Archivo de la categoría: Historia, leyendas

DOS ENCINAS MONUMENTALES EN EL BERROCAL

LA ENCINA MEREGIL

Encina Meregil en Cervera de los Montes
Encina Meregil en Cervera de los Montes

La primera de ellas se encuentra al noroeste de Cervera de los Montes y hay una ruta indicada desde el pueblo en un paseo agradable y liviano. Es conocida como la encina Meregil.

Se encuentra sobre un plinto redondo de piedra y desde el lugar se contempla una espléndida vista sobre la zona occidental de la sierra de San Vicente y el valle del Tiétar con el farallón de Gredos.

El tronco deteriorado de la encina Meregil por la extración de madera del corazón para la fabricación de badajos para los cencerros
El tronco deteriorado de la encina Meregil por la extración de madera del corazón para la fabricación de badajos para los cencerros

Es uno de los símbolos incluidos en el escudo del lugar y su tronco se encuentra un tanto deteriorado porque antiguamente se hacían los badajos de la mejor madera conocida para la fabricación de cencerros, el corazón de encina.

Su copa no es especialmente frondosa pero su inclinación como vencida por el viento le da un aspecto pintoresco.

LA ENCINA DE DOÑA GERMANA

Encina de doña Germana en término de Pepino
Encina de doña Germana en término de Pepino

Es curiosa la leyenda de esta encina monumental que se encuentra a algo más de tres kilómetros de la población de Pepino en dirección este por el cordel que une esta localidad con San Román de los Montes.

No sabemos por qué se dice que en ella se columpió doña Germana de Foix, la bella y joven noble francesa que se casó en segundas nupcias con Fernando de Aragón tras la muerte de su esposa Isabel la Católica.

Precisamente murió el rey en Madrigalejo, en la provincia de Cáceres cuando para que pudiera yacer con la muchacha, al ya anciano rey le dieron un brebaje compuesto de hierbas y testículos de toro, y a la mañana siguiente amaneció muerto, vamos que falleció víctima de un «viagrazo».

Puede que en alguno de los viajes de la corte pasaran los monarcas por Talavera y se columpiara en la vetusta encina doña Germana, ¿quién lo sabe? Lo que sí es cierto es que la joven reina tuvo tras la muerte del rey Fernando una apasionada relación con su nietastro Carlos V de la que nació una hija bastarda.

Está el árbol monumental en la misma linde del camino y su tronco está hendido en dos. Su copa es más frondosa y globular que la de la encina Meregil.

Cerca de ella hay otra encina peculiar llamada en Pepino «La Tiesa» por estar podada de forma que ha alcanzado gran altura.

 

Camino empedrado hacia la encina Merejil

 

UNA HISTORIA FÁCIL DE LA CERÁMICA DE TALAVERA (8) APUNTES SOBRE LA TALABAYRA MUSULMANA

La corte de Abderramán III gran impulsor de Talavera y sus fortificaciones

TALABAYRA

Recién iniciadas las campañas de conquista de los musulmanes en la península, aparece Talavera en las crónicas como el lugar donde Muza, gobernador del Magreb, se encuentra con su lugarteniente Tarik que, con su expedición relámpago, había conseguido el dominio de la hispania visigoda venciendo al rey Rodrigo. Este hecho un tanto legendario y que diferentes autores localizan en diferentes lugares parece que tuvo lugar en Talabayra en el año 713 y el liberto bereber Tarik, para suavizar el enfado de su superior que venía a su encuentro desde Mérida, trajo inmensas riquezas como presente desde Toledo, ciudad en la que se encontraba cuando fue requerido por su superior. Los cronistas destacan entre esos regalos la llamada mesa de Salomón fabricada en metales y piedras preciosas, además de las coronas de los reyes godos, pero cuentan que no fueron suficientes para aplacar las iras de Muza por la desobediencia del general, humillándole de palabra e incluso abofeteándole.

Talavera y su entorno fueron ocupadas y repobladas por aguerridos pueblos beréberes que defendieron la zona fronteriza entre los reinos cristianos y musulmanes convirtiéndose la ciudad en una de las llaves estratégicas entre ambos territorios. En ocasiones, tribus beréberes que se habían sublevado en otros lugares y ciudades del territorio de Al-Andalus acudieron a refugiarse a Talavera en la que los repobladores eran mayoritariamente de esa etnia, como lo eran los habitantes de la próxima ciudad de Nafza, que parece se corresponde con Ciudad de Vascos.

Arco de herradura en el castillo árabe de Marco en Villar del Pedroso

Dado que muchas de las sublevaciones internas contra el poder árabe estaban protagonizadas por estos pueblos norteafricanos, la frontera norte de Al-Andalus se convirtió, sobre todo en el valle del Duero, en una zona sumamente insegura que aprovechó el rey asturiano Alfonso I para ampliar su dominio territorial hacia el sur. Este hecho obligó a los árabes a crear una línea de fortalezas con el Tajo como eje que servirían para frenar el avance cristiano. En nuestra comarca, la propia Talavera, Canturias, Nafza, Castros, Espejel o Alija fueron algunas de esas fortalezas, todas ellas situadas a las orillas de nuestro río.

En el año 788 muere Abderramán I dejando su reino al tercero de sus hijos, Hixem. Sus dos hermanos, Suleiman y Abdalah no lo aceptan y se hacen fuertes en Toledo sitiándolos Hixem. A duras penas se mantiene la paz hasta su muerte en 796. Nombra heredero a su hijo Al-Hakam, que ordenó mejorar las fortificaciones de Talavera, pero sus tíos Abdalah y Soleimán vuelven a reclamar su derecho dinástico y se sublevan nombrando a Ubayd Allah Humayd como autoridad suya en Toledo.

Los bereberes de Talavera, al mando del renegado Amrús, permanecen fieles al emir de Córdoba que le ordena sofocar la rebelión de los toledanos. Consigue el jefe de la guarnición talaverana que, a cambio de dinero y riquezas, le entreguen la cabeza del general rebelde de Toledo. Los emisarios que traen la cabeza a nuestra ciudad son bereberes toledanos, los Banú-Majsi, que tenían cuentas pendientes con el clan de los bereberes talaveranos y al anochecer, aunque habían depuesto sus armas contra el emir son asesinados por venganza. Amrús deja en Toledo a su hijo Yusuf como jefe de la guarnición.

Placa fundacional de la muralla y la alcazaba levantadas por Abderramán III

Pero no es este el único suceso sangriento en que se ve envuelto el jefe militar musulmán de Talavera, ya que en el 805 los toledanos, ayudados por soldados francos, vuelven a sublevarse y Yusuf es tomado preso. Amrús vuelve a vencer, se inician conversaciones y se restablece la paz simulando Amrús haber perdonado a los insumisos e invitándoles a una fiesta en la que, durante la conocida como “Jornada del Foso”, asesina y decapita a cuatrocientos notables árabes toledanos y expone sus cabezas en público. Cuentan las crónicas que este hecho fue presenciado por un adolescente, el futuro Abderramán II, que quedaría afectado toda su vida por un tic nervioso originado por la impresión que le causó la masacre.

Estas y otras sublevaciones de los toledanos explican la importante fortificación de Talavera pues, como vemos, su importancia estratégica no estaba sólo condicionada por ser un bastión ante el avance cristiano sino también como punto de control sobre los insumisos toledanos, junto a otras ciudades como Madrid, Zorita y Calatrava  que con ese fin fueron fortificadas por Muhamad I que, en el caso de esta última fortaleza manchega, refuerza su guarnición en el año 855 con  gentes de Talavera, conocidas en la época por su ímpetu y preparación militar.

Pero los enfrentamientos entre Toledo y nuestra ciudad no cesarían y así, en el año 857, las tropas bereberes toledanas atacan Talavera, sufren una emboscada y son setecientas las cabezas de los vencidos atacantes que son enviadas a Córdoba.

Ahmed ben Muhawiya, un cordobés apodado Ibn al Quitt, “el hijo del Gato” se hace pasar por mahdí, jefe religioso miembro de la familia de Mahoma que debía venir a destruir la fe corrompida y restablecer la verdadera fe del Islam en todo el universo. Este visionario predica la guerra santa a los bereberes de las fronteras inferior y media prometiéndoles conquistar la ciudad de Zamora. Las gentes berberiscas de Talavera y su alfoz se unen masivamente a la iniciativa y Al-Quitt reúne un ejército de 60.000 hombres. Le ayuda el jefe de Nafza y en esta ciudad musulmana se establece el cuartel general. Cercada Zamora en el año 901, Al -Quitt es derrotado y su cabeza colgada como trofeo en una de las puertas de la ciudad.

A medida que se fortalecen los reinos del norte, comienza Talavera a sufrir las incursiones de los monarcas cristianos como es el caso de Alfonso III, rey de León que, en una expedición contra el reino de Toledo, ataca Talavera y vuelve a Zamora con un rico botín a comienzos del siglo X. Otras incursiones de D. García, Ordoño II, Ramiro II y Ordoño III afectan a la Talabayra musulmana de este siglo ocasionándola en mayor o menor medida daños en sus murallas, despoblación, destrucción de cosechas y pérdida de ganados y otros bienes.  En el año 936, Abderramán III construye la alcazaba talaverana dejando en la torre sureste la placa fundacional que hoy se halla en el Museo Arqueológico Nacional.

En otras ocasiones Talavera servía de campamento base para las razzias de los musulmanes contra los reinos cristianos de Galicia o León.  El mismo Almanzor pernocta en la alcazaba talaverana en una de sus aceifas contra los cristianos.

Tinaja musulmana con inscripción en árabe hallada en Talavera al hacer obras en el arco de San Pedro, una de las puerta musulmanas de la muralla

Todos estos hechos bélicos en torno a la ciudad condicionaron no sólo la ya comentada fortaleza de sus murallas, sino la abundancia de atalayas y torres de observación en su entorno y en toda la comarca, es el caso de las atalayas de Segurilla, El Casar y Mejorada, o de castillos como el del Cerro de San Vicente, toda una línea de observación y avanzadilla situada en las elevaciones de El Berrocal, para que Talavera no fuera sorprendida ni por los ataques cristianos ni por los reinos taifas vecinos en los últimos años de la dominación árabe. Parece que desde las atalayas se avisaba a la población con señales de humo. Tenían una puerta elevada sobre el suelo con una escala que se podía retirar en caso de peligro y varios pisos sin apenas huecos de ventana y almenadas en su borde superior. La de El Casar se observan algunas estructuras de habitación en su entorno.

Talavera contaba con un sistema de inundación del foso que discurría entre la muralla y otro muro externo de menor envergadura. Este sistema se alimentaba de las aguas del Tajo que inundaban el foso cerrando las presas y aliviaderos de los molinos y aceñas del Tajo pero en algún asedio se invalidó su misión defensiva derribando simplemente la presa de los molinos de Abajo.

Dividido Al-Andalus en reinos taifas, Talavera queda incluida en el reino de Toledo y uno de sus reyes, Al Mamum tiene que huir a Talavera tras su derrota a manos del reino taifa de Zaragoza que había conquistado parte de sus territorios de Guadalajara. Desde nuestra ciudad pide ayuda al rey de Pamplona enviándole dinero y regalos.

Atalaya de El Casar de Talavera

El sucesor de Al-Mamum fue el último rey árabe de Toledo, Al- Qadir. Su debilidad, las revueltas internas y la injerencia de taifas vecinos como el de Badajoz o el de Zaragoza, obligaron a Al Qadir a pedir ayuda a Alfonso VI que se la concedió en varias ocasiones, pero imponiéndole cada vez condiciones más duras, incluso la concesión de la fortaleza musulmana más cercana a Talavera, Canturias, en el Tajo, frente a la actual población de Calera.

Alfonso VI había sido acogido por Al- Mamum en Toledo hasta la muerte de su hermano y enemigo Sancho IV. Aunque Alfonso VI, mientras vivió su anfitrión, respetó la integridad del reino de Toledo, pero la precariedad de la situación de Al-Qadir llevó a la postre a la capitulación de la ciudad de Toledo en 1085. Dos años antes, en 1083, Talavera y otras plazas cercanas, ya estaban en manos cristianas.

LA PRIMERA POLICÍA RURAL, LA SANTA HERMANDAD REAL Y VIEJA

¿QUÉ ES LA SANTA HERMANDAD DE TALAVERA?

Breve introducción al conocimiento de esta institución que es el antecedente directo de la Guardia Civil con atribuciones de vigilancia de la naturaleza, el primer Seprona

Cuadrillero de la Santa Hermandad en el siglo XVIII, ballestero.
Cuadrillero de la Santa Hermandad en el siglo XVIII, ballestero.

Cuenta la leyenda que cuando Fernando III el Santo cruzaba los Montes de Toledo fue asaltado por una partida de bandidos y, aunque él no sufrió daños, llegaron a robar el ajuar al propio Rey. Fue entonces cuando éste cayó en la cuenta de la gravedad de las denuncias de inseguridad que los repobladores de los Montes de Toledo y de La Jara le hacían desde hacía tiempo sobre que toda esa tierra de nadie que había quedado desierta tras la batalla de las Navas de Tolosa en 1212 estaba infectada de bandoleros y soldados de fortuna licenciados y sin oficio, además de otros bandidos, que asaltaban a los ganaderos, labriegos y sobre todo a los colmeneros. Estos últimos habían decidido defenderse contra esos malhechores que asustaban a los repobladores por la rapiña que ejercían sobre el territorio casi desierto entonces de La Jara.

Fragosas sierras de La Jara, despobladas con su bosque mediterráneo impoluto entre casqueras, refugio ideal para partidas de bandoleros

Fragosas sierras de La Jara, despobladas con su bosque mediterráneo impoluto entre casqueras, refugio ideal para partidas de bandoleros

Muchas de esos grupos pertenecían a los famosos golfines,  salteadores que con el tiempo se hicieron nobles e incluso construyeron palacios que se mantienen todavía en pie en la ciudad de Cáceres.

Aunque esta es una versión legendaria de la fundación de las hermandades, lo cierto es que a partir del siglo XIV se fundan estas instituciones que son unas de las primeras policías rurales que se establecen en Europa y el precedente directo de la Guardia Civil. También son precursoras del ejército, ya que son las primeras fuerzas armadas que se mantienen de forma permanente, siendo requeridas con frecuencia por los monarcas para ayudarles en los enfrentamientos bélicos de la Edad Media. Es por ello que todos los reyes les dan numerosos privilegios fiscales y de otro tipo, pues les son de gran utilidad. Los Reyes Católicos crean las hermandades nuevas, basándose en la Hermandad Real y Vieja de Talavera, Toledo y Ciudad Real.

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Monumento a los repobladores de La Jara en Alcaudete

Las hermandades aparecen en numerosas alusiones de la literatura del Siglo de Oro por sus temidos cuadrilleros, e incluso en dichos populares como ese que dice “A buenas horas mangas verdes” para referirse a alguien que llega tarde a solucionar un problema. Los cuadrilleros de la Santa Hermandad vestían de verde y como iban a caballo o a pie y tenían que cubrir grandes distancias, a veces era poca su efectividad real en la persecución de los delincuentes. Este color verde lo tomó después la Guardia Civil, como sucesora que fue de la hermandad en la vigilancia del medio rural.

La Santa Hermandad estaba perfectamente organizada con una jerarquía compuesta por dos alcaldes, dos regidores, un Cuadrillero Mayor, jefe directo de la fuerza armada, un carcelero y los escribanos. Los alcaldes eran al mismo tiempo jueces, por lo que su poder era simultáneamente ejecutivo y judicial y de hecho, en los primeros tiempos de la Hermandad se asaeteaba a los delincuentes atados a un árbol cuando se les capturaba in fraganti después de un delito. Aunque en general se hacían juicios con todas las garantías habituales en la época, con su defensor e incluso sus pruebas periciales. Como por ejemplo, cuando después de un robo de trigo se midió el grosor y la densidad del grano para comprobar que era el mismo cereal que el hallado a los ladrones. También se realizaban reconocimientos forenses por el médico, el cirujano o la comadrona en caso de violaciones, asesinatos, lesiones etc. Cuando se iniciaba un proceso lo primero que se le hacía al acusado era embargarle todos sus bienes para pagar así las costas del proceso y, en general, era difícil que se los devolvieran aunque luego resultara inocente.

También se les podía aplicar tormento a los reos para que declararan y en el Archivo Municipal de Talavera se guardan algunas actas de estas torturas con todo lujo de detalles escabrosos sobre, por ejemplo, la aplicación del potro a algún acusado. En la cárcel se les daba poca alimentación y en general los presos comían lo que les llevaban sus familias o algunas instituciones caritativas. Las penas eran muy variadas, desde la cárcel a las galeras, los trabajos forzados, el destierro de la comarca etc. La pena de vergüenza pública se hacía recorriendo siempre un trazado concreto del callejero talaverano, arrastrando al culpable en un serón de esparto con el sambenito puesto y pregonando sus delitos, salvo en el trayecto de la calle de El Perdón, llamada así por este motivo. La pena de muerte no era muy frecuente, pero sí la de trabajos forzados en las minas de azogue de Almadén, que equivalía a una muerte casi segura debida a la intoxicación por mercurio.

Tenía la hermandad una serie de normativas que podíamos considerar “ecológicas”, que derivaba de la original protección que se quería dar a los colmeneros al comienzo de la historia de la institución. Esas normas impedían perjudicar a la apicultura por los incendios, las talas abusivas de arbolado, las quemas de monte bajo, o el descorche de los alcornoques, pues los corchos servían para hacer las colmenas. Incluso se premiaba en metálico a aquellos que trajeran a la sede de la hermandad en la puerta de Zamora las garras y la cabeza de un oso, e incluso se pagaba más cantidad si era una hembra o un osezno.

En la Santa Hermandad estaba por cuestiones de prestigio la mayor parte de la nobleza talaverana, pero también por cuestiones de exención fiscal, ya que desde la Edad Media no estaban obligados a pagar ciertos impuestos sus componentes. El impuesto que principalmente financiaba a la entidad era la asadura, que correspondía a una cabeza de ganado por un determinado número de reses que cruzara las tierras talaveranas.

Las hermandades de Toledo, Talavera y Ciudad Real se juntaban en las Llegas, que eran reuniones en lugares más o menos equidistantes de las tres ciudades como el pueblo de Navas de Estena o El Molinillo. Establecían sus tiendas y pendones en señal de su poder y hacían en determinadas ocasiones desfiles muy vistosos haciendo alarde de su armamento y sus trajes.

Su sede y cárcel estaba en la Puerta de Zamora, donde se guardaban sus documentos y privilegios en su capilla de la Virgen de Rocamador, patrona hermandina Edificios todos prácticamente desaparecidos por la desafortunada remodelación de la plaza, incluido un magnífico artesonado decorado con pinturas mudéjares. En el Archivo Municipal de Talavera se guardan casi mil causas criminales donde se pueden extraer argumentos para mil novelas.

 

Dehesas y sierras de La Jara occidental

PASEO AL DESPOBLADO DE BRUGEL

PASEO AL DESPOBLADO DE BRUGEL

Tiene  La Enramá como lema heráldico del colectivo la frase “Semper res” porque estamos convencidos de que hasta en el lugar más ayuno en fama de monumentos y atractivos pueden encontrarse pequeños encantos que nos harán deleitarnos con la cultura de la tierra.

Y por eso decidimos Rafael y yo dirigirnos no ya a un pueblo con poco magnetismo, sino a un despoblado, el lugar donde hubo un pueblo que ya desapareció: Brugel

Para ello vamos por la A-5 hasta el cruce de Lucillos y siguiendo el camino de servicio en dirección Talavera, bajamos hasta la entrada de la urbanización Kien y cruzamos por debajo de la autovía, seguimos el camino en dirección norte y llegamos hasta el cruce con el cordel que lleva a El Casar de Escalona, y allí, sobre una pequeña elevación del terreno, se ve un grueso muro de cal y canto todavía enhiesto, pobre osamenta de la iglesia que cobijó a los vecinos de Brugel hasta que se despobló el lugarejo en 1808, cuando podemos imaginar cómo al estar junto al camino de Extremadura las tropas, los huidos y los hambrientos acabaron de despojar a sus gentes de lo poco que les servía para mal vivir.

Muros de las ruinas del despoblado de Brugel

Muros de las ruinas del despoblado de Brugel

Damos una vuelta por el entorno salpicado de los cantos y ladrillones que formaban los muros junto con el barro que ya deshizo el tiempo y observamos la planta de la parroquia que enriqueció con sus donativos el único vecino ilustre del pueblecillo. Vemos junto a los restos de los muros buenos  sillares de granito y hasta la tapa de una sepultura, y pensamos si no será la del sepulcro del tal Juan Ag:uero que llegó a ser obispo de Zamora y creó nada menos que tres capellanías, para entendernos,  plazas  de curas con sueldo por atender la capilla correspondiente de la iglesia de un lugar con algo más de cien vecinos, que se quejaban veladamente de que los capellanes ni siquiera vivan en el pueblo. Incluso, se construyó el obispo un caserón que destacaría en el pobre caserío pero que no vio terminar y se destinó a casa de los capellanes, por si querían permanecer allí, pero ni con esas, pues pasa como sucede ahora en los pueblos, que se nos mueren como se murió Brugel, porque entre otras cosas ya no viven allí ni curas, ni maestros, ni médicos, ni guardias civiles que ya ponen también  en los cuartelillos carteles con el horario de apertura.

Tapa de un sepulcro entre las ruinas de la iglesia de Brugel
Tapa de un sepulcro entre las ruinas de la iglesia de Brugel

Pero en las relaciones  de Felipe II dicen los más viejos del lugar que lo fundaron los romanos y que la imagen de la Virgen que es advocación tiene aire de imagen antigua y que es por eso llamada Nuestra Señora de la Romana. Y como en tantos lugares con pátina mágica y arqueológica hay una fuente del Moro y otra con fama de saludable en el mismo caserío. Y como la fantasía vuela libre, también dicen que el pueblo se llama así por que lo fundó uno de apellido Urgel.

Salimos por la fresnedilla que pespuntea el arroyo junto al que los brugeleños o como quiera que se llamaran cultivaban huertecillos de supervivencia y nos vamos al otro lado de la carretera.

Allí, en el prado de Siegaverde, llegamos a una construcción hermosa en su ruina que va desmoronándose como lo hicieron las de Brugel. El paraje es un curioso lugar de prados y juncales, sorprendentemente húmedo entre aquellas barbecheras, y que sigue la cañada de un arroyo donde visitamos una fuente de la Mora,

Fuente de la Mora en Segaverde, Lucillos. Al amanecer la noche de San Juan la mora se convierte en liebre
Fuente de la Mora en Segaverde, Lucillos. Al amanecer la noche de San Juan la mora se convierte en liebre

Tiene una de esas leyendas en las que aparecen moras o mujeres misteriosas  en la noche de San Juan con un final curioso en este caso: la mora se peina como en otros casos, pero aquí al amanecer la mora se convierte en liebre.

Vamos entre olivos, barbechos, higueras y viñas y acabamos fotografiando, antes de que se caiga como la de Gamonal,  la casa de postas de Cazalegas y fantaseamos sobre la vida que albergaban estas construcciones donde se cambiaban los coches de la diligencia.

Como ven ustedes “Semper res”, siempre hay algo, hasta en el término de Lucillos.

Miguel Méndez-Cabeza Fuentes

LA BANDA DEL TENDERO, CAUSA CRIMINAL DE LA SANTA HERMANDAD

LA BANDA DEL TENDERO (1787)

Los Guadarranques, escenario de numerosos asaltos en el camino de Guadalupe
Los Guadarranques, escenario de numerosos asaltos en el camino de Guadalupe

El criado acababa de levantarse y se dirigía hacia las cuadras para ordeñar el ganado. Observó con las primeras luces del día cómo los castaños y los robles de la sierra habían comenzado a perder sus hojas. Su señor no estaba en Carrascalejo y el ama, acompañada de sus dos hijas, se disponía a desayunar pan ensopado en el café que contenían grandes tazones de Puente.

Se oyeron dos golpes en la puerta del corral y al abrir vio el sirviente a cinco hombres con sus caballerías. No le gustó su aspecto, llevaban tiznada la cara y un pañuelo atado cubría sus cabezas debajo de las monteras. De las cabalgaduras colgaban  escopetas y ellos mismos sostenían otras armas terciadas debajo del brazo. Observó como uno de los extraños, el que llevaba del ramal un caballo cojo, se quedaba fuera al cuidado de los animales, otro  permanecía junto al portalón de entrada, mientras que los dos últimos le decían en tono poco amable:

Cuadrilleros y tienda de la Santa Hermandad en dibujo del siglo XVII

Cuadrilleros y tienda de la Santa Hermandad en dibujo del siglo XVII-Queremos que nos vendas un poco de cebada para los caballos.

-Sólo tenemos para darles como fanega y media. El amo ha ido fuera precisamente a comprarla.

Cuando dijo estas palabras, el criado comprendió que había metido la pata. Los hombres armados ya sabían que el amo no estaba en casa y que en el interior de la vivienda se encontrarían las mujeres solas. Miraba de reojo a los extraños mientras llenaba los costales. Cuando terminó, se confirmaron sus sospechas. Levantando la escopeta, el pelirrojo de la cicatriz en la cara le ordenó que entrara en el cuerpo de la casa. Los otros dos preguntaron al ama disimulando que si había visto a don Matías. Mientras ella respondía, penetraron en la sala de un empujón y, apuntando a las tres, gritaron:

-¡Las llaves de las arcas!

La Jara Occidental desde el puerto de Arrebatacapas en pleno camino de Guadalupe

Se las entregaron temblorosas y los ladrones comenzaron a revolverlo todo. Sonrieron al sacar una bolsa que contenía seis doblones de a ocho y ciento cincuenta pesos duros. Tomaron también tres rollos de lienzo y, envueltos en un paño, encontraron seis tenedores y seis cucharas de plata. La mujer estaba a punto de derrumbarse presa de la angustia y el miedo, pero al ver que cogían también la vieja cuchara de plata que le había dejado su madre, prorrumpió en tan grandes alaridos que los asaltantes, tomando su botín cogieron los caballos y salieron al galope por el camino de Mohedas, pues aunque la casa estaba a las afueras del pueblo, las gentes ya empezaban a salir al campo y podían escuchar los gritos del ama y sus hijas.

El criado no dejaba de observar al hombre que le vigilaba. Su cara le era familiar y, aunque tenía la cara ennegrecida por un corcho quemado e intentaba ocultar su rostro bajando el ala de su montera granadina, sus piernas torcidas eran inconfundibles. Se trataba de Melgarejo, el tendero de Castañar de Ibor, al que había comprado unos quesos el año pasado.

Hospital del Obispo en el Camino de Guadalupe, refugio contra bandoleros, osos y lobos
Hospital del Obispo en el Camino de Guadalupe, refugio contra bandoleros, osos y lobos

Mientras dos de los cinco bandoleros cubrían la retirada de sus compañeros quedándose a las afueras de Mohedas, los otros tres fueron al banco del herrador para herrar sus caballerías. Siguieron su camino hacia Puerto de San Vicente y en la posada robaron tres mulas a un serrano que bajaba hacia los pastos de invierno de Extremadura. Entre chirigotas dejaron al ganadero el caballo cojo que traían. Aunque, desde Mohedas, enviaron un propio al alcalde de Puerto dándole cuenta de la catadura de los desconocidos, cinco hombres armados y a caballo eran una fuerza imposible de reducir con los escasos medios de la aldea. Los bandoleros tomaron camino hacia los aislados y agrestes parajes de Los Guadarranques donde se sentían más seguros.

Tardó dos días en llegar la noticia a la Santa Hermandad de Talavera que, inmediatamente, envió a su Cuadrillero Mayor acompañado de cinco soldados y otros cuadrilleros de la Hermandad. En Puente del Arzobispo interrogaron a un pobre hombre que había sido asaltado también en el camino. En el sitio de la Ventilla un joven le había salido al camino y le había preguntado que “qué avío llevaba”. Después de responderle que había ido con su borrico a conducir a un peregrino a Guadalupe, el hombre le echó mano a la faltriquera y le sacó los ocho reales que llevaba envueltos en el pañuelo. Después revolvió y zarandeó los aparejos y la albarda buscando algo más de botín pero tuvo que conformarse con el escaso jornal del arriero.

Paisaje en el entorno de carrascalejo, donde se desarrollan parte de los hechos.

La descripción no coincidía con la de los asaltantes de las casas de Carrascalejo pero, como casi siempre, los caminos de Guadalupe eran inseguros. Debido a que otro testigo aseguraba haber visto gentes de mal vivir en la dehesa de El Villar, el Cuadrillero Mayor envió a un hermano para indagar en el Hospital del Obispo sobre la presencia de sospechosos. Los servidores del hospital confirmaron la presencia de los hombres armados, pero parecía que andaban ahora haciendo fechorías por las inmediaciones de Berrocalejo y Talavera la Vieja. Hacia allí se dirigió la Santa Hermandad. Tal vez no pudieran atraparlos pero sabían de la identidad de uno de ellos y tarde o temprano caería en sus manos.

Causas Criminales de la Santa Hermandad de Talavera. Sig. 43/9. Archivo Municipal.

EL MORO MUZA EN TALAVERA

EL MORO MUZA EN TALAVERA

Recreación del encuentro entre Tarik y Muza
Recreación del encuentro entre Tarik y Muza

Durante los atentados del 11-M pudimos ver en los medios de comunicación cómo los terroristas islamistas encapuchados que reivindicaban la masacre en un vídeo, hacían una alusión a España como “la tierra de Tariq ibn Ziyad”. Este personaje era de etnia bereber, como la mayoría de los terroristas implicados procedentes del Magreb, y de ahí su identificación con Tariq como héroe legendario del Islam.

Puede que el personaje sea únicamente una personificación literaria y que jamás llegara a existir, pero en las crónicas árabes aparece como protagonista de la conquista musulmana de la península. Tariq era, según esos escritos, el gobernador de Tánger, un mawla o esclavo liberado por su amo Musa ben Nusayr, el conquistador del norte de África para las huestes de Mahoma que ha quedado en la memoria popular como “el moro Muza”, que sí era de etnia árabe, la raza de los dominadores del mundo musulmán.

Torre semicircular de la muralla musulmana de Talavera

Torre semicircular de la muralla musulmana de Talavera

Tariq no era sólo el esclavo de Muza, sino que también hacía las veces de su lugarteniente militar que, en la famosa expedición ocasionada por la traición del conde don Julián, cruzó el estrecho de Gibraltar (Monte de Tariq) y derrotó al ejército visigodo de Don Rodrigo en Guadalete, comenzando así la conquista de España en el año 711. A continuación siguió con su expedición militar hasta la capital de los godos, Toledo, conquistándola con todas las riquezas y tesoros que allí acumulaba su monarquía. Mientras tanto, el “moro Muza” cruzó también el estrecho y se dirigió hacia el norte, un tanto celoso de las victorias de su liberto, al mismo tiempo que iba conquistando otras importantes ciudades como Mérida, acompañado por un ejército compuesto sobre todo por tropas de raza árabe y no bereberes como las de Tariq. Parece además que Tariq no obedeció correctamente las órdenes de Muza quien, un tanto irritado también por las meteóricas conquistas de su subordinado, se dirigió hacia Toledo desde Mérida como cuenta la crónica del moro Rasis:

“Musa ibn Nusayr se trasladó de Mérida a Toledo, donde estaba Tariq ibn Ziyad. Este salió a recibirle, para saludarle y tributarle honores. Se reunió con él en Talavera y regresó en su compañía a Toledo”

Otras crónicas aseguran que Muza al encontrarse con su lugarteniente y antiguo esclavo no pudo reprimirse y le dio un latigazo por su indisciplina, y que incluso hubiera tomado otras medidas de no ser porque Tariq le llevó a Talavera los tesoros arrebatados a los visigodos para así aplacar su ira. Entre esos tesoros habría estado la Mesa de Salomón, traída a Europa por los cruzados y que el rey Alarico había tomado como botín en Roma al conquistarla, pasando luego a España con el tesoro de los godos.

Una de las muchas recreaciones de la Mesa de Salomón
Una de las muchas recreaciones de la Mesa de Salomón

Tariq y Muza siguieron peleándose y el califa de Damasco les hizo regresar con las riquezas obtenidas en su conquista. Les reprendió por sus disputas, quedándose él con la mesa encantada de Salomón, que para unos era de oro y piedras preciosas y para otros estaba tallada en una sola esmeralda de tamaño gigantesco.

El escritor americano Washington Irving escribe una versión de esta leyenda en sus “Crónicas Moriscas”:

“Tan pronto como Tarik supo que Muza se aproximaba a la ciudad, salió para encontrarlo en Talavera, acompañado de muchos de sus más distinguidos compañeros de armas, llevando consigo una recua de caballos y mulas cargados con un gran botín, mediante el cual pensaba conciliar el favor de su jefe…Así, pues, cuando Tarik estuvo frente a él, Muza lo observó durante unos instantes con severo e indignado semblante. “¿Por qué has desobedecido mis órdenes? … He procedido en esa forma –le replicó Tarik- porque pensé que así serviría mejor la causa del Islam y colmaría tus deseos. Cuanto he realizado ha sido en calidad de servidor tuyo. Contempla tu parte como comandante en jefe que eres, en el botín que he reunido.”Así diciendo, descubrió el inmenso tesoro en oro y plata y costosas blancas y piedras preciosas que traía, el cual esparció en el suelo delante de Muza. La ira del jefe árabe se encendió más aún a la vista de este botín porque ello le probaba cuán espléndidas habían sido las victorias de Tarik” En esta versión de la leyenda, Muza destituye a Tarik ante el descontento de sus generales pero tiene que restituirle en su puesto por orden del califa de Damasco.

LEYENDAS DE MORAS

LEYENDAS DE MORAS

Puente de la fortaleza musulmana de Castros

Son varias las leyendas de moras repartidas por nuestra tierra y en su mayoría ligadas a la noche mágica de San Juan, la noche del solsticio de verano, la noche más larga del año llena de ritos primitivos.

Cuando hablamos de moras no hablamos de musulmanas, el pueblo llamó así a las paganas, a las antiguas que son anteriores al cristianismo, por eso cualquier yacimiento arqueológico sea de la época que sea se suele asociar con los moros.

Desembocadura del río Pedroso con el risco granítico desde donde dice la leyenda que se lanza la mora

En la desembocadura del río Pedroso que se precipita sobre el Tajo desde unos altos canchales graníticos y a un paso de las ruinas de la ciudad musulmana de Castros, lo que las gentes de Puente del Arzobispo y Villar del Pedroso llaman «La Muralla». Pues desde esa cascada se lanza una mora bajo la luz de la luna todas las noches de San Juan hasta el Tajo. Y la causa dicen que es un mal de amores.

El risco Ñaña y su covacha, lugar de aparición de la mora para peinarse

Y nos vamos ahora a  las sierras de Espinoso del Rey y subimos entre castaños, robles y pinos hasta el risco Ñañas, extraño nombre casi impronunciable de puro antiguo. Una afloración de grandes bloques de cuarcita que forman un magnífico balcón panorámico sobre las rañas de La Jara. Allí se asoma también en la noche de San Juan una mora que peina sus largos cabellos con un peine de oro.

Vista de Piedrescrita desde Las Moradas, parajes donde se aparece la mora

En un valle cercano se sitúa el pueblo de Piedraescrita, que ya en el nombre lleva su pincelada de arqueología. Su hermosa iglesia con orgullo de ermita está situada en la divisoria de aguas entre el Tajo y el Guadiana y guarda una de esas vírgenes»lloveoras», vírgen del agua que sus vecinos pasan a los de Espinoso cuando no llueve llevando las andas a pie sobre la corriente  del Jébalo naciente.

Pues bien, en ese valle hermoso no sólo se apareció la Vírgen de Piedraescrita. Una mora salía también  y se presentaba ante los pastores poniéndoles en la tesitura de elegir entre disfrutar de su cuerpo o de un tesoro que tenía escondido. Un pastor eligió el tesoro y ella le dijo que había sido estúpido porque de elegirla a ella habría disfrutado de ambos.

Entorno del paraje de Siegaverde en Lucillos, donde se aparecía la mora que se conertía en Liebre

En Lucillos, en la vaguada húmeda del arroyo de Segaverde hay una cueva hoy ocluida donde cuenta una leyenda local que salía una mora en las noches de San Juan. Lo más peculiar de esta leyenda es que la mora se convierte en liebre al amanecer.

 

TALAVERA EN TIEMPOS DE CERVANTES

TALAVERA EN TIEMPOS DE CERVANTES

Aprovechando que se ha celebrado el IV centenario de la edición de la segunda parte de El Quijote, traemos aquí este artículo incluido en el libro del que soy autor: «El Quijote en la Cerámica de Talavera»

Dibujo de Van den Wingaerde del siglo XVI con la Puerta del Río y Molinos del primer ojo del puente
Dibujo de Van den Wingaerde del siglo XVI con la Puerta del Río y Molinos del primer ojo del puente

En el año 1547 nace Miguel de Cervantes en Alcalá de Henares. Hasta esta primera mitad del siglo XVI ha experimentado la villa de Talavera de la Reina un gran crecimiento en su población alcanzando uno de los momentos de mayor pujanza de su historia.

La población ha aumentado considerablemente desde los mil vecinos con que contaba a principios de la centuria hasta los tres mil, es decir, unos diez o doce mil habitantes. Gracias al estudio de Mª del Carmen Marínez Muñoz podemos contar con un esbozo bastante aproximado de la sociedad de la época en nuestra ciudad. En el año 1492 son expulsados los judíos y Talavera, que cuenta con una aljama de cierta importancia, ve como esa etnia que había convivido con los cristianos desde hacía siglos, antes incluso de que llegaran los árabes, sólo mantendrá entre sus vecinos a los conversos, e incluso a algunos que habiendo salido de España y vagado por África volverán con añoranza a su tierra de origen convirtiéndose, al menos formalmente, al cristianismo.

Dibujo de Van der Wingaerde del siglo XVI en el que aparece la zona de Entretorres

Dibujo de Van der Wingaerde del siglo XVI en el que aparece la zona de Entretorres

Durante esta época, hay barrios que experimentan un notable crecimiento, como el de los arrabales viejos, en torno a San Ginés y San Andrés (Santo Domingo), donde principalmente se concentra la población trabajadora de la ciudad que llega incluso a rebasar con su caserío el tercer recinto amurallado que cerca el barrio. A ello hay que añadir algunas oleadas de inmigrantes, sobre todo gallegos, de Castilla y León y del valle del Tiétar,  además de bastantes portugueses. Otro de los barrios que experimenta un gran crecimiento es el de los Arrabales Nuevos, donde la nueva nobleza construye no pocos palacios y casonas. También en la zona de Trinidad, barrio de San Juan, el Tamujar, el Matadero o la Enramada se produce un importante crecimiento, como en torno de la cañada de Alfares donde, como su propio nombre indica, se sitúan los talleres de los ceramistas que, precisamente coincidiendo con los años de la vida de Cervantes, experimentan su mayor auge, ya que hay referencias de que residen en grandes casas de buenas dimensiones que albergan también sus obradores.

No consta que hubiera una inmigración importante desde Extremadura, como ha sucedido en otras épocas históricas. Parece como si el éxodo a las Indias de nuestros vecinos hubiera disminuido el número de los que tenían otros lugares no ultramarinos como destino. Otra etnia de cierta importancia en la villa es la de los moriscos, que podemos dividir en dos oleadas, los que llevaban ya siglos en Talavera, desde los tiempos de la reconquista, y concretamente desde la conquista de Sevilla según algunos cronistas, y una nueva oleada de moriscos que llegan desde el reino de Granada, en especial de las Alpujarras. Muchos se instalan en nuestra tierra como consecuencia de los repartimientos de las gentes de su etnia  que ordena hacer el rey por todo el reino, con no pocos reparos de los habitantes de la villa porque vienen “enfermos o de mal pasar” y  temen que les contagien la peste. En el año de 1571 había ya en Talavera la nada desdeñable cifra de trescientos cuarenta habitantes moriscos en su mayoría calificados de cristianos nuevos.

La sociedad talaverana de la época contaba con un diez por ciento de hidalgos y una nobleza con “las haciendas de las más crecidas del reino”. Según el novelista talaverano coetáneo Gonzalo de Céspedes y Meneses en su novela “Varia Fortuna del Soldado Píndaro”, donde también dice que la nobleza talaverana “es mucha y lucidísima y de las más calificadas casas de nuestra España”. En otra de sus obras nos describe sus actividades: “siendo nuestro particular entretenimiento caballos, toros, máscaras, sortijas y torneos y otros pasatiempos con que alegrando la gente, nosotros nos hacíamos prácticos y diestros. Otros días gastábamos en la caza, campo y montería, que cualquier género de esta materia es abundante en aquel terreno”. Se admira también de los nobles locales por “sus ricas libreas, su adorno y aparato”

Detalle de la cerámica del siglo XVI del pórtico de la ermita, Genealogía de Cristo
Detalle de la cerámica del siglo XVI del pórtico de la ermita, Genealogía de Cristo

Además, eran muchas las casas nobles que aunque tuvieran su señorío en los alrededores de Talavera, tenían también residencia en nuestra ciudad. Es el caso de los Ayala de Cebolla, los Álvarez de Toledo de Oropesa, el señor de Montesclaros o el marqués de Velada, en cuyas casas de campo escribía el duque de Villahermosa que  “ay toda la recreación que es posible hallarse para vida de aldea”.

Barreiros nos dice en 1542 que en Talavera “hay mucha gente noble y rica, eclesiástica como secular, y muchos hidalgos honrados, algunos de los cuales son del linaje de los Meneses”. Además de esta casa eran de destacar por su riqueza los Ayala, los Suárez de Toledo o los Gaytán, junto a muchos otros también muy pudientes, como los Suárez de Carvajal, los Loaysa, los Estrada, los Carvajal, los Salcedo, los Girón etc…e incluso, un Cervantes de Loaysa.

Panel de cerámica del siglo XVI de diseño similar al que se encuentra en el pórtico de la basílica del Prado pero que nombra a los personajes como héroes de la armada española por encontrar se en el archivo general de la marina «Álvaro de Bazán» en  El Viso del Marqués

Había en nuestra ciudad numerosos conventos tanto masculinos como femeninos de los que los más ricos eran el de jerónimos de Santa Catalina y el de monjas de San Benito. Habitaban en nuestra ciudad un total de unos ciento veinte frailes y cincuenta monjas, además de otros sesenta eclesiásticos, entre los curas de las parroquias y los canónigos de la Colegial, que además estaba dotada de un buen coro con sus músicos.

El resto de habitantes de Talavera formaban una sociedad agropecuaria a la que se añadía la artesanía de la cerámica que, aunque tuvo altibajos a lo largo de ese medio siglo y el inicio del siglo XVII, siguió siendo su loza la más demandada de España y América, donde se llega a dar el nombre de “talavera” a toda la cerámica, casi como si fueran sinónimos. Hasta cuarenta y dos alfareros se dedican a su producción en los tiempos de Cervantes, y no les falta el trabajo, pues hacen los azulejos para los palacios reales como el del El Escorial. La artesanía textil estaba también muy representada por artesanos que en telares

Instalados en sus domicilios llegaban a emplear a más de ciento setenta personas, un sector por tanto muy desarrollado. Al ser Talavera el centro de una gran comarca agraria las actividades artesanales que proveían de útiles y herramientas a los campesinos tenían una importancia considerable y destacaba entre ellas la industria artesanal del cuero y el calzado. Clasificados como tales había más de ciento cincuenta pobres, aunque muchos de los que no declaraban su actividad probablemente podríamos anotarlos también entre ellos.

Como era la nuestra una ciudad de paso y de trato, el sector de la hostelería estaba también muy bien representado pues ya en la época se decía que Talavera estaba “ en el riñón del reino y es paso ordinario para todos cavos”, por lo que llega a haber hasta una docena de ventas y mesones.

Personajes del siglo XVI en un jarrón de Ruiz de Luna

Entre la sociedad talaverana de la época también había esclavos negros, turcos, moros y un indio, que estaban al servicio de las casas nobles de Meneses, Loaysa y Gaytán. Nobleza que al comenzar el siglo XVII comienza a irse a la capital del reino, abandonando nuestra villa. La población comienza a disminuir considerablemente en los años en que Cervantes publica el Quijote y una de las causas principales son las mortíferas epidemias que se producen durante los últimos años del siglo XVI, como la de 1599, en la que llegaron a morir hasta setenta personas diarias de lo que entonces se llamaba “carbunco con seca” y que no era otra cosa que ántrax, una infección por estreptococo. Se hicieron cementerios para las víctimas, como el que se dispuso en la zona actual de los Santos Mártires, donde en esa misma época se construyó una ermita dedicada a estos patrones de Talavera.

Una institución a la que está unida la nobleza local, aunque ya comienzan a formar parte de ella también las clases pudientes de mercaderes o propietarios, es la Santa Hermandad Real y Vieja de Talavera, una de las policías rurales más antiguas de Europa que continúa vigilando los caminos y despoblados de las Tierras de Talavera desde la Edad Media.

En cuanto al aspecto arquitectónico, muchos lienzos de muralla se hallan ya en muy mal estado, el alcázar se encuentra bastante deteriorado y algunas de sus dependencias ya amenazan ruina. Se ha tomado la decisión de derribar la barbacana, la pequeña antemuralla que circundaba a la muralla principal.

En el dibujo panorámico y sumamente detallado de nuestra ciudad que hizo de Van der Wingaerde en 1527, cuando Cervantes escribía sus primeras poesías, podemos ver una ciudad pujante que todavía conserva las puertas monumentales de sus recintos amurallados, y en cuyo caserío se advierte la presencia de conventos e iglesias, algunas de ellas en obras por ampliación o por la construcción de la torre, y otras torres de las casas los nobles. Se observan los arrabales en expansión ya saliendo fuera de la puerta de Cuartos. Muchos de los palacios nobles que todavía quedan en pie en Talavera son de esa época. Como los dos de la calle del Sol, el de los Girón, la llamada casa del Deán, el edificio blasonado de la calle San Sebastián o el ya desaparecido de los Loaysa en la plaza de Aravaca; o algo más tardíos, ya del siglo XVII, como el de los condes de la Oliva. También son de esta época, segunda mitad del siglo XVI y primeros años del XVII otros edificios nobles con bellas portadas que se sitúan en torno a la plaza del Pan, como la portada principal del ayuntamiento que da a la plaza Juan de Mariana o la que se abre a la misma plaza del Pan con los emblemas arzobispales. También se acometen las obras de la ermita que la darán el aspecto actual y son muchas las capillas que los nobles dotan y realzan en iglesias y conventos. Las casas talaveranas mantienen la vieja estructura de la casa-patio que hunde sus raíces en la presencia musulmana en la ciudad, pero en muchas se colocan encastrados  en sus fachadas los blasones de su boyante nobleza.

Llamador del antiguo palacio de los Girónl luego ayuntamiebto de Talavera y hoy Delegación de la Junta de Comunidades

Nos encontramos en esta segunda mitad del siglo XVI y primeros años del siglo XVII en una de las épocas de mayor florecimiento de nuestra ciudad, junto a la época musulmana, la de la Real Fábrica de Sedas en el siglo XVIII y la actual. Es el verdadero siglo de Oro talaverano con personajes de la talla de el padre de la historia española, el Padre Juan de Mariana, influyentes prelados y sabios como el confesor de la reina Católica fray Hernado de Talavera o el Doctor Talavera de la familia de los Maldonado, personajes clave en la aventura americana: el padre de las ciencias agronómicas españolas Gabriel Alonso de Herrera, militares de prestigio como los Duque de Estrada, los Girón o los Verdugo, novelistas como Céspedes de Meneses, verdaderos artistas de la cerámica y tantos y tantos otros que conocerían las obras del Manco de Lepanto.

EL ROBAGATOS DE IGLESIA

EL ROBAGATOS DE IGLESIA

Otra causa criminal verdadera de la Santa Hermandad Real y Vieja de Talavera

1736

Capitel del humilladero de Guadalupe
Capitel del humilladero de Guadalupe

Desde que murió su mujer, todo fue de mal en peor para José Rojo. Siempre había sido cabestrero, pero su mal de ijada le impidió seguir ejerciendo su duro oficio; no sólo por su nueva enfermedad, sino también porque los millares de cuerdas de cáñamo tejidas con sus dedos habían acabado por deformarle las manos.

Puso una taberna y acabó por beber él más que los clientes. Ahora sobrevivía vendiendo prendas en un cuarto alquilado de la calle de los Desamparados de Madrid. El hastío y tal vez una leve esperanza de aliviar sus males le habían empujado a cerrar su miserable establecimiento y encaminarse en peregrinación a Guadalupe. Llegaría justo a la feria del ocho de Septiembre y podría, de paso, comprar algunos calderos para su negocio.

Plaza de Guadalupe frente al monasterio en una foto antigua. En ella se produce la detención del ladrón de gatos

Plaza de Guadalupe frente al monasterio en una foto antigua. En ella se produce la detención del ladrón de gatosSalió a pie desde la Villa y Corte pero, al llegar a Calera, no pudo resistir más sus achaques y dolores. Concertó el viaje con unos arrieros que se dirigían a Alía: si le llevaban a lomos de un caballejo albardón que querían vender en la feria, les daría los cuatro reales de plata que tenía.

Hizo el camino desde Alía a pie y, al subir el collado del Madroño, contempló por primera vez la impresionante mole de pizarra del monasterio. Pero José, ante la sorprendente visión de las torres del convento, pensó que este viaje no era más que otra de esas iniciativas absurdas y abocadas irremediablemente al fracaso que había tomado en su vida.

Mientras pasaba entre los tenderetes abarrotados de curiosos y maleantes pensaba en el sustancioso negocio de aquellos comerciantes y en cómo él, tras partirse los dedos durante años, no tenía ni para pagar un techo donde resguardarse de la amenazante tormenta que envolvía con densas nubes negras el pico de Las Villuercas. Decidió dormir en una cuadra de las afueras, entre las caballerías. Se despertó al día siguiente sofocado por el olor a estiércol y el sudor de las bestias, comió con desgana un mendrugo seco y se encaminó a la iglesia.

Entrada sur de la iglesia del monasterio de Guadalupe

No cabía un alfiler. Las gentes rústicas de La Jara se mezclaban con embajadores y peregrinos nobles ataviados con lujosas vestimentas. Oyó la primera misa absorto en sus pensamientos y, más por cansancio que por piedad, se arrodilló. Su aparente devoción llamó por un momento la atención de uno de los dos labradores de Novés  que atendían con fervor a la celebración. Al moverse uno de los hombres José pudo observar desde su posición el cordel de un bolsillo de piel de gato montés que su acomodado vecino de banco tenía en la faltriquera. Ya lo había hecho en otras ocasiones entre el gentío de la Plaza Mayor de Madrid, pero la tosquedad de sus manos embrutecidas consiguió que la víctima se percatara de que estaba siendo desplumado. Su grito quedó abortado por el respeto que instintivamente le impuso el lugar sagrado pero, aún así, todos los peregrinos cercanos pudieron oír claramente al de Novés cuando exclamó:

  • ¡El pícaro me ha quitado el dinero!

Se abalanzaron sobre él y su primer reflejo fue guardar la bolsa entre las piernas pero en el forcejeo cayó al suelo y José decidió que ese era el mejor momento para huir. Empujando a la muchedumbre se apartó al rincón opuesto del templo. Estuvo oculto entre los romeros hasta que, al finalizar la misa y despejarse la nave, observó cómo su víctima le señalaba desde la puerta mientras hablaba con uno de los cuadrilleros de la Santa Hermandad de Talavera.

Interior de ka igkesia de Gyadalupe, donde trascurren los hechos

Al fin y al cabo estaba en sagrado y ya había sido delatado. Decidió que sin dinero no podría huir. Había que encontrar otra víctima y distraerle el gato. Otra vez la misma maniobra y otra vez es descubierto. No sabía si se trataba de su nerviosismo, de su impericia o si, tal vez, la Virgen de Guadalupe le castigaba por robar en su presencia. De nuevo la huida entre el gentío y la espera de una hora hasta que cesara el barullo y se acabara la misa.

Con recelo se asoma a la puerta del monasterio. Dos hombres parecen tratar animadamente de la venta de unas baratijas y los lugareños intentan vender en sus improvisados puestos las mercancías más variadas. No parece que la Santa Hermandad le esté aguardando pero, cuando se ha distanciado siete varas de los muros de la iglesia, uno de los campesinos que vendía castañas se abalanza sobre él mientras los dos hombres que parecían estar de tratos también le agarran diciéndole:

-Date preso en nombre de la Santa Hermandad.

Es llevado a la cárcel pública de la villa de Talavera donde será interrogado en presencia del escribano por el Cuadrillero Mayor. En rueda de reconocimiento es identificado por sus fallidas víctimas y conducido a la cárcel de la Puerta de Zamora en la villa del Tajo.

Se le condena a servir al rey con las armas durante seis años. En cadena de presos, junto a un malencarado personaje que había asaltado al obispo de Ávila en Ramacastañas, es conducido a la Caja de Toledo.

(Causa Criminal de la Santa Hermandad de Talavera sig. 28/16, Archivo Municipal)

LA LEYENDA DEL PUENTE DEL ARZOBISPO

LA LEYENDA DEL PUENTE DEL ARZOBISPO 

Grabado del siglo XIX que representa el puente idealizado del Arzobispo Tenorio todavía con sus torres
Grabado del siglo XIX que representa el puente idealizado del Arzobispo Tenorio todavía con sus torres

A pesar de todas las circunstancias de índole económica que llevaron a la construcción de esta magnífica obra del siglo XIV, el pueblo tejió sobre la magnífica edificación una bonita leyenda:

En cierta ocasión bajaban las aguas bravas. Tanto que se habían llevado con la crecida algunos ojos del puente de Talavera y los tablones del puente Pinos. El arzobispo tenía que cruzar sin falta el río para acudir a las granjerías que su madre le dejó en herencia por estas tierras. Esperó varios días pero las aguas seguían bajando altas. Al cruzar, un remolino hizo casi zozobrar la barca y, al sujetarse el prelado en la pértiga del  barquero para no caer al río, su anillo se hundió en las aguas. Era una joya magnífica con un rubí del tamaño de un huevo de gorrión que le habían regalado los judíos de Toledo. Tan disgustado quedó su eminencia por la pérdida, que ofreció una bolsa de monedas al mozo que consiguiera sacarlo del fondo del Tajo. Muchos lo intentaron en los días siguientes pero no consiguieron encontrarlo aunque ya sabéis que el agua de este río si no hay riada es como un cristal.

Fotografía del puente construido por el Arzobispo Tenorio que muestra los dos pilares que sostenían las torres hoy desaparecidas
Fotografía del puente construido por el Arzobispo Tenorio que muestra los dos pilares que sostenían las torres hoy desaparecidas

Cuando volvió el Arzobispo al cabo de unos meses y preguntó por su anillo. Unos pastores le dijeron que había sido imposible encontrarlo por más que hasta los zagales se sumergían en las pozas gritando  ¡A por el anillo del obispo!

Pues escuchad pastores -dijo el arzobispo Tenorio- Sed testigos de mi promesa: Si el anillo volviera a mí, he de construir un puente por el que ganados, peregrinos y viajeros crucen el río sin los trabajos con que ahora lo hacen.

El puente del Arzobispo en azulejería de Puente del Arzobispo

Pasaron dos años y cuando el Arzobispo se disponía cierto día de primavera a comer en sus casas de Alcolea, ordenó le sirvieran uno de los grandes barbos del Tajo que tanto le gustaban y que se pescaban en el canal del molino de las monjas de Azután. Al abrir el pez las cocineras comenzaron a gritar y a reír pues entre las tripas brillaba el rubí. Conmovido por el hallazgo y considerándolo milagro de la Virgen de Guadalupe, esa misma noche ordenó que se comenzaran los trabajos para hacer un puente en el paraje donde había perdido su anillo”.

Los ingresos obtenidos del pontazgo por el paso de millones de ovejas merinas por la cañada leonesa es otra razón, aunque menos poética.

Nidos de Vencejos en el Puente del Arzobispo