LA JARA ÉPICA Y ESTÉTICA

HOMENAJE A D. FERNANDO JIMÉNEZ DE GREGORIO

CONFERENCIA 18-3-1998

LA JARA ÉPICA Y ESTÉTICA

Este es el texto de la conferencia impartida por Miguel Méndez-Cabeza con motivo del homenaje que organizado por los colectivos de La Enramá y Arrabal, tributó Talavera a Don Fernando Jiménez de Gregorio

Chozo de pizarra en La Jara
Chozo de pizarra en La Jara

Es una satisfacción poder hacer una aportación personal con esta conferencia al homenaje que sin duda nuestra ciudad debía tributar al maestro, amigo y paisano que hoy preside esta mesa. Paisano que lo es y por partida doble, pues ya es talaverano de hecho y derecho pero también porque es jareño, nacido en uno de esos pueblos que fueron aldeas de Talavera, que ejerció de madre de todas ellas y también a veces, porqué no decirlo, un poco de madrastra.

Ahora que los grupos mediáticos dominantes nos dicen cual es la épica que debemos consumir, los humanos, siempre anhelantes de motivar nuestras aburridas vidas con lo heroico, y ahora que nuestros chavales son asaltados por la industria cinematográfica norteamericana, que antes de hacer una película ya sabe cuantos millones de dólares va a recaudar. Ahora que la gente joven piensa y hasta viste como deciden las grandes marcas multinacionales – a veces hasta visten de “yanquis pobres” como denuncia con ironía Camilo José Cela- a mí realmente se me llevan los demonios cuando veo que los héroes consumidos por nuestra juventud son musculosos héroes estúpidos cuyo nombre hay que traducir y además envueltos en una visión de la historia que hasta es ofensiva y sesgada para nosotros los españoles. Es el caso de la visión de la Inquisición que nos ha hecho tragar el mundo anglosajón en la que parece que España ha sido la madre de todas las infamias, cuando sabemos por ejemplo que el número de los que fueron quemados en la hoguera en muchos países de Europa es muy superior al de los que murieron en España a manos de tan terrible institución. Ahora, por ejemplo, debemos tragarnos en una película realizada por los descendientes de los cultivadores de algodón, una imagen de España como paradigma de nación esclavista. Una sarta de disparates en fin que además degustamos con delectación y lo que es peor, pagando por ello.

Pues bien, en un territorio pobre y olvidado que tenemos aquí cerca hay toda una épica, argumentos para mil novelas, madera humana para esculpir mil héroes en la imaginación. Porque quiero decirles que hoy mis palabras no quieren ser palabras de historia sino palabras de fantasía, de la fantasía que despiertan la historia y las gentes de La Jara en mi imaginación .

Dolmen de Azután
Dolmen de Azután

Y puestos a imaginar y a buscar aventuras, vayamos cuatro mil años atrás y veamos con nuestra neuronal máquina del tiempo cómo un grupo de hombres comienza a colonizar nuestro territorio jareño, imaginemos cómo traen por primera vez desde poniente la sabiduría de la agricultura. La humanidad ya no debe levantarse cada día por la mañana sin saber si va o no va a tener ese día un bocado que llevarse a la boca. La agricultura produce excedentes que deben ser custodiados del ataque de tribus cercanas y esto conlleva jerarquización de los pueblos. Esa renuncia de la libertad individual conduce sin embargo a poder llevar a cabo empresas ambiciosas como la construcción de dólmenes. Dólmenes como éste de Azután que podemos imaginar durante su construcción con esos primeros jareños sociales manejando rulos, palancas y toscas herramientas para cortar y transportar los enormes ortostatos de granito que conforman este primer monumento de La Jara.

Esas gentes que ya deben proteger de los enemigos cercanos sus primeros excedentes alimentarios o su valiosa producción mineral, se asientan en cerros elevados y fortificados con amurallamientos y empalizadas que dominan los valles de los ríos, verdaderas autopistas prehistóricas, para adentrarse en el fragoso terreno de nuestra tierra hasta llegar a las pobres pero superficiales y fácilmente aprovechables vetas de minerales jareños. Imaginemos la batalla entre los hombre de la Edad del Bronce que ocupaban por ejemplo las elevaciones del Jébalo contra otra tribu en el Pusa que hubiera perdido su cosecha por un incendio. Imaginemos guerreros como éste que aparece en la estela de Las Herencias con su casco su espada, su carro y su ajuar.

Estela de guerrero de Las Herencias de la Edad del Bronce
Estela de guerrero de Las Herencias de la Edad del Bronce

Un milenio después unas curiosas tribus célticas que van salpicando de extrañas esculturas de toros y cerdos nuestra tierra. Recorren los incipientes caminos ganaderos con su pobre ajuar de pueblos pastores en busca del aprovechamiento estacional de los pastos. Unos odres para el agua, una escudilla de madera y una mochila de cuero. Un pueblo este de los vettones que no ha dejado por ello casi restos arqueológicos. Solamente sus mágicos animales de piedra repartidos por toda La Jara y el resto de las tierras de Talavera.

Estos y otros pueblos son derrotados y deben descender de las elevaciones donde se asientan porque así lo consideran más seguro para su imperio los colonizadores romanos que van dejando pinceladas arqueológicas en los muros de nuestros modestos pueblecitos. Inscripciones y aras de una cultura latina sobre la que se levantará la nueva cultura cristiana. Hasta en las piedras sillares de las iglesias hallamos esas raíces romanas o en esas grandes tégulas y piedras de molino de mano que tropezamos en las orillas de cualquier arroyo, restos de esta nueva colonización que dejará repleto el territorio de “villares y villarejos”. Una recolonización más de esta tierra que lleva como un estigma en su nombre de “La Jara” la marca indeleble del inseguro desierto en que se convertirán una y otra vez sus tierras.

Capitel visigodo de Mohedas de La Jara
Capitel visigodo de Mohedas de La Jara

Otro pueblo más, el visigodo, se aventura a intentar sembrar estas duras tierras y suben por sus ríos y arroyos en una dispersión ruralizante a la que sucederá otra nueva fase de desierto. Dejan sus tumbas hechas de lajas de pizarra donde reposan hombres de buena envergadura pero que, en nuestro caso, apenas se acompañan en su último viaje de una jarrita junto a su cabeza y algún pequeño pendiente de nácar. De nuevo la épica de la supervivencia en una naturaleza dura, casi hostil.

Sepultura hecha de lajas en el prado de la Moneda en Los Villarejos en Alcaudete, hoy sumergido por embalse del Jébalo
Sepultura hecha de lajas en el prado de la Moneda en Los Villarejos en Alcaudete, hoy sumergido por embalse del Jébalo

España es conquistada por los musulmanes. Tariq y Muza se encuentran en la capital de La Jara, en Talavera, y aquí nos gusta creer en la leyenda de cómo el general presenta a su señor nada menos que la mesa de Salomón elaborada con oro y piedras preciosas que había arrebatado a los visigodos de Toledo, para así calmar sus iras. La Jara y Talavera se repueblan de aguerridas gentes norteafricanas, bárbaras según los propios árabes, los llamados bereberes, que en realidad se nombran a sí mismos como el pueblo amazigh. Guerreros que como tantas veces en la historia del Islam siguen al primer iluminado que quiere guardar las esencias de su religión. Ahmed ben Muáwiya, un cordobés apodado Ibn al-Quitt, que se hace pasar por Mahdí (es decir, por un imán misterioso, miembro de la familia de Mahoma que debía venir a restablecer la fe corrompida y someter a todo el universo al Islam), predica la guerra santa a los bereberes de la frontera inferior y media y les promete conquistar la fuerte ciudad de Zamora. Las gentes de Talavera y su alfoz se unen masivamente a la iniciativa. Al-Quitt consigue reunir un ejército de 60.000 hombres. Le ayuda el jefe de la fortaleza de Nafza, identificada con nuestra ciudad de Vascos, donde queda instalado el cuartel general. Cercada Zamora, fue derrotado y muerto el imán al Qitt en el año 901 y su cabeza colgada durante muchos días como trofeo de victoria en una de las puertas zamoranas.

Alcazaba de la ciudad de Vascos con el reculaje del embalse de Azután en el Uso
Alcazaba de la ciudad de Vascos con el reculaje del embalse de Azután en el Uso

Cuanto misterio encierra la ciudad de Vascos, una ciudad completa hispanomusulmana abandonada en un paraje tan agreste y hermoso junto a los despeñaderos del Uso. Pero no es la única, la fortaleza de Castros con los estribos de su puente, el castillo de Espejel, el castillo de Alija y el desaparecido de Canturias formaban esa impenetrable línea “maginot”, una casi inexpugnable línea defensiva que los árabes trazaron junto al Tajo para impedir así el avance de los cristianos. Era frontera de la marca media con los politeístas, como denominaban los musulmanes a nuestra tierra.

Puerta norte de la ciudad de Castros
Puerta norte de la ciudad de Castros

Esos castillos, pero sobre todo infinidad de torres, torrecillas y torrejones como esta de Alcaudete salpican La Jara. Desde ellas los musulmanes vigilaban el avance de los cristianos dicen algunos que avisando a los suyos con señales de humo. Más tarde, también los cristianos escudriñaban el horizonte temiendo las razzias del islam. Cuanto valor, cuanta necesidad obligaría a los pioneros repobladores de uno y otro bando que se atrevían a internarse en los desiertos jareños con sus rebaños y sus colmenas. Gentes con el miedo en el cuerpo, en una permanente inseguridad, viviendo miserablemente en sus chozas retamizas tantas veces quemadas, con sus ganados tantas veces robados, con sus mujeres violadas.

Torre medieval de Alcaudete de La Jara
Torre medieval de Alcaudete de La Jara

Conquista Alfonso VI Talavera y La Jara se convierte en la tierra de nadie donde solamente se atreven a internarse cazadores, pastores y colmeneros que inician la verdadera conquista de una tierra, conquista que no es la militar sino la aventura de la repoblación de LaJara por estas humildes gentes, siempre al límite de la supervivencia en una tierra salvaje. Nuevos caudillos integristas mueven a los mismos pueblos que hoy día se ahogan en sangre en Argelia, a penetrar nuevamente en territorio cristiano a sangre y fuego, son los almohades, los almorávides e incluso los benimerines, los que con sus continuas incursiones obligan a esos primeros y humildísimos jareños a refugiarse en las moradas, elevados escondrijos toscamente amurallados como el que lleva ese nombre, Risco de Las Moradas, el pico más alto de La Jara.

En el interiordel propio muro de la muralla castreña de la Sierra de la Estrella hay refugios o "moradas"
En el interiordel propio muro de la muralla castreña de la Sierra de la Estrella hay refugios o «moradas»

Después de la batalla de Las Navas de Tolosa se consolidan las fronteras y se afianza esa pequeña gran epopeya que fue la repoblación de los territorios jareños. Son colmeneros los primeros habitantes que van asentándose por toda La Jara con sus posadas de colmenas. Una especie de corral situado en pendiente y fabricado con muro de mampostería algo elevado para impedir el acceso de los osos, que además siempre debía situarse cercano a una corriente de agua por ser necesario para las abejas. Las colmenas hechas de corcho con virus de jara se cerraban con barro y boñiga de caballo. Esos colmeneros que basaban su industria en la escasez de edulcorantes de la época fueron también cultivando las tierras cercanas a sus colmenas, cultivando primero pequeños huertecillos y alguna tierra de pan llevar para después, junto a pastores y cazadores ir agrupándose en pequeñas aldehuelas que irían dando origen a los pueblos actuales. Sobrecoge la soledad y la incomunicación de aquellos pioneros jareños.

Pero aquellos colmeneros debían protegerse de los muchos bandidos que infectaban la Jara y que aprovechaban esas soledades para cometer todo tipo de atropellos contra ellos. Es así como se organiza un sistema de autoprotección popular que a principios del siglo XIV se sustanciaría en la Santa Hermandad Real y Vieja de Talavera que mediante expeditivos métodos justicieros asaeteaba atados a un árbol a los delincuentes atrapados in fraganti. ¡Cuantas escenas de persecuciones y llamadas nocturnas de favor a campana tañida podemos imaginar, cuantos miles de argumentos novelescos guarda el archivo de la Santa Hermandad.

Cuerda de presos custodiados por los cuadrilleros de la Santa Hermandad
Cuerda de presos custodiados por los cuadrilleros de la Santa Hermandad

Esa Santa Hermandad, que los historiadores de la Guardia Civil consideran como la más directa y antigua precursora de su instituto armado, vestía de verde, color que más tarde imitaría el Duque de Ahumada. El yugo y las flechas de los Reyes Católicos o las colmenas fueron algunos de símbolos de nuestra Hermandad.

Esa institución tan paradigmáticamente talaverana tenía su sede en el edificio y cárcel que junto a la puerta de Zamora se levantaba en torno a la iglesia de Rocamador y que fue lamentablemente destruido hace unos años. La Santa Hermandad era una institución simbólica de la identidad talaverana que se reunía en pie de igualdad con las hermandades de Toledo y Ciudad Real en las llamadas Llegas, reuniones que se producían en puntos generalmente equidistantes de las tres ciudades como Navas de Estena o El Molinillo.Estas reuniones se llevaban a cabo con un estricto protocolo y ceremonial en el que las grandes comitivas se acompañaban de los cuadrilleros con sus vistosos trajes e incluso arrastraban a una gran concurrencia de gentes como músicos, danzantes o titiriteros.

Imaginemos a los cuadrilleros hermandinos recorriendo la Jara de pueblo en pueblo buscando pruebas y testimonios de los delitos cometidos en despoblado, investigando robos, asaltos, violaciones, delitos de cuatreros, incendiarios, bandoleros, falsificadores y timadores. ¿Qué falta nos hace acudir a Holliwood o al salvaje oeste cuando todos sus personajes, todos sus héroes y víctimas ya estaban inventados en La Jara cientos de años antes de que el imperialismo cultural americano nos hiciera tragar sus personajes de cartón piedra..

La jara fue históricamente refugio para gentes perseguidas, para gente marginada o automarginada de la sociedad que se echaba al monte por los más variados motivos, desde los golfines, considerados como el primer ejemplo de bandolerismo por los historiadores de este fenómeno social tan español, hasta los contrabandistas que cruzando sierra tras sierra desde Portugal o desde Andalucía utilizaban la Jara como lugar estratégico de paso hacia la capital del reino y el interior peninsular.

Maquis capturados por la Guardia Civil
Maquis capturados por la Guardia Civil

O los maquis que a partir de los primeros huidos de la represión de comienzos de la Guerra Civil, que tantos restos de fortificaciones dejó en nuestro territorio, forman grupos de guerrillas en las sierras jareñas que intentarían resistir hasta que una hipotética victoria de los aliados en la guerra europea hubiera precipitado una caída de la dictadura que nunca llegó. Otro episodio éste de la épica jareña en el que, como en toda actividad del hombre se produjeron hechos de valor y grandeza junto a otros de sangre, venganza y miseria humana. Nombres de maquis, “los de la sierra” como se conocían en La Jara, como el de Quincoces o Chaquetalarga están vinculados a una etapa de la historia que por razones obvias ha sido poco desentrañada, poco analizada objetivamente. Talavera, fue centro de referencia de las guerrillas antifranquistas de Gredos, La Jara y Extremadura que cuando iban sus mandos a reunirse en la huerta del tío Matapulgas, junto a la estación de ferrocarril fueron sorprendidos muriendo en la acción varios activistas que tenían su contacto y proveedor de armamento en un maquinista de la línea Madrid -Lisboa.

Los viajes y peregrinaciones son fuente inagotable de experriencia humana y de contacto entre los pueblos y las culturas, pero también de picaresca y delincuencia. Nuestra tierra fue recorrida por miles de peregrinos que cruzando el Puente del Arzobispo se encaminaron al segundo objetivo más frecuentado en la historia de las peregrinaciones españolas, me refiero a Guadalupe que desde la Edad Media atrajo a nobles, reyes y gentes modestas entre los que se mezclaban numerosos oportunistas y pícaros que se encargaba de vigilar la Santa Hermandad de Talavera, ya que Guadalupe pertenece a esa Gran Jara que después se dividiría por cuestiones políticas y burocráticas. Todavía permanecen en pie los hospitales de Puente, Villar del Pedroso y el Hospital del Obispo que recogían a los peregrinos enfermos, pero mientras que otras rutas de peregrinación son potenciadas y financiada su rehabilitación, nuestro Camino de Guadalupe sigue olvidado.

Capiteles del Humilladero de Guadalue, desde donde los peregrinos daban vista al monasterio por primera vez
Capiteles del Humilladero de Guadalue, desde donde los peregrinos daban vista al monasterio por primera vez

¿Qué más queréis en cuanto a personajes de aventura se refiere? ¿ Queréis fiebre del oro?, pues también la tuvimos, la Jara fue tierra mineral donde desde la antigüedad se intentaron explotar sus recursos. La mina de oro más rica de España de la época moderna se encontraba en La Nava de Ricomalillo, de ella se extraía el oro que serviría para acuñar las doblas Jaeñas, la mina de La Oriental, y tal era su riqueza que el rey tuvo que intervenir en cierto episodio del siglo XVIII cuando por un problema de concesiones fueron arrasadas y quemadas las chozas de los mineros por una tropa al mando del alcalde de Talavera. Pero no fue esta la única mina de La Jara, otras de hierro o de galenas argentíferas salpicaron el territorio y fueron bautizadas con nombres tan sugerentes como: Madmoiselle, Sultana, Fortuna, Feliz, Nueva California, Demasía, Potosí y muchas otras con nombre de mujer. Un borrico, unos serones, un pico y una pala era todo el armamento con el que estos mineros de fortuna se enfrentaban a la Jara más profunda dejándonos solamente las galerías abandonadas y las pobres casas donde residieron. Aunque verdaderas instalaciones industriales como las ferrerías del Mazo o de el Fresnedoso en Anchuras han quedado como abandonado recuerdo de aquella peculiar fiebre del oro jareña.

Bocamina en Anchuras
Bocamina en Anchuras

También podemos hacer películas de safaris en la Jara. La actividad cinegética ha sido y es todavía una de las actividades más características de las gentes jareñas. Ya en los grabados del Martinete aparecen arqueros y ciervos. Según los medievalistas, fue en estas tierras de Talavera donde se practicó por primera vez la caza con cimbel por ejemplo, o los osos, jabalíes y venados que cazaba Alfonso el Onceno por estos lugares. y aunque ya no hay osos en La Jara, hay que decir que la Santa Hermandad pagaba ciertas cantidades por acabar con algún ejemplar de ellos, lo cual se tenía que demostrar aportando la cabeza y las garras del animal, que eran exhibidos en las puertas de la Cárcel de la puerta de Zamora. El enfrentamiento a los animales salvajes era frecuente en las sierras y por ejemplo así describen las gentes de Robledo del Mazo su cercanía con las bestias salvajinas, como decían entonces: “ y ha sucedido en este lugar de cuatro a séis días a esta parte, entrar en el dicho lugar de día un lobo y encontrarse con las gallinas que andaban en el exido que está junto a las casas de este dicho lugar y andar retozando con ellas y echarle perros para ver si le podían matar y hacerles rostro y los perros volverse de miedo y volver el dicho lobo a retozar en las urracas que andaban en el dicho exido”. A quienes hayan visto la película bailando con lobos les sonará esta escena. O el más conocido episodio que da explicación al nombre de Robledo del Mazo cuando “ para evitar el dicho daño de los osos en las colmenas hicieron en el arroyo que dicen de los Regatos del Mazo, un argumento que la misma agua del arroyo a un mazo que le pusieron hechizo, daba grandes golpes de noche y de día para con ello espantar a los dichos osos”.

Calco de un cérvido en los grabados de El Martinete
Calco de un cérvido en los grabados de El Martinete

Cientos de kilómetros de cañadas y cordeles cruzan nuestro territorio camino de Extremadura o de la sierra de Gredos. Talavera y su tierra jareña tuvieron una gran relación con la trahumancia y su organismo regulador, el Honrado Concejo de la Mesta. Esta relación no fue siempre satisfactoria y numerosos enfrentamientos jalonaron la relación entre los serranos que deambulaban con sus merinas y los labradores linderos que se veían perjudicados por los abusos de tan omnipotente institución. Podemos imaginar al todopoderoso alcalde entregador impartiendo justicia en los humildes pueblos jareños sobre las usurpaciones de cañadas, aplicando la ley con suma dureza y seguido con gran pompa de un cortejo que en ocasiones llegaba a las trescientas personas.

Oveja de raza talaverana
Oveja de raza talaverana

Pero no son los cuadrilleros, bandoleros, mineros, cazadores, golfines o peregrinos o trashumantes los personajes que a mí más me sobrecogen de nuestra querida Jara. Son sus sencillos habitantes que durante siglos vivieron al límite de la supervivencia, como relataban los vecinos de uno de sus pueblos también en el siglo XVI “ que es lugar de pocos aprovechamientos e que antes saben que el dicho lugar viene de cada día en disminución que en crecimiento por ser la tierra miserable y de pocos aprovechamientos, lo cual es causa de irse a otros pueblos por la nescesidad”.

La verdadera epopeya de La Jara es la de sus gentes humildes y laboriosas que sacaban cuatro espigas de centeno a las pedregosas laderas, que conseguían hacer un huerto sobre la ribera de un arroyo donde antes solamente parecía que podrían crecer las pizarras y los cantuesos, que día y noche vivieron en las sierras con sus cabras rodeados de lobos y de soledad o que plantaron los nobles olivos sobre sus empinadas laderas, en fin la epopeya de la supervivencia con el único recurso del trabajo de unas manos que extrajeron su escaso fruto a esta tierra poco agradecida de rañas y canchales.

Placa de cerámica de Las Herencias que alude a una epidemia de cólera
Placa de cerámica de Las Herencias que alude a una epidemia de cólera

Gentes que por si esto fuera poco veían además como la naturaleza se ensañaba con ellos, gentes que dedicaban sus fiestas a los santos que les libraban de las pestilencias, el pedrisco, el pulgón o la langosta y celebraban por ejemplo en esta placa de cerámica de Las Herencias que una casa se hubiera podido construir en tiempos de cólera. Hombres y mujeres que durante siglos estuvieron íntimamente en contacto permanente con la muerte, que se vivía como algo cotidiano que sin embargo se olvidaba al llegar la fiesta, representada con numerosos y arcaicos rituales religiosos unos y con evidentes raíces paganas otros como estos que veis de la vaquilla de Aldeanueva o la subida de la bandera al mogorro para protegerse las gentes de La Nava de las tormentas, que siempre fueron las inclemencias del tiempo duras y caprichosas con La Jara que hasta tiene una fiesta en fuentes que conmemora una nevada en Agosto.

Pero esa es precisamente la belleza de esta tierra, la belleza de la sobriedad castellana que siglos de vida austera marcaron en el carácter de los jareños, que sin embargo tienen un algo de sureño en su amabilidad, en la buena acogida al forastero y en su habla peculiar y socarrona. Una belleza que además de en el paisanaje, se observa en un paisaje duro, casi bronco de tierras antiguas

Olivares en las rañas de La Jara
Olivares en las rañas de La Jara

La Jara es bella en su luz intensa, en su sol abrasador que ya dibujaron junto al estenilla los hombres de la Edad del bronce,

en su luz azul castellana y mesetaria,

en su suelo arisco y mineral donde hace millones de años vivieron extraños seres hoy petrificados en sus cuarcitas y pizarras.

en su olor de mil plantas aromáticas.

en sus rañas y secanos pardas que se encienden con el sol rojo que se refleja en sus tierras rojas en los atardeceres de verano.

en sus sierras, en sus cumbres,

en sus castillazos y atalayas.

en sus valles,

en sus barrancos

en sus riberos

es hermosa en sus arroyos

en sus lagos y represas

sus lagunas efímeras

en sus ríos molineros

y en el Tajo que es su linde

es hermosa en sus espacios gigantescos

y en sus broncos cañones

en su pavorosa soledad

y en su deliciosa soledad

en su monte bajo

y en su alto monte

en sus casi volcánicos canchales

y en sus frondosos castañares

sus iglesias

sus ermitas

en sus casas

y en su arte

y en sus gentes

y en sus gentes

y en sus gentes