Archivo de la categoría: Cerámica y artesanía

SOROLLA Y RUIZ DE LUNA (y 2) su correspondencia

En el museo Sorolla también se custodia alguna correspondencia entre el pintor y el ceramista que vamos a comentar:

En 1909 se data esta carta de la que se desprende que Sorolla conoció a Ruiz de Luna antes de su visita a Talavera, Oropesa y Lagartera en 1912 para buscar tipos para su obra de la Hispanic Society

Carta de Juan Ruiz de Luna y Enrique Guijo a Sorolla, expresando la grata impresión que conservan de su cariñoso recibimiento y de la entusiasta apreciación de sus trabajos, que hoy les permite proseguir con su empresa con gran aliento y entusiasmo. Agradecen su apoyo y el de Mariano Benlliure, y esperan poder recibirles en la fábrica a los dos pronto. Si efectúan dicha visita, les piden que avisen con antelación, para tenerles preparados algunos objetos antiguos de fabricación talaverana en sedas y cerámicas, para que puedan contemplarlos. Adjuntan el talón de una caja que contiene tres platos, una media fuente de Talavera y un frutero de Puente del Arzobispo, que aunque no son de lo mejor que tienen, si poseen «algún carácter», con la esperanza de que los acepten y formen parte de su colección.

Otra de las cartas datada en abril de 1912, justo después de la visita de Sorolla a Talavera, Oropesa y Lagartera. En esta correspondencia aparecen detalles sobre los encargos realizados por el pintor al ceramista para su casa de Madrid. Esta carta es resumida así en la ficha del museo:

Carta de Juan Ruiz de Luna a Sorolla, lamentando el fracaso en el asunto de las tejas, como ya le comunicó su compañero Guijo Navarro, y expresa su disgusto por no poder complacerle.
Le explica que no le ha escrito antes sobre el tema de las columnas por encontrarse su dueño fuera. Éste llegará ya en un par de días y podrá ultimar este asunto.
Ha sabido por Guijo que ha tomado medidas de su encargo, que se ejecutará tan pronto las remita.
En posdata añade que le adjunta un talón por tres cajas que contenían los cacharros que escogió en la fábrica y los que encargó. Las macetas se las mandará en cuanto estén.

Foto del arrimadero y piezas cerámicas de la habitación en la que trabajó Ruiz de Luna en la casa museo de Sorolla en Madrid

La tercera carta está fechada en octubre de 1912 e igualmente hace referencia a los encargos de Sorolla a Ruiz de Luna:

Carta de Juan Ruiz de Luna y Enrique Guijo Navarro a Sorolla, en Talavera, en la que le comunican que le adjuntan un talón de las 88 cajas que le envían, que contienen los azulejos del patio y de la habitación que les había encargado, y que esperan sean de su agrado.
Le informan de que esa tarde se han facturado las columnas, basas y capiteles que encargó al sr. Luna. Incluirán la factura en el talón si la han acabado, en caso contrario se la mandarán al día siguiente.
Le ofrecen los servicios de un chico que tienen en la fábrica para la colocación de azulejos, especificando que su jornal es de 6 pesetas diarias cuando sale fuera, más el viaje de ida y vuelta
.

La cuarta carta es de de Juan Ruiz de Luna y Enrique Guijo Navarro a Sorolla, adjuntándole un talón por cuatro cajas de 80 azulejos, que como han sabido por el albañil, necesita para los ángulos de la puerta.

Boceto de Sorolla de la habitación de su casa museo que encargó a Ruiz de Luna
Otra carta de noviembre de 1912 trata de la instalación de los azulejos encargados por Sorolla:

Carta de Juan Ruiz de Luna a Sorolla comentándole que en, cuanto llegó a la fábrica, comenzó a pintar los azulejos para aprovechar así un horno que estaban cargando, y que por eso no le ha dado tiempo a consultarle primero si la cenefa era la misma que tienen sus azulejos del patio, convencido de que era igual a las que hay en la catedral de Lérida.
Por este motivo no le ha podido mandar al chico para colocar los azulejos, como habían convenido cuando se vieron. Le advierte que al mandarle al operario de la casa, éste no podrá llevar consigo más que las herramientas manuales, tales como peleta, nivel, etc., siendo necesario que Sorolla tenga dispuestos los artefactos necesarios para mezclar la cal y la arena para la colocación de los azulejos. Le aconseja que se emplee una mezcla de cal común envuelta con algo de cemento, pues es la mejor argamasa especialmente para los azulejos de la planta baja, puesto que al yeso le ataca mucho la humedad. Si esto le produce algún inconveniente o molestia, puede recurrir al operario de Madrid que ya le colocado otros azulejos.
Boceto de un fragmento de un friso de azulejos. Boceto para un friso, probablemente un arrimadero, de azulejos. Es de estilo Renacimiento, dentro de los historicismos de comienzos de siglo XIX. Está firmado por E. Guijo y fechado en 1912. Corresponde por tanto a los talleres talaveranos. Enrique Guijo Navarro formó sociedad con Juan Ruiz de Luna en 1908, llamándose «Ruiz de Luna e Guijo y Cía», durando hasta 1915 en que Ruiz de Luna se convierte en el único propietario.

Parece que hubo algún problema con la retribución del operario que puso los azulejos porque una carta de Enero de 1913 de Sixto de la Cruz, tal vez contable de la empresa de Ruiz de Luna, pues la carta lleva su membrete y habla de los 80 azulejos encargados a los que se refiere la carta anterior:


Carta de Sixto de la Cruz a un tal Luis (?), diciéndole que ese mismo día ha escrito el maestro al Sr. Joaquín Sorolla, diciéndole que le entregue (a Luis), cincuenta pesetas, o lo que él necesite. Si Sorolla no se las da o no le dice nada, tendrá que preguntarle si no le ha escrito el Sr. Luna para decirle que le entregue ese dinero que le es necesario, y que el Sr. Luna le ha dicho que se lo pida en carta de 1 de enero.

En otra entrada hablaremos de la cerámica de Talavera en la casa-museo Sorolla

EL QUIJOTE EN LA CERÁMICA DE TALAVERA ( y 2)

EL QUIJOTE EN LA CERÁMICA DE TALAVERA ( y 2)

Ánfora con escena quijotesca del Centro Cerámico de Talavera. Foto de Vicente Canseco

Más tarde extiende Ruiz de Luna los motivos de El Quijote a todo tipo de piezas, no solo de azulejería, y otros ceramistas como Niveiro también utiliza en su alfar de El Carmen las escenas cervantinas, además de todos esos ceramistas de gran calidad pero desgraciadamente considerados como segundones, eclipsados por la luz de Ruiz de Luna, aunque indudablemente merecen también estar en lugar destacado de la historia de nuestra cerámica. Me refiero a los Henche – con su obra de decoración con azulejería de la venta de El Toboso-, Montemayor, Ginestal y Machuca, Durán y tantos otros que acompañaron en su aventura a los dos más famosos alfares del siglo XX sin desmerecer en absoluto y escribiendo una página importante de la historia de nuestra cerámica por su inquebrantable resistencia a que desapareciera su actividad.

Por razones obvias la dictadura de Franco, nacida de una Guerra Civil en la que el bando ganador se llamaba a sí mismo de los nacionales, los motivos de las antiguas glorias culturales de España eran magnificados, y el Quijote era nuestra obra más universal, por lo que el ámbito cultural de la época también era el adecuado para que se valoraran los motivos cervantinos. Durante los años que transcurren entre el cierre de los alfares de Ruiz de Luna y Niveiro y el nuevo renacimiento actual de nuestra cerámica, pasan los años setenta con el alfar de Mauri y Corrochano como taller artesanal más productivo y expansionista, acompañado de otros muchos que languidecían manteniendo apenas encendida la antorcha de nuestra artesanía. También entonces son muchos los alfares que tienen en los motivos de el Ingenioso Hidalgo un recurso pictórico con buena demanda comercial, por lo que se han mantenido hasta ahora, momento en que todos los actuales obradores, algunos con raíces familiares y muchos otros nutridos con las jóvenes manos salidas de la Escuela de Artes y Oficios, continúan inspirándose en los viejos motivos cervantinos, aunque innovando en muchos casos en formas y en colores, pero sin perder nunca el espíritu tradicional que desde hace siglos guía a nuestra artesanía.

Escena del Quijote de Artesanía Talaverana. Foto de Vicente Canseco

Las piezas sobre las que aparece el loco genial y su escudero son de lo más variopintas. En primer lugar, debemos hacer referencia a los paneles de azulejería que en número de doce hasta casi cien están destinados a decorar superficies de dimensiones muy variables. Muchos de ellos presentan grecas renacimiento enmarcando la escena quijotesca y otros simplemente dibujan el motivo sin orla o cenefa alguna que lo enmarque. Algunos alfares conservan las técnicas y motivos de la cerámica talaverana del siglo XVI y XVII, mientras que otros utilizan los nuevos pigmentos que les dan juego para mayores variaciones de tonos y colores. Es precisamente en estos paneles en los que también los dibujos se suelen salir de los moldes tradicionales mediante diferentes enfoques artísticos, desde el intento de conseguir cuadros que podrían confundirse con pinturas al óleo hasta los que por la sencillez y colorido de su paleta podrían parecer viñetas de comics. Lo que no es en absoluto peyorativo porque ¿Qué eran los paneles que representaban hace cuatro siglos en las iglesias las vidas de santos y las escenas de la vida de Jesús o de la Virgen, sino un tebeo en barro, no exento de arte por supuesto, pero con el que se pretendía llegar a la mentalidad sencilla y muchas veces analfabeta de los feligreses.

Panel de azulejos con escena quijotesca de Cerro. Foto Vicente Canseco

El segundo soporte más frecuente de los motivos quijotescos es el de los platos, en policromía o en tonos azules, con diseños tradicionales o más avanzados pero que, como sucede con los paneles de azulejos, si son de trazado clásico se suelen enmarcar con bordes azules con algún filete y grecas renacentistas ocupando el ala y dejando el fondo del plato para la escena, mientras que si son diseños más modernos se extiende la escena, en general, a toda la superficie de la pieza. Estos platos pueden ser lisos, de borde ondulado o levemente lobulado, e incluso de castañuelas o de borde rizado, como las vajillas ideadas por Ruiz de Luna.

Algo parecido sucede con las bandejas, que pueden ser ovaladas o rectangulares, con asas o sin asas pero que en general tienen las mismas características antes referidas para los platos. Variando solamente en la profundidad de las mismas y en los bordes lisos, lobulados o rizados.

Es evidente que tanto los paneles de azulejos como los platos son formas planas que por su superficie permiten un mejor lucimiento de las imágenes de El Quijote, pero no por ello se dejan de decorar formas redondas como jarras, floreros, ánforas o cuencos, tibores o barriletes, en los que la escena suele ocupar el cuerpo de las mismas.

Panelde azulejos con escena quijotesca de Timoneda. Foto Vicente Canseco

Otros perfiles y formas más actuales son difícilmente clasificables, como los ceniceros, tableros de mesa, placas ovaladas, jarras de cuello de jirafa etc. Y se da incluso el caso de una vajilla de El Carmen con viejos diseños de Niveiro que presenta grecas de influencia valenciana, donde además de los platos hay otros elementos como salseras o soperas también decoradas con la vida de nuestro hidalgo.

Las cenefas más frecuentes utilizadas son las de roleos renacentistas, pero también dentro del mismo estilo algunos artesanos han desarrollado modelos característicos de su alfar en los que se combinan motivos vegetales diversos de acanto, florecillas, ovas, guirnaldas etc con puntillas de Beraín y otras más geométricas, con óvalos, cordones, glifos y ovas,  aunque son menos frecuentes.

Sancho representado en un plato de Ruiz de Luna. Foto Vicente Canseco

Las ilustraciones y grabados de las diferentes ediciones de El Quijote han servido de modelo a la mayoría de las piezas cerámicas que lo han tenido como motivo durante los ochenta años en que se vienen realizando. Podemos asegurar después de un análisis de las piezas examinadas que en más de un setenta por ciento las escenas han sido inspiradas en los grabados de Gustavo Doré, que, por otra parte, son probablemente los que tienen una mayor calidad artística y han tenido una mayor difusión. Son ilustraciones que además están muy bien documentados en tipos y ambientación, ya que el mismo Doré recorrió La Mancha con Duvalier para tomar apuntes y motivos.

Son muchas las ediciones de El Quijote en España y el extranjero que han sido ilustradas, pero aparte de Doré apenas podemos constatar fehacientemente unos pocos artistas que hayan servido de inspiración a las escenas representadas en la cerámica talaverana. Una de estas ediciones es la aparecida en Londres en 1725 e ilustrada por Charles -Antoine Coypel, además de dos ilustradores españoles del siglo XIX, Ricardo Balaca y José Luis Pellicer que también lucen algún ejemplo en las piezas exhibidas en este libro.

Sin duda, son muchos los motivos inspirados con mayor o menor fidelidad en ediciones populares más modernas, pero de difícil identificación por la adaptación más o menos imaginativa realizada por los artesanos y por el enmarque de los motivos en los patrones de espacio, color y estética de la propia cerámica talaverana, que condicionan en gran medida las versiones de los ceramistas.

Otro panel del portal de San Bernardo en Madrid, primera obra quijotesca de Ruiz de Luna. Foto Vicente Canseco

La sistemática utilizada en este trabajo ha intentado hacer durante el mes de Enero de 2005 una instantánea de los motivos quijotescos existentes en la práctica totalidad de los talleres talaveranos, donde se han fotografiado el mayor número posible de las obras, exponiendo en el libro toda la tipología posible de las escenas descritas en la novela. Para situar al lector se ha hecho un pequeño comentario introductorio de cada uno de los episodios y se ha añadido el texto original de Cervantes para facilitar su lectura a aquellos que quieran disfrutar del texto al mismo tiempo que observan la imagen. Además, se ha añadido a cada pieza una pequeña descripción de la misma con el alfar que la ha realizado.

Este libro pretende ser un homenaje a todos los artesanos talaveranos que, contra viento y marea, siguen trabajando el barro con entusiasmo a veces quijotesco, perpetuando así la actividad artesanal por la que desde tiempos de Cervantes se nos dio a conocer al mundo.

EL QUIJOTE EN LA CERÁMICA DE TALAVERA (1 de 2)

EL QUIJOTE EN LA CERÁMICA DE TALAVERA (1 de 2)

Primer plato conocido de motivo quijotesco de la colección de Angel Sánchez Cabezudo, hacia mediados del siglo XVIII

Mucho se ha escrito ya sobre la historia de la cerámica de Talavera, que hunde sus raíces en alfares de los tiempos de la romana Caesaróbriga o en las cerámicas que se cocían en los hornos de la musulmana Talabayra. Pero es a partir del siglo XVI cuando comienzan a fabricarse los platos adornados con los motivos en azul incluidos en la llamada «serie de las mariposas», que se alternan en sus orlas decorativas con motivos vegetales y animales muy esquemáticos. De esta misma época es la técnica del esponjado a la que pertenecen algunos albarelos de la farmacia de El Escorial. De origen renacentista italiano, pero con influencia flamenca en la decoración de las piezas es la conocida como serie de las «ferroneríes», denominada así por imitar los motivos de los trabajos de hierro forjado.

A finales del siglo XVI y durante todo el XVII predomina la serie conocida como «tricolor»: azul, naranja, y el manganeso que perfila los dibujos. En esta serie, además de motivos animales y vegetales aparecen ya figuras humanas sencillas.

Es la época de esplendor y difusión de la cerámica de Talavera, cuando los palacios reales de Felipe II y, más tarde, Felipe III o Felipe IV contarán con vajillas talaveranas en sus ajuares y El Escorial o las casonas de la nobleza se adornarán con su azulejería. El Rey Prudente había hecho de nuestra loza y azulejería una especie de cerámica oficial del reino que únicamente con la de Triana se podía exportar al nuevo mundo.

Playo de Guijo copia del anterior, hacia 1910

Durante todo el siglo XVII, comienzan a llegar otras influencias extranjeras, como la francesa, italiana o portuguesa. Esta última con los motivos conocidos como de «golondrinas» y otros coloniales y chinescos que enriquecen la estética del arte del barro, aunque sin hacerla perder su personalidad, su identidad propia. Se llega así, con el final de este siglo y primer cuarto del XVIII, al esplendor de la policromía en azules, naranjas, amarillos, verdes y negros amoratados que representan escenas campestres, de montería o mitológicas en fondos paisajísticos arbolados.

En el siglo XVIII comienza una lenta decadencia, pero el peso de Alcora y sus motivos dejan sentirse con una esquematización en los dibujos, a veces casi infantil, pero de bonito sabor popular. Las jarras de bola son las formas más peculiares de este siglo, así como en la siguiente centuria el motivo más característico es la Guerra de la Independencia y sus personajes, además de los toros y las fiestas tradicionales. La invasión de los franceses, con la decadencia en la que sus tropelías dejaron sumida a Talavera, dieron casi la puntilla a la ya decadente artesanía de la ciudad.

Es sin embargo a mediados del siglo XVIII cuando se fabrica el primer plato conocido con motivo quijotesco y que pertenece a la colección de Ángel Sánchez Cabezudo.

Pero los Niveiro a mediados del siglo XIX y los Ruiz de Luna a principios del siglo XX impulsan una revitalización de la cerámica talaverana que vuelve a conseguir que humeen los alfares junto a las orillas del Tajo. Hasta esta época no se conoce que haya habido ninguna representación de El Quijote en cerámica. Sólo sabemos de la representación de algunas de las ilustraciones en loza de origen chino durante el siglo XVIII, pero nunca se había utilizado como motivo en los alfares talaveranos.

Plato de la colección del autor, obra de Niveiro, que representa la llegada de don Quijote a la venta

Es en el contexto cultural de la segunda decena del siglo XX cuando de la mano de Juan Ruiz de Luna, aparecen los primeros motivos de la novela cervantina en azulejos cocidos en su alfar. La Institución Libre de Enseñanza y los movimientos culturales de su ámbito habían comenzado ya a potenciar las artes industriales españolas desde finales del siglo XIX. Y ya nos hallamos en la época de influencia cultural de la generación del 98, cuando con la pérdida de las últimas colonias se había originado una corriente de pesimismo nacional y al mismo tiempo se perdían los últimos mercados que la en otros tiempos boyante cerámica de Talavera había inundado. Pero también es la época en la que se volvía a valorar de nuevo todo aquello que en el pueblo había de positivo y genuinamente español, todo lo que de grande había tenido la tradición literaria o artística de una patria herida por el desengaño, pero que un puñado de intelectuales querían revitalizar, aunque sin olvidar el deseo de progreso y la vuelta a Europa. Tiempos en que Miguel de Unamuno se encarama en Gredos y mirando hacia nuestros valles escribe: “Sólo aquí en la montaña, solo aquí con mi España – la de mi ensueño- cara al gigantesco rocoso Ameal, aquí mientras doy huelga a Clavileño…

Y en esos valles que sobrevuela Unamuno con el caballo de madera y pólvora de don Quijote, y en esa misma época, el socio de Ruiz de Luna, Platón Páramo, el farmacéutico de Oropesa y gran coleccionista de cerámica, trae a Lagartera a gentes como Sorolla o Ortiz Echagüe que retratan allí los tipos y trajes tradicionales, cuando en torno a un grupo de amigos y entusiastas, como casi siempre forasteros y talaveranos al mismo tiempo, se vertebran en la comarca una serie de inquietudes intelectuales y empresariales que llevarán, entre otras, a iniciativas como la de buscar el renacimiento de la cerámica que fue famosa y utilizada en aquel imperio ya acabado donde no se ponía el sol.

El mismo Unamuno dejaría en una visita al alfar de Ruiz de Luna la dedicatoria siguiente:

“Resucitar el pasado renovando la tradición es una de las maneras más hondas de fraguar porvenir y hacer progreso”, una frase que bien puede resumir el espíritu que animaba a aquellos quijotescos emprendedores sin apenas medios para conseguirlo.

En ese contexto es cuando, ya a pleno rendimiento los hornos de Ruiz de Luna, entre otros muchos encargos en la capital del reino, recibe el  ceramista de Noez  el de decorar con azulejería un portal del número 67 de la calle San Bernardo de Madrid. Algunos autores dan como fecha de realización de esta obra el año de 1916, pero lo cierto es que está datada en uno de sus azulejos en 1926, por lo que debemos retrasar en diez años la fecha que hasta ahora se tomaba como la del nacimiento de El Quijote en los barros talaveranos.

Además de la habitual decoración renacentista podemos en este conjunto observar por primera vez escenas concretas de la obra inmortal de Cervantes, como la llegada de don Quijote a la venta, donde le reciben las dos mozas de fortuna, escena que curiosamente es muy similar en su diseño a otra de un plato de Niveiro. También figura en sus azulejos la aventura del Yelmo de Mambrino, cuando nuestro caballero despoja al barbero de su bacía para utilizarla como yelmo, la lucha contra las ovejas, el apedreamiento de los galeotes o la imagen que muestra al hidalgo y su escudero cuando vuelven a su aldea y contemplan con gozo su caserío en la distancia, además de otra con don Quijote desmontado después de su batalla con los molinos.

Para conocer exhaustivamente la vida y obras de los Ruiz de Luna en Talavera es de obligada referencia el libro de Mª Isabel Hurley Molina “Talavera y los Ruiz de Luna”, donde aparece la descripción de esta primera obra de inspiración quijotesca que reproduzco aquí por su interés:

Panel de azulejos del portal de la calle de San Bernardo en Madrid, considerado el primer Quijote de Ruiz de Luna. Foto de Vicente Canseco

“La altura máxima es de 1,87 metros y en metros lineales cubren 8,48, perímetro de la pieza, además de la gran jardinera cuarto esférica del lado derecho, que nos evoca la construcción del ángulo del aguamanil de la sacristía de la ermita del Prado. La principal novedad se cifra en que estos azulejos inauguran la puesta en circulación de las características de la serie polícroma con el tema de El Quijote. Son nueve escenas; en cuatro de ellas, con 30 x 35 cm, desfilan ante nuestros ojos pasajes famosos de tan entrañable personaje y su fiel escudero…Todas con el marco simétrico de dos árboles de grueso y tortuoso tronco, a veces varios entrelazados, en cuyas ramas altas y jóvenes florecen las hojas espiriformes del final de esta serie. El terreno se presenta en pequeños montículos ajenos a la plenitud que debiera tener el paisaje de la más célebre novela de ambiente manchego, pues al fondo se elevan, ya en azul, distantes y elevadísimos picos en cordillera. La figura se ha tratado con un eminente sentido de lo popular e ingenuo, propio de tal serie, matiz que se repite en los arbustos que a izquierda y derecha de la composición dan una nota anecdótica más. Surcan el cielo pinceladas azules y amarillas en continuidad con las del suelo, además de unas graciosas aves de larga cola y nubes pequeñas.”

A los alfareros talaveranos no les eran desconocidos ni la ambientación ni el vestuario de los personajes cervantinos, porque su cerámica había gozado precisamente desde los tiempos en que nace Cervantes y durante todo el Siglo de Oro, de su máximo apogeo, y especialmente en la serie en policromía, con escenas de montería de ambientación rústica en la que eran dibujados sin problema por los artesanos los jinetes y sus caballos con su armamento y su movimiento. Era fácil por tanto, cambiar los cazadores y ojeadores de la cerámica de inspiración tradicional por los conocidos personajes de la novela de Cervantes, y es por ello que ni siquiera varían los motivos que completan y ambientan las escenas como son las terrazas en las que se desenvuelven las figuras con parecidas matas y árboles escalonados y los fondos celestes azulados o montañosos, que por eso desentonan a veces con el paisaje manchego, colocando, por ejemplo, los molinos sobre picudas montañas en vez de sobre las crestas manchegas, o dando a los suelos y a los paisajes un verdor que choca con el concepto que habitualmente tenemos de La Mancha.

SAN MIGUEL EN AZULEJERÍA TALAVERANA

SAN MIGUEL EN AZULEJERÍA TALAVERANA

Es uno de los siete arcángeles, y uno de los tres, junto a San Gabriel y San Rafael, que tienen un nombre concreto. San Miguel es el jefe de la milicia celestial y el primero entre los espíritus celestiales. Su origen puede rastrearse ya en la religión persa, en la que sus dioses se dividían entre la luz y las tinieblas, el bien y el mal en continuo conflicto. Hermes o Mercurio era representado con el caduceo o sombrero alado, y también tenía la misión de llevar las almas al más allá, por lo que en algunas representaciones de los primeros tiempos del cristianismo el arcángel aparece de la misma forma. San Miguel se asocia por tanto con la luz y lucha contra las tinieblas, como más tarde se describe también en el Apocalipsis: «Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron con el Dragón. También el Dragón y sus ángeles combatieron pero no prevalecieron y no hubo ya en cielo lugar para ellos. Y fue arrojado el gran Dragón, la serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero».  Fue también asumido por el cristianismo como un santo militar que defiende a la Iglesia contra la herejía protestante.

San Miguel va casi siempre vestido de soldado romano con casco, escudo y coraza, aunque a veces viste malla o túnica. Suele llevar una bandera o pendón y a sus pies se encuentra el diablo en su forma de dragón, con aspecto semihumano, o bien con garras y piel de reptil. La psicostasia es el pesado de las almas, que tiene también antecedentes en la religión egipcia con Anubis. San Miguel es representado con la báscula de pesar las almas en la que se suele pintarlas en forma de una diminuta figura humana desnuda sobre cada platillo de la balanza.

San Miguel en azulejería en la iglesia de Mañosa o ermita de San Blas de Cebolla

*Antigua iglesia del despoblado de Mañosa. Cebolla (Toledo). Policromía. Siglo XVI. Enmarcado en compleja cenefa de varios componentes. Primero de cadeneta geométrica con floretas amarillas, otra de ovas con cálices y una tercera de grandes volutas rematadas con ramas. San Miguel viste a la romana y clava la lanza en el ojo del diablo, mientras que con el otro brazo hace la psicostasia o pesado de las almas.

San Miguel en azulejería talaverana de El Casar de Talavera

*Iglesia de El Casar de Talavera. Frontal de altar lateral. Policromía. Siglo XVI. Enmarcada en recortes de ferroneríe con pequeñas flores y frutos en los huecos y flecos simulados en la parte superior. San Miguel vestido con túnica clava la lanza en la boca del diablo y sujeta la balanza de la psicostasia.

San Miguel en azulejería talaverana del siglo XVI en la basílica del Prado

*Retablo procedente del hospital de San Antonio Abad, hoy en la basílica de El Prado. Talavera de la Reina. Siglo XVI (1570). San Miguel vestido a la romana pisa la cabeza del diablo con forma humana mientras levanta la espada. Enmarcado en columnas salomónicas y pilares decorados con motivos vegetales y grutescos en el friso superior.

Azulejos de Piedraescrita representando a San Miguel. Siglo XVI

*Iglesia de Piedraescrita. Robledo del Mazo (Toledo). Policromía. Siglo XVI. San Miguel vestido a la romana clava la lanza al diablo que tiene cola y garras de reptil. Con la mano izquierda sostiene la balanza de la psicostasia.

También hay un panel en Cervera de los Montes y otro gran panel en el convento de las madres agustinas de La Calzada de Oropesa (Toledo) en tonos amarillos, naranjas y manganeso. Siglo XX. Autor J. Cerro. El diablo con forma humana y alas y rasgos de murciélago es pisado por San Miguel en un fondo fantástico de gruta con columnas y formaciones de aspecto basáltico.

San Miguel en una ermita de Cervera de los Montes

HERNANDO DE LOAYSA, OTRO DE LOS AZULEJEROS DE LA CERÁMICA DE TALAVERA EN SU INICIO

Sala del palacio del Infantado en Guadalajara con pinturas renacentistas y cerámica de Hernando de Loaysa

Fue otro de los alfareros que participaron en el ensayo de Gerónimo Montero ordenado por Felipe II en los inicios del impulso real a la artesanía talaverana del barro. Era un ceramista talaverano pero que llegó a residir en Valladolid y a producir allí sus obras debido a la demanda que tuvo su obra por parte de los nobles, los banqueros y la iglesia. Como ya apuntamos en el capítulo anterior, también participó en la azulejería del Palacio del Infantado de Guadalajara.

Al igual que sucede con otros alfareros, estaba relacionado familiarmente con otros del oficio como Antonio Díaz, del que era sobrino, y Juan Fernández de Oropesa, de quien era yerno. También tuvo relación profesional con el famoso Juan Fernández, del que más adelante hablaremos.

Detalle del panel de los apóstoles en el palacio del infantado

Según el investigador Manuel Moratinos García, el talaverano Hernando de Loaysa comienza su relación con Valladolid en 1580 cuando se compromete con doña Francisca Cepeda a cubrir de azulejos una capilla de su propiedad en el monasterio de Santa María del Prado. Se trataba de un diseño que previamente había realizado para el colegio de Santa Cruz con sus características labores de lagartillo y de ventanillas. Ante el aumento de la demanda de la azulejería talaverana, se asienta en Valladolid en 1583. Al menos vive en la ciudad hasta 1592, año en el que fallece su esposa y decide volver a Talavera. Loaysa aparece como uno de los “alcalleres” de Valladolid que se asentaban sobre todo en el barrio de Santa María y también pertenece a la cofradía de Nuestra Señora de la Consolación, formada por sus compañeros alfareros. Tiene dos hijos: Luis de Loaysa, también ceramista, y Mencía.

Azulejos de repetición en un panel de la iglesia de Manzanillo en Valladolid

También según Moratinos, fue el obispo de Palencia, don Álvaro de Mendoza quien encargó varios trabajos a este ceramista al igual que había hecho cuando era arzobispo de Ávila y así recibe varios encargos como los de Nuestra Señora de la Asunción de Tudela de Duero, Santa María de la Overuela, San Pedro de Langayo, Santiago de Fuentes de Duero, San Justo de Manzanillo y San Esteban de Amusquillo de Esgueva, trabajos que se conservan en alguno de los casos, aunque otros azulejos de estilo muy similar se localizan en San Pelayo de Olivares de Duero, Santa María Magdalena de Matapozuelos, San Andrés de Torre de Peñafiel, colegiata de Villagarcía de Campos y el monasterio de Santa María de Valbuena de Duero. Los motivos decorativos de repetición son muy variados y los más frecuentes son los florones bicolores y polícromos, los de punta de diamante, cintas de calabrote, glifos y alizares con motivos vegetales.

También recibió encargos de otros importantes personajes de la época en Valladolid, como el rector del colegio de Santa Cruz, los Pérez Cepeda o el banquero Fabio Nelli.

Fotografía del catálogo monumental de Valladolid con dos paneles figurativos en la colegiata de San Luis en Villagarcía de Campos

Pero también realizó hermosas composiciones figuradas, como la de iglesia de Fuentes de Duero, la del palacio de Fabio Nelli, aunque tal vez sus mejores obras se hallan en el convento de Santa Isabel, en la escalera del claustro y en la capilla de San Francisco, además de otras obras en conventos como el de Santa Cruz y el de la Trinidad, donde pidió ser enterrada su mujer y donde había recibido el encargo de los azulejos del enterramiento del banquero genovés Meliadus Espínola en la sacristía. Trabajó también con azulejeros locales como Juan Lorenzo y su cuñado el solador Francisco de Cuevas.

Azulejos de repetición en la iglesia de Matapozuelos en Valladolid

Tres documentos que sacan a la luz el padre Vaca y Juan Ruiz de Luna nos ofrecen los pocos datos que tenemos sobre este ceramista. El primero de ellos pertenece al archivo de Protocolos de Valladolid. En él Loaysa se califica a sí mismo como “maestro de açer açulejos” y nos dice que es residente en Valladolid en 1586. Por licencia del obispo de Palencia se encarga al maestro hacer en la iglesia de San Pedro de la Vega un frontal con su peana y testeros para el altar mayor que estarán “acabados en toda perfición”. El porte de Valladolid a la iglesia se hará a costa del mayordomo de la iglesia y pide un adelanto a cuenta de 50 reales.

En el segundo documento, del Archivo de Protocolos de Talavera, da poder a su yerno, el también alfarero Juan Fernández de Oropesa para que en su nombre haga los contratos pertinentes con los clientes y se obliga a cumplir con las escrituras que firme en cuanto a la fabricación de “açulejos y baxillas”. Lo hace en general, aunque concreta específicamente un encargo realizado por el Condestable de Castilla.

Azulejos de repetición en el convento de Santa Cruz

El tercer documento está firmado en Guadalajara ante el contador del señor duque, y son precisamente las escrituras del contrato con el duque para hacer los azulejos del palacio. Lo firma de Hernando de Loaysa mancomunado con “Antonio Díaz su tío, maestro de açulejos”,  Por él se obliga a hacer 8.000 azulejos “que son necesarios para la sala de los linajes, para el corredor de la huerta y camarín nuevo, en que entran los alizares que son necesarios para los nichos del comedor”. Continúa especificando algunas características de la obra que se ha de realizar y se compromete a hacerlo conforme a una muestra con algunas figuras “poquinicas”. Entregará los azulejos “acabados y hechos” en Talavera.  En el contrato con el condestable de Castilla Juan Fernández de Oropesa dice que Loaysa es su suegro. Vemos de nuevo esa cierta endogamia que había en el sector alfarero.

La obra más importante era la del salón de linajes y debía ser en el formato de «compartimentos». La Guerra Civil destruyó la mayor parte de la obra pero se conservan algunas fotografías en que se puede vislumbrar la composición con compartimentos en forma de T, con medallones ovalados de fondo jaspeado y rectángulos donde se representan figuras mitológicas. La separación entre los compartimentos se hace con el eslabón de cadeneta, habitual en muchas de sus obras.

Los zócalos del palacio del Infantado están datados en 1595, pero hoy se encuentran dispersos o desaparecidos en gran parte. Son una magnífica obra de este autor con sus medallones en amarillo sobre fondo azul con brillos y relieves en blanco. Para el gran especialista Pleguezuelo, siguen modelos realizados en Génova y Venecia de la serie llamada «berettina»

Panel del palacio del Infantado de Guadalajara de Hernando de Loaysa

Como en otros contratos se especifica el número de azulejos que se hará en entregas parciales y se establece el precio por cada uno de ellos, en este caso 13 maravedíes. También se puntualizan aspectos del trasporte como que se debe enviar con los azulejos un oficial que cobrará tres reales desde que salga de Talavera hasta que vuelva. Si se rompen azulejos en el camino, corren de parte del Hernando de Loaysa que deberá reponerlos. De su parte corren también las “seras y la paja” para trasportarlos, pero recibe por adelantado doscientos reales a cuenta.

SAN RAFAEL EN AZULEJERÍA TALAVERANA

SAN RAFAEL

*Panel que forma parte del púlpito ejecutado y donado por el taller de Ruiz de Luna por devoción de su mujer Francisca para la basílica de El Prado. Lado de la epístola. Siglo XX (1954). Dedicado al hijo del artita Rafael Ruiz de Luna. Policromía. Enmarcado en cenefa de hojas de acanto de tonos amarillos y verdes. Vestido como peregrino con bordón y calabaza presenta el pez del relato de Tobías con fondo de paisaje marítimo, a pesar de que la escena se describe en un río.

San Rafael es el ángel guardián de los hombres, el ángel custodio por antonomasia. Las escrituras se refieren a él en dos ocasiones relacionadas con Tobías y Sarra. Queda ciego el santo cuando le caen las inmundicias de un nido de golondrinas. El ángel lo cura, y por ello aparece en algunas representaciones con un tarro que contiene la medicina. En el Libro de Tobías se describe además cómo el ángel, haciéndose llamar Azarías, acompaña a su hijo, también de nombre Tobías, en un viaje que hace con el objeto de recuperar un depósito de plata que había entregado a un judío de Media. El muchacho coge en el camino un pez que le ataca al cruzar un río y, siguiendo las instrucciones de Rafael, le extrae el corazón, el hígado y la hiel. Por esta circunstancia se representan a veces con un pez en la mano tanto a Tobías y como a San Rafael. La hiel la utiliza el joven para hacer la medicina con la que por recomendación del ángel su padre sanará de la vista. El hígado y el corazón los empleará Tobías quemándolos para  echar de la habitación de Sarra a un demonio que había matado ya a los siete hombres con los que anteriormente esta joven había contraído matrimonio. San Rafael persiguió al demonio y lo encadenó.

Rafael acompañando a Tobías se convirtió en su más extendida imagen y por el hecho de ser un ángel viajero, aparece con la capa de viaje abrochada ante el pecho. También es característica en la mayor parte de sus imágenes la larga cabellera y el bordón o bastón de peregrino con la calabaza para beber, aunque en otras representaciones artísticas sostiene una lanza como protector del joven Tobías. Como otros ángeles, lleva a veces también la corona con una cruz sobre la frente.

*Basílica de Nuestra Señora del Prado. Talavera de la Reina. Siglo XVI. Retablo de San Cristóbal en el sotocoro y zaguán de entrada. Se sitúa en el frontón con el que remata en el ático del retablo y aparece el arcángel entre nubes en espiral, con la túnica y el bordón de peregrino.

CERÁMICA DE TALAVERA EN EL MUSEO DE ARTES DECORATIVAS

CERÁMICA DE TALAVERA EN EL MUSEO DE ARTES DECORATIVAS

Modelo contemplando una vitrina de cerámica de Talavera en los años 50

El Museo Nacional de Artes Decorativas se encuentra en la calle Montalbán de Madrid y es uno de esos pequeños museos que no por poco conocidos dejan de tener un extraordinario interés.

Jabalí representado en un plato de la serie tricolor

La cerámica de Talavera tiene una magnífica representación a la altura de su importancia en la historia de las artes decorativas en España, Esa alfarería que aparece en la pintura del Siglo de Oro en mesas de santos, monjes y nobles o que decoraba con azulejería los frontales de altares y arrimaderos de los palacios y capillas. Y se da importancia a nuestra artesanía más representativa hasta el punto de que uno de sus carteles publicitarios del propio museo muestra una foto de una modelo en los años 50 posando ante una vitrina de cerámica talaverana.

Hay una buena muestra de sus fondos que se siguen enriqueciendo con nuevas piezas de nuestra artesanía tanto de alfarería como de azulejería decorativa palaciega, mucho más rara que la de motivos religiosos.

También es de gran interés representación de una cocina del Siglo de Oro con abundancia de alfarería talaverana tan utilitaria en la época.

Plato de la serie de la mariposa en el que se representa un león

Cuenco de cerámica polícroma del siglo XVI

Panel de azulejos muy similar a los que decoran el palacio que aloja el museo de Valladolid

Panel de azulejos decorativos del siglo XVI en cerámica de Talavera

Azulejo de cerámica polícroma que representa a San Juan Bautista

Albarelo de cerámica de Talavera del museo de artes decorativas

Diferentes objetos de cerámica de talavera en el Museo de Artes Decorativas

Cocina del siglo de oro con vajilla y elementos habituales de la época en cerámica de Talavera

Más objetos de cerámica de Talavera y otras en una cocina del siglo XVII

Plato agallonado de cerámica de Talavera polícroma del siglo XVII

SAN FRANCISCO DE ASÍS EN LA AZULEJERÍA TALAVERANA

SAN FRANCISCO DE ASÍS

Panel de azulejos que representa a san Francisco en la iglesia parroquial de Candeleda
Panel de azulejos que representa a san Francisco en la iglesia parroquial de Candeleda

San Francisco nació en 1182 en una rica familia de comerciantes de telas que le puso por nombre Juan. En su niñez sentía repugnancia por los leprosos hasta que en cierta ocasión conmovido por la situación lamentable de uno de ellos se bajó del caballo para darle una moneda, le besó la mano y desde ese momento en su interior se transformó  “lo amargo en dulzura del alma y del cuerpo”. Se inició así una vida de entrega a los pobres y enfermos cada vez mayor. Comenzó a regalar sus vestidos y riquezas, lo que ocasionó una discusión con su padre cuando dio al obispo su dinero para reconstruir la iglesia de san Damián, pero Francisco se desnudó y lanzó el dinero y los vestidos al suelo, quedando desnudo en señal de renuncia a los bienes materiales. El obispo le cubrió con su capa y desde entonces el santo vistió sólo unos calzones y una túnica con un ceñidor. No volvió a tener dinero jamás y a los hermanos de la orden que fundó les prohibió que ni siquiera aceptaran dinero como limosna.

Se mortificaba el santo ayunando y entregándose a severas penitencias y flagelaciones para evitar las tentaciones de la carne. Recriminaba a los ricos su apego por los bienes materiales y su falsa espiritualidad, llegando a subirse al púlpito de la iglesia de Asís y cosechando las burlas de los presentes, lo que no impidió que cada vez se le unieran más discípulos. Fundó así las órdenes menores, otra orden de mujeres que seguían a santa Clara y una tercera de seglares.

Su gran amor por todas las criaturas le hizo hablar en muchas ocasiones a los animales a los que siempre llamaba hermanos, llegando incluso a predicar a los pájaros. Las fieras también le obedecían, como un lobo que simbolizaba según algunos a un bandido que se convirtió dejando su vida críminal.

Cuando fue llevado ante el Papa Inocencio III, éste le dijo que más parecía un cerdo que un hombre, pero intercedió por él el cardenal Colonna que hizo ver al pontífice que Francisco se ajustaba en realidad a la vida que había predicado Jesucristo. Además tuvo el Papa un sueño en el que la iglesia de san Juan de Letrán se derrumbaba pero Francisco lo impedía, por lo que acabó de convencerse. Le permitieron así predicar y que siguieran creciendo sus adeptos que se extendieron por todo el mundo, llegando Francisco a acompañar a los soldados en una cruzada. Cuando volvió a Italia había graves desarreglos en su orden y se retiró a orar al monte Alverna. Murió San Francisco en 1226 y a veces se le ha pintado muerto, vestido con el hábito, incorrupto y mirando al cielo en éxtasis.

San francisco representado en la azulejería de la iglesia de El Casar de talavera
San francisco representado en la azulejería de la iglesia de El Casar de talavera

*Iglesia parroquial de El Casar de Talavera. Retablos laterales. Siglo XVI. Policromía.

Se trata de unos medallones que adornan la greca renacentista delimitada a su vez por flecos fingidos que enmarca a los paneles principales de los frontales. San Francisco aparece con el hábito franciscano y la cruz como único atributo.

Panel de azulejos que representa a San Francisco en la ermita Virgen de Gracia de velada
Panel de azulejos que representa a San Francisco en la ermita Virgen de Gracia de velada

*Ermita de la Virgen de Gracia de Velada. Retablo lateral. Siglo XVII. Policromía.

Las figuras son tan esbeltas y el dibujo aunque muy rectilíneo, es seguro y de calidad como puede observarse por la elegancia de la postura, la gracia del rostro. El retablo enmarca las figuras entre columnas, mármoles simulados y grecas de hojas de acanto y cadeneta. El santo aparece con su hábito, la cruz y el cíngulo de nudos.

Panel de azulejos que representa a San francisco en el convento de Arenas de San Pedro
Panel de azulejos que representa a San francisco en el convento de Arenas de San Pedro

*Convento de San Pedro. Arenas de San Pedro. Zaguán de entrada. Siglo XVIII (1724). Policromía. Enmarcado en greca con trazo central en zig-zag relleno de media flor. Composición menos habitual en la que el santo vestido con hábito de su orden contempla la cruz envuelta en nubes situada sobre un árbol con montañas al fondo.

*Museo Ruiz de Luna. Talavera de la Reina. Siglo XVIII. Policromía. Este panel forma parte de otro mayor situado sobre la entrada del antiguo Convento de la Madre de Dios, en el que pidió ser sepultado Fernando de Rojas. La imagen de San Francisco se enmarca en greca de roleos y el santo aparece entre nubes con la cruz como atributo.

San Francisco en azulejería de la iglesia de Piedraescrita
San Francisco en azulejería de la iglesia de Piedraescrita

*Iglesia de Piedraescrita. Robledo del Mazo (Toledo). Policromía. Siglo XVI.

Panel enmarcado por columnas abalaustradas decoradas con grutescos y roleos renacentistas polícromos y cabezas de querubín. San francisco aparece con los estigmas de pies, manos y costado con hábito y cíngulo con el Libro y la cruz como atributos en un paisaje con árboles y un tronco sobre terrazas.

Una de escenas más representadas sobre el santo, además de las ya referidas, es la conocida como de “los estigmas”. Este cuadro representa una visión que tuvo el santo mientras se retiró al monte Alverna. Aparece un hombre en forma de serafín con seis alas que dos a dos forman los pies y las manos y con los brazos en cruz o crucificado, y mientras el santo contempla la escena aparecen en sus manos, pies y costado las heridas de Cristo en la Pasión. Después de esta visión el santo seguiría con las llagas durante los dos años que pasaron hasta su muerte. Más tardía es la representación de Cristo crucificado la que se dibuja en lugar del serafín. A veces aparece también  un discípulo que duerme mientras el santo tiene la visión.

Representación de San francisco en la ermita de la Virgen del prado, procedente del hospital de San Antonio Abad
Representación de San francisco en la ermita de la Virgen del prado, procedente del hospital de San Antonio Abad

Es el caso tanto del panel de la basílica de la Virgen de El Prado, concretamente situado en el retablo de san Antón, como el de la torre de la iglesia de san Francisco, ambas en Talavera. En los dos se pueden observar cómo se dibuja esta composición en la que desde la imagen del serafín descienden unos a modo de hilos o rayos que se corresponden en el cuerpo del santo con los respectivos estigmas en manos, pies y costado.

Otra escena que aparece en cerámica de Talavera se encuentra en el convento de san Pedro de Alcántara en Arenas de San Pedro. En ella el santo abraza el cuerpo de Cristo crucificado que se desclava en parte para así poder abrazar a Francisco.

Cuando solamente se representa la imagen del santo, aparece con el hábito franciscano marrón o gris atado con el cordón de tres nudos como símbolo de la pobreza, la castidad y la obediencia. En muchas ocasiones se aprecian los mismos estigmas de la pasión en las manos, pies, e incluso en el costado a través de una abertura en el hábito, como es el caso de los paneles de azulejos de Candelada, Velada o Piedraescrita.

Otros de sus atributos son la Cruz, la azucena en señal de castidad, el rosario, o la calavera como recuerdo de la mortalidad del hombre. También pueden aparecer instrumentos de penitencia como el látigo o los clavos o tener el globo terráqueo a sus pies. En la representación de la ermita de la Virgen de Gracia en Velada, en Piedraescrita y en otras como la del retablo de Candeleda o el de El Casar de Talavera sólo aparece con la cruz y el libro y los estigmas.

SAN MATEO EN AZULEJERÍA DE TALAVERA

SAN MATEO EN AZULEJERÍA DE TALAVERA

San Mateo en azulejería del siglo XVI en la iglesia de Higuera de las Dueñas

San Mateo, primer evangelista, era publicano o cobrador de impuestos de Cafarnaúm antes de su conversión. Cristo pasó por delante de su caseta de aduanas y le dijo sígueme. Mateo organizó un banquete al que invitó a sus antiguos compañeros y a otros pecadores, lo que causó el escándalo de los fariseos y Jesús les respondió que “no había venido a llamar a los justos sino a los pecadores”.

Primero predicó en los alrededores de Judea y escribió su evangelio hacia el año 50 en la lengua popular de los judíos, el arameo. Por ello se le considera el evangelizador de los hebreos. En su evangelio describe muchos detalles de la infancia de Jesús y su objetivo principal es demostrar que es el Mesías.

San Mateo en azulejería del siglo XVI en la iglesia talaverana de El Salvador

Los textos apócrifos dicen que, tras la dispersión de los apóstoles, Mateo, el que San Marcos llama Leví hijo de Alfeo, va a Etiopía donde predica el evangelio durante treinta y tres años. Allí dos magos acompañados de dos dragones se hacían adorar como dioses pero triunfa sobre ellos. También resucita a Ifigenia, la hija del rey Egipo que se convierte al cristianismo junto a toda su familia pero muere y su hermano, el rey Hirciaco, quiere casarse con su sobrina Ifigenia y le ofrece a Mateo la mitad de su reino si consigue convencerla, pero a ello se opone el evangelista. Invita al monarca a ir a misa el siguiente domingo y allí delante de todos dice que el que se atreviera a raptar a la mujer del rey debería ser castigado con la muerte y como Ifigenia quiere ingresar en un monasterio con otras doscientas doncellas, su esposo es Dios e Hirciaco no debe atreverse a casarse con la esposa de su rey celestial. Furioso por ver así burladas sus expectativas el rey ordena a uno de sus esbirros que asesine a Mateo, lo que hace con un hacha decapitándolo, para otros muere por lapidación, y una tercera versión asegura que fue quemado vivo.

San Mateo en la iglesia de Piedraescrita

Hirciaco junto a su hijo prendió fuego al monasterio, pero las llamas no le afectaron y sin embargo saltaron al palacio del rey que se quemó completamente. El hijo fue poseído por un espíritu maligno que le obligó a confesar su crimen ante el sepulcro de Mateo. El rey contrajo la lepra y se suicidó arrojándose sobre su propia espada, reinando después un hermano de Ifigenia.

San Mateo en azulejería talaverana del siglo XVII en la basílica del Prado

La representación más frecuente del santo lo pinta sentado escribiendo el evangelio bajo la inspiración del ángel, más bien un hombre alado, que es su símbolo y uno de los “cuatro seres vivientes” apocalípticos del sueño de Ezequiel que representan a cada uno de los evangelistas. También es su símbolo el hombre por hacer hincapié en la humanidad de Cristo. Como apóstol puede llevar una bolsa o una tablilla de contador en recuerdo de su antiguo oficio, por lo que a veces también se representa la escena en que sentado en su oficina cobrando impuestos es llamado por Jesús.

El libro con citas de su evangelio es uno de los atributos de Mateo. Basílica del Prado

Otro de sus símbolos es el hacha en recuerdo de su ejecución. Sus atributos como evangelista son el libro, en el que a veces se pueden leer varias inscripciones de su evangelio, como es el caso del de la basílica, la pluma, el tintero y el hombre alado. Como apóstol viste túnica talar y palio. Es patrón de los funcionarios de hacienda y aduanas, los cambistas y los contables.

San Mateo en cerámica de Ruiz de Luna del siglo XX en la iglesia de Castillo de Bayuela

Aparece en los evangelistas representados en la iglesia de Higuera de las Dueñas y en Castillo de Bayuela se encuentra representado en el púlpito junto a los otros tres evangelistas en obra de Ruiz de Luna.

En su evangelio describe la genealogía de Cristo por lo que antes de los paneles que la representan en la basílica de El Prado aparece la imagen del apóstol. También puede que se le represente por ser patrón de una de las cofradías o gremios que financiaron los azulejos.

San Mateo de Ruiz de Luna en el púlpito de Bayuela

San Mateo es un santo también vinculado a Talavera por celebrase en su honor las ferias del 21 de septiembre, día de su festividad.

SAN BARTOLOMÉ EN AZULEJERÍA TALAVERANA

SAN BARTOLOMÉ EN AZULEJERÍA TALAVERANA

REPRESENTACIÓN DEL DIABLO EN UN PANEL DE AZULEJOS DE PIEDRAESCRITA EN EL QUE APARECE SAN BARTOLOMÉ. SIGLO XVI

San Bartolomé llegó a la India y se hospedó en uno de los templos de Astaroth. Un demonio hablaba desde el interior del ídolo para conseguir así que los vecinos del país adoraran a las viejas divinidades, pero el santo inmovilizó al diablo del ídolo con cadenas de fuego. Llegó a oídos del rey Polibio, gobernador de la región, que San Bartolomé había arrojado al diablo del cuerpo de un endemoniado y lo llamó para que  exorcizara a una hija lunática que tenía el monarca. En agradecimiento le ofreció numerosas riquezas que rechazó, instando al rey a que se bautizara. Polibio dejó su trono y llegó a ser obispo, pero tomó el mando su hermano Astiages que, en venganza por haber destruido el santo todos los ídolos paganos, ordenó someterlo a martirio apaleándole y crucificándole según algunos y desollándole según la mayoría de las fuentes legendarias. Después lo decapitaron y arrojaron su cuerpo al mar junto a los de otros cuatro mártires, metidos todos en cajas de plomo que flotaron milagrosamente hasta llegar a  la isla de Líparis en Sicilia, aunque otras leyendas sitúan sus reliquias en el Tíber, en la isla de San Bartolomé.

Una descripción física del santo que hace un demonio en la Leyenda Dorada lo pinta como hombre de cabellos ensortijados, con barba y semblante siempre alegre y risueño, tal como aparece en el panel de azulejos de El Casar de Talavera que lo representa. Un paralelo pagano del santo es el Sátiro Marsias, que sufrió el mismo suplicio a manos de Apolo, esta escena está representada en una escultura de Pérgamo que ha servido a muchos pintores para inspirarse al pintar el martirio de Bartolomé. Ha sido tradicionalmente considerado protector contra las enfermedades nerviosas.

*Iglesia de El Casar de Talavera. Talavera de la Reina. Frontal de altar del evangelio. Policromía. Siglo XVI. Enmarcada en recortes de ferroneríe con pequeñas flores y frutos en los huecos, y flecos simulados en la parte superior. San Bartolomé sujeta la cadena con la que tiene preso al diablo y en la otra mano la espada o cuchillo de su martirio. Varias terrazas y árboles esquemáticos adornan el fondo.

AZULEJOS DE RUIZ DE LUNA QUE REPRESENTAN A SAN BARTOLOMÉ EN LA IGLESIA DE BAYUELA

*Iglesia parroquial de Castillo de Bayuela. Friso de los apóstoles en el altar. Siglo XX.(hacia1933). Policromía. Autor Juan Ruiz de Luna. El santo aparece con el rollo en su mano derecha y el cuchillo utilizado para su martirio en la izquierda

iMAGEN DE SAN BARTOLOMÉ EN PANEL DEL SIGLO XVI DE PIEDRAESCRITA

*Iglesia de Piedraescrita. Robledo del Mazo (Toledo). Policromía. Siglo XVI. Enmarcado en columnas abalaustradas con decoración renacentista vegetal y de grutescos, friso de querubines en la parte superior. El diablo en este caso tiene rostro humano y Bartolomé sostiene el libro y el cuchillo sobre un fondo de montes y arquitecturas.

SAN BARTOLOMÉ EN UN PANEL DE LA BASÍLICA DEL PRADO TRAÍDO DEL HOSPITAL DE SAN ANTONIO ABAD. SIGLO XVI

* Basílica de Nuestra Señora del Prado. Talavera de la Reina. Retablo procedente del hospital de San Antonio Abad. Siglo XVI. Policromía. Enmarcado en columnas salomónicas y pilares decorados con motivos vegetales y grutescos en el friso superior. El diablo presenta un rostro con bigote a la moda de la época y el cuerpo tiene apariencia entre humana y de reptil con un aguijón en la cola. Bartolomé sostiene el Libro y el cuchillo. Fondo decorado con matas y un árbol de follaje en estratos. Uno de los azulejo no pertenece al panel.