HISTORIA DE LOS MOLINOS DE AGUA (y II)

SEGUNDA PARTE DE LA HISTORIA DE LA MOLINERÍA DE MI LIBRO AGOTADO «Los Molinos de Agua de la Provincia de Toledo»

Autor:  Miguel Méndez-Cabeza

Ruinas del cárcavo de un molino en el Tiétar
Ruinas del cárcavo de un molino en el Tiétar

Mediante los molinos de sangre, dos hombres o un asno molturaban en la antigüedad unos cinco kilogramos en el mismo tiempo que un molino de agua de potencia media (5-10 Cv) conseguía moler 180 kilogramos de cereales. Este hecho y la gran difusión que durante el siglo XII alcanza este ingenio, han llevado a que en la historia de la tecnología algunos autores hallan considerado esta centuria como el verdadero inicio de la revolución industrial. Esta afirmación puede parecer exagerada, pero si tenemos en cuenta que en el siglo XIX toda una serie de industrias son movidas por turbina hidráulica -que no es sino una adaptación del modesto rodezno del molino harinero- y que esta turbina (fig. 3)  se adaptará posteriormente a la producción de energía eléctrica por la aplicación en 1855 de los principios de Faraday, podemos convenir al menos en otorgar al venerable molino de agua el título de abuelo del proceso industrial.

También a comienzos del segundo milenio son los árabes quienes consiguen aumentar la potencia de las ruedas verticales al hacer incidir sobre la parte superior de las mismas la corriente de un canal [1](fig. 24). Antes de esta innovación -mediante la cual la gravedad aumenta la fuerza que antes solamente proporcionaba la corriente o “fuerza viva” del agua- la parte inferior de las ruedas se introducía directamente en el curso del río. Otra aportación de los árabes es el arubah, precursor del molino de cubo (fig. 16) y que consiste en una construcción cúbica o cilíndrica donde se acumula el agua antes de mover el rodezno. Se conseguía así otro aumento de energía por aprovechamiento de la fuerza gravitatoria[2] en corrientes de caudal escaso.

Molino en ruinas en el arroyo Marrupejo, término de Cervera
Molino en ruinas en el arroyo Marrupejo, término de Cervera

Desde la Edad Media se comienzan a disponer las palas del rodezno en sentido helicoidal. Si además de esto, se introduce la rueda en una cuba cilíndrica en la que el agua discurre desde arriba hacia abajo y en sentido rotatorio, nos encontraremos entonces ante el precursor del molino de regolfo[3]  (fig. 18).

Este tipo de ingenio fue descrito en el siglo XVI por Francisco de Lobato, probable introductor del mismo en España. En un interesante manuscrito de este autor estudiado por Francisco García Tapia, se describe este artefacto y otras muchas innovaciones tecnológicas de la molinería[4]. El aragonés Lastanosa hizo en este mismo siglo una pormenorizada descripción  de diferentes tipos de molinos con la que se adelantó en mucho a los conocimientos de su tiempo[5]. Realizó además una intuitiva pero muy aguda aplicación de otros principios físicos de hidráulica.

El Libro Once de Los Veintiún Libros de los Ingenios y Máquinas de Juanelo Turriano está también dedicado integramente a la tecnología molinera, lo que unido a la atención que, entre otros, prestan los dos anteriores autores a la molinería, nos sugiere la inquietud que estos ingenios despertaban en la época de Felipe II[6].

La Ilustración no podía dejar de interesarse por estos temas y ya en la Enciclopedia de Diderot se describe minuciosamente un molino y su funcionamiento[7].

Cárcavo de un molino de agua con su cárcavo

Al molino de regolfo, que dibuja Lobato en su manuscrito, solamente le faltaría cerrar herméticamente la cámara cilíndrica donde giran el agua y la rueda, para que nos encontráramos ante lo que más tarde se conocerá como turbina de reacción. En el siglo XVIII el francés Bellidor estudió estos molinos y sus escritos inspirarían a Fourneyron que en el año 1832 inventa e instala en París la primera turbina que llevará su nombre[8].

Las turbinas fueron la evolución natural de los molinos de regolfo como explica el texto
Las turbinas fueron la evolución natural de los molinos de regolfo como explica el texto

Las turbinas denominadas “de acción”, cuya mejor representación es la de Pelton (fig. 3), tienen su antecedente en lo que Lastanosa llamó “molinos de bomba”. En ellos una corriente vertical incide sobre la parte lateral de una rueda vertical. Este sistema ha tenido poca aplicación práctica en molinería. En el año 1849, Francis fabricó la primera turbina de admisión exterior. En ella el agua entraba radialmente y salía en dirección próxima al eje. Aún hoy se emplean y podemos reconocerlas en antiguas centrales eléctricas por su forma exterior similar a la espiral de una concha de caracol. Fourneyron añadió a la turbina un mecanismo fijo que distribuía el agua en filetes líquidos dirigidos de forma que movilizaran un rodete exterior en este caso. Se conseguía así una pérdida mínima de energía por la entrada de agua sin choque y la salida casi sin velocidad. Estas turbinas se denominan centrífugas, a diferencia de otras que cuentan con distribuidor exterior y rodete interior y se conocen como centrípetas. Pelton consigue, sin embargo, disminuir la pérdida de energía por el choque del agua cuando, al partir en dos las cucharas del rodete mediante una arista medial, divide el chorro en dos mitades suavizando el impacto[9].

Hemos hecho esta breve descripción de las principales turbinas porque, aunque estos artificios se salen del ámbito de la etnografía para entrar en el de la arqueología industrial, su nacimiento y evolución apoyan la idea del molino de agua como origen de la tecnología industrial.

Sala del molino de Los Rebollos en Valdeverdeja

Las correas de transmisión supusieron otro avance importante por cuanto se conseguía con ellas impulsar toda la maquinaria complementaria de la molinería (dechinadoras, limpiadoras, cernedores y humedecedores) al transmitir el movimiento rotatorio del eje del rodezno a otros ejes que las movilizaban. Los tornillos de Arquímedes y los rosarios de cangilones facilitaron por su parte el transporte en sentido vertical y horizontal del grano y de la harina. Todos los elementos anteriores fueron ingeniosamente combinados en diferentes planos de un edificio por Oliver Evans en 1783, año en el que diseñó y construyó la que podíamos considerar como primera fábrica de harina[10].

Sulzberger empleó por primera vez cilindros de hierro en lugar de las tradicionales piedras de molino y Weymann en el año 1874 utiliza cilindros de porcelana.[11].

A comienzos de este siglo, cuando se utilizan la electricidad o los motores diesel como fuerza motriz para estas fábricas de harina, comenzará un lento pero inexorable declive de los molinos de agua que solamente continuarán funcionando hasta nuestros días en contadas ocasiones y casi siempre para moler pienso.

En España, las fábricas de harina movidas por turbina hidráulica comienzan a distribuirse por todo el territorio nacional en las últimas décadas del pasado siglo. Es característica en ésta, como en otras instalaciones industriales, la influencia tecnológica francesa, aunque a principios del siglo XX se percibe la entrada de maquinaria y la utilización de tecnología austro-húngara.[12]

[1]  MOPU-CEHOPU : “La obra pública en España, patrimonio cultural” ,Catálogo exposición, Madrid, 1986.

[2]  MUMFORD, L. Opus cit.  p. 133.

[3] DAUMAS, M. Opus cit p. 67.

[4] NICOLÁS GARCÍA TAPIA, Los molinos en el manuscrito de Francisco Lobato (Siglo XVI), Los Molinos, Cultura y Tecnología, Sorzano( la Rioja) – Madrid, 1989, Centro de Investigación y Animación Etnográfica, pp.  151-173.

[5] GARCÍA, N. y CARRICAZO, C. : Opus cit. pp.67-81.

[6] LOS VEINTIÚN LIBROS DE LOS INGENIOS Y MÁQUINAS DE JUANELO TURRIANO, Fundación Juanelo Turriano, Edic. Doce Calles y Biblioteca Nacional, Madrid 1996. Vol II, pp. 323-388.

[7] STRANDH, S.: Historia de las máquinas. Madrid, Ed Raíces, 1984, pp. 115.

[8] GARCÍA, N y CARRICAZO, C.: Opus cit. pp. 93-96

[9] De IGUAL, J.: Máquinas e instalaciones hidráulicas. Ed. Soler, Barcelona, 1922, p. 122.

[10]  ESPASA- CALPE, Enciclopedia, Primera Edición, ver Molinería, pp. 1474-1571.

[11]  Ibidem

[12] ILLA, A.: El Libro del Molinero, Tratado práctico de la fabricación de harinas.Murcia, Tipográficas de Anselmo Arqués, 1883, pp I-IX de la introducción.