Archivo de la categoría: Nuestros pueblos

VISITAMOS VELADA Y SALIMOS PARA ALCOLEA

VISITAMOS VELADA Y SALIMOS PARA ALCOLEA

Recorrido aproximado  12 kilómetros, 3 horas y media

Palacio arruinado de los marqueses de Velada

 

Seguimos conociendo el patrimonio de Velada antes de seguir por la cañada. Lamentablemente los restos del palacio apenas se tienen en pie, sin que nadie haga nada por remediarlo, las ruinas del palacio de los Marqueses de Velada, famoso en otros tiempos por sus jardines con fuentes y estanques y sus plantaciones de “naranjos, limones y cidros y zamboos y otros árboles y  flores de mucha fruta”. Hasta hace poco se apreciaban en su interior las grandes estancias, la bodega, la repostería y la sala cubierta de azulejos talaveranos del siglo XVII, sobre la que se ve todavía una linterna de ladrillo y cupulilla rematada por una cruz. También quedan restos del estanque y alguna reja de interés. El escudo de los marqueses ha sido repicado en el dintel de la entrada principal. Sus muros mantienen aún el rótulo de Cuartel de Milicias Falangistas, destino que tuvo el edificio durante la Guerra Civil. También poseían los marqueses de Velada un magnífico palacio frente a la catedral de Ávila que ha sido rehabilitado como lujoso hotel y restaurante.

Este retrato pintado por Goya de la familia y corte del infante don Luis de Borbón pudo haberse pintado a caballo entre Velada y Arenas como se deduce por la edad de la condesa de Chinchón y su hermana nacidas y bautizadas en Velada

El templo parroquial ha sufrido diferentes reconstrucciones de las cuales, la más importante fue ocasionada por un incendio acaecido en 1541 cuando una noche de febrero “habiéndose dexado los niños que andaban con la iglesia una texa con brasas en la tribuna, se debió caer alguna brasa y se incendió la tribuna que era de madera de pino…”. El desastre afectó al campanario, a la techumbre y a los retablos siendo el destrozo casi total.

Iglesia parroquial de Velada

En aquella primera rehabilitación se debió instalar el artesonado que podemos contemplar actualmente y que es plano, de estilo mudéjar tardío con cuadrados policromados que presentan piña central en algunos de ellos. Más tarde, en 1750 se construyó la esbelta torre actual. En el año 1779 se hicieron las portadas con sus pórticos. Los franceses ocasionaron graves destrozos y robaron toda la plata y vestiduras ricas. Parece que el segundo retablo era muy parecido a uno de los de la catedral de Plasencia pero fue destruido en 1936. El templo es espacioso, de una sola nave y se compone de dos cuerpos separados por el arco toral. El presbiterio está cubierto por bóveda y en los dos altares laterales aparecen, aunque deteriorados, frontales de antigua cerámica de Talavera. El ábside plano se cubre con sencilla bóveda de crucería y en el coro, situado a los pies, se encuentra el órgano. En el entorno de la iglesia se sitúa el cementerio, sobre cuya portada se puede ver una calavera dibujada en panel de azulejos del siglo XVIII.

Estilizada torre dieciochesca de la iglesia de Velada

Junto a la cabecera de la iglesia corre una fuente abrevadero con las armas de la casa de Velada. En la plaza del Rollo vemos el rollo jurisdiccional  que le da nombre y que se ha reconstruido basándose en la de San Román de los Montes por haber pertenecido ambas poblaciones al mismo señorío, aunque existían algunas de las piezas antiguas y testimonios fotográficos. Es obra del siglo XVI sobre gradería y base con detalles florales, rematada en pináculo con escamas del que salen los canes. En el penúltimo tambor de granito presenta escudo y argollas.

Elrollo de Velada en dibujo de Enrique Reaño

También podemos bajar a la plaza del ayuntamiento presidida por fuente granítica y pasear por el casco viejo de Velada, donde todavía se observan numerosos ejemplares de viviendas de arquitectura tradicional en mampostería granítica, a veces de grandes bloques y generalmente enjalbegada, con algunos rincones pintorescos.

Fuente y pilón de Velada con los escudos de los Dávila y los Álvarez de Toledo

En cuanto a las fiestas es de destacar en Mayo la concurrida romería a la ermita de la Virgen de Gracia con las típicas pujas y baile celebrados en su agradable entorno. En septiembre la “fiesta de los toros”, típica fiesta veraniega con toros, peñas, actuaciones y una cena colectiva al final con el guiso hasta hace poco de las reses toreadas. La sencilla fiesta patronal se celebra en honor a San Bernardino de Siena el día veinte de Mayo.

Ermita de Santa Ana en Velada

Junto al palacio de los marqueses de Velada el curioso puede visitar un convento franciscano cuya iglesia se ha restaurado hace unos años y actualmente se dedica a actividades culturales Se fundó este convento en 1572 por doña Juana de Toledo, madre del segundo marqués de Velada. El marqués fundador era ayo de Felipe III, a cuyo servicio se encontraba también Francisco de Mora, maestro mayor de obras y arquitecto real que realizó las trazas del convento. El edificio es de planta rectangular y está precedido por un atrio cercado. La portada es curiosa, adintelada entre semicolumnas, luce en el segundo cuerpo un bonito panel de azulejo talaverano de 1715 que representa a San Antonio de Padua y sobre él una columna dórica exenta que remata el conjunto y que en realidad es el tiro de la chimenea del refectorio conventual.

Convento franciscano de Velada, hoy centro cultural

En principio, el convento debería haberse unido al palacio por un arco del que se aprecian los restos de los enjarjes y bajo el que hoy discurriría la calle que lleva a la fuente que primitivamente daba agua a Velada y a las dependencias y jardines palaciegos. Por una puerta que se encuentra bajo el coro, a los pies de la iglesia, se comunica la iglesia con el convento propiamente dicho que cuenta con un peculiar claustro de reducidas dimensiones levantado en buena sillería de granito y en torno al que se reparten las celdas de los franciscanos.

SALIMOS DE VELADA PARA ALCOLEA

Menhir de la laguna del Conejo, en término de Gaminal y junto a la cañada

Partimos desde Velada en dirección sur por la cañada y cerca del paraje conocido como la laguna del Conejo, a la derecha de nuestro camino, se encuentra sobre una elevación un curioso menhir que. Se trata de un bloque granítico con la típica forma apuntada de los menhires que tiene en su cara sur numerosos huecos semiesféricos, las “cazoletas”, cuyo significado ritual para las gentes que lo erigieron hace cuatro mil quinientos años desconocemos. Algunas de estas cazoletas están comunicadas por canalitos cuyo simbolismo también ignoramos.

Dejamos el menhir y seguimos por la cañada que, hemos de advertir, en época de lluvias tiene algunos lugares a lo largo de este tramo hasta Alcolea con barrizales, “trampales” según el lenguaje local, que pueden darnos algún disgusto si circulamos en todoterreno. Cuando la cañada va a cruzar la autovía, vemos a la derecha un edificio semiarruinado levantado en buen aparejo de ladrillo. Nos podemos acercar a curiosear en él pues se trata de una casa de postas. Se construyeron en el siglo XVIII ésta y otras similares, como la de Calzada de Oropesa o la de Cazalegas, a lo largo de las grandes vías de comunicación para hacer más rápido y cómodo el viaje, el servicio de correos y el transporte de mercancías. En ellas se cambiaban las caballerías por otras de refresco y descansaban los viajeros. Todavía conserva restos de las caballerizas en el piso bajo, las habitaciones en el primer piso y las chimeneas en las salas de espera. Puede ser sugerente imaginar entre estas ruinas el ambiente tantas veces descrito por los viajeros románticos con las prostitutas, jugadores, soplones de los bandoleros, soldados, comerciantes y arrieros. Está declarada Bien de Interés Cultural pero la administración hace bien poco por conservarla.

Interior de la casa de postas junto a la cañada y la nacional V

 

LLEGAMOS A VELADA POR LA CAÑADA LEONESA Y NOS DETENEMOS EN SU HISTORIA

CAÑADA LEONESA ORIENTAL VII

VISITAMOS VELADA  y nos detenemos en su historia

Industria paleolítica de la cultura del Guadyerbas

Y después de haber recorrido El Baldío, llegamos por la Cañada Leonesa Oiental a la villa de Velada.  Es interesante detenerse porque tiene un patrimonio considerable, aunque poco conocido. Nos introduciremos en su historia diciendo que en las riberas del Guadyerbas a su paso por el término se encuentra gran densidad de materiales paleolíticos tallados principalmente en sílex. Son piezas, de pequeño tamaño en general, como raederas, puntas de flecha, escotaduras, raspadores, núcleos y algunos microlitos. Tienen una gran variedad de colorido y se han datado en el Paleolítico Medio y Superior, lo que les hace únicos en la meseta, donde estos hallazgos son realmente escasos pues suelen ser más habituales en cuevas, pudiendo tal vez definir una peculiar “cultura del Guadyerbas” durante el pleistoceno.

También se han encontrado fragmentos de cerámica con fondos de cabaña de la de la Edad del Bronce y de la Edad del Cobre o Calcolítico. Pertenece a esta época el menhir de Velada, monumento megalítico junto al que luego pasaremos en nuestro recorrido por la cañada. Son numerosos los restos romanos encontrados en yacimientos rurales de datación tardía, como un capitel de una villa junto al Guadyerbas hallado por el autor.

Capitel tardorromano de una villa de Velada hallado por el autor

Cuando Alfonso VI entra en Ávila va acompañado de sus caballeros, entre los que se encuentra Blasco Ximeno. Éste tuvo un hijo del mismo nombre que llegó a ser gobernador civil y militar de la ciudad del Adaja y que casó con doña Menga Muñoz, fundadora del pueblo del mismo nombre cerca de Ávila.

La labranza de El Barrero se levanta sobre las ruinas de las murallas y torre de Las Atalayuelas de Guadyerbas, localización original de lapoblación de Velada

Hijo de ambos fue Blasco Blázquez de Ávila que toma el nombre de la ciudad como apellido con el que continúa toda su descendencia. Su nieto Blasco Gómez Dávila sirvió a Fernando III el Santo en las conquistas de Sevilla y Murcia y por estos y otros servicios de armas, Alfonso X el Sabio le hizo primer Señor de Velada, dejando a su muerte como heredero del señorío a su hermano Blasco Blazquez o Velasco Velázquez Dávila, segundo señor de Velada, que recibió nuevos territorios y prebendas reales.

El palomar de El Barrero se sitúa sobre una de las torres de Las Atalayuelas de Guadyerbas

De estos tiempos medievales quedan todavía huellas en el término de Velada, curiosamente en el ámbito de una gran dehesa que es conocida como Cerro Dávila, topónimo que con toda probabilidad deriva del nombre de su repoblador. En el paraje llamado hoy El Barrero se localizan los restos de la que fue la primitiva población de Velada, llamada Atalayuelas del Guadyerbas y descrita así en las relaciones de Felipe II: “parece haber habido un castillo que está arruinado y caído, tiene una torre que tendrá veinticuatro pies de alto…la puerta principal está hacia oriente hacia una iglesia que está por debajo dél como doscientos pasos que se dice Santiago de Velada…hay un campo raso donde fue la población antigua y así lo parece de los solares y hornos que hoy día aparecen.”  Si visitamos esta finca todavía podemos percibir las ruinas de los muros sobre los que se ha levantado una labranza y la torre sobre la que hay actualmente instalado un palomar. Es curioso constatar también que el setenta por ciento de los habitantes de Velada llevan el apellido Gómez, como su primer señor.

Dibujo de Enrique Reaño en el que aparecen el palacio y el convento de los marqueses de Velada

Tras varias generaciones, el undécimo señor de Velada, Gómez Dávila y Dávila fue nombrado por merced de Felipe II primer Marqués de Velada. Gómez Dávila y de Toledo, segundo marqués de Velada fue, junto al talaverano padre Juan de Mariana, preceptor del Felipe III y presidente de sus consejos de Estado y de Guerra. Antonio Sancho Dávila y de Toledo, tercer Marqués de Velada fue militar famoso en las guerras de Flandes y de Orán además de gobernador de Milán en el siglo XVII.

Antonio Pedro Sancho Dávila y Osorio, cuarto marqués de Velada y segundo marqués de San Román, fue embajador en Roma, virrey de Valencia y Nápoles, capitán General de Artillería y presidente del consejo de Estado. Al no tener sucesión dejó el marquesado a su hermana Ana Dávila y Osorio que tuvo por hijo a Melchor de Guzmán Osorio Dávila, sexto marqués de Velada, cuya hija Ana de Guzmán Osorio fue la octava y última marquesa de Velada, pues casó con el conde de Altamira incorporándose esta casa a dicho título.

Blasón de los marqueses de Velada

La Casa de Velada tuvo grandes toreros de a pie y a caballo entre sus miembros y así aparece en algunos textos de Moratín o Quevedo y en las relaciones de las fiestas reales celebradas en la Plaza Mayor de Madrid, donde en cierta ocasión un toro empitonó a uno de los marqueses de Velada continuando éste la faena con los intestinos fuera del abdomen, anécdota que relata Américo Castro como ejemplo de la soberbia y el “honor español”.

Entrada a la repostería del palacio de los marqueses

Lamentablemente los restos del palacio apenas se tienen en pie, sin que nadie haga nada por remediarlo, las ruinas del palacio de los Marqueses de Velada, famoso en otros tiempos por sus jardines con fuentes y estanques y sus plantaciones de “naranjos, limones y cidros y zamboos y otros árboles y  flores de mucha fruta”. Hasta hace poco se apreciaban en su interior las grandes estancias, la bodega, la repostería y la sala cubierta de azulejos talaveranos del siglo XVII, sobre la que se ve todavía una linterna de ladrillo y cupulilla rematada por una cruz. También quedan restos del estanque y alguna reja de interés. El escudo de los marqueses ha sido repicado en el dintel de la entrada principal. Sus muros mantienen aún el rótulo de Cuartel de Milicias Falangistas, destino que tuvo el edificio durante la Guerra Civil. También poseían los marqueses de Velada un magnífico palacio frente a la catedral de Ávila que ha sido rehabilitado como lujoso hotel y restaurante.

RUTA POR LA CAÑADA A NAVAMORCUENDE

CAÑADA LEONESA ORIENTAL IV

DE ALMENDRAL A NAVAMORCUENDE

Recorrido aproximado 8 kilómetros, 2 horas y media

A la salida de Almendral se sitúa una de las fuentes más bonitas de todo el camino ganadero y, justo enfrente, un antiguo lagar convertido en bar y casa rural.  Reiniciamos el camino y, también en medio del cordel, nos encontramos con la ermita de San Sebastián
que, como muchas otras de la sierra, tiene planta cuadrada y está levantada en sillería granítica. Guarda en su interior una graciosa imagen popular del santo atravesado por las flechas de su martirio.

Continuamos el camino y vamos ascendiendo entre jarales, encinas y rebollares, mientras contemplamos al norte la sierra de Gredos con los pueblecillos colgados de su falda.

Navamorcuende rodeado de prados

Llegamos a Navamorcuende, que es la capital señorial del occidente de la sierra de San Vicente. Se trata de uno de los señoríos más antiguos, pues ya fue otorgado por el rey Alfonso X el Sabio en 1276, cuando lo recibe el caballero Blasco Ximénez por sus señalados servicios al monarca, con facultades de repoblación y vasallaje. Esta familia formaba parte del mismo tronco de caballeros abulenses de la familia Dávila, famosos guerreros en la Edad Media y estirpe de la que derivan varias casas nobiliarias como la de Velada, casa con la que los señores locales mantuvieron largos pleitos cuando se creó el marquesado de Navamorcuende en 1641, pues reclamaban su titularidad. Comprendían sus estados las localidades de Marrupe, Sotillo, Buenaventura, Almendral y Cardiel. El Conde de Cedillo llegó a conocer el rollo jurisdiccional que daba al pueblo categoría de villa.

Cúpula granítica en la entrada de la iglesia parroquial de Navamorcuende

Es obligada una parada para visitar la magnífica iglesia parroquial de Santa María de la Nava, una soberbia construcción de sillería granítica de armónicas proporciones y adornada de contrafuertes y pináculos renacentistas rematados en bolas. En ella cabe destacar también la impresionante torre y la cúpula pétrea del pórtico principal y de la sacristía, dependencia que probablemente pertenece a una construcción anterior como indica su bóveda ojival del siglo XV. El ábside está decorado con dos grandes pilastras dóricas. Otros detalles que realzan el edificio son la ventana del baptisterio, las bolas de granito que rematan las columnas y balaustradas y el escudo de los Dávila en el exterior del ábside. El edificio está rodeado por un pretil de piedra y es obra de Pedro de Tolosa, discípulo de Juan de Herrera que trabajó también en El Escorial. En el interior se guarda una imagen barroca interesante de Cristo “amarrao” a la columna.

Fuente con inscripción de Carlos IV junto a la iglesia de Navamorcuende

El templo da a dos plazas, la mayor tiene una de las mayores tradiciones taurinas de la comarca, y en la otra podemos ver una graciosa fuente del siglo XVIII con una inscripción de Carlos IV. También hay un crucero junto a la iglesia y algún pilón.

Ermita del Cristo en Navamorcuende

La arquitectura popular es también interesante, aunque no quedan muchos edificios tradicionales de mampostería granítica. Sí podemos visitar algunos edificios singulares, como el palacio inacabado de los marqueses, edificio del siglo XVIII hoy arruinado, salvo la zona reutilizada como bar. También podemos acercarnos a la salida del pueblo hasta la ermita del Cristo de los Remedios, un edificio dieciochesco de considerables proporciones para su fin y pintoresco por su espadaña y su portalillo cubierto. Otros edificios de interés son los molinos de arroyo Lugar y otros tres situados ya en el Piélago que dejaremos, junto a otras muchas cosas de interés, como el convento, para un viaje específico a este paraje singular situado en la sierra y sobre el que hemos descrito una de las rutas de la Sierra de san Vicente.

Robledales de Navamorcuende bajo el arco iris

Sus taurinas fiestas se celebran del 7 al 11 de septiembre en honor de Nuestra Señora de la Nava. Antes de reiniciar nuestro camino trashumante podemos recuperarnos en uno de los restaurantes del pueblo en los que destacan los asados.

Un viejo azulejo nos indica todavía el nombre de una calle dedicada a maese Leví, un judío de la numerosa aljama de Navamorcuende que tenía a finales del siglo XV una reconocida fama de “galeno sangrante”. Ejerció también en Talavera y parece que su fama llegó incluso a la corte, donde reclamaron sus servicios, aunque también fue procesado por la muerte del hijo del alguacil de Sotillo, con el que parece se pasó de sangrías. Hubo en el pueblo otros judíos que fueron procesados por la inquisición, como el pescadero del pueblo que era a su vez cobrador del señor feudal.

UN PASEO POR EL RINCÓN DE ANCHURAS

UN PASEO POR EL RINCÓN DE ANCHURAS

Puente sobre el río Estenilla en Anchuras

Aunque actualmente se halla inexplicablemente incluido en la provincia de Ciudad Real, Anchuras y sus pequeñas aldeas de Gamonoso, Encinacaída, Huertas del Sauceral y Enjambre, es una parte del territorio de La Jara, históricamente vinculada a Talavera de la Reina y formando desde la Edad Media parte de su extenso alfoz.

En principio, su término formó parte del de Sevilleja, hasta que se separó de ella como otros pueblos de esta parte extrema y fronteriza de la geografía jareña. El pueblecito de Enjambre fue en realidad la primera población de este enclave de Anchuras, pues ya era un grupo de chozas en tiempos de Felipe II  con el nombre de La Nava de las Enjambres.  A finales del siglo XVII nace Encinacaída y a finales del XIX, Huertas del Sauceral. La finca en la que se aloja el caserío de Gamonoso perteneció a una capellanía hasta que en 1878 la compraron catorce vecinos de Aldeanovita.

Grabados rupestres del río Estenilla

Los mayores atractivos de Anchuras son sus recursos naturales, su agreste naturaleza que hace de la caza una de sus principales actividades económicas, junto con el olivar, la ganadería y el incipiente turismo que aprovecha también la cercanía al embalse de Cijara, magnífico enclave para la práctica de la pesca.

En cuanto al patrimonio, hemos de destacar la arquitectura popular en pizarra tanto de los pueblos como de las majadas y labranzas dispersas por la zona con sus chozos, zahúrdas, corrales, molinos e incluso algunos puentes como los del río Estenilla. Las iglesias son todas relativamente  modernas, pues la más antigua es la de Anchuras que fue levantada a finales del siglo XVII y está coronada con espadaña. Hubo una imagen que algunos remontan a tiempos Visigodos en la ermita de Nuestra Señora de Gamonal.

Una de las muchas bocamina de Anchuras

Durante la excursión que proponemos hoy podremos visitar junto al río Estenilla, un grabado que podemos enmarcar en el arte rupestre de la Edad del Bronce, se trata de soles espirales y un homúnculo, todo ello arte esquemático  como el que aparece en muchos dólmenes y menhires del mundo celta, desde España hasta Irlanda.

Por su monte cerrado y su aislamiento siempre fue Anchuras una zona en la que hicieron sus correrías los golfines, los bandoleros, las partidas carlistas o los maquis después de la guerra Civil, especialmente las partidas de Quincoces y Chaquetalarga. Durante siglos el bandolerismo fue perseguido por los cuadrilleros de la Santa Hermandad Real y Vieja de Talavera. Como en otros lugares de La Jara y de los Montes de Toledo existen cuevas, parajes y anécdotas sobre el famoso bandido Moraleda del que ya hemos hablado en la ruta de Santa Ana de Pusa.

Era y labranza en Anchuras

Otro de los recursos históricos de Anchuras fueron las numerosas explotaciones mineras que se repartían por sus montes. Se han documentado algunas ya en en el siglo XVI y hubo cierto aumento del número de ellas en el XVII, aunque puede que algunas de las explotaciones se remonten a la prehistoria o a tiempos de los romanos. La última de estas minas jareñas que se cerró en los años ochenta, fue la mina de plata que dejó al menos un embalse del que se abastece actualmente el pueblo de agua potable. Aunque hay otras muchas bocaminas repartidas por el término, alguna de ellas protegidas por las colonias de murciélago que habitan en su interior.

LA EXCURSIÓN

UN PASEO POR ESTENILLA

Partimos de la propia localidad de Anchuras y tomamos el camino que discurre en dirección a levante hasta Los Alares. Recorridos algo menos de cuatro kilómetros nos desviamos en dirección sur, tal como indica el plano, para acercarnos al valle del río Estenilla, que seguiremos por su orilla occidental. Al llegar al arroyo de Guaperosilla bajamos por el camino que discurre paralelo a la corriente. Vamos recorriendo la ribera, a veces cerca del río o a media altura si los riscos nos impiden el paso hasta llegar a un molino situado en nuestra misma orilla. El paisaje es típicamente jareño con suelos pizarrosos y el río discurriendo entre pozas que pueden servir para practicar la pesca o para darnos un chapuzón.

Continuamos después hasta encontrarnos con un pintoresco puente sobre el río que daba servicio al camino que desde Anchuras se dirige hasta Huertas del Sauceral. Continuamos por la ribera del río unos quinientos metros más abajo hasta encontrarnos una poza con riscos en su orilla oriental y, justo enfrente, sobre una lancha que sobresale en nuestra misma orilla podemos ver dos imágenes que representan  a un sol esquemático simbolizado por círculos concéntricos, junto a algún otro signo de más difícil interpretación y que desarrolla otra entrada de este blog que reproduce un artículo de Domingo Portela y mío

https://lamejortierradecastilla.com/nuevos-grabados-rupestres-en-la-jara

Volveremos después sobre nuestros pasos y tomaremos de vuelta a Anchuras el camino indicado desde el puente de Estenilla, volveremos por donde hemos venido, o también podremos seguir río abajo hasta la carretera y regresar al pueblo por ella.

MOLLEJAS EN LA JARA

Choperas y robledales del valle del Fresnedoso en Espinoso de la Jara
Choperas y robledales del valle del Fresnedoso en Espinoso de la Jara

Nos encaminamos hacia “Bartolo” que nos acoge con uno de esos paneles de azulejos tan pintorescos que han colocado a la entrada de los pueblos  los planes de desarrollo rurales con fondos europeos. Este dice “San Bartolomé de las Abiertas, punto geométrico de La Jara”. Evidente mensaje,  ya que aunque el centro geométrico es uno,  los puntos geométricos son infinitos y La Jara tiene muchas fanegas de superficie.  Unos apuntan como autor a un maestro y otros a un concejal o funcionario municipal.

Majada en el valle del Uso y al fondo el pico de la Buha en la sierra de La Estrella
Majada en el valle del Uso y al fondo el pico de la Buha en la sierra de La Estrella

 

Contemplamos los labrados rojizos de las rañas,  los barbechos dorados y ya repateados por el ganado en un otoño  largo y seco, y los olivos plateando reverdecidos por la lluvia. Pasamos junto a la entrada de la Bodega de Capilla del Fraile donde venden vino y ese aceite jareño que ya en el siglo XVIII se comparaba con el ámbar o el vino duro y sabroso de esta tierra dura. Otra hacienda más junto a la de Osborne o el marqués de Griñón, que se han dado cuenta de los tesoros  que destilan en sus entrañas estas tierras de cantos y arcillas.

La Nava de Ricomalillo vista desde las minas de oro
La Nava de Ricomalillo vista desde las minas de oro

Torrecilla se despierta ante nosotros con el humo ya de algunas chimeneas pegado a sus tejados,  sobresaliendo sobre el caserío la graciosa espadaña de seis huecos de su iglesia. En Espinoso tomamos la carretera que discurre con dirección a Guadalupe y que probablemente no se ha arreglado desde los tiempos de Primo de Rivera, el general “empedraor”. Y comenzamos a subir a las sierras jareñas en paralelo al río Fresnedoso, nombre muy fluvial pues hay otros tres homónimos en la zona. Filas de chopos amarillos que ascienden en formación por los vallejones de los arroyos, luego los pinares de repoblación limpios por los trabajos forestales,  los robledales que comienzan ya a coger el tono marrón de sus hojas secas y los canchales que se festonean con  las chaparreras donde vemos ir a esconderse a los venados y los corzos. Subimos a la mayor elevación de La Jara después de Rocigalgo, el monte de “Las Moradas”, nombre que indica la posibilidad de huidas poblaciones durante las razzias de la Edad Media. Contemplamos el valle del naciente Jébalo con sus pueblecillos desperdigados entre olivares, jarales y madroñeras,  y en lo más alto vemos fósiles de mares ancestrales elevados hasta allí por las fuerzas telúricas que retorcieron las cuarcitas.La Jara, La Nava de Ricomalillo, Espinoso del Rey, San Bartolomé de las Abiertas

Una venta de La Nava nos acoge con fotos de cazadores antiguos, y entre risas y botellines “del” Mahou volvemos a Talavera, capital de La Jara, tras meternos en un santiamén una ración de mollejas que rebañamos con delectación.  Al pasar por Belvís, impregnados del olor espeso del monte, pensamos que tal vez lo importante de la vida sean cosas como zamparse una ración de mollejas  en La Nava de Ricomalillo con una pitarrona jareña.

Chozo en Aldeanovita

LA FRESNEDA DE LA JARA

LA FRESNEDA DE LA JARA

Arquitectura popular de La Fresneda
Arquitectura popular de La Fresneda

Si tomamos una carretera que se dirige en dirección oeste desde la parte alta del casco urbano de Torrecilla llegaremos primero al ameno paraje donde se sitúa la ermita de la Virgen del Valle junto al río Fresnedoso. Aguas abajo se levanta el cerro de los Moros, donde se localiza la necrópolis visigoda ya aludida. Seguimos la carretera pasando arroyos y rañas elevadas desde las que tenemos hacia el sur hermosas vistas de la Jara Alta y llegamos al entrañable pueblecito de La Fresneda, un lugar donde, sin caer en el tópico, encontraremos a gentes realmente acogedoras.

Horno de cal en La Fresneda
Horno de cal en La Fresneda

Aunque existen referencias del siglo XVIII a una labranza de Torrecilla “con cuatro casas con sus habitadores, los dos vecinos de Espinoso, y los otros dos, vecinos del lugar de Sevilleja”, el comienzo de la andadura del pueblo como tal se produce a mediados del siglo XIX, pues es conocido que La Fresneda fue fundada por un labrador llamado “el abuelo Lorenzo” al que se reproduce en un panel de cerámica de los que adornan la pequeña plaza local. Todavía se conoce cual fue su casa y cómo se extendieron las edificaciones según crecía el vecindario descendiente de aquella primera familia pionera. A lo largo del arroyo Valbellido se distribuye el caserío que conserva algunas casas y rincones de sabor jareño con los muros de pizarra o blanqueados. Cerca del cementerio existe un calero, un horno para cocer la cal con la que antiguamente  enjalbegaban las casas o fabricaban la argamasa para las construcciones.

Horno de pan adosado a una vivienda con zahurda bajo el propio horno en el valle del Jébalo
Horno de pan adosado a una vivienda con zahurda bajo el propio horno en el valle del Jébalo

La iglesia se inauguró en 1944. Construida sobre un solar donado por una vecina, no desentona con la arquitectura tradicional. Fue erigida con la financiación que proporcionó don Anastasio Granados, sacerdote que fue obispo auxiliar de Toledo pero que cuando era cura durante la Guerra Civil en pueblos cercanos hubo de huir y fue recogido y ocultado por los “fresneanos” durante la contienda.

Labranza a las orillas del embalse del río Jébalo
Labranza a las orillas del embalse del río Jébalo

Pero el mayor encanto de La Fresneda además de sus gentes es su entorno y aislamiento. Muy cerca del pueblo, aunque en término de Alcaudete, se encuentra el embalse del río Jébalo. Un paraje de gran belleza con las aguas represadas entre encinares y olivares y en cuyas orillas se asientan varias labranzas antiguas de bonita arquitectura tradicional, entre las que destacan la de Paniagua, que llegó a ser una verdadera aldea, o la de Los Villarejos, adquirida por los fresnedanos en parcelas y cuyo caserío domina la presa. En sus inmediaciones se han hallado restos romanos y una necrópolis de la Edad del Hierro que demuestran que no fue el abuelo Lorenzo el primero en asentarse en estos territorios. Si subimos el río unos dos kilómetros podremos bañarnos en pozas solitarias de aguas limpias entre fresnos y riscos de pizarra.

El valle del Jébalo en la zona de Los Villarejos
El valle del Jébalo en la zona de Los Villarejos

UN VERRACO DOBLE Y OTRAS CURIOSIDADES DE EL BERCIAL

UN VERRACO DOBLE Y OTRAS CURIOSIDADES DE EL BERCIAL

Verraco doble y otro más situados en las afueras de El Bercial, anejo de Alcolea de Tajo
Verraco doble y otro más situados en las afueras de El Bercial, anejo de Alcolea de Tajo

La finca que hoy se denomina El Bercial de San Rafael y que pertenece al patronato que financia el Hospital de San Rafael de Madrid tiene muestras de haber sido habitada desde antiguo. Así lo demuestran los dos curiosos verracos unidos por sus costados, como dos siameses, y otro más deteriorado también hallado en su término. Son muestra del aprovechamiento ganadero de sus pastos desde el tiempo de los vettones. La presencia romana se ha constatado por diferentes hallazgos de la época en su entorno, ya en el siglo XVIII una descripción dice «adviertense algunos vestigios o monumentos de haver habido poblaziones».

La fuente de La Solana tiene dos sepulcros por abrevaderos y en la fuente del Arco se aprecia un molino romano en su estructura. Pero la muestra más hermosa del paso de los romanos por El Bercial se encuentra encastrada en el muro del patio de la casa palacio, es la inscripción que aparece en la imagen que para algunos eruditos habla de la muerte en unas carreras de un joven romano y para otros dice que el individuo en cuestión murió joven, demasiado rápido. El último asentamiento se produce hace unas décadas cuando en parte de la finca expropiada se  construye un poblado de colonización que aprovecha las vegas más próximas al embalse de Azután.

Estela con inscripción romana de El Bercial de San Rafael
Estela con inscripción romana de El Bercial de San Rafael

Alfonso VIII donó al Hospital del Rey de Burgos, regentado por el Monasterio de las Huelgas Reales de esa misma ciudad , la dehesa que entonces se conocía como «Real Vosque, Villa y Casa de Vercial». Su terreno se dividía en diez departamentos o millares donde pastaba la cabaña ganadera trashumante de ese hospital, una cabaña compuesta por catorce mil cabezas de ganado lanar que bajaba desde Burgos hasta el Bercial todos los inviernos.

Dos sepulcros romanos utilizados como pilones en la fuente de la Solana
Dos sepulcros romanos utilizados como pilones en la fuente de la Solana

En su término se encontraban los molinos de Ciscarros de la orilla norte del Tajo y el puente de Pinos que pertenecía al Convento de San Clemente de Toledo como la villa de Azután. Al ser una villa tenía su rollo y  su horca, así como la iglesia parroquial y una casa palacio donde residía el Caballero Comendador que era el delegado de la abadesa del Monasterio de las Huelgas para administrar la cabaña ganadera. La campana del torreón tenía por fin » llamar a los pastores repartidos por la dehesa en el caso de verse acometidos en tal desierto de alguna invasión de gente de mal vivir o de algún incendio» también contaba con «fuertes y seguros calabozos con porzión de grillos y cadenas y todo género de prisiones. Los habitantes de los alrededores se beneficiaban de la finca con la recogida de criadillas de tierra muy valoradas en toda España y la corta de retamas destinadas a los hornos alfareros de Puente del Arzobispo.

Cruz junto a los verracos de El Bercial, el fuste esprobablemente romano

GALERÍA DE “INSULTÓNIMOS” RURALES

GALERÍA DE “INSULTÓNIMOS” RURALES

Detalle de la azulejería de la Ermita del Prado

Permítanme ustedes que me tome la libertad de acuñar un nuevo término, el “insultónimo”. Definiría esta palabra a todos los motes colectivos que con cariño, pero no sin cierta mala uva, se aplican entre sí los pueblos que tienen relaciones de vecindad.

Muchos de estos términos van acompañados de una más o menos disparatada anécdota que justificaría su aplicación a los vecinos de un lugar determinado y, curiosamente, muchas de esas historietas tienen relación directa o indirecta con prácticas o edificios religiosos. Así, por ejemplo, a los vecinos de Gamonal se les ha denominado tradicionalmente ahorcaburros. Se explica este apelativo diciendo que, en cierta ocasión, había crecido hierba en el tejado de la torre de la iglesia. Decidieron algunos vecinos que podía servir de comida a un asno. Ni cortos ni perezosos, izaron al pobre animal hasta el campanario atado a una cuerda, consiguiendo ahorcarlo.

A los vecinos de Mejorada se les conoce por zorreros. La explicación es igualmente pintoresca pues dice que, en cierta procesión, los lugareños no tuvieron mejor proyectil para arrojar a un zorro que se cruzó en su camino que el Cristo que llevaban en las andas.

Con otra procesión tiene que ver también la interpretación del mote de lavijeros que se aplica a los habitantes de Navamorcuende. Una talla custodiada en la ermita de Guadyerbas servía de disputa a Navamorcuende y Sotillo Se habían perdido las lavijas, que son las piezas que unen la imagen a las andas en las procesiones. Los vecinos de Sotillo fueron rápidamente a fabricar otra lavija en la fragua de su pueblo pero, más astutos, los de Navamorcuende hicieron sobre el terreno las lavijas de palo consiguiendo llevarse a la Virgen.

Abubilleros llaman a los de Velada porque dicen que se comían a las abubillas, ave que desprende muy mal olor. Aunque otra versión habla de un rayo de sol que entraba en la iglesia y los “velaínos” querían espantarlo como si fuera una abubilla.

A las gentes de Los Navalmorales se les conoce como chocolateros porque cambiaron el Cristo por chocolate, pero, en el siglo pasado y comienzos de este, había varias fábricas de chocolate en el pueblo, lo que podía explicar el mote.

Generalmente son “insultónimos” que intentan resaltar la rusticidad de los habitantes  de un pueblo de manera humorística, con episodios que demuestren las pocas luces del vecino. Muchos de ellos se repiten en pueblos alejados entre sí como es el caso de llamar a los de Calera, “los de la viga” porque, aseguran en los pueblos cercanos, intentaron entrar una viga atravesada por la puerta de la iglesia. También se aplica, por ejemplo, a los vecinos de Bargas.

Hay muchos apodos que se explican por determinadas características físicas que se supone a los originarios de un pueblo y así los de Sartajada son tripulines  por su supuesta baja estatura acompañada de prominente barriguilla. Los navalqueños serían patas de cigüeño

Otros no tienen una explicación concreta o es demasiado patente, por ejemplo a los de Valdeverdeja se les llamaba chalucos y borrijones, a los de Hinojosa jorgos, a los de Torrecilla de la Jara tramposos, a los de El Torrico migueletes y a los de Mohedas patateros . Navalmoralejo es conocido en su entorno como el Cuco y sus habitantes son cuqueños.

Son muchos los motes que se aplican a los vecinos en forma de coplas o estribillos que suelen cambiar los protagonistas según el pueblo donde se apliquen, como por ejemplo:

Para borrachos Torralba  / para ladrón el ventero (de Ventas de San Julián)

para vagos la Calzada      / que hay un regimiento entero.

Entre los pueblos de La Jara occidental se dice, también con los nombres de los pueblos intercambiables según quien lo diga, otra famosa coplilla:

Las del puerto son portanchas  / las del Campillo panderas

las de La Nava cigarras             / para guarras las de Mohedas.

Aunque, según el pueblo donde se cante las guarras son las de Sevilleja o La Nava.

Otro ejemplo similar en el ámbito de la Sierra de San Vicente es:

En Pelahustán son cuclillos / que cantan en primavera

en Navamorcuende hay brujas / y en el Real hechiceras

en Almendral fanfarrones  / si tienen cuatro cerezas

y en Iglesuela, porqueros   /que al recoger los ganados

aúllan en montanera.

Pero como uno es talaverano y no quiero que el lector diga que no me he referido a los motes de mis paisanos, reproduciremos una coplilla que habla de los buenos atributos de las talaveranas:

Las chicas de Talavera / tienen que llevar dos fajas /

porque con una no pueden / sostener las calabazas.

ACABAMOS EL CAMINO DE LOS IBORES A GUADALUPE CONOCIENDO NAVALVILLAR

Arquitectura popular cerca de Navalvillar

Dejamos Castañar y tenemos dos opciones para continuar camino de Guadalupe. O bien seguimos por la carretera hacia Navalvillar, o descendemos nuevamente hacia el río y continuamos el camino paralelo al Ibor siguiéndolo en dirección sur. Si tomamos esta segunda opción llegamos a cruzarnos con la garganta Salóbriga que aguas arriba, bajo el viaducto de la carretera, cuenta un paraje muy bonito con dos viejos molinos en umbrías muy amenas.

Cada vez se cultivan más cerezosen el valle del Ibor

Si descendemos aguas abajo del arroyo, hasta su desembocadura en el Ibor también nos encontramos con otro viejo molino de pizarra en la confluencia. Aguas abajo de él, se levanta el edificio de una antigua ferrería que servía para procesar el metal extraído de las minas cercanas.
Desde garganta Salóbriga ascendemos hacia Navalvillar por la antigua carretera o por el camino que aquí se convierte en una senda.

Portada mudéjar de la iglesia de Navalvillar de Ibor

El propio nombre de Navalvillar ya nos indica la existencia de una población anterior, pues “nava” quiere decir llanura elevada y húmeda, mientras que “villar” hace referencia a la existencia previa a la repoblación de ruinas de antiguos caseríos de época indeterminada. Pero la primera alusión documentada al pueblo, o al menos al paraje donde hoy se sitúa, se encuentra en el documento del siglo XIII referido en el capítulo anterior por el que Sancho IV dona a Talavera la dehesa de Castrejón de Ibor, concretando su amojonamiento y apareciendo el paraje de Navalvillar como uno de los incluidos en dicha dehesa. Así, perteneció este pueblo a las Antiguas Tierras de Talavera y por tanto al señorío de los arzobispos de Toledo, hasta el siglo XIX en que la división provincial le incluyó en Cáceres, aunque quedó como recuerdo de aquella vieja viculación la actual pertenencia a la demarcación eclesiática de la mitra toledana.

Navalvillar desde el valle del Ibor

La iglesia de Navalvillar es construcción del siglo XVI, pero las reformas y vicisitudes bélicas apenas han dejado huellas de su antiguo patrimonio.
La principal atracción de este pueblo es su agreste y rica naturaleza con los bosques de castaños, los alcornocales y los lugares de interés que se sitúan en torno al Ibor y la garganta Salóbriga, con los parajes que antes hemos referido entre otros de interés.

Alcornocales en el valle del Ibor

En la gastronomía de Los Ibores no debemos olvidarnos del magnífico queso de cabra con denominación de origen que se produce en estas sierras con sus diferentes variedades. Esos magníficos pastos también hacen que el cabrito de la zona sea delicioso acompañándolo si queremos con unas buenas migas. Las aguas del Ibor y de sus arroyos riegan con sus aguas limpias los huertecillos que producen verduras de calidad, entre las que destacaremos las judías. También en esas aguas se crían los magníficos peces que podemos capturar y degustar. De postre, las roscas de muédago o las cerezas que se cultivan en la zona.

Paisaje con molino en Navalvillar

En cuanto a la artesanía, Castañar y Navalvillar son dos pueblos donde se pueden adquirir labores tradicionales en unos casos con los motivos y técnicas autóctonos y en otros de tipo lagarterano. Las fiestas populares de Navalvillar se celebran el diez de febrero, Santa Escolástica, y el dieciseis de agosto, San Roque.

Labores en Navalvillar

Desde Navalvillar hasta el empalme con la carretera que viene del ya descrito Camino Viejo o Camino Real de Guadalupe y del Hospital del Obispo hay cerca de diez kilómetros. El camino antiguo discurre paralelo a la carretera por su lado oriental y se une con el Camino Viejo en el paraje conocido como de la Venta Real, que dio servicio antiguamente a los romeros y de la que hoy no quedan apenas restos. El tramo de este camino de Los Ibores que continúa hasta Guadalupe coincide con el Camino Viejo en su trayecto final.

CONOCEMOS CASTAÑAR Y SALIMOS PARA NAVALVILLAR CAMINO DE GUADALUPE

Frescos con pinturas del siglo XVI que decoran un púlpito de la iglesia de Castañar representando a los padres de la Iglesia, en la imagen San Jerónimo

Conocida la historia, vamos ahora a conocer el patrimonio de Castañar de Ibor. La iglesia merece una visita pues conserva un buen retablo y un curioso púlpito decorado con pinturas del siglo XVI.La iglesia es de una sola nave y está revocada y blanqueada en su exterior ocultando así sus muros de mampostería. En el interior un arco gótico mudéjar de influencia guadalupana da acceso a una capilla y otro a la sacristía.

El presbiterio está cubierto con bóveda de crucería y entre su patrimonio escultórico se debe destacar el Cristo de La Avellaneda datado en el siglo XV y que fue traído aquí tras el despoblamiento del pequeño lugar. Es a la devoción de esta imagen a la que está dedicada la romería que se realiza desde Castañar hasta el pequeño lugar en el mes de Mayo. En la sacristía se guarda otro Cristo de pequeñas dimensiones pero de buena factura y otro más de estilo popular se encuentra expuesto presidiendo la capilla bautismal en la que también destaca una gran pila granítica con una pililla de cerámica de Puente del Arzobispo.

Iglesia parroquial de El Castañar

Aunque la arquitectura tradicional del caserío ha sido sustituida en su gran mayoría por casas de nueva construcción levantadas por los emigrantes que volvieron al pueblo, todavía se conservan algunos rincones con encanto.

Es de gran interés una cueva descubierta en 1964 en la Solana del Helechal por un agricultor al que se le hundieron las mulas mientras trabajaba la tierra. Sus formaciones calizas se distribuyen en salas a las que se ha bautizado por su aspecto como la sala roja, la sala blanca o la sala jardín y también cuenta con pequeños lagos subterráneos. Es de grandes dimensiones y todavía no está completamente explorada. Ha sido declarada Monumento Natural de Extremadura y actualmente se puede pedir cita para la visita al Geoparque de Villuercas.

Cárcavo de un molino del río Ibor. El agua que sale por el saetillo mueve el rodezno.

Desde Castañar parten algunas rutas que nos permiten adentrarnos en un entorno privilegiado por sus riquezas naturales. En primer lugar podemos dirigirnos al extenso bosque de castaños que da nombre al pueblo y entre cuyas agradables umbrías es agradable pasear. También existen parajes serranos cercanos donde llaman la atención los tupidos robledales o los ejemplares monumentales de castaño, como los que se encuentran cerca del collado del Postuero camino de las Chorreras de Calabazas, pequeñas cascadas a las que se accede por una senda pintoresca que también nos puede llevar a los solitarios montes de Calabazas, donde es difícil encontrar a nadie salvo a la fauna salvaje y a los arroyuelos de aguas continuas que bajo sus alisedas esconden rincones de lo más ameno en los que podemos tomar un baño.

Tanto en la carretera que une Bohonal con Mesas de Ibor, como en la que nos lleva a Robledollano desde Castañar existen lugares de interés en las inmediaciones del río Ibor. En el primer caso encontramos un puente medieval que servía para el trasiego de los ganados trashumantes que discurrían por una cañada.

Chozo en un castañar del río Ibor

También podemos visitar un antiguo molino de los conocidos como “de regolfo”, debido al sistema hidráulico que hacía girar las piedras con la corriente del río que aquí discurre por unas riberas de gran belleza. En el segundo de los cruces enumerados hay un merendero junto a las zonas de baño y el agua del canal que daba servicio a una central eléctrica se despeña sobre una cascada cerca de la confluencia del río Viejas con el Ibor. Cerca del puente de la carretera de Fresnedoso hay también parajes ribereños muy agradables además de las ruinas de unas antiguas herrerías y molinos aguas abajo de otro merendero.

En las sierras cercanas son abundantes los fósiles, testigos de la existencia de un antiguo mar que hace millones de años cubría esta zona y cuyos lechos marinos hicieron elevarse plegamientos geológicos posteriores. Los limos sedimentados fueron convertidos por grandes presiones en las pizarras y cuarcitas  sobre las que hoy encontramos los trilobites y otros animalejos fosilizados en aquellos lejanos tiempos.

En el Castañar son dos las fiestas principales, la concurrida romería del Cristo de La Avellaneda, celebrada en mayo, y la fiesta patronal de San Benito Abad que tiene lugar el once de julio. Se ha abierto un camping y también puede dormirse en un hostal que es además restaurante y ofrece comidas.