uno u otro sentido. Desde allí recorreremos unos trescientos metros en dirección Navamorcuende hasta un camino que parte desde una curva hacia el repetidor que se sitúa en la cumbre del Cerro Cruces.

Pozo de nieve en el Piélago

Cuando hemos avanzado unos cien metros observamos unos muros derruidos a la izquierda, nos acercaremos a ellos y observaremos que se trata de uno de los pozos de nieve donde los frailes del convento cercano acumulaban apisonada la nieve en capas que alternaban con paja. Luego la trasportaban en caballerías hasta Talavera en recipientes de corcho y durante la noche, para tener así menos pérdidas, constituyendo una de las mayores fuentes de ingresos para los frailes. Fue la única forma de refrigeración hasta finales del siglo pasado y de ahí su interés económico. Con ella se hacían también medicamentos pues se creía en su poder curativo, además de los primeros helados ya documentados desde el siglo XVII.

Cueva de los Santos Mártires

Seguimos por la ladera del Cerro Pelados y atravesamos un pinar contemplando a la izquierda la cuenca formada entre las elevaciones de Cruces, Pelados y San Vicente, que conocemos como El Piélago, lugar llamado así por tener hasta  las cien  fuentes que se contaban en el siglo XVIII. Llegamos junto a la base del cerro de Las Cruces y tomamos el camino que por su loma nos lleva entre robles y rebollos hasta los repetidores de televisión, desde donde podemos disfrutar de una vista incomparable sobre la Sierra de Gredos y sus pueblos, además de las localidades de la cara norte de la Sierra de San Vicente, como Almendral o La Iglesuela.

Ruinas del eremitorio y cueva de los Santos Mártires

Una vez disfrutemos del paisaje, descendemos por el camino que bajaba paralelo a una antigua línea eléctrica hasta llegar a la carretera, que pasa entre un conjunto de tres molinos de agua de los que uno de ellos es casi monumental pues tiene todo el edificio y el cubo fabricados en buena sillería.

Seguimos la carretera y cruzamos el río Guadyerbas en su nacimiento, y si es época lluviosa podemos dar un breve paseo por sus orillas viendo cómo desciende con bonitas chorreras y pequeñas cascadas. Volvemos a la carretera y seguimos hasta llegar a la zona de esparcimiento y un campamento.

Allí podremos descansar, para a continuación seguir de nuevo por la carretera hasta el convento, construcción en ruinas del siglo XVII y XVIII que tiene su encanto típicamente romántico, con su hiedra y su aspecto sombrío. Poco antes del convento, parte de la carretera un camino hacia la derecha, hasta él retrocederemos, y tras recorrer unos trescientos metros veremos a la izquierda, entre los pinos, las ruinas del edificio de otro pozo de nieve.

Torreón oriental del castillo del cerro de San Vicente

Desde aquí mismo, o mejor desde el punto inicial de partida, ascenderemos por la linde de los pinos, hasta la cumbre del cerro de San Vicente y allí, junto al vértice geodésico, se encuentra la cueva de los Santos Mártires Vicente, Sabina y Cristeta, y sobre ella los restos de la ermita que erigió Francisco de Raudona, un hombre casado con una viuda del pueblo de San Román que andando por estos parajes creyó durante una experiencia mística ver en la cueva las marcas sobre la roca de las espaldas de los mártires patrones de Talavera, escondidos aquí cuando huían de las persecuciones del emperador Diocleciano. Sobre la pared de la izquierda se observa una pililla y una cruz labradas en la piedra.

Convento de El Piélago

A quinientos metros al sur de la cueva está el castillo. Parece que fue musulmán en su origen, y así lo confirman dos enormes cimitarras grabadas sobre la cara sur de la roca que lo sostiene, aunque una de ellas está parcialmente destruida por haberse fragmentado el batolito de granito. La parte más antigua es una torre que se encuentra a saliente y que es de estilo y época califal. La vista panorámica es desde aquí  impresionante: los valles del Alberche y el Tajo, Talavera al fondo a la derecha, al sur los Montes de Toledo y La Jara, más al oeste el Campo Arañuelo y las Sierras de Guadalupe, y debajo Hinojosa, El Real o Garciotún, casi como si fuéramos a caernos sobre ellos.

Molino de Guadyerbas en el piélago

HISTORIA Y MAGIA: Pocos lugares tienen como éste una carga histórica y mágica tan acusada. Dice la tradición y la hipótesis histórica del historiador y arqueólogo alemán Schulten, que desde esta sierra atacaba el caudillo lusitano Viriato a las huestes romanas, y que sería el cerro de San Vicente el que los romanos conocieron como Monte de Venus, que tuvo para ellos unas connotaciones mágicas y religiosas. En él se encontraron sepulturas romanas y una dedicatoria a un dios celta prerromano llamado Togote. También los mártires Vicente sabina y Cristeta, los templarios, que algunos defienden que estuvieron por estos pagos, además de los ermitaños, hacen del Cerro de San Vicente un lugar ideal para los amantes de lo esotérico.

Se puede comer en Navamorcuende y en el Real en varios restaurantes donde son de destacar las carnes a buenos precios.

LA FARMACIA DE BELVÍS, PRIMER TRABAJO DE LOS RUIZ DE LUNA EN LA COMARCA DE TALAVERA

LA FARMACIA DE BELVÍS, PRIMER TRABAJO DE LOS RUIZ DE LUNA EN LA COMARCA DE TALAVERA

Decoración de los techos de la farmacia

Artículo publicado en La Tribuna  de Talavera el 19-9-2023

Juan Ruiz de Luna y Rojas, el hombre al que Talavera deberá estar eternamente agradecida por haber hecho renacer su cerámica con una obra que nada tiene que envidiar a la cerámica renacentista, llegó a Talavera de una manera tan fortuita como afortunada para nuestra ciudad.

Catalina Luna fue su madre, una mujer con gran sentido estético que tuvo varios hijos y hermanos relacionados con las bellas artes. La familia se había dedicado desde antiguo a la fabricación de castañuelas desarrollada en Noez, su pueblo de origen. Era una actividad artesanal con un asentado prestigio nacional y que a mediados del siglo XIX tenía su mercado en el público en general y en los numerosos establecimientos hosteleros y teatros en los que bailarinas y cantantes las utilizaban en sus actuaciones.

Plantas medicinales en la decoración.

Catalina tuvo dos hermanos que se dedicaron a la decoración artística de domicilios particulares, pero también a la pintura y diseño de decorados teatrales y a la restauración de retablos e imaginería religiosa. Se llamaban Jerónimo y Antonio, pero a su vez Catalina tuvo dos hijos de su primer matrimonio con Antonio Herráez que se dedicaron a una actividad parecida y que se llamaban Jerónimo y Emilio Herráez de Luna, por lo que a veces se confunden los tíos con los sobrinos. Muerto el primer marido de Catalina, contrajo matrimonio con Alfonso Ruiz Rojas y de esa unión nacería el protagonista de nuestra historia Juan Ruiz de Luna, que sería por tanto hermanastro de Jerónimo y Emilio.

Juan fue también de pequeño castañetero, un trabajo duro que, como me cuenta su nieto Pedro García del Pino Ruiz de Luna, al que debo muchos datos de este artículo, se hacía hasta durante doce horas diarias con solo herramientas manuales como la sierra, la escorfina, el berbiquí y la lija que el mismo Juan hizo con un trapo viejo, cola y arena. Pero también heredó Juanito una gran afición por el dibujo y la pintura y su hermano Jerónimo, al que adoraba, fomentaba su afición obsequiándole lápices, cuadernos y colores para que practicara.

Jerónimo conoció en la pensión de la calle Arganzuela de Madrid, donde residía, a un médico llamado Manuel Díaz que era natural de un pueblo cercano a Talavera que bien podría ser Las Herencias, ya que sabemos que otro de los primeros trabajos de Jerónimo fue la decoración de la casa del médico de esa localidad. Con él visitaba la ciudad y siendo un hombre extrovertido y simpático hacía con su amigo médico correrías frecuentes por Talavera y sus pueblos, donde conoció y se hizo amigo de algunos jóvenes de clase acomodada de la zona. Uno de ellos era a su vez amigo del médico y encargó a Jerónimo que le decorara su tienda de quincallería, uno de los primeros trabajos de los Luna en Talavera. De ese trabajo derivaron otros encargados para la burguesía talaverana que se fueron sucediendo hasta que en 1878 vieron los hermanos Herráez de Luna la posibilidad de establecerse en la ciudad.

Y tantas fueron las peticiones, que ofrecieron a su medio hermano Juan Ruiz de Luna que viniera a Talavera para ayudarles, ya que conocían de sus cualidades para la expresión artística. Tenía entonces el muchacho diecisiete años. En la madrugada del 8 de noviembre de 1880 salió en una mula de su pueblo para ir a cruzar el Tajo en la barca de Portusa y coger así en Torrijos el tren que l llevaría a Talavera.

También tuvo Jerónimo otro encargo en Talavera para ayudar a su maestro don Rudesindo Martín en la decoración de una vivienda particular.  Mostró Jerónimo los cuadernos de Juanito al prestigioso decorador y le sorprendieron por su calidad en un pintor tan joven. Con él estuvo también ayudando Juan en el proyecto de decoración del teatro Victoria, llamado entonces Principal, en el que se pintaría el telón y el retrato de algunos autores teatrales, aunque parece que finalmente no se acabó. Jerónimo incluso llevó a Juan a Madrid para dotarle del material necesario que le sirviera para desarrollar su capacidad artística, desde modelos de escayola a las pinturas, lienzos y papel.

Por otra parte, en la misma pensión de Madrid los hermanos Jerónimo y Emilio habían conocido a Filadelfo Chico, estudiante de farmacia al que entre bromas y veras prometieron decorar su farmacia cuando finalizara sus estudios y abriera su oficina. Y así fue, Filadelfo abrió farmacia en su pueblo, Belvís de la Jara, y los dos hermanos de Juan le pintaron el establecimiento. Una obra sencilla pero que tiene el valor de ser el primer trabajo de los Luna en la comarca.

Recientemente han llegado a mis manos unas fotografías de esa farmacia y creo que tienen un gran interés para la historia de la cerámica de Talavera en su resurgir de finales del siglo XIX, aunque muy probablemente Juan Ruiz de Luna no tuvo intervención directa en esa decoración, pues en aquella época era en realidad un aprendiz de sus hermanos y todavía no debía haber llegado a Talavera.

La farmacia se sitúa en la calle de la Iglesia número siete de la localidad jareña y está decorada con madera que enmarca algunas pinturas de plantas medicinales y otros motivos decorativos sencillos, además de otros elementos de escayola como el plafón.

Sería interesante que esa decoración fuera conservada en Belvís o, si los propietarios no desean hacerlo, podría donarse al Museo Ruiz de Luna para montarse en él y ser expuesta por su interés histórico.

Jerónimo y Emilio murieron en la epidemia de cólera de 1885 y Juan quedó solo en Talavera luchando por sobrevivir de su trabajo y comenzando a hacer encargos en la ciudad con los que a veces pagaba sus deudas, pero esa ya es otra historia.

 

Miguel Méndez-Cabeza

Detalle de la decoración con pinturas de plantas medicinales

LA ARQUITECTURA POPULAR DE MADRIGAL DE LA VERA ( y 2)

LA ARQUITECTURA POPULAR DE MADRIGAL DE LA VERA ( y 2)

La diferencia de la arquitectura verata, y por tanto la de Madrigal, con comarcas aledañas como el Campo Arañuelo o la vertiente norte de Gredos, es la mayor frecuencia en La Vera de viviendas con tres y hasta cuatro alturas, con aleros que casi se tocan, y generalmente levantadas con arquitectura de entramado, pero que en las otras zonas referidas suelen ser de uno o dos pisos solamente.

La arquitectura de entramado es común en La Vera, los valles del Jerte y del Ambroz y otras zonas de Castilla la Vieja y las sierras salmantinas, incluso en Guadalupe. Para algunos nace en los siglos XIV-XV y viene de técnicas constructivas de tradición mudéjar. Esta estructura del entramado se levanta mediante un esqueleto de palos gruesos de castaño y roble, que son los puntales verticales o montantes, otros horizontales de la solera, y los travesaños transversales o riostras. Los espacios que quedan entre esos palos del esqueleto se llaman mencales y se rellenan con adobes o ladrillos. En ocasiones la parte exterior de los muros más expuestos a la lluvia se cubren con tablas superpuestas para impedir así el deterioro de los muros. Los elementos de toda la estructura se unían mediante grandes clavos fabricados de las fraguas locales. Desde el siglo XVI ya aparecen referencias en las relaciones de Felipe II a que en toda la zona e incluso en poblaciones tan lejanas como Madrid se utilizaba el pino para la viga maestra que sostenía la techumbre cuando era necesario salvar grandes vanos, especialmente los pinos procedentes de los montes de Arenas de San Pedro.

En el primer piso del interior encontramos el zaguán o patio, generalmente enlosado de piedra, y que daba acceso a las cuadras, gallineros e incluso a las zahurdas. En esta planta o, en algunos casos en un entresuelo intermedio, se situaba la bodega. En el segundo piso los dormitorios y otra habitación llamada sobrao o vasar porque se muestran en ella la vajilla y la loza. En el tercer nivel se encuentra la cocina que no solía contar con chimenea, pues el humo salía entre los huecos de la techumbre, pasando a veces por un emparrillado de madera que se utilizaba par ahumar los embutidos y jamones. Esos emparrillados de los sequeros y a veces los de las viviendas urbanas eran de aliso. Muchas veces en estas cocinas está instalada en el suelo una lancha de piedra que protegía del fuego el suelo de madera.

En este mismo nivel hay un espacio o corredor que sirve como tendedero para la ropa y secadero para frutas o tabaco. La solana es un balcón en voladizo decorado muchas veces con flores y que también se utiliza como secadero de diferentes frutos entre los que son frecuentes las ristras de pimientos. Cuando llegó el alcantarillado a los pueblos, muchos de estos corredores y solanas sirvieron para alojar un característico cubículo con un ventanuco donde se instalaba el servicio.

Las cubiertas son de teja y en general a dos aguas, con el eje mayor paralelo a la fachada. Aunque no son muy frecuentes en Madrigal y los que quedan son de pequeñas dimensiones, sí son característicos de la arquitectura verata los soportales que se construyen con grandes vigas de madera (machetes) que sobresalen de la fachada apoyándose en la “solera”, que es una viga de gran dimensión que a su vez se apoya en puntales de madera. Estos se aíslan del suelo mediante un calzo o pilastrilla de piedra, aunque en algunos casos son simplemente columnas de piedra.

Los huecos de la fachada suelen ser una puerta central dividida en dos, la batipuerta inferior y el portón superior, a la que suelen acompañar ventanillos laterales a diferentes niveles, todo ello generalmente construido en piedra de granito que a veces tiene grabados en los dinteles símbolos religiosos, el año de la construcción o algún escudo. Es frecuente que los extremos de los canecillos estén decorados con motivos geométricos. Las tablas de las balaustradas de los balcones están recortadas con diferentes diseños o son palos de madera torneados.

Dado que el turismo rural es uno de los recursos económicos más importantes de Madrigal, sería necesario catalogar todos los edificios y rincones pintorescos que aún quedan para conservar estos elementos de arquitectura popular, creando por supuesto las líneas de subvención necesarias para que sus propietarios puedan utilizar y mantener en pie estos importantes elementos culturales.