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UN HISTÓRICO HALLAZGO DEL ARCHIVERO MUNICIPAL: LA FIRMA DE FERNANDO DE ROJAS EN UN DOCUMENTO

REPRESENTACIÓN DE FERNANDO DE ROJAS EN UNA DE LAS PRIMERAS EDICIONES DE LA CELESTINA

 En el año 2019,apareció  en el archivo municipal   por primera vez una firma autógrafa de Fernando de Rojas, autor de “La Celestina” que fue alcalde de Talavera de la Reina, donde vivió entre 1509 y 1541”.

En rueda de prensa con el archivero municipal, Rafael Gómez, explicó que hasta la fecha en todos los documentos que se conocían en los que intervenía Fernando de Rojas como actuante oficial “no había aparecido jamás firma ni rúbrica alguna, ni siquiera como alcalde de la ciudad, responsabilidad que tuvo en diversas etapas históricas”.

Gómez ha avanzado que la firma de Fernando de Rojas apareció con la última documentación adquirida por el ayuntamiento y perteneciente al Archivo Nobiliario de la casa Villatoya.  “Por fin estamos en condiciones de afirmar que Fernando de Rojas nos dejó su huella más personal: la firma con su nombre y rúbrica. Lo único, hasta la fecha, que personaliza a uno de los grandes escritores de la literatura castellana moderna”. Ha añadido que es “un hecho de gran transcendencia que supera las fronteras nacionales”.

El archivero municipal ha indicado que el documento ya fue restaurado en el siglo XIX y consistió en pegar una tira de papel en la doblez medial del documento, que estaba roto y donde aparece la firma, para dar solidez y consistencia al mismo. Esta restauración dejó desajustada la firma y rúbrica de Rojas por la rotura del soporte de papel. El documento consta de 5 páginas contenidas en tres folios; y en el último de ellos está la firma de Fernando de Rojas.

RAFAEL GÓMEZ, ARCHIVERO MUNICIPAL

El documento está fechado el 18 de junio de 1511 y trata sobre los heredamientos, montes, tierras y otros bienes que son en Bencachón, Aceituna y Sauquillo, para que sea protegido y amparado el derecho que Alonso Fernández Aceituno tiene sobre ellos. Comienza el texto así:

“En la villa de Talavera a diez y ocho días del mes de junio, año del nascimiento de nuestro Salvador Jesucristo de mil e quinientos e once años. Este dicho día ante el muy virtuoso señor bachiller Fernando de Rojas, alcalde mayor en la dicha villa por el noble señor licenciado Francisco de Barrionuevo, del consejo del muy ilustre y reverendísimo señor don Fray Francisco Ximénez… etc”.

Fernando de Rojas interviene, como profesional que es (bachiller en leyes), en un acto jurídico. “Y por primera vez refrendando, actuando y dando oficialidad a lo contenido en dicho documento, con el aval de su firma y su rúbrica, y con la autenticación de la firma del notario o escribano público, Juan Castillo”.

No obstante Rafael Gómez ha dicho que “lo mejor está al final; ya que una vez identificado el actuante como alcalde mayor faltaba concluir el documento con la firma del mismo y ante la presencia del notario o escribano público. Dice el texto”:

Ante Juan Castillo, escribano y notario público dado por las autoridades apostólica y real. E otro sí escribano  público, uno de los del número de dicha villa de Talavera que fui presente a todo lo que dicho es en uno con el dicho señor alcalde que aquí firmó su nombre,  Bachiller de Rojas, e con los dichos testigos. Y de mandamiento del dicho señor alcalde (…).

FIRMA DE FERNANDO DE ROJAS HALLADA EN EL ARCHIVO MUNICIPAL DE TALAVERA

“Tanto el papel, como la tinta, así como la firma que suponemos ya manuscrita del propio Fernando de Rojas cumplen con los parámetros documentales de la época y con los modismos y formalidades coetáneos del siglo XVI”, por lo tanto, ha asegurado  Gómez “no nos cabe ninguna duda de que estamos ante la primera firma manuscrita de tan insigne talaverano que muy pronto se naturalizaría en nuestra ciudad”.

Ha explicado igualmente que paralelamente y ante la posibilidad de que pudiera haber alguna muestra o firma más relacionada Fernando de Rojas, “se revisó y releyó el texto completo, y sorpresivamente, Rojas nos da una alegría aunque de manera indirecta en una anotación marginal sin aparente relación con el asunto”.

Entrada trasera del palacio de los Girón, hoy delegación de la Junta de Comunidades, que es tradición fue antiguo ayunta,iemto donde habría ejercido como alcalde Fernando de Rojas

La mención se encuentra en el folio 54 vuelto del mismo documento. Se trata del testamento de Inés Méndez (de la Casa Villatoya fallecida en 1542), que deja a su criado, Juan del Encina “una viña que yo tengo al pago de Terrumbre, hasta dos o tres hoces, e alinda con una viña del bachiller Rojas….”. El pago de Terrumbres está al noroeste de la ciudad, próximo al pago de Pastera en la zona conocida popularmente como “La Tomatera”. Pero Rojas había fallecido el año anterior y su cuerpo sepultado en convento de la Madre de Dios.

 

EL SOLDADO CUATRERO

EL SOLDADO CUATRERO

Causa criminal de la Santa Hermandad Real y Vieja de Talavera

1711

Desertores de la Guerra de Sucesión por la que se entronizó a Felipe V son los protagonistas de esta causa criminal
Desertores de la Guerra de Sucesión por la que se entronizó a Felipe V son los protagonistas de esta causa criminal

Por el puerto de Plasencia ascienden al atardecer cuatro arrieros con sus fuertes y relucientes caballerías. Algunos otros paisanos se han unido a la comitiva pues no son seguros los caminos en estos días. Los soldados que han luchado en la Guerra de Sucesión deambulan por los caminos de una España agotada de sequías y batallas. Un saco de trigo es un tesoro que despierta la codicia más que una bolsa con mil ducados.

Cuatro hombres vestidos de militar, pero con el desaliño de los desertores y soldados licenciados, saltan al camino y, colocándose delante de los viajeros, gritan:

-¡Hagan alto pícaros y desmonten de las mulas!

Pero justo en ese momento llega otro soldado a caballo. Acercándose dos de los asaltantes a él tiran de las mangas de su guerrera derribándolo al suelo. Las víctimas son maniatadas. Al soldado le despojan de sus botas, la silla y el freno, pero el caballo, que tenía la oreja cortada, se lo dejan.

Al registrar los ladrones a uno de los arrieros encuentran alborozados una bolsa con quinientos reales. El hombre intenta rebelarse contra el atropello pero una lluvia de palos cae sobre sus compañeros mientras que él recibe una cuchillada que le desgarra el coleto que lleva puesto y la sangre brota inmovilizando a víctimas y asaltantes. Los soldados se dan a la fuga corriendo entre los riscos y los alcornoques. Uno de los asaltados se santigua por haber salvado la vida. Como se prometió mientras era maniatado, irá a Guadalupe en peregrinación para agradecérselo a la Virgen, estamos a treinta de Agosto y en ocho días será la feria.

Y entonces salieron varios hombre
» Cuatro hombres vestidos de militar pero con el desaliño de los desertores y soldados licenciados saltan al camino…»

José García, el mesonero de la calle del Chorro ya está harto de los cuatro soldados que se han alojado en su casa. El alboroto es continuo, siempre acuden a su casa acompañados de gentes de mal vivir. Cuando, el día anterior, el escándalo le hizo acudir a su habitación, se encontró con una partida de boliche. Cinco o seis individuos lanzaban las bolitas sobre la pequeña mesa cóncava y gritaban cuando conseguían que se introdujeran en los cañoncillos de madera que la bordeaban. Las apuestas y las broncas eran lo último que podía aguantar de estos individuos que entraban y salían cada minuto y cuchicheaban intentando vender unas mulas. Se dirigió hacia el que parecía el jefe y les recriminó su conducta. Como un resorte Francisco de la Iglesia, el que decía ser vecino de Vallecas, se lanzó sobre él gritando que era un pícaro y que habría de matarlo. Sacó la espada y comenzó a golpearle con ella como un poseso, de forma que si no llegan otros huéspedes y vecinos a socorrerle habría acabado con la vida del posadero.

Cuando la Santa Hermandad de Talavera que, como todos los años, había venido a vigilar la feria de Guadalupe, conoció el asunto, acudió a detener al facineroso. Los cuadrilleros se encontraron con él en la calle del Chorro y su teniente de alcalde, don Pablo de Amescua dijo:

-Dese preso y ríndase a la Santa Hermandad

-No quiero ni me da la gana -respondió el sujeto mientras sacaba la espada.

Hasta tres veces se le conminó a rendirse pero los mandobles que lanzaba a diestro y siniestro mantenía alejados a los cuadrilleros, mientras el escribano de la Hermandad anotaba lo sucedido. En un momento de distracción el propio escribano tiró la pluma y empujó al reo que cayó al suelo perdiendo la espada mientras muchos hermanos y comisarios se abalanzaban sobre él consiguiendo reducirle.

Al pasar por la cárcel pública, el arriero peregrino no podía creer lo que veían sus ojos, su querida mula parda con el hocico blanco estaba allí. Los curiosos miraban por la ventana a unos hombres de mal vivir que habían sido detenidos. Eran dos de los soldados que le asaltaron en el Puerto de Plasencia. Pidió hablar con el alcalde de la Santa Hermandad, quería recuperar su hermosa caballería.

Otro testigo salía de la sala cuando él entraba. Era un vecino de Alameda que conocía a uno de los detenidos. Había estado preso en la cárcel de su pueblo por haber robado un bolsillo a un caballero con otros soldados como él que andaban en gavilla.

Otros testigos completaron la biografía del vallecano. Había estado preso en Madrid por haber dado unas puñaladas a traición, pero se llamó a sagrado cuando se refugió en el convento de los jerónimos donde le devolvieron desde la prisión. Consiguió huir y sentó plaza como soldado en el Regimiento de la Costa de Flandes donde desempeñó  funciones de vivandero, consiguiendo víveres y pertrechos para las tropas. Estuvo en la batalla de Brihuega y, acostumbrado a sangrar al pueblo con la protección que le daba el uniforme, siguió con su mala vida. Estuvo vagabundeando en Badajoz y se le acusaba de haber dado muerte a unos hombres a los que asaltó cerca de Palencia.

Cuando la Santa Hermandad quería proceder a su traslado a Talavera, el Corregimiento de La Puebla de Guadalupe entabló conflicto jurisdiccional. Pero, más tarde o más temprano Francisco Iglesias pasaría unos años en presidio o trabajos forzados.

«EL ENCUENTRO», RELATO SOBRE EL ENCUENTRO DE TARIK Y MUZA EN TALAVERA

EL ENCUENTRO

AÑO 713, 94 de la héjira

Representación decimonónica de Tarik
Representación decimonónica de Tarik

Las aguas transparentes del Tajo hacen remolinos entre los tajamares arruinados del viejo puente romano. Jóvenes mujeres bereberes con sus trajes multicolores lavan las vendas de los heridos en la orilla, mientras sus padres y maridos esperan en formación río abajo, junto a la plaza de Caesaróbriga, la villa que más tarde ellos llamarán Talabaira.

Tarik, el gobernador de Tánger que ha conquistado Hispania, va a pasar revista a sus tropas berberiscas. Muza, su señor, se acerca desde Emérita Augusta y la recepción debe ser magnífica. El general ha sabido que el gobernador de Ifriquiya viene furioso por la desobediencia de su liberto, aunque sus batallas le hayan proporcionado un magnífico botín.

Los rostros que Tarik va mirando mientras desfila delante de la caballería son rostros familiares para él. Tres años de batallas y victorias han conseguido que el general conociera hasta las cicatrices de sus soldados. Algunos formaban parte del primer destacamento de cien jinetes que habían cruzado el estrecho en  cuatro bajeles al mando de Tarif ben Maluk, con la complicidad de don Julián y de la facción goda de los hijos de Witiza.

Encuentro de Tarik y Muza

Todo había transcurrido tan rápido desde que las tropas cruzaron las Columnas de Hércules. En una de ellas instaló Tarik su campamento y ya siempre llevaría su nombre,  Chabal Tarik o Gibraltar, que dirán más tarde los cristianos. Sonríe a uno de los caballeros y recuerda cuando en la batalla de la laguna de la Janda le trajo el pendón del rey Rodrigo que corría en desbandada con sus tropas dejando atrás su campamento lleno de riquezas. Luego, una serie imparable de victorias y Córdoba y Toledo, la capital de los godos, que había sido abandonada antes de que él llegara dejando sus tesoros amontonados en iglesias y palacios.

Pasa después delante de los atambores y atabales, que tanto miedo provocan a los politeístas. Son un arma mejor que las espadas porque sin derramar sangre han conseguido abrir las puertas de las ciudades al paso de su ejército triunfador. Los aguerridos peones venidos desde el Atlas con sus adargas de ante que les protegen de flechas y lanzas. Los arqueros se alinean mirando al río y a continuación los lanceros, con las cintas multicolores de sus picas y las banderas que muestran los leones, las águilas y los dragones que atemorizan a los hispanos. Todo está en orden, tal vez sean poco uniformes las vestimentas de sus guerreros pues cada uno luce las telas y los adornos que ha arrebatado en el despojo de los vencidos, pero Tarik, el general del que se dice que puede hacer que sus soldados recen de espaldas a la Meca con sólo ordenarlo, no quiere privar a sus bereberes de la vanidad de exhibir su botín.

Todavía aparecen clavadas en las lanzas a lo largo del río las cabezas de los señores godos que habían opuesto resistencia en Talabaira a la entrada de tropas musulmanas. Se ven aquí y allá las ruinas que los antiguos habían dejado en esta ciudad y, cerca de la desembocadura del arroyo Portiña, todavía se erigen en pie las columnas de un templo pagano de Hércules.

Los mensajeros ya han avisado de la llegada inmediata de Muza y su ejército por la calzada de Emérita Augusta. Las tropas avanzan lentamente, haciéndose esperar. Están compuestas de árabes que no quieren inclinarse ante aquellos bereberes, vencedores, pero bereberes al fin y al cabo. Mientras que los soldados de Muza son árabes, del pueblo del profeta, solamente mostrarán desprecio por esa banda de desarrapados. Además, ellos también han conquistado con la ayuda de los judíos y los cristianos  traidores cien pueblos y ciudades desde Sevilla hasta la poderosa Emérita Augusta.

A un lado y otro del arroyo de La Portiña se sitúan los dos ejércitos con sus jefes frente a frente. Los soldados de Muza  no impresionan a los de Tarik aunque lleven sus capas y sus alfanges de empuñaduras doradas, y los arqueros sus rojas cananas sirias de cuero repujado. Las lanzas de los alféreces brillan al sol de la meseta con sus adornos de plata y los cascos de los capitanes incrustados de piedras preciosas lanzan destellos verdes y encarnados.

Las trpoas musulmanas entran en Hispania...
Las trpoas musulmanas entran en Hispania…

Un redoble de los tambores anuncia la llegada de Muza que aparece magnífico sobre el caballo. Tarik ben Yihad, el conquistador de Hispania se adelanta sobre el suyo, cruza el arroyo, y apeándose de su montura se acerca a su señor que le recibe con gesto serio e irritado mientras el liberto hinca la rodilla en tierra en señal de sumisión. Ambos se saludan en el nombre de Alá pero, cuando Tarik va a comenzar a hablar, recibe un latigazo de Muza que levanta un rumor de sorpresa entre las tropas. El gobernador de Ifriquiya recrimina a su liberto que no haya obedecido sus órdenes esperándole después de las primeras victorias. No puede tolerar que un subordinado haya conquistado la gloria y el inmenso botín del que inmediatamente le pedirá cuenta. Los bereberes se muestran inquietos e indignados por el trato dado a su jefe y esperan una orden suya para lanzarse sobre los orgullosos árabes que tanto les han humillado, pero el general retrocede sumiso con la mejilla enrojecida por el latigazo. A una orden suya, un grupo de prisioneros godos se aproxima llevando en unas parihuelas grandes bultos cubiertos por ricas telas. Llegan ante Muza y las tropas lanzan un grito de admiración al destaparse los regalos que Tarik trae de Toledo para aplacar el enfado de su señor. Ante ellos se encuentra la Mesa de Salomón, toda ella fabricada en oro, plata y piedras preciosas. Es el más preciado tesoro de los reyes godos a los que, además, ha despojado Tarik de sus ricas coronas que aparecen enredadas con sus cadenas cuando se retiran las telas que las cubren. Ante tanta riqueza, Muza parece olvidar su enojo pero Tarik nunca olvidará el latigazo con el que fue humillado delante de sus tropas en Talabaira.

LA LEYENDA DEL NACIMIENTO DEL ALBERCHE

DOS LEYENDAS

Hércules matando al rey Gerión, con las tres cabezas
Hércules matando al rey Gerión, con las tres cabezas

Gerión es el primer rey mitológico de Tartessos. Fue antepasado de Argantonio, el último rey y el que hizo progresar más su reino antes de que un gran cataclismo unido a la presión fenicia y al agotamiento del comercio de los minerales que le proporcionaban su gran riqueza acabara con aquella civilización..

De Gerión dicen los griegos que apacentaba sus manadas de bueyes junto al Guadalquivir y que uno de los trabajos de Hércules fue precisamente arrebatarle esos ganados. Gerión tenía tres cabezas y tres cuerpos y Hércules lo mató atravesando sus tres corazones con una flecha impregnada de la sangre venenosa de la Hydra.

Meandros por las praderas del primer tramo del río Alberche

Rafael Gómez, archivero municipal, ha recogido una curiosísima leyenda de nuestra comarca en la que aparece este rey Gerión como creador del río Alberche.

Hay dos versiones. En una de ellas el gigante Gerión se agacha a beber agua del Tajo y bebe con tanta sed que al levantarse se marea y su vómito hace que nazca el río Alberche. En la segunda lo que le provoca su sed desmedida es una gran necesidad de orinar y esta orina fluyente es la que da lugar al Alberche, cuyo recorrido tendría esa forma peculiar, con la característica gran curva que traza al entrar en la provincia de Madrid para dirigirse luego a Talavera, por el jugueteo con el chorro de la micción del propio gigante Gerión.

El Alberche a su paso por Navalosa
El Alberche a su paso por Navalosa

Hay otra leyenda con la que a veces bromeamos quienes tenemos afición por la historia, que como todas las leyendas puede que tenga algo de verdad. En algunos cronicones de los siglos XVI y XVII que hablan de la historia de Talavera se dice que nuestra ciudad fue fundada “por los griegos de Cádiz” y no es nombre de chirigota. Esto que parece un disparate, pues Cádiz fue en realidad una ciudad fenicia, puede que tenga algo de verdad.  Ya hemos visto cómo hasta el Tajo subió la cultura tartéssica, que era en realidad una cultura indígena con un probable sustrato céltico atlántico y muy influenciada y admirada por los griegos, que siempre la tuvieron como aliada contra las colonias de los fenicios, y que en muchos referencias clásicas se confunde con Cádiz.

¿Y quién nos dice a nosotros que la primera población fundada en la pequeña elevación a orillas del Tajo y La Portiña no lo fuera por gentes de aquella Edad del Bronce tan influenciadas por los “griegos de Cádiz”?

Fuente del nacimiento del Alberche

DOS SALUDADORES, CURANDEROS DELINCUENTES

DOS SALUDADORES

Otra de las causas criminales de la Santa Hermandad Real y Vieja de Talavera, primera policía rural, que se custodian en el Archivo Municipal 

Fuente de Guadalupe en una foto de principios del siglo XX
Fuente de Guadalupe en una foto de principios del siglo XX

Solamente le quedaba la sucia chupa negra que le abrigaba algo en las noches húmedas de la cárcel de la Santa Hermandad de Talavera. Maldita sea la hora en que había conocido a ese buhonero de Arroyopuerco. Habían llegado juntos a Guadalupe y plantaron el rancho junto a la puerta del Campo y Carros del convento. Siempre que acudía a la feria le gustaba acampar allí, a la sombra de la alameda. Había venido con su mujer desde La Corchuela para ver si sacaban algún dinero con las artes de saludador que tantas veces había visto practicar a su padre; pero él no era el séptimo de siete hermanos, ni había nacido en jueves santo, sólo había visto muchas veces cómo su padre recitaba extrañas oraciones mientras escupía a los perros rabiosos, o cómo soplaba con fuerza haciendo gestos extraños a los cerdos aojados que perdían el apetito porque algún vecino había mirado con envidia a su dueño.

Él no tenía esa extraña presencia, esa nariz torcida y esas cejas pobladas de su padre que tanto respeto y credulidad infundían a los ignorantes campesinos a los que les pasaba por la cara su gran medalla, una extraña medalla de bronce que halló en una ocasión, cuando la reja de su arado levantó la lancha de piedra que tapaba una tumba en medio de un barbecho.

Se había dirigido con su mujer y su borrica a la feria de Guadalupe para intentar ganar unas monedas por los pueblos del río Ibor quitando el mal de ojo a las vacas flacas y tristes y comerciando con algunas baratijas. Junto a su rancho acampó otra pareja y observó cómo el hombre escupía sobre un buey que era todo llagas y pellejo. Tenía su mismo oficio, el oficio que Felipe quería aprender y que tantas veces su padre había intentado que abandonara diciéndole:

– Tú no vales para esto, no tienes la gracia y además tienes cara de simple.

– Y puede que su padre tuviera razón, su compañero de celda había conseguido meterlo en un buen lío robando ese par de zapatos charros que con tanta avidez habían mirado sus mujeres. Ya le había advertido María que ese hombre era peligroso, que no se casaba con nadie, pero habían bebido juntos unas jarras de vino con el dinero que les dieron por sanar a un burro mohíno al que había mirado un bizco, y acabaron haciendo un disparate.

 Iglesia del pueblo de los saludadores, La Corchuela de Oropesa
Iglesia del pueblo de los saludadores, La Corchuela de Oropesa

Tan fiel amigo había sido su compañero saludador que cuando fue descubierto al hurtar los zapatos y oyó los gritos de ¡Al ladrón! ¡Al ladrón! que daban los zapateros, metió apresuradamente el fruto del robo en los bolsillos de Felipe. Cuando aquel viandante le agarró por el brazo y le detuvo no pensó que la cosa tuviera gran trascendencia, pero cuando le llevaron a la posada y vio sobre la entrada el pendón de la Santa Hermandad de Talavera supo que su vida acababa de arruinarse.

El que más tarde detuvieran también los cuadrilleros al tal Miguel, que huyó después de meterle los zapatos en los bolsillos, y que ahora compartieran la misma celda no le servía de gran consuelo. A ambos les habían embargado las caballerías, su querida borrica y el caballo tordo de su mezquino compañero, al que también habían quitado un caldero nuevo de cobre, de esos tan hermosos que hacen en Guadalupe y que, interrogado, no había sabido decir de donde lo había sacado.

Llevaban ya más de quince días en la cárcel y todavía no habían dictado sentencia, pero habían oído al pregonero anunciar por las calles de la villa la subasta de los animales y de sus pobres enseres. Solamente pedía la Hermandad trescientos cincuenta reales por las dos bestias, ya que el caballo había dicho el perito que estaba estropeado de los pechos y con un alifafe en cada pie. ¡Santísimo Cristo de La Corchuela!, con los trabajos que había pasado para comprar su borriquilla.

Como fueron reconocidos por los testigos en la posada de Guadalupe, el letrado les había recomendado aceptar los hechos y declararse culpables para evitar males mayores. Felipe mordía nervioso la manga de su chupa negra pensando en la pena que podían imponerles. El presidio, aunque solamente fuera un año, suponía el hambre para su familia y tal vez la muerte para él.

El día uno de octubre recibieron la notificación de la pena. El Cuadrillero Mayor entró en su celda y leyó muy serio unos papeles que decían que el Alcalde de la Santa Hermandad les condenaba a seis años de destierro de Talavera y de  la villa de la Puebla de Nuestra Señora de Guadalupe, a diez leguas en contorno de una y otra y que no le quebranten en modo alguno con apercibimiento y so pena de que el que lo hiciere cumplirá el tiempo que le falte en uno de los presidios de Su Majestad que Dios Guarde. Además la sentencia conllevaba el perdimiento de los bienes embargados y se les advertía de que en ningún caso usaran de la que dicen gracia o llamado oficio de saludador, con apercibimiento de que siempre que se les encuentre usándole o descubriendo la insignia de que normalmente se valen para denotar serlo se procediera contra ellos al más riguroso castigo, sin usar de la benignidad que al presente se practicaba.

Ya lo había dicho su padre, él no era el séptimo de siete hermanos, no había nacido en Jueves Santo, no tenía una cruz en el paladar y ni siquiera había llorado en el vientre de su madre, él no podía ser saludador y además tenía cara de simple.

Causas Criminales de la Santa Hermandad de Talavera. Archivo Municipal, sig. 28/10.

DOS HISTORIAS PARALELAS

DOS HISTORIAS PARALELAS

El mudéjar de Guadalupe guarda grandes similitudes con la arquitectura de la Colegial de Talavera El mudéjar de Guadalupe guarda grandes similitudes con la arquitectura de la Colegial de Talavera

1154 (Río Guadalupejo)

Un hombre jadeante se inclina para beber en las orillas del río Guadalupejo. Sus cuatro compañeros aguardan inquietos, ocultos entre los alisos. Miran en todas las direcciones, como esperando una desgracia que puede sobrevenir en cualquier momento.

Uno de ellos observa cómo el borrico que les acompaña levanta dolido la pata por la caída que ha sufrido en plena huida. Los fugitivos presentan un aspecto poco adecuado para andar por estas sierras, con sus túnicas de seda llenas de arabescos y desgarradas por las zarzas. El que va armado toma el asno del ramal y se dirige hacia la espesura donde, después de descargar un fardo con sumo cuidado, se santigua y asesta una certera puñalada en el cuello al animal que cae desangrándose dando espasmódicas coces de agonía. Con el mismo cuchillo descoyunta una de las patas del pollino que se echa al hombro. Se acerca al resto del grupo y en voz baja le dice al más anciano:

-¡Vamos! Ese no volverá a delatarnos con sus rebuznos. Deprisa, que nos van pisando los talones.

El grupo asciende la empinada cuesta de la ribera entre los robles, han conseguido su objetivo. Los perseguidores han dejado en paz al grueso del grupo que se separó al cruzar el Guadiana dirigiéndose hacia La Xara. Pero, aunque los despistaron, ahora casi oyen la respiración de los soldados de la media luna.

-Debemos esconderla antes de que nos cojan – dice el anciano señalando el fardo.

Junto a una fuente se levantan algunas pizarras que intentan formar una balsa para que beba el ganado. Los hombres sacan sus cuchillos y excavan con ellos la tierra. Ponen una de esas lanchas en el fondo del agujero y otras en los lados formando una caja. Introducen el paquete en su interior. Mientras, el anciano escribe sobre un pergamino que deposita también en el nicho antes de taparlo con piedras y tierra. A continuación,  los cinco hombres desaparecen entre los castaños.

,,,y pidieron los mozárabes huidos de Sevilla ser acogidos en las tierras de Talavera ,,,y pidieron los mozárabes huidos de Sevilla ser acogidos en las tierras de Talavera

Año de 1155 (Talavera)

Junto a la torre de la Colegial esperan los vecinos la llegada del cabildo. Los regidores y hombres buenos van apareciendo por la plaza del Pan y se sientan en la escalinata que, desde tiempo inmemorial, ha servido para las reuniones públicas de la villa. Al final hacen acto de presencia los canónigos el arcediano y otros clérigos de la villa.

Bruscamente cesan el bullicio y los comentarios de la gente cuando ven aparecer, ataviados con vestidos a la morisca, a unas decenas de personas que a primera vista parecerían mendigos, sino fuera por que sus rostros y los nobles pero destrozados harapos que les adornan indican una crianza acomodada.

Imagen de la virgen de Guadalupe en cerámica

A la cabeza va un hombre de edad vestido con sus atributos de obispo que en voz alta se dirige al concejo diciendo:

– Cuando Ab al Mumerr y sus fieras almohades comenzaron a matar a los nuestros en Sevilla, cuando la desgracia llegó a nuestras casas y fueron quemadas nuestras iglesias. Dejamos nuestra tierra, en la que antes nos permitieron vivir los hijos de Mahoma y tuvimos que huir hacia el norte. Llegamos a vuestra villa donde fuimos acogidos y alimentados como hermanos. Hoy, mis amados hijos quieren apelar nuevamente a vuestra caridad para poder ganar el pan que hasta ahora vuestra beneficencia nos ha otorgado. Por esta razón, pedimos a la villa tenga a bien otorgarnos, dentro de los límites de su alfoz, la tierra donde poder construir nuestras casas, aprovechar nuestras granjerías y labrar nuestra propia tierra

Un rincón de Gargantilla, anejo Sevilleja de La Jara, que antes se llamó Cordobilla por ser repoblada por mozárabes huidos de Córdoba

-Los regidores han deliberado y, animados por vuestros hermanos mozárabes que habitan en esta villa, hemos decidido concederos para poblar las tierras que junto a la sierra del Puerto Viejo se hallan incultas y despobladas, para vosotros y vuestros hijos.

-Dios premiará en el cielo lo que hacéis con estos cristianos desdichados que, en recuerdo de la ciudad donde nacieron, llamarán Sevilleja a su nueva patria – respondió el obispo Clemente.

Imagen que muestra la aparición de la Virgen a Gil Cordero indicándole donde se halla la imagen de Guadalupe Imagen que muestra la aparición de la Virgen a Gil Cordero indicándole donde se halla la imagen de Guadalupe

 1274 (  Río Guadalupejo )

Dos hombres se afanan en cargar una mula con anchos caños de corcho recién pelado. Emprenden el camino dejando atrás los rojizos troncos desnudos de los alcornoques.

-Vamos Damián – dice uno de ellos- hay que cubrir la santa imagen antes de que empiecen las lluvias

-Pero decidme ¿Cómo fue hallada la Virgen?. Sabéis que soy nuevo en Alía y no conozco la historia.

-Pues resulta que se hallaba un pastor llamado Gil Cordero por estas sierras y perdió una de sus vacas. La encontró muerta cerca del río y, cuando iba a hacer la cruz sobre ella para desollarla, la vaca se levantó viva apareciéndose la Virgen María en ese momento. Le dijo que fuera a su tierra y avisara a los clérigos y a las gentes para que buscasen en el lugar donde estaba la vaca muerta, porque allí se hallaba una imagen suya. No creyeron al pastor pero, cuando un hijo de él sanó milagrosamente de una mala enfermedad, decidieron cavar y hallaron la imagen con una campanilla y un pergamino. Ya sabéis que con estos corchos haremos el tejado de la capilla que la guardará.

EL ALCALDE BRUJO DE TALAVERA

EL ALCALDE BRUJO DE TALAVERA

Detalle de un panel de azulejos talaveranos en que se representa al diablo
Detalle de un panel de azulejos talaveranos en que se representa al diablo

El licenciado Alonso de Montenegro era alcalde de Talavera a mediados del siglo XVI. En 1558, una beata que vivía junto al convento de la Madre de Dios le denuncia por nigromante o brujo ante el comisario del Santo Oficio, según nos cuenta J.Blazquez de Miguel en su magnífico trabajo sobre «Herejía y Heerodoxia en Talavera».

En una discusión con su hermana la denunciante le había oído decir que los dos eran moros, y que el abuelo de ambos le había dejado un libro de encantamientos por el que sin tener dinero ni heredades podría tener de comer para toda la prolongada vida que le esperaba. Para que los encantamientos del libro tuvieran su efecto debía cumplir con los preceptos de sus antepasados y renegar de la fe cristiana, a lo que le obligó su padre escupiéndole después en la cara para confirmarlo. El brujo le ordenó a su hermana que también renegara y adorara al diablo pero ella se negó, por lo que la discusión fue a mayores golpeándola y arrastrándola del pelo.

A ella también le achacaban las gentes no pocas barbaridades, pues se decía que había consentido el asesinato de uno de sus hijos, otro se había ahogado en extrañas circunstancias y un tercero había sido azotado salvajemente por su propio padre y su tío Montenegro, crucificándole y coronándole de espinas.

Representación de los demonios llevando las almas condenadas en el Juicio Final en azulejería de Piedraescrita
Representación de los demonios llevando las almas condenadas en el Juicio Final en azulejería de Piedraescrita

También la acusaban de permitir las relaciones de su hijo con varias mujeres entre las que se encontraba una criada de la casa a la que hicieron abortar y enterrar el niño en el corral después de asesinarlo. Incluso se aseguraba que en un cuarto retirado de su casa conservaban carne momificada de niños colgando del techo y que Montenegro mantenía además relaciones sexuales con su hermana. El alcalde nigromante contrajo matrimonio tres veces en tierras navarras y otra más con una mujer de Santa Olalla con fama de judía pero con cierta fortuna, terminando así con sus apuros económicos.

Llegó más tarde a ser alcalde de Talavera y se decía que castigaba a los buenos y mandaba liberar a los malos, entre los que se contaba una mujer a la que favoreció a cambio de que le enseñara sus artes maléficas. Se acusó a la presunta bruja de haber ido con él al cementerio de El Salvador donde le aconsejó que a la luz de una vela de pez y delante del libro de su abuelo reverenciase a Lucifer y a cambio de su favor le entregasesu alma y la de sus tres hijos. También conseguía, según las acusaciones de varios testigos, provocar fuertes tormentas e inundaciones contra los “cristianillos talaveranos” y sabía conjuros de amor por los que hacía que se enamoraran los jóvenes. Cuando más tarde se casó con las tres mujeres navarras y fue descubierto, el polígamo reconoció serlo y alegó estar enamorado de las cuatro mujeres. No se libró por ello de ser condenado a galeras, aunque por ser hidalgo pudo evitar el castigo pagando una multa. El comisario del Santo Oficio consultó el caso con el prior del convento dominico de San Ginés, pero no sabemos si porque era hombre influyente o porque no había pruebas de los hechos denunciados se olvidó la cuestión.

Demonios y monstruos en un panel del siglo XVI sobre la vida de San Antonio Abad

Los Montenegro eran una noble familia que fundaron a finales del siglo XV la capilla de Santa María del Pópulo en la Colegial enterrándose allí el fundador de la misma y padre o abuelo de nuestro brujo, llamado también Alonso de Montenegro.

BRUJAS TALAVERANAS

BRUJAS TALAVERANAS

La Celestina, la más famosa de las brujas talaveranas
La Celestina, la más famosa de las brujas talaveranas

En la patria de La Celestina, la más famosa hechicera de todos los tiempos, encontramos en los procesos inquisitoriales investigados por Juan Blázquez de Miguel varios casos de talaveranas encausadas por sus supuestas prácticas brujeriles.

Una de ellas es Rosa, una criada de la noble familia de los Gaitán que es acusada ante el Santo Oficio por intentar hacer determinados rituales para atraer a los hombres con los que pretendía relacionarse. Estos conjuros se unían a veces a la ligazón o provocación de impotencia del amado para que no pudiera mantener con otras mujeres relaciones sexuales. Y de ahí precisamente viene la palabra ligar, empleada para definir las relaciones entre jóvenes, o flirteo que dicen los anglosajones. Estos rituales eran muy variados pero en el caso que nos ocupa se hacían mediante algunas jaculatorias que recitaba a Santa Margarita, y otra más curiosa en la que Rosa mezclaba a personajes mitológicos con sus deseos sexuales: “Conjúrote agua mistura dañada por el gran Plutón y por Proserpina y por la laguna Estigia y su confusión por el cancerbero y las furias infernales y por todos sus secuaces y por aquellos que conjurar te puedo”. Aunque la Inquisición intervino en este caso no dieron demasiada importancia a las invocaciones de la chacha enamorada.

Hubo en el siglo XVI varias brujas en Talavera conocidas por toda la población. Una de ellas era Francisca Virueña, que había enseñado algunos conjuros a Montenegro, el alcalde brujo de nuestra ciudad al que nos referiremos en posteriores capítulos. Otra bruja que tenía atemorizada a la villa por su agresividad era una tal Isabel Hernández. Ambas eran amigas, pero enemigas acérrimas de una beata llamada Catalina González, quien por otra parte había denunciado a Montenegro ante el Santo Oficio. En cierta ocasión en la que la encontraron en la ermita de los Santos Mártires, hoy desaparecida pero que se situaba en las cercanías de la actual iglesia del mismo nombre, intentaron ahorcarla entre las dos brujas, cortarla la lengua y aplastarla la cabeza con una piedra si no renegaba de su fe. Para convencerla intentaron también hacerla ver lo rica que sería si se entregaba a las fuerzas infernales, y para ello lanzó Francisca dinero al aire invocando a Barrabás, a Satanás y al Diablo Cojuelo, asegurando los testigos que las monedas estuvieron un rato revoloteando por el templo.

La más famosa bruja que aparece en los expedientes de la Inquisición referentes a Talavera fue Catalina Sánchez. De ella se decía que a medianoche hacía toda una serie de ritos satánicos en torno a la iglesia de San Andrés, junto al panteón de los Carvajales, unos nobles talaveranos protectores de esa iglesia cuyos restos se encontraron en el siglo XIX revueltos y maltratados al abrir la cripta. Llevaba Catalina nueve monedas, número cabalístico, que colocaba en las esquinas del templo, y como hemos podido ver en tantas películas, trazaba un círculo, considerado como puerta del infierno por oposición a la cruz. Se metía en él e invocaba después a los Carvajales en la iglesia de San Andrés

Placa de los Carvajales en la iglesia de San Andrés, bajo la que Catalina hacía sus brujerías

Los elementos más pintorescos eran utilizados por las brujas en sus pócimas demonios que aparecían en forma de cochinos que intentaban acometerla, aunque ella se defendía lanzándoles agua bendita y amenazándoles con reliquias de santos.

En 1649 es procesada otra mujer llamada Mariana Álvarez por sus prácticas curanderiles para quitar el “fuego en el rostro”. Otro curandero de Castañar de Ibor al que acudían las mujeres que habían dejado de producir leche en la lactancia, daba unas sopas de pan a una perra que estuviese criando y cuando el chucho las tenía bien babeadas se las daba a la mujer para que produjera leche.

Otras prácticas por las que fueron procesadas brujas de la tierra talaverana estaban relacionadas con los juegos de azar y otros procedimientos con los que intentaban hacerse ricas. Como el que usaba una mujer apodada “la Carroña” que ya en el siglo XVIII llevaba una sota de espadas a misa y cuando consagraban la hostia decía “Adórote sota de espadas”. Con esta simpleza pretendía ganar a los naipes la riqueza que le había negado la fortuna.

Las Hechiceras

...y el galán perdió su virilidad...
…y el galán perdió su virilidad…

Juan Blázquez nos cuenta en su estudio sobre los procesos de la Inquisición en Talavera varias causas en las que las mujeres hacían prácticas hechiceriles, algo diferentes en el concepto a las de las brujas, pues en general solamente pretendían con ellas atraer a los varones. Una de estas hechiceras era Francisca, una prostituta con marido consentidor que había sido desterrada a Talavera. Se la conocieron varios hechos entre los que abundaban los rituales para conseguir que determinados varones se enamoraran de sus clientas y durante los que invocaba en su patio al Diablo Cojuelo, mientras con un sarmiento azotaba a una banqueta. Era éste un demonio muy popular y conocido por su rapidez, sus travesuras y haber traído a los humanos los pecaminosos bailes de la chacona y la zarabanda.

Juana de Mora hacía también conjuros para atraer a los caballeros hacia sus enamoradas, que para conseguirlo debían quitarles alguna prenda, como botones o trozos de tela de sus trajes. Algo en definitiva que antes hubieran tocado sus víctimas, como hace La Celestina cuando le pide a Melibea un papel con una oración que tiene a Santa Apolonia contra el dolor de muelas, lo que se conoce como prácticas de philocaptio por los estudiosos de los temas brujeriles.

Teresa García era otra hechicera que utilizaba un conjuro mientras quemaba romero en su cocina. Si los restos y cenizas quedaban blancos era buena señal, pero si quedaban negros había poca esperanza de que volviera el hombre amado. Más chocante aún era coger un tiesto de tierra pisada con el pie izquierdo y decir el conjuro más utilizado en estos menesteres: “ Con dos te miro, con tres te mato, la sangre le bebo, el corazón le parto, que vengas tan sujeto a mí como la suela de mi zapato”.

Otro remedio utilizado por una bruja llamada Francisca era hacer un bollo con sangre menstrual de la enamorada y dárselo a comer al hombre deseado, asegurándose la eficacia del remedio colocando bajo la cama un tiesto con un cagajón de burro y semillas de centeno, que luego, ya crecido, se cortaba y se mezclaba con lechuga dándoselo al infeliz de turno. Las habas se utilizaban para, según se dispusieran al tirarlas, saber si habría o no relaciones sexuales con el amado.

También eran elementos muy frecuentes en estos ritos el cilantro, la sal, y la soga o el unto de ahorcado.La muy conocida bruja talaverana Catalina Sánchez decía conocer unos polvos secretos que rociados sobre la cabeza del amado le hacían caer en los brazos de su clienta, despertándosele por la noche un gran deseo de tener relaciones sexuales con ella. Como otras hechiceras, también ligaban a los hombres, es decir, les dejaban impotentes para que no tuvieran relaciones con otras mujeres o simplemente

“Se quejaba por toda la villa de que se había acostado con tres piernas y se había levantado con dos” por motivos de venganza. Como le sucedió con María Peña a un tal Miguel de Lagartera, que tuvo con ella una disputa por el trigo en un molino y por la noche le hizo desaparecer el pene, según él mismo clamaba por toda la villa, diciendo que se había acostado con tres pies y había amanecido con dos. Él mismo después de intentar otros remedios, acudió a la hechicera que, metiendo sus manos bajo un guardapies que le colocó y manipulándole la zona hechizada consiguió que le apareciera el preciado órgano por el que tanto suspiraba la víctima. Otra forma de ligar a los hombres era hacer cinco nudos en un pañuelo manchado de semen de la víctima, elemento muy frecuente también en estos conjuros junto a los pelos del pubis. Uno de estos hombres aseguraba a sus vecinos y al Santo Oficio que «se sintió muy malo, con grandes dolores en sus partes…y el miembro viril se le encoxió de tal manera que le parece ha quedado casi sin nada»

Ya en el siglo XVIII, otra bruja llamada Bernarda González utilizaba para desligar o curar la impotencia otros métodos más pintorescos. El primero era dar al afectado tres cintas verdes con tres nudos que debería ir arrojando en la calle en diferentes lugares. El otro sistema consistía en conseguir en tres iglesias diferentes tres pucheros de agua bendita y cocer en ella una gallina negra para después lavarse los genitales rezando cinco Credos a San Antonio. Esto de la ligazón era creído hasta por la propia Iglesia que lo condenaba y daba algunos remedios para ello, como rezar en demasía, la repetición exhaustiva de la señal de la cruz, e incluso el exorcismo.

EL GUERRILLERO DE LA JARA

EL GUERRILLERO DE LA JARA

1946

Guerrilleros antifranquistas durante una acción Guerrilleros antifranquistas durante una acción

Los guardias civiles arrastran pesadamente sus capotes entre el monte bajo. Van despacio, los fríos bajan la savia de la jara y sus tallos se hacen quebradizos. Cualquier mal paso puede ser escuchado por los maquis y echar a perder toda la operación. Más de doscientos hombres entre guardias y falangistas se despliegan en silencio por las barreras del cerro de Ballesteros, cerca de Navalvillar de Ibor. Un grito del comandante hace que dé comienzo el ataque sorpresa contra la partida de “Quincoces”. El campamento debía ser sorprendido pero el grupo de “Jabato” da la voz de alarma y comienza el enfrentamiento con los guardias que les desbordan en número. Muere el mismo “Jabato”, el “Jopo” y “Sergio”. La desbandada es general y cinco guerrilleros más son detenidos.

Entre los brezos, el “Mejicano” se aplasta en el suelo junto a “Daniela” mujer del “Madroño” que ha sido hecho preso. Los dos observan aterrados cómo un guardia va recogiendo las municiones y la máquina de escribir que han dejado los guerrilleros en la huida se acerca a un canasto de esparto y se agacha al oír el llanto de un niño de pecho. Toma al niño y avisa al cabo que le ordena que se lo lleve. El “Mejicano” tiene que sujetar a la mujer que intenta saltar sobre el guardia para recuperar a su hijo, pero sabe que si lo hace es casi seguro que acabará acribillada a balazos y mordiéndose los puños  se traga las lágrimas contra el barro.

Los supervivientes corren como animales perseguidos por una reala y cruzan el Gualija resbalando con los cantos del río y calándose hasta los huesos un frío treinta de Diciembre. Las cuevas de la sierra o los doblaos de las labranzas y los molinos serán el escondite donde se oculten como alimañas maldurmiendo su pavor. Pronto será fácil encontrar una justificación ante ellos mismos que les lleve a abandonar la lucha armada y, resbalando por la cuesta del miedo, del acoso y de las palizas a sus familiares, es posible que pronto lleguen incluso a la delación. Otros, más fuertes o más convencidos, continuarán en la sierra. Entre ellos, el jefe de la catorce división, Jesús Gómez Recio, el tratante de “Aldeanovita” conocido como “Quincoces”, la leyenda guerillera de la Sierra de Altamira.

Jesús Gómez Recio, "Quincoces" el maqui de Aldeanovita en una fotografía durante el servicio militar Jesús Gómez Recio, «Quincoces» el maqui de Aldeanovita en una fotografía durante el servicio militar

Escondido entre las risqueras de la cumbre Jesús puede contemplar las llanuras pardas de su tierra, La Jara se extiende a sus pies y enfrente asoma la sierra de La Estrella como un volcán. Mientras esperan la hora de encontrarse con el “Manco”, su enlace de Valdelacasa, “Quincoces” piensa en lo precario de su situación. Desde lo de cerro Ballesteros todo ha ido de mal en peor. En Sevilleja han desertado “Cartón” y “Pepillo”, en los enfrentamientos de Los Alares y Piedraescrita han muerto “Salamanca”, “Acero” y “Compadre” y, después, todo ha sido un goteo de muertes y deserciones en cadena. Jesús es un hombre serio pero ya es también un hombre triste. Están lejos los tiempos en que tenían en jaque a los guardias e incluso se reunían en Talavera con los compañeros de Gredos y los de “Chaquetalarga” para coordinar ofensivas finales que nunca llegaron. Recuerda cuando tomaron el pueblo de Higuera de Albalat y, aunque temerosa, la población cantó con ellos la Internacional mientras él les arengaba desde el balcón del ayuntamiento. Todavía entonces pensaban que los ingleses y los franceses harían caer la dictadura de Franco. Jesús es guerrillero, ir rateando por las labranzas y majadas para comer o haciendo secuestros para sobrevivir no es la idea que “Quincoces” tiene de la lucha revolucionaria y, aunque ha habido algunos golpes afortunados como el de la central eléctrica de Belvis de Monroy, su lucha es ya sólo una pelea por la supervivencia. Lo mejor será huir a Portugal o a Francia, pero antes van a contactar con el “Manco” en la Gargantilla Ciega de Valdelacasa, es necesario conseguir munición y documentación.

A su lado fuma un cigarro “Lenín”, hermano del “Manco” mientras esperan a que anochezca. Jesús observa un grupo de buitres sobrevolando el valle del Gualija y recuerda sus días felices en Aldeanueva, con sus cinco hijos y una inquietud por mejorar la miserable vida de sus paisanos que le comía las tripas. Hasta llegó a ser alcalde por más que su mujer Isabel, conociendo su genio, quisiera alejarle de la política. Por eso consiguió que se trasladaran al Pantano de Cijara para comenzar una nueva vida que rompió el alzamiento fascista. El miedo a los culatazos nocturnos en la puerta y a las palizas hacen que Jesús se escape de la cárcel de su pueblo y nazca el mito de “Quincoces”.

Guerrilleros de la zona centro detenidos Guerrilleros de la zona centro detenidos

Abajo humean las casas de la labranza de Marcos y entre la penumbra se van perdiendo de vista los muros de un viejo castillo donde, como Jesús, unos hombres se defendían de otros hombres por estas sierras en las que, desde siempre, se echaron al monte gentes perseguidas.

Ha llegado la hora, los dos hombres van descendiendo hacia las casillas del valle donde, por las señales convenidas que ha dejado el “Manco”, saben que no hay peligro de emboscada. Pero no saben que el de Valdelacasa ha sido detenido hace unos días y con los expeditivos métodos de cuartelillo ha revelado el lugar donde ha de encontrarse con su hermano y su jefe. Él mismo sale a recibirlos por el camino y el grupo desciende sierra abajo. Los dos hermanos se adelantan charlando y “Quincoces” queda algo retrasado cuando se escucha el primer tiro que viene de entre las jaras. El fuego cruzado de los guardias civiles acaba con la vida de los tres hombres.

En Gargantilla Ciega todavía puede verse un montón de piedras, el majano que señala el lugar donde cayó Jesús Gómez Recio, el guerrillero de La Jara.

UNA YEGUA DEMASIADO BARATA. otra causa criminal de la santa hermandad

UNA YEGUA DEMASIADO BARATA (1733)

Una nueva causa Criminal de la Santa Hermandad de Talavera que relata uno de los muchos delitos «famélicos», delitos ocasionados por la pura miseria de los campesinos en el siglo XVIII

Rollo de La Puebla de Naciados, donde se desarrollan parte de los hechos Rollo de La Puebla de Naciados, donde se desarrollan parte de los hechos

Diego Pérez estaba cansado de rodar. Desde los ocho años andaba de lugar en lugar trabajando en lo que buenamente podía para subsistir. Salió de Carmena, el pueblo donde nació, y estuvo guardando viñas por tierra de Vallecas cuando comenzaba a tener uso de razón. Cuando su bigote era apenas una pelusa negruzca entró a servir al Rey en el Regimiento de Navarra  de donde, harto de ser soldado, se fugó.

Dando tumbos vino a servir a un hortelano de Pueblanueva que apenas sacaba para comer él y su familia, pero le dejaban dormir en el pajar y tenía un poco de pan y cebolla para ir tirando. Su siguiente destino fue La Puebla de Naciados, cerca de Caleruela. Era una villa que sólo tenía de villa el rollo que presidía la plazuela formada por las cuatro casas que quedaron cuando una plaga de termitas arruinó todos los tejados. Allí sirvió siete años al sacristán de un pueblo sin feligreses y a un jerónimo del monasterio de Yuste que vivía allí cuidando de sus propiedades. Luego se fue a Calzada de Oropesa y encontró una mujer que le quiso por lo poco que era y fueron sobreviviendo los dos trabajando en lo que salía. Al final resultaba que lo que mejor sabía hacer a sus cuarenta y cuatro años de vida era trocar caballerías y dedicarse al trato de cualquier clase de animal. Cuanto había rodado para acabar viviendo de un oficio que los gitanos dominaban como nadie.

Llanuras de campo Arañuelo con Gredos al fonde

Llanuras de campo Arañuelo con Gredos al fondo

Aquel día, volvía de Madrid de uno de esos trapicheos y se desvió un poco del camino a la altura de Cazalegas asomándose al valle del Alberche. Era diciembre y se resguardó de la brisa fría del atardecer sentándose detrás de un chaparro. Abajo, entre los álamos, pastaban las ovejas de la cabaña de los jesuitas de Segovia que todos los años bajaban para aprovechar las hierbas de invierno en la Dehesa de Cazalegas. El mayoral y dos rabadanes se esforzaban en sacar a dos ovejas que habían caído al río impidiéndolas volver a subir a la orilla unos zarzales. Diego pensó que era el momento, ya lo había hecho otras veces y no le había sucedido nada. ¿Porqué resignarse a tanta miseria?, a los jesuitas seguro que no les hacía falta esa yegua blanca apartada del resto de las caballerías y que además estaba preñada. Bajó entre los chaparros y los enebros de la barrera, ató al animal una cuerda por el pescuezo, montó a pelo y, cuando el sol se ponía detrás de Talavera, ya estaba lejos de los segovianos.

Pero una yegua blanca preñada y tan hermosa, aunque no tenía hierros ni cortes en las orejas, sería identificada con facilidad si se emprendía su persecución. Después de dejarla unos días en la dehesa de La Calzada, entre los alcornocales más apartados, pensó que sería más fácil deshacerse de ella alejándose de un lugar tan transitado por los serranos que iban y venían por la cañada. Tenía que venderla rápidamente, se alejaría hasta las sierras de Guadalupe

Esa tarde llegó a Castañar de Ibor, y pronto se dio cuenta de que una yegua era una mercancía demasiado valiosa para las humildes economías de aquellos cabreros y colmeneros. Había llegado a ofrecerla por un precio casi ridículo, por un burro, una lechona y cuarenta reales. No le gustaba cómo le había mirado aquel hombre que intentaba adivinar su rostro bajo el ala de la montera negra. Por eso no le extrañó cuando esa misma noche le hicieron preso en nombre de la Santa Hermandad, le pusieron una cadena y le encerraron en la cárcel del lugar.

Chozo de pastor en Castañar de Ibor

Su historia no había convencido, aunque añadió detalles que adobaban el cuento, como que la yegua era hermana de otra de un sacerdote de Herreruela que había perdido el juicio. Respondió al cuadrillero que la había cambiado por un caballo y veinticinco reales para, después, trocarla por dos burros que le venían aparentes para su trabajo de arriero. Los tiritones de frío le mantenían despierto en el cuartucho que hacía de cárcel en El Castañar de Ibor. Durante la noche pasada en vela pensó que había metido la pata, que preguntarían a los vecinos de Herreruela y sus embustes quedarían al descubierto. Así que, a grandes voces, llamó nervioso al carcelero para hacer una nueva declaración al cuadrillero de la Hermandad pero se trataba de otra de sus inconsistentes versiones. Dijo que la yegua había sido abandonada por unos trashumantes en la dehesa de La Calzada y, como había transcurrido mucho tiempo sin aparecer el dueño, el guarda se la regaló. Puesto que, según él, esta era la verdad, pedía que se le dejara libre y que la yegua se entregara al mostrenco, pues le correspondía al no haberse hallado el dueño. Visto que tampoco creyeron el nuevo relato de los hechos, esa noche, forzando el pedal de la cadena, se fugó.

El ladrón de ganado fue a refugiarse a una cabaña de pastores junto a Puebla de Naciados. La sola presencia de los cuadrilleros hizo quebrar de inmediato en los vecinos los más leves conatos de encubrimiento y su escondite fue descubierto al día siguiente de su fuga. Lo primero que hicieron fue embargar todas sus propiedades, una nueva confiscación de la miseria que en la enumeración de los modestos bienes iba pintado una vida sin alegrías:

El ladrón se ocultó en la dehesa de La Calzada

Cuatro morcillas, un poco de longaniza y su bondejo, una hoja de tocino, una sartén, una almohada con su lana, una manta vieja, una sábana más que demediada, unos fajones, una faja de paño y una camisa de lienzo. No le quedaría nada y debería dar gracias si no le condenaban a presidio, robar una yegua era un acto muy grave entonces. Un delito de gitanos, pensó él, pero un gitano jamás se hubiera dejado coger por el precipitado error de pedir un precio demasiado barato por una yegua blanca.

Causas Criminales de la Santa Hermandad. Archivo Municipal de Talavera

Miguel Méndez-Cabeza