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LAS PRESAS DE LOS MOLINOS DE AGUA (1)

III.- DESCRIPCIÓN DEL MOLINO DE AGUA. LAS PRESAS

Ya hemos visto cómo lo que básicamente consigue un molino es aprovechar una determinada elevación del agua – mantenida por un canal – desde una presa río arriba, para que al caer el agua por la fuerza de la gravedad mueva la rueda de nuestro artificio (fig. 5).

Partimos de la estructura del molino de rueda horizontal o rodezno para explicar este mecanismo, ya que se trata del más frecuente con mucho en nuestros ríos y arroyos. Es además el modelo más sencillo a partir del cual explicaremos las peculiaridades de otros tipos de molino.

        

Presa de un molino de agua en el río Huso. Trazado muy irregular construido con pizarras y cuarcitas rodadas Presa de un molino de agua en el río Huso. Trazado muy irregular construido con pizarras y cuarcitas rodadas

LAS PRESAS

Lo primero que necesitamos en la construcción de una instalación molinera es retener el agua en un punto del cauce con una altura determinada y desviar ese agua hacia un canal cuya misión es mantener ese nivel hasta llegar al edificio del molino. Ambas cosas se consiguen mediante la presa que podemos definir por tanto como un obstáculo fijo, opuesto a la corriente y que embalsándola con elevación de nivel produce un remanso[1].

Se sitúan estas presas en lugares topográficamente favorables para su construcción como es el caso de estrechuras del cauce, elevaciones del fondo del río o lugares donde la existencia de rocas laterales o un fondo firme y berroqueño del río permitan un mejor anclaje de la estructura. Se buscan sobre todo pérdidas de nivel de la corriente lo más bruscas posible, de forma que consigan hacer ganar  desnivel al canal en un corto recorrido para ahorrar así esfuerzo en su excavación. Es el caso de los molinos situados junto a las cascadas y chorreras de los arroyos.

Para la construcción de presas se huye en general de los terrenos arenosos con gran filtración. También se intentan evitar los tramos de cauce fluvial muy anchos que hacen necesaria la construcción de presas de gran longitud, más frágiles ante las avenidas y que se colmatan de sedimentos más fácilmente. Se precisa además no trazar los azudes en perfiles topográficos de escasa pendiente porque conllevarían canales demasiado largos. Aunque hay excepciones, como es el caso de las zonas donde ese mismo canal se aprovecha para regadíos ribereños y la utilización para este fin hace más rentable su excavación.

Presa de los molinos de los Sacristanes reutilizada para una central eléctrica. Obsérvese la disposición de los bloques graníticos ajustados como granos de granada Presa de los molinos de los Sacristanes reutilizada para una central eléctrica. Obsérvese la disposición de los bloques graníticos ajustados como granos de granada.

Las presas se fabricaban con esmero aunque la pobreza de los antiguos materiales disponibles y la, generalmente, modesta condición económica de los molineros influía en la precariedad de estas construcciones, salvo en las más potentes aceñas y molinos del Tajo. A estas circunstancias se unía el régimen semitorrencial de muchos de nuestros arroyos y riachuelos serranos que presentaban en invierno avenidas importantes que ayudaban a su destrucción, obligando a frecuentes reparaciones de mantenimiento. En la actualidad quedan pocas de estas presas completas, existen numerosas referencias históricas a destrozos de las riadas y a las obras necesarias para su reparación, principalmente en la documentación existente sobre los molinos de Toledo y Talavera.

Otras presas que resistieron el embate de las aguas se han visto con el paso del tiempo anegadas por el arrastre de arenas y cienos. Para evitar esto se acudía en ocasiones al levantamiento aguas arriba de otra presa de peor factura que intentaba retener los materiales que anegaban la principal. Ese parece ser el objeto de una presa secundaria construida en el primer molino del arroyo de Piejachica en Valdeverdeja.

Las presas tienen dimensiones variables dependiendo de la entidad y características topográficas de la corriente sobre la que se construyan. Van desde los dos metros escasos de las presas de los molinos de Garganta Tejeda en el Real de San Vicente, hasta las presas o azudas del Tajo que sobrepasan los cien metros en algunas ocasiones. La altura y la anchura de los muros de las presas varían entre uno y diez metros.

Anclaje en la orilla de una presa en el río Huso que muestra las lanchas de pizarra reforzando el calicanto de la estructura Anclaje en la orilla de una presa en el río Huso que muestra las lanchas de pizarra reforzando el calicanto de la estructura

Las presas podían construirse sobre el lecho de la corriente sin ningún apoyo especial, pero a veces se anclaban en grandes rocas o en los tajamares de los puentes. También las orillas de los islotes que jalonaban los ríos servían a veces como apoyo para su edificación.

Las secciones pueden ser rectangulares, trapezoidales o escalonadas. Estas dos últimas formas intentan evitar que se socave el cauce y peligre la cimentación de la presa, ya que impiden que el agua caiga violentamente desde el rebosadero (fig. 7). Asociados a estos perfiles podemos encontrar contrafuertes de obra que intentan conseguir una mayor resistencia de la presa a las avenidas del río.

Los materiales empleados suelen ser la piedra de extracción local  y la argamasa. Las rocas más frecuentemente empleadas en nuestra geografía son el granito, las cuarcitas rodadas o no y la pizarra (Foto 1). El paramento se refuerza con esmerado ripio a presión que ajusta la estructura de sillarejo. En La Jara, sobre el arroyo Cubilar, se pueden ver algunas presas fabricadas con grandes lajas de pizarras clavadas oblicuamente en el cauce y reforzadas con acúmulo posterior de otros materiales. El ladrillo o el mero acúmulo de tierras son poco empleados en las presas aunque sí se utilizan en los canales.

Presa y arranque del canal en una presa de Riofrío

En los grandes ríos como el Tajo e incluso el Tiétar, las presas conllevan una obra de mucho mayor envergadura. Son generalmente de sección trapezoidal, su base es ancha y suelen estar formadas por grandes bloques graníticos que constituyen el núcleo de la obra. Posteriormente se enlosará con sillería más regular e incluso se rematará con un revocado  exterior.

A veces adopta el aparejo una curiosa disposición como en el caso de la presa de las Aceñas del Conde en término de El Torrico. En este gran azud del Tajo los bloque exteriores de la cubierta de la presa se han tallado con formas trocopiramidales similares a los granos de una granada, muy acuñados con ripio a presión y relleno de mampostería en el interior de la estructura.

El borde superior de las presas molineras se encuentra especialmente bien rematado, en general con acabados curvos que eviten la erosión, incluso en ocasiones puede construirse en sillería o con pizarras alineadas y unidas con argamasa. Las presas suelen tener también rebosaderos y compuertas que no sólo desaguan en el canal del molino sino que a veces sirven también para el abastecimiento de canales de riego y abrevaderos.

[1]  DIPUTACIÓN FORAL DE VIZCAYA: Bizkaiko Presoak, Presas de Vizcaya. Catálogo. Bilbao, Diputación Foral de Bizkaia, 1990, pp. 11-19.

EL CERDO DE PIEDRA, RELATO VETTÓN

EL CERDO DE PIEDRA

Detalle de la cabeza de un verraco de Torralba de Oropesa Detalle de la cabeza de un verraco de Torralba de Oropesa

Se deshace la escarcha sobre las piedras de la muralla cuando el sol se asoma tímido por entre las crestas de Gredos. Desde que aparecieron esos malditos romanos por el valle del Tajo, los ancianos del castro consideraron que debía doblarse la guardia.

El ganado había estado tranquilo durante la noche y, aunque Baraeco se había protegido del frío y la humedad con su capa de piel de ternero y el gran toro de piedra de la entrada del corral le había resguardado del frío de esa noche de finales de otoño, el joven vetón necesitaba calentarse, sacudirse las gotas heladas de su barba. Cuando llegó el relevo se saludaron con monosílabos y Baraeco se dirigió a casa de sus padres.

Cuando llegó, la puerta ya estaba abierta, sus hermanas habían ido a ordeñar y los pequeños estaban sentados en el banco, apoyados contra la pared esperando su desayuno. En el centro de la estancia, Trebaruna, su madre, se afanaba preparando unas gachas de bellotas junto al fuego.

-Ven hijo, caliéntate y descansa. El camino que emprenderás esta mañana es largo. Menos mal que irás con tu amigo Togo y dormiré tranquila durante vuestros tres días de camino hasta el castro del vado del Gran Río.

Sé que conocéis bien el camino por las muchas veces que habéis bajado por las cañadas con los ganados, pero las gentes de la tribu de Arecorata pueden asaltaros y los lobos y los osos bajan por las nevadas a buscar comida a zonas menos frías. Ya he preparado el macuto con las tortas y el queso. Incluso os he llenado un pellejo con la cerveza tan buena que hicimos con la cosecha del año pasado.

El castro de El Raso

El muchacho comió con avidez y, tomando su espada, su lanza de astil de fresno y el zurrón de piel donde guardaba las herramientas de su oficio, salió después de besar a su madre y prometerla que la traería una de esas cazuelas que tan bien fabricaban las tribus del valle del Gran Río.

Fue a buscar a su amigo Togo. El pueblo tenía a esas horas un aspecto triste y frío con el humo de los hogares saliendo entre los piornos de las techumbres. Daba la sensación de que todo el caserío iba a comenzar a arder y de que los cerdos avisaban con gritos agudos a sus dueños. Pasó junto al templo que había dado fama a su castro en todos los contornos. Ulaca era conocido en toda la Vettonia porque las ceremonias de sus sacerdotes se desarrollaban en aquellos altares labrados en la roca viva y por los baños de vapor con los que tantas veces Baraeco se había relajado después de sus ejercicios militares o de las cacerías a las que acudía con sus amigos.

Ofrenda en el altar de sacrificios del castro de Ulaca Ofrenda en el altar de sacrificios del castro de Ulaca

Los dos compañeros salieron entre las empalizadas que protegían la entrada del castro y se dirigieron a los puertos de Menga y del Pico. En tres días llegaron al castro del Vado del Gran Río sin desviarse de la cañada principal.

El paso del Tiétar fue dificultoso pues iba algo crecido. Afortunadamente, un gran aliso había sido derribado por el río en las últimas crecidas y el tramo más profundo pudieron cruzarlo sobre él. Dejaron los bosques de encinas y alcornoques y llegaron a las llanuras del Gran Río, esas buenas tierras para el cultivo que esos malditos romanos querían obligarles a desalojar.

Llegaron al castro del Vado del Gran Río y observaron las fuertes defensas que preparaban sus hermanos. Habían elevado la muralla de piedra y habían erizado de empalizadas y campos de piedras clavadas en el suelo que intentaban impedir el asalto de los extranjeros. Cuando los guardias vieron el sol de metal que pendía del cuello de Baraeco les permitieron pasar sin dificultad, sabían que se trataba de uno de los sacerdotes de la piedra. Los únicos facultados para labrar los cerdos y los toros de piedra que protegían sus ganados y marcaban las zonas de pastos.

El jefe de la tribu del Vado del Gran Río no se encontraba allí, había salido por la mañana hacia el castro vecino de Manzanas para cambiar cebada por cerdos y no regresaría hasta el atardecer. Mientras llegaba, los dos ulacos pasaron el rato bebiendo cerveza y observando las fatigas de los hermanos vettones de las sierras que pasaban el vado del Gran Río de islote en islote con grandes trabajos para sus ganados.

Cuando llegó el jefe del clan les agasajó invitándoles a su casa. Les contó cómo, en un ataque de los bandidos de los desiertos del sur del Gran Río, había muerto su sacerdote de la piedra. Las tribus vecinas habían intentado aprovecharse de los pastos de poniente y debían marcarlos con dos verracos sagrados que demostraran a quién pertenecían las hierbas y la bellota. No quería que las armas tuvieran que llegar a utilizarse contra tribus hermanas estando tan cerca los enemigos romanos.

Verraco en Castillo de Bayuela

Al día siguiente se pusieron manos a la obra. Acudieron a los berrocales cercanos con tres parejas de sus mejores bueyes. Baraeco buscó un buen bloque de piedra, ni tan duro que dificultase su trabajo hasta el punto de necesitar templar continuamente sus cortafríos y bujardas, ni tan blando que se deshiciera con las lluvias y los hielos. No en todas partes había buenos herreros como su amigo Arentio del castro de Cogotas, él sí sabía endurecer el hierro con el fuego del brezo. Después de elegir la piedra fue bendecida con las ceremonias y los rezos habituales y con gran esfuerzo se llevó arrastrándola mediante rulos de madera hasta el lugar donde el verraco debería ser erigido. Allí Baraeco tardó tres semanas en esculpirlo pero lo acabó como a él le gustaba rematar sus trabajos. Le insinuó el rabo retorcido, labró sobre el granito dos grandes colmillo que indicaran que se trataba de un buen macho y marcó los ojos, la boca, las pezuñas y hasta el bulto de una gran verga. Cuando llegara la siguiente luna, la tribu celebraría una gran fiesta porque los pastos que siempre habían sido suyos estarían protegidos y marcados por el hermoso cerdo de piedra de Baraeco.

LA CERÁMICA TRAS LA RECONQUISTA DE TALAVERA, EN HISTORIA FÁCIL DE LA CERÁMICA DE TALAVERA (12)

Jarra elaborada a torno alto hallada en las excavaciones del lagar de los jerónimos. Siglo XIV

LA CERÁMICA TRAS LA RECONQUISTA DE TALAVERA

Como sucedió en los tiempos en los que los árabes conquistan la España visigoda, también tras la toma de Talavera por los cristianos se solapan ambas culturas durante un largo periodo en todas sus manifestaciones, y la cerámica no es una excepción.

En cuanto a las piezas de mesa, los ataifores de mayor capacidad van siendo sustituidos por escudillas individuales de menor capacidad al ser diferentes también los usos alimentarios de ambos pueblos. Por otra parte, las culturas “híbridas” de la época como son las de mozárabes, mudéjares, e incluso la de los judíos, influyen y mucho en la cerámica como iremos viendo. Son los mudéjares los habitantes de la recién reconquistada Talavera que desempeñan con mayor frecuencia los oficios alfareros durante los siglos XII a XIV.

Jarrito hallado en la excavación del convento de las madres agustinas. Siglo XIII

Los castellanos, y también los leoneses en la parte más occidental de nuestra comarca, van introduciendo sus tradiciones y así, la mayor parte de las ollas que hallamos en la época son de influencia norteña, especialmente del valle del Duero. Cuentan con un solo asa, que suele ser fuerte, presentan forma globular, no están vidriadas y tienen el fondo plano. Sucede algo parecido con las vasijas destinadas a contener o trasportar el agua, como jarros y cántaros. A veces se adornan con una modesta decoración a base de molduras en el cuello. Los candiles, algo más grandes que los musulmanes, y las cantimploras, que también muestran su tradición islámica.

Platos ornamentales de cerámica encastrados en el muro de la iglesia mudéjar de Santiago

Los vidriados suelen hacerse solamente en las superficies interiores de las vasijas en color melado o verde, aunque a veces las piezas se pintan con verde y manganeso. En otras ocasiones se ornamentan con estampillados, motivos vegetales o geométricos, e incluso con frases en escritura cúfica.

Una de las principales aportaciones a la cerámica local durante el siglo XIII es el vidriado blanco estannífero que se empieza a ver con mayor frecuencia, abandonándose paulatinamente el óxido de plomo utilizado en época islámica. Sobre ese fondo se dibuja la decoración en verde y manganeso con motivos sencillos geométricos y vegetales, como especifican Moraleda, Maroto y Santamaría: en forma de círculos concéntricos, trazos curvos, ondulados, zig-zags, espirales, retículas, estrellas de David etc…, que decoran sobre todo platos de perfil troncocónico y escudillas.

Cantimplora de época cristiana,  aunque de clara tradición musulmana. Siglo XIV, Hallada en excavación de Ronda del Cañillo.

Están por llegar en siglos posteriores, parece que desde levante, la decoración con trazos azules y los motivos animales que caracterizarán a la cerámica talaverana desde la baja edad media. En la fachada oriental de la iglesia de Santiago se pueden observar algunos platos encastrados en el muro con finalidad decorativa que sí están vidriados en su totalidad y no solo en el interior, como era habitual en estas cerámicas mudéjares talaveranas.

A finales del siglo XII ya aparecen los nombres de alfareros talaveranos mudéjares como Vicente Ben Said o Ayub ben Yabaf. Bajo el suelo del castillo de Mejorada construido en 1288 se hallaron fragmentos de esas cerámicas decoradas en verde y manganeso. El hallazgo de piezas fallidas de estos tipos, nos orientan hacia la existencia de producción en hornos locales, no solo de importación. No es seguro todavía que, siguiendo la tradición de Paterna o Manises, también se hicieran en alfares locales algunas piezas de imitación en tonos azules y de reflejos metálicos.

Jarro con engobe . Siglo XIV. Museo Ruiz de Luna

Así mismo son de tradición islámica las producciones locales encontradas ya en época cristiana de la técnica de cuerda seca y cuerda seca parcial que más adelante describiremos. Son sobre todo alizares y azulejos cuadrados. Por alizar se entiende tanto los azulejos que conforman un arrimadero, aunque a veces se utiliza solamente para denominar las piezas cúbicas o angulares que limitan esos paneles de azulejos en bordes y esquinas. Están decorados con motivos geométricos y vegetales y son color azul, melado, blanco, verde y morado oscuro-negro. La técnica de los azulejos de arista, de tradición mudéjar, también ha dejado algunas muestras en la cerámica talaverana como veremos especialmente en el siglo XV y primeras décadas del XVI.

TALAVERA RECONQUISTADA, APUNTES HISTÓRICOS PARA UNA HISTORIA FÁCIL DE LA CERÁMICA (11)

Grabado del siglo XIX que representa las torres albarranas del Charcón, construidas por los cristianos para reforzar las murallas musulmanas.

TALAVERA RECONQUISTADA

Aunque ya en manos de Alfonso VI, Talavera no perdió su condición de ciudad altamente estratégica de la frontera media y, hasta que se consolida el territorio cristiano con la victoria de las Navas de Tolosa en 1212, le espera a nuestra ciudad más de un siglo de inseguridad en el que seguirá siendo objetivo de razzias, asedios y conquistas por parte de los musulmanes impulsados por el fanatismo bélico-religioso de los almorávides y los almohades.

El primer gran ataque contra Talavera se produjo en el año 1102. Alfonso VI había dirigido sus huestes contra Medinaceli, y en respuesta a esa agresión, el gobernador de Granada envió un ejército musulmán contra Talavera, que fue asaltada, aunque parece que la alcazaba resistió.

En 1109 la necesidad de neutralizar Talavera como paso previo al ataque contra Toledo supone una nueva agresión de las fuerzas almorávides que consiguen la conquista de la ciudad y su saqueo consiguiente. Para ello consiguen romper la presa de los actuales molinos de Abajo que hacía más difícil el asalto por inundar con un sistema de compuertas el foso que discurría junto a la muralla. Durante un tiempo quedó en Talabayra una guarnición almorávide y se devolvió el culto islámico a las mezquitas. Sigue la villa algunos años en poder de los almorávides, aunque en fecha no determinada vuelve a poder cristiano, sufriendo durante un tiempo nuevas algaradas sarracenas. También desde Talavera parten acciones de castigo contra territorio musulmán.

Al primer gobernador castellano nombrado por Alfonso VI, Sancho del Carpio, le costó la vida su ineficacia para defender la plaza y cierta connivencia con los árabes, pues el rey ordenó que fuera ejecutado, como se relata en una entrada de este mismo blog.

También durante el reinado de Alfonso VI se produce un hecho que la leyenda y la fábula han nublado con el paso de los siglos, pero que sin duda tiene algo de verdad. Se trata de la historia de Nalvillos que, en la primera de las versiones, asegura que el rey Alfonso apadrina a una hija de Al Mamum, rey moro de Toledo que le había acogido en el exilio provocado por el enfrentamiento con su hermano Sancho. Aixa Galiana, que así se llamaba la princesa, es enviada a Ávila, donde es acogida por Urraca, hija de Alfonso VI. Allí se enamora de ella Nalvillos, un caballero abulense hijo del señor de Navamorcuende, que finalmente se casa con ella, para lo que previamente había renunciado a la religión musulmana. Se rompe con este enlace la promesa de concederla en matrimonio a Jazmín Hiaya, moro principal de Talavera y amigo del monarca. A nuestra villa acude Nalvillos para cuidar del rico patrimonio que Aixa había heredado de su padre en nuestra ciudad y en su entorno. Aquí es recibido con simulada simpatía por Hiaya, en quien cree el joven caballero abulense haber encontrado un buen amigo.

Nalvillos debe acudir a cuidar de un castillo roquero encomendado por el rey. Mientras, con la excusa de llevar a Aixa las rentas de sus posesiones en Talavera, acude el moro a Ávila donde se entrevista con ella en ausencia de su marido ofreciéndola ricos presentes y declarándola su amor. Huyen ambos a Calatrava mientras Hiaya es nombrado por los conjurados rey de Toledo y Talavera. Él y sus adeptos piensan en traicionar a Jasmín gobernador cristiano de la villa y sumarse al plan de los almorávides de atacar Toledo en 1109 neutralizando previamente la plaza fuerte de Talavera. El afrentado Nalvillos acude en auxilio de los suyos en Talavera con trescientos escuderos, entra en la ciudad por un postigo y consigue vencer a la facción musulmana y prender a Hiaya, a quien descuartiza mientras que su mujer es quemada viva en Ávila.

En otra versión que aparece en la “Crónica de Ávila”, Aixa es secuestrada en un ataque de los moros talaveranos contra Ávila. Para recuperarla, Nalvillos acude a Talavera y deja emboscados a sus hombres en una de las atalayas próximas probablemente la de Segurilla. El joven caballero se disfraza de labriego y entra en la villa con la excusa de vender un haz de hierba que había cortado. Llega al palacio donde residían Jasmín y Aixa para contactar con su esposa, pero ella en lugar de disimular su presencia, mientras yace con el moro denuncia a Nalvillos y sus intenciones de llevarla con él. Es detenido el cristiano, preguntado por su captor Jasmín sobre la forma de ser ajusticiado que prefería, indicó que él si se encontrara en lugar del gobernador árabe de Talavera, le habría llevado a ejecutar al lugar más alto. Por ello Hiaya lleva al detenido a la atalaya junto a la que esperan sus hombres que, al tocar Nalvillos una bocina, atacan tomando preso al moro que es quemado en la misma hoguera que estaba preparada para el marido cristiano afrentado. Los caballeros abulenses atacaron después la villa saqueándola y tomando prisioneros y la musulmana infiel es quemada a su vez cuando los cristianos pasan por la finca de La Alcoba.

En 1129 vuelve a ser atacada Talavera por los almorávides, pero trescientos jinetes parten de la ciudad en persecución de los agresores y consiguen infligirles una gran derrota, llevando numerosos cautivos musulmanes de vuelta a la villa. El jefe de las tropas Waidy ben Umar al Lutumi es destituido y obligado a pagar el rescate de los guerreros presos en poder de los cristianos.

Alfonso VII dirigiéndose a su coronación

El monarca Alfonso VII gustaba de descansar en Talavera entre sus diferentes operaciones bélicas en las que parte de sus fuerzas están formadas por caballeros y escuderos talaveranos. En 1172, pasa una temporada después de las razzias que él mismo encabeza por las cercanías de Sevilla y Córdoba. Ordenó remodelar y fortificar la alcazaba talaverana e incluso participó directamente en el amojonamiento y deslinde de los territorios talaveranos que reivindicaba para sí la poderosa ciudad de Ávila. También interviene en la delimitación de las tierras de Talavera con las de Toledo, al este del alfoz.

En 1172, desde Andalucía, y 1173 desde Badajoz, la villa se ve afectada por grandes incursiones almohades, la segunda con 4000 guerreros, y en ella se producen gran número de bajas cristianas con el consabido robo de ganados, destrucción de cosechas y secuestro de mujeres y niños.

En 1177, nuevamente las fuerzas almohades al mando de Alí al Husayn vuelven a atacar el alfoz talaverano. En ocasiones estas razzias estaban determinadas por operaciones estratégicas que intentaban conseguir que los reyes cristianos levantaran el asedio sobre otras ciudades como Cuenca o Ciudad Rodrigo. También en este año de 1177 un destacamento de talaveranos participó en un ataque de Fernando II contra Jerez, pero al volver fueron emboscados y la mayoría muertos o apresados por los musulmanes.

La leyenda del escudo de Talavera nos habla del engaño a los sitiadores musulmanes soltando dos toros para simular abundancia de alimentos en el interior durante un asedio en el que los cristianos se veían perdidos por falta de alimentos

En 1182 una nueva agresión almohade es descubierta por un caballero que consigue huir de las fuerzas sarracenas poniendo en alerta a la población. Acampan las fuerzas islámicas sobre un cerro situado a una milla de distancia, pero la villa arma en su defensa una gran fuerza de diez mil hombres de los que mil eran judíos, lo que nos da idea de la importancia de este grupo étnico en el conjunto de la población talaverana. Consiguen ahuyentar al enemigo que antes había destruido todo lo que se había puesto en su camino.

Después de la derrota castellana de Alarcos, los musulmanes a las órdenes de Almanzor se internan por Extremadura y, tras atacar Trujillo y Plasencia, llegan a Talavera, pero, aunque saquean y destruyen todo lo que encuentran a su paso, no consiguen vencer la fortaleza de sus murallas.

La tregua decretada poco después es el comienzo de una época algo más segura que abarcará casi todo el siglo XIII, aunque todavía nuestro territorio sufrirá ataques más ocasionales y de menor entidad, ya que la batalla de las Navas de Tolosa en 1212 consolida la frontera en el Guadiana. Aun así, todavía a finales del siglo XII debe Talavera sufrir algunos ataques de los benimerines.

Pero la paz no duraría mucho ya que es ahora la lucha entre facciones rivales de los propios cristianos la que condicionará la inseguridad que todavía durará unas décadas. La fortaleza de las murallas talaveranas seguirá haciendo de la villa un lugar de interés estratégico para los diferentes bandos.

Pero ¿cómo era esa Talavera recién conquistada por las tropas cristianas? Todos los episodios bélicos que hemos enumerado anteriormente condicionaron sin duda cierta decadencia de nuestra ciudad comparándola con la boyante Talabayra musulmana. Las murallas del primer recinto sufrieron debido a los asedios sucesivos derribos y reconstrucciones que todavía podemos observar en la variada tipología de los aparejos de sus muros ocasionada por las sucesivas reparaciones. La ciudad se componía de la “villa”, es decir todo el caserío incluido dentro de ese primer recinto murado islámico, y de unos incipientes arrabales que pronto se convertirán en diferentes colaciones de parroquias como la de San Miguel, Santiago, o el Salvador. Arrabales que luego protegería el segundo recinto amurallado. Las características torres albarranas se construyeron en época cristiana, aunque se duda si fue en el reinado de Alfonso VII y Alfonso VIII o posteriormente.

Hasta diez parroquias se llegan a constituir en la Talavera de estos años Santa María, San Pedro y San Clemente dentro de la villa, y Santiago, Santa Eugenia, Santa Leocadia, San Miguel, San Salvador, San Ginés y San Martín en los arrabales. Esta abundancia de iglesias nos sugiere que la política de repoblación de los monarcas que querían fortalecer la marca media incidió en el aumento demográfico de la Talavera cristiana medieval.

Los nuevos habitantes llegados con la conquista son, en su estrato superior, los caballeros francos y castellanos. En la época era conocida Talavera por la preparación bélica de sus habitantes, y tanto fue así que las huestes locales estuvieron formadas por medio millar de guerreros entre caballeros y peones que llegan a hacer por propia iniciativa acometidas contra los territorios musulmanes. Los ballesteros talaveranos eran famosos por su destreza y estaban exentos por privilegios reales de ciertas cargas. El día de San Cebrián debían las fuerzas desfilar armadas ante las autoridades y la población.

Aún llegó el románico a las tierras de Talavera, recién reconquistado su territorio. Pantocrátor sw la iglesia de Piedraescrita.

Muchos de los recién llegados se aglutinaron en torno a la parroquia de El Salvador de Los Caballeros, que tomó su apellido de esta circunstancia, y es tradición que en su pórtico se juzgaba según su fuero, ya que la población mozárabe, cristianos arabizados que residían en Talavera antes de su reconquista, ocuparon en un principio la antigua villa intramuros y muchas de las viviendas y propiedades de los musulmanes obligados a marchar. Su parroquia principal era la antigua mezquita, luego colegial.

Tanto los caballeros recién llegados como los mozárabes, tenían su propio alcalde y se regían por su propio fuero. Los mozárabes incluso hablaban y escribían en árabe, aunque su origen fuera visigodo o hispanorromano. Un ejemplo curioso es que en algunos documentos medievales se hace referencia al párroco de la que colegiata como el “imán de Santa María. Parece que en la parroquia de San Esteban se reunían también a impartir justicia.

Las persecuciones que los musulmanes integristas ejercen sobre estos cristianos mozárabes que vivían en territorio musulmán afectan incluso a los fieles del arzobispo de Sevilla, Clemente, que debe huir con los suyos de territorio musulmán y se refugia en Talavera, que les cede para repoblar territorios jareños. Esos grupos andaluces de mozárabes repueblan algunas de esas zonas, y de su presencia nos han quedado topónimos que todavía permanecen y que nos indican el origen de sus primeros habitantes. Es el caso de Sevilleja, otros han desaparecido o han cambiado la denominación original, como el núcleo inicial del actual pueblecito de Gargantilla que se llamó Cordobilla, otra Cordobilla hoy desaparecida se encontraba en las inmediaciones de las Minas de Santa Quiteria. Anteriormente, durante la ocupación árabe de Talavera algunos cristianos arabizados perseguidos contribuyeron a la repoblación de León o de Zamora

Pero la mayoría de la población estaba constituida por los pecheros, agricultores y ganaderos que no estaban exentos de impuestos como los caballeros. Los artesanos y comerciantes, menos numerosos, completaban el panorama de la población talaverana de la época.

Rótulo del callejón de los Judíos,

La aljama judía de Talavera se encontraba entre las doce más pobladas de España y sus componentes residían en los Arrabales Viejos en su mayoría, aunque sus tiendas se localizaban en la zona comercial de la Puerta de San Pedro y a lo largo del curso de la muralla. Todavía se conserva en la zona de la que fue parroquia de San Esteban un “Callejón de los Xudyos”. De lo numerosos que llegaron a ser los hebreos talaveranos nos da una idea los mil soldados que se unen a la fuerza que repele en 1182 el ataque de los musulmanes. Uno de los más influyentes de la época fue Cidelo, médico y consejero de Alfonso VI y jefe de la aljama de Toledo. Otros judíos aparecen en documentos medievales como artesanos y propietarios de molinos, tiendas y tierras de labor.

Los moriscos que permanecieron en Talavera tras la conquista cristiana debieron ser relativamente numerosos, aunque pertenecerían a las clases más bajas dedicadas a labores agrícolas y artesanales, como la cerámica o la construcción. Parece que en su mayoría vivieron en las viviendas más modestas intramuros.

TARTESSOS LLEGA AL TAJO, DE LA SERIE «RÍOS DE HISTORIA» (6)

RÍOS DE HISTORIA

TARTESSOS LLEGA AL TAJO

El PERIODO ORIENTALIZANTE DE LA EDAD DEL BRONCE

Estela de guerrero de Las Herencias
Estela de guerrero de Las Herencias

A partir de una serie de objetos metálicos singulares, se propuso hace unos años la existencia de una ruta natural en dirección sur-norte que discurría por el occidente de la península ibérica, ruta que sería el precedente de lo que más tarde, ya en época romana, sería la Vía de la Plata.

Desde Huelva y Cádiz, ascendía un trayecto jalonado de hallazgos de braseros y jarros, con ramificaciones por los valles de los grandes ríos hacia el interior. Varios hallazgos en la comarca de Talavera nos indican que al menos hasta aquí llegaba una de esas vías secundarias que nos relacionaban con el mundo de Tartessos.

El llamado «puñal de Ronda» o de El Carpio de Tajo, aunque en realidad se encontró en término de Mesegar, es de una tipología ya enmarcada en la llamada metalurgia del «grupo Ría de Huelva» y se datan en torno al siglo IV a. d. C.

La estela hallada en las Herencias, que pudiera estar relacionada con la  necrópolis indígena de un asentamiento cercano del Arroyo Manzanas donde se han encontrado algunas cerámicas contemporáneas, es una estela de las llamadas del tipo II C de Pingel. Este tipo se caracteriza por la presencia de figura humana a la que suelen acompañar una serie de atributos como la espada, lanza, escudo, carro o espejo. En nuestro caso, el personaje aparece tocado con un casco de cimera, una lanza con la hoja hacia abajo, un escudo con escotadura en V, una posible fíbula y tal vez unas tenazas bajo la mano derecha. También se ha datado en el siglo IX a.d. C.

Vasija de bronce hallada por el talaverano Jiménez de la Llave en Manzanas y que hoy se encuentra en el museo metropolitano de Nueva York
Vasija de bronce hallada por el talaverano Jiménez de la Llave en Manzanas y que hoy se encuentra en el museo metropolitano de Nueva York

El ajuar funerario de» Las Fraguas» fue dado a conocer por el historiador talaverano Jiménez de la Llave en 1860 y consiste en tres elementos, un jarro y un timiaterio en dos piezas además de la referencia a «trozos muy delgados de cobre que indican haber pertenecido a una caldera u otro cuerpo esférico». El jarro es de los llamados tartéssicos y es un jarro piriforme de boca plana con asa de triple sección que termina junto a la boca en tres cabezas de serpiente y que arranca de una palmeta con dos canalículos rematados en un capullo esquemático.

Entre los paralelos de este jarro había uno que era muy similar y que se encontraba depositado en el Metropolitan Museum de Nueva York; el estudio de M. Fernández Miranda y J. Pereira ha permitido conocer que se trata del mismo, dada la coincidencia con el dibujo de Jiménez de la Llave y su procedencia del comercio de antigüedades.

El jarro, el timiaterio y el posible brasero permiten identificar el conjunto con un ajuar funerario con el que se realizarían rituales-libaciones e incineración de sustancias olorosas; estos rituales serían privativos de los individuos más relevantes del área tartéssica y su zona de influencia. Estas fórmulas funerarias estarían datadas en torno al siglo VII a. de C.

El enterramiento de la casa de El Carpio se sitúa en el actual reculaje del embalse de Azután en la desembocadura del río Jébalo, el embate de las aguas puso al descubierto esta interesante inhumación del momento en que se produce en nuestra comarca la transición de la Edad del Bronce a la de Hierro.

Recipiente cerámico orientalizante hallado cerca de la desembocadura del Jébalo en el Tajo
Recipiente cerámico orientalizante hallado cerca de la desembocadura del Jébalo en el Tajo

Se trata de una fosa de sección escalonada en la que se practicó la inhumación de, al menos, dos individuos, un adulto femenino y un recién nacido con un ajuar abundante en el que se combinan piezas locales y foráneas. Diversos cuencos a mano con decoración pintada con motivos geométricos que podrían formar parte de un depósito de ofrendas, seis grandes urnas, anillos y brazaletes de bronce, son algunos de de los objetos hallados que podríamos considerar como autóctonos.

Recipiente cerámico de tradción fenicia hallado cerca de la desembocadura del Jébalo en el Tajo
Recipiente cerámico de tradción fenicia hallado cerca de la desembocadura del Jébalo en el Tajo

Los materiales de inspiración externa serían: una vasija globular cuya forma y decoración tiene paralelos en el horizonte cultural andaluz, dos recipientes de pequeño tamaño y clara adscripción al mundo cultural fenicio, se trata de una ampolla y un alabastrón de cerámica que tenían la función de conservar aceites perfumados.

En cuanto al ajuar metálico, los restos de un caldero de bronce, una vasijita de plata usada para libaciones, y lo más significativo quizás de este hallazgo, dos pequeños fragmentos de hierro, ya que ese metal en un contexto cronológico de transición del bronce al hierro, se consideraría un objeto exótico y muy valorado.Todo este hallazgo se debe considerar formando parte de un ritual autóctono de inhumación y las ofrendas de tipo alimenticio, la distribución de los ajuares y el mismo ajuar son componentes de origen más bien foráneo.

Vasijas orientalizantes de plata halladas en el yacimiento de El Carpio junto al Tajo en Belvís de La Jara
Vasijas orientalizantes de plata halladas en el yacimiento de El Carpio junto al Tajo en Belvís de La Jara

Un último hallazgo, unas fíbulas encontradas en Azután, confirmaría la presencia de tradiciones indígenas asociadas a influencias procedentes del suroeste peninsular, del área de influencia tartéssica y fenicia occidental.

Puede que estos indígenas, enriquecidos por el comercio con esos lugares, se enterraran con los ricos ajuares que hemos visto y que identifican más bien a las clases más poderosas de esas culturas, que habrían conseguido su enriquecimiento a través del comercio de metales, sal etc…

BRONCE FINAL.

Las cerámicas del horizonte Cogotas I aparecen sobre los sustratos del bronce pleno, en algunos de los casos antes referidos, llenándose el vacío que hasta ahora había en la dispersión de estos yacimientos en la meseta sur y así en nuestro ámbito localizamos los dos tipos de asentamiento de este periodo, yacimientos en llano como El Carpio I y el Golín, y el arroyo Manzanas o el cerro Torrejón de Malpica de Tajo, más en la línea de los poblados de altura.

Los primeros suelen tener el patrón de los llamados «fondos de cabaña» como el del Golín a las orillas del Guadyerbas en el pantano de Navalcán hallado por mí, en la retirada de las aguas del mismo, con una vasija de aprovisionamiento, hecha a mano, semiesférica y carenada de gran tamaño y decorada con incisiones en zig-zag, cremallera y dientes de lobo, con tipología encuadrable en el horizonte de Cogotas I .Podían observarse en los alrededores los restos arrasados de algunos silos más, de forma circular.

Parece que la ganadería y la caza estarían relacionadas con este tipo de hábitat y la economía de intercambio y agricultura con los segundos.

HISTORIA DEL HALLAZGO DE LOS RESTOS DE FERNANDO DE ROJAS

HISTORIA DEL HALLAZGO DE LOS RESTOS DE FERNANDO DE ROJAS

Restos de Fernando de Rojas al ser halla-dos por las excavaciones de Careaga Restos de Fernando de Rojas al ser halla-dos por las excavaciones de Careaga aparecido en ABC

Esta historia comienza en los años treinta y en un lugar lejano, Nueva Orleáns. En esta ciudad norteamericana, que tiene curiosamente los rótulos de las calles elaborados con cerámica talaverana, desempeñaba sus funciones como diplomático don Luis Careaga. Llevaba el cónsul varios años trabajando sobre la figura de Fernando de Rojas, ilustre alcalde de Talavera e inmortal autor de La Celestina, cuando llegó a sus manos la copia de un documento propiedad de Fernando del Valle Lerchundi, descendiente del famoso Bachiller. Esos papeles eran nada menos que su testamento, donde con fecha de 3 de Abril de 1541 expresaba el escritor su última voluntad “viéndose enfermo del cuerpo y sano de la memoria”.

Azulejería del siglo XVI que se situaba en la puerta principal del convento de la Madre de Dios

Deseaba que sus restos fueran enterrados en la iglesia del monasterio de la Madre de Dios. Este convento, hoy desaparecido, se había establecido primero en la plazuela de San Miguel, trasladándose después junto a la plaza de El Salvador, en la actual calle Fernando de Rojas. En el año 1110, doña mayor Fernández con otras señoras y familiares decidieron vivir en hábito de beatas en una casa que se encontraba junto a la torre de la iglesia de San Miguel y se comunicaba con ella por un pasadizo sobre un arco. En 1404 se hacen franciscanas y en 1518 se trasladan a su ubicación definitiva en el lugar donde más tarde pediría ser enterrado Fernando de Rojas. El convento de las monjas, que vestían curiosamente de los colores simbólicos de Talavera, el blanco y el azul, fue decayendo hasta que por su extrema pobreza se vieron obligadas a abandonarlo. Actualmente sólo nos queda de él un bonito panel de azulejería del siglo XVI que presidía su entrada principal y hoy se se puede ver en el museo Ruiz de Luna. Luis Careaga viene a buscar los restos de Fernando de Rojas en 1936, dos años después de ser abandonado el convento. Habla a su llegada con el párroco de Santiago, bajo cuya custodia se encontraba el edificio, y pregunta a otras personas y eruditos, pero nadie sabe nada del enterramiento del insigne escritor. Tampoco quedaban inscripciones ni documentos que pudieran orientar al respecto, aunque por el testamento sabía el cónsul que el enterramiento se debía encontrar en el presbiterio, junto al altar. Así que se puso manos a la obra, pidió permiso al arzobispo y a las autoridades culturales de la época y con el auxilio entusiasta del talaverano José García Verdugo, además de otros especialistas en antropología y medicina legal, comenzó las excavaciones.

El suelo de la iglesia estaba entarimado y debajo solamente había tierra, sin ninguna lápida. En la excavación se encontraron primero los restos casi deshechos de un cadáver en el lado del Evangelio y dos días más tarde, en la zona central de la capilla, se hallaron los huesos de otro enterramiento que fue descubierto minuciosamente a base de brochas. Se identificaron pequeños pedazos de tela gruesa de color pardo y Careaga recordó que Fernando de Rojas había dado orden de ser enterrado con el hábito franciscano. El difunto no podía además ser un clérigo por encontrarse con los pies hacia el altar y no hacia los feligreses. También se encontraron los restos de una cajita de madera cubierta de tela y adornada con un alfiler de oro y una hilera de lentejuelas, junto a pobres vestigios de un almohadón adornado con galones.

Fernnando de Rojas en la edición valenciana de La Celestina Fernando de Rojasen la edición valenciana de La Celestina

 Fotografía del desaparecido convento de la Madre de Dios, donde fue enterrado Fernando de Rojas
Fotografía del desaparecido convento de la Madre de Dios, donde fue enterrado Fernando de Rojas. Estuvo en la esquina suroeste de la Plaza de El Salvador.

Pero lo que más llamó la atención a Careaga, lo que le resultó más sugerente y evocador es que el cuerpo se había depositado sobre su lado izquierdo y apoyando la cabeza sobre la mano del mismo lado, como nos recuerda García Verdugo en un artículo de Blanco y Negro de 1936. El talaverano se emociona al recordar cómo Careaga relaciona con esa postura las palabras de Rojas en la carta “a un su amigo” que precede al texto de La Celestina: “ asaz veces retraído en mi cámara, acostado sobre mi propia mano, echando mis sentidos por ventores y mi juicio a volar, me venía a la memoria no sólo la necesidad que nuestra común patria tiene de la presente obra…”. Parecía como si el autor hubiera sido enterrado en su postura favorita.

También se encontraron los huesos de otra persona más, pero bien conservados y medio metro más arriba, lo que hacía pensar en un fallecido mucho más reciente. El cadáver situado en el lado del Evangelio era de una mujer y además de ser más reciente, pertenecía a un adolescente.

El relato se interrumpe cuando se van a investigar los restos hallados, pues nos encontramos tres meses antes de la Guerra Civil. El propio García Verdugo muere fusilado en Madrid y será en 1966 cuando el periodista de “La Gaceta Ilustrada”, Federico Villagrán, retome la investigación cuando Del Valle Lerchundi, el descendiente de Fernando de Rojas, viene a Talavera y al entrar en el ya arruinado convento se encuentra con la sorpresa de que un grupo de jóvenes de la organización juvenil católica HOAC se disponen a montar un teatrillo precisamente en la zona del presbiterio en la que Careaga volvió a enterrar posiblemente una caja con los restos hallados antes de la Guerra Civil. Del Valle Lerchundi habla con el alcalde y con la Dirección de Bellas Artes que detiene las obras inmediatamente.

Como no tienen la seguridad de que los restos se encuentren allí, Villagrán se entrevista con algunos de los obreros que estuvieron presentes. Algún testimonio asegura que la caja está en El Escorial, pero el hijo del médico talaverano presente en la exhumación don José Fernández Sanguino, el también médico Luis Fernández Sanguino, asegura que sin lugar a dudas los restos volvieron a ser enterrados en el solar del convento, aunque otro testigo siembra la duda cuando dice que el señor Careaga había tenido la idea de llevarse los huesos a Nueva Orleáns y levantar allí un monumento. Por fin consiguen asegurarse cuando obtienen el texto de una conferencia impartida por el cónsul en la universidad neoyorquina de Columbia en 1937, y en la que decía literalmente: “Se colocaron, por último, cristianamente, los restos hallados en sus lugares respectivos, encerrados en tres cajas de cobre debidamente protegidas de la tierra por obras de mampostería con las tapas grabadas con letras góticas…La caja mayor, colocada en el centro del presbiterio, envuelta en lirios y ramos de cipreses contenía en la inscripción de la tapa el nombre del bachiller Fernando de Rojas, que fue nacido en la Puebla de Montalbán y muerto en Talavera de la Reina en 1541”.

Testamento de Fernando de Rojas en poder de la familia Lerchundi
Testamento de Fernando de Rojas en poder de la familia Lerchundi

Pero habrán de pasar dos años más hasta que en 1968 el mismo del Valle Lerchundi sea nombrado abogado de la Dirección de Bellas Artes y pueda acometerse mediante su influencia una nueva excavación, encontrándose bajo una losa de cemento la caja con los restos de Fernando de Rojas. Por fin obtienen fruto las muchas investigaciones y viajes que había realizado para hallar los restos de su ilustre antepasado.

Recuerda cuando comenzó sus conversaciones con el cónsul Careaga y cómo Menéndez Pidal. Ortega y Gasset y Américo Castro le animaron en su empeño desde que leyó en sus documentos familiares cómo Juan, el biznieto de Fernando de Rojas escribía: “Fueron mis bisabuelos el bachiller Fernando de Rojas que compuso La Celestina, y Leonor Álvarez. Están enterrados en el convento de la Madre de Dios de la Villa de Talavera, junto al altar de Nuestra Señora, donde están con un letrero que dice: Aquí yace el bachiller Fernando de Rojas”.

Durante diez años permanecieron los restos en el despacho del alcalde de Talavera, desde donde siendo primer edil don Pablo Tello se llevaron solemnemente al claustro de la iglesia Colegial, lugar donde reposan actualmente. Salvo algunos restos óseos que fueron cedidos a La Puebla de Montalbán.

NUESTROS RÍOS EN LA EDAD DEL BRONCE, DE LA SERIE RÍOS DE HISTORIA (5)

NUESTROS RÍOS EN EL BRONCE ANTIGUO Y PLENO

Nuevo capítulo de la serie «Ríos de História» en el que se trata de los yacimientos de la Edad del Bronce en los ríos Cedena, Jébalo, Uso etc

Uno de los yacimientos de la Edad del Bronce se sitúa en la cumbre del Cerro del Oso en la Sierra de San Vicente Uno de los yacimientos de la Edad del Bronce se sitúa en la cumbre del Cerro del Oso en la Sierra de San Vicente

Cuando el hombre descubre que mezclando el cobre con el estaño se obtenía el bronce, metal mucho más resistente para la construcción de armas y herramientas nacen nuevas culturas que dejan también en nuestra tierra huellas de su paso.

El mítico reino de Tartessos, con su todavía no localizada capital situada entre Cádiz y Huelva creció y llegó a tener un gran desarrollo económico y cultural cantado entre otros por Homero o Platón. La riqueza de este reino que algunos identifican con la Atlántida era precisamente el comercio con el estaño que traían desde las islas Casitérides, especialmente la costa de Cornualles en Gran Bretaña. Esta vía comercial marítima más tarde se completó con otra terrestre que ascendía por el occidente peninsular, lo que más tarde sería la Vía de la Plata y por donde también ascenderían las influencias culturales hasta nuestro valle del Tajo y sus afluentes.

Materiales cerámicos y una azuela hallados en un yacimiento de la Edad del bronce junto al río Jébalo Materiales cerámicos y una azuela hallados en un yacimiento de la Edad del bronce junto al río Jébalo

Antes de llegar esas influencias, encontramos en los periodos iniciales del bronce yacimientos como el Riscal de Velasco, a las orillas del río Cedena, cuyos restos de muralla no sabemos si pertenecen al calcolítico o ya a la edad del bronce. Otro de estos poblados se situó en el Toril (Alcolea de Tajo) sobre un cerrete que domina la orilla derecha del río. Estos primeros hombres del bronce estaban relacionados culturalmente con otros yacimientos similares de Extremadura, aguas abajo en el valle del Tajo.

Yacimiento castreño de Alcaudete

En cuanto a los enterramientos de estas gentes contamos con los hallados en el Cerro del Obispo en Castillo de Bayuela, necrópolis de inhumación en «pithoi» que se localizan de costado, contorneados por bloques de granito formando una caja exterior y con una torta de cerámica que cubre la totalidad de la estructura. En el ajuar de estas sepulturas encontramos acompañamiento funerario propiamente dicho consistente en objetos del difunto inutilizados (cuchillos de sílex, hachas de piedra pulimentadas, molinos barquiformes, brazales de arquero, ídolos de cuernos, pesas de telar, crisoles, vasos, cazuelas, leznas…). También encontramos ajuar funerario de carácter ritual (cazuelas, vasos y cuencos rituales más pequeños y sin utilizar) además de ofrendas para el sustento de «la otra vida» como son cuartos de cáprido, bóvidos o de ganado lanar que se depositan entre el «pithoi» y las lajas de granito

Yacimientos de la Edad del Bronce en los afluentes al sur del Tajo Yacimientos de la Edad del Bronce en los afluentes al sur del Tajo

En el próximo Cerro del Castillo puede que habitara la población que utilizaba estos ritos de inhumación que tienen cierta correspondencia con prototipos argáricos.

Restos de la muralla del yacimiento del Cerro del Oso en El Real de San Vicente

La cultura material de este tipo de yacimientos es bastante homogénea, cerámicas sin decoración como vasos carenados, cuencos hemiesféricos, botellas, grandes orzas de provisiones etc…La industria lítica de láminas de sílex, dientes de hoz, molinos barquiformes y algún punzón de hueso .

Materiales hallados en el yacimiento de Riscal de velasco, junto al río Cedena Materiales hallados en el yacimiento de Riscal de Velasco, junto al río Cedena

También en el ámbito de la Sierra de San Vicente otro yacimiento fortificado de la Edad del Bronce se localiza en la cumbre conocida como Cabeza del Oso cerca de El Real de San Vicente, los escasos materiales recogidos nos hacen sospechar de una cronología similar a la del yacimiento anterior. En la cumbre más elevada de esta misma sierra, en el mismo cerro de San Vicente, se hallan fragmentos de cerámicas a mano encuadrables en la edad del Bronce,

Hachas pulimentadas de los yacimientos del río Cedena

CONCEPTOS BÁSICOS DEL FUNCIONAMIENTO DE LOS MOLINOS DE AGUA

Segundo capítulo de mi libro agotado «Los Molinos de Agua de la Provincia de Toledo» en el que se dan algunos conceptos básicos sobre la energía hidráulica para comprender su funcionamiento

II.- LA ENERGÍA HIDRÁULICA

Molino de cubo en Riofrío, Sevilleja de la Jara
Molino de cubo en Riofrío, Sevilleja de la Jara

Conozcamos ahora algunos conceptos básicos sobre energía hidráulica que, aunque en su desarrollo teórico no eran conocidos por la mayoría de los constructores de molinos, sí que eran, sin embargo, intuitivamente aplicados por ellos. Conseguían así adaptarse al medio en condiciones frecuentemente muy adversas de topografía, pendientes y caudales, consiguiendo la máxima rentabilidad del artificio para una molienda más productiva y un aprovechamiento del caudal de forma que se pudiera moler el mayor tiempo posible del año hidrológico.

Es fundamental  saber que a mayor altura de una columna de agua, mayor será la potencia del molino. Por esta razón la altura de los cubos es la que determina la fuerza de salida del agua a través del saetín para accionar el rodezno. La altura mínima de estos cubos necesaria para mover piedras de mediano tamaño ha sido considerada desde antiguo como de unos cinco o seis metros[1], los treinta palmos que nos recomiendan los libros de Juanelo.

La potencia en caballos de un artefacto hidráulico vendría dada por la fórmula:

 

Potencia = Cantidad de agua en litros   X   Altura en metros

                                                                             75

De aquí podemos deducir que cuando el caudal es pequeño, para conseguir una potencia similar, deberemos aumentar la altura. Esto es lo que los molineros conseguían elevando la envergadura de sus cubos cuando construían lo que luego describiremos como molinos de bombo (fig. 16). Como dicen los libros de Juanelo: A que cuanto fueren ellos más altos los cubos, aunque sean muy estrechos, por causa que el mucho peso del agua es el que hace la molida.@[2]

Esquema topográfico básico de una instalación molinera
Esquema topográfico básico de una instalación molinera

Considerando la viscosidad del agua constante y las diferencias de rozamientos y turbulencias despreciables entre un ingenio y otro, el principio de Pascal nos dice que toda presión ejercida sobre un líquido se transmite íntegra y normalmente en todos los sentidos. De esta forma la presión soportada por una superficie AS@ sería:

P = S x H x V

donde S es la superficie, H es la altura y V la viscosidad, que en nuestro caso consideramos con un valor homogéneo de 1 ( fig. 6) [3].

Una consecuencia de este principio es que la presión no es dependiente de la cantidad de agua almacenada sino solamente de su altura; de esta forma, por ejemplo, un tubo de un metro de diámetro y cien de altura haría soportar a su base una presión igual a la que soportaría esa misma base si se encontrara bajo millones de metros cúbicos de un gran embalse que tuviera esos mismos cien metros de altura. Todo ello nos indica que el volumen contenido en el cubo de un molino no influye sobre la potencia, aunque sí que influirá sobre el tiempo de molienda, pues tendremos un mayor caudal disponible para una misma sección del tubo de salida del agua o saetín.

En determinados lugares como La Mancha, donde nos encontramos con escasas pendientes que hacen necesarios grandes recorridos de canal para conseguir un mínimo desnivel, estos largos canales son poco rentables por su elevado coste, por las pérdidas de caudal ocasionadas por los escapes de agua y por las obstrucciones frecuentes que conlleva la escasa pendiente. El molinero soluciona este problema controlando todo el caudal por canalización del cauce y mediante la construcción de molinos de regolfo que aprovechan más la energía centrífuga que la gravitatoria como luego describiremos.

Esquema básico que explica el funcionamiento de un molino de agua
Esquema básico que explica el funcionamiento de un molino de agua

Definimos como gasto o caudal la cantidad de agua que pasa por la sección de una conducción en un segundo. Según el Teorema de Torricelli  este caudal depende del diámetro y forma del orificio así como de la velocidad del líquido.

Podemos resumir todos los conceptos anteriores diciendo que la potencia de un artificio molinero está en relación directa con el desnivel H, entre los dos puntos extremos del canal, y que también depende del caudal. El caudal a su vez es proporcional a la velocidad media del agua y a la sección de la corriente que en nuestro caso coincide con la sección de la boca del saetín (figs. 5 y 6).

Es necesario también que la corriente de agua incida de una manera suave sobre las ruedas, sin impactos bruscos que hagan perder parte de la energía. La salida del agua, después de haber accionado las ruedas, debe producirse sin turbulencias ni estancamientos que desperdicien la energía al impedir o dificultar el giro libre de los rodeznos o de los rodetes de los regolfos. Para conseguirlo los cárcavos de los molinos deben permitir una salida libre de la corriente mediante la construcción aguas abajo de espigones de obra que conduzcan el agua en la dirección adecuada. El estancamiento se previene con un adecuado diseño molinero y construyendo las presas de los molinos posteriores situados en ese río de forma que el remanso de sus presas no alcance e inunde el cárcavo del molino anterior.

Para un mejor aprovechamiento energético es también necesario un estudio de la inclinación adecuada que debe tener el chorro del agua al salir del saetín. Todo un tratado sobre este tema se desarrolla también en Los XXI Libros de los Ingenios y las Máquinas de Juanelo Turriano[4].

[1] GONZÁLEZ TASCÓN, I . Opus cit. pp. 183-192.

[2] LOS VEINTIÚN LIBROS…Opus cit. p. 333.

[3] De IGUAL, J.: Opus cit. pp. 67-70.

[4] LOS VEINTIÚN LIBROS…Opus cit pp. 323-333.

EL MEGALITISMO EN EL TAJO, DE LA SERIE «RÍOS DE HISTORIA» (4)

EL MEGALITISMO EN EL TAJO

En el fondo del embalse de navalcán se encuentra este dólmen al que faltan los dos ortostatos de la entrada, hoy en el Museo de Santa Cruz de Toledo

En el fondo del embalse de Navalcán se encuentra este dolmen al que faltan los dos ortostatos de la entrada, que tienen grabada una serpiente en su superficie y están hoy en el Museo de Santa Cruz de Toledo

Hacia la segunda mitad del IV milenio a. de C. aparecen en nuestro entorno geográfico nuevos grupos de gentes, neolíticas todavía, cuya característica más sobresaliente es la de la construcción de grandes enterramientos colectivos llamados monumentos megalíticos. En la actualidad, y gracias a las nuevas dataciones de carbono 14, está cada vez más aceptado el hecho de que el megalitismo es un fenómeno occidental, gestado en la fachada atlántica, con una cronología que se remonta hasta el VI milenio a. de C. (Portugal y la Bretaña Francesa).

Para el caso de la península ibérica existen dos focos del fenómeno megalítico con características diferenciadas por un lado el foco del sureste y por otro el foco atlántico, con el que están relacionados los hallazgos en la tierra de Talavera. Como mantiene el arqueólogo Germán Delibes, «la implantación del megalitismo no debió ser únicamente resultado de la adopción del nuevo ritual funerario por parte de la población neolítica indígena; hubo también un aporte demográfico externo, muy probablemente gentes llegadas del oeste». No debemos olvidar que la construcción de este tipo de estructuras de enterramiento implica un gran aporte energético basado en una relativa ocupación del territorio con una sociedad ya perfectamente organizada, por primera vez considerablemente jerarquizada y con una clara división del trabajo.

El fenómeno del megalitismo en la Tierra de Talavera, en palabras de Jiménez de Gregorio, supuso «la más profunda penetración hacia el este de la cultura megalítica portuguesa en la submeseta meridional». La expansión se produjo desde el oeste hacia el cuarto milenio antes de Cristo, y su utilización funeraria llegaría hasta el primero.

De nuevo son los ríos los caminos naturales de penetración hacia el interior, llegando hasta nuestra área a través del valle del Tajo, y desparramándose después por sus afluentes (Ibor, Huso, Guadyerbas y Tiétar). Tenemos muy próximos al Tajo dólmenes como el de Azután, o Guadalperal en Valdecañas y sumergido en el embalse de Guadyerbas el de Navalcán.

Los dólmenes de nuestra comarca corresponden al tipo denominado «sepulcros de corredor», caracterizados por una cámara, que en nuestro caso tiene unos 5 metros en el dolmen de Azután o el de Navalcán.  A la cámara se accede mediante un corredor cuya medidas reconocibles oscilan aproximadamente entre los 7 y 10 metros. Rodea todo el conjunto el túmulo, con circunferencias que oscilan entre los 18 y 16 metros.

Dólmen de Azután, en el valle del tajo Dólmen de Azután, en el valle del Tajo

Otro tipo de construcción megalítica son los llamados menhires, de los que al menos conocemos dos, uno cerca de Velada y a la orilla del Guadyerbas cerca de Parrillas. Ignoramos su funcionalidad y el significado de sus grabados y cazoletas, huecos labrados semiesféricos que también aparecen en los dólmenes. Son monumentos de una sola pieza de roca berroqueña, hincados verticalmente, de los que al menos tres cuartas partes sobresalen a modo de lindero, con una altura de entre 1m y 1,70 y una circunferencia de 1,5 metros. Tanto el menhir como el dolmen situados junto all Guadyerbas presentan figuras de serpiente labradas.

Algo que nos ha llamado la atención referente a los menhires y dólmenes, es su ubicación próxima a las cañadas ganaderas. En cuanto a las formas de habitación cabe decir que escasean, aunque es un fenómeno general a todo el ámbito megalítico. Esto viene de nuevo a evidenciar un tipo de hábitat disperso, semisedentario y relacionado con la explotación ganadera, aunque entre la cultura material de los dólmenes aparecen piedras de molino e industria lítica con pátina de cereal, lo que nos indica que practicaban algún tipo de agricultura. Quedan estas grandes construcciones como único testimonio de su pasado, y que según algunos autores muestran la condición itinerante de estos grupos y es el motivo de ella, como símbolo de permanencia y delimitación del territorio del grupo.

Menhir de la Laguna del Conejo o de la Dehesa en Gamonal
Dolmen de La Estrella

DOS HISTORIAS REALES DE CONTRABANDISTAS

DOS HISTORIAS DE CONTRABANDISTAS

Navalmoral 1745.

La Puerta de Zamora. La torre que queda actualmente, a la izquierda del grabado, formaba parte de la cárcel de la Santa Hermandad, cuyas columnas se perciben también. La Puerta de Zamora. La torre que queda actualmente, a la izquierda del grabado, formaba parte de la cárcel de la Santa Hermandad, cuyas columnas se perciben también.

Juan de la Torre es pastor. Ha decidido ir hasta Portugal desde Segovia, su ciudad natal, intentando buscar un trabajo. De vuelta ya, después de cruzar la frontera , toma dirección hacia Madrid por las tierras de Extremadura y Talavera que tan familiares le son. Muchos años ha bajado los puertos y ha venido hasta aquí buscando los pastos de invierno con las cabañas trashumantes.

Es un día soleado de Octubre y la jornada ha sido larga. En el monte de Casasola, cerca de Navalmoral de la Mata decide descansar apoyado sobre una encina. Es mediodía y después de almorzar con un trozo de tasajo y un pedazo de pan duro ha echado una cabezada. Se despierta con el relinchar de unos caballos y, cuando abre los ojos, ve como le observan desde sus monturas un caballero y dos soldados con uniformes diferentes. Se trata del Cuadrillero Mayor de la Santa Hermandad de Talavera, de un cabo del Regimiento Lisboa y de un sargento del Regimiento Cantabria que andan haciendo la recluta por la villa de Talavera y sus alrededores.

El cuadrillero observa como, aunque no hace frío, el pastor tiembla debajo de su zamarra. Levanta sus sospechas y le pregunta:

-¿Qué hacéis aquí? No veo que estéis guardando ganado alguno. Muy apartado os encontráis del camino real.

La turbación del hombre aumenta y titubea cuando responde con voz entrecortada explicaciones ininteligibles. El cuadrillero ordena a los dos soldados que registren al sospechoso y, cuando deshacen el fardo que lleva, encuentran un pequeño talego de pellejo que contiene tabaco de hoja.

El cuadrillero quiere demostrar su autoridad y pregunta con irritación fingida al infeliz:

-¿Acaso no sabéis que no se puede, en mucha o en poca cantidad, sacar tabaco del reino de Portugal?

El hombre ha palidecido y tartamudeando responde que es sólo para su gasto. Registran el resto de su equipaje y encuentran en una bolsa de lana cierta cantidad de dinero que no cuadra con la pobre condición del detenido: Dos doblones de setenta y cinco reales, otro de veinte, dos pesos gruesos segovianos y siete pesetas. Tanto las monedas como el tabaco son confiscados y Juan de la Torre es conducido a la cárcel de Navalmoral.

Todos los testigos coinciden en las declaraciones y aunque el reo jura y perjura que no ha vendido nada de la media libra de tabaco que compró en Portugal y que solamente lo había adquirido para su propio consumo, este pobre contrabandista al por menor es condenado a servir con las armas durante cinco años en los ejércitos del rey. Por un puñado de tabaco.

Restos de la capilla de la cárcel de la Santa Hermandad, hoy un taller mecánico, y al fondo la torre de la Puerta de Zamora. Un parque de dudoso gusto a sustituido a la antigua cárcel del siglo XIV Restos de la capilla de la cárcel de la Santa Hermandad, hoy un taller mecánico, y al fondo la torre de la Puerta de Zamora. Un parque de dudoso gusto ha sustituido a la antigua cárcel del siglo XIV

Talavera 1755

La Santa Hermandad había procesado a Pedro Almendro por contrabandista o, como anotó el escribano en su causa, por defraudar a la real venta de tabaco. Su pueblo era Marrupe pero llevaba toda la vida vagando con los alijos de tabaco desde Portugal a través de las sendas y los caminos más apartados, durmiendo con sus mulas al raso. Pero ahora, en la cárcel de la Puerta de Zamora, después de pasar unas semanas encerrado, no podía soportarse ya a sí mismo y a la rabia que le producía estar atado a esa maldita cadena. Sus amigos comenzaban ya a retrasarse, tenían que haber venido a ayudarle hace unos días y no aparecían. Por eso, cuando el alcaide de la prisión le lanzó la comida de mala manera, derramándose por el suelo, no pudo soportarlo más y comenzó a arrancar con las uñas los ladrillos medio sueltos del poyo de su celda lanzando el primero contra el carcelero y alcanzándole en un hombro. El hombre comenzó a gritar pidiendo auxilio y el contrabandista siguió arrojando ladrillos y pedazos de argamasa a todo aquel que se acercaba hasta que ya no tuvo qué arrojar y fue reducido.

Los golpes le dejaron baldado y la humedad de la vieja cárcel aumentaba sus dolores pero, al cabo de unas noches, escuchó voces desde la calle que le eran familiares. Los compañeros de su partida de contrabandistas venían a ayudarle y vio cómo desde la puerta estaban  entrando hacia el patio después de haber reducido al alcaide que luchaba por desasirse de uno de ellos. Consiguió zafarse y se dirigió hacia la celda del contrabandista mientras pedía auxilio a gritos. Empezaba a juntarse gente junto a la puerta de Zamora y los compañeros de Pedro Almendro emprendieron la huida.

Cuando acabó el asalto y después de dar parte a los alcaldes y al cuadrillero mayor, se reforzó la guardia y todos se fueron a dormir. Pero la maniobra no había sido en vano, pues, en medio del barullo, los delincuentes habían aprovechado para dejar en poder del reo cuatro navajas y un cortafrío que le sirvió para romper la arropea de su cadena. Machacando los grillos había hecho demasiado ruido y el alcaide acudió para ver lo que sucedía. Al cruzar la puerta recibió varios navajazos y cortes en las manos y la cara cuando intentaba defenderse, cayendo malherido.

El marrupeño fue nuevamente detenido por los cuadrilleros de guardia. Ahora sería juzgado como contrabandista por la justicia real y la Santa Hermandad lo procesaría por las heridas causadas al alcaide, su suerte estaba echada.

Causas Criminales de la Santa Hermandad. Archivo Municipal.

Sig. 32/6 y  38/2

Miguel Méndez-Cabeza Fuentes