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PERSONAJES DIBUJADOS POR UN TENIENTE INGLÉS TRAS LA BATALLA DE TALAVERA (1)

PERSONAJES DIBUJADOS POR UN TENIENTE INGLÉS

TRAS LA BATALLA DE TALAVERA

El libro de Carlos Santacara «La Guerra de la Independencia vista por los británicos.1808-1814» nos ofrece unos curiosos datos y dibujos sobre personajes talaveranos que hizo el teniente inglés herido Boothby. 

Mujeres talaveranas dibujadas por el teniente Boothby. Eran las sirvientas de la casa que le acogió
Tres mujeres talaveranas dibujadas por Boothby en 1809. Es de interés su atuendo y dos de ellas se encuentran hilando

Tras la batalla de Talavera los franceses se retiraron, pero volvieron después a ocupar la ciudad cometiendo toda clase de saqueos y tropelías.

En una de las viviendas talaveranas había quedado convaleciente un teniente inglés llamado Boothby al que le había sido amputada una pierna por las heridas que le hicieron en la Batalla de Talavera.

Le llama la atención lo bien que le tratan las paisanas que le han acogido pero observa el terror que va invadiendo a todos ante la inminente entrada de los franceses. Él piensa que ésta es una guerra entre caballeros y aunque es un oficial enemigo cree que será respetado. Pero todos temen a algún soldado borracho o ambicioso que les asalte.

La tía Polonia propablemente Apolonia, la anfitriona del teniente Boothby
La tía Polonia, propablemente Apolonia, la anfitriona del teniente Boothby

Se admira también de que la dueña de la casa acoge a todos los que puede para darles refugio y se ríe con una pobre mujeruca que carga a sus espaldas sus colchones y enseres con tan gran volumen del bagaje que apenas puede mantenerse en pie entre gemidos de miedo.

Sirvientas de la casa que acogió al teniente Boothby en Talavera.
Sirvientas de la casa que acogió al teniente Boothby en Talavera.

Catalina es el ama de llaves, de unos cuarenta años, ,tez morena, alta, de ojos azabaches y especialista en darle el toque a la «olla»

Manuela es la moza de la casa «una animada, simple y trabajadora muchacha. Era sencilla, sana y robusta, y capaz de castigar con sus puños a cualquier joven que se pusiera impertinente»

El inglés se sorprende de que la tía María y la tía Pepa sea llamadas tías, «aunque sus hermanos y hermanas no tengan hijos»

Al teniente le hace una pata de palo un carpintero vecino llamado Agustín y nos habla de sus dos hijas Marta y María Dolores. Un tal don Antonio es inquilino de la casa «muy respetado,…callado, sensible y agradable»

EL RATERO ARREPENTIDO

EL RATERO ARREPENTIDO

Nueva causa criminal de la Santa Hermandad de Talavera que se custodia en el archivo municipal y que se desarrolla en el extremo occidental de las Tierras de Talavera.

Paisaje en la zona de Los Guadarranques, cerca de Navatrasierra
Paisaje en la zona de Los Guadarranques, cerca de Navatrasierra

Retiró la perdiz que todavía se movía atrapada por la percha. El lazo trenzado con cerdas de caballo había cumplido con su cometido y, una vez más, podría Tiburcio llevar algo de comer a su mujer y a sus tres hijos. En un canchal cercano se oyeron rodar algunas piedras y el cazador se agachó ocultándose tras unos chaparros. Era una falsa alarma, un corzo había cruzado la pedrera. Podía seguir buscando entre los jarales y barbechos el fruto de sus artes prohibidas de caza.

Trabajosamente ascendió desde los Guadarranques hasta la alquería de Navatrasierra. Era casi de noche y los vecinos se habían retirado ya a sus chozas. Al pasar por un corral pudo observar que dos lienzos se curaban al oreo de la brisa que venía desde las sierras del Hospital del Obispo. Por un momento dudó, su mujer le había suplicado, llorando en su camastro, que dejara de una vez las raterías que le habían llevado a trabajar durante dos años, como preso forzado, en los jardines del Prado en Madrid y en un gran edificio donde los capataces decían que se iban a guardar valiosas pinturas.

No pensaba que fuera a ser descubierto en esta ocasión, al fin y al cabo nadie le había visto en todo el día. Pero tener que dar explicaciones a su mujer por los dos lienzos era difícil. Debería soportar durante días ese machaqueo permanente con el que el sexo femenino consigue conducir a su pareja por el camino adecuado. No era una perspectiva agradable. Además, ya se sospechaba de él por la desaparición de un macho cabrío de una machada en Guadarranquejo. En esta ocasión sí que había testigos. Unos porqueros vieron al perchero merodear por la zona y, además, se había ido de la lengua con un conocido  diciéndole que en su casa podrían comer mejores tajadas que en la taberna. El dueño de la res se había presentado en su casa encontrando un cuarto del animal colgado de la pared de su dormitorio. Había dado la excusa habitual, que había encontrado esos despojos en la sierra y que, probablemente, habían sido despedazados por algún lobo de los que abundaban en aquellos parajes.

Pena de vergüenza pública pasando la comitiva por la cárcel de la Santa Hermandad. De una publicación del IPIET de la Diputación de Toledo.

Si le cogían otra vez se arriesgaba a pasar seis años en presidio, así que decidió guardar los lienzos bajo una lancha de piedra. Continuó su camino hacia el pueblo y cuando se cruzó con un pastor de Navatrasierra le dijo que sabía donde se encontraban dos lienzos de lino, que si algún vecino los había echado en falta podría preguntar por ellos en Puerto de San Vicente, en casa de Tiburcio.

Puerto de San Vicente desde la cueva de la Fuentesanta
Puerto de San Vicente desde la cueva de la Fuentesanta

Cuando al día siguiente, después de colocar unos lazos, llegó a su pueblo, ya le estaban esperando el matrimonio dueño de los lienzos, el alcalde del pueblo y un comisionado de la Santa Hermandad de Talavera que andaba persiguiendo gentes de mal vivir por aquellos apartados lugares de La Jara. Este comisionado era un cuadrillero rústico, ni siquiera el Cuadrillero Mayor, ese tipo de hombre que cuando se le inviste de autoridad puede llegar a ser el más cruel de los humanos si se trata de juzgar a los de su misma clase.

No lo dudó un momento, aunque era el mismo Tiburcio el que se había autoinculpado, arrepentido de su acción, decidió enviarle sin contemplaciones a la cárcel de la Santa Hermandad en Talavera. El ratero se arrepintió mil veces de haberse delatado cuando comenzaron otra vez los interrogatorios. El fiscal, como reincidente que era, no estaba dispuesto a tener el más mínimo rasgo de piedad y, en la petición de pena que hacía al juez, hablaba, con palabras terribles para el perchero, de su mala inclinación y envejecido hábito de hurtar y usurpar lo ajeno. Repetía una vez más los delitos que habían llevado al infeliz a su anterior condena y Tiburcio los recordaba como algo muy lejano. El fiscal iba desgranando algunos de los pequeños hurtos que había cometido el acusado, pero nunca aludía a la precariedad, al hambre siempre amenazante que había acompañado a cada uno de los minutos de la miserable vida del cazador. Tenía que volver a escuchar sus pequeños robos de ganado y cómo, cuando fue sorprendido en cierta ocasión, intentó compensar a una de sus víctimas con una capa que a su vez había sido robada pero que, aseguraba, se había encontrado en un pajar. Unos serranos que pasaban hacia los pastos de Extremadura notaron la pérdida de una oveja coja y unos esquilones que también fueron encontrados en su poder. Hasta el hurto de seis haces de centeno de un barbecho se le restregaba por su conciencia. Pero lo que más le dolió fue el recuerdo del robo a su cuñado de una fanega de trigo y centeno que tenía en la troje. Cuántas veces había tenido que oír los gritos de su mujer reprochándole que  había hecho víctima de sus raterías hasta a su propio hermano.

Afortunadamente otros vecinos se apiadaron de él y no habían echado más leña al fuego, sabían de su situación y habían tenido compasión de Jerónima, su mujer, y sus tres hijos que, ahora que estaba nuevamente en la cárcel, andaban mendigando por las calles de Talavera.

En aquella primera ocasión habían cambiado su pena de seis años de presidio por otra más liviana de dos años de trabajos forzados en El Prado de Madrid. Incluso habían remitido la pena de doscientos azotes que acompañaba a la sentencia. Pero ahora no tendrían piedad. Estaba desesperado. Solamente le consolaba ver que su abogado defensor era un hombre sabio y que, a lo mejor, pensaba un truco para salvarlo.

Cuando ceía que ya todo estaba perdido, el licenciado encontró algunos fallos en el procedimiento del rústico comisionado de la Santa Hermandad. Esto, unido a la presencia de su miserable familia en la puerta de la prisión, consiguió que el juez tuviera un poco de compasión. Solamente le condenaron a seis años de destierro a diez leguas en contorno de Puerto de San Vicente y seis en contorno de la villa de Talavera. Por ahora se había salvado, pero ¿Qué haría él sin sus valles de Guadarranque, sin sus lazos y sus perdices?  La miseria seguía su ciclo inexorable.

(Causas Criminales de la Santa Hermandad de Talavera Sig. 41/12. Archivo Municipal )

FELIPE II VISITA TALAVERA

FELIPE II VISITA TALAVERA

(Marzo de 1580)

Arcabuceros en la azulejería del siglo XVI de la ermita de Nuestra Señora del Prado en Talavera
Arcabuceros en la azulejería del siglo XVI de la ermita de Nuestra Señora del Prado en Talavera

La Venta del Alberche era un hervidero de viajeros, pastores, furcias y bribones que, ante la presencia inusitada del concejo, los nobles y el cabildo de la Colegial, se mantenían en un extraño silencio. Un calderero llegó corriendo con su borrica y, entre el ruido de sus cobres, podían apenas oírse las grandes voces que daba anunciando la llegada de la comitiva real. Uno de los caballos de los cuadrilleros de la Santa Hermandad se desbocó y casi da en el río con el jinete que, con una ballesta en la mano y las riendas en otra, intentaba mantener el equilibrio.

Frente a la labranza de Entrambosrríos asomaban ya los primeros soldados y criados reales. Los alcaldes, nerviosos, se colocaron la indumentaria de gala mientras daban órdenes apresuradas a la comitiva que había acudido desde la Villa a recibir al rey Felipe. El carruaje paró, su majestad dejó a un lado los papeles que iba despachando con uno de sus secretarios y bajó junto al pescante del coche donde recibió el homenaje de las autoridades y el clero talaveranos. La Santa Hermandad Real y Vieja extendió su estandarte precediendo a la comitiva que continuó su recorrido hacia Talavera. Al pasar junto al arroyo de las Parras, el cortejo observó dos grandes palos clavados junto al camino real donde todavía picoteaban las urracas los despojos del último bandido ejecutado por la Hermandad.

Detalle de la decoración renacentista de la fachada sur del monasterio jerónimo de Santa Catalina

En otro carro iba la reina Anna, la adorada esposa del rey, y detrás más de trescientas personas entre soldados, sirvientes, escribanos, secretarios y nobles cortesanos. La primavera estaba ya despuntando en las ramas de los fresnos y los álamos que crecían junto al cordel. Al fondo se podían ver los tejados de la ermita de la Virgen del Prado, la que el mismo rey había bautizado en un viaje anterior como la Reina de las Ermitas. Su majestad ordenó parar y en compañía del cabildo municipal y el de la Colegial entró en el templo mientras repicaban las campanas de su espadaña. Permaneció unos minutos orando y a continuación se reanudó la marcha hasta llegar a la villa, en cuyo recinto la comitiva real penetró por la Puerta de Toledo.

Felipe II fue el rey que declaró a la cerámica de Talavera como la oficial del Imperio español con la sevillana. Horno representado en la azulejería del siglo XVI de la ermita.
Felipe II fue el rey que declaró a la  cerámica de Talavera como la «oficial» del Imperio español con la sevillana. Horno representado en la azulejería del siglo XVI de la ermita del Prado.

Fuera de este segundo muro de barro, muy deteriorado por el paso del tiempo, quedaban en la Cañada de los Alfares los hornos humeantes donde, por encargo del rey, tantos miles de azulejos se habían cocido para sus reales alcázares, sus palacios de caza y para su monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Juan Floris y Juan Fernández, sus alfareros predilectos, habían acudido a las audiencias que el rey concedió en sus anteriores estancias en Talavera, interesándose por la marcha de sus trabajos. Desde la Puerta de Toledo, que lucía su renovado aspecto por la restauración del Cardenal Tavera, se dirigieron después hacia el interior del caserío por la calle de Zapaterías pasando bajo los arcos triunfales de flores y follaje que adornaban las calles. Los hermosos palacios de la nobleza talaverana y las más modestas casas de ladrillo y tapial lucían colchas y gallardetes para saludar la presencia del monarca.

Todos los viajeros quedaron impresionados por las esbeltas torres albarranas que hacían más fuerte aún la muralla que dejaron los hijos de Alá. Después siguieron entre el griterío de la concurrencia hasta el monasterio jerónimo de Santa Catalina, donde el rey dormiría como en las dos anteriores ocasiones que pernoctó en Talavera. Era la de estos frailes su orden favorita, a quien había encomendado el gran monasterio del Escorial. Siempre se había encontrado cómodo entre los jerónimos. El prior rindió homenaje al monarca a la entrada del convento y el rey Felipe, tras las formalidades de rigor, quiso saber si su arquitecto Juan de Herrera había ayudado a la comunidad talaverana a resolver la amenaza de ruina de la capilla mayor de la iglesia, agrietada cuando iba a cerrarse la media naranja de la cúpula por el gran peso de la misma y de los muros. El fraile señaló el gran machón que Herrera había hecho construir pegado a la cabecera para evitar el derrumbe; la grieta era alarmante pero el arquitecto había asegurado a los monjes que el templo ya no correría peligro.

Abside mudéjar del Hospital de la orden de Santiago (Santiaguito), donde se hayaban los restos de pelayo Correas que visitó Felipe II
Abside mudéjar del Hospital de la orden de Santiago (Santiaguito), donde se hayaban los restos de pelayo Correas que visitó Felipe II

Por la mañana fueron recibidos en audiencia el concejo y los nobles talaveranos. A petición de uno de ellos, don Antonio Meneses y Padilla, el rey visitó el sepulcro de Pelayo Pérez Correa en la antigua iglesia del hospital de Santiago, llamada por el pueblo el Cristo Santiaguito. Este monje guerrero allí sepultado había sido Maestre de la Orden de Santiago, librando famosas batallas en la reconquista de Aldalucía. Una creencia muy arraigada en las gentes relataba cómo, durante uno de sus enfrentamientos con los moros, había recibido la ayuda de la Virgen que había detenido el sol a su puesta para que las huestes cristianas pudieran acabar felizmente la batalla. Murió en 1275 y fue enterrado en este hospital que la orden militar tenía en Talavera hasta que, en 1510, su cuerpo fue trasladado a la iglesia de Nuestra Señora de Tudia en Badajoz. El rey, minucioso como siempre, mandó poner «aquí yació» donde figuraba «aquí yace» sobre su sepultura ya vacía.

Era la tercera vez que Felipe II visitaba Talavera. En la primera ocasión se dirigía a Guadalupe para agradecer a la Virgen que don Juan de Austria hubiera sofocado el levantamiento de los moriscos. En su segundo viaje también se dirigía al santuario de las Villuercas para entrevistarse con su sobrino D. Sebastián, rey de Portugal, e intentar convencerle, sin conseguirlo, de que no emprendiera la suicida campaña africana donde el portugués perdió la vida en la batalla de Alcazarquivir. En ese encuentro, la comida fue servida a los dos monarcas en una hermosa vajilla de Talavera con el escudo de Portugal.

Ahora el rey se dirigía al reino vecino para hacerse cargo de él. Partió el cortejo de Talavera acompañándole las autoridades hasta el arroyo Bárrago. La reina Anna volvería a pasar por aquí siete meses más tarde pero ya sin vida pues había fallecido en Badajoz. El talaverano García de Loaysa oficiaría su entierro en el Escorial.

TRES MUCHACHOS EN UNA CUEVA

TRES MUCHACHOS EN UNA CUEVA

Septiembre del 306

Cueva de los Santos Mártires en el Cerro de San Vicente o Monte de Venus
Cueva de los Santos Mártires en el Cerro de San Vicente o Monte de Venus

Entre la grieta que dejan dos grandes moles de granito se asoman los ojos asustados de un joven mientras el viento agita su túnica. Desde la cumbre del Monte de Venus mira como el Tajo se acuesta en el valle. Al fondo, angustiado, vislumbra los tejados de los templos de la ciudad de Ébora. Vincencio ha recogido unas bellotas que lleva envueltas en un pedazo de lienzo. Vuelve sobre sus pasos hasta le entrada casi oculta de una cueva por la que desciende hasta su interior. Con las espaldas apoyadas sobre la piedra dos muchachas esperan aterradas, pero sonríen aliviadas al verle mientras le interrogan con su mirada.

– No se ven soldados. El día ha salido despejado y debemos continuar – dice entre imperativo y cariñoso su hermano.

Los Santos Mártires Vicente Sabina y Cristeta representados en azulejería de Ruiz de Luna en la iglesia de Castillo de Bayuela
Los Santos Mártires Vicente Sabina y Cristeta representados en azulejería de Ruiz de Luna en la iglesia de Castillo de Bayuela

Aunque las hace estremecer el aire que azota la cumbre esa mañana, al salir de su refugio, la luz y el tibio sol de otoño las reconfortan. Con un poco agua de un fontarrón cercano lavan las heridas de sus pies defendidos de una caminata de nueve horas bajo la lluvia tan sólo por unas pobres sandalias. Antes de descender hacia el Piélago, el muchacho mira desconfiado hacia atrás y recuerda las historias que le contaba su abuelo. Aquí mismo se había fortificado el famoso guerrero Viriato y tuvo en jaque a los romanos desde estas alturas. Pero el lusitano al menos tenía armas. Vincencio, sin embargo, sólo tiene la certeza que empapaba todas sus vísceras de que la religión del judío crucificado, la que dice que los pobres heredarán la tierra, era la religión verdadera. Tan seguro estaba que hacía dos días, delante de Dacio, el gobernador que había encerrado a la piadosa Leocadia en las mazmorras de Toledo, había renegado de los viejos dioses asegurando que cuando los romanos los adoraban era como si veneraran a un montón de piedras y palos. Vincencio no lo creía, pero oyó decir a los soldados que le custodiaban que, en la piedra sobre la que descansaba cuando compareció ante el gobernador, quedaron marcados, como si la roca fuera de cera, sus pies y el báculo que le sostenía.

Capilla del eremitoriode la cueva de los Santos Mártires
Capilla del eremitoriode la cueva de los Santos Mártires

Esos mismos soldados le liberaron esa noche y con sus hermanas Sabina y Cristeta había huido entre encinas y enebros hasta el Monte de Venus. No podía permitir que el empecinamiento que Dacio achacaba sólo al fanatismo de los cristianos afectara a sus hermanas. Pero ellas, tanto y con tanta vehemencia habían escuchado hablar a su hermano sobre la nueva religión, que ya le acompañaban en lo que para unos era delirio y para otros eran convicciones profundas. Estaban ya dispuestas a morir con él sin renunciar al nuevo Dios que los emperadores perseguían con tanta saña.

Caminando entre los robles habían llegado al otro extremo de aquellos montes y podían ver frente a ellos la alta sierra de Gredos que deberían cruzar si querían ponerse a salvo. Unos pastores que los encontraron comiendo moras junto al río Tiétar les dieron refugio esa noche. No subieron por el puerto del Pico pues, junto a la calzada, siempre había soldados que controlaban el paso del ganado y de las mercancías. La senda por la que les condujo uno de los cabreros era empinada pero más segura. Después de alimentarse de carne seca durante cuatro días llegaron, tras atravesar los piornales y las praderas de las cumbres, hasta la ciudad de Ávila. Uno de los pastores, interrogado por los soldados, delató a los hermanos y cuando llegaron a la ciudad de los fríos inviernos estaban esperando para apresarles.

Otra vez los ofrecimientos de renuncia, otra vez mantenerse en esa curiosa fe que a Daciano, en realidad, le parecía tan falsa como la suya propia, una forma más de someter a los que debían someterse. Los desnudaron y los sacaron fuera de la ciudad y después les azotaron hasta la extenuación. En el tormento que llaman hecúleo descoyuntaron sus miembros sobre una cruz en aspa. Como no acababan con sus vidas apretaron las cabezas de los tres hermanos en una prensa formada por dos tablones poniéndoles, en fin, grandes losas de piedra y golpeando sobre ellas con grandes mazos hasta que sus sesos quedaron desparramados.

Después de muertos los arrojaron  a una cueva que llaman de la Soterraña. Y dicen las gentes de Ávila que, como no permitieran los soldados que nadie enterrase los cuerpos, una gran serpiente salió de las profundidades levantada la cerviz y dando temerosos silbidos. Cuentan que un judío miraba sus cuerpos con poca reverencia y la culebra se enroscó en su cuerpo casi asfixiándole hasta que prometió, convirtiéndose al cristianismo, levantar un templo que custodiara los cuerpos de los tres muchachos de Ébora.

LOS SANTOS MÁRTIRES HUYEN DE TALAVERA. DETALLE DEL CENOTAFIO DE LOS SANTOS MÁRTIRES EN LA BASÍLICA DE SAN VICENTE DE ÁVILA

MUSEO DE LOS HORRORES: DONDE CALIXTO Y MELIBEA HACÍAN MOUNTAIN BIKE

MUSEO DE LOS HORRORES:

DONDE CALIXTO Y MELIBEA HACÍAN MOUNTAIN BIKE

Sobre los restos de la ermita de la madalena, señalados con la flecha se han vertido toneladas de Tierra a mayor gloria de Fernando de Rojas y el patrimonio talaverano
Sobre los restos de la ermita de la Magdalena, señalados con la flecha se han vertido toneladas de Tierra a mayor gloria de Fernando de Rojas y el patrimonio talaverano

Aunque por cuestiones cronológicas algunos autores niegan la posibilidad de que Talavera sugiriera algunos de los párrafos de La Celestina a su alcalde Fernando de Rojas, otros escritores como el poeta Rafael Morales defienden la tesis de que la acción de la Tragicomedia bien pudiera haberse desarrollado en nuestra ciudad. Tampoco sería extraño que Fernando de Rojas hubiera conocido bien nuestra entonces villa antes de venirse a ella a ejercer su oficio de abogado pues era originario de la cercana localidad de La Puebla de Montalbán. Una de las referencias de la obra inmortal que pudieran tener relación con  es debida a que  hay en La Celestina una referencia a otro edificio religioso de Talavera, concretamente a la ermita de la Magdalena, que primero estuvo situada en la zona del convento de santo Domingo y más tarde en el que hoy conocemos como paseo de los Leones. Es en este caso Calixto el que dice: “Rezando hoy ante el altar de La Madalena me vino con tu mensaje alegre aquella solícita mujer”.

Detalle del dibujo del sigloXVI de Van der Wingaerde donde se ve la ermita de la Magdalena con su espadaña y su ábside mudéjar
Detalle del dibujo del sigloXVI de Van der Wingaerde donde se ve la ermita de la Magdalena con su espadaña y su ábside mudéjar

Pues a nuestros padres de la patria, me da igual el ayuntamiento que estuviera gobernando porque todos han tenido delicadezas como esta con el patrimonio, no se les ocurrió otra cosa que ante los escasos pero significativos restos que quedaban de la ermita de la Madalena, que cubrirlos con tierra y hacer encima un circuito de mountain bike, en lugar de haber dejado muestra consolidando y urbanizando las ruinas del que fue un precioso edificio mudéjar con una bonita evocación poética de la universal Celestina, obra del que fue nuestro alcalde Fernando de Rojas.

Luego, otra corporación ha plantificado en monolito con azulejería  donde pone lo de «aquí estuvo lo que usted ya no puede ver»,  iniciativa frecuente y pintoresca de clara tradición local, pues se viene haciendo con el patrimonio talaverano desde hace tiempo a mayor gloria de nuestros esforzados munícipes, que dios guarde muchos años.

RUTA DESDE PUSA A CEDENA

RUTAS Y SENDEROS  13

DESDE PUSA A CEDENApusacedenaruta

Hoy nuestro paseo discurre por la parte más oriental de nuestra comarca, iniciamos nuestro recorrido en San Martin de Pusa. Vale la pena dar un paseo por el pueblo y observar algunos ejemplares de la arquitectura popular típica de la zona, es una arquitectura del llamado aparejo mudejarista o toledano, con fachadas con machones e hiladas de ladrillo que enmarcan paños de tapial o de mampostería. El palacio de los señores de Valdepusa que se encuentra en la plaza, es buena muestra de esta forma de construir, en el interior del palacio se esconde un verraco de piedra que formaba parte de la cimentación del edificio.

Iglesia de San martín de Pusa y delante la que fue casa del administrador de los marqueses de Valdepusa y lugar donde la tradición local asegura que durmió Santa Teresa
Iglesia de San martín de Pusa y delante la que fue casa del administrador de los marqueses de Valdepusa y lugar donde la tradición local asegura que durmió Santa Teresa

Desde la plaza nos dirigimos a la iglesia, una gran mole de ladrillo no exenta de gracia, en su interior podemos contemplar un magnífico sagrario de plata y ébano,  obsequio a la parroquia en el siglo XVII de los señores feudales.

En una casa cercana a la puerta oeste de la iglesia parece que pernoctó Santa Teresa en su andariego trajinar cuando volvía de Guadalupe vía Espinoso y se dirigía a ver a su sobrina en la Puebla de Montalbán.

Fuente de la plaza y detrás el palacio de los marqueses de Valdepusa
Fuente de la plaza y detrás el palacio de los marqueses de Valdepusa

No debemos marcharnos de San Martin sin conocer la Ermita del Cristo de Valdelpozo,también de aparejo mudejarista y bien conservado artesonado. En la casa aneja del santero ,en mitad de una habitación se encuentra el pozo donde fue arrojado el Cristo para preservarlo de la destrucción en tiempos tumultuosos.

Junto a la Iglesia discurre la carretera que nos llevará a Villarejo de Montalbán. Este pequeño pueblecito merece una parada para ver el puente romano que se encuentra aguas abajo del caserío. La iglesia también tiene cierto encanto, la escalera de caracol de la torre es de buena sillería de granito como el resto de la obra, y podemos observar en el coro algunos canecillos de madera bellamente labrados.

Seguimos por un camino paralelo al Cedena que asciende río arriba hasta encontrarnos con una elevación formada por grandes batolitos de piedra, es el conocido como Riscal de Velasco, y vale la pena ascender a la cumbre de este estratégico cerrete que albergó desde un yacimiento amurallado de la Edad del Bronce, hasta partidas de carlistas, pasando por un poblado romano y otro medieval. La vista sobre el valle del Cedena es muy hermosa.

Puente sobre el río Cedena junto al molino campanero
Puente sobre el río Cedena junto al molino campanero

Continuamos sin dejar el camino y los conejos y perdices se  cruzan con frecuencia, ya que es ésta una zona de gran abundancia cinegética. Llegamos a un caserío desde donde descendemos hasta el río, allí en un lugar donde la tranquilidad y soledad están aseguradas, encontramos un paraje de lo más ameno formado por el Molino Campanero del sigloXVII, un puentecillo que daba acceso a él y las praderas y arboledas cercanas al Cedena.

Vista desde la ermita de San Sebastián en Los navalmorales, con las rañas, olivares y sierras jareñas al fondo
Vista desde la ermita de San Sebastián en Los Navalmorales, con las rañas, olivares y sierras jareñas al fondo

Desde el Cortijo de los Pobres, que es el caserío antes aludido, parte un camino que nos conduce directamente a los Navalmorales. Otra alternativa es volver a Villarejo y tomar un camino asfaltado que nos lleva también  a este  pueblo, llamado así por estar antiguamente dividido en dos, Navalmoral de Pusa y Navalmoral de Toledo, que al fusionarse en el siglo pasado formaron la actual localidad, centro de comunicaciones y pequeña capital económica de la subcomarca de Valdepusa. Es de destacar la iglesia parroquial en piedra y ladrillo con una torre esbelta y con una curiosa reja adornando la ventana de una capilla.

Capilla de Los navalmorales con imagen del Cristo y azulejería talaverana de repetición con un original motivo,
Capilla de Los navalmorales con imagen del Cristo y azulejería talaverana de repetición con un original motivo,

Es de interés el ascenso a la ermita del Cristo que se levanta en la cumbre de la sierrecilla cercana, para contemplar desde ella las tierras rojas y los olivares, recomendable al atardecer.

Otros parajes dignos de una visita son los baños medicinales, de ellos parte un arroyo rodeado de huertecillos y agradable para el paseo. También son curiosos los pozos de las antiguas minas de La Herrera, situados junto a la carretera que conduce a Navahermosa y que abastecieron de mineral a las ferrerías del Mazo en Los Navalucillos.

Tanto en San Martin como en los Navalmorales podemos comer  platos caseros y caza en varios establecimientos y a precios muy asequibles.

Aceite y mazapán

No debemos marcharnos sin adquirir aceite de oliva virgen de la mayor calidad y de menor coste que los embotellados. Hay una cooperativa en Los Navalmorales y otra en San Martin donde comprarlo y reponerse del viaje con una rebanada de pan de pueblo con aceite y azúcar.

Tanto en San Martin como en Los Navalmorales se fabrica un mazapán exquisito, almendra y azúcar como únicos componentes y horno tradicional con leña de retama, tienen el secreto.

En término de los pueblos de Valdepusa se sitúan las bodegas de Griñón, Osborne y Capilla del Fraile que han dado realce al vino que desde hace mucho tiempo era ya considerado en la comarca pero sin el prestigio de las marcas señaladas.

Y LLEGARON LOS ROMANOS

Y LLEGARON LOS ROMANOS

Nuevo artículo de la serie «RÍOS DE HISTORIA» sobre la historia de la comarca a través de sus ríos

EL NOMBRE DE TALAVERA Y EL RÍO

SARCÓFAGO DE PUEBLANUEVA HALLADO EN UN MAUSOLEO JUNTO AL TAJO
SARCÓFAGO DE LAS VEGAS DE  PUEBLANUEVA HALLADO EN UN MAUSOLEO JUNTO AL TAJO

No vamos a entrar aquí en profundas disquisiciones sobre los orígenes del nombre de Talavera. Los expertos dicen que nuestra ciudad nunca fue Ébora de la Carpetania, pero sin embargo sí ven posible que fuera Elbura, nombre que estaría relacionado con la abundancia de aguas, como se apunta ya en las relaciones de Felipe II en el siglo XVI:

…porque –el Ber en arábigo significa pozo o ayuntamiento de aguas…y en tiempo de los visigodos dice haberse llamado “aguas” que es el-Ber y el-Bora…

Según el arqueólogo Dionisio Urbina, de Elbora derivaría Albuera que es el nombre de un despoblado Santa María de las Albueras, situado cerca de Pueblanueva , junto a las barrancas del Tajo y en la que se sitúa un mausoleo monumental donde se halló un magnífico sepulcro de mármol tardorromano y paleocristiano que se exhibe en el Museo Arqueológico Nacional, aunque han sido destruidas las cabezas de los apóstoles representados.

Otro paraje aguas abajo de Talavera nos orienta sobre el nombre también acuático de la ciudad. Se trata de Aquis, aguas en latín, y que se ha identificado con un obispado visigodo sufragáneo de Mérida. El paraje se ha identificado como la finca de La Alcoba, en la vega cerca de Talaverilla.

ESTELAS-Y-ARAS-ROMANAS-SE-VEN-FORMANDO-PARTE-DE-LA-MURALLA-DE-LA-ALCAZABA.jpg
ESTELAS-Y-ARAS-ROMANAS-SE-VEN-FORMANDO-PARTE-DE-LA-MURALLA-DE-LA-ALCAZABA.

Ya tenemos un lugar aguas arriba, y otro aguas abajo del casco urbano, pero las muy numerosas inscripciones halladas en Talavera, a la altura de grandes núcleos urbanos romanos de Hispania, han llevado a la conclusión de que el nombre más probable es el de Caesaróbriga, que viene a significar “ciudad fortificada de César”. La finca junto al Tajo con restos romanos conocida como La Orbiga puede también derivar para algunos de una lectura deformada de la palabra Caesaróbriga.

Una teoría sugiere que existiría otro topónimo céltico, anterior a los romanos Tala-bara que habría evolucionado comoTalbara-Talbora-Telbora-Elbora-Talalbuera-Talabuera-Talavera. La raíz Tal- también derivaría de del indoeuropeo “ tel” que significa también charco o estanque. Pues bien, es curioso constatar que todos los nombres hipotéticos de nuestra ciudad tienen que ver con el río o con el agua.

Templo de Diana de Talavera la Vieja junto al Tajo

Los viejos cronicones cuando hablan de la muralla hacen notar que su parte más antigua, la que pudiera con mayor probabilidad ser romana es la que discurre paralela al río y que hoy se encuentra en gran parte sepultada bajo toneladas de escombros para construir la Ronda Sur. Esas mismas crónicas nos relatan algunos hallazgos arqueológicos que se hicieron junto al Tajo, como es el caso de una cabeza de toro de bronce hallada al hacer los cimientos del monasterio de los jerónimos. También se encontró una escultura romana que fue reconvertida en una imagen de la Santa Catalina, advocación del monasterio. El padre Fita dice que “ El riachuelo occidental, la Portiña, desde que pasa por enfrente de la que fue puerta de Mérida hasta que se echa en el Tajo, va descubriendo conforme lame y roe su orilla derecha, antiguas sepulturas romanas…”

MURALLA ACTUALMENTE BAJO LA RONDA SUR, SE OBSERVA SALIDA DE CLOACA, TAL VEZ EL CONOCIDO COMO PASADIZO DE LOS JERÓNIMOS
MURALLA ACTUALMENTE BAJO LA RONDA SUR, SE OBSERVA  A LA IZQUIERDA DEL MURO LA SALIDA DE CLOACA, TAL VEZ EL CONOCIDO COMO PASADIZO DE LOS JERÓNIMOS

También hay constancia de que el arroyo Papacochinos cerca de la desembocadura habría dejado al descubierto sepulturas romanas. La puerta meridional que daba al puente sobre el Tajo, si como algunos creen ya existía en tiempos romanos, sería la puerta del Río. Cerca de la desembocadura de la calle Cristo de la Guía parece se encontró una estatua que dicen de Catón y que también fue reconvertida en imagen cristiana.

Las excavaciones más modernas documentan desagües y alcantarillas romanas con pozos negros, y también en las inmediaciones ribereñas de los jerónimos se han hallado inscripciones dedicadas a los dioses indígenas vettones Ataecina y Orilouco, además de aras diversas, por lo que esta zona era especialmente rica en hallazgos de índole religiosa que se perpetuaron en el tiempo con mezquitas y templos cristianos como La Colegial, Santa Catalina o San Clemente.

Varias excavaciones nos han revelado la presencia de unas termas donde se aprovechaban las aguas elevadas por maquinaria hidráulica para los baños que luego se mantendrían en época musulmana. Los principales baños romanos encontrados se localizan en el entorno de la zona de San Clemente.

Estela romana con epigrafía en una de las torres albarranas del Charcón

UN HISTÓRICO HALLAZGO DEL ARCHIVERO MUNICIPAL: LA FIRMA DE FERNANDO DE ROJAS EN UN DOCUMENTO

REPRESENTACIÓN DE FERNANDO DE ROJAS EN UNA DE LAS PRIMERAS EDICIONES DE LA CELESTINA

 En el año 2019,apareció  en el archivo municipal   por primera vez una firma autógrafa de Fernando de Rojas, autor de “La Celestina” que fue alcalde de Talavera de la Reina, donde vivió entre 1509 y 1541”.

En rueda de prensa con el archivero municipal, Rafael Gómez, explicó que hasta la fecha en todos los documentos que se conocían en los que intervenía Fernando de Rojas como actuante oficial “no había aparecido jamás firma ni rúbrica alguna, ni siquiera como alcalde de la ciudad, responsabilidad que tuvo en diversas etapas históricas”.

Gómez ha avanzado que la firma de Fernando de Rojas apareció con la última documentación adquirida por el ayuntamiento y perteneciente al Archivo Nobiliario de la casa Villatoya.  “Por fin estamos en condiciones de afirmar que Fernando de Rojas nos dejó su huella más personal: la firma con su nombre y rúbrica. Lo único, hasta la fecha, que personaliza a uno de los grandes escritores de la literatura castellana moderna”. Ha añadido que es “un hecho de gran transcendencia que supera las fronteras nacionales”.

El archivero municipal ha indicado que el documento ya fue restaurado en el siglo XIX y consistió en pegar una tira de papel en la doblez medial del documento, que estaba roto y donde aparece la firma, para dar solidez y consistencia al mismo. Esta restauración dejó desajustada la firma y rúbrica de Rojas por la rotura del soporte de papel. El documento consta de 5 páginas contenidas en tres folios; y en el último de ellos está la firma de Fernando de Rojas.

RAFAEL GÓMEZ, ARCHIVERO MUNICIPAL

El documento está fechado el 18 de junio de 1511 y trata sobre los heredamientos, montes, tierras y otros bienes que son en Bencachón, Aceituna y Sauquillo, para que sea protegido y amparado el derecho que Alonso Fernández Aceituno tiene sobre ellos. Comienza el texto así:

“En la villa de Talavera a diez y ocho días del mes de junio, año del nascimiento de nuestro Salvador Jesucristo de mil e quinientos e once años. Este dicho día ante el muy virtuoso señor bachiller Fernando de Rojas, alcalde mayor en la dicha villa por el noble señor licenciado Francisco de Barrionuevo, del consejo del muy ilustre y reverendísimo señor don Fray Francisco Ximénez… etc”.

Fernando de Rojas interviene, como profesional que es (bachiller en leyes), en un acto jurídico. “Y por primera vez refrendando, actuando y dando oficialidad a lo contenido en dicho documento, con el aval de su firma y su rúbrica, y con la autenticación de la firma del notario o escribano público, Juan Castillo”.

No obstante Rafael Gómez ha dicho que “lo mejor está al final; ya que una vez identificado el actuante como alcalde mayor faltaba concluir el documento con la firma del mismo y ante la presencia del notario o escribano público. Dice el texto”:

Ante Juan Castillo, escribano y notario público dado por las autoridades apostólica y real. E otro sí escribano  público, uno de los del número de dicha villa de Talavera que fui presente a todo lo que dicho es en uno con el dicho señor alcalde que aquí firmó su nombre,  Bachiller de Rojas, e con los dichos testigos. Y de mandamiento del dicho señor alcalde (…).

FIRMA DE FERNANDO DE ROJAS HALLADA EN EL ARCHIVO MUNICIPAL DE TALAVERA

“Tanto el papel, como la tinta, así como la firma que suponemos ya manuscrita del propio Fernando de Rojas cumplen con los parámetros documentales de la época y con los modismos y formalidades coetáneos del siglo XVI”, por lo tanto, ha asegurado  Gómez “no nos cabe ninguna duda de que estamos ante la primera firma manuscrita de tan insigne talaverano que muy pronto se naturalizaría en nuestra ciudad”.

Ha explicado igualmente que paralelamente y ante la posibilidad de que pudiera haber alguna muestra o firma más relacionada Fernando de Rojas, “se revisó y releyó el texto completo, y sorpresivamente, Rojas nos da una alegría aunque de manera indirecta en una anotación marginal sin aparente relación con el asunto”.

Entrada trasera del palacio de los Girón, hoy delegación de la Junta de Comunidades, que es tradición fue antiguo ayunta,iemto donde habría ejercido como alcalde Fernando de Rojas

La mención se encuentra en el folio 54 vuelto del mismo documento. Se trata del testamento de Inés Méndez (de la Casa Villatoya fallecida en 1542), que deja a su criado, Juan del Encina “una viña que yo tengo al pago de Terrumbre, hasta dos o tres hoces, e alinda con una viña del bachiller Rojas….”. El pago de Terrumbres está al noroeste de la ciudad, próximo al pago de Pastera en la zona conocida popularmente como “La Tomatera”. Pero Rojas había fallecido el año anterior y su cuerpo sepultado en convento de la Madre de Dios.

 

UN HECHO HISTÓRICO: FELIPE II ORDENA EXPERIMENTAR CON ESMALTES LA CERÁMICA DE TALAVERA. LAS PRIMERAS OBRAS

Frontal de una pilastra decorada con azulejos y datada en 1567. Iglesia de Erustes

El año de 1566 es muy significativo en la historia de la cerámica renacentista de Talavera  ya que se produce un hecho de gran importancia en la historia del arte del barro. Felipe II ordena a un ceramista o químico sevillano llamado Jerónimo Montero que acuda a Talavera a experimentar con pigmentos y esmaltes, lo que parece demostrar que era intención del monarca desarrollar la alfarería en nuestra ciudad, aunque el Padre Torrejón nos dice en su historia de Talavera que lo que se pretendía con el ensayo era establecer los alfares cerca de Madrid.

En este curioso documento el escribano, el notario de la época, levanta acta con el testimonio del propio Jerónimo Montero y con varios testigos, algunos de ellos alfareros talaveranos conocidos, de que realmente se han realizado los experimentos y de cómo se han marcado las piezas elaboradas de “vedrio blanco y pintado y jaspado de azul y pintado de otras colores diferentes segund y como en esta villa se acostumbra a hazer y se han fecho cantidad de platos y escudillas y jarros y borcelanas”. Como vemos, en el texto figura concretamente una de las series más antiguas de la cerámica talaverana: la alfarería jaspeada.

Albarelo jaspeado en azul. Museo de Cerámica Ruiz de Luna

Aparecen en los ensayos los nombres de ceramistas famosos como Juan Fernández, Juan de Figueroa, Melchor de Talavera o Antonio Díaz y se describe cómo se mezclan los productos químicos, que no especifica, haciendo “panecitos” o tortas de mezcla que luego se trituran para hacer los vidriados que se aplican en las piezas y se cuecen en hornos talaveranos. Y, de hecho, las fritas se preparan en el taller de Antonio Díaz y se aplican a piezas bizcochadas en barro talaverano en el alfar de Juan de Figueroa, como nos recuerda el profesor Pleguezuelo.

Tres de las obras más antiguas de azulejería talaverana se encuentran en tres parroquias de poblaciones cercanas: Nombela, Erustes y Domingo Pérez. Se trata de frontales en pilastras y arrimaderos situados en la zona del presbiterio de esas iglesias. Presentan dibujada la fecha de 1567, en los dos primeros pueblos nombrados, y están decorados con grutescos, bustos y águilas, además de motivos de repetición que veremos más adelante en otro capítulo. Estos zócalos nos sirven aquí para ilustrar los primeros tiempos de la producción de cerámica renacentista talaverana que probablemente contaron con la inspiración de Juan Floris, aunque el flamenco no participara en el ensayo ordenado por Felipe II muriendo en 1567. La obra de la iglesia de Domingo Pérez es, según M. Maroto, obra del alfarero Antonio Díaz, uno de los alfareros que participa en los ensayos de Jerónimo Montero.

Pilastra decorada con azulejos en la iglesia parroquial de Nombela y datada también en 1567

Trascribimos ahora el documento que nos ofrece Gestoso en su historia de los barros sevillanos:

“La producción cerámica de Sevilla tenía por fuerza que despertar gran interés, no solo en el público, sino entre aquellas entidades llamadas a proteger su desenvolvimiento; y tenemos la prueba de que el monarca mismo preocupábase de conseguir su mayor auge, como parece acreditarlo el siguiente documento, que hemos debido a la fina amistad del docto arqueólogo Excmo. señor Conde de Valencia de Don Juan.

“En la noble villa de Talavera a veynte y vn dias del mes de novienbre del naçimiento de nuestro saluador yesuxpo de mill y quinientos y sesenta y seys años ante el muy magnífico señor bachiller Juan de Paredes alcalde mayor de la dicha villa y su tierra por el muy magnífico señor dotor Mexia….. y justicia mayor en la dicha villa y su tierra por el muy ilustre señor don Gomez Tello Girón governador. . . . . el arçobispado de Toledo por abtoridad apostólica y del consejo de su magestad y en presencia de mí, Juan de Olmedo escriuano de su magestad y del número de la dicha villa e testigos yuso escritos pareció presente vn hombre que se dixo llamar Geronimo Montero vecino de la ciudad de Seuilla y presentó ante el dicho señor alcalde mayor el pedimiento siguiente:

Muy magnífico señor, Jerónimo Montero vecino de la ciudad de Sevilla digo que por mandamiento de su magestad y señores presidente e oydores de su muy alto consejo yo vine a esta villa a hazer ensayo y prueba de ciertos metales en el barro de que se haze el vedrio en esta villa y para que conste a su magestad y a los dichos señores presidente e oydores de lo que se hizo con los dichos metales y el efeto que dellos resultó, pido a vuestra merced mande aver ynformacion de testigos de cómo yo vine a esta villa y he estado y estoy en ella de doze dias a esta parte y con ciertos metales que trage hize en el barro de esta villa por mano de los oficiales della vedrio blanco y pintado y jaspado de azul y pintado de otras colores diferentes segund y como en esta villa se acostumbra a hazer y se ban fecho cantidad de platos y escudillas y jarros y borçelanas y lo que se a fecho por mi yndustria con los dichos materiales tiene por señal mi nombre propio como vna cifra de “q” y  y vna “m” y “o”. y encima que dize Geronimo pintado de azul en el suelo por defuera de los dichos platos y escudillas y jarros y junto a ello están otras letras que dizen….. con vna “e”y “u” y + y “p” y “a“ encima asimismo de letras azules las quales dichas señas juntamente con lo demás contenido en este pedimiento pido a vuestra merced se pregunten los testigos para que los declaren y lo que dixeren y dipusieren signado en publica forma lb mande dar ynterponiendo a ello su abtoridad y decreto judicial y para ello etc. y pido justiçia el liçenciado Velasco y presentado pidiolo en el etc …

Pilastra decorada con grutescos en la iglesia de Domingo Pérez

El dicho señor alcalde mayor dixo que presente los testigos que viere que convienen y los recibirá por el thenor del dicho pedimento y hará justicia testigos Juan Fernandez e Diego Ramayo vezinos desta villa y paso ante mi Juan de Olmedo escriuano etc.

E despues de lo susodicho en la dicha villa de Talavera este dicho día mes y año susodichos el dicho Geronimo Montero presentó por testigo a Pédro Lopez vecino de la cibdad de Toledo y a Bartolomé de Plaçencia vecino de dicha villa de los quales y de cada vno dellos fue rrecebido juramento en forma de derecho por el nombre de Dios nuestro señor y de Santa María su madre nuestra señora y sobre la señal de la cruz como esta en que tocaron sus manos derechas y por las palabras de los santos evangelios doquier que están escritos que dirán verdad de lo que supieren y les fuere preguntado y si la verdad dixeren Dios nuestro señor les ayude y el contrario haciendo….. testigos que los vieron presentar y jurar Diego Tamayo y su hijo Diego Tamayo el moço, vezinos de la dicha villa de Talavera y paso ante mí, Juan de Olmedo escriuano.

Este dicho dia mes y año susodichos el dicho Geronimo Montero presentó por testigo a Melchor de Talavera alfarero, y a Alonso de Caçalegas vezino de la misma los quales juraron segund de suso testigos Alonso dalba escriuano, y Diego Tamayo vezinos desta villa y paso ante mi Juan de Olmedo escriuano.

Y lo que los dichos testigos dixeron y dipusieron siendo preguntados por el thenor del pedimiento es lo siguiente:

El dicho Pero Lopez, vezino de la ciudad de Toledo, aviendo jurado en forma y siendo preguntado por el thenor del dicho pedimiento, dixo que conoce al dicho Geronimo Montero vezino de la ciudad de Sevilla. de doce dias a esta parte en esta villa dc Tallavera donde ha estado el dicho tiempo que avra siete o ocho días que este testigo vido como vn criado del dicho Jeronimo Montero le vido llevar çiertos metales a casa de Antonio Diaz alfaharero y los echaron en vna padilla y los quemaron con estaño donde vino :1 sacarlos y echarlos en sus panecitos de casa del dicho Antonio Diaz y se cocieron en el horno y se molió el dicho vedrio del molino del dicho Antonio Diaz y después de molido lo vedrió el dicho Antonio Diaz en cierta lavor que se tomó de casa de Juanes Figueroa alfaharero, y allí sobre el dicho vedrio se pintó de azul y se salpicó y se pintaron otras colores y este testigo vido vedriar jarros y platos y escudillas y borcelanas y asimesmo lo vido pintar y salpicar y vido asimesmo asentar su nombre del dicho Jeronimo Montero en cada pieça y otras letras que dizen Talavera y que las mismas señas y letras contenidas en el dicho pedimiento este testigo las tuvo muchas dellas en la mano para que las escribiese y que así mismo entre las dichas pieças ay platos y escudillas blancas y que lo sabe este testigo por lo que dicho tiene y porque este testigo es oficial del barro y vedrio y se ha hallado presente a todo ello y questa es la berdad so cargo del juramento que hizo y que no es pariente del dicho Geronimo Montero y que es de hedad de quarenta años poco más o menos y lo firmó de su nombre Pero López y pasó ante mi Juan de Olmedo escriuano.

El dicho Bartolomé de Plazencia vezino desta villa de Talavera aviendo jurado y siendo preguntado por el thenor del dicho pedimiento dixo que conoce al dicho Geronimo Montero de doze días a esta parte que vino a esta villa a hazer çierto ensayo en el barro de vedrio que se haze en esta villa y queste testigo vido cómo el dicho Geronimo Montero trajo ciertos metales y materiales a casa de Antonio Diaz alfaharero vezino desta villa y que hizo su emboltoria (¿mezcla?) para hazer vedriado en el horno y lo coció y después de cocido lo molió y hizo panecitos e los molió e vedrió el dicho Antonio Diaz ciertas pieças de vedrio en casa de Juan de Figueroa, alfaharero, las quales pieças este testigo pintó de azul e las vido jaspear a vn compañero deste testigo y supo que otro official de pintura avia pintado otras pieças de colores en el mismo vedrio que son platos y escudillas y jarros y porcelanas y puso el dicho Geronimo Montero vnas letras de su mano en las pieças escritas del mismo azul que dizen su nombre y otras talavera y que estas letras son las contenidas en el dicho pedimiento porque las ha visto y conoce y se las vido escrivir y questa es la verdad so cargo del juramento que hizo y que es de edad de treynta y seis años poco más o menos tiempo y lo firmó de su nombre Bartolomé de Plazencia y paso ante mi Juan de Olmedo escriuano.»

Las declaraciones de Melchor de Talavera oficial de alfarero y la de Alonso de Cazalegas están redactadas en los mismos términos que las anteriores.

Continúa el expediente con la diligencia de dar fe el escribano de las piezas pintadas y firmadas por Montero y concluye con la entrega del pedimento solicitado por aquél.

SANTORAL DEL BARRO: Santa Apolonia

Ermita de la Virgen de Gracia de Velada. Retablo lateral. Siglo XVII. Policromía con predominio de naranjas, amarillos y azules. Las figuras son esbeltas y el dibujo aunque muy rectilíneo, es seguro y de calidad, por lo que algunos han querido identificar a su autor con algún pintor del taller de El Greco. El retablo enmarca las figuras entre columnas, mármoles simulados y cenefas de hojas de acanto y cadeneta. La santa sostiene la palma del martirio y una muela con las tenazas.

Ermita de la Virgen de Gracia de Velada. Retablo lateral. Siglo XVII. Policromía con predominio de naranjas, amarillos y azules. Las figuras son esbeltas y el dibujo aunque muy rectilíneo, es seguro y de calidad, por lo que algunos han querido identificar a su autor con algún pintor del taller de El Greco. El retablo enmarca las figuras entre columnas, mármoles simulados y cenefas de hojas de acanto y cadeneta. La santa sostiene la palma del martirio y una muela con las tenazas.

SANTA APOLONIA

Apolonia vivió en el siglo III en Alejandría. Durante el año 249, siendo una anciana diaconisa, sufrió martirio en las persecuciones que desencadenó contra los cristianos el emperador Filippo el Árabe. En aquel tiempo, un astrólogo pagano azuzaba al pueblo contra los cristianos, asegurando que la ciudad sería destruida porque blasfemaban contra sus dioses.

Masas enardecidas saquearon los barrios de la ciudad donde vivían los discípulos de Cristo ejecutando y martirizando a sus moradores. Santa Apolonia, fue golpeada con mazas y después de ser lapidada, la sentaron sobre una piedra, la abrieron la boca introduciéndola un trozo de hierro y con unas tenazas le fueron arrancando los dientes uno a uno destrozándola las mandíbulas. Algunos de sus torturadores habían encendido una pira y el cabecilla se mofaba preguntándola: ¿Dónde está tu Dios del amor que podría librarte de estos dolores? Si apostatas serás libre. Quisieron obligarla a pronunciar frases blasfemas bajo la amenaza de quemarla viva pero consiguió librarse de sus verdugos y ella misma se arrojó a las llamas. Acción que provocaría más tarde debates teológicos sobre si estaba o no justificado este “suicidio”.

La muela y las tenazas como atributo de la santa que simboliza su martirio

Se la representa casi siempre como una bella joven, aunque en la época de su martirio era ya una anciana. Aparece generalmente con vestido rojo y manto verde o pardo. Casi siempre lleva la corona real o de flores por haber sido virgen. La palma es símbolo del martirio y su atributo más frecuente son las tenazas sujetando una muela, o los dientes en una bandeja.La devoción en Talavera a Santa Apolonia queda patente no sólo por la alusión de su ilustre alcalde Fernando de Rojas en la Celestina, sino por la romería que se hace en el día de su festividad hasta la ermita dedicada a ella en El Berrocal.

Uno de los retablos laterales de la ermita de Virgen de Gracia, donde se vel la imagen de Santa Apolonia