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LA GUERRA DE LOS TRES PUENTES

LA GUERRA DE LOS TRES PUENTES

Puente del Arzobispo Puente del Arzobispo

Rodrigo acompañaba a sus carretas que traían desde la sierra largos troncos de madera. Servirían para montar las cimbras del puente que el arzobispo Tenorio había ordenado construir sobre el Tajo. El camino había sido largo desde El Arenal y la cañada que habían seguido se había convertido en un auténtico barrizal más difícil de transitar según se aproximaban  a Alcolea. Los bueyes ya no podían más pero esta vez no tendrían que vadear el río con la crecida ni pasar en las frágiles barcazas. Todavía recordaba a su amigo Sancho, ahogado en el río cuando se espantaron los caballos y volcaron la barca en la corriente fría de febrero hacía siete años. Ahora el puente que se construía serviría para evitar tantos trabajos e infortunios y además ayudaría a los miles de peregrinos que acudían a visitar el lugar donde se había aparecido la Virgen, en la dehesa de los Guadalupes.

El puente de Pinos, un poco más arriba de Azután era de madera y las ,últimas riadas lo habían destrozado. El puente de Talavera estaba muy alejado y obligaba a los viajeros a transitar por los inseguros montes de La Jara, arriesgándose siempre a ser asaltados por los golfines y gentes de mal vivir que frecuentaban los desiertos del otro lado del río.

Plano del proyecto de navegación del Tajo de Carducci del siglo XVII . Aguas arriba se situaba el Puente de Pinos, próximo al muro del embalse del mismo nombre Plano del proyecto de navegación del Tajo de Carducci del siglo XVII . Aguas arriba se situaba el Puente de Pinos, próximo al muro del embalse del mismo nombre

Picapedreros, albañiles y caballerías se afanaban mientras, desde la otra orilla, los criados de las monjas de San Clemente de Toledo que vivían junto a la torre de Azután miraban la obra con cara de pocos amigos provocando a los obreros con gestos y risotadas. El monasterio estaba presionando en la corte para evitar que don Pedro Tenorio levantara el magnífico puente que ya tenía labrados de buena sillería todos los ojos menos el central. El ganado y los peregrinos ya no cruzarían por el frágil puente de Pinos y el convento dejaría de percibir los jugosos beneficios que le reportaba.

Rodrigo ordenó descargar los troncos y llevar a los bueyes a beber. Entre los álamos de la orilla comenzaron a encenderse las hogueras junto a las tiendas de los obreros. Al cabo de un rato empezó a sonar la música y a correr el vino. Mañana era domingo y podrían descansar después de una semana de trabajo duro. Un calderero se acercó al grupo en el que cantaban Rodrigo y sus hombres.

-¿Pueden vuesas mercedes darme un trago? Al pasar he oído las voces y he creído que era fiesta en alguna aldea pero, por el barro de sus vestidos, más creo que andan de faena.

-Siéntese, y celebre con nosotros que en unas jornadas acabaremos el arco mayor del puente del Arzobispo.

-Pero ¿Qué puente es ese? Muchas veces he cruzado en barca el río por este lugar para vender mis calderos en las aldeas de La Jara y nunca escuché hablar de puente alguno.

Un hombre desdentado y con nariz de borrachín se levantó con el vaso de madera de sauce en la mano y dijo:

-Pues yo he de contaros su historia pero habréis de alañarme una tinajilla donde guardo el vino y que no ha mucho se rajó.

-¡Sea! Contestó el forastero.

-Pues dicen que en cierta ocasión bajaban las aguas bravas. Tanto que se habían llevado con la crecida algunos ojos del puente de Talavera y los tablones del puente Pinos. El arzobispo tenía que cruzar sin falta el río para acudir a las granjerías que su madre le dejó en herencia por estas tierras. Esperó varios días pero las aguas seguían bajando altas. Al cruzar, un remolino hizo casi zozobrar la barca y, al sujetarse el prelado en la pértiga del  barquero para no caer al río, su anillo se hundió en las aguas. Era una joya magnífica con un rubí del tamaño de un huevo de gorrión que le habían regalado los judíos de Toledo. Tan disgustado quedó su eminencia por la pérdida, que ofreció una bolsa de monedas al mozo que consiguiera sacarlo del fondo del Tajo. Muchos lo intentaron en los días siguientes pero no consiguieron encontrarlo aunque ya sabéis que el agua de este río si no hay riada es como un cristal.

Cuando volvió el Arzobispo al cabo de unos meses y preguntó por su anillo. Unos pastores le dijeron que había sido imposible encontrarlo por más que hasta los zagales se sumergían en las pozas gritando  ¡A por el anillo del obispo!

Pues escuchad pastores -dijo el arzobispo Tenorio- Sed testigos de mi promesa: Si el anillo volviera a mí, he de construir un puente por el que ganados, peregrinos y viajeros crucen el río sin los trabajos con que ahora lo hacen.

Pasaron dos años y cuando el Arzobispo se disponía cierto día de primavera a comer en sus casas de Alcolea, ordenó le sirvieran uno de los grandes barbos del Tajo que tanto le gustaban y que se pescaban en el canal del molino de las monjas de Azután. Al abrir el pez las cocineras comenzaron a gritar y a reír pues entre las tripas brillaba el rubí. Conmovido por el hallazgo y considerándolo milagro de la Virgen de Guadalupe, esa misma noche ordenó que se comenzaran los trabajos para hacer un puente en el paraje donde había perdido su anillo.

¡Vive Dios!, que es hermosa la historia -dijo el calderero- pero mis viajes por toda España me han enseñado que ni nobles ni prelados levantan una paja del suelo si con ello no han de sacar para llenar de rubíes mil de mis calderos.

Puente de Talavera en el dibujo de Van der Wingaerde del siglo XVI Puente de Talavera en el dibujo de Van der Wingaerde del siglo XVI

Rodrigo soltó una sonora carcajada diciendo:

-Razón tenéis amigo que muchos maravedíes cruzan por encima de los puentes y ya mi abuelo me contó que desde Talavera vinieron en sus tiempos gentes del concejo para tirar a las monjas el suyo y hasta hubo sangre, pues muchos dineros perdía la villa. Ahora toman las reverendas madres la misma medicina con el puente del Arzobispo.

TALAVERA RECONQUISTADA, APUNTES HISTÓRICOS PARA UNA HISTORIA FÁCIL DE LA CERÁMICA (11)

Grabado del siglo XIX que representa las torres albarranas del Charcón, construidas por los cristianos para reforzar las murallas musulmanas.

TALAVERA RECONQUISTADA

Aunque ya en manos de Alfonso VI, Talavera no perdió su condición de ciudad altamente estratégica de la frontera media y, hasta que se consolida el territorio cristiano con la victoria de las Navas de Tolosa en 1212, le espera a nuestra ciudad más de un siglo de inseguridad en el que seguirá siendo objetivo de razzias, asedios y conquistas por parte de los musulmanes impulsados por el fanatismo bélico-religioso de los almorávides y los almohades.

El primer gran ataque contra Talavera se produjo en el año 1102. Alfonso VI había dirigido sus huestes contra Medinaceli, y en respuesta a esa agresión, el gobernador de Granada envió un ejército musulmán contra Talavera, que fue asaltada, aunque parece que la alcazaba resistió.

En 1109 la necesidad de neutralizar Talavera como paso previo al ataque contra Toledo supone una nueva agresión de las fuerzas almorávides que consiguen la conquista de la ciudad y su saqueo consiguiente. Para ello consiguen romper la presa de los actuales molinos de Abajo que hacía más difícil el asalto por inundar con un sistema de compuertas el foso que discurría junto a la muralla. Durante un tiempo quedó en Talabayra una guarnición almorávide y se devolvió el culto islámico a las mezquitas. Sigue la villa algunos años en poder de los almorávides, aunque en fecha no determinada vuelve a poder cristiano, sufriendo durante un tiempo nuevas algaradas sarracenas. También desde Talavera parten acciones de castigo contra territorio musulmán.

Al primer gobernador castellano nombrado por Alfonso VI, Sancho del Carpio, le costó la vida su ineficacia para defender la plaza y cierta connivencia con los árabes, pues el rey ordenó que fuera ejecutado, como se relata en una entrada de este mismo blog.

También durante el reinado de Alfonso VI se produce un hecho que la leyenda y la fábula han nublado con el paso de los siglos, pero que sin duda tiene algo de verdad. Se trata de la historia de Nalvillos que, en la primera de las versiones, asegura que el rey Alfonso apadrina a una hija de Al Mamum, rey moro de Toledo que le había acogido en el exilio provocado por el enfrentamiento con su hermano Sancho. Aixa Galiana, que así se llamaba la princesa, es enviada a Ávila, donde es acogida por Urraca, hija de Alfonso VI. Allí se enamora de ella Nalvillos, un caballero abulense hijo del señor de Navamorcuende, que finalmente se casa con ella, para lo que previamente había renunciado a la religión musulmana. Se rompe con este enlace la promesa de concederla en matrimonio a Jazmín Hiaya, moro principal de Talavera y amigo del monarca. A nuestra villa acude Nalvillos para cuidar del rico patrimonio que Aixa había heredado de su padre en nuestra ciudad y en su entorno. Aquí es recibido con simulada simpatía por Hiaya, en quien cree el joven caballero abulense haber encontrado un buen amigo.

Nalvillos debe acudir a cuidar de un castillo roquero encomendado por el rey. Mientras, con la excusa de llevar a Aixa las rentas de sus posesiones en Talavera, acude el moro a Ávila donde se entrevista con ella en ausencia de su marido ofreciéndola ricos presentes y declarándola su amor. Huyen ambos a Calatrava mientras Hiaya es nombrado por los conjurados rey de Toledo y Talavera. Él y sus adeptos piensan en traicionar a Jasmín gobernador cristiano de la villa y sumarse al plan de los almorávides de atacar Toledo en 1109 neutralizando previamente la plaza fuerte de Talavera. El afrentado Nalvillos acude en auxilio de los suyos en Talavera con trescientos escuderos, entra en la ciudad por un postigo y consigue vencer a la facción musulmana y prender a Hiaya, a quien descuartiza mientras que su mujer es quemada viva en Ávila.

En otra versión que aparece en la “Crónica de Ávila”, Aixa es secuestrada en un ataque de los moros talaveranos contra Ávila. Para recuperarla, Nalvillos acude a Talavera y deja emboscados a sus hombres en una de las atalayas próximas probablemente la de Segurilla. El joven caballero se disfraza de labriego y entra en la villa con la excusa de vender un haz de hierba que había cortado. Llega al palacio donde residían Jasmín y Aixa para contactar con su esposa, pero ella en lugar de disimular su presencia, mientras yace con el moro denuncia a Nalvillos y sus intenciones de llevarla con él. Es detenido el cristiano, preguntado por su captor Jasmín sobre la forma de ser ajusticiado que prefería, indicó que él si se encontrara en lugar del gobernador árabe de Talavera, le habría llevado a ejecutar al lugar más alto. Por ello Hiaya lleva al detenido a la atalaya junto a la que esperan sus hombres que, al tocar Nalvillos una bocina, atacan tomando preso al moro que es quemado en la misma hoguera que estaba preparada para el marido cristiano afrentado. Los caballeros abulenses atacaron después la villa saqueándola y tomando prisioneros y la musulmana infiel es quemada a su vez cuando los cristianos pasan por la finca de La Alcoba.

En 1129 vuelve a ser atacada Talavera por los almorávides, pero trescientos jinetes parten de la ciudad en persecución de los agresores y consiguen infligirles una gran derrota, llevando numerosos cautivos musulmanes de vuelta a la villa. El jefe de las tropas Waidy ben Umar al Lutumi es destituido y obligado a pagar el rescate de los guerreros presos en poder de los cristianos.

Alfonso VII dirigiéndose a su coronación

El monarca Alfonso VII gustaba de descansar en Talavera entre sus diferentes operaciones bélicas en las que parte de sus fuerzas están formadas por caballeros y escuderos talaveranos. En 1172, pasa una temporada después de las razzias que él mismo encabeza por las cercanías de Sevilla y Córdoba. Ordenó remodelar y fortificar la alcazaba talaverana e incluso participó directamente en el amojonamiento y deslinde de los territorios talaveranos que reivindicaba para sí la poderosa ciudad de Ávila. También interviene en la delimitación de las tierras de Talavera con las de Toledo, al este del alfoz.

En 1172, desde Andalucía, y 1173 desde Badajoz, la villa se ve afectada por grandes incursiones almohades, la segunda con 4000 guerreros, y en ella se producen gran número de bajas cristianas con el consabido robo de ganados, destrucción de cosechas y secuestro de mujeres y niños.

En 1177, nuevamente las fuerzas almohades al mando de Alí al Husayn vuelven a atacar el alfoz talaverano. En ocasiones estas razzias estaban determinadas por operaciones estratégicas que intentaban conseguir que los reyes cristianos levantaran el asedio sobre otras ciudades como Cuenca o Ciudad Rodrigo. También en este año de 1177 un destacamento de talaveranos participó en un ataque de Fernando II contra Jerez, pero al volver fueron emboscados y la mayoría muertos o apresados por los musulmanes.

La leyenda del escudo de Talavera nos habla del engaño a los sitiadores musulmanes soltando dos toros para simular abundancia de alimentos en el interior durante un asedio en el que los cristianos se veían perdidos por falta de alimentos

En 1182 una nueva agresión almohade es descubierta por un caballero que consigue huir de las fuerzas sarracenas poniendo en alerta a la población. Acampan las fuerzas islámicas sobre un cerro situado a una milla de distancia, pero la villa arma en su defensa una gran fuerza de diez mil hombres de los que mil eran judíos, lo que nos da idea de la importancia de este grupo étnico en el conjunto de la población talaverana. Consiguen ahuyentar al enemigo que antes había destruido todo lo que se había puesto en su camino.

Después de la derrota castellana de Alarcos, los musulmanes a las órdenes de Almanzor se internan por Extremadura y, tras atacar Trujillo y Plasencia, llegan a Talavera, pero, aunque saquean y destruyen todo lo que encuentran a su paso, no consiguen vencer la fortaleza de sus murallas.

La tregua decretada poco después es el comienzo de una época algo más segura que abarcará casi todo el siglo XIII, aunque todavía nuestro territorio sufrirá ataques más ocasionales y de menor entidad, ya que la batalla de las Navas de Tolosa en 1212 consolida la frontera en el Guadiana. Aun así, todavía a finales del siglo XII debe Talavera sufrir algunos ataques de los benimerines.

Pero la paz no duraría mucho ya que es ahora la lucha entre facciones rivales de los propios cristianos la que condicionará la inseguridad que todavía durará unas décadas. La fortaleza de las murallas talaveranas seguirá haciendo de la villa un lugar de interés estratégico para los diferentes bandos.

Pero ¿cómo era esa Talavera recién conquistada por las tropas cristianas? Todos los episodios bélicos que hemos enumerado anteriormente condicionaron sin duda cierta decadencia de nuestra ciudad comparándola con la boyante Talabayra musulmana. Las murallas del primer recinto sufrieron debido a los asedios sucesivos derribos y reconstrucciones que todavía podemos observar en la variada tipología de los aparejos de sus muros ocasionada por las sucesivas reparaciones. La ciudad se componía de la “villa”, es decir todo el caserío incluido dentro de ese primer recinto murado islámico, y de unos incipientes arrabales que pronto se convertirán en diferentes colaciones de parroquias como la de San Miguel, Santiago, o el Salvador. Arrabales que luego protegería el segundo recinto amurallado. Las características torres albarranas se construyeron en época cristiana, aunque se duda si fue en el reinado de Alfonso VII y Alfonso VIII o posteriormente.

Hasta diez parroquias se llegan a constituir en la Talavera de estos años Santa María, San Pedro y San Clemente dentro de la villa, y Santiago, Santa Eugenia, Santa Leocadia, San Miguel, San Salvador, San Ginés y San Martín en los arrabales. Esta abundancia de iglesias nos sugiere que la política de repoblación de los monarcas que querían fortalecer la marca media incidió en el aumento demográfico de la Talavera cristiana medieval.

Los nuevos habitantes llegados con la conquista son, en su estrato superior, los caballeros francos y castellanos. En la época era conocida Talavera por la preparación bélica de sus habitantes, y tanto fue así que las huestes locales estuvieron formadas por medio millar de guerreros entre caballeros y peones que llegan a hacer por propia iniciativa acometidas contra los territorios musulmanes. Los ballesteros talaveranos eran famosos por su destreza y estaban exentos por privilegios reales de ciertas cargas. El día de San Cebrián debían las fuerzas desfilar armadas ante las autoridades y la población.

Aún llegó el románico a las tierras de Talavera, recién reconquistado su territorio. Pantocrátor sw la iglesia de Piedraescrita.

Muchos de los recién llegados se aglutinaron en torno a la parroquia de El Salvador de Los Caballeros, que tomó su apellido de esta circunstancia, y es tradición que en su pórtico se juzgaba según su fuero, ya que la población mozárabe, cristianos arabizados que residían en Talavera antes de su reconquista, ocuparon en un principio la antigua villa intramuros y muchas de las viviendas y propiedades de los musulmanes obligados a marchar. Su parroquia principal era la antigua mezquita, luego colegial.

Tanto los caballeros recién llegados como los mozárabes, tenían su propio alcalde y se regían por su propio fuero. Los mozárabes incluso hablaban y escribían en árabe, aunque su origen fuera visigodo o hispanorromano. Un ejemplo curioso es que en algunos documentos medievales se hace referencia al párroco de la que colegiata como el “imán de Santa María. Parece que en la parroquia de San Esteban se reunían también a impartir justicia.

Las persecuciones que los musulmanes integristas ejercen sobre estos cristianos mozárabes que vivían en territorio musulmán afectan incluso a los fieles del arzobispo de Sevilla, Clemente, que debe huir con los suyos de territorio musulmán y se refugia en Talavera, que les cede para repoblar territorios jareños. Esos grupos andaluces de mozárabes repueblan algunas de esas zonas, y de su presencia nos han quedado topónimos que todavía permanecen y que nos indican el origen de sus primeros habitantes. Es el caso de Sevilleja, otros han desaparecido o han cambiado la denominación original, como el núcleo inicial del actual pueblecito de Gargantilla que se llamó Cordobilla, otra Cordobilla hoy desaparecida se encontraba en las inmediaciones de las Minas de Santa Quiteria. Anteriormente, durante la ocupación árabe de Talavera algunos cristianos arabizados perseguidos contribuyeron a la repoblación de León o de Zamora

Pero la mayoría de la población estaba constituida por los pecheros, agricultores y ganaderos que no estaban exentos de impuestos como los caballeros. Los artesanos y comerciantes, menos numerosos, completaban el panorama de la población talaverana de la época.

Rótulo del callejón de los Judíos,

La aljama judía de Talavera se encontraba entre las doce más pobladas de España y sus componentes residían en los Arrabales Viejos en su mayoría, aunque sus tiendas se localizaban en la zona comercial de la Puerta de San Pedro y a lo largo del curso de la muralla. Todavía se conserva en la zona de la que fue parroquia de San Esteban un “Callejón de los Xudyos”. De lo numerosos que llegaron a ser los hebreos talaveranos nos da una idea los mil soldados que se unen a la fuerza que repele en 1182 el ataque de los musulmanes. Uno de los más influyentes de la época fue Cidelo, médico y consejero de Alfonso VI y jefe de la aljama de Toledo. Otros judíos aparecen en documentos medievales como artesanos y propietarios de molinos, tiendas y tierras de labor.

Los moriscos que permanecieron en Talavera tras la conquista cristiana debieron ser relativamente numerosos, aunque pertenecerían a las clases más bajas dedicadas a labores agrícolas y artesanales, como la cerámica o la construcción. Parece que en su mayoría vivieron en las viviendas más modestas intramuros.

HISTORIA DEL HALLAZGO DE LOS RESTOS DE FERNANDO DE ROJAS

HISTORIA DEL HALLAZGO DE LOS RESTOS DE FERNANDO DE ROJAS

Restos de Fernando de Rojas al ser halla-dos por las excavaciones de Careaga Restos de Fernando de Rojas al ser halla-dos por las excavaciones de Careaga aparecido en ABC

Esta historia comienza en los años treinta y en un lugar lejano, Nueva Orleáns. En esta ciudad norteamericana, que tiene curiosamente los rótulos de las calles elaborados con cerámica talaverana, desempeñaba sus funciones como diplomático don Luis Careaga. Llevaba el cónsul varios años trabajando sobre la figura de Fernando de Rojas, ilustre alcalde de Talavera e inmortal autor de La Celestina, cuando llegó a sus manos la copia de un documento propiedad de Fernando del Valle Lerchundi, descendiente del famoso Bachiller. Esos papeles eran nada menos que su testamento, donde con fecha de 3 de Abril de 1541 expresaba el escritor su última voluntad “viéndose enfermo del cuerpo y sano de la memoria”.

Azulejería del siglo XVI que se situaba en la puerta principal del convento de la Madre de Dios

Deseaba que sus restos fueran enterrados en la iglesia del monasterio de la Madre de Dios. Este convento, hoy desaparecido, se había establecido primero en la plazuela de San Miguel, trasladándose después junto a la plaza de El Salvador, en la actual calle Fernando de Rojas. En el año 1110, doña mayor Fernández con otras señoras y familiares decidieron vivir en hábito de beatas en una casa que se encontraba junto a la torre de la iglesia de San Miguel y se comunicaba con ella por un pasadizo sobre un arco. En 1404 se hacen franciscanas y en 1518 se trasladan a su ubicación definitiva en el lugar donde más tarde pediría ser enterrado Fernando de Rojas. El convento de las monjas, que vestían curiosamente de los colores simbólicos de Talavera, el blanco y el azul, fue decayendo hasta que por su extrema pobreza se vieron obligadas a abandonarlo. Actualmente sólo nos queda de él un bonito panel de azulejería del siglo XVI que presidía su entrada principal y hoy se se puede ver en el museo Ruiz de Luna. Luis Careaga viene a buscar los restos de Fernando de Rojas en 1936, dos años después de ser abandonado el convento. Habla a su llegada con el párroco de Santiago, bajo cuya custodia se encontraba el edificio, y pregunta a otras personas y eruditos, pero nadie sabe nada del enterramiento del insigne escritor. Tampoco quedaban inscripciones ni documentos que pudieran orientar al respecto, aunque por el testamento sabía el cónsul que el enterramiento se debía encontrar en el presbiterio, junto al altar. Así que se puso manos a la obra, pidió permiso al arzobispo y a las autoridades culturales de la época y con el auxilio entusiasta del talaverano José García Verdugo, además de otros especialistas en antropología y medicina legal, comenzó las excavaciones.

El suelo de la iglesia estaba entarimado y debajo solamente había tierra, sin ninguna lápida. En la excavación se encontraron primero los restos casi deshechos de un cadáver en el lado del Evangelio y dos días más tarde, en la zona central de la capilla, se hallaron los huesos de otro enterramiento que fue descubierto minuciosamente a base de brochas. Se identificaron pequeños pedazos de tela gruesa de color pardo y Careaga recordó que Fernando de Rojas había dado orden de ser enterrado con el hábito franciscano. El difunto no podía además ser un clérigo por encontrarse con los pies hacia el altar y no hacia los feligreses. También se encontraron los restos de una cajita de madera cubierta de tela y adornada con un alfiler de oro y una hilera de lentejuelas, junto a pobres vestigios de un almohadón adornado con galones.

Fernnando de Rojas en la edición valenciana de La Celestina Fernando de Rojasen la edición valenciana de La Celestina

 Fotografía del desaparecido convento de la Madre de Dios, donde fue enterrado Fernando de Rojas
Fotografía del desaparecido convento de la Madre de Dios, donde fue enterrado Fernando de Rojas. Estuvo en la esquina suroeste de la Plaza de El Salvador.

Pero lo que más llamó la atención a Careaga, lo que le resultó más sugerente y evocador es que el cuerpo se había depositado sobre su lado izquierdo y apoyando la cabeza sobre la mano del mismo lado, como nos recuerda García Verdugo en un artículo de Blanco y Negro de 1936. El talaverano se emociona al recordar cómo Careaga relaciona con esa postura las palabras de Rojas en la carta “a un su amigo” que precede al texto de La Celestina: “ asaz veces retraído en mi cámara, acostado sobre mi propia mano, echando mis sentidos por ventores y mi juicio a volar, me venía a la memoria no sólo la necesidad que nuestra común patria tiene de la presente obra…”. Parecía como si el autor hubiera sido enterrado en su postura favorita.

También se encontraron los huesos de otra persona más, pero bien conservados y medio metro más arriba, lo que hacía pensar en un fallecido mucho más reciente. El cadáver situado en el lado del Evangelio era de una mujer y además de ser más reciente, pertenecía a un adolescente.

El relato se interrumpe cuando se van a investigar los restos hallados, pues nos encontramos tres meses antes de la Guerra Civil. El propio García Verdugo muere fusilado en Madrid y será en 1966 cuando el periodista de “La Gaceta Ilustrada”, Federico Villagrán, retome la investigación cuando Del Valle Lerchundi, el descendiente de Fernando de Rojas, viene a Talavera y al entrar en el ya arruinado convento se encuentra con la sorpresa de que un grupo de jóvenes de la organización juvenil católica HOAC se disponen a montar un teatrillo precisamente en la zona del presbiterio en la que Careaga volvió a enterrar posiblemente una caja con los restos hallados antes de la Guerra Civil. Del Valle Lerchundi habla con el alcalde y con la Dirección de Bellas Artes que detiene las obras inmediatamente.

Como no tienen la seguridad de que los restos se encuentren allí, Villagrán se entrevista con algunos de los obreros que estuvieron presentes. Algún testimonio asegura que la caja está en El Escorial, pero el hijo del médico talaverano presente en la exhumación don José Fernández Sanguino, el también médico Luis Fernández Sanguino, asegura que sin lugar a dudas los restos volvieron a ser enterrados en el solar del convento, aunque otro testigo siembra la duda cuando dice que el señor Careaga había tenido la idea de llevarse los huesos a Nueva Orleáns y levantar allí un monumento. Por fin consiguen asegurarse cuando obtienen el texto de una conferencia impartida por el cónsul en la universidad neoyorquina de Columbia en 1937, y en la que decía literalmente: “Se colocaron, por último, cristianamente, los restos hallados en sus lugares respectivos, encerrados en tres cajas de cobre debidamente protegidas de la tierra por obras de mampostería con las tapas grabadas con letras góticas…La caja mayor, colocada en el centro del presbiterio, envuelta en lirios y ramos de cipreses contenía en la inscripción de la tapa el nombre del bachiller Fernando de Rojas, que fue nacido en la Puebla de Montalbán y muerto en Talavera de la Reina en 1541”.

Testamento de Fernando de Rojas en poder de la familia Lerchundi
Testamento de Fernando de Rojas en poder de la familia Lerchundi

Pero habrán de pasar dos años más hasta que en 1968 el mismo del Valle Lerchundi sea nombrado abogado de la Dirección de Bellas Artes y pueda acometerse mediante su influencia una nueva excavación, encontrándose bajo una losa de cemento la caja con los restos de Fernando de Rojas. Por fin obtienen fruto las muchas investigaciones y viajes que había realizado para hallar los restos de su ilustre antepasado.

Recuerda cuando comenzó sus conversaciones con el cónsul Careaga y cómo Menéndez Pidal. Ortega y Gasset y Américo Castro le animaron en su empeño desde que leyó en sus documentos familiares cómo Juan, el biznieto de Fernando de Rojas escribía: “Fueron mis bisabuelos el bachiller Fernando de Rojas que compuso La Celestina, y Leonor Álvarez. Están enterrados en el convento de la Madre de Dios de la Villa de Talavera, junto al altar de Nuestra Señora, donde están con un letrero que dice: Aquí yace el bachiller Fernando de Rojas”.

Durante diez años permanecieron los restos en el despacho del alcalde de Talavera, desde donde siendo primer edil don Pablo Tello se llevaron solemnemente al claustro de la iglesia Colegial, lugar donde reposan actualmente. Salvo algunos restos óseos que fueron cedidos a La Puebla de Montalbán.

DOS HISTORIAS REALES DE CONTRABANDISTAS

DOS HISTORIAS DE CONTRABANDISTAS

Navalmoral 1745.

La Puerta de Zamora. La torre que queda actualmente, a la izquierda del grabado, formaba parte de la cárcel de la Santa Hermandad, cuyas columnas se perciben también. La Puerta de Zamora. La torre que queda actualmente, a la izquierda del grabado, formaba parte de la cárcel de la Santa Hermandad, cuyas columnas se perciben también.

Juan de la Torre es pastor. Ha decidido ir hasta Portugal desde Segovia, su ciudad natal, intentando buscar un trabajo. De vuelta ya, después de cruzar la frontera , toma dirección hacia Madrid por las tierras de Extremadura y Talavera que tan familiares le son. Muchos años ha bajado los puertos y ha venido hasta aquí buscando los pastos de invierno con las cabañas trashumantes.

Es un día soleado de Octubre y la jornada ha sido larga. En el monte de Casasola, cerca de Navalmoral de la Mata decide descansar apoyado sobre una encina. Es mediodía y después de almorzar con un trozo de tasajo y un pedazo de pan duro ha echado una cabezada. Se despierta con el relinchar de unos caballos y, cuando abre los ojos, ve como le observan desde sus monturas un caballero y dos soldados con uniformes diferentes. Se trata del Cuadrillero Mayor de la Santa Hermandad de Talavera, de un cabo del Regimiento Lisboa y de un sargento del Regimiento Cantabria que andan haciendo la recluta por la villa de Talavera y sus alrededores.

El cuadrillero observa como, aunque no hace frío, el pastor tiembla debajo de su zamarra. Levanta sus sospechas y le pregunta:

-¿Qué hacéis aquí? No veo que estéis guardando ganado alguno. Muy apartado os encontráis del camino real.

La turbación del hombre aumenta y titubea cuando responde con voz entrecortada explicaciones ininteligibles. El cuadrillero ordena a los dos soldados que registren al sospechoso y, cuando deshacen el fardo que lleva, encuentran un pequeño talego de pellejo que contiene tabaco de hoja.

El cuadrillero quiere demostrar su autoridad y pregunta con irritación fingida al infeliz:

-¿Acaso no sabéis que no se puede, en mucha o en poca cantidad, sacar tabaco del reino de Portugal?

El hombre ha palidecido y tartamudeando responde que es sólo para su gasto. Registran el resto de su equipaje y encuentran en una bolsa de lana cierta cantidad de dinero que no cuadra con la pobre condición del detenido: Dos doblones de setenta y cinco reales, otro de veinte, dos pesos gruesos segovianos y siete pesetas. Tanto las monedas como el tabaco son confiscados y Juan de la Torre es conducido a la cárcel de Navalmoral.

Todos los testigos coinciden en las declaraciones y aunque el reo jura y perjura que no ha vendido nada de la media libra de tabaco que compró en Portugal y que solamente lo había adquirido para su propio consumo, este pobre contrabandista al por menor es condenado a servir con las armas durante cinco años en los ejércitos del rey. Por un puñado de tabaco.

Restos de la capilla de la cárcel de la Santa Hermandad, hoy un taller mecánico, y al fondo la torre de la Puerta de Zamora. Un parque de dudoso gusto a sustituido a la antigua cárcel del siglo XIV Restos de la capilla de la cárcel de la Santa Hermandad, hoy un taller mecánico, y al fondo la torre de la Puerta de Zamora. Un parque de dudoso gusto ha sustituido a la antigua cárcel del siglo XIV

Talavera 1755

La Santa Hermandad había procesado a Pedro Almendro por contrabandista o, como anotó el escribano en su causa, por defraudar a la real venta de tabaco. Su pueblo era Marrupe pero llevaba toda la vida vagando con los alijos de tabaco desde Portugal a través de las sendas y los caminos más apartados, durmiendo con sus mulas al raso. Pero ahora, en la cárcel de la Puerta de Zamora, después de pasar unas semanas encerrado, no podía soportarse ya a sí mismo y a la rabia que le producía estar atado a esa maldita cadena. Sus amigos comenzaban ya a retrasarse, tenían que haber venido a ayudarle hace unos días y no aparecían. Por eso, cuando el alcaide de la prisión le lanzó la comida de mala manera, derramándose por el suelo, no pudo soportarlo más y comenzó a arrancar con las uñas los ladrillos medio sueltos del poyo de su celda lanzando el primero contra el carcelero y alcanzándole en un hombro. El hombre comenzó a gritar pidiendo auxilio y el contrabandista siguió arrojando ladrillos y pedazos de argamasa a todo aquel que se acercaba hasta que ya no tuvo qué arrojar y fue reducido.

Los golpes le dejaron baldado y la humedad de la vieja cárcel aumentaba sus dolores pero, al cabo de unas noches, escuchó voces desde la calle que le eran familiares. Los compañeros de su partida de contrabandistas venían a ayudarle y vio cómo desde la puerta estaban  entrando hacia el patio después de haber reducido al alcaide que luchaba por desasirse de uno de ellos. Consiguió zafarse y se dirigió hacia la celda del contrabandista mientras pedía auxilio a gritos. Empezaba a juntarse gente junto a la puerta de Zamora y los compañeros de Pedro Almendro emprendieron la huida.

Cuando acabó el asalto y después de dar parte a los alcaldes y al cuadrillero mayor, se reforzó la guardia y todos se fueron a dormir. Pero la maniobra no había sido en vano, pues, en medio del barullo, los delincuentes habían aprovechado para dejar en poder del reo cuatro navajas y un cortafrío que le sirvió para romper la arropea de su cadena. Machacando los grillos había hecho demasiado ruido y el alcaide acudió para ver lo que sucedía. Al cruzar la puerta recibió varios navajazos y cortes en las manos y la cara cuando intentaba defenderse, cayendo malherido.

El marrupeño fue nuevamente detenido por los cuadrilleros de guardia. Ahora sería juzgado como contrabandista por la justicia real y la Santa Hermandad lo procesaría por las heridas causadas al alcaide, su suerte estaba echada.

Causas Criminales de la Santa Hermandad. Archivo Municipal.

Sig. 32/6 y  38/2

Miguel Méndez-Cabeza Fuentes

1090, EL GOBERNADOR DE TALAVERA EJECUTADO POR TRAICIÓN

Año 1090, EL GOBERNADOR DE TALAVERA ES EJECUTADO POR TRAICIÓN

Tropas musulmanas al mando de galafrón cruzaron el Tajo con consentimiento del gobernador de Talavera
Tropas musulmanas al mando de galafrón cruzaron el Tajo con consentimiento del gobernador de Talavera

Esta historia comienza de Ávila, en plena canícula del año 1090. Un pastor llega agotado a la ciudad del Adaja y pide ver al conde don Raimundo de Borgoña, gobernador de ella y casado con doña Urraca, la hermana del rey Alfonso VI. El asustado serrano cuenta cómo una partida de moros al mando de un tal Galafrón han cruzado el Tajo y se hallan en “los pinares”, con trescientos de a caballo y cien de a pie corriendo toda la tierra, robándoles sus ganados y aprisionando a sus pobladores y “faciendo grandes desaguisados e que si no les valían fincarían todos muertos e captivos”. Por “los pinares” se conocía a la ladera sur de Gredos, donde al igual que hoy día eran extensos los bosques de pinos.

El conde montó en cólera y pidió su caballo para acudir “a la brega”, pero su mujer “fincó de hinojos” rogándole que no fuera, por lo que el conde hizo sonar las trompas y llamar a sus soldados. Ordenó tomar doscientos caballeros franceses de los suyos y doscientos castellanos de la compañía de Sancho de Estrada y Juan Martínez del Abrojo. También el obispo de Ávila quiso ir a pelear con sus tropas pero no se lo consintieron.

Otros nobles se ofrecieron pero el conde sólo aceptó la participación en la expedición a Fernán López y a Fortún Blázquez. Cargaron además a sesenta rocines y mulas con las viandas y partieron con el pastor como guía. En la “primera nava”, que es como llaman en el relato a la parte de la sierra que se encuentra pasado el puerto de Menga, llegaron más pastores con alimentos y les informaron de que los moros habían pasado ya “el Puerto”, nombre que daban al puerto de El Pico, y que iban ya en dirección a Talavera para cruzar el Tajo con sus muchos cautivos y los ganados mayores y menores robados.

Hay que señalar que ocasionalmente los pastores hacían entonces de soldados serranos para defenderse de las razzias de los musulmanes.

Las tropas de Raimundo de Borgoña descendieron por la calzada del puerto del Pico
Las tropas de Raimundo de Borgoña descendieron por la calzada del puerto del Pico

Como ya era tarde y estaba oscuro, “lobreguido” como dicen en la crónica, se entabló entre los nobles una discusión sobre si avanzar o descansar, pues las bestias se encontraban cansadas después de subir la sierra. Al final decidieron seguir cuatro horas más hasta trasponer el puerto y se emboscaron antes del “albor”en un castañar, probablemente el de Cuevas del Valle. Dieron de comer heno y avena a los caballos y descansaron hasta que les llegaran nuevas noticias sobre el lugar en que se encontraban los moros.

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Puerto y alle de Mijares

Llegó otro pastor que les informó de que los árabes habían avanzado hacia Talavera y se encontraban a nueve millas y media, y de que ese día no seguirían la marcha, por lo que les recomendaba que al llegar la noche avanzaran en la oscuridad guiados por él mismo hasta alcanzarlos. Llegaron otros pastores desde las “navas fondas” de la sierra, los más perjudicados por la acometida de los árabes, y se ofrecieron a unirse a las tropas si les esperaban, pero los caballeros no quisieron hacerlo por encontrarse ya los cristianos muy cerca del campamento de Galafrón.

Sancho de Estrada hizo montar al pastor en un caballo y se dirigieron hacia el soto donde estaba el campamento enemigo. En el camino toparon con un vaquero que les informó de que los musulmanes se encontraban descuidados descansando y con los caballos recogidos en un prado a cierta distancia de las tiendas. Ordenó Sancho de Estrada que Fernán López fuera por sorpresa con cien hombres y les quitaran las monturas.

Los moros que cuidaban a los caballos fueron sorprendidos de madrugada y corrieron hacia el campamento, situado en un soto donde Galafrón reposaba junto a una fuente. Atacaron entonces los cristianos haciendo gran cantidad de cautivos y muertos entre los moros, uno de los cuales fue el propio Galafrón que fue hallado con una lanzada. Las bajas musulmanas fueron trescientas veinte, y once las de las tropas abulenses. Entre el botín que llevaban se encontraron muchas cabezas de ganado

Los caballero cristianos salieron de Ávila para defender la sierra de los moros que cruzaron por Talavera
Los caballero cristianos salieron de Ávila para defender la sierra de los moros que cruzaron por Talavera

También fueron aprisionados tres “malos cristianos” que guiaban a las tropas de Galafrón. Los victoriosos caballeros rezaron en acción de gracias y vieron como llegaban los habitantes de las “navas fondas” con becerros y viandas para agradecerles la lucha mantenida en su defensa.

Fernán López fue nombrado juez para devolver los bienes a sus legítimos dueños y los caballos que traían los moros fueron repartidos entre los señores y escuderos españoles y entre los franceses de las compañías de Raimundo de Borgoña. Al otro día “se dio pregón para volver a Ávila” y tocando las trompas comenzaron el viaje de vuelta y se mandaron cartas al obispo y al conde sobre la buena nueva.

La comitiva estaba formada por las diferentes compañías precedidas del pendón del noble al que pertenecían. Unos custodiaban a los cuatrocientos prisioneros, otros a los caballos o al botín. Pararon una noche en la sierra e hicieron allí grandes hogueras y lo celebraron. A siete millas de Ávila les recibió la compañía de Gimén Blázquez y un poco después el obispo“con asaz de prestes y arciprestes”.

En Ávila la población acudió a dar gracias a la iglesia de El Salvador. El señor conde de Borgoña hizo gracia a los caballeros y al obispo de los moros cautivos y de los caballos que fueron repartidos entre todos.Esta imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es santiagopiedret-758x1024.png

Pero pasados los momentos de alegría, el conde envió a Talavera a Fernando de Llanes y a Martín Roanes para que prendieran a su gobernador Sancho del Carpio y lo llevaran a Ávila, quedando el primero de ellos como sustituto del gobernador. Se le acusaba de no haber sido cuidadoso en la vigilancia de la frontera impidiendo que Galafrón y los suyos pasaran el Tajo. Solamente Álvaro Álvarez se levantó ante el conde para defender a Sancho del Carpio, por considerar que había prestado al rey don Alfonso valerosos servicios de armas y que por ello le había dado en premio el gobierno de Talavera, cuando hacía ya siete años se la había conquistado a los moros. Dijo además que Talavera era de jurisdicción real y que por tanto el conde no podía juzgar lo que allí sucediera. Raimundo de Borgoña se irritó tanto ante la defensa que hacía del gobernador que echó de la reunión a don Álvaro, aunque después el obispo intercedió y fue perdonado. Tanto a él como a los otros cinco nobles que habían intervenido en la batalla el conde les dio como premio el privilegio de armar un molino en el río Adaja.

Llegó al poco la comitiva desde Talavera con el gobernador cargado de cadenas sobre “un magro rocino e con gran tristura”.

Detrás iba su mujer Roma Vélez con gran amargura sobre un palafrén con paños negros rodeada de algunos sirvientes. Álvaro Álvarez la llevó a casa de sus padres y allí acudieron a consolar su llanto las mujeres de los nobles.

Mientras, el nuevo gobernador de Talavera recogía los testimonios de varios testigos que aseguraban que Sancho del Carpio había sabido del paso de los moros y lo había consentido. Otros talaveranos se quejaban también de su mal gobierno. Fueron nombrados además dos nobles llamados Lope Moreno y Gómez Sánchez como sus defensores, pero no consiguieron encontrar en la villa ni un solo testimonio en su defensa. El conde mandó también al Notario Mayor de Ávila para que embargara los bienes de Sancho del Carpio en Palencia y a Fernando Llanes para que hiciera otro tanto en Talavera.

El gobernador fue juzgado y condenado a cortarle la cabeza. En el coso mayor, probablemente la plaza del Pan, se armó un tablado. Veinte escuderos y veinte ballesteros fueron a por el traidor a la cárcel y envuelto en una larga cadena fue subido a un caballo después de confesarle el obispo.

Le fue cortada la cabeza delante de los judíos, moros y cristianos de la ciudad y después fue su cuerpo despedazado en cuatro y puestos los cuartos en los caminos de

EL RÍO DE LOS PRIMEROS TALAVERANOS. DE LA SERIE «RÍOS DE HISTORIA» (1)

EL RÍO DE LOS PRIMEROS TALAVERANOS

Terrazas del Tajo en la Barranca de la Media Luna Terrazas del Tajo en la Barranca de la Media Luna

El Padre Juan de Mariana, nuestro paisano y “padre de la Historia”, como le llamaba Pérez Galdós, escribe que Talavera “Está sentada en un valle de cuatro mil pasos de anchura… que cortan muchos ríos de amenísimas riberas, entre ellos el Tajo, célebre por sus arenas de oro, por su extenso cauce y por los muchísimos arroyos que le dan tributo. Besan hacia el norte las aguas de este río las firmes murallas de aquel antiguo municipio…”

El Padre Tajo ha sido siempre el principal referente geográfico de Talavera. Primero el vado y más tarde el puente, además de la estratégica confluencia de cañadas y caminos, condicionaron sin duda el nacimiento y crecimiento de nuestra ciudad. Vamos a ver en esta serie de artículos hasta qué punto los ríos forman parte de nuestra historia y nuestra cultura.

UN POCO DE GEOLOGÍA DEL RÍO

Terrazas del Tajo cerca de Las vegas de Pueblanueva Terrazas del Tajo cerca de Las Vegas de Pueblanueva

El valle por el que discurre el Tajo se limita por las elevaciones y barrancas del Cerro Negro al sur y por la pequeña sierrecilla de El Berrocal, con las elevaciones de Mejorada y Segurilla, al norte.

Como su nombre indica, El Berrocal es un paisaje granítico que se corresponde en su geomorfología labrada hace dos mil ochocientos millones de años, con la era geológica conocida como precámbrico. Es continuación hacia el oeste de la Sierra de San Vicente y resulta de un sistema de fractura alpina relacionado geológicamente con Gredos.

Esta imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es 2.-BIFACES-PALEOLÍTICO-INFERIOR.jpg Útiles paleolíticos de las terrazas del Tajo

La mayor parte de las rocas graníticas que lo conforman han ido sufriendo el modelado de los agentes externos, como vientos, lluvia, cambios de temperatura, que han conseguido formar los típicos bolos, pilancones, taffonis y piedras caballeras, característicos del paisaje de las inmediaciones de La Portiña o de Santa Apolonia, Mejorada, El Casar o Gamonal.

Nos vamos ahora a la otra orilla del Tajo y damos un salto en el tiempo. Hace unos veinticinco millones de años, durante el final del Terciario, se formaron los rellenos sedimentarios de las fosas que habían originado los plegamientos alpinos, es decir se elevan las sierras graníticas de nuestro entorno y los valles formados se rellenan de sedimentos

Por entonces el clima es en nuestro ámbito árido-seco. Las lluvias son irregulares pero torrenciales y consiguen que desde los grandes macizos montañosos se arrastren sedimentos que quedarán depositados en las cuencas. Así se formaron las elevaciones del Cerro Negro, esos estratos de arcosas de hasta cien metros de altura que conforman las alturas que, al sur de Talavera, limitan el valle del Tajo. Esos sedimentos se modelaron después por la erosión de las corrientes de agua y formaron cárcavas y barrancos como los de El Águila, la Media Luna o el Cerro Negro.

Las arcosas y subarcosas que constituyen el material de estas elevaciones, en las que se ha excavado fácilmente el polvorín del Cerro Negro y sobre las que se ha trazado el magnífico circuito de motocross, son de color claro, amarillento o grisáceo y entre ellas se han encontrado ya algunas muestras de la fauna de finales del terciario, concretamente en el arroyo de Lientes, donde se han documentado huesos de roedores, tortugas y cocodrilos de esa época prehistórica.

Hace tres millones de años, en el periodo conocido como Villafranquiense, con clima seco y frío, se forman rampas suaves y colgadas hasta a doscientos metros de altura sobre los cauces fluviales actuales, se trata de las llanuras que en Talavera podemos contemplar si nos dirigimos hacia el sur por las carreteras de La Jara después de subir las barrancas antes aludidas y que conocemos con el nombre de rañas. Las arcillas de color rojo y las cuarcitas, esos característicos cantos más o menos rodados, son los materiales más característicos de estas rañas, muy habituales en el paisaje jareño.

Y nos venimos ahora hasta hace dos millones de años, cuando comienza la era cuaternaria. Durante ella se alternan periodos fríos con otros más suaves en los que se deshielan los glaciares, aumentando el caudal de los ríos. Podemos imaginar un enorme río Tajo al comienzo de los deshielos con una profundidad de cien metros a su paso por el actual territorio talaverano. Esos periodos sucesivos de inundación provocaron lo que se conoce con el nombre de terrazas fluviales formadas cuando el río bajaba de caudal, abandonaba el nivel anterior provocado por el deshielo y labraba un cauce nuevo a otro nivel inferior. Y así se formaron los once niveles o terrazas que han querido ver los geólogos, aunque las han resumido en cuatro:  la terraza de los 5-7 metros, la de los 15-20, la terraza de los 45-55 metros en la que ya aparecen restos de herramientas elaboradas por la mano del hombre en el paleolítico inferior, y por último la terraza de los 95-100 metros o más. Estas terrazas se localizan en ambas riberas pero se identifican con mayor claridad en la orilla del lado sur del río.

Recreación del despiece de un ElePhas Antiquus en el museíllo de los yacimientos arqueológicos de El Bercial Recreación del despiece de un Elephas Antiquus en el museíllo de los yacimientos arqueológicos de El Bercial, en Alcolea de Tajo

Los primeros tres o cinco metros actuales del cauce del Tajo se consideran como aluviales o formados por la hidrodinámica más reciente del río. Las gravas, cantos, arenas y limos arrastrados por la corriente son los materiales que constituyen estos estratos cuaternarios y que se aprovechan actualmente en las graveras talaveranas.

El hombre deja las primeras huellas de su existencia en las herramientas realizadas sobre esos cantos rodados que se han localizado en varios yacimientos de la zona. Con esas herramientas del ser humano también aparecen restos de grandes animales cuaternarios como el Bos Primigenium, o el Elephas Antiquus, enormes toros o elefantes que convivían con nuestros paisanos del paleolítico

LA ENFERMEDAD EN LA PROVINCIA DE TOLEDO EN EL SIGLO XVIII (y II)

Fuente de los antiguos baños de la Ferrumbrosa en Aldeanueva de San Bartolomé. Antiguos balneario popular para enfermedades reumáticas
LA ENFERMEDAD EN LA PROVINCIA DE TOLEDO EN EL SIGLO XVIII  (y II)

Artículo de Miguel Méndez-Cabeza publicado en la revista del Colegio de Médicos de Toledo

En las Relaciones del Cardenal Lorenzana se relacionan remedios para la fiebre en el pueblo de Pepino
En las Relaciones del Cardenal Lorenzana se relacionan remedios para la fiebre en el pueblo de Pepino

En el capítulo anterior veíamos cómo a través de las Relaciones del Cardenal Lorenzana los curas párrocos de los pueblos de la diócesis toledana referían las que, a su modo de ver, eran las causas de las enfermedades que aquejaban a sus parroquianos. Ahora vamos a comentar las principales patologías que se daban en la época según estas mismas Relaciones.

En primer lugar hay que destacar la absoluta prevalencia del paludismo entre nuestros antepasados dieciochescos. En más de un ochenta por ciento de los pueblos la primera enfermedad citada, y en muchos casos la única, es lo que en la época se denominaban las fiebres tercianas, que no eran otra cosa que el paludismo endémico con el que podríamos decir que convivían las gentes de entonces. Cuando las fiebres acometían al paciente cada tres días se denominaban tercianas, cuartanas si lo afectaban cada cuatro y dobles si los episodios eran diarios. En este último caso también se conocía la infección por el plasmodio con el término de “ciciones” o “sisiones”.

Los medios terapéuticos con los que contaba la medicina de la época eran escasos pero con el paludismo al menos ya se podía disponer de la quina. Los españoles habían observado sus efectos beneficiosos en los indios americanos ya en el siglo XVII y desde 1643 se contaba con los extractos de esta planta en la península después de que Juan Vega observara los efectos beneficiosos que la misma había tenido en el virrey del Perú conde de Chinchón, de donde derivó su primer nombre de “polvos de la condesa”. Fueron los jesuitas quienes más difundieron su uso por lo que en los medios europeos protestantes causó recelo su utilización. Es curioso constatar que se utilizaba la quina en los accesos febriles que se producían durante el otoño y que las sangrías, los purgantes y los refrescos se administraban más en las recaídas de la primavera. No se comentan cuales eran los purgantes que además de las sangrías aumentaban el calvario de estos enfermos pero sí sabemos que los llamados refrescos eran agua de limón e incluso horchata.

Entre las plantas medicinales autóctonas usadas para aplacar las tercianas estaba la centaura, el agua escabiosa, la Sal de Higuera y los parches de cantárida además de otros productos como el “armoniaco” y “el espíritu de nitro dulce”.

Foto de una fresneda en el río Sangrera en San Bartolomé de las abiertas, donde la tos se cura con centaura y palodulce
Foto de una fresneda en el río Sangrera en San Bartolomé de las Abiertas, donde la tos se cura con centaura y palodulce

La segunda patología referida por los párrocos es lo que entonces se conocía como tabardillo que no es otra cosa que el tifus, pero que sospechamos debía incluir otras enfermedades que cursaran con fiebre y gastroenteritis porque aunque, como es lógico pensar por las condiciones higiénicas, deberían ser frecuentes en la época no aparecen reseñadas específicamente. Las purgas las sangrías y los refrescos eran también las únicas armas que utilizaban los cirujanos locales para luchar contra la salmonella.

La tercera entidad nosológica señalada es la del “dolor de costado” donde tal vez deberíamos incluir las neumonías, los procesos pleuríticos y tal vez algunas formas de tuberculosis que como tal solamente aparece citada como “tisis” en Casarrubios.

Las “calenturas ardientes” eran otras patologías de difícil adscripción que aparecen con cierta frecuencia en las Relaciones y que en Villacañas intentan remediar con agua de nitro, polvo de asta de ciervo y las consabidas sangrías. También encontramos las llamadas “calenturas pútridas” que completan el elenco de las enfermedades que producían el síntoma más directamente relacionado por la población con la enfermedad, la fiebre, que cuando es repentina y muy ardiente se denomina “causón”, término que todavía podemos escuchar en las consultas de algunos pueblos. En Pepino por ejemplo, la fiebre alta se trata con infusiones de cardo santo, centaura, achicoria, grama y correhuela.

El predominio de la patología infecciosa entre los toledanos del siglo XVIII debía ser abrumador ya que también hallamos algunas alusiones a la erisipela y al carbunco, dos enfermedades que en Lillo achacan a que la suya es “tierra sulfúrea”. En Orgaz parece que en la época en que se hacen estas Relaciones habían descubierto el infalible remedio de curar los carbuncos con un “grano de solimán” depositado sobre la lesión, mientras que en Villacañas utilizan las “blanduras de malvavisco” o en Villafranca las “cataplasmas de vido y un cartico que se guarda por secreto”. Acabamos este apartado con la alusión a ciertas enfermedades infantiles como el garrotillo o difteria, a la viruela en Pelahustán o “el salampión” en San Bartolomé de las Abiertas donde las toses se tratan con agua de violetas y palo dulce como las “úlceras anginosas de garganta y partes pudendas” que en Villafranca intentaban atajar con el pobre remedio de los gargarismos de zarzamora y miel rosada. En Marjaliza padecían especialmente de “fluxiones en las muelas”. En Mohedas de la Jara son frecuentes los “apostemas” y diviesos que se achacan a que sus habitantes, obligados por el hambre, comen “carnes mortecinas”. El cura de Ciruelos es más explícito en la causa principal de los males de sus feligreses y considera que su principal afección es el hambre a secas.

En pelahustán hay referencias a las muertes por viruela
En Pelahustán hay referencias a las muertes por viruela

El resto de enfermedades no infecciosas tiene una escasa representación en la patología observada por los curas dieciochescos y así, en Alcabón se especifica que buen número de ancianos mueren de hidropesía y que además muchos de ellos son sordos. Los dolores reumáticos aparecen en Aldeanueva de San Bartolomé, en Lucillos o en Méntrida, donde se recomienda a los afectados tan pobres remedios como los baños o “tomar aires”.  Otra causa de muerte es la perlesía, definida en la época como “una resolución y relaxación de los miembros en que pierden su vigor y se impide su movimiento y sensación”, una elegante manera de describir un accidente cerebrovascular. Muchas de estos antiguos términos médicos son todavía utilizados en nuestros pueblos considerándose equivocadamente vulgarismos, cuando en realidad son arcaísmos de lo más sustancioso. Yo mismo he oído, por ejemplo, decir a una paciente que su marido paralítico estaba perlático, palabra derivada de perlesía que aparece en el Diccionario de Autoridades en el siglo XVIII

Son numerosas las referencias a determinadas fuentes que se encuentran en los términos respectivos de nuestros pueblos de aguas que “no implan” o “mueven el vientre” y se suele apoyar la defensa de lo curativo de sus cualidades con el argumento de los efectos beneficiosos que las aguas han tenido sobre algún intestino noble e incluso real. El problema del meteorismo no era considerado patología leve pues son varias las alusiones al mal de “flato” en villas y lugares.

La patología quirúrgica más frecuente es el “mal de hijada” que es como llaman a las hernias inguinales en San Pablo de los Montes. En Ugena las “quebraduras” son achacadas a las aguas delgadas y se tratan con parches y bragueros, mientras que en Caudilla, donde asegura el cura que nacen muchos quebrados, son tratados con el expeditivo método de “castrarlos de pequeñitos”.

Otros párrocos tienen un concepto más moderno de los factores de riesgo, como el de La Torre de Esteban Hambrán que considera como raíz de la patología de sus feligreses el consumo de aguardientes y tabaco de hoja.

Dado el escaso arsenal terapéutico de los médicos y cirujanos de la época, no es extraño que la población desconfíe de su ciencia, como el cura de Huerta de Valdecarábanos que dice: “Las enfermedades son las regulares de las estaciones, las curan los médicos como les dicen sus libros y unos se mueren y otros sanan y estos deben su beneficio a su naturaleza, que no a los potaxes que los prescriben…y al que se quiere poner en cura lo pasa peor y remata con la sepultura y acabaron todos sus males”, claro que teniendo en cuenta que los dolores de costado eran tratados con esperma de ballena y sangrías no es de extrañar el dramático final de la mayoría de los infortunados pacientes.

LA ENFERMEDAD EN LA PROVINCIA DE TOLEDO EN EL SIGLO XVIII (I)

LA ENFERMEDAD EN LA PROVINCIA DE TOLEDO EN EL SIGLO XVIII (I)

Artículo publicado por Miguel Méndez-Cabeza en la revista del Colegio de Médicos de Toledo

En el año 1782 el Cardenal Lorenzana solicitó a todos los curas del arzobispado de Toledo que contestaran una encuesta en la que se realizaban preguntas de interés eclesiástico, histórico y económico sobre cada una de las parroquias de su demarcación.

En Piedraescrita achacan la salud de sus habitantes a sus buenos aires y aguas
En Piedraescrita achacan la salud de sus habitantes a sus buenos aires y buenas fuentes. Ermita de Piedrescrita

La pregunta número trece de este cuestionario pedía concretamente que se describieran “las enfermedades que comúnmente se padecen, y cómo se curan ; número de muertos y nacidos para poder hacer juicio de la salubridad del pueblo”.

Las respuestas de los párrocos son de lo más jugoso, ya que nos aportan datos curiosos sobre las mentalidades de la época con respecto a la salud, la enfermedad y a los médicos y cirujanos que entonces atendían a la población mayoritariamente rural del obispado.

Los curas vierten opiniones sobre las causas que a su entender pueden condicionar la morbilidad de su localidad y así, son numerosos los sacerdotes que valoran como positivo el hecho de que su pueblo se encuentre en un alto, el de Almonacid considera que la salubridad del lugar viene determinada por su situación en una umbría a las faldas de la sierra del Castillo. En Piedraescrita se considera que los buenos aires y las buenas fuentes de este pueblecito jareño son la causa de la  salud de sus habitantes. El viento de “solano” es considerado en La Torre de Esteban Hambrán como la causa de los muchos “dolores de costado” que allí se padecen y, sin embargo “lo delgado de las aguas” es motivo para que sean numerosas las “quebraduras” o hernias. Mientras en Méntrida es el el viento del “cierzo” el que produce las pulmonías. Hay cierto sentido medioambiental en cuanto al concepto etiopatogénico de los más diversos males y por ejemplo en Chueca cree el párroco que la causa de la salud de sus feligreses es que el pueblo está rodeado de olivos y “protegido de Aquilón”. La humedad es relacionada con el reumatismo por el informante de Navahermosa.

Danzantes de Méntrida en azulejería talaverana

Otros como el cura de Ocaña no se limitan al territorio nacional en sus valoraciones y asegura, sin darnos ninguna razón que lo justifique, que la comarca de la Mesa de Ocaña es “la más saludable que puede haber en Europa”.

Los Navalmorales era en el siglo XVII lugar ideal para curar las heridas de cabeza, según su párroco. Detalle de una reja de la parroquia de Los Navalmorales
Los Navalmorales era en el siglo XVIII lugar ideal para curar las heridas de cabeza, según su párroco. Detalle de una reja de la parroquia de Los Navalmorales

La edafología también entra dentro de las especulaciones epidemiológicas de los entrevistados y, por ejemplo, el cura de Lillo dice que la causa de la mucha erisipela que se padece en el pueblo tiene su origen en “la composición sulfúrea del suelo”. Hay determinadas enfermedades que se curan con mayor facilidad en unos lugares que en otros y así Navalmoral de Toledo, uno de los dos pueblos que se unirían más tarde para formar Los Navalmorales, es buen sitio para las heridas de la cabeza y malo para los pacientes con heridas en las piernas. Esta creencia de considerar unos lugares mejor que otros para la curación de heridas viene desde la antigüedad, como es el caso de Talavera que durante el sigo XVI recibía la visita de gentes que pretendían mejorar de sus heridas en la cabeza.

Los curas de pueblo dieciochescos ven también en la alimentación uno de los condicionantes de la salud. Como el de Méntrida que considera que parte de los males de sus parroquianos vienen del “exceso en comer higos pepinos y melones”. El pepino y el exceso de fruta también es considerado perjudicial en La Torre de Esteban Hambrán donde, además, considera el cura que el mucho consumo de tabaco en hoja, el vino y otros vicios son la causa de lo enfermizo de sus habitantes. Lo mismo sucede en el Casar de Escalona, donde el párroco observa que “el demasiado uso del vino en la gente trabajadora” perjudica a su salud. Vemos como hace más de doscientos años los caldos de la zona que hoy abarca la denominación de origen de “Méntrida” hacían  estragos en los hígados de sus cultivadores.

Con la inveterada costumbre de culpar a los extranjeros de las propias desgracias el cura de La Mata culpa de las enfermedades del pueblo a los soldados portugueses que pasaron por allí en las confrontaciones bélicas de la época.

Mohedas de la Jara un día de tormenta.
Mohedas de la Jara un día de tormenta. Achaca el párroco la mala salud de sus habitantes a las fatigas del campo

Otros sacerdotes tienen ya cierta perspectiva social de la enfermedad y así, por ejemplo, el de Bargas considera que los muchos “affectos de pecho” del lugar tienen el origen de sus patologías en su oficio de arrieros y panaderos. Además observa perspicaz que abundan más las tercianas en los mozos de labor que trabajan en las zonas de ribera. En Alameda de la Sagra las últimas epidemias han sido originadas “ en gentes de tercera clase, que ocupados en el real sitio de Aranjuez en sus trabajos, o se alimentan poco o les causa la intemperie del sitio novedad”. El duro trabajo de la siega también es considerado como la causa de la muerte de los lactantes en Almonacid donde “el número de párvulos muertos son bastantes cada año por el verano, a causa que las pobres madres les precisa ir a espigar, y bien acaloradas dan el pecho a las criaturas de que se origina que mueran de indigestión”. Las gastroenteritis son también asociadas en Villatobas con el abastecimiento de la población con agua de pozo. En Camuñas  se piensa que los trabajos de siega están en el origen de las “calenturas malignas” y en Mohedas de la Jara son las culpables las “fatigas del campo”. El cura de Ciruelos es más explícito cuando dice que la etiología de los padecimientos locales no es otra que el hambre. En Yepes, la insalubridad de las cuevas en que habitan los vecinos se asocia con una mayor incidencia del paludismo que como veremos en la segunda parte de este artículo era ya asociado con las aguas estancadas en muchas localidades de la provincia.

HISTORIA FÁCIL DE LA CERÁMICA EN TALAVERA (9). UNA CIUDAD PUJANTE Y COMERCIAL DE AL -ANDALUS

Foto de Ruiz de Luna río años 20 con la muralla árabe lamida por el río y donde se ve la torre de Nazar

UNA PUJANTE CIUDAD DE AL-ANDALUS

Hace mil años, un viajero árabe llamado Al -Edrisi describía así la Talabayra de entonces:

Talavera es una gran villa construida en la orilla del Tajo; el castillo está perfectamente fortificado y la villa es notable por su belleza, su extensión y la variedad de sus producciones. Los bazares son dignos de verse y las casas están agradablemente dispuestas; un gran número de molinos se elevan sobre las aguas del río. Capital de una provincia importante, Talavera está rodeada de campos fértiles. Sus barrios son hermosos y antiguos, y se encuentran allí monumentos de remota antigüedad. Está situada a setenta millas de Toledo.

La villa de Toledo es una capital no menos importante por su extensión que por el número de habitantes

Las aceñas y molinos del Tajo impresionan a Al Edrisi

Si analizamos este texto observamos la referencia a su importancia estratégica y militar, constatamos las alusiones a una ciudad pujante en la que destacan, su aspecto comercial, los bazares, y su actividad agropecuaria.

Otra constante de Talavera es su vinculación con una gran comarca, en el texto vemos que Al- Edrisi comenta que es capital de una provincia importante, el “iqlim” talaverano que, aunque dependiente del reino toledano, gozó según los historiadores de una relativa independencia. También es curiosa la alusión a los antiguos monumentos, probablemente romanos, que llaman la atención de Al-Edrisi. En definitiva, una gran ciudad que el viajero árabe se permite comparar en términos de igualdad en el último párrafo con la ciudad que había sido capital del reino visigodo, Toledo. Una gran ciudad que en Córdoba, la capital del califato, daba nombre a una de las puertas de su muralla.

Una vista de la alcazaba de ciudad de Vascos, uno de las ciudades del Iklim o provincia de Talavera

En toda la civilización musulmana se producía una fractura importante entre el medio urbano y el rural, Talavera no es una excepción y podemos imaginarnos nuestra comarca de una manera muy parecida a la actual, un foco de atracción urbano importante y una población rural cada vez más dispersa en la comarca. La cultura del agua, tan dominada por la técnica islámica, nos hace imaginar un gran número de huertas en fincas de recreo con jardines, situadas en la que también Al-Edrisi considera fértil vega talaverana.En el río los molinos de rueda vertical, las aceñas, eran dinamizados por los azudes del río, las presas que coincidían en gran medida con las actuales. En una de las torres de la muralla que se adentraba en el cauce del río, una rueda de arcaduces como la albolafia de Córdoba; la alcazaba, el palacio de los gobernadores, con sus baños, como esos otros baños que probablemente ya existían en época musulmana y que dieron nombre a una de las calles de lo que entonces eran arrabales de la ciudad, la calle del Baño. La impresionante muralla árabe es el monumento más importante que nos queda de aquella época y precisaría todo un libro para su descripción.

Rótulo de la calle del Baño de Talavera

La influencia de Toledo hace que hasta aquí se irradie el gran movimiento científico y cultural de la capital del taifa, acudiendo, por ejemplo, a impartir lecciones a Talavera grandes juristas como Muhamed ben Abdús. No olvidemos que nuestra ciudad era la segunda en importancia del territorio de Castilla la Nueva después de Toledo y que en ella se desarrollaba una sociedad próspera y poderosa con notables personajes como Abu Othman caid ben Haken Al Karashi nacido en Talavera ya en época de dominación cristiana, 1205, fue rey de Menorca y además de justo y buen gobernante, fue considerado un hombre muy culto, escritor y poeta con profundos conocimientos de derecho y medicina. Reunió en su corte una importante colección de libros científicos y volúmenes preciosos, allí acudían ante él sabios de todas partes, aunque tenía también fama de sanguinario, llegando en su intransigencia a aplicar penas de tortura y muerte a los que bebían vino o a quien cometía faltas igualmente leves pero consideradas negativamente por la moralidad musulmana.

Pocos restos arqueológicos quedan de aquella época, fragmentos de cerámica que aparecen por doquier pero apenas nada más salvo la muralla. Según algunos arqueólogos, la falta de estudios serios y de excavaciones sistemáticas, además de las numerosas incursiones bélicas que la arrasaron pueden ser la causa.

Arcaduz de noria  árabe de cerámica hallado en la excavación del centro Rafael Morales

Para algunos, la mezquita mayor se situó en el solar de lo que más tarde sería iglesia colegial, para otros es el solar del frontero Hospital de la Misericordia el que la habría albergado, ya que existe una curiosa referencia al hallazgo en él de una inscripción epigráfica en la que se leía en letras cúficas: En este lugar no es lícito decir cosa mala, cuando más hacerla.           

En otras entradas de este blog puede el lector encontrar información sobre la ciudad de Vascos y las otras fortalezas del Tajo, sobre la muralla árabe y la alcazaba y también sobre las atalayas y torrecillas de la comarca.

Lucerna o candil árabe de Talavera

DOS ENCINAS MONUMENTALES EN EL BERROCAL

LA ENCINA MEREGIL

Encina Meregil en Cervera de los Montes
Encina Meregil en Cervera de los Montes

La primera de ellas se encuentra al noroeste de Cervera de los Montes y hay una ruta indicada desde el pueblo en un paseo agradable y liviano. Es conocida como la encina Meregil.

Se encuentra sobre un plinto redondo de piedra y desde el lugar se contempla una espléndida vista sobre la zona occidental de la sierra de San Vicente y el valle del Tiétar con el farallón de Gredos.

El tronco deteriorado de la encina Meregil por la extración de madera del corazón para la fabricación de badajos para los cencerros
El tronco deteriorado de la encina Meregil por la extración de madera del corazón para la fabricación de badajos para los cencerros

Es uno de los símbolos incluidos en el escudo del lugar y su tronco se encuentra un tanto deteriorado porque antiguamente se hacían los badajos de la mejor madera conocida para la fabricación de cencerros, el corazón de encina.

Su copa no es especialmente frondosa pero su inclinación como vencida por el viento le da un aspecto pintoresco.

LA ENCINA DE DOÑA GERMANA

Encina de doña Germana en término de Pepino
Encina de doña Germana en término de Pepino

Es curiosa la leyenda de esta encina monumental que se encuentra a algo más de tres kilómetros de la población de Pepino en dirección este por el cordel que une esta localidad con San Román de los Montes.

No sabemos por qué se dice que en ella se columpió doña Germana de Foix, la bella y joven noble francesa que se casó en segundas nupcias con Fernando de Aragón tras la muerte de su esposa Isabel la Católica.

Precisamente murió el rey en Madrigalejo, en la provincia de Cáceres cuando para que pudiera yacer con la muchacha, al ya anciano rey le dieron un brebaje compuesto de hierbas y testículos de toro, y a la mañana siguiente amaneció muerto, vamos que falleció víctima de un «viagrazo».

Puede que en alguno de los viajes de la corte pasaran los monarcas por Talavera y se columpiara en la vetusta encina doña Germana, ¿quién lo sabe? Lo que sí es cierto es que la joven reina tuvo tras la muerte del rey Fernando una apasionada relación con su nietastro Carlos V de la que nació una hija bastarda.

Está el árbol monumental en la misma linde del camino y su tronco está hendido en dos. Su copa es más frondosa y globular que la de la encina Meregil.

Cerca de ella hay otra encina peculiar llamada en Pepino «La Tiesa» por estar podada de forma que ha alcanzado gran altura.

 

Camino empedrado hacia la encina Merejil