VIOLACIÓN EN LA PORTIÑA (1)

VIOLACIÓN EN LA PORTIÑA  (1ª Parte)

Uno de los procesos  reunidos por el «Colectivo La Enramá» (Miguel Méndez-Cabeza, Rafael Gómez y Angel Monterrubio» para su libro «Causas Criminales de la Santa Hermandad»

Dibujo de 1909 que representa el paraje de Los Molinillos de la Portiña al que se alude en el texto
Dibujo de 1909 que representa el paraje de Los Molinillos de la Portiña al que se alude en el texto

Corría el año de 1770, esa misma noche fresca de junio comenzaba el verano. Tomasa Rodrigo se había levantado con el gallo.Vistió sus veinte años con la camisa y el jubón, un guardapiés de bayeta verde adornado de ribetes encarnados, con su delantal, la mantilla de paño pardo y el pañuelo blanco al cuello, protegió su cabeza con una pobre montera descolorida y calzó sus viejos zapatos atados con majoleras.

Resplandeciente, con las modestas galas de una hija de labradores de Segurilla, se encontraba feliz. Iba a Talavera para visitar a su hermana que había entrado a servir con un señor de esa villa.

Aparejó su borrica y su padre, Juan «Elías», cargó sobre la bestia dos haces de leña cortados en los chaparros de los berrocales de Segurilla.

El pobre animal, tan cargado, trastabilleaba mientras descendía por el irregular empedrado del camino. A la derecha quedaba la todavia borrosa silueta de la Atalaya y abajo serpenteaba el arroyo de la Portiña mientras, al fondo, asomaban las torres de las iglesias de Talavera.

Era ya una hermosa mañana soleada  cuando Tomasa atravesaba el puente de la Villa sobre el arroyo de la Portiña, para adentrarse en el caserío por la puerta de las Alcantarillas Nuevas.[1]

Después de conseguir vender su pobre carga, tomó los dos reales obtenidos asegurándolos conveniente y discretamente, en el fondo de su faltriquera, para dirigirse a continuación a visitar a su hermana Alfonsa. Había ésta entrado a servir como criada del comerciante Fernando Martín de Agüero en su casa y tienda de la calle Cerería. A cuenta del exiguo salario de la sirvienta tomó del comercio un poco de bayeta verde para hacerla un guardapiés y compró de paso unos garbanzos y un poco de queso. Tras intercambiar noticias y confidencias se despiden las dos mozas entre risas, encaminándose Tomasa de vuelta a Segurilla.

Serían ya las diez y media de la mañana cuando sale por la concurrida Puerta de María[2] para tomar el camino Ancho que la devolvería a su pueblo. El campo en esta época era en Talavera un hervidero de gentes afanadas en las labores más diversas. La moza avanzaba distraída por el camino pensando en la traza del guardapiés tan hermoso que iba a labrar a su hermana.

Al salir del callejón que dicen de los Alcornoquillos[3] vió cómo desde la Portiña un hombre se incorporaba al camino y, siguiendo sus pasos, pronto la adelantaba.

-¡Ave María! ¡Buenos días tenga usted!

Saludó la moza, y como no obtuvo respuesta pensó Tomasa:

-¡Será sordo!

A la orilla del camino, entre unos olivos, Antonio de Sosa, músico de la Iglesia Colegial[4] y Ándrés Florido, tejedor de telas ricas en las Reales Fábricas de Seda, parecen disimular. Mientras, la muchacha, observando con curiosidad la escena, piensa que andan buscando nidos de tórtolas cuando, en realidad, tratan de completar la deficiente dieta alimenticia que les permiten sus escasos ingresos con el hurto de unas miserables matas de garbanzos.

A la altura de la labranza de Pedro Gordillo   dos segadores gallegos mientras mascan su tabaco requiebran con sus chanzas a la muchacha. Cerca del tejar del monasterio de San Benito dos mujeres acercan con sus garabatos las ramas más frondosas de las moreras[5] cortando algunas con sus destralejas, después introducen las hojas en sus sacos de lienzo blanco y cerca de ellas un hombre trabaja su melonar.

Arroyo de La Portiña, al fondo a la derecha se habría producido la violación de la que habla la causa criminal.
Arroyo de La Portiña, al fondo a la derecha se habría producido la violación de la que habla la causa criminal.

Al llegar al reguero y hondonada que está al pie de la cuesta desde donde se da vista a los molinillos de la Portiña, en el sitio que llaman Valle de la Doncellas[6], se volvió el hombre que la había adelantado y tomando con fuerza el ramal de la borrica exclamó.

¡Más vale hurtar que pedir!

Asustada Tomasa grito.

¡Ay, Virgen Santísima!

A lo que respondió encolerizado.

¡Virgen de todos los demonios!

Pensando la pobre moza que sólo se trataba de uno de los numerosos asaltos con intención de robar en los tan inseguros caminos de entonces, le ofreció, sin resistencia, que tomase la bayeta y todo lo que llevaba en el delantal,  así como los dos reales en que había vendido la carga de leña. Pero agarrándola por el pañuelo el hombre consigue derribar a la moza al suelo. Con ésto, ella intuye que son otras sus intenciones y presa del pánico no duda en ofrecerle de rodillas la borrica y todo lo demás.

¡Ni por la Virgen de todos los demonios te dejaría! Gritó el hombre.

En ese momento el miedo hace que la muchacha intente, volviendo atrás, pedir auxilio a los segadores gallegos[7]. Pero cuando solamente avanza tres o cuatro pasos, el individuo la atrapa y asiéndola de los brazos, la lleva a lo más hondo del reguero arrastrándola por el suelo.

Allí la vuelve los brazos atrás, la ata con destreza por las muñecas ,ientras en el forcejeo se desgarra el delantal y el desgastado jubón de paño de ala de cuervo, y trata de liberarse aferrada al cinturón de su agresor.

¡Virgen Santísima valedme y a mi honra!

Cínico el asaltante le pregunta

¿Eres casada o soltera?

Tomasa no contesta, sólo intenta con sus gritos llamar la atención de los segadores, intentando eludir el zafio abrazo del desconocido.

Agotada en su lucha inútil, todavía tuvo que escuchar su voz babeante

¡Si eres soltera me casaré contigo!

Con rabia la moza contesta

¡Primero me metería un cuchillo!

Viéndola ya tendida y rendida, el violador levanto las faldas de la mujer y la puso en lapostura de mayor deshonestidad y consiguió conocerla carnalmente y desflorar su virginidad”. Saciado y viendo que la muchacha no cesaba de exclamar a María Santísima con grandes voces, tiró la lazada del cordel con que la tenía atadas las muñecas[8],  se levantó y corriendo, echó por el reguero abajo, subiendo por la cuesta de los Molinillos.

Tambaleante, Tomasa se levantó y fue gritando hacia donde estaban los segadores que, al haber oído las voces, ya se acercaban corriendo. Cuando llega cerca de ellos, tropieza y cae al suelo, los gallegos se acercan a ella tratando de socorrerla y preguntando qué es lo que la ocurre. Nada responde, sólo entrecortadamente les pide que sigan y cojan al pícaro que a lo lejos ascendía presuroso la cuesta del Molinillo junto a las colmenas.mujergoya
Intentan alcanzarle pero la ventaja es mucha y desisten de su empeño, volviendo donde se encontraba la muchacha que “asustada, revolcada y desmelenada”, solicitaba temblorosa que los hombres la acompañaran. Ellos se limitan a señalarle la cercana presencia de una cuadrilla de segadores de su pueblo, Segurilla, que pueden hacerse cargo de la infeliz, por no saber a ciencia cierta a que venía tanto sobresalto.

Entre lágrimas, agarrotada por el susto y el sentimiento de su honra perdida, apoyada en su borrica trata de encaminarse a su casa. A su espalda, en plena carrera, el músico robagarbanzos, grita y gesticula tratando de darle alcance, ella aún temerosa no se detiene, sintiendo miedo de ser víctima de un nuevo asalto. Junto al pajar de Valdefuentes, Onofre del Pino, Polonia Montero, vecinos de Segurilla y Antonio se Sosa hacen corrillo ante la desafortunada que apenas puede relatar lo sucedido, su pudor le impide reconocerlo abiertamente, ocultando a sus paisanos el verdadero alcance de la agresión y respondiendo que simplemente se había espantado la borrica y caído de ella.   (Continuará)

[1] Esta puerta del segundo recinto amurallado se encontraba  al final de la calle Cerería, en su confluencia con la Cañada de Alfares. Se conocía también como puerta de la Villa.

[2] Puede tratarse de una de las puertas hoy desaparecidas del tercer recinto amurallado.

[3]«Callejón» tiene aquí el sentido de «camino entre vallados»

y el topónimo Alcornoquillos nos recuerda la abundancia de estos árboles antes del aprovechamiento masivo de la tierra para cultivos, en zonas marginales todavía se puede ver algún ejemplar

[4]Hasta la Desamortización, La Colegial estuvo dotada de una importante capilla musical  con numerosos cantores, pertiguero, ministriles, salmeadores y un maestro de ceremonias, todos a las órdenes directas del Chantre.

[5]La Real Fábrica de Sedas, a pleno rendimiento en esos años, había hecho necesaria la plantación de decenas de miles de moreras en Talavera y toda la comarca para aumentar la producción de gusano, era la actividad de recoger la hoja un complemento económico para muchas familias.

[6] Pequeño regato junto al muro de la presa de La Portiña, por debajo del depósito de agua. En la orilla opuesta todavía se perciben los restos del molinillo.

[7]Eran numerosas las cuadrillas de gallegos que durante el verano bajaban a segar en Talavera, que por aquel entonces tenía mayores extensiones cerealistas. Algunos acababan asentándose aquí formando una colonia tan numerosa que hasta pagaban un toro en las fiestas de las Mondas.

[8]La facilidad con que el violador ata y desata a la muchacha nos hace pensar el probable oficio de ganadero del individuo  que la maneja como a un ternerillo.